LAS
FIESTAS EN ISRAEL
Alejandro
Von Rechnitz
1.
El culto.
El
pueblo de Israel daba a su Dios un culto que ahora nos resulta muy normal, pero
en su época era un asunto revolucionario, extraño, a veces hasta
incomprensible para las gentes de otros pueblos. ¿Por qué?
a.
Porque era el culto a un Dios único. Un pueblo que había vivido
solitario, sin relación con otros pueblos, en el desierto, había llegado a
concebir la idea de un Dios que vivía solo. El primer mandamiento de su
legislación, el más exigente de sus mandatos, trataba precisamente de este
punto (ver Ex 20,3; Dt 5,7; 6,13-14). Apenas podemos hoy imaginarnos lo extraña
que resultaba esta doctrina y esta práctica entre pueblos que llegaron a tener
miles de dioses en cada una de sus religiones.
b.
Porque era el culto a un Dios sin compañera femenina en una región
llena de vistosísimos cultos a dioses de la fertilidad que, invariablemente,
tenían una esposa divina. (De aquí el temor que muchos cristianos tienen a la
forma en que otros cristianos hablan, presentan o dan culto a la Virgen María
que acaba así convertida, de hecho, en una especie de diosa, compañera divina
de Dios).
c.
Porque era el culto a un Dios personal. Era el culto a un Dios que no era
la personificación de fuerzas de ninguna clase, sino Yavé, el Dios que los
había liberado de la esclavitud, haciéndolos salir de Egipto. Un Dios que
había pactado personalmente con ellos una alianza en un momento encuadrado en
coordenadas de la historia.
d.
Porque era el culto a un Dios sin imágenes. Un dios sin imagen era casi
completamente incomprensible para los pueblos de esa época y, más bien,
equivalía a un ateísmo disimulado. Pero, nada que el hombre haga, decía la fe
israelita, se parece a lo que Dios es; Dios, que sí sabe cómo es El mismo, ha
hecho la única imagen que de verdad se le parece, por eso el Génesis (1,27)
dice: “Hizo al hombre (al ser humano) a su imagen y semejanza”. La fe
israelita pensaba que Dios es irrepresentable porque es inimaginable e
inmanipulable por el hombre. Como Dios sabe que el ser humano tiende a creer que
lo que él haga sobre la imagen o con la imagen tiene efecto sobre lo
representado en ella, prohibió todo tipo de imágenes cultuales, no fuera a
creer el hombre que, manipulando su imagen, manipulaba a Dios. La idea original
de Israel no es que su Dios era un ser puramente espiritual; el pueblo hubiera
sido absolutamente incapaz, por lo menos en su origen, de aceptar un Dios así.
Simplemente es que Israel pensaba que su Dios trascendía toda imagen que de El
se hiciera el ser humano, aun teológicamente.
Las
consecuencias de esto fueron bien fuertes para la fe de Israel: nunca hubo una
imagen de Dios ni en el arca de la Alianza, ni en el tabernáculo, ni en el
templo. Los becerros que los reyes o el pueblo fabricaron nunca pretendieron,
oficialmente, ser otra cosa que un pedestal o trono para Yavé. Nunca se conectó
ni el altar del templo, ni sus sacrificios, con ningún tipo de imagen de Dios.
Es más, si los sacrificios se quemaban no era para destruirlos, sino porque ésa
era la forma popular de imaginar su traslado, por medio del humo, al cielo,
lugar en donde se pensaba que residía ese Dios sin imagen.
2.
El sábado.
El
sábado era una institución muy probablemente anterior a Moisés. Quizá empezó
siendo un día “nefasto”, un día en que, por ser de mal agüero, no debía
hacerse nada. En la Biblia se lo pone en relación con el Dios de Israel. No se
dice, al comienzo, que Dios mandara descansar el sábado, sino que El descansó
el sábado. El ser humano, que es imagen y semejanza de Dios, tiene derecho a un
descanso como el de Dios. Así se subraya la dignidad del hombre. Después,
el sábado será relacionado con el proceso de liberación y acabará siendo un signo
de libertad (porque los esclavos de otros pueblos no tenían derecho a
descansar, no podían tener un día disponible para ellos). Así lo vemos ya en
Dt 5,14-15; Ex 23,12; Dt 6,3. Para conmemorar la intervención de Dios en el
proceso de su liberación, el israelita debe descansar los sábados.
