Esteban Silber

 

Quiénes son los laicos

 

 

 

Un curso de formación para cristianos de base


 

Q

uiénes son los laicos? Para ayudar a los laicos en sus diferentes organizaciones, los consejos de laicos, las parroquias, los movimientos, las instituciones, a comprender su propio rol y su lugar en la Iglesia y en el mundo, se ha elaborado este folleto de formación.

Es fruto de un trabajo continuo con laicos en la Diócesis de Potosí, en otras jurisdicciones de la Iglesia Boliviana y a nivel nacional.

Este folleto está dividido en siete unidades de trabajo que pueden formar la base de un curso de formación para laicos. Los temas son – entre otros – el significado de la palabra “laico”, diferentes modelos de la Iglesia, la misión y la espiritualidad de los laicos.

Cada unidad de trabajo consiste de un acercamiento dinámico al tema, de una exposición, de preguntas para el trabajo en grupo y de una reflexión bíblica sobre el tema.

Aunque está concebido como curso de formación, este folleto puede ser leído también por laicos individuales que desean profundizar su propia identidad a través del autoestudio.

 

 

 

 

 

 

 

 

(Texto para la última página, la contraportada)


 

 

Introducción

 

E

ste folleto es fruto del trabajo de varios años con grupos de laicos en todo el país, pero ante todo en la Diócesis de Potosí. En numerosas reuniones, cursos, asambleas y conversaciones, tuve la oportunidad de hablar con muchas personas laicas de diferentes lugares y diversas circunstancias y recoger las experiencias que ellos tienen como laicos en la Iglesia Católica. Resumo en este folleto estas experiencias y los temas de mis cursos, conferencias y charlas.

La buena acogida que éstas tenían me ha motivado a sistematizar todo el material utilizado y publicar este pequeño folleto. Así ha nacido este “curso de formación” para laicos. Pienso que los laicos en los diferentes consejos, en los movimientos, en la Pastoral Juvenil, en las Comunidades Eclesiales de Base y en otros grupos eclesiales pueden hacer uso de este folleto.

En diferentes oportunidades, hemos discutido el problema de que la mayoría de los libros y folletos “sobre laicos” son escritos por personas que no son laicos. Mayormente son sacerdotes o religiosos que escriben esta clase de textos, y muchas veces son ajenos a la vida laical. Por esto presento este folleto “de un laico” y “desde los laicos” para los laicos.

Agradezco a Primitiva Flores de Molina y al Diác. Anselmo Díaz quienes revisaron este folleto y dieron su opinión crítica sobre él. De la misma manera, agradezco a Mons. Manuel Eguiguren y a Ana Luengo del Departamento de Laicos de la Conferencia Episcopal Boliviana quienes apoyaron y posibilitaron esta publicación.

Espero que estas páginas puedan ser un apoyo para los laicos en Potosí y en Bolivia, para que conozcan mejor su propio rol, sus funciones, sus derechos y sus deberes.

 

 

 

 

Potosí, Febrero de 2002

 

Esteban Silber


 

Cómo utilizar este folleto

 

E

l objetivo de este folleto es, dar una propuesta para un curso de formación para laicos. Si alguien quiere preparar un curso, o tiene que hacerlo, puede consultar este folleto, apropiarse las ideas que le parecen, descartar las demás y realizar el curso como él o ella quiere.

Las siete unidades pueden repartirse a otras tantas noches, o formar partes de un fin de semana. También, por supuesto, se pueden unir, cambiar, aumentar o quitar algunas de las unidades. Quiero ofrecer este folleto como una propuesta para aquellos laicos, diáconos, sacerdotes y otros agentes de pastoral, que buscan un material sencillo y eficaz para la formación de laicos.

Por supuesto, también se puede leer este folleto como cualquier otro. Se puede leerlo simplemente, o se puede estudiarlo y trabajarlo.

Cada unidad tiene cuatro partes:

§                 Nos acercamos al tema: Con una dinámica, un juego o un sociodrama, nos acercamos al tema y recogemos nuestra propia experiencia

§                 Exposición: Alguna persona entendida nos explica el tema central de la unidad. Mejor sería si no simplemente leyera lo que está escrito en esta parte, sino tratara de exponerlo con sus propias palabras.

§                 Trabajo en grupos: En grupos de cinco o seis personas, reflexionamos lo que acabamos de escuchar y también nuestra propia experiencia sobre el tema. Después presentamos nuestros resultados a la plenaria. Quienes utilizan este folleto para el autoestudio, también están invitados a reflexionar sobre estas preguntas.

§                 Reflexión Bíblica: Para terminar nuestra reunión, abrimos la Biblia y profundizamos lo que hemos estado compartiendo. Tampoco en esta parte hay que leer simplemente lo que dice el folleto, sino compartir el texto entre todos. El pequeño texto al final de cada unidad pretende ser un apoyo, nada más. Esta reflexión se puede realizar también dentro de una celebración final de la unidad.

 

 

Unidad I:
¿Qué quiere decir laico o laica?

Nos acercamos al tema

Dinámica: Crucigrama

Cada participante recibe una hoja de papel y un marcador. Debe escribir sobre la hoja la palabra “LAICO” o “LAICA” con letras mayúsculas y de arriba abajo. Después, debe completar con cada letra una palabra que tenga que ver – en su propio criterio - con la persona o la misión del laico. Como en los siguientes ejemplos:

 

LEAL

 

LIBERAL

APOSTÓLICO

 

ABIERTA

IGLESIA

 

INTERESADA

CATÓLICO

 

CARIÑOSA

OBEDIENTE

 

AUTÓNOMA

 

Seguidamente, cada participante presentará su hoja, leyendo las palabras y – si el grupo no es muy grande – explicando un poco qué entiende por “laico”.

Exposición

Q

ué es un laico, una laica? Esta es la primera pregunta que tenemos que plantearnos en este curso de formación. Es que el término y muchas veces también la idea no están claros. A veces se puede escuchar la noción de que solamente los que son del Consejo de Laicos son laicos. Se piensa que la persona tiene que ser especial y muy importante para ser laico.  O al menos tuviera que creerse especial e importante. Pero no es así. Los laicos somos todos. Todos los bautizados pertenecemos a la Iglesia como laicos. Con una excepción: Los sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos, los obispos y el Papa no son laicos. Ellos pertenecen al “clero”, son “clérigos”. Pero los demás bautizados, todos somos laicos, todos los que no somos ordenados y no pertenecemos a ninguna orden religiosa.

Es importante notar esto. No solamente los que llamamos “cristianos comprometidos” son laicos, sino también el vecino que nunca va a la misa, la comadre que solamente va para los nueve días, matrimonios y bautizos, el compañero que de vez en cuando va a Manquiri, Bombori o Copacabana. Todos ellos, si son bautizados y si no son del clero, son laicos en la Iglesia. Para entender todo lo que vamos a conversar a lo largo de este curso de formación, es preciso que tengamos clara esta idea: Los laicos somos todos, menos los ordenados.

Existe otra confusión acerca del laico en la Iglesia. A veces se piensa o se dice que los laicos somos cristianos de segunda categoría, valemos menos que los sacerdotes y las religiosas, somos cristianos incompletos y no tenemos derecho a opinar, decidir o llevar a cabo nada en la Iglesia. En los consejos parroquiales, muchos sacerdotes se limitan a informar e imponer sus propias decisiones. En cuanto a consejos económicos de las parroquias, prácticamente no existen. Los ministros extraordinarios de la comunión son objeto de susceptibilidades y calumnias, las Celebraciones de la Palabra que puede realizar un laico cuando no hay sacerdote, no encuentran mucho interés. Los catequistas del campo, laicos muy entregados a su servicio, no tienen mucha importancia una vez que aparece el sacerdote.

En esta concepción del laico, y en esta praxis frente a él, hay un error teológico fundamental. Es que los laicos no somos cristianos de baja categoría, sino somos primera categoría en la Iglesia. En el Pueblo de Dios no existen cristianos de primera y segunda clase. Dios quiere la unidad y la igualdad fundamental de todos sus hijos. La subordinación y la marginación del laico en las parroquias y movimientos son contrarias a la voluntad del Señor.

Para cambiar esta situación, es importante que sepamos lo que es un laico, para qué sirve y cuál es su misión. Por esto vamos a tratar de entender, después de haber aclarado lo que no es un laico, de decir, qué significa positivamente esta palabra.

