¿CÓMO VEN EL MUNDO

LOS JÓVENES?

 

APROXIMACIÓN A LAS NARRACIONES

JUVENILES DE HOY

Enrique Falcón

 

 

 

Indice

1. Para empezar...

2. "No podemos fiarnos del futuro"

3. Mil duros

4. "Mi hermana, la mala suerte"

5. Hundir las manos

6. Para acabar

Notas

Cuestionario para el diálogo


A todos los chavales que han pasado por
el Centro Juvenil de las Escuelas Profesionales San José,
y a los del Barrio del Cristo, deslomando el futuro.
Y a Manuel, 16 años, in memoriam.


1.- PARA EMPEZAR

 

"La juventud no es un tiempo, ni una generación, ni una categoría homogénea a la que uno pueda examinar, desde fuera, con objetividad, sin emociones ni prejuicios. La juventud es un cometa de riesgos y de oportunidades, de amenazas y de promesas, una intromisión en el sistema cósmico de los adultos. Y como a los cometas, hay que entenderla, más que un conjunto sólido, como un torbellino, abigarrado y turbulento, reflejo de las diferentes coyunturas de oportunidad que nuestra sociedad ofrece a los recién llegados (1)"

 

Lo que 14 chavales escriben

Un grupo de 14 jóvenes que estudian FP para ser electrónicos, con edades comprendidas entre los 16 y los 18 años, ante una dinámica de graffitti en el aula, se expresan así, a principios del 2000 (por mi parte, comienzo por limitarme a recoger sus expresiones y a ordenarlas como los surrealistas hicieran hace tiempo con sus ‘cadáveres exquisitos’):

Vivo en un mundo...

• en que no se comprende a la gente.
• que se está destruyendo.
• lleno de misterio, de maldad y egoísmo.
• que no es ideal.
• donde impera vivir bien y ser ambicioso.
• donde domina lo material.
• que no se entiende entre sí.
• donde no todos somos iguales.
• que es muy caro.
• en el que tan sólo importa el parné.
• que está jodido.
• que no es legal con todos.
• en el que existen muertes.
• que no es igual con todos.

Hay algo que no entiendo...:

• la falta de trabajo.
• los nazis.
• ¿por qué luchamos entre nosotros mismos?
• ¿por qué la gente es tan falsa?
• las guerras a final de siglo XX.
• a mis padres.
• ¿por qué hay gente que no sabe vivir?
• ¿por qué hay gente muriendo?
• la política.
• ¿por qué las tías son tan raras?
• si existen los ricos, ¿por qué no reparten con los pobres?
• no poder hacer lo que queremos.

Los jóvenes estamos hartos de...

• tener que ser lo mejor en todo.
• los padres.
• la prepotencia de los mayores.
• la gente que no tiene la razón y creen llevarla siempre.
• lo rutinario y de tener que buscar nuevas experiencias.
• la mala educación recibida.
• que no encontremos trabajo después de estudiar.
• tantas promesas y tan pocos hechos.
• que piensen por nosotros.
• que a veces nos traten como a niños.
• no ser libres.
• el trato que recibimos de las personas.

Un consejo te doy...:

• vive la vida.
• usa el condón.
• haz el amor y no la guerra.
• no te fíes ni de tu padre y menos de todo lo que te digan.
• vive al máximo, pero usa la cabeza.
• vive mientras puedas.
• folla mucho y trabaja poco.
• no hagas lo que no quieres que te hagan a ti.
• disfruta todos los momentos que puedas.
• Intenta disfrutar, pero haciendo lo más conveniente.

Los jóvenes con los que me encuentro son...

• impersonales.
• unos fachas.
• cada vez más cínicos y malas personas.
• buenas personas pero defendiendo sus intereses.
• muy pasotas, que pasan de todo.
• muy diferentes entre sí.
• muy independientes.
• más o menos diferentes.
• buena gente.
• legales y buenas personas.
• vaciletas.
• un poco listos y vacilones.
• pasan de todo y algún día se darán cuenta que han
perdido el tiempo.

— No te dejes llevar por nadie: vive tu vida.
— En esta vida estamos destinados a la desconfianza y a la marginación.
— La felicidad es un breve recuerdo de un lejano pasado.
— Disfruta hoy porque no sabes si hay mañana.
— En la vida has de ser el primero; si no, no eres nadie.
— La vida... ¿es un don o un castigo? No lo pienses: sólo vívela.
— Yo quiero llegar a algún sitio.
— Me gustaría que me aprobaran el curso.
— Con dinero, turrones.

 

El valor de las narraciones

A lo largo de estas páginas, la única tesis de la que de verdad me voy a sentir seguro no va a ser más que invitarnos –a los padres, educadores, pastoralistas, animadores juveniles... que acompañamos los procesos de tantos y tantos jóvenes– a dejarnos empapar, a dejarnos interpelar, por lo que esos mismos jóvenes dicen de sí mismos, de nosotros, del mundo que ambos compartimos y del futuro del que –también todos– somos responsables. Tras la "supuesta" muerte de los grandes relatos, tras la dificultad de articular los discursos, la postmodernidad parece estar exigiéndonos atender con seriedad –a veces hasta con paciencia– las narraciones vivas que desordenan el discurso, ponen en crisis cualquier esquema preconcebido de la realidad y, sin duda, alteran (en algo o en mucho) nuestra propia manera de relacionarnos.

Las narraciones (y, cómo no, también las de los jóvenes, como las que hicieron arrancar estas líneas) son dispersas, a menudo disimuladas o incontrolables, en todo caso sorprendentes o inquietantes unas, tópicas otras, esperables quizá la mayoría. En ningún caso, estas narraciones (y menos las de los jóvenes) dignas de ser desoídas, ocultadas, maquilladas o minusvaloradas. Por muy dispersas que nos parezcan, por muy poco consistentes u ordenadas, lo narrativo tiene la virtud de ser carne, y carne viva, a menudo carne compartida, donde el joven mismo se reconoce y se expresa, articulando así su propia manera de ver el mundo.

Y digo el joven, así en singular, porque cada vez se me hace más difícil acotar rasgos comunes a todos esos que llamamos "los jóvenes de hoy", no sé si muy distintos a los de otras épocas (que seguro) y en todo caso difícilmente agrupables bajo supuestas notas generacionales, en una cultura como la nuestra en la que precisamente la noción de generación siempre ha resultado ser socialmente muy rentable, a pesar de sus injusticias.

Tengo un amigo que hoy vive "contemplando amor", allá en Lima, y de él recuerdo muchas cosas de cuando estaba acá entre nosotros. Una de ellas es aquello de lo que un hombre puede decir de la realidad, cuando ésta ni es única ni mucho menos compacta. Me lo explicaba con aquello de que un viajero que marcha a un país exótico por apenas un par de meses perfectamente podría escribir un libro entero sobre la realidad que vive dicho país. Sin embargo –continúa hablando mi amigo– el mismo viajero, si se hubiera quedado allá un año más, apenas habría dado para escribir un artículo. Y a los diez años, poco más de un par de páginas llegaría a escribir con un cierto rigor y una cierta honradez.

A mí a veces me da por pensar que me pasa con los jóvenes algo parecido a lo que el viajero de mi amigo con aquel país: recién salido de las fronteras de la juventud, mis apenas siete años de trabajo adulto con jóvenes han dado para unas cuantas páginas de extensión, de las cuales mucho habría –de seguro– que discutir o dejar a un lado. En todo caso, de tanto en tanto en el presente cuaderno preferiré ceder mi voz a otros, mi voz a otras narraciones, de las cuales sí me siento orgulloso por la sencilla razón de haber tenido el privilegio de toparme en mi trabajo y en los espacios cotidianos del encuentro, rostro a rostro, con jóvenes de todo –y muy variado– pelaje.

… Y el discurso social sobre los jóvenes

Que de los jóvenes se ha escrito tantas cosas no es algo que podamos ocultárnoslo. La preocupación social por los jóvenes y aunque nos parezca mentira, es muy reciente (quizá no más allá de la I Guerra Mundial). Como nos recuerda Javier Callejo (2), una sociedad que se ocupa (y se "preocupa") de los jóvenes es una sociedad que agónicamente mira al futuro, que se preocupa de sus bases.