Al
comienzo la forma de “santificar” el día era descansando. El sábado terminó
siendo una señal de la Alianza entre Yavé y su pueblo, y adquirió toda su
importancia durante el destierro babilónico cuando los judíos no podían
ofrecer sacrificios ni dar otras muestras de su fidelidad a la Alianza que la
circuncisión, la guarda del sábado y la asistencia a la sinagoga.
Con
el tiempo la guarda del sábado se convirtió en algo riguroso hasta
llegar a ser lo que encontramos en tiempos de Jesús: prohibición de
cocinar en sábado, de encender un fuego, de recoger leña, de cosechar nada, de
ayudar a un animal o ser humano en peligro, de llevar cargas de ninguna clase (¡hasta
el peso de un higo!), de caminar más de 1250 metros, de desatar un nudo, de
escribir más de una letra, etc. Jesucristo intentó reivindicar el sentido
original del sábado, de modo que volviera a ser signo de la dignidad de todo
ser humano, recuerdo semanal de su fundamental libertad, y no, justamente,
una carga más; no es el hombre el que está en función del sábado, dice Jesús,
sino el sábado en función del hombre (ver Mc 2,27).
En
la mentalidad del pueblo judío, el sábado pasó a ser un día especial,
sagrado, señal de la Alianza, y, de eso, a ser una garantía de salvación y,
finalmente, un día exclusivamente para Dios. Jesús no rechaza el sábado como
tal (ver Lc 4,16; Mt 24,20), sino todas las exageraciones legalistas que
deformaron su sentido.
3.
La Pascua.
La
Pascua era una fiesta triple, o mejor: tres fiestas distintas que se unieron,
después, entre sí y a un acontecimiento histórico: la salida desde Egipto,
como pueblo, hacia la tierra prometida.
La
fiesta de los panes sin levadura (los panes “ácimos”) es una fiesta
agrícola (y, por lo tanto, tomada a los cananeos una vez conquistada la tierra
prometida). Se le presenta a la divinidad la primera gavilla cortada en la
cosecha de la cebada, pero la cebada no “leva”(no crece o fermenta)con la
levadura, por eso se trata de “panes sin levadura”. Después se le dio otros
sentidos: con ocasión del nuevo año, que comenzaba con la primavera, se
procuraba limpiar el templo de toda impureza y, por lo mismo, de todo lo que
pudiera recordar al muerto año anterior. Mezclar levadura, hecha entonces de
harina fermentada, del año anterior era, según la mentalidad de la época,
mezclar los “espíritus” o fuerzas de los dos años. Por eso no quedará más
remedio que comer pan sin levadura hasta que fermente la nueva harina (que
aparecía con los primeros granos de la cosecha del trigo, en pentecostés).
Todavía las costumbres actuales judías exigen que, en la semana anterior a la
Pascua, se limpie rigurosamente cada casa de todo producto de trigo y hasta de
cada grano de trigo del año anterior. Después se dará a los panes sin
levadura el sentido histórico de la urgencia de Israel para salir de Egipto en
el momento del Exodo, con eso encontrarán los “panes ácimos” cananeos un
lugar y sentido en la teología de Israel.
La
fiesta del cordero se efectuaba (y se efectúa aún) entre los nómadas
en cualquier época del año y, en realidad, tenía mucho más sentido mágico
que cultual. Se degollaba un cordero y se mojaban, con su sangre, los postes de
la tienda de campaña con la finalidad de proteger a sus habitantes contra
enfermedades, desgracias y espíritus malignos. El cordero no necesariamente
servía de comida; es la sangre la que servía para preservarse de la influencia
maligna de espíritus. Originalmente(observemos) se celebraba fuera de todo
santuario, y sin sacerdotes ni altares; se comía con hierbas del desierto,
revestidos los participantes de los atuendos propios de pastores en pleno
nomadeo, de noche y, siempre en noches de luna llena (que es la más clara para
poderse mover en el campo).
Entre
la fiesta de los panes sin levadura y la fiesta de corderos no existía,
originalmente, ninguna relación. Pertenecían a mundos culturales distintos, la
de los panes estaba ligada al calendario los panes insertaba al hombre en el
ritmo cósmico y natural; la de los corderos lo prevenía de acontecimientos
inesperados y desgraciados. Los textos más antiguos de la Sagrada Escritura
hablan ya de esas dos fiestas como de fiestas relacionadas entre sí. La fiesta
de los corderos(la Pascua) se celebraba el 14 del mes de Nisán y la fiesta de
los panes comenzaba al día siguiente de la fiesta de la Pascua.