¿Qué quiere decir “laico”? Esta palabra viene del idioma griego, y significa “el que pertenece al pueblo”. Este era el significado en el mundo griego, aún fuera de la Iglesia. Era, antes de que la Iglesia la usara, una palabra secular, corriente. El laico era “el que pertenece al pueblo”, pero en un sentido específico: No tiene ningún cargo. No es autoridad, alcalde, concejal, policía, oficial, juez y no tiene ninguna otra función. Nosotros diríamos: “es base”, “es pueblo”.

Así, en el pueblo griego, se llamaban laicos todos los adultos libres y varones que tenían derecho de ciudadanía, menos las autoridades. Los esclavos, los niños y las mujeres no contaban como ciudadanos plenos, así no los tomaban en cuenta. Pero todos los demás, menos las autoridades, se llamaban “laicos”. Y como la Iglesia ha formado sus estructuras en el mundo griego, cuando buscaban una palabra para todos los cristianos que no eran sacerdotes, diáconos y obispos, los llamaban también “laicos”, incluyendo, esta vez, a las mujeres, a los esclavos y a los niños. Recordemos lo que quiere decir “laicos”: Los que pertenecen al pueblo con todos los derechos, porque son mayores de edad, son ciudadanos. Ahora bien, si entendemos a la Iglesia como el Pueblo de Dios, nosotros, los laicos, tenemos en ella todos los derechos. Somos mayores de edad, somos de primera categoría. Somos adultos libres, con derecho a opinar, a vivir nuestra fe, a organizarnos y a realizar nuestra misión como cristianos. No dependemos de nadie, solamente de Dios. No tenemos que obedecer ciegamente como los esclavos, no tenemos que callarnos como los niños cuando hablan los adultos y no somos personas de segunda categoría como se trataba a las mujeres en la antigüedad (y muchas veces todavía en el presente). Todos, mujeres y varones, niños y adultos, obreros, campesinos y empresarios, somos como laicos en la Iglesia mayores de edad, libres y de primera categoría.

Este es el significado de la palabra laico, laica en la Iglesia Católica: Todos los bautizados, menos los ordenados y menos los que pertenecen a las diferentes órdenes religiosas, somos laicos. Uno puede ser más o menos comprometido, uno puede ir a la misa todos los días o nunca, uno puede cumplir con la voluntad de Dios o no – todos somos laicos en la Iglesia, somos mayores de edad, tenemos todos los derechos en ella y también todas las obligaciones.

Trabajo en grupos

  1. ¿Cuál es nuestro papel de laicos en la parroquia o el movimiento al que pertenecemos?
  2. ¿Cómo estimamos nosotros a los otros laicos en la Iglesia?
  3. Nuestros vecinos, compadres, amigos..., que no acuden al templo, ¿también son “laicos”? ¿Qué significa esto?

Reflexión Bíblica: 1 Jn 2,20-21.27

Hemos afirmado que los laicos en la Iglesia somos mayores de edad y que tenemos todos los derechos. Existe también una razón bíblica para afirmar esto: En todos nosotros, en cada uno y en cada una, vive el Espíritu Santo. San Juan nos dice en su primera carta: “Y en cuanto a ustedes, la unción que han recibido de Él permanece en ustedes y no necesitan que nadie les enseñe.” (1 Jn 2,27) La unción que hemos recibido, es el Espíritu Santo. Y si el Espíritu Santo permanece en nosotros, dice San Juan, no necesitamos que nadie nos enseñe. Porque él mismo nos enseña todo lo que necesitamos saber. El Espíritu Santo nos hace libres, mayores de edad y nos da la dignidad de ser cristianos de primera categoría. Este hecho no significa, que no necesitemos al clero ni mucho menos que podamos prescindir de la Palabra de Dios de la Biblia. Pero sí que no dependemos en nuestra fe de la enseñanza de otros. Somos mayores de edad.

 

 

Unidad II:
Dos modelos de ser Iglesia

Nos acercamos al tema

Dinámica: Debate

Dos voluntarios leen los siguientes textos a los participantes:

 

La posición del laico en la Iglesia

 

Uno que se preparaba para el bautismo de adultos preguntó a un sacerdote católico cuál era la posición del laico en la iglesia. La posición del laico en nuestra iglesia -respondió el sacerdote - es doble: ponerse de rodillas ante el altar, es la primera; sentarse frente al púlpito, es la segunda. El cardenal Gasquet añade: “Olvidó una tercera: meter la mano en la monedera”.

(Yves Congar: Jalones para una teología del laicado, Barcelona 1963, p. 7)

 

Una comunidad de desiguales

 

La iglesia de Cristo no es una comunidad de iguales en la que todos los creyentes tuvieran los mismos derechos. Sino que es una sociedad de desiguales, no solamente porque entre los creyentes unos son clérigos y otros laicos, sino de una manera especial porque en la iglesia reside el poder que viene de Dios por el que es dado a unos el santificar, enseñar y gobernar, y a otros, no.

Concilio Vaticano I

 

Después se desarrolla un pequeño debate entre todos los asistentes sobre la imagen de Iglesia que se percibe detrás de estos textos. Si el grupo es muy numeroso, se puede invitar (con anticipación) a unas cuatro o cinco personas a debatir a manera de teatro en pro y en contra de estos textos.

Exposición

C

uando hablamos de la Iglesia, no todos tenemos la misma imagen de ella. Muchas veces chocamos, porque algunos defienden la imagen propuesta por el Concilio Vaticano I (1870-1871) – la que acabamos de escuchar – y otros tratan de poner en práctica la imagen que nos enseñaron el Concilio Vaticano II (1962-1965) y las diferentes conferencias generales del episcopado latinoamericano.

En esta unidad, presentaremos dos imágenes bien diferentes y marcadas: una, que corresponde más al Concilio Vaticano I, y otra que es fruto del Concilio Vaticano II.

Para la presentación, es necesario tener las dos imágenes a la vista de todos, con hojas fotocopiadas, con dos papelógrafos o con acetatos etc. Sería bien que al ver cada imagen, los participantes primero puedan opinar sobre ellas.

1.- Iglesia “Jerarquía”

En esta imagen de la Iglesia, existe un arriba y un abajo – casi como en el cuartel. Por esto el término: La “Jerarquía” es una palabra religiosa: “Autoridad sagrada” – y los militares la copiaron para su uso...

En la jerarquía todo es orden y obediencia: General manda a coronel, éste manda al mayor etc. En este modelo de Iglesia es igual: Obispo manda a sacerdote, sacerdote a laico, éste obedece. 

Se puede ascender en categoría – y muchas veces los cristianos piensan que es lo más importante. Los laicos quieren ser curas, los curas quieren ser obispos. Los laicos comprometidos o de cofradías etc. piensan que valen más que los otros.

No hay movimiento  en este modelo de Iglesia – solamente ascenso y descenso.

Toda la relación con Dios es hacia arriba – y la gracia de Dios viene de ahí y baja, poco a poco, hasta llegar apenas, como goteando, también a los laicos.

Los de arriba son los mediadores para los de abajo – los laicos necesitan de los religiosos, sacerdotes, obispos para llegar a Dios. Por el contrario, los sacerdotes no necesitan a los laicos – el pueblo no importa. Por esto se leía la misa en latín y de espaldas al pueblo. No se consideraba importante, en ese tiempo antes del Concilio Vaticano II, si el pueblo participaba o no.

Por último, hay que notar el paralelismo que existe entre este modelo eclesial y un modelo piramidal de la sociedad – la Iglesia de este modelo se llevaba bien con los patrones, militares etc.

2.- Iglesia “Pueblo de Dios”

Esta segunda imagen de la Iglesia es diferente: Aquí todo está en movimiento. Todo el pueblo se mueve hacia una meta (el Reino de Dios). Todos van mezclados: obispos, religiosas, laicos... La eucaristía (cáliz y pan) y la Biblia van junto con el pueblo; y éste se reúne alrededor de ellas, junto con sus pastores. Dios está en medio del pueblo y enseña el camino. No se necesitan mediadores: Todos juntos están en la búsqueda del bien y se relacionan directamente con Dios.

Este pueblo camina a través del mundo: la violencia, la guerra, la contaminación, la pobreza, el trabajo. No es indiferente a lo que pasa en el mundo: Los cristianos tratan de pacificar, de construir y de unir a toda la humanidad.

Este pueblo es una comunidad de iguales, no porque todos somos iguales, con las mismas capacidades y debilidades, sino porque todos tenemos los mismos derechos y deberes fundamentales.