Para muchas cosas (aunque no para todas), las aproximaciones teóricas a "lo juvenil" nos han sido –y lo seguirán siendo– hasta útiles: informes y más informes, estudios sociológicos, descripciones generacionales y culturales, aproximaciones psicosociales, educativas, políticas y hasta antropológicas. El mismo "discurso social de la cotidianidad" habla de ellos continuamente, de los jóvenes, de los de hoy, o de los de hoy comparados con los de antes.

Que si son la "Generación X" de Douglas Coupland; que si los chicos aislados del walkman; que si la "generación-radar" y presentista, desorientada, que hubo de seguir a una supuesta "generación-brújula" anterior (con supuestas metas claras); que si los jóvenes Kronen, que tanto dinero dieron a la joven narrativa de Mañas y Loriga (poco importa, por cierto, para ser de la "generación Kronen" si no tienes los 20.000 duros mensuales necesarios para ello); que si no saben lo que tienen o que si son más listos que el "pecao"; que si son muy majos o muy gamberros; que si son la "juventud liberta", alargada en moratoria de adultez, o la juventud del mosaico y del código quebrado; que si la fiesta, bacalao y móvil en la mochila; que si los más formados y preparados (o "pre-parados") en la historia de la humanidad o si chicos abobados a la play station o a la industria cultural anglosajona; que si la movida ecologista o la que pasa de todo; que si la generación de la anorexia o si la generación del voluntariado social; que si la promoción JASP y los chicos "on" o que si están éticamente fragmentados; que si los del 0,7 y los disturbios solidarios de Seattle y Praga, o si los ausentes de la política y de los sindicatos; que si pijos; que si salvajes (eso sí, "no así mi hijo, no"); que si la generación de los contratos basura o si la del no-saben-lo-que-quieren; que si la promoción del post-materialismo, los cachorros del bienestar, o si la juventud de las sociedades de contro (3) cada vez más macdonalizadas por los efectos del "pensamiento único" (que yo no sé si es pensamiento ni si es –de verdad– único).

 

 

2. "NO PODEMOS FIARNOS DEL FUTURO"

 

Así arrancan –escribiendo– Pepe y Santi, ambos de 17 años.

"Yo y muchos como yo somos cobardes. No nos atrevemos a salir del buen mundo en que vivimos, un mundo de dinero, irreal, injusto y mentiroso."

"Hoy en día ya no se pueden buscar soluciones, porque no las hay. Tan sólo algunas medidas que no sirven para mucho, porque el daño ya está hecho (...). Yo creo que no hay ninguna solución, nadie se atreverá a cambiar las cosas, hay demasiados intereses en todo esto."

 

El brillo fácil de la farsa

Sobre esto ha escrito muy recientemente un excelente poeta contemporáneo, de necesaria voz en los mediocres tiempos líricos que recientemente hemos vivido, persona a la que aprecio en muchas cosas. Salustiano Martín, que es este autor y que –además– día a día brega con jóvenes en sus aulas de Secundaria, ha incluido en su último libro publicado (Pasa la voz, hermano (4), libro por cierto de una inusual sensibilidad de denuncia social) un conjunto de poemas dirigidos a los jóvenes de hoy y que lleva el significativo título de "No podemos fiarnos del futuro".

Desde esa imposibilidad de fiarnos de los jóvenes que hoy son el futuro, Salustiano Martín escribe versos tan demoledores como éstos:

Así no puede ser, de esta manera
tus esfuerzos serán inútiles.
Les dices lo que sabes
y ellos se burlan de la tierra
baldía que sus gestos
están haciendo suya.
No puedes ayudarlos
a hacer ningún camino
para el aire que anuncian
sus rostros.
Qué voluntad podrían
alzar si los temblores que transpiran
tropiezan con las sombras
de todos esos sueños
que nunca van a estar en sus cabezas.
De los engaños a uno mismo nunca
surgieron brotes vivos:
no pienses que su estirpe
quiere que la mañana les anuncie
de dónde crece su amargura,
quiénes expropian su esperanza.

 

En otra sección del poemario de Salustiano, el profesor adulto, hombre militante y consciente de seguir viviendo en un mundo oscuro, opresor y terriblemente injusto, sigue hablando de estos jóvenes que viven como "expropiados" en un sistema de vida que –farsa y engaño– los descerebra y aliena, desinteresados por el pasado e indiferentes a lo que pueda llegar a ser el futuro:

De dónde sacarán, en estos días
sin luz que nos asfixian,
la fuerza para erguirse,
éstos que aquí se pudren
mientras esperan a que acaben
de hacer ceniza su cerebro.
No quieren conocer la historia
que tú puedes contarles,
de qué emoción el rostro que les habla
o cuál el mundo sin futuro
que preludian sus voces.
No quieren que les digas cómo
se ciega el aire de su sangre,
ni qué peligros
los acechan detrás del juego
que aquí los encarcela.
Nada podrán hacer con su energía
mientras el brillo fácil de la farsa
continúe su engaño.

El texto es –así leído– durísimo, y en ello reside uno de sus muchos valores. Personalmente, esta visión de los jóvenes, esta visión de la jugada, no es demasiado extraña a la experiencia que en algunas ocasiones hemos tenido los educadores juveniles: la sensación de que si es verdad que los jóvenes son el futuro, no deberíamos fiarnos mucho de ese futuro.

No me acabo de decidir si lo que realmente me interpela del poema es precisamente su visión desesperanzada sobre los jóvenes o su visión realista de un mundo que sigue viviendo en un presente oscuro. De la actual generación juvenil, ya Douglas Coupland se encargó –en un texto que marcará un hito generacional para los años 90– de popularizar el término de "Generación X", la de los jóvenes que viven su futuro como una incógnita matemática (esa "equis"), en el sentido de que poco se puede esperar de lo que les ofrezca ese futuro. Decepcionados de la posibilidad de construir un futuro alternativo, no nos sorprenda que el 62% de los jóvenes españoles no pertenezca a ninguna asociación o que sea un 13% el que se junte con otros en colectivos religiosos, sociales, sindicales, políticos o ecologista (5) Pero me vais a permitir que sobre esto de la generación de la incógnita, apenas me detenga, porque no me parecería honesto obviar la segunda impresión que remarca el poema de Salustiano: una visión desoladora y realista de lo que es nuestro presente y el mundo en que vivimos los jóvenes y los adultos.

¿Por qué no dar una fiesta?

Un chaval de 18 años que compatibiliza como puede estudios y trabajo me decía hace poco (y cito casi de memoria): Los adultos sois unos hipócritas. Por un lado, se desesperan con nosotros, que si sólo pensamos en la fiesta, que si vamos a nuestra bola, que si pasamos de todo, que si no nos comprometemos... Y al mismo tiempo, esos mismos adultos nos atiborran de palabras individualistas, que la caridad empieza por uno mismo, que si tenemos que prepararnos bien para competir mejor en el mundo. Sólo te digo una cosa: las películas para idiotas que solemos ver las dirigen gente adulta. A menudo tengo la sensación de que tenemos los jóvenes que nos merecemos.

Un joven alemán de 16 años le decía a Günter Grass durante uno de los conciertos de la famosa Love Parade (Berlín, 1995): Como de todas formas no podemos salvar el mundo ¿por qué no dar una fiesta? (6) Son éstas, precisamente, las dos impresiones que provocaba el poema de Salustiano Martín: por un lado, la de un mundo hoy difícilmente salvable y, por otro, la de unos jóvenes jugando como irresponsablemente sin apenas una propuesta de futuro.

Un montón de chavales valencianos del segundo grado de FP no distan mucho –en su propia visión de la jugada– del joven alemán recordado por Günter Grass. A la pregunta de si el mundo va muy bien, bien, mal o muy mal, suelen responder que o "mal" o "muy mal". Si –acto seguido– se les pregunta si el mundo les va muy mal, mal, bien o muy bien, la mayoría reconoce que el mundo suele tratarlos generalmente "bien" (7). Aunque algunos –pero no pocos– dicen que les va mal, vuelve a aparecer un espíritu de fiesta increíblemente insertado en medio de la pesadilla.

 

 

3. MIL DUROS

 

Esta apreciación de los jóvenes me resulta, no tanto una constatación de que la vida parezca irles bien, sino que el mundo que los adultos hemos construido no es desde luego el mejor de los mundos posibles.

