LA RELACIÓN PEDAGÓGICA SEGÚN EL MODELO IGNACIANO DE FORMACIÓN

Omar Montagut Vega

"En realidad, la educación de la Compañía, que tiene como objetivo la formación
integral de la persona, afronta el reto de trazar un camino y emplear una pedagogía
que evite estos extremos y ayude a nuestros alumnos a captar la verdad más
plenamente, la implicación humana de lo que aprenden, precisamente para que
puedan contribuir con una eficacia a sanear la humanidad y a construir
un mundo más humano y más divino"
[1]

La pedagogía es el camino por el que una persona acompaña a otra en su crecimiento y desarrollo, en nuestro caso, podemos identificarlo como ese constante apoyo del maestro al estudiante. Conscientes de esta profunda relación de acompañamiento y crecimiento, la pedagogía "no puede reducirse simplemente a una metodología; debe incluir una perspectiva del mundo y una visión de la persona humana ideal que se pretende formar" [2]

Una mirada a los elementos esenciales de la relación pedagógica nos lleva a fijar la atención hacia la persona humana, fundamento de todo el quehacer de la pedagogía y, por ende, de toda institución y proceso educativo. La persona es el cúlmen y el centro de atención de la Pedagogía Ignaciana, a la que hay que proporcionar una "cura personalis" porque es creación, imagen y semejanza de Dios y, por ende, llamado y amado personalmente por El.

La persona que promueve la Pedagogía Ignaciana está inmersa en el mundo, en un contexto y con unas experiencias particulares. Está llamada al servicio de los demás en la experiencia diaria de su propia vida. Por eso el ámbito primero de realización personal es el mundo, donde en medio de las dificultades propias de lo cotidiano encuentra a Dios.

Con los elementos aquí mencionados, podemos "armar" algunas consecuencias prácticas para nuestro quehacer pedagógico en la Especialización en ERE y Catequesis, dentro del ámbito propio y las características de la Espiritualidad y pedagogía Ignaciana, y que ayudarán a cualificar nuestro quehacer de educadores cristianos y javerianos.

 

1. LA PERSONA EN LA PERSPECTIVA DE LA PEDAGOGÍA IGNACIANA

La pedagogía Ignaciana es consciente que "Dios se revela especialmente en el misterio de la persona humana, "creada a imagen y semejanza de Dios"; por ello, la educación jesuítica explora el significado de la vida humana y se preocupa por la formación total de cada estudiante como ser amado personalmente de Dios". [3]

¿Pero qué tipo de persona es el centro de nuestra manera particular de formar?

a) Una persona que es proyecto. Un ser inacabado, pero lanzado hacia la conquista de mejores posibilidades de ser en el mundo y capaz de potenciar en él ambientes adecuados para la vida que ha recibido de Dios. Por eso, "todas las carencias de la constitución humana son transformadas por el ser humano en medios para su existencia. En consecuencia, los actos por los que lleva a cabo la tarea de hacer posible su vida son actos 'productivos', de superación de la carga provocada por las carencias y a la vez son 'seleccionados' por él mismo como medios completamente nuevos para conducir su vida" [4]

b) Una persona consciente y libre para asumir, dentro de su proyecto de vida, un proceso de formación de su integralidad, que lo lleve cada vez más a desarrollar armónicamente todas las dimensiones de su humanidad.

c) Una persona consciente del valor de la vida dada por Dios, por eso su actuar dentro de la comunidad y en las relaciones con los otros refleja actitudes de respeto, amor y servicio; crea solidaridad con los demás que trasciende razas, culturas o religiones. Impulsada a vivir y a trabajar en unidad con los demás, en comprensión y tolerancia, hacia todos los hombres y mujeres hijos de Dios.

d) Una persona con una vocación de servicio en la vida personal y profesional, que no concibe el amor a Dios sin el amor al hombre, un amor eficaz que tiene como primer postulado la justicia. Comprometida en la defensa de la dignidad humana y los derechos de las personas.

e) Una persona preocupada por formar constantemente su carácter y fortalecer su voluntad. Apropiada de su crecimiento y maduración en la libertad; libertad que respeta a los otros y acepta la responsabilidad.

f) Una persona abierta a la trascendencia, con una fe madura e ilustrada. Es consciente de ser llamado por Dios, por eso se preocupa por su fortalecimiento y crecimiento espiritual y el de los demás. Expresa su fe con su palabra y con su testimonio de vida y pide la ayuda de Dios para discernir las mejores opciones en el compromiso cristiano.

g) Es una persona creativa que se constituye en un líder en el servicio y en la imitación de Cristo, "hombres y mujeres competentes, conscientes y comprometidos en la compasión". [5]

 

2. UNA PERSONA EN EL CONTEXTO DEL MUNDO

Sin duda alguna todo lo que hacemos y todo lo que pensamos está mediado por el contexto en el que nos movemos. De ahí la importancia de conocer a la persona y su contexto. El contexto ubica, aterriza y caracteriza la personalidad, además es factor importante que determina las necesidades de los demás.