Por esto el Concilio Vaticano II dice: “Por el nombre de laicos se entiende aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros que han recibido un orden sagrado y los que están en estado religioso reconocido por la Iglesia, es decir, los fieles cristianos que, por estar incorporados a Cristo mediante el bautismo, constituidos en Pueblo de Dios y hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profética y real de Jesucristo, ejercen, por su parte, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo.” (LG 31)

Esto contradice abiertamente la afirmación del anterior concilio, que habíamos escuchado. Todos los cristianos somos sacerdotes, profetas y reyes, todos podemos “santificar, enseñar y gobernar”, no solamente los ordenados. Así que ya no hay distinción entre la importancia de un laico y de un sacerdote.

¿Qué quiere decir esta idea de que todos los cristianos somos sacerdotes, profetas y reyes? Esta idea viene de la afirmación de que Cristo es el Sacerdote, Profeta y Rey por excelencia, y todos los bautizados somos parte de él. Por lo tanto, participamos en el poder de Cristo con el que santifica, enseña y gobierna. Concretamente, ¿qué significa todo esto para nosotros?

à Somos sacerdotes:        podemos relacionarnos directamente con Dios y ponemos al mundo en relación con Dios.

à Somos profetas:     podemos anunciar la buena nueva y denunciar lo que se opone a ella – en el mundo y en la Iglesia.

à Somos reyes:          podemos asumir nuestra responsabilidad en la Iglesia y en el mundo.

Por esto, los laicos “no solamente pertenecemos a la Iglesia, sino somos la Iglesia”, como dice el Papa Pío XII. No somos algo secundario o menos importante en la Iglesia, sino estamos en primera fila, junto con los sacerdotes, diáconos, religiosos y demás agentes de pastoral.

Trabajo en grupos

  1. ¿Qué es lo más sobresaliente del modelo de la Iglesia “Jerarquía”?
  2. ¿Qué es lo que más les llama la atención del modelo “Pueblo de Dios”?
  3. ¿Cuál de las dos imágenes de la Iglesia es más vigente en nuestra realidad?

Reflexión Bíblica: 1 Cor 12,8-30

San Pablo nos dice, que en la Iglesia todos pertenecemos a un solo cuerpo, pero con tareas diferentes. Nadie puede faltar, ni el más pequeño, insignificante o despreciado. Incluso los más despreciados aparentemente son los más importantes.

Ningún miembro de este cuerpo es independiente, ninguno puede vivir sin los demás. Incluso los que al parecer son más importantes, como los ojos, las manos, el corazón etc. dependen de los otros. También en la Iglesia, no puede haber sacerdotes sin laicos, obispo sin fieles, catequista sin catequizandos etc. Por esto, en la Iglesia ninguna persona es más importante que otra.

Cada una y cada uno en el Pueblo de Dios tiene que conocer sus propias capacidades y vivir según ellas. Mis capacidades son un don de Dios que tengo que invertir por el bien de la comunidad.

Somos un pueblo solidario: Si uno sufre, todos sufren con él. Si alguien siente necesidad, todos tenemos que ayudarle. Si alguno se alegra, todos comparten la alegría.

 

 

Unidad III:
Los laicos y los demás miembros de Cristo

Nos acercamos al tema

Dinámica: Escultura viva

Nos dividimos en grupos de tres o cuatro personas. Cada grupo tiene la tarea de expresar en una escultura viva la relación entre laicos y clero o entre laicos y religiosas o religiosos. Que no sea un sociodrama, sino una imagen o escultura, en la que cada uno y cada una tiene su lugar y su papel. A lo mejor nadie se moverá en esta escultura.

Los demás estarán observando la escultura de cada grupo; también – si el grupo no es muy grande – se podrá preguntar y observar el significado de cada escultura.

Exposición

E

n las dos primeras unidades hemos visto, que los laicos somos miembros del Pueblo de Dios que es la Iglesia, con todos los derechos y deberes. Somos la Iglesia, no solamente pertenecemos a ella. Esta Iglesia es una comunidad de iguales, los sacerdotes, los obispos, el mismo Papa no vale más que nosotros.

Entonces, si ello es así, ¿para qué necesitamos a los sacerdotes? ¿Para qué sirven? Esta pregunta es muy importante, porque en la historia de la Iglesia había momentos en las que se decía, si todos son iguales, ya no debe haber clero. De esta manera, muchas iglesias protestantes no tienen sacerdotes y obispos, y sus autoridades y representantes son elegidos por cierto tiempo y pueden ser cambiados.

Nos preguntaremos por ello: ¿Para qué existen, en la Iglesia Católica, los sacerdotes, los diáconos, el clero en general? La respuesta que nos da el magisterio de la Iglesia, es que sirven justamente para afirmarnos y apoyarnos a nosotros, los laicos, en nuestra mayoría de edad. Sirven para servirnos. Así lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “El ministerio ordenado o sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio bautismal.” (CatIC 1120) Hay que explicar esta pequeña frase: El sacerdocio bautismal somos nosotros, todos los bautizados somos sacerdotes por este sacramento. A diferencia de este sacerdocio común existe el sacerdocio ministerial u ordenado. ¿Qué quiere decir “ministerial”? Es una palabra en latín: “Ministerio” quiere decir: “servicio”. Al servicio de los demás. Los sacerdotes ordenados están al servicio de los demás cristianos, de los laicos.

Esta es la razón de ser del clero en la Iglesia Católica: Existe, porque los laicos no podemos pretender que podamos vivir nuestro compromiso cristiano sin ayuda de nadie. Existe, porque no es cosa fácil vivir el “sacerdocio bautismal”. Existe, por ende, para apoyarnos en nuestra vida de cristianos.

Vuelvo a citar el Catecismo:

Mientras el sacerdocio común de los fieles se realiza en el desarrollo de la gracia bautismal (vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el Espíritu), el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos. (CatIC 1547)

Esto quiere decir, que lo que cuenta en la Iglesia Católica no es lo que hacen los sacerdotes, los obispos y el Papa. Lo más importante es lo que hacemos los laicos. El clero nos tiene que ayudar en este trabajo, es su tarea. Nuestra tarea es “el desarrollo de la gracia bautismal”, quiere decir, que la gracia que hemos recibido en el bautismo, no debe estar ahí no más, sino tiene que desarrollarse, desdoblarse, crecer y dar frutos. Los frutos son: “vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el Espíritu” – nuestra vida debe reflejar nuestra fe, traducida en una esperanza descomunal, frente a la desesperación que nos quiere imponer la cultura occidental, y traducida en caridad y amor frente a la explotación y opresión que caracterizan nuestra realidad. Si vivimos según el Espíritu, transformaremos este mundo según la voluntad de Dios. Esta tarea es la más importante, es la nuestra, de los laicos. El resto de los miembros del Cuerpo de Cristo existe para apoyarnos en esta tarea. No nos deben remplazar ni perjudicar en este trabajo. Tienen que servirnos.

En la práctica de nuestras parroquias, muchas veces vemos todo lo contrario: Los laicos estamos al servicio de los sacerdotes. Ellos son los dueños de las parroquias, nosotros somos sus peones. En realidad, la Iglesia manda que tiene que ser al revés. Es la vida cristiana del laico la que cuenta en ella. El trabajo del sacerdote solamente está al servicio del desarrollo de la fe, de la esperanza y del amor de los laicos. Por esto, nosotros somos lo más importante en la Iglesia. Los sacerdotes, los obispos, las religiosas y los diáconos existen en función de nosotros, tienen que apoyarnos en nuestra vida cristiana.

Podemos ver esta relación en un pequeño gráfico. (Para explicar este gráfico al grupo, sería bien dibujarlo paso por paso.)

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Lo más importante en la Iglesia, hemos dicho, no es ella misma, sino algo fuera de ella. Es la transformación del mundo o de la humanidad. Esta es nuestra meta. Queremos llegar a ello: Queremos construir el Reino de Dios.

Esta tarea es del Pueblo de Dios, y en primer lugar de los laicos. Es su lugar de servicio, su trabajo. En esta tarea, se desarrollará la gracia de su bautismo. En este servicio, vivirán según la fe, la esperanza y el amor.

Al servicio de los laicos en esta tarea están todas las personas que desempeñan un ministerio especial en la Iglesia Católica: Los sacerdotes, diáconos permanentes, religiosas, religiosos – y aquí he colocado también a toda la gama de ministerios laicales de la Iglesia Católica. Existen muchos laicos, cuya tarea es también servir a sus hermanos laicos. Son servidores y servidoras de la misma manera como el clero.

Y en este gráfico podemos entender fácilmente para qué sirven los ministerios laicales en la Iglesia: No para que algunas personas puedan destacarse o ganar más prestigio, sino para que sirvan a los demás. Tampoco, para no equivocarnos, para servir a los sacerdotes. Tenemos que servir a nuestros hermanos laicos, al Pueblo de Dios.