En un tiempo de fuertes transformaciones en la conducta cotidiana (cuando casi teníamos contestadas algunas preguntas, nos cambiaron las preguntas), así escribe, creo que muy lúcidamente –aunque sea de expresión entrecortada–, Sara, una chica joven de 19 años:

"Hoy en día veo que va cambiando el estilo de vida que nos han impuesto, de formar tu familia, tener hijos, educarles... Porque antes de "formar una familia" tratamos de conseguir, y con carácter prioritario, una estabilidad laboral, dado que tenemos miedo al futuro por la elevada inseguridad e irregularidad en todos los ámbitos que nos rodean. Al igual que, una vez formada la familia (matrimonio o pareja) llega la cuestión de tener hijos y nos planteamos el siguiente condicionante: la mujer ahora pertenece más al mundo laboral, por sus propias aspiraciones y aportaciones de recursos económicos a su propia familia. Y esto afecta en el tiempo para criar y educar a los hijos.

Poco a poco, vamos viendo cómo la sociedad cambia, y sobre todo las conductas. Este estilo de vida, en fin, siempre se concreta en lo mismo: en la búsqueda de estabilidad, y esta preocupación puede provocar conductas como el egoísmo, en pensar en sólo nosotros mismos, ya que necesitamos conseguir lo que queremos, sin mirar las consecuencias y sin prestar atención a los que nos rodean."

¿Qué civilización?

Por aquello de estar viviendo en un mundo "macdonalizado", valga la pena leer –ahora que nos hemos puesto con los nuevos poetas españoles de fin de siglo–, un poema clarito, y bien clarito, del poeta onubense Antonio de Padua (en el poema encontraréis también alusiones al mundo juvenil) (8):

He visto los símbolos del triunfo,
automóviles muy lujosos,
potentes y de marca,
estacionados en aceras,
cortando el paso justo
a inválidos, niños y ancianos;
a jóvenes presumir de zapatillas
que santa televisión anuncia con frecuencia;
a elegantes padres con hijos niñatos
de mil duros fin de semana bacalao
y motocicleta sin casco,
nena mona de paquete
y qué mierda de instituto;
a esposas y madres amantísimas
que hablan y hablan de esos sus hijos,
buenísimas personas, educadísimos niños,
excelentes estudiantes, de sus atentos esposos.
He visto, también yo he visto,
grandes hipermercados repletos de gente,
las perfumerías, pizzerías
y tiendas de disco,
moda y calzado,
las boutique más in
he visto atestadas.
Pero también he visto,
en directo y por televisión pública,
quemar, tras apalearlo,
a un semejante
porque piensa de otra forma;
o es negro, o gitano, o amarillo,
diferente;
mutilar a niños pequeños,
secuestrados para hacer la guerra
entre los pueblos.
A fábricas venenosas
envenenar ciudades enteras
yo he visto,
con la química desgraciada
de sus humos
y vertidos nauseabundos
a las aguas;
a un país rendido,
os lo juro que lo he visto,
ante una caja cuadrada
con imágenes en color
de veintidós hombres en calzoncillos
pegando patadas
a un objeto redondo
que botaba. (...)
A obreros muertos sepultados
en zanjas yo he visto,
a escasos metros
de lujosísimos despachos
y señoritas con la dignidad
bajada hasta los tobillos,
porque yo quiero ganar
mucho dinero y disfrutar
todo lo que pueda
de la vida, qué coño (...).

Aunque a la gente de mi edad nos pille justo en la línea de fuego (es decir, en medio) no es muy raro oír los reproches que los jóvenes de hoy lanzan a los que fueron jóvenes en el 68: vosotros, que pintasteis en las calles aquello de pedir lo imposible, ¿cómo permitisteis un mundo con más hambre y con más guerra?

Por supuesto, este reproche procede de jóvenes de hoy con una cierta conciencia social y una cierta memoria histórica, no muy distante a aquella canción que llevó a Ismael Serrano (en cierto modo, todavía un joven) a increpar a ex-sesentayochistas hoy cómodamente asentados en un estilo de vida reconociblemente burgués.

La obscenidad, en todo caso, del lema aquél según el cual "España-va-bien" es desde luego motivo de risa y de bofa por la mayor parte de los jóvenes con los que hablo de esto.

Sergio, de 18 años, estudiante, escribe muy a lo bestia: Que España va bien es una puta mentira: sólo va bien para algunos, para los que pasan de todo y se forran a costa de los otros.

España va bien

Está claro que la mayoría de estos chavales no sabe que son 8 los millones de pobres que malviven en la España-que-va-bien o que son casi un millón las personas que –en la Comunidad Valenciana– el Informe Foessa sitúa por debajo del umbral de la pobreza. Está claro que no saben con precisión si son 30 o 273 mil las personas que en España viven en casas que carecen de agua corriente (por cierto, son 273.000) (9).

Los jóvenes que viven en los barrios del privilegio tienden –por supuesto– a creer que no son tantos los pobres que comparten con nosotros el presente de nuestro país; los jóvenes que viven en Benimaclet, Nazaret, La Coma o el Barrio del Cristo (10) suelen ser en estas apreciaciones mucho más certeros, pero lo que está claro es que unos jóvenes y otros no tardan en ponerse de acuerdo en que el mundo no marcha muy bien.

Cuando tantos jóvenes (recuérdese el comienzo de este cuaderno) nos dicen que el mundo es una mierda no están simplemente exagerando lo que perfectamente podría ser una reacción juvenil y visceral de rechazo. Y no hace falta que para ello se pongan a hablar de lo que, mal o bien, les llega del llamado Tercer Mundo. O que en nada sepan qué es aquello del "ascenso de la vulnerabilidad" social o la "desestabilización de los estables" (11). Un joven de 22 años, Juan Carlos, escribe:

"Hay a quienes nos duelen las injusticias que éste, nuestro mundo, tiene con según qué sectores de nuestra sociedad.

La mayoría de nosotros lo pasamos mal cuando los noticiarios nos ofrecen imágenes de niños que viven en condiciones de salubridad deplorables y con unas carencias enormes, pero en ocasiones nos es difícil reconocer situaciones de pobreza extrema a nuestro lado. Se nos complica la vida al tener que observar familias pobres, que no disponen de lo básico, cuando hablamos de gente que vive en Valencia, en esta Valencia que crece, no sé si hacia algún sitio.

(...) En esa Valencia yo me he encontrado con niños que, para hacer rabiar a su hermano –en lugar de prohibirle jugar al último juego de la play-station– le hace burla porque él no tiene mesita de noche. (12)"

No más queda esto en el aire con lo que me escriben tres chavales de FP que van para electricistas, de edades varias:
— El de 17:
"Hoy en día la gente quiere tener pasta para no tener que vérselas putas y poder tener todo tipo de caprichos."
El de 16: " Yo no puedo renunciar al dinero, no puedo renunciar a esas tonterías como por ejemplo comprarme un móvil, o cosas que a lo mejor no me hacen falta, pero claro, hay gente que las lleva y tú piensas y yo por qué voy a ser menos."
Y el de 19: "Hoy en día la gente pasa de todo, cada uno mira por uno mismo, le da igual lo que piensa cada uno; si necesitamos ayudar a alguien la gente lo hace por algo a cambio y de pequeño ya nos enseñan: bienaventurados los listillos."

De veras (aquí vuelvo a tomar la palabra yo), maneras como éstas en las que los jóvenes se expresan señalan el mundo –el tipo de mundo– que hemos querido construir, o el que no queríamos pero hemos finalmente apuntalado. También de veras, no acabo de entender qué tienen estas tres expresiones anteriores de particularmente juvenil, si de la misma manera incluiría otras parecidas en un cuaderno titulable "Aproximación a las narraciones adultas del mundo de hoy". Los estilos de vida que hoy encarnan los jóvenes no dejan de ser –y esto es importante– una imagen paralela a la que ofrecen los estilos de vida reales que encarna hoy el mundo adulto.

Permitidme un retrato más, el de Raúl, de 16 años: Lo único que sé es una cosa de nuestro mundo: que los ricos siempre dominarán a los pobres, porque con dinero se arregla todo. Aunque los pobres se rebelasen, no tendrían nada que hacer contra los ricos. Es una verdad muy dura que tenemos que asumir.

Si Raúl tuviera muchos años más y fuera Cornelius Castoriadis, uno de los intelectuales más lúcidos de nuestro tiempo, incluiría de manera paralela en uno de sus últimos textos esta observación:

"(...) El objetivo no es otro que mantener nuestra sociedad en una situación confortable –o, al menos, tolerable– para el 80% de la población (inhibida, además, por el miedo al desempleo) y revertir toda la mierda del sistema sobre el 20% de la sociedad, que o no puede reaccionar o lo hace mediante el vandalismo, la marginalidad o la criminalidad."