La educación hoy se enfrenta a inadecuaciones cada vez más amplias, profundas y graves, que tienen que ver con la descontextualización del saber, con "saberes desunidos, divididos y compartimentados y por otro lado, aparecen realidades y problemas cada vez más polidisciplinarios, transversales, multidimensionales, transnacionales, globales y planetarios" [6]. La Educación jesuítica debe estar atenta a estas particularidades de la educación y propiciar a los educandos una formación integral e integradora.

Haciendo eco del lenguaje bíblico, la espiritualidad Ignaciana, designa con la palabra "mundo" esa realidad en la que se mueve la persona, una realidad que comparte con todos los demás seres creados, lugar de encuentro y posibilitador de mutua realización y al cual nos invita a transformar con nuestra acción permanente y creativa.

La educación jesuítica y la espiritualidad Ignaciana acentúan la necesidad de estar en contacto con el mundo, tal cual es -es decir, necesitado de transformación- sin estar ciego a la bondad esencial de la creación, por eso "la educación de la Compañía reconoce a Dios como Autor de toda la realidad, toda la verdad y todo el conocimiento. Dios está presente y activo en toda la creación: en la naturaleza, en la historia y en las personas. La educación de la Compañía, consiguientemente, afirma la bondad radical del mundo, 'cargado de la grandeza de Dios' y considera cada elemento de la creación como digno de estudio y contemplación, susceptible de una exploración que nunca termina". [7]

Es en la realidad donde nos movemos a cada instante, donde nos enfrentamos con un constante influjo con todo lo que nos rodea. De la realidad es donde provienen todas aquellas sensaciones que afectan nuestros sentidos y nuestra conciencia y que producen los sentimientos. Por eso la persona que está en el centro de nuestro quehacer educativo es aquella que es permanentemente consciente de su "aquí" y de su "ahora" y está dispuesta a vivir la experiencia diaria con intensidad, "gustando y sintiendo internamente" las bondades de la acción de Dios en el mundo y en la historia.

 

3. UNA PEDAGOGÍA QUE OPTA POR LA PERSONA CONCRETA

Como lo afirmábamos antes, cada persona es llamada y amada de una forma particular por Dios, de ahí que para quienes estamos involucrados de alguna manera con el trabajo de educar a la manera Ignaciana, esta afirmación cobra gran importancia ya que pertenece a la esencia misma de nuestra fe y de nuestra identidad. La "cura personalis" es ese llamado a prestar a atención de manera especial a aquellos a quienes acompañamos en su camino de crecimiento y desarrollo. Es el centro de nuestro quehacer pedagógico, que se ve concretado en la relación diaria entre estudiante y profesor.

La relación personal entre estudiante y profesor favorece el crecimiento en el uso responsable de la libertad. Es una relación que sobrepasa lo meramente académico. Es una relación que implica la vida de los dos. Es una relación donde se toma un interés personal por el desarrollo intelectual, afectivo, moral y espiritual del estudiante, ayudándole a conocer de una forma más consciente su propia dignidad y a madurar en el sentido de la responsabilidad que crea comunidad.

El profesor-guía, teniendo muy en alto el respeto por la intimidad de la persona a su cargo, está siempre disponible a la escucha de sus más profundos interrogantes sobre el sentido de la vida; está al tanto de sus necesidades, preocupaciones e intereses, está a su lado para compartir sus alegría y sus tristezas y es punto de referencia para orientar su crecimiento personal y sus relaciones interpersonales. "Así y de otras maneras, los miembros adultos de la comunidad educativa guían a los estudiantes en el desarrollo de un conjunto de valores que conducen a decisiones que trascienden a la propia persona y se abren a la preocupación por las necesidades de los demás. Ellos tratan de vivir de un modo que sirva de ejemplo a los alumnos, y están dispuestos a compartir con éstos sus propias experiencias de vida. La atención personal es y sigue siendo característica básica de la educación de la Compañía". [8]

No sobra, en este punto, cuestionar el tipo de formación con el que muchos estamos matriculados. Muchas veces optamos por darle más importancia y privilegiar los procesos o hacemos un énfasis casi absoluto en los contenidos y en las competencias que los estudiantes deben alcanzar con tal o cual actividad. Todo lo anterior nos indica que debemos partir de lo que es y lo que siente la persona y la forma como ésta interactúa con su medio. Además, mucho de los procesos no surtirán el efecto que pretendemos si no involucramos la propia vida en la formación de nuestros estudiantes. La "cura personalis" privilegia la acción pedagógica que se da en la experiencia particular "cara a cara", porque cada persona es un mundo complejo, lleno de sentimientos y emociones que requiere de un acompañamiento efectivo en el "aquí y el ahora".