La
fiesta de la salida de Egipto. Según los relatos escriturísticos, los
judíos habían salido de la esclavitud de Egipto hacia la libertad durante la
fiesta de plenilunio (la luna llena) de la primavera y aprovechando una peste
que había devastado a los egipcios. Así se juntaron las tres fiestas en una
sola celebración. En Gosén, los pastores judíos estaban celebrando la fiesta
de la prosperidad de sus rebaños, antes de salir de los pastos de invierno (del
invierno mediterráneo) hacia los pastos de primavera, y se habían tenido que
proteger, como todos los nómadas, contra todas las desgracias y espíritus
malignos, con la sangre de los corderos. Al llegar a Palestina habían adoptado
la costumbre de los panes sin levadura, conforme se habían ido convirtiendo en
agricultores sedentarios, y querían recordar, cada año, la salida desde la
esclavitud de Egipto hacia la libertad; todas estas tres cosas se habían
llevado a cabo bajo la luna de un plenilunio de primavera, ¿ cómo no
celebrarlas juntas? La conmemoración del paso de la esclavitud a la libertad
fue absorbiendo a las otras dos fiestas y terminará por ponerlas enteramente a
su servicio. Eso es lo que encontramos en Exodo 12.
Durante
la Pascua se presentaban, pues, las primicias de la cosecha de cebada, que era
lo que se recogía en la luna llena de primavera y que constituía la base de la
alimentación de los pobres. El trigo se recogía, más bien, en mayo o junio, y
costaba tres veces más que la cebada; las primicias del trigo se presentaban en
el templo en la fiesta de Pentecostés.
Después
de la segunda guerra mundial la Pascua ha re-adquirido sentido cuando los
sobrevivientes de la masacre nasi se pusieron en marcha hacia el territorio de
Israel. En conexión con todo esto se repite cada año, en el ritual de la
Pascua, lo siguiente: “Pues no fue sólo un enemigo el que se alzó contra
nosotros para aniquilarnos, sino que en todas las generaciones hay hombres que
se levantan contra nosotros con el intento de exterminarnos. Pero el Santo,
bendito sea, nos libra de sus manos”.
La
Pascua ha acabado siendo la fiesta de la libertad, pero la libertad no se goza,
sino que se conquista, y por eso las semanas anteriores a la Pascua los
servicios sinagogales hablan de esas situaciones. El rito de los panes sin
levadura ha ido cogiendo una nueva significatividad en relación también con la
libertad. La vida del esclavo puede llegar a ser más agradable, a veces, que la
del libre, pero ¿quién rechazaría, por un pedazo de pan, la libertad?, de allí
los panes sin levadura porque la levadura es símbolo de las pasiones humanas.
El hombre libre no debe dejarse llevar por sus pasiones pues entonces ya no sería
libre, sino que se convertiría en esclavo de esas pasiones. El enemigo de
nuestra libertad no está solamente fuera, sino también dentro de nosotros.
En
cada casa, durante la cena pascual, debe alguien hacer las siguientes preguntas
para que el sentido del rito quede claro: ¿Por qué esta noche es distinta de
todas las demás noches del año? ¿Por qué esta noche sólo comemos pan sin
levadura? ¿Por qué esta noche sólo comemos hierbas amargas? ¿Por qué esta
noche sólo comemos carne asada? ¿Por qué esta noche mojamos (apio y hierbas
amargas) dos veces?
El
rabino Gamaliel decía que quien, en la noche de la Pascua, no menciona el
cordero pascual, el pan sin levadura y las hierbas amargas, no ha cumplido con
su deber. Según el Talmud (ver Pesajim X,4) en cada generación el hombre debe
considerarse como si hubiera sido personalmente liberado de Egipto (ver Ex
13,8). En tiempos de Jesús, el cordero pascual se sacrificaba en el templo, y
no en la puerta de la casa de cada uno, como había sido la costumbre original
hasta la vuelta del destierro en Babilonia.
4.
Pentecostés.
Tenía,
esta fiesta, entre los judíos, cuatro nombres distintos:
+Pentecostés:
“cincuenta días”, aludiendo al número de días que hay entre la fiesta de
la Pascua y la de Pentecostés.
+Fiesta
de las semanas: por las siete semanas, más un día, que se contaban entre
Pascua y Pentecostés.
+Fiesta
de la cosecha, o de la siega: debido a que Pentecostés se celebraba cuando se
terminaba la cosecha de los granos principales, los de cebada y los de trigo.