Y siguiendo con paralelismos, a San Juan Crisóstomo (¡ahí es nada!) me recuerdan las palabras de Luis, que tiene 17 años cuando dice: Tu egoísmo y tus ganas de comodidad cada vez crean más gente pobre en el mundo, pero eso te da igual porque tú estás cómodo y bien.

"Guerra fría"

En este orden de cosas dado, la relación que mantienen en general los jóvenes de los 90 con respeto a sus adultos no parece ser tanto una guerra ideológica (con deseos alternativos de transformación) como una guerra socioeconómica de posiciones, en la que los jóvenes parecen estar luchando por poder entrar y ser admitidos en la mesa (de consumo) del mundo adulto, más que por cambiar el sistema, reventarlo o reformarlo. Esta situación ha sido calificada por José I. Ruiz Olabuenaga (13) como situación de guerra fría generacional, frente a las guerras intergeneracionales "calientes" de quizá alguna otra época.

 

 

4. "MI HERMANA, LA MALA SUERTE"

 

Antes quedaba dicho que, bien al margen de la mayoría, un grupito no muy pequeño de jóvenes suele decirme que el mundo le va mal. A algunos de éstos, hasta les resulta que la vida les va tratando muy mal. No todo son bajas autoestimas, desorientaciones de adolescente, construcciones complicadas de la personalidad, falta de referentes vitales o de valores, o malos rollos amorosos.

También antes me dio por sacar a colación algunos datos sobre la sociedad en que vivimos, la que los adultos vamos construyendo, la que los adultos hemos decidido (por acción, por omisión o por complicidad) construir: la de los 8 millones de pobres en la España-que-va-bien.

 

Juvenilización de la pobreza en la España-que-va-bien

Sobre todo los sociólogos vienen insistiendo mucho en dos fenómenos relacionados con la pobreza y con los procesos de exclusión social que cada vez se van incrementando más en nuestras sociedades: la feminización de la pobreza (los pobres de la rica Europa tienen más rostro de mujer que de varón) y la juvenilización de la pobreza. El 22,5% de las personas que viven en situaciones de pobreza en la Comunidad Valenciana tiene entre 15 y 25 años de edad. Juntemos ahora a niños y jóvenes: en la Comunidad Valenciana, el 45,1% de los pobres tiene menos de 25 años. (14) Como el mencionado Informe deja muy claro (cito literalmente): Hoy ya no es verdad que ser viejo y ser pobre sean sinónimos, sino todo lo contrario. La pobreza, en sus expresiones más graves, se compone de poblaciones jóvenes y muy jóvenes.

Algo de obsceno tiene el decir que los jóvenes son EL futuro, cuando a muchos de ellos ya se les ha negado el presente, cuando muchos de ellos empiezan la vida no cojeando, sino cojeados, que no es lo mismo. En la Comunidad Valenciana, son (sigo utilizando los datos del Informe Foessa) 450.000 personas, entre niños y jóvenes. O en la totalidad de España, como nos recordaba recientemente Javier Alonso (15), son 1.700.000 jóvenes entre 15 y 24 años los que malviven en situaciones de pobreza económica.

En la raíz de la juvenilización de la pobreza se cruzan dos factores que supongo no será muy difícil intuir: por un lado, los cambios en el mercado laboral (principalmente el desempleo juvenil y la inestabilidad y precariedad del trabajo) y, por otro, las crecientes dificultades de acceso a la vivienda. El crecimiento de la tasa de paro de los jóvenes es un fenómeno bien conocido. También es conocida la recurrencia en una inserción laboral juvenil donde alternan prolongados periodos de desempleo con la precariedad y eventualidad laboral (a menudo, con baja o nula protección laboral) o, también, la economía sumergida. Lo que a veces da la impresión de no ser tan conocida es la relación entre paro y educación. Sin embargo, los jóvenes sí son conscientes de ella cuando nos repiten la pregunta aquella de estudiar, ¿para qué?

"Nunca como en los años 90 –estoy citando el Informe Foessa (16)ha estado tan formada la juventud en España, sin que tal realidad haya servido para moderar el crecimiento de sus tasas de desempleo." El estudio de Castillo (17) sobre el paro juvenil en la Unión Europea venía a recordarnos que en España, Italia y Portugal las tasas de paro son mayores entre los jóvenes titulados que entre los jóvenes que sólo tienen estudios primarios.

Cabría releer ahora, a propósito de esto, a un poeta joven, Antonio Orihuela, que está escribiendo desde Moguer (18) algo de lo mejor de la poesía española emergente. Su poema no tiene título, ni falta que le hace, porque bien clarito dice lo que dice:

En vista de tu currículum
hemos decidido
quedarnos contigo.
Entrarás por quince días renovables,
y si eres bueno, por tres meses
prorrogables.
Al principio constarás en nómina
como auxiliar administrativo,
aunque te habrán dicho, que el que se jubila,
es el contable.
Te contrataremos por cuatro horas,
pero no te preocupes, trabajarás ocho.
Dada la situación de la empresa
te pagaremos esas aparte.
En total: 62.700 ptas al mes,
aunque tus compañeros, para redondear,
hacen tres horas más todas las tardes
y vienen los sábados medio día.
Entre unas cosas y otras
pasas de las cien mil.
Bueno, si no estás metido en política
no queremos líos con los sindicatos
ni trabajadores conflictivos.
Has escuchado lo que ha dicho Aznar
qué hace falta para levantar este país, ¿no?

Trabajo, Sacrificio y Tolerancia.
Hermoso, ¿verdad?

Desaparecidos y esperando...

Los pobres (y entre ellos, los jóvenes cojeados, los expulsados y los ninguneados) tienen la curiosa característica de ser, en la España que va bien, invisibles. Pocos los ven. Habitando los espacios de las barriadas, de las prisiones, de los subsuelos, tampoco se les oye. En las escuelas, salvo excepciones, duran poco, o no van. Algunos callejean, y entonces se les teme. Otros van de un curro demoledor de cinco o seis días a un fin de semana también demoledor. Las producciones culturales que van creando apenas las oímos, porque el rap no nos gusta (o nos duele lo que nos recuerda) o porque nos cuesta aceptar que también eso sea cultura. Nos es más difícil ponernos de frente a las narraciones de este tipo de jóvenes.

Algunos escriben en la calle graffitties como aquel del Barrio del Carmen (19) en que leíamos: Quiero vivir de mis padres hasta que pueda vivir de mis hijos. José Ignacio Ruiz ha descrito a la perfección cómo los jóvenes viven hoy en una triple espera que cada vez más parece estar alargándose: "enclaustrados en la escuela, alejados del inicio de la vida profesional y acolchonados por la dependencia parental, gozan de todos los derechos democráticos menos del derecho a salir de la juventud y a asentarse como hombres y mujeres adultos." (20)

Podemos también entrar con los pies descalzos (y ojalá que muy descalzos) en los lugares invisibilizados de barriada donde estos jóvenes se encuentran: nuestra mirada sobre lo juvenil cambia entonces de inmediato, muchos de nuestros esquemas se nos caen al suelo y de verdad nos damos cuenta de aquello que decía un cantante de calle hace pocos años en una de sus canciones más amargas: En la era de los héroes televisivos juveniles, / ser joven en los noventa / es una putada.

O vemos, Barrio, película recomendabilísima a padres y educadores, la estupenda historia que Fernando León nos contó de tres chavales –Javi, Manu, Rai– en una barriada de Madrid. Precisamente, tras ver esta película, Santi (de 16 años) me escribe: Su manera de vivir se relaciona bastante bien con lo que vemos en la calle: la pobreza, el conseguir dinero de donde sea (trabajo-basura), el alcoholismo (el padre de Javi), los malos tratos (la madre de Javi), la prostitución (la hermana de Javi), las drogas (el hermano de Manu) y, sobre todo, el sueño de triunfar en la vida, el show de la cabra y los gitanos, donde el dinero parece caer del cielo.

O, si queréis otra reseña, ésta de Lorena (de también 16 años): los tres son unos pobres desgraciados que tienen muchas esperanzas, pero se van rompiendo esas esperanzas una a una. Por la sencilla razón de que son pobres. Tienen sueños como todos pero, al no tener dinero, no los pueden realizar y se van dando cuenta de ello de la manera más dura posible.