El obispo, finalmente, tiene que servir a todos; es el servidor de los servidores.

Se puede observar, que en este gráfico he invertido el modelo de Iglesia del Concilio Vaticano I. Ya no estoy hablando de una comunidad de iguales, como hemos aprendido en la unidad anterior a esta. Estoy hablando de una “comunidad de servidores”. Ciertamente, no quiero alejarme del modelo de Iglesia que nos enseñó el Concilio Vaticano II. Pero lo quiero complementar: En lo espiritual, no somos iguales. Si hemos asumido un servicio en la Iglesia, somos menos que los demás. Los más importantes son los laicos y su gracia bautismal. Todos los demás están tan solo al servicio de ellos.

Trabajo en grupos

  1. ¿Para qué existen, en la Iglesia Católica, los sacerdotes, diáconos, religiosas?
  2. En nuestra realidad, ¿observamos que esto es así?
  3. ¿Nosotros, como laicos, comprometidos o no, qué tarea debemos asumir?

Reflexión Bíblica: Mt 20,25-28

Jesús no deja lugar a dudas: La Iglesia no sirve para que alguien se haga grande, famoso o importante. “El que quiere ser el primero entre ustedes, será su siervo.”

Esta exhortación de Jesús nos cuestiona, nos desafía. Cuántos laicos no quieren ser ministros, catequistas, presidentes etc., no para servir más a sus hermanos, sino para lucir mejor, para tener más poder, más renombre o incluso más dinero. Lo mismo vale para nuestros hermanos sacerdotes, diáconos, religiosas etc.

Tal vez no nos gustará esta idea de Jesús: ser los servidores de los demás. Pero recordemos, para qué sirve toda la Iglesia: No para su propio provecho, sino para el bien de la humanidad. Así, también nuestro trabajo en la Iglesia debe servir a este fin. Si nos peleamos por espacios de poder, de prestigio o de honor, no vamos a poder servir a la humanidad. Solamente si somos buenos servidores y servidoras, servimos para algo.

El obispo francés Jacques Gaillot dijo: “Una Iglesia que no sabe servir, no sirve para nada.”

 

 

Unidad IV:
El Pueblo de Dios y el pueblo pobre

Nos acercamos al tema

Dinámica: La pirámide

Cantamos o leemos el siguiente canto y compartimos sobre su contenido:

 

1.- Este mundo injusto es una pirámide,

muy pocos arriba, muchos en la base. (2)

También nuestra patria es una pirámide,

los pocos de arriba oprimen la base. (2)

Oh pueblo de pobres, pueblo dominado,

¿qué haces ahí, quieto y marginado?

Este mundo injusto debe ser cambiado,

levántate pueblo, no te quedes parado.

2.- Vivir no podemos en esta pirámide,

con lujos arriba y abajo con hambre. (2)

El pueblo oprimido que vive en la base,

hará que se caiga la injusta pirámide. (2)

3.- El pueblo que quiera romper la pirámide

debe organizarse en comunidades. (2)

La fe nos exige vivir siempre unidos,

al lado del pobre y del oprimido. (2)

Exposición

H

ablando del “Pueblo de Dios”, debemos pensar también en el pueblo de pobres que existe en nuestro país. Es un país de mucha pobreza, y a la vez, de mucha injusticia. No todos son pobres. Por esto, usamos la comparación de la pirámide: Pocos arriba, muchos abajo. Pero también, algunos al medio.

¿Cómo vive la gente en esta pirámide? Muchos tratan de subir lo más alto posible. Quieren conseguir un sueldo más alto, una casa más bonita, ropa más costosa, una movilidad. Es el mismo deseo en la gente de arriba, del medio y de abajo. Aunque uno ya es rico, quiere poseer más. Aunque uno esté en el último lugar, pobre y abandonado, sueña con ser rico.

Otros no se conforman con esta injusticia y pelean y luchan para que a todos les pueda ir mejor. Que no haya explotación, robos, violencia, engaños. Que los ricos dejen de oprimir a sus hermanos y que los pobres empiecen a solidarizarse.

La Iglesia Católica ha asumido en los últimos 30 años (desde la Conferencia de Medellín, 1968) lo que se llama la Opción por los Pobres. ¿Qué significa esta palabra? La Opción por los Pobres es una conversión al interior de la Iglesia. Mientras anteriormente a esto, la Iglesia muchas veces iba de la mano de los patrones, de los militares, de los ricos en general, ahora se dio cuenta de que Dios está siempre al lado de los pobres, y que nosotros, como Iglesia, por lo tanto, también tenemos que estar al lado de los pobres.

 

Por esto, en la Iglesia Católica, existen muchos testimonios de cristianos que se colocaron al lado de los pobres para ayudarles en su búsqueda de justicia y liberación. Muchos de ellos tenían que sufrir toda clase de atrocidades de parte de los ricos y poderosos, y a varios de ellos los mataron. Los ejemplos tal vez más conocidos de esto son el arzobispo de San Salvador, Mons. Oscar Romero, y el sacerdote jesuita P. Luis Espinal, quien vivió y trabajó en La Paz.

Seguramente no nos va a tocar llegar hasta el extremo de estos mártires cuando asumimos también la Opción por los Pobres de la Iglesia. Pero también para nosotros como laicos esta opción tiene muchas consecuencias.

Podemos fijarnos en la gente que compone nuestros grupos: ¿Son gente de clase media o también hay personas de extracto popular? Muchas veces, nuestros grupos, movimientos, cofradías, consejos etc. están integrados por profesionales, profesores, personas jubiladas, estudiantes y universitarios. No diré que esto está mal. Pero debemos reflexionar: ¿Dónde están en nuestros grupos los pobres: los mineros, los migrantes del campo, los jornaleros, las vendedoras del mercado, los niños trabajadores? Y debemos también reflexionar sobre los motivos que causan muchas veces la ausencia de esta clase de gente de nuestros grupos. En primer lugar siempre habrá que tomar en cuenta su situación de pobres: Tienen que trabajar tanto tiempo, que no pueden darse el lujo de asistir a nuestras reuniones regulares. Pero también puede ser por nuestra manera de trabajar en los grupos: Los pobres, muchas veces, no tienen mucha educación formal, no saben leer y escribir, o no saben expresarse bien en castellano. Seguramente tienen miedo de compartir en un grupo en el que quizás dominan los profesores o los universitarios. Para no hablar de los casos, que lastimosamente no son pocos, en los que la misma gente cristiana de clase media que compone nuestros grupos rechaza abiertamente a los pobres con argumentos racistas y clasistas.

Todo esto nos debe llevar a una profunda reflexión sobre el sentido de nuestro trabajo como laicos en la Iglesia Católica, sobre nuestra identidad como Pueblo de Dios en medio de un pueblo pobre.

Pero hay que analizar otras consecuencias más. ¿Qué significa concretamente la Opción por los Pobres? Aquí hay mucha confusión, porque mucha gente piensa que la Opción por los Pobres solamente significa para la Iglesia que se deben hacer proyectos y realizar actividades para ayudar a la gente pobre. Entonces surge el problema y el peligro del “asistencialismo”. Esta palabra quiere decir, que ayudamos y asistimos a los pobres, pero no los tomamos en serio con su vida y sus experiencias. Muchas veces se hacen proyectos sin preguntar siquiera a los que se van a beneficiar, si lo necesitan, o si lo necesitan de esta forma. Se reparten alimentos, ropa, regalos de navidad, pero no se ayuda a los pobres a superar de fondo su situación de pobreza. La Opción por los Pobres no es esto. Más bien, es preciso dialogar con los pobres, escucharles, valorar su sabiduría y sus conocimientos. Ayudarles a organizarse, a superarse, a exigir justicia y no solamente limosna. La Opción por los Pobres significa, además, que acojamos a los pobres dentro de la Iglesia y que formemos la Iglesia con y desde ellos.

Un ejemplo concreto de este esfuerzo eran y son las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs). Estas comunidades son pequeños grupos de cristianos que se reúnen regularmente para compartir su vida y su fe. Muchas de estas comunidades se fundaron en los barrios populares, entre gente que no pertenecía a ningún movimiento, a ninguna cofradía. Estas personas muchas veces no acudían mucho a las misas y tal vez no eran considerados muy “católicos”. Ellos mismos, sin embargo, casi siempre dicen que son católicos y se consideran parte de la Iglesia. Las CEBs contribuyen a despertar en ellos la convicción de no solamente ser parte de la Iglesia, sino ella misma. De esta manera, las CEBs pueden ser un núcleo de una Iglesia renovada, de una Iglesia de los pobres.