 

4. LA PERSONA QUE PRETENDEMOS FORMAR

Siguiendo los lineamientos propuestos por el Padre Arrupe [9] con los criterios mencionados, queremos con nuestra labor pedagógica formar:

a) Personas de servicio según el Evangelio. Es el 'hombre para los demás', hombres movidos por la auténtica caridad evangélica, reina de las virtudes. Una caridad que le da fuerza a la propia fe y al anhelo de justicia.

b) Personas nuevas: transformados por el mensaje de Cristo, cuya muerte y resurrección ellos deben testimoniar con su propia vida que sea por sí misma proclamación de la caridad de Cristo, de la fe que nace de él y a él lleva, y de la justicia que él proclamó. Hemos de esforzarnos con ahínco por poner de relieve esos valores de nuestra herencia Ignaciana que podemos transmitir también a los que no comparten aún nuestra fe en Cristo traduciéndolos en valores éticos y humanos de rectitud moral y solidaridad que también proceden de Dios.

c) Personas abiertas a su tiempo y al futuro. Nuestros estudiantes no son productos 'acabados' que lanzamos a la vida. Se trata de seres vivos en constante crecimiento. Por eso, más, quizá, que la formación que le damos, vale la capacidad y el ansia de seguirse formando que sepamos infundirle. Aprender es importante, pero mucho más importante es aprender a aprender y desear seguir aprendiendo. Esta formación debe tener en cuenta el tipo de civilización que vivimos y que ellos están llamados a vivir el resto de su vida: la civilización de la imagen, de la visualización, de la transmisión de información.

d) Personas equilibradas. Todos los valores que hemos mencionado se potencian mutuamente, cuando se combinan equilibradamente. La tecnología amenaza con deshumanizar al hombre. Es misión de nuestros centros educativos mantener a salvo su humanismo, sin renunciar por ello a servirse de la tecnología.

e) Personas que manifiestan su competencia profesional, tanto en su excelencia académica como en la calidad de los trabajos emprendidos en su medio. Es una persona creativa y aporta un nuevo dinamismo en su trabajo. Se constituye en un líder que asume posiciones responsables en la sociedad, por medio de las cuales ejerce un influjo positivo en otros. Desarrolla las cualidades mentales y afectivas que lo capacitan para trabajar con otros por el bien de todos al servicio del Reino de Dios.

f) Personas que en y con su trabajo, promueven en su medio la justicia que nace de la caridad, dirigen su acción en favor de la paz promocionando relaciones de amor y confianza entre todos los hombres y mujeres. Personas que, como Cristo, tengan un especial amor y preocupación por los pobres, a quienes sirven con alegría y promueve en su dignidad humana. Trabajan para un nuevo tipo de sociedad y un nuevo proyecto de nación en el que cada individuo tenga la oportunidad de ser plenamente humano y cada uno se responsabilice de promover el desarrollo humano integral de los demás. Por eso, fruto de la reflexión en estos principios ignacianos, la Compañía de Jesús es consciente que su misión hoy, dentro de la Iglesia "es 'el servicio de la fe, de la que la promoción de la justicia es un elemento esencial'. Es una misión enraizada en la creencia de que un mundo nuevo de justicia, amor y paz necesita personas formadas en la competencia profesional, en la responsabilidad y en la compasión; hombres y mujeres que estén preparados para acoger y promover todo lo realmente humano, que estén comprometidos en el trabajo por la libertad y dignidad de todos los pueblos, y tengan voluntad de hacerlo así en cooperación con otros igualmente dedicados a modificar la sociedad y sus estructuras" [10]

 

Notas

[1] Pedagogía Ignaciana, un planteamiento práctico, No. 86. Orientaciones Universitarias No. 11, Pág. 163.

[2] Op. Cit. No. 11, Pág. 136.

[3] Características de la Educación de la Compañía de Jesús, No. 25. Orientaciones Universitarias No. 11, Pág. 22

[4] Campo, Rafael y Restrepo Mariluz. Formación integral. Modalidad de educación posibilitadora de lo humano. RVC Impresores. Bogotá, 1999. Pág. 6.

[5] Pedagogía Ignaciana, un planteamiento práctico, No. 13. Orientaciones Universitarias No. 11, Pág. 137

[6] Edgar Morin. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Orientaciones Universitarias No. 28. Pág. 37.

[7] Características de la Educación de la Compañía de Jesús. No. 23. Orientaciones Universitarias No. 11, Pág. 21

[8] Características de la Educación de la Compañía de Jesús. No. 43. Orientaciones Universitarias No. 11, Pág. 26

[9] Documentos corporativos de la Compañía de Jesús. Cartas y discursos de los Generales. Págs. 459-460.

[10] Pedagogía Ignaciana, un planteamiento práctico, No. 17. Orientaciones Universitarias No. 11, Pág. 138