Como ha escrito Luis Aranguren, (21) si la exclusión es la tierra del "sin" (sin trabajo, sin vivienda, sin papeles), en el caso de los jóvenes se agrava aún más: son los jóvenes "sin" futuro, sin estima, sin reconocimiento.

… Y la desesperación

Permitidme lanzar a bocajarro –en esta dirección– un poema escrito a mediados del 99 por una chica de 16 años. Como lector de poesía, autores como Rimbaud, Cernuda o Bukovski me han puesto los pelos de punta, pero –de verdad– no tanto como este poema, literariamente (desde luego) "poco correcto" para los cánones oficiales de lo que ha de ser La Literatura, con mayúsculas:

Siempre la misma guerra: cualquier excusa es buena.
Si no tienes gritos para comer,
los tienes por la noche en la cena.
Y una palabra más alta que otra vuela.
Fijo que no escucho, aunque
entre dentro, toque y duela:
todo sigue y más gritos se oyen
por la escalera;
gritos muertos de un padre que se desespera.
¡Qué fácil es perder los papeles!
¡Son demasiados golpes
ya!... Uno más, no duele:
Malos rollos, mucho tiempo y nada claro.
Mal humor en mi cara y un
andar raro.
¡Sí! A cada dos que hago, tres la cago.
Fijo, pero mi
corazón no es vago.
El asfalto es muy duro y he ido
perdiendo la sonrisa,
siento que el yo se hace viejo
demasiado deprisa.
Clases malcriadas me han
quitado las mejores horas de mi vida
y no encuentro ninguna salida: tan sólo entradas.
Y demasiadas esperanzas
enterradas.
Palmaditas pocas, sólo palmadas.
Nací en la nada, donde todos te lo ponen muy oscuro
y en la sociedad que, por ser
joven,
te trata como el cero, nulo.
No te rías de mí, porque saldré
de aquí aunque sea a codazos:
tú dame un dedo y verás cómo te pillo los dos brazos.
No soy un corazón perdedor aunque a veces me pierda.
Te juro que saldré como sea de toda esta guerra
ya que soy una ludópata
enganchada a la vida...
Por más que pierdo, sigo en la partida.
Siempre me dicen:
"¡chica, juegas al 13!"
Ahora se callan porque ven que mi ego se crece.
La vida es arena fina entre los dedos:
te despistas, y esos granos de arena saltan al vuelo.
Intento recogerlos pero, como en todo, quiero y no puedo.
No me digas que la vida es
bonita porque eso ya lo he oído:
intento que los cuatro días que
tengo tengan algo de sentido
y está claro que cada cual su
cruz la destroza con destreza.
No hablo del juego del avestruz:
desde mi ventana veo la luz.
¿Por qué me sigue dando la espalda la buena suerte?
Mientras, yo me arrodillo ante pareados de mala muerte.
Otros dominan realidades desde un mundo imaginario
y yo estaré en esta oscura realidad
todos los días de mi corto calendario.

Incluso nos podemos ir más hacia el extremo, puesto que existe y es real. Este también poema es de David González, uno de los mejores poetas jóvenes que conozco. Empezó a escribir poesía en la cárcel de Monterroso (en Lugo): sus huesos dieron a parar allí con 18 años por atraco a mano armada. En su libro Ley de Vida, se puede leer un "Tango Azul" (22) autobiográfico acerca de un joven de 17 años:

En una ocasión la policía me tiroteó.
La historia tiene su punto. Te la cuento.
Nos pillaron en un coche robado
nos cercaron
nos mandaron bajarnos del buga
y apoyar las manos en la parte de atrás
del maletero para
cachearnos
esposarnos
llevarnos a comisaría.
Era viernes. El sábado
tenía pensado estrenar ropa para ir todo
maqueado
a la discoteca
a vacilar con las chorbitas.
No lo pensé dos veces me di la vuelta eché a correr.
La esquina de la salvación estaba cerca.
Uno de los maderos dijo gritó:
¡QUIETO AHÍ, HIJO DE PUTA, O TE MATO!
Me disparó
me disparó a menos de 5 metros de distancia
y falló
escapé
estrené mi ropa nueva
vacilé.
Pero lo importante de esta
historia es lo que siempre digo:
dería haber acertado
debería haberme matado en ese mismo instante
cuando no le tenía miedo a la muerte
cuando todavía era
Feliz.

 

 

5. HUNDIR LAS MANOS

 

Sin apenas transición, valdría retomar aliento con un fragmento del relato de una chavala de 17 años que estudia y también trabaja ayudando en la pequeña tienda de su madre:

"Mi familia tiene un montón de problemas y mi madre casi no puede con nosotros. Esto me ha hecho ver el mundo desde un punto de vista muy real. No soy ninguna ingenua, sé lo que quiero y lo mucho que me va a costar. Veo que el futuro se me ha echado encima demasiado pronto y que tengo que pillarlo por los cuernos porque, si no, se me va a escapar. (...) A mi madre no tengo más remedio que ayudarla y me tiro muchas tardes con ella en la tienda. Si puedo, saco algún dinerillo con curreles que me salen en fines de semana o vacaciones, de lo que sea. Me encantaría acabar mis estudios y encontrar trabajo de lo mío, aunque esté muy complicado. Una tarde entre semana me quedo en el barrio y doy clases de repaso como voluntaria a niños y niñas de 10 años, juegos y cosas así. Esos niños son como yo era cuando era una cría e intento darles lo mejor que tengo. Me gustaría que no estuvieran tanto en la calle, porque ahí aprenden cosas que no te cuento. Ojalá les vaya bien en la vida, yo les quiero un montón."

Esos "buenos chicos"

Me gustaría dejar muy claro que estos chavales que ahora van a hablar –como lo acaba de hacer esta joven– no son mejores que los otros. El "joven hecho pedazos" (el "individuo-zapping" del que hablaba Luis Aranguren en un artículo reciente) (23), el joven en la cuneta, el joven evadido, el desorientado o el puteado, hasta el niño pijo que todo lo tiene y nada valora, son –todos ellos– jóvenes con dignidad, y no menor que la de éstos que reaccionan ante el mundo de una manera alternativa, sin capear compromisos, y a menudo como buenamente pueden. Quede claro: no son –al menos para mí– los mejores, aunque tantas veces los medios de comunicación (por ejemplo) los presenten como "buenos chicos" solidarios, sensibles y trabajadores, dando así de ellos una imagen excesivamente dulzona y simplista que a veces tiene que ver con la realidad y otras muchas no. Pero no son los mejores.

Democracias de baja intensidad

Prácticamente ninguno de los chavales que conozco –y son muchos– milita en el Sindicato de Estudiantes o en algún partido político. Tampoco conozco a ninguno que colabore con la Asociación de Vecinos de su barrio. Y digo esto por aquello que se dice acerca de que los jóvenes de los ‘90 –como ocurría también en los ‘80– han desaparecido del mapa de las organizaciones "clásicas" de participación política (partidos, sindicatos, asociaciones vecinales) (24). Pero también he de constatar otro hecho: son minoría los adultos que conozco que militan en un sindicato, trabajan desde un partido político o forman parte de una asociación de vecinos.

Creo que también aquí nos estamos topando ante un hecho que caracteriza tanto nuestro propio estilo de vida como la cultura ciudadana estándar que, en la práctica, el mundo adulto ha decidido tener, en la que –atención– el mundo adulto ha querido educar. Habla Julia, una chica estupenda de 19 años que va a clases de la nueva Formación Profesional por la mañana y la tarde, y por las tardes (y algunas noches, y algunos fines de semana) también trabaja:

"He descubierto que mi empresa, que es una multinacional, en toda Valencia sólo cuenta con una trabajadora que está afiliada a un sindicato y eso me da qué pensar, porque precisamente hay un montón de injusticias e incluso situaciones pésimas allí, y es el caso que todos callan a la hora de la verdad, todos estudiantes, sin una familia que mantener: quiero decir con esto que tampoco deberían tener miedo a las represalias, pero sí hay miedo: ¿por qué no expresan lo que sienten?"