Como último, la Iglesia que ha puesto en práctica la Opción por los Pobres, busca la cercanía a las legítimas organizaciones populares. Estamos convencidos que no podemos lograr nuestra meta, la transformación de la humanidad, si trabajamos solos. Tenemos que buscar la colaboración de mucha gente que también busca la justicia y la liberación, y respetar y valorar su trabajo. Aunque tal vez tengamos mucho que criticar en la CSUTCB, en la COB, los comités cívicos, las federaciones, las juntas vecinales y muchas otras organizaciones, tenemos que reconocer que son las organizaciones que representan al pueblo y a los pobres, y que no hay otras. La Iglesia no puede vivir su compromiso aisladamente. Tenemos que buscar aliados en el campo difícil de la política y del sindicalismo. El Concilio Vaticano II habla de esta búsqueda cuando dice: “El Pueblo de Dios, movido por la fe, [...] procura discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales participa juntamente con sus contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios.” (GS 11) Dios está presente en los acontecimientos, exigencias y deseos de nuestros contemporáneos, Dios está presente, por lo tanto, en las luchas de un mundo mejor y más justo que realizan nuestras organizaciones populares.

Si como cristianos procuramos acompañar a nuestras organizaciones de base, si acogemos a los pobres en la Iglesia, si les ayudamos a formar Comunidades Eclesiales de Base, si nos relacionamos con ellos no solamente de manera asistencialista, sino de veras formamos comunidad creyente con ellos, vamos a construir una iglesia de los pobres, Pueblo de Dios en medio de y desde un pueblo de pobres.

Trabajo en grupos

  1. En nuestro grupo, movimiento, parroquia etc.- ¿existe gente de los sectores populares? ¿Por qué (no)?
  2. Nuestra Iglesia ¿sigue viviendo las antiguas alianzas con los ricos y poderosos?
  3. ¿Cómo podemos acompañar a las organizaciones populares en sus reivindicaiones?

Reflexión Bíblica: 1 Cor 1,26-29

En la comunidad cristiana de la ciudad de Corintio, había ricos y pobres (véase: 1 Cor 11,17-22). Pero parece, que los ricos eran muy pocos y que sin embargo trataron de dominarlo todo, y los pobres eran muchos y que tenían vergüenza y pudor aun dentro de la comunidad a causa de su pobreza. Pablo quiere alentar y animar a los pobres y llamar la atención y corregir a los ricos. Por esto dice que Dios escogió a los pobres en primer lugar, para avergonzar a los ricos.

La comunidad de Corintio puede ser un modelo para nuestras comunidades, en muchos aspectos. A pesar de tener gente de tantas diferencias en la comunidad, Pablo trata de mantenerlos en unidad y comunión. Por esto dice, que nadie vale más que el otro. Pero al mismo tiempo contradice la opinión generalizada de la sociedad de ese tiempo (y también de la nuestra), que los ricos son preferibles. Pablo recuerda a todos, que Dios ha preferido a los pobres.

 

 

 

 

Unidad V:
La misión del Laico en el mundo

Nos acercamos al tema

Dinámica: Exposición de dibujos

A todos los participantes se les entrega una hoja de papel para que dibujen libremente una situación dentro del “mundo” que es un desafío para nosotros los laicos y para la Iglesia en general.

Después se hace una pequeña exposición de todos los dibujos. Se los cuelga en los cuatro paredes del ambiente, de manera que todos pueden observar, tranquilamente, todos los dibujos.

Si se prevé que los participantes no estarán dispuestos a dibujar, se pueden repartir revistas para escoger imágenes y pegarlas en una hoja de papel o preparar unos papelógrafos con situaciones dibujadas o sacadas de una revista.

Después, en una pequeña vuelta, se comparte sobre las diferentes impresiones de los participantes.

Exposición

P

ara poder hablar de la misión de los laicos, voy a partir de la misión de la Iglesia en total. La razón de esto es que los laicos no somos solamente un determinado grupo especial dentro de la Iglesia. Como ya sabemos, “no solamente pertenecemos a la Iglesia, sino que somos la Iglesia” (CL 9).

Por lo tanto, cuando hablamos de la Iglesia, estamos hablando de los laicos; y cuando hablamos de los laicos, hablamos de la Iglesia. La misión de los laicos no es solamente una misión dentro de la misión de la Iglesia y no es solamente una parte, o tal vez una parte menor incluso, de la misión de ésta. La misión de los laicos es la misión de la Iglesia. Por esto, para explicar lo que es la misión laical, explicaré primero qué es la misión de la Iglesia, tal como la describe el Concilio Vaticano II.

La Iglesia tiene una sola misión. No tiene varias misiones, sino tiene una sola. Pero esta única misión se desdobla en dos direcciones diferentes. La Iglesia tiene la misión de buscar la salvación del mundo y su liberación. La salvación del mundo, la primera dirección de la misión de la Iglesia, es la transformación de cada persona humana por la gracia de Dios, la fe en Jesucristo y el amor del Espíritu Santo. La liberación del mundo – la segunda dirección - es la transformación del mundo en un mundo de justicia, paz y felicidad para todos. Ya desde ahora se puede percibir, que la salvación y la liberación del mundo no son dos misiones diferentes. Son dos aspectos inseparables de una sola misión, la misión de continuar la obra de Jesús en este mundo, la misión de anunciar y hacer presente el Reino de Dios.

Por lo tanto, como Iglesia, debemos anunciar a todo el mundo la buena noticia de Jesús y transmitirle la revelación de Dios. Debemos hacer catequesis, celebrar los sacramentos, la misa en especial, las fiestas populares y el año litúrgico. Todo esto es misión de la Iglesia. Este aspecto de la misión es inseparable del segundo: Debemos trabajar por la justicia, la liberación y la paz. Debemos “proclamar el Evangelio de los Derechos Humanos”, como dicen los obispos en Santo Domingo (SD 165). Si hacemos uno de los dos y dejamos el otro, no cumplimos con la misión que tiene la Iglesia, la misión que nos dejó Jesús.

Si la Iglesia tiene esta única y al mismo tiempo doble misión, para los laicos esto no es diferente. En un principio, también los laicos tenemos una misión hacia la salvación del mundo y una misma misión hacia su liberación. Somos corresponsables dentro de la Iglesia para trabajar en el plan de la salvación de la humanidad y en el plan de la liberación del mundo. Mientras la primera responsabilidad la cumplimos en mayor escala dentro de la Iglesia, la segunda tiene que ver con nuestra vida de laicos en el mundo. Hasta aquí todo va igual. Si como laicos somos la Iglesia, como dice el Papa, tenemos la misma misión que ella tiene. No somos ayudantes de la Iglesia o colaboradores de los sacerdotes en esta misión o tal vez en una parte de ella. Es nuestra propia misión.

Ahora bien, para los laicos se dice, que nosotros tenemos en primer lugar una misión en el mundo, por nuestra situación de vida y mayormente también trabajo en el mundo. Somos profesionales, obreros, jornaleros, somos padres de familia, miembros de un vecindario y parte de una familia. Somos ciudadanos, miembros de un sindicato y tal vez de un partido político. A causa de estos numerosos vínculos con el mundo somos los primeros responsables para su evangelización. Vivimos más cerca de la vida real y cotidiana de la mayoría de nuestros contemporáneos. Por esto somos, dentro de la Iglesia, los que más responsabilidad tenemos para la evangelización del mundo.

¿Cómo estamos realizando esta tarea?

1.- Damos el testimonio de vida.-

El testimonio de vida es nuestra manera de vivir. Cómo trabajamos, cómo nos relacionamos con los demás, cómo educamos a nuestros hijos – todo esto y mucho más es un testimonio para todos los demás. A través de este testimonio ellos pueden juzgar la veracidad de nuestra fe, de nuestro compromiso cristiano. Por esto, el testimonio de vida es una “proclamación silenciosa” (EN 21) de la Palabra de Dios, como dice el Papa Pablo VI. Es el primer paso de la Evangelización, sin que hayamos pronunciado una sola palabra sobre Dios y Jesucristo. De este testimonio depende todo. Si es un testimonio bueno, ayudamos a propagar la Buena Nueva de Dios. Si damos un mal testimonio, todo lo que podemos hacer en bien de la Iglesia no sirve nada.