+Fiesta
de las primicias: aludiendo a su sentido pues en estas fiestas se presentaban en
el templo, ante Yavé, las primicias de la recolección del trigo.
Pentecostés
es, claramente, una fiesta de agricultores sedentarios, posterior a la instalación
del pueblo de Israel en Palestina, y el pueblo judío la tomó, seguramente, de
los cananeos. Presentar ante sus dioses los primeros frutos de cada cosecha era
una costumbre típica de esos pueblos paganos. El Deuteronomio (16,9) nos da de
ella esta explicación: “Contarás siete semanas (desde la Pascua) y celebrarás
la fiesta de las semanas en honor de Yavé, tu Dios”. La fiesta de Pentecostés
se inauguraba, al día siguiente de la Pascua, presentando ante Dios las
primicias de la cebada y terminaba con el final de la recolección del trigo y
la presentación oficial de sus primicias en el templo. La idea de Pentecostés
es litúrgicamente muy definida: las siete semanas que duraba la recolección de
los granos principales: la cebada y el trigo.
Tenía
tres sentidos distintos: La ofrenda de las primicias de los granos como primeros
frutos del país, esas primicias son expresión de acción de gracias, es
decir, un reconocimiento de la total dependencia del hombre respecto a Dios (dueño
verdadero de las tierras y personas). El segundo hecho que caracteriza esta
fiesta es su duración: siete semanas más un día, comenzando la cuenta desde
la fiesta de Pascua; en total: 50 días. Esa división septenaria corresponde a
la simbología normal del sábado (séptimo día de la semana) en el Antiguo
Testamento. El año jubilar está detrás de todo el simbolismo de Pentecostés.
Cada 50 años, para hacer desaparecer las excesivas diferencias que se hubieran
creado entre el pueblo en los últimos 50 años, se perdonaban las deudas, se
devolvían las tierras a sus dueños originales, y se liberaba a los esclavos
(ver Lev 25,10). El número 50 se volvió, así, símbolo de la remisión de las
deudas y de la libertad.
Los
rabinos del siglo II de nuestra era, relacionaron Pentecostés con el recuerdo
de la donación de la Ley, por parte de Dios, en el Sinaí. Así, a la
fiesta profana de la recolección del trigo se añadió la conmemoración de un
episodio histórico del ciclo del éxodo: la promulgación de la Ley de Dios en
el Sinaí. La Ley había sido escrita por el dedo de Dios, y el dedo de
Dios es interpretado, por San Agustín, como el Espíritu Santo (ver Lc 11,20;
Mt 12,28).
5.
Tabernáculos.
Quizá
la fiesta más alegre de Israel, tenía también tres símbolos claves: las
chozas (o tabernáculos), la luz, el agua. Si Pentecostés era para terminar la
cosecha de los granos base, Tabernáculos era para dar por terminada la
recolección de los frutos y, en especial, la cosecha de las uvas. En ella se le
daba gracias a Dios por la cosecha y se le entregaba una canasta llena de
frutas, en reconocimiento de la fundamental propiedad de Dios sobre toda la
tierra de Israel. Las chozas de ramas y hojas eran lo lógico porque se
acampaba en las huertas, pero, como casi todos los ritos y fiestas israelitas,
acabó siendo conectada al tiempo y suceso del éxodo desde Egipto y se decía
que las chozas eran para recordar la marcha de los judíos por el desierto, al
salir desde Egipto a la libertad, cuando habían tenido que vivir en tiendas de
campaña.
El
rito de la luz
consistía en una especialísima iluminación que se ponía, en el templo, en el
patio de las mujeres. El Talmud (ver Sukká V,1-4) llega a decir que, durante la
fiesta de los Tabernáculos, no había en Jerusalén ningún patio que no
quedara iluminado por la luz que le llegaba desde la sala de la extracción del
agua. Los hombres piadosos y los distinguidos de Israel, con antorchas en las
manos, bailaban acompañados por la música de los levitas y el sonido de las
trompetas de los sacerdotes. En el contexto de esta fiesta y sus ritos es en el
que tiene todo su sentido lo que Jesús dice y hace desde Juan 7,37 a 8,12; allí
Jesús dice que El es la verdadera agua y la verdadera luz del mundo.
El
tercer rito es el del agua.