No es nada nuevo advertir que vivimos (modelándolos con nuestras prácticas reales de acción) tiempos de "democracia de baja intensidad", de crisis de lo político, de descomposición de las redes sociopolíticas de base. Recordemos –valga de ejemplo y de constatación– aquella canción de Ska-p, (25) que tanto gusta a algunos de nuestros chavales, allí donde dice: Vaya decepción / en la manifestación: / solamente han ido / los antidisturbios. La militancia política y sindical, desde luego, se vacía de brazos, y esos brazos ausentes son de jóvenes (aunque algunos hay) y de mayores (que también los hay, cada vez menos, los ininflamables que aguantan). Valga un dato: el 77% de los españoles nunca ha participado en actos de protesta política o laboral, y el 68% jamás ha ido a una manifestación. Y, en esta misma situación, está también el 66% de la totalidad de los jóvenes. (26) Nada muy distinto.

Cantar nuevos cantos

Pero tampoco nos es nada nuevo señalar, en este panorama de descompromiso, la emergencia de nuevas maneras de participación sociopolítica y ciudadana, que –la verdad– poco tienen de "nuevas": reivindicaciones ecologistas y de consumo solidario, luchas antimilitaristas, comunidades y movimientos religiosos no escapistas, defensa y trabajo con los inmigrantes, defensa de los derechos humanos, movidas contra el neoliberalismo económico y cultural, movimientos de solidaridad y desarrollo con las regiones del Sur, voluntariado encarnado en los ámbitos de la marginación y la exclusión social, expresiones de cultura popular de resistencia, radios y publicaciones alternativas, internautas críticos, okupas que reivindican espacios de autogestión, y un largo etcétera. Son múltiples expresiones de lo que Imanol Zubero –un tipo al que debería ser casi obligado leer (27)– llama "zonas liberadas" y quizá de manera más clásica otros muchos (28) denominan "nuevos movimientos sociales" o "movimientos alternativos".

En contextos como el actual, "de incertidumbre fabricada" (Giddens) y desarticulación del compromiso social, también es justo que identifiquemos la multiplicidad –a menudo descoordinada y en muchas ocasiones prefiriendo las dimensiones de lo pequeño y hasta de lo local– de experiencias y espacios recreados desde la solidaridad, desde la preocupación por el bien común y desde la acción compartida y la reflexión más críticas. En dichos movimientos y colectivos es tan importante la presencia de los jóvenes que hasta algunos de ellos son, fundamentalmente, juveniles.

Un ejemplo que para mí me resulta cercano es el de la insumisión. A lo largo de la década de los 90, 20.000 jóvenes (cristianos y no cristianos) se han ido declarando insumisos, como estos tres que me escribían hace un tiempo desde el módulo 10 de la cárcel de Picassent:

"Ingresamos en prisión por no colaborar con el militarismo, por tener una idea, una actitud pacifista con la sociedad, y por eso estamos privados de libertad. Personas que no deseamos aprender a matar, pues no nos sirve para la convivencia humana. Repudiamos la violencia y luchamos por un mundo en paz, y somos objeto de represión y condena (...) Estamos pagando por nada y nuestra familia paga por nosotros. ¿Quién habrá de poner fin a todo este mal? Nos daríamos por satisfechos si toda esta injusticia acabara por abrir una pequeña rendija en el camino que lleva a una libertad que, por fin, alcance su mayoría de edad. (29)"

20.000 jóvenes insumisos, practicando la desobediencia civil por motivos de conciencia, es mucha gente, dejando a un lado el apoyo que cuentan desde buenos sectores de la opinión pública, en general, y de buena parte de la gente de su edad, en particular. Y no ha sido todavía mayor el número de los jóvenes insumisos (hoy, desertores directos en los cuarteles) por aquello de que la cárcel y la inhabilitación sociolaboral son una muy eficaz medida disuasoria para personas que, como los jóvenes, están queriendo iniciar –como pueden y les dejan– su vida profesional. Por ello, doy también la voz a otros jóvenes que vitalmente no se plantean en la práctica compromisos tan radicales (y tomo lo de "radical" como creo hay que tomarlo, en su buen y sano sentido de la palabra). Escribe Javi, un chaval de FP de 18 años, agobiado durante el curso por los estudios y el trabajo y que dedica una parte importante de su verano a participar en campos de trabajo con grupos excluidos:

"Somos jóvenes estudiantes de entre 18 y 20 años, con una inquietud común y eso fue lo que nos unió: el ver que a las puertas del siglo XXI la pobreza y la injusticia social hacia determinados grupos sociales está a flor de piel (...) Fuimos a Bilbao para poder dar de nuestra ayuda todo lo posible, pero ahora todos estamos de acuerdo en que hemos recibido más cariño del que podíamos imaginar. (...) Nos preguntamos qué pasará con todo lo realizado. Lo único que nos da fuerzas es pensar en lo vivido para poder actuar ahora en los lugares que pisamos día a día. (30)"

Voluntarios/as

Con todas sus ambigüedades, peligros, tentaciones, manipulaciones y limitaciones que le son propias, pero también con todas sus aportaciones, retos y descubrimientos, el voluntariado social que trabaja hoy en los márgenes de nuestro mundo, en medio de los rostros concretos de la exclusión social, se viene alimentando de la participación de muchos jóvenes. Ser joven –nos recuerda Óscar López Maderuelo (31)– define uno de los rasgos más característicos del voluntariado actual, pues casi el 70% de los voluntarios sociales tiene menos de 29 años. En un estudio publicado hace poco (32), la motivación más poderosa que estos jóvenes tienen para seguir participando en la acción social voluntaria es la "necesidad de hacer algo útil" (un 64,7%) o la "obligación moral" (un 21,6%). Me cuenta Guillermo, de 20 años, lo siguiente:

"Creo que la felicidad verdadera sólo la encuentro en la renuncia a lo propio a favor del próximo. A mis 20 años he tenido como cualquier joven instantes de duda y (por qué no decirlo) de falta de fe. He sentido confusiones y, tras ellas, sentimientos de desafiar a este mundo tan injusto que nos toca vivir. He sentido rabia e impotencia, dolor y frustración, pero siempre he hallado una salida a todo esto. Creo, en mi modesta opinión, que sólo con la lucha, con las ganas de cambiar el mundo, se puede obtener el verdadero sentido a la vida. Desde hace algún tiempo presto un servicio de manera gratuita en un albergue de nuestra ciudad. Y lo cierto es que cuando de allí salgo, me siento lleno. De momento no deseo adentrarme en compromisos más fuertes, ya que continúo estudiando y la carrera me quita bastante tiempo. (33)"

Recientemente Luis Aranguren ha escrito de lo mejorcito acerca de cómo acompañar procesos –sobre todo juveniles– de acercamiento a la realidad de la marginación y de crecimiento desde la realidad del voluntariado (34). Hablando precisamente de los jóvenes que derrochan tiempo, corazón y energías con otros jóvenes en peor situación que ellos, escribe esto: "Los jóvenes voluntarios son los que en un primer momento –y sin excluir a voluntarios de otras edades– mejor sintonizan con las particularidades de los chavales que peor lo pasan. En este caso es importante vincular la conexión de lenguajes, gustos, y hasta una cierta estética, con la certeza de que el encuentro real y único con quien sufre me afecta, me toca y no me deja indiferente (35)." Oigamos a David, estudiante de FP, recordando una experiencia de cuando tenía 17 años:

"Hace dos años estuve en las casitas de Burjassot (36) (613), con chavales más que nada, entre 4 y 16 años, más o menos, que se insultaban todo el rato, te vacilaban, te contaban cosas alucinantes, y lo que más me llamó la atención es que me llamaban "maestro". Si te dabas cuenta, no habías hecho nada. Sólo estabas pasando el tiempo con ellos, escuchándoles, jugando al futbolín, pintando, cantando, recortando cartulinas."