2.- Ejercemos un trabajo.-

También nuestro trabajo ordinario es parte de esta misión. Alguien que es médico, abogado o profesor contribuye con su trabajo a que el mundo sea mejor – y también puede hacer todo lo contrario y de esta manera faltarle a su compromiso cristiano. Lo mismo vale para el campesino, el panadero, el comerciante: Sin ellos nadie puede alimentarse, nadie puede vivir. Todas las profesiones aportan con su trabajo a esta misión. Los mineros, los albañiles, los sastres, las amas de casa: Todas y todos, a través de nuestro trabajo, ayudamos a mejorar el mundo. Todos colaboramos con Dios en la “obra del Creador, la desarrollamos y la completamos” (LE 25), como dice el Papa Juan Pablo II. Y agrega: “La conciencia de que el trabajo humano es una participación en la obra de Dios, debe llegar [...] incluso a los quehaceres más ordinarios”. No existe, por tanto, ningún trabajo humano digno de ser despreciado. Todo trabajo de mujeres y hombres es complementación de la obra del Creador. Como laicos, cumplimos con nuestra misión de cristianos, cuando ejercemos nuestro trabajo.

3.- Vivimos en la familia, el vecindario etc.-

En nuestra familia, en el vecindario, en la escuela, en la universidad – en todos los ambientes donde vivimos, somos la Iglesia. Y toda nuestra vida, nuestras relaciones, nuestras actividades, nuestras conversaciones, son parte de nuestro compromiso cristiano. Educando nuestros hijos, reconciliando nuestros vecinos peleados, ayudando a nuestros compadres y padrinos, asumiendo responsabilidad en las juntas escolares y vecinales, visitando a los enfermos en el vecindario y realizando muchas otras actividades cotidianas y aparentemente “normales” estamos cumpliendo nuestro compromiso cristiano. Es parte de nuestra misión y responsabilidad de laicos que hacemos todas estas cosas.

4.- Practicamos la caridad y la solidaridad.-

Otra parte típica de la misión de los laicos es lo que tradicionalmente se llama la caridad. Pero es más que dar limosna, aunque tampoco hay que menospreciar esta ayuda al prójimo. También la solidaridad, el apoyo legal, la organización política y hasta la reivindicación sindical son parte de esta práctica de la caridad, que trata de solucionar el problema de la pobreza. Los proyectos de desarrollo, instituciones de ayuda y de asesoramiento y muchas instituciones más son expresión concreta de esta parte de nuestra misión.

5.- Asumimos cargos políticos y sindicales.-

A través de la organización popular, los sindicatos, federaciones y juntas, pero también a través de partidos políticos, podemos nosotros, los laicos, ayudar a transformar el rostro de este mundo. El Concilio dice que con esta parte de la misión cristiana los laicos pueden “impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu evangélico” (AA 5). Aunque el trabajo en los partidos políticos es muy duro y hasta puede poner el peligro todo el compromiso cristiano, por las tentaciones de corrupción que existen, es una cosa necesaria y urgente para la situación política y social de la Bolivia de hoy.

6.- Somos presencia de la Iglesia en el mundo.-

Donde estemos, y lo que hagamos, siempre somos la Iglesia. No somos Iglesia solamente esa horita del domingo, cuando asistimos a la misa, sino somos la Iglesia las 24 horas del día y los siete días de la semana.  Este hecho da un nuevo valor a nuestro trabajo “en el mundo”. No es simplemente algo secundario para nuestra existencia cristiana. No es el campo de acción o de prueba para nuestro compromiso contraído con la Iglesia. No es algo que al final no tiene valor en comparación con la eternidad, como en el pasado muchas veces se explicó. Nuestra vida en el mundo es cumplimiento con nuestra misión religiosa. Es el lugar donde colaboramos con el plan de Dios que quiere la salvación y la liberación de este mundo. Es el lugar donde podemos construir el Reino de Dios.

Así, los laicos tenemos una misión especial en el mundo. Somos nosotros los que tenemos que construir la sociedad. El clero, según las normas de la Iglesia, no tiene ningún derecho de meterse en las cosas concretas de la política y la sociedad. Es tarea del clero, orientar, opinar y dar un marco doctrinal, como lo es la Doctrina Social de la Iglesia. Dentro de este marco, cae exclusivamente en nuestra responsabilidad de laicos, si este mundo se asemeja al mundo que quiere nuestro Dios, o no. Lo hacemos no solamente opinando y criticando, como le compete al clero, sino con los hechos. Esta tarea es exclusivamente laical. Ahí nosotros tenemos una misión especial e independiente. Es la misión de realizar ya en este mundo el Reino de Dios.

Trabajo en grupos

  1. ¿En qué medida asumimos nuestra misión como laicos en el mundo?
  2. ¿Cuál es el ámbito que consideramos de mayor importancia para nuestra misión?
  3. ¿Cuál es el objetivo de esta misión de los laicos en el mundo?

Reflexión Bíblica: Lc 10,1-12

Jesús da a sus discípulos tres encargos. Estos tres encargos valen también para nosotros y nos explican, cuál es nuestra misión de laicos.

En primer lugar, Jesús nos dice: "Coman lo que les pongan." Debemos respetar la cultura de los demás. Debemos respetar también la pobreza de los demás. La persona vale más que el plato que puede ofrecer, la vestimenta que lleva puesta o el idioma que habla.

La segunda advertencia que Jesús da, es "curen los enfermos". Debemos preocuparnos de lo corporal y de lo material. No en el sentido que le quiere dar nuestra sociedad a lo material. Lo que Jesús nos manda es: Tenemos que preocuparnos de los problemas corporales y materiales de los pobres. Tenemos que buscar la justicia, la igualdad, la liberación de todos.

Jesús también nos envía a decir: "El Reino de Dios está cerca." Podemos anunciar a todo el mundo el amor que Dios nos tiene. Podemos anunciar su preferencia por los pobres y por los que sufren. Podemos, al mismo tiempo, denunciar todo lo que va en contra de la voluntad de Dios: la injusticia, la violencia, la corrupción, el maltrato.

 

 

Unidad VI:
La misión del Laico en la Iglesia

Nos acercamos al tema

Dinámica: Las flores de nuestro compromiso

Repartimos hojas de papel colorado, que hemos recortado en forma de pétalos. Pedimos a los asistentes que anoten en cada uno de los pétalos una actividad que los laicos realizamos al interior de la Iglesia. Cada participante puede anotar varias actividades, cada una en su respectivo pétalo.

Después recogemos las hojas y formamos con ellas flores, sea en la pizarra o en el suelo, para que todos las puedan ver. Si hay actividades que son parecidas o relacionadas, podemos juntarlas para formar una sola flor.

Si hay suficiente tiempo, podemos compartir sobre nuestras experiencias con estas actividades.

Exposición

E

n la unidad anterior, hemos hecho énfasis en la misión que los laicos tenemos en el mundo. Esta es nuestra principal, pero no la única misión. Los documentos de la Iglesia Católica insisten mucho en que los laicos, como nos desenvolvemos en el ámbito secular o del “mundo”, tenemos como primera y primordial misión la transformación de este mundo según el mensaje de Jesús.

Esto es cierto. Pero es preciso recalcar una cosa: El hecho de que tengamos una misión primordial en el mundo no excluye, sino confirma la segunda misión que tenemos dentro de la Iglesia y en el plan de la salvación. Yo tengo la impresión de que alguna gente insiste mucho en la misión política y social del laicado no porque tenga mucho interés en estos asuntos, sino simplemente para excluirnos de nuestra corresponsabilidad dentro de la Iglesia. Pero ahí está equivocada. No se nos puede quitar esta responsabilidad. Nosotros tenemos siempre una misión dentro de la Iglesia, porque nuestra misión es única como la de ella, y no se puede separar lo que hacemos dentro y lo que hacemos fuera de la Iglesia.

Más tarde volveremos sobre este asunto. Veamos ahora la misión que tenemos como laicos dentro de la Iglesia. Tiene cuatro aspectos muy importantes.

1.- Nuestra misión en el mundo es misión de la Iglesia.-

Lo que hacemos en el mundo, no es solamente algo profano o secundario para nosotros. En el pasado muchas veces se consideraba estas tareas como el campo de una prueba moral: Si te llevas bien en este mundo, Dios te va a admitir al cielo. Ahora, como hemos visto, este trabajo en el mundo es considerado parte de nuestra misión como cristianos, es parte del plan divino de liberar y salvar al mundo. Por esto tiene dignidad cristiana y valor espiritual. Ahora, hablando de nuestra misión de laicos dentro de la Iglesia, podemos decir algo más: No vamos a separar mundo e Iglesia. Si trabajamos como cristianos dentro del mundo, estamos cumpliendo con nuestro compromiso con la Iglesia; estamos “dentro” de ella, porque somos la Iglesia.