Originalmente era un rito de petición de lluvias. Se iba, con enorme
solemnidad, a la fuente de Siloé, se sacaba agua de allí y se llevaba,
procesionalmente, al templo. El sumo sacerdote mojaba al altar de los
sacrificios con ella mientras los fieles, que ese día podían entrar en el
atrio exclusivo de los sacerdotes, daban siete vueltas alrededor del altar y leían
los relatos milagrosos del Exodo. Recordemos lo que, más arriba, decíamos
sobre el contexto en el que Jesús grita lo del agua (ver Jn 7,37-38).
6.
Yom kippur: el día del gran perdón.
Esta
celebración ha llegado a tener suma importancia dentro de la liturgia judía.
La fiesta nació de la conjunción de dos ritos:la purificación del sumo
sacerdote, la expulsión del chivo expiatorio.
La
purificación del sumo sacerdote y su familia. El
sumo sacerdote sacrificaba un toro (por sus pecados y los de su familia) y luego
entraba en el “lugar santísimo” del templo, incensaba al arca (mientras
existió) y la mojaba con la sangre del toro sacrificado. Después de la
desaparición del arca, se mojaba la placa llamada “propiciatorio”. Después,
sacrificaba un chivo, por los pecados del pueblo de Israel, y mojaba el arca o
el propiciatorio con la sangre del chivo.
La
expulsión del chivo propiciatorio
era un rito popular que había acabado por entrar en la liturgia oficial del
templo. La comunidad ofrecía dos chivos apropiados, sobre los que se echaban
suertes. Uno quedaba destinado a Dios, y se sacrificaba por los pecados del
pueblo. El otro, después de recibir sobre su cabeza la recitación de los
pecados del pueblo por parte del sumo sacerdote que extendía sus manos sobre la
cabeza del chivo, quedaba destinado a ser llevado al desierto y ser
desbarrancado allí en un lugar llamado Azazel (nombre de un espíritu maligno).
El rito, pues, tenía un sentido popular claro: ese chivo se llevaba los pecados
del pueblo.
Actualmente,
entre los judíos de todo el mundo, el Yom kippur es un día de ayuno, pero no
de tristeza. La obligación de ayunar comienza, para todo judío, con la mayoría
de edad religiosa, a los 13 años de edad. En la época de Jesús (época en que
había templo, sumo sacerdote, etc.), se trataba de un día de seriedad profunda
y reflexión, de autoexamen, pero no de trsteza, sino de júbilo sereno. La
prueba más clara de esto es que el día de Yom kippur era uno de los dos días
al año en que las muchachas judías, aun las más elegantes, iban a danzar a
las viñas de alrededor de Jerusalén.
7.
Janukká: la fiesta de la re-dedicación del templo.
Janukká
trata de recordar la re-dedicación del templo de Jerusalén después de haber
sido profanado por el rey Antíoco Epifanes. Judas Macabeo (ver 1 Mac 4,36-59)
lo purificó y construyó un altar nuevo, inaugurado el día del aniversario de
la profanación (ver 2 Mac 10,5). Janukká se fue poniendo en relación con la
fiesta de los Tabernáculos y por eso la celebración con luces, que se van
aumentando en cantidad, durante ocho días. En el Talmud, lo de encender luces
se pone en relación, más bien, con un milagro ocurrido con ocasión de la
re-dedicación del templo en la época de los macabeos (ver Shabbat 21 b).
Janukká es una fiesta alegre en la que los judíos se hacen regalos entre sí
(observar que esta fiesta es en diciembre, en los primeros 21 días,
normalmente).
8.
Purim: la fiesta de las suertes (una especie de carnaval judío).
La
fiesta nació para conmemorar una venganza, la de los judíos persas contra los
enemigos que habían planificado su exterminación. El día anterior a la fiesta
es un día de abstinencia. Durante la noche se enciende una lámpara en cada
casa y todos van a la sinagoga. Los dos días siguientes son de alegría y se
asiste a la sinagoga. Allí se lee el libro de Ester. La lectura se interrumpe
con maldiciones espontáneas contra los impíos en general y contra Hamán en
particular, y se termina con una bendición solemne sobre Mardoqueo, Ester y los
israelitas. Todo el relato del libro de Ester parece una judaización de la
historia babilonia de Marduk y su aliada Ishtar, contra el dios malo Tianmat.
Durante Purim los judíos se dan mutuamente regalos y se disfrazan, con lo que
la fiesta ha tomado un aspecto de carnaval judío. El fondo actual de Purim es
hacer reflexionar a los judíos acerca de la actitud de todo el mundo hacia el
pueblo judío, y dar una lección acerca del antisemitismo y sobre la fe puesta
en Yavé.