Podríamos también escuchar lo que me escribía Sonia hace poco (también es estudiante):

"Cerca de donde yo vivo están dos barrios obreros muy conocidos: la Coma y las 613 viviendas o "bloques". De allí conozco a bastantes jóvenes, sobre todo de la Coma, ya que de los dos es el más grande y el más marginal, ya no sólo por las personas que viven allí, sino porque está situado en las afueras, rodeado tan sólo de carreteras (...). Entre ellos he conocido a gente que luchan con todas sus fuerzas por salir y por supuesto intentan no rendirse. Un claro ejemplo de lo que te digo de una persona que no quiere resignarse a ser pobre es un compañero que tuve y que vive allí, en la Coma. Es un joven que tiene ganas de tirar adelante y ser alguien en la vida. Yo creo que ese espíritu de superarse que tiene, tal vez, sea lo que haga que lo consiga. Él es de raza gitana y, aunque en su casa querían que trabajara, se puso a estudiar. Trabajaba y estudiaba al mismo tiempo, a pesar de que con ello se le fuera la juventud. Recuerdo que le gastábamos bromas diciéndole que era un "empollón" y él siempre nos decía: "No soy un empollón, sólo soy un gitano y eso me cierra muchas puertas para encontrar un buen trabajo; por eso tengo que sacar buenas notas". No sé, para mí es digno de admirar esa capacidad de lucha y eso me hace pensar muy seriamente en muchas cosas."

Colonizando el futuro

Sólo un 4% de los jóvenes afirman tener como interés la participación en actividades de transformación social y servicio a la vida colectiva (37), y sólo un 17% manifiesta que ayudar a los demás es su principal aspiración existencial (38). Ocurre como con aquello de que la mies es mucha, los invitados todos y los trabajadores pocos. Pero son fermento, y fermento necesario e imprescindible, levadura pequeña de gente joven (así como de gente adulta) que procuran ser lo más fieles posible a sus ideales y testimoniar valores de presencia y convivencia desde luego alternativos, a pesar de todas las contradicciones y las mediocridades. Son aquellos que se atreven a "colonizar el futuro" con estilos de vida distintos a los que hoy colonizan el presente.

 

 

6. PARA ACABAR...

 

"Salvajes"

En cierta ocasión, no hace mucho de ello, un compañero de trabajo (supongo que enfadado por otros motivos, como nos suele a menudo ocurrir) vino a decirme poco menos que le parecía una auténtica pérdida de tiempo dedicarse a estar con los chavales después de acabadas las clases, en los locales de un Centro Juvenil con pocos recursos. Poco menos, que de eso se trataba: de "salvajes" –esa es la palabra que entonces empleó: jóvenes salvajes–, de los que poco se puede esperar y con los que toda cosa que se haga vendría poco menos a ser una pérdida de tiempo.

Aquello me hizo pensar mucho. En contestación a ello, publiqué al mes siguiente un artículo precisamente titulado "Salvajes", con el que me gustaría ir cerrando estas líneas. Sólo un fragmento:

"Con alguno de vosotros/as (y de veras siento el cabreo de aquel día) tuve que discutir en alguna ocasión que no son precisamente "salvajes" los chavales que acuden al Centro Juvenil sino –muy por el contrario– personas que, como Maite, se tiró todo un mes entero de este verano en un campo de trabajo con infancia marginada; o como Juan Carlos, que descubre en su grupo de vida cristiana un motivo para seguir tirando adelante después de haber dejado esta escuela; o como Lourdes y todos esos jóvenes que descubren en los locales del Centro un buen lugar para estudiar en grupo por las tardes y poder así apoyarse mutuamente; o como Pedro, a punto de iniciar ahora los Ejercicios en la Vida Corriente; o como Joan, metido hasta las cejas en su trabajo voluntario con la gente de las 613 (el "Li’a-shampó" de Burjassot); o como Juanjo, organizando incansablemente las proyecciones de cine de cada jueves; o como Guillermo y toda esa gente estupenda que se desloma todas las tardes como entrenadores deportivos en el ATL; o como Gerard, que este año se incorporó entusiasmado al Grupo de Teatro del Centro; o como Manolo, capaz de llorar cuando se acuerda de la gente puteada con la que trabajó como voluntario social dos agostos consecutivos en Bilbao; o como María, interpelada todavía por la experiencia de la pasada Pascua Joven; o como Ronaldo, poniendo al servicio de los demás –para escándalo de algunos mayores– sus increíbles dotes para el dibujo y el graffitti; o como David, preocupadísimo por seguir editando nuestra revista juvenil, año tras año; o como Luis, compartiendo con los demás poemas que escribe no sabe si enamorado o si rebelado contra medio mundo; o como Marta, animando con una vieja guitarra nuestras eucaristías mensuales; o como Alejandro, que casi todas las semanas me da algo suyo para publicarlo en la "Hoja Quincenal de Alumnos/as"; o como Nico, que cuelga cada semana en los tablones de los aularios una frase alucinada para hacer pensar a sus compañeros/as; o como Isidro, emperrado en que cada vez salgan mejor esos Campeonatos de Futbito en que participan hasta unos 300 compañeros suyos; o como Juan, discerniendo si Dios le está llamando a ser sacerdote o no; o como Carlitos, que –tras haber abandonado la escuela– sigue dejándose caer por el Centro para hablar un ratito con alguno de nosotros/as sobre lo que la vida le hace pasar sin remedio, muy a menudo de manera tan injusta; o como Miguel Ángel, asaetando con preguntas y reflexiones las tertulias de la Plataforma Social Solidaria; o como Javi, ofreciéndose a sí mismo como testigo de su enamoramiento de Jesús pobre en convivencias de otros y extraños; o como Erik, imprescindible y obsesionado por organizar salidas al campo que no siempre salen; o como el otro Manolo, animando el cotarro del "break-dance" dos días por semana y destrozándose cuello y espalda; o como Carlos, que desea que este año vuelva a montarse el Taller de Barro y Cerámica para poder mostrar a su madre figuras paridas por sus manos; o como el tercer Manolo, de la Escuela de Monitores, derrochando tiempo y servicio en los campamentos de verano; o como José Luis, positivamente desconcertado en lo que está siendo la marcha de su Grupo de Confirmación; o como el Piti, esparciendo a su manera (tantas veces desconcertante) cariño y fidelidad por los cuatro costados." (...)

De verdad, unos verdaderos... "Salvajes".

Las narraciones compartidas...

Nuestra mirada sobre ellos puede sernos a veces desesperada, incluso hasta impotente; en otros momentos, nosotros –padres, educadores, pastoralistas, animadores juveniles...– nos cargamos las pilas y seguimos adelante, con nuestro historial de pequeñas mediocridades y no mayores aciertos. En todo caso, mucho del camino por el que vamos optando es camino, sobre todo, compartido. En ese acompañamiento diario, tan lleno de descubrimientos y también desilusiones, lo que narran los jóvenes no deja de apuntar a algo que nosotros mismos, los mayores, queremos llegar a ser.

En el fondo –y así quedó advertido al comienzo– no era otro el objetivo de estas líneas que volver a invitarnos (como en nuestros lugares cotidianos ya lo venimos haciendo) a mirar con atención las narraciones de los jóvenes en tanto narraciones que apuntan directamente, y a su modo, el aspecto final de nuestro mundo. "El mundo de los jóvenes –escribe con atino José Ignacio Ruiz (39)– es tan suyo como de los adultos, porque son éstos quienes, a la postre, les brindamos o sustraemos, enriquecemos o empobrecemos sus coyunturas de oportunidad. Los estilos de vida de las juventudes españolas son, en definitiva, la imagen cóncava de los modos propios de vivir de los adultos".

… Y lo que Brecht pedía

Para cada uno de ellos, para los chavales y chavales con los que nos encontramos a diario, pido muchas veces aquello que con radicalidad nos pedía Bertoldt Brecht hace tanto tiempo en este poema:

Cuando salgáis del agua ya al anochecer
–pues debéis estar desnudos y la piel ha de estaros suave–
trepad entonces a algún árbol alto
si sopla la brisa. También tiene que estar pálido el cielo.
Buscad árboles altos que al anochecer
mezan sus negras copas lentamente.
Y esperad la noche entre el follaje,
rodeada la frente de pesadillas y murciélagos
Las ásperas hojitas de la fronda
os rasparán la espalda, pues tendréis
que apoyaros con fuerza y
sujetaros a las ramas; trepad aún
un poco más arriba jadeantes entre el ramaje.
¡Es algo muy hermoso mecerse
sobre un árbol!
¡Pero no os debéis impulsar con
las rodillas!
Tenéis que ser al árbol mismo lo mismo que su copa:
lleva un siglo meciéndola en cada atardecer.

 

 

NOTAS

1. José Ignacio Ruiz Olabuenaga: "La juventud liberta", en VVAA: Nuevas pautas de ocio de los jóvenes, Diputación Foral de Gipuzkoa, 1999. Artículo de recomendabilísima lectura.