Con otras palabras, nuestra misión en el mundo es misión de la Iglesia. Estamos colaborando en el plan de salvación y estamos construyendo Iglesia, cuando damos testimonio de vida, cumplimos nuestra profesión, vivimos bien en la familia etc. No son dos cosas distintas, las del mundo y las de la Iglesia. Y mucho menos una es mejor que la otra. Son muy importantes las dos, y además, son una sola misión.

Por esto, el primer aspecto de nuestra misión dentro de la Iglesia es que ya den­tro de todo lo que dijimos en la anterior unidad estamos cumpliendo con esta misión. Nuestra misión “dentro” de la Iglesia no se limita al espacio físico de los templos, como tampoco la Iglesia se limita a él.

2.- Colaboramos a los sacerdotes con tareas propiamente nuestras.-

En segundo lugar, hay toda una gama de actividades propias de los laicos dentro de la Iglesia, en las que colaboramos a los sacerdotes. Somos lectores, sacristanes, músicos, líderes juveniles, presidentes de consejo, catequistas y muchas cosas más. Cuando digo que “colaboramos” a los sacerdotes, no debemos entender que somos los ayudantes y mucho menos los peones de ellos. Tenemos tareas y vocaciones propias. En estas tareas, los sacerdotes no nos deben remplazar, si no hay una necesidad grave y extraordinaria. Por el contrario, nos tienen que afirmar y apoyar en estas tareas, porque forman parte de nuestra identidad de laicos. 

En este punto entra también todo el tema de los ministerios laicales, de los que hemos hablado en la tercera unidad. También para ellos vale: Son ministerios propios, no meras copias del ministerio sacerdotal. Son servicios no al sacerdote, sino a la comunidad. Son vocaciones y tareas de propia responsabilidad de los laicos. Los que quieren asumir un ministerio de estos, no lo deben hacer para sobresalir o lucir más, sino con el deseo de servir más a la comunidad, con el deseo de utilizar sus capacidades para el bien del Reino de Dios.

3.- Podemos suplir, en ciertas circunstancias, a los sacerdotes.-

Después existen circunstancias, en las que podemos suplir a los diáconos y a los sacerdotes en algunas de sus tareas. Mayormente, son situaciones de extrema necesidad, y no podemos suplir todas la actividades de ellos. Pero si, algunas.

Por ejemplo, en peligro de muerte, podemos bautizar a un niño enfermo. Cuando por falta de sacerdotes no se realizan misas en todos los templos de una parroquia, podemos celebrar liturgias de la palabra. Cuando una parroquia es muy grande, podemos visitar a los enfermos para llevarles la Santísima Comunión. Si no se puede llegar a un sacerdote dentro de mucho tiempo, podemos acompañar a una pareja en un matrimonio. En todos estos casos, tenemos la misión de cumplir con tareas que “normalmente” no nos competen, porque no somos ordenados. Estos sacramentos y otras celebraciones cristianas tienen tanto valor para la Iglesia, que ella nos permite en estos casos excepcionales vivir nuestro “sacerdocio bautismal” en un sentido pleno.

Este hecho demuestra también que los laicos y los sacerdotes tenemos una igualdad fundamental, y que nosotros tenemos la misma dignidad que ellos, porque en casos de extrema necesidad nosotros los podemos suplir en algunas de sus funciones.

4.- Nos organizamos dentro de la Iglesia.-

Por último, otro aspecto de nuestra misión al interior de la Iglesia, es nuestra organización. Tenemos el derecho y la obligación de formar movimientos, comunidades de base, consejos, cofradías y cualquier otra clase de grupos y organizaciones dentro de la Iglesia. A través de ellos podemos cumplir mejor nuestra misión, unir fuerzas para nuestro compromiso y formarnos mejor para nuestras tareas.

A través de estas organizaciones ayudamos además a que la Iglesia tenga mayor coherencia e integración. Son también nuestras organizaciones las que fomentan la vida de la Iglesia, los intercambios, los encuentros y la pastoral. Estas organizaciones no son, por lo tanto, meras estructuras sociales, que pueden existir o no, sino parte del plan de Dios de liberar y salvar a la humanidad.

 

Conclusión:

En el siguiente esquema vemos, como las dos direcciones de nuestra misión como laicos forman un conjunto inseparable. Es la única misión que tenemos, la misión que tiene la Iglesia, y apunta a construir el Reino de Dios. Las dos direcciones de nuestra misión son entrelazadas: Lo que hacemos en el mundo, es tarea de la Iglesia; y somos Iglesia cuando cumplimos esta misión. Nadie puede menospreciar nuestro compromiso en el mundo, como si fuera algo secundario, y nadie nos puede quitar la misión que tenemos dentro de la Iglesia, como si solamente “lo profano” fuera nuestra misión.

Esta doble misión, como ya hemos visto, es una sola. No son dos cosas diferentes, las del mundo y las de la Iglesia. Lo que hacemos en el mundo y para su bien, es realizar nuestra misión como Iglesia en el plan de salvación de Dios. Y todo lo que hacemos dentro de la Iglesia, si no lo hacemos para integrarnos en este plan salvador y liberador de Dios, si no lo hacemos para el bien de los demás, para el bien de todo el mundo, no tiene ningún sentido. Pueden ser, en última instancia, actividades idólatras aunque se rijan quizás por el Ritual Romano. Es la unidad de la misión eclesial que le da sentido. Así nuestro trabajo “en el mundo” tiene un significado eclesial, y viceversa.

Trabajo en grupos

  1. ¿Cómo asumimos nuestra misión como laicos al interior de la Iglesia?
  2. ¿Qué relación tiene esta misión con nuestra vida en el “mundo”?
  3. ¿Cuál de las dos misiones es más importante que la otra?

Reflexión Bíblica: 1 Pe 2,9-10

San Pedro no hace ninguna diferencia entre los diferentes miembros de la comunidad. Todos y todas son el pueblo escogido, son sacerdotes y sacerdotisas, reyes y reinas. Por esto, todos y todas tienen responsabilidad para la Iglesia.

Las diferencias que legítimamente existen entre una y otra vocación en la Iglesia no deben producir separaciones dentro del Pueblo de Dios. Los laicos tenemos la misma dignidad en la Iglesia de todos los bautizados, ni más, ni menos que el clero.

De esta manera, tenemos no solamente derechos en la Iglesia, sino también responsabilidades y obligaciones. Nuestra misión no es solamente escuchar misa y cumplir los mandamientos, como tal vez se dijo en algún momento del pasado. Nuestra misión va mucho más allá – comprende la responsabilidad total para este pueblo; una responsabilidad que compartimos con todos los bautizados, sacerdotes, diáconos, religiosas, laicos y con los obispos y el Papa.


 

Unidad VII:
La Espiritualidad de los laicos

Nos acercamos al tema

Dinámica: Canastón de la espiritualidad

Preparamos un centro para el ambiente donde nos reunimos, con un awayo, flores, etc. Encima del awayo o dentro de una canasta ponemos cosas de uso diario, pero bien diferentes: por ejemplo una olla, un martillo, una toalla, un periódico, un cuaderno, una zampoña, un medicamento, una vela, una biblia, un rosario etc. Que sean cosas bien diversas, de uso religioso y también de uso secular. Que haya mucho más cosas que participantes.

Cada participante debe escogerse una cosita que represente para él o ella su espiritualidad o un aspecto de la misma. Después, cada uno puede explicar brevemente, qué entiende por espiritualidad y por qué se ha escogido la cosa que tiene en sus manos.

La misma dinámica se puede realizar con fotos o dibujos de diferentes cosas o situaciones.

Exposición

M

uchas veces, en el pasado de la Iglesia, se ha tratado de elaborar una espiritualidad para laicos como una copia de lo que debía ser la espiritualidad de los sacerdotes. No era una copia fiel de esta, sino una versión más sencilla, más simple y más barata. Si los sacerdotes tenían que rezar la liturgia de las horas, a los laicos se les exigía el rosario diario y los tres ángelus. Los sacerdotes tenían que leer la misa diariamente; los laicos tenían que escucharla, al menos semanalmente. De esta manera, se creó una espiritualidad de segunda clase – y a los laicos se les consideró cristianos de segunda clase.

La espiritualidad laical no es esto. Pero tampoco es el extremo opuesto. En círculos laicales un poco radicales se puede apreciar a veces la idea de que la espiritualidad laical debe ser todo lo contrario de la de los sacerdotes. Para poder distinguirnos de ellos se pretende hacer una cosa totalmente diferente. Si el clero reza los salmos, nosotros no tenemos que rezarlos. Si los sacerdotes centran todo en la eucaristía, los laicos se olvidan de ella. Si el padrecito insiste mucho en la confesión, ya no iré a ella. De esta manera, se cae en el mismo error como en el primer caso: Se entiende la espiritualidad laical desde la espiritualidad sacerdotal. Si no es una mala copia de esta, tiene que ser el extremo opuesto.

Es, por tanto, necesario, entender la espiritualidad laical desde lo que es la identidad y la misión laical, y no, desde lo que es la espiritualidad de otro grupo en la Iglesia, como son los sacerdotes.

Si hemos dicho, que la misión del laico se desenvuelve en los ámbitos del “mundo” y de la “iglesia”, tendremos que decir también, que su espiritualidad tendrá que tener estas dos dimensiones. Y esto es importante. Existen, ciertamente, muchos laicos que defienden la concepción de que todo lo que es espiritualidad se ubica dentro del templo o al menos en el ámbito meramente eclesial. Espiritualidad, para ellos, consiste en las oraciones, la misa, los demás sacramentos, los retiros espirituales. Lo que pasa en el mundo, puede ser como máximo la aplicación de esta espiritualidad. Por el otro lado, no faltan tampoco los laicos que piensan, que todo esto, la misa, la oración etc., es cosa antiguada y no apropiada para los laicos de hoy, cuya espiritualidad se comprueba más bien en la acción. Para ellos, el testimonio de vida, la militancia, el profetismo y la solidaridad practicada tienen todo el peso de la realización cristiana, mientras no dan mucho valor a la práctica intraeclesial.

Ambos extremos son falsos. Si afirmamos la unicidad de la misión de la Iglesia, tenemos que mantener también en coherencia lo que hacemos dentro del templo y lo que pasa afuera. En términos ya muy conocidos, la unidad entre “fe y vida”. Nuestra eucaristía tiene que partir de nuestra realidad, y nuestras actividades tienen que ser alimentadas por nuestra oración. Esta idea es central para una espiritualidad laical. No podemos considerar nuestra espiritualidad como un área santa y protegida dentro de un mundo adverso. Tampoco podemos prescindir de toda forma de expresión ritual de la espiritualidad. Ambos tienen que venir juntos.

Nuestras oraciones, misas, celebraciones, rosarios, peregrinaciones y toda la gama de expresiones litúrgicas de nuestra fe laical tienen que ser, por lo tanto, nutridas de nuestra vivencia y nuestras experiencias como cristianos en el mundo. No podemos ir a rezar para olvidarnos de nuestros problemas, sino para pedir a Dios para que nos ayude a solucionarlos. Entonces, estas oraciones serán realmente un alimento para nuestra vida. Ésta, por su parte, no puede prescindir de los espacios dedicados a la oración. Necesita la oración diaria, la celebración comunitaria, las expresiones vivas, rituales y comunitarias de una fe que nos debe guiar en todo momento de nuestra vida. Nuestra espiritualidad necesita un equilibrio entre ambas partes: entre oración y vida, entre actividad y contemplación.

De esta manera nos daremos cuenta, que no solamente la oración es un lugar de encuentro con Dios, sino también nuestra vida diaria. Si entrelazamos la oración con la realidad, empezaremos a sentir la presencia de Dios en nuestras actividades más cotidianas, y al final actuaremos rezando y rezaremos actuando. La buena costumbre de nuestros antepasados nos enseña que se puede empezar cualquier actividad con la señal de la cruz. Tal vez nos escandalizamos, si vemos a un futbolista persignándose cuando entra a la cancha. Pero la actitud fundamental detrás de este gesto es la esperanza de encontrarse con Dios en cualquier momento de nuestra realidad, no solamente en el espacio limitado de la oración.

Dentro de la oración, por su parte, sentiremos toda la carga de la realidad, pero ya no como un impedimento a la oración, sino como elemento esencial del diálogo con Dios. Ya no diremos a Dios cualquier cosa, solamente porque está en el libro de oraciones, sino conversaremos con él sobre nuestra vida y trataremos de descubrir su presencia en ella.

La religiosidad popular era y es una expresión muy importante de esta espiritualidad laical. La veneración a los Santos, el culto a la Virgen, las romerías, procesiones y peregrinaciones, los votos, las devociones, los rosarios y las novenas han impregnado generaciones de laicos y laicas en América Latina. En los últimos años se pueden ver muchos intentos de sustituir o al menos “purificar” o “evangelizar” la religiosidad popular. Todo esto no es necesario. Lo único necesario es, que la religiosidad popular se acuerde de esta coherencia entre fe y vida, entre oración y realidad que le caracterizaba. Se puede vivir esta religiosidad solamente según las apariencias; se cumple con todo lo previsto y deja al margen la conversión personal y el cambio de vida. No sin motivo hay entre los devotos de la Virgen muchos militares opresores, comerciantes explotadores y políticos corruptos. La religiosidad popular no es para esto. Es un intento serio de unir la realidad y la oración. Si recuperamos esta intención, vamos a recuperar una versión muy válida de la espiritualidad laical.

Para concluir, la espiritualidad no es para los laicos una cosa adicional a su vida seglar. Es la vida misma. La oración es tan parte de la vida como el lavado de ropa y la educación de los hijos. Al final de cuentas, toda la vida se puede volver oración – encuentro con Dios. Este encuentro es el alimento de nuestra vida de laicos. Entendida de esta manera, ya no es importante saber, en qué se diferencia esta espiritualidad de la de los sacerdotes. Será diferente en la medida en que cada uno y cada una de nosotros es diferente y tiene una relación diferente con Dios. No vayamos a buscar tanto las diferencias – lo que cuenta es que en la comunidad cristiana que es la Iglesia unamos todas nuestras fuerzas y vayamos al encuentro de todas las personas de buena voluntad, para transformar junto con ellos este mundo y hacerlo más semejante a lo que Dios quiere para él.

Trabajo en grupos

  1. ¿Qué entendemos por espiritualidad?
  2. ¿Por qué es importante unir en la espiritualidad de los laicos fe y vida?
  3. ¿Qué opinión tenemos de la religiosidad popular?

Reflexión Bíblica: Mt 6,9-13

El Padre Nuestro no es para rezar solamente, sino también para actuar:

 

Si dices “Padre nuestro” – respeta a tus hermanos y hermanas.

Si dices “santificado sea tu nombre” – no le hagas quedar mal por lo que tú haces.

Si dices “venga tu Reino” – lucha por su realización.

Si dices “hágase tu voluntad” – procura cumplirla.

Si dices “danos nuestro pan” – pelea para que lo tenga el pobre.

Si dices “perdona nuestras ofensas” – tú también tienes que perdonar.

Si dices “no nos dejes caer en la tentación” – no la busques.

Si dices “líbranos del mal” – déjate liberar de todo mal en tu vida.


 

 

 

Abreviaturas y siglas

 

AA

Apostolicam Actuositatem

Decreto del Concilio Vaticano II sobre los laicos

CatIC

 

Catecismo de la Iglesia Católica

CL

Christifidelis Laici

Carta del Papa Juan Pablo II sobre los laicos

EN

Evangelii Nuntiandi

Carta del Papa Pablo VI sobre la Evangelización

GS

Gaudium et Spes

Constitución del Conc. Vat. II sobre la Iglesia y el mundo

LE

Laborem Exercens

Carta del Papa Juan Pablo II sobre el trabajo

LG

Lumen Gentium

Constitución del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia

SD

Santo Domingo

Documento de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sobre el autor

 

Esteban Silber, nacido en 1966, doctor en teología, laico, casado y padre de dos hijos, es asesor del Consejo de Laicos en la Diócesis de Potosí. Además, es director del Centro Diocesano de Catequistas y trabaja en la formación y el seguimiento de diáconos permanentes.

Direcciones electrónicas: http://www.stefansilber.de.vu – stefansilber@gmx.de

 


Índice

 

Introducción. 1

Cómo utilizar este folleto.. 2

Unidad I: ¿Qué quiere decir laico o laica?. 3

Unidad II: Dos modelos de ser Iglesia.. 6

Unidad III: Los laicos y los demás miembros de Cristo.. 11

Unidad IV: El Pueblo de Dios y el pueblo de los pobres. 16

Unidad V: La misión del Laico en el mundo.. 20

Unidad VI: La misión del Laico en la Iglesia.. 25

Unidad VII: La Espiritualidad de los laicos. 31

Abreviaturas y siglas. 35

Sobre el autor 35

Índice.. 35