2. Javier Callejo: "Consumo y ocio de los jóvenes: bailando lambada entre tiburones", en VVAA: Nuevas pautas de ocio de los jóvenes, Diputación Foral de Gipuzkoa, 1999.

3. Para una más que recomendable reflexión sobre esto de las "sociedades de control", léase al desaparecido Gilles Deleuze: "Las sociedades de control", en Pourparlers (Minuit, París, 1990, pp. 240-247), o en "Ajoblanco", nº 51, abril de 1993, pp. 36-39.

4. S. Martín: Pasa la voz, hermano, Bartlebly Editores, Madrid, 2000.

5. Datos extraídos de Javier Elzo et altri: Jóvenes españoles ‘99, Fundación Santa María, SM, Madrid, 1999.

6. G. Grass: Mi siglo, Alfaguara, Madrid, 1999.

7. Los últimos datos que, al respecto, nos ofrece la Fundación Santa María son paralelos a lo que dicen estos chicos y chicas de la FP: el 80 % de los jóvenes españoles entre 15 y 24 años expresa estar muy o bastante contentos con la vida que llevan. (Fuente: Jóvenes españoles ‘99, Fundación Sta María, Madrid, 1999).

8. Este poema, hoy por hoy, está inédito.

9. Informe Foessa sobre las condiciones de vida de la población pobre en España, Madrid, 1998.

10. Son barrios obreros de Valencia.

11. Términos empleados a menudo por Robert Castel. Por ejemplo, en su imprescindible artículo "De la exclusión como estado a la vulnerabilidad como proceso", Archipiélago, nº 21, 1995.

12. Revista Flama nº 5, Centro Juvenil Escuelas San José, Valencia, 1999.

13. J. I. Ruiz Olabuenaga: Op. cit.

14. Informe Foessa sobre las condiciones de vida de la población pobre en la Comunidad Valenciana, Madrid, 1995; págs. 62-69.

15. J. Alonso: "Infancia y juventud empobrecida en España", Suplemento Cáritas, nº 393, 1999.

16. Informe Foessa sobre las condiciones de vida de la población pobre en España, Madrid, 1998; pág. 594.

17. S. Castillo y R. Duce: "El paro juvenil en Europa", Papeles de economía española, nº 72, 1997.

18. Antonio Orihuela: Edad de Hierro, Ateneo Obrero de Gijón, 1997.

19. Barrio del casco histórico de la ciudad de Valencia.

20. J. I. Ruiz Olabuenaga: Op. cit. Según datos aportados en esta fuente, a los 18 años el 80% de los jóvenes españoles, y a los 20 casi el 50%, siguen todavía escolarizados; de los 16 a los 24 años sólo el 20% de los jóvenes ha empezado a trabajar; el 73% de los jóvenes entre 18 y 29 años continúan solteros, la mayoría en casa de sus padres.

21. Luis A. Aranguren: "Nuevas pobrezas, jóvenes y educación", Misión Joven, nº 273, 1999.

22. David González: Ley de Vida, DVD ediciones, Barcelona, 1998.

23. L. A. Aranguren: Op. cit.

24. En 1999, los autoposicionamientos políticos de los jóvenes españoles quedaban así: 10,6% extrema izquierda; 25,6% centro izquierda; 26,1% centro; 12,7% centro derecha; 6,3% extrema derecha. Un 18,7% Ns/Nc. (Datos extraídos de Jóvenes españoles ‘99, Fundación Santa María, Madrid, 1999).

25. Ska-p: "Ñapa es", en el LP El vals del obrero, RCA-BMG, Madrid, 1996.

26. Datos extraídos de CIRES: Identificación supranacional, Fundación BBV, Madrid, 1993, y F. A. Orizo: Los nuevos valores de los españoles, Ediciones SM, Madrid, 1991.

27. Por ejemplo, I. Zubero: Movimientos sociales y alternativas de sociedad, ed. HOAC, Madrid, 1996; o estos dos artículos suyos: "Las ambigüedades de la acción voluntaria" en Libre Pensamiento nº 25, CGT, Madrid, otoño de 1997; y "Movimientos sociales para el siglo XXI", en Documentos III Foro sobre Movimientos Sociales, Fundación ‘Hugo Zárate’, Valencia, 1998.

28. Valga la pena recordar el libro de Jorge Riechmann y F. Fernández-Buey: Redes que dan libertad. Introducción a los nuevos movimientos sociales, Paidós, Barcelona, 1994; y este otro, de autores varios: Los movimientos sociales. Transformaciones políticas y cambio cultural, Trotta, Madrid, 1998.

29. "Carta dels presos de València II", en VVAA: Textos per la insubmissió, Unión de Escritores del País Valenciano y MOC, Valencia, 1993.

30. Revista Flama nº 1, Centro Juvenil Escuelas Profesionales San José, Valencia, 1998.

31. Óscar López M.: "Análisis y perspectivas de futuro del voluntariado en España", en Escuela de Otoño: El horizonte del voluntariado, Plataforma para la Promoción del Voluntariado en España, Madrid, 2000.

32. Patricia Soler: "Presente y futuro del voluntariado juvenil. Motivaciones, valores y estrategias de actuación", en Escuela de Otoño: El horizonte del voluntariado, Plataforma para la Promoción del Voluntariado en España, Madrid, 2000.

33. Revista Flama, nº 5, Centro Juvenil Escuelas Profesionales San José, Valencia, 1999.

34. Véase el imprescindible material, en un par de carpetas, que Luis Aranguren coordinó hace poco: Somos andando, Cáritas España, Madrid, 1999.

35. Luis A. Aranguren: "Nuevas pobrezas, jóvenes y educación", Misión Joven nº 273, 1999.

36. Junto con la Coma y El Barrio del Cristo, uno de los ‘Barrios de Acción Preferente’ que rodean a la ciudad de Valencia.

37. CIRES: Juventud, Fundación BBV, Madrid, 1993.

38. Javier Elzo (ed.): Jóvenes españoles ‘94, Ediciones SM, Madrid, 1994.

39. J. I. Ruiz Olabuenaga: Op. Cit.

 


CUESTIONARIO PARA EL DIÁLOGO

 

Este Cuaderno produce un cierto sobresalto, nos llena de sentimientos. A ratos nos hace sentirnos incómodos frente a las poesías de jóvenes que no conocemos... A veces asoma en nosotros la esperanza, la simpatía, la gratitud. Es un Cuaderno que no nos deja indiferentes. Este cuestionario puede ayudarte a profundizar en la lectura.

 

 

1. Seguramente habrás sentido, nada más empezar la lectura, una cierta interpelación al leer la poesía Vivo en un mundo...

— ¿Cómo la puedes concretar?

2. Escriben los jóvenes: "Como de todas formas no podemos salvar el mundo ¿por qué no dar una fiesta?". Seguramente habrás sentido a veces esa impotencia y desesperanza...

— ¿Cómo ayudarlos y acompañarlos a salir del desencanto?

3. Hay en el poema de A. de Padua (pág. 11) toda una descripción de símbolos del triunfo y manifestaciones de hechos de injusticia e insolidaridad.

¿Qué reflexión nos provocan?

— ¿Cómo podemos dar pequeños pasos nosotros los adultos?

 4. "España va bien"...

Crees que esta tesis se mantiene con lo que escribe Aranguren: "si la exclusión es la tierra del "sin" (sin trabajo, sin vivienda, sin papeles), en el caso de los jóvenes se agrava aún más: son los jóvenes "sin" futuro, sin estima, sin reconocimiento".

5. Frente a la feminización y la juvenilización de la pobreza ¿cómo sostener que las mujeres son iguales en derechos y que los jóvenes son el futuro de la sociedad?

Subraya lo que te impacte del poema de A. Orihuela pág. 16.

6. Busca en los capítulos 5 y 6 pequeños signos de esperanza.

¿Cómo acompañar esos signos y comprometernos con esos procesos que los jóvenes inician?

 7. Si eres educadora o educador y te piden que escribas un poema como "Salvajes" con experiencias parecidas a las del autor:

¿Qué título y contenido tendría? Seguramente dejarías asombrados a muchos que sólo conocen a los jóvenes desde lejos...

 8. ¿Crees que el poema de Bertoldt Brecht lo puedes dedicar a los jóvenes que conoces?

Si es que sí léelo pensando en rostros concretos.


Tomado de Cuadernos CRISTIANISMO I JUSTICIA