Amarás a Dios sobre todas las cosas

No tendrás otros dioses aparte de mí.

 

El primer mandamiento se divide es tres: Es como un tronco con 3 gajos. Dios dice:

"No tengas otros dioses aparte de mí.
no te hagas ningún ídolo ni figura
de lo que hay arriba en el cielo,
ni de lo que hay abajo en la tierra,
ni de lo que hay en el mar debajo de la tierra.
No te inclines delante de ellos ni les rindas culto,
porque yo soy el Señor tu Dios... (Ex 20,3-6)

¿Cuál es el sentido de este mandamiento? ¿Es sólo cuestión de saber sé allá en el cielo existe un Dios o más dioses? ¿Es sólo cuestión de saber si puedo o no tener una imagen o figura de santo en casa? ¡NO! Si fuese sólo eso, entonces casi todos estaríamos observando la primera parte del mandamiento que dice "no tendrás otros dioses". Pues actualmente, la mayoría ya no cree que haya más de un solo Dios en el cielo. Y si fuese sólo eso, entonces nadie estaría observando la segunda parte que prohíbe hacer imágenes o figuras de cosa alguna. Actualmente todo el mundo, tanto paganos como creyentes o católicos, todos tienen imágenes, pinturas, fotografías o figuras en casa. El primer mandamiento trata de cosas mucho más serias. Trata de la liberación del pueblo oprimido. Responde a un clamor real del pueblo y quiere atacar y destruir una de tantas causas de la opresión y sufrimiento del pueblo.

Moisés, que recibió la ley de manos de Dios, fue educado en la escuela del Faraón (Hch 7, 21; Ex 2, 10. Allá enseñaban lo siguiente. Decían que Dios no es el padre de los pobres que gritan, sino el padre del Faraón que oprime y explota. Enseñaban que el pobre debe decir siempre: "Paciencia. Vamos a aguantar no más". "Dios lo quiere así". Decían además que la voluntad de Dios se manifiesta a todos por la boca del Faraón. Así, abusando de la fe del pueblo oprimido, el Faraón mantenía sus privilegios y explotaba impunemente a sus propios hermanos

El sistema del Faraón consiguió meter esa enseñanza horrible de su escuela en la cabeza del propio pueblo. Casi todos pensaban así. No desconfiaban que todo estaba errado y que todo debía ser cambiado y transformado. El dios del Faraón, que no pasaba de una invención humana para mantener al pueblo allá abajo, en la pobreza y la ignorancia, bendecía esta esclavitud del pueblo.

Y para dar más brillo y más vigor a esta enseñanza de la escuela del Faraón, ellos hacían grandes imágenes y esculturas de piedra y madera, de oro y plata. Algunas, de muchos metros de altura, que hasta ahora existen. Construían templos y santuarios, inventaban ritos y ceremonias grandiosas para dar al pueblo una idea de fuerza de estos dioses inventados y decían a los pobres: "Si ustedes participan y sirven a nuestros dioses, recibirán de ellos una gran recompensa después de la muerte".

Esta era la situación del pueblo oprimido en Egipto. Era esto lo que resonaba en su grito, en su clamor. Era de esto de lo que Dios quería liberarlo. Esta enseñanza de la escuela del Faraón "mantenía la verdad como prisionera de la injusticia" (ROM 1, 18) y "cambió la gloria del Dios incorruptible por imágenes del hombre corruptible y de animales" (Rom 1, 23). Esta enseñanza del Faraón era como agua venenosa que iba cayendo en el terreno y llegaba a todas las raíces, envenenando todas las plantas.

Pero había un grupo, cuyas raíces resistían y no absorbían esta agua venenosa. Era el pueblo de Moisés. Allá había otro modo de pensar y de vivir, que ellos, a su vez, aprendían de los padres, que venían desde Abraham. Esta otra enseñanza decía: "Dios, nuestro Dios, no quiere eso, no", Esta enseñanza débil y frágil que estaba allá abajo, no tenía templos ni imágenes. Pasaba de padres a hijos y resistía contra la enseñanza de la escuela del Faraón que venía de allá arriba. ¡No había azada que pudiese cortar la raíz de este pensamiento subversivo de la fe en Dios!

Era una fe diferente. Era también un Dios diferente. Era el Dios de los padres, el Dios de la Promesa, que continuaba presente, no en las palabras y la enseñanza del Faraón, pero sí en el pueblo oprimido, Este Dios no escuchaba los pedidos del Faraón, pero escuchaba los clamores de su pueblo. Él le dijo a Moisés: Yo soy Yavé que me aparecí a Abraham, a Isaac ya Jacob como Dios Todopoderoso, pues no quise revelarles este nombre mío: ¡Yavé! También pacté mi Alianza con ellos para darles la tierra de Canaán, la tierra donde estuvieron como peregrinos. Y ahora me acuerdo de mi alianza al oír los gemidos de los hijos de Israel oprimidos por los egipcios. Por lo tanto diles de mi parte: "Yo soy quien quitaré de sus espaldas los duros trabajos de Egipto y los liberaré de la esclavitud. Yo les devolveré la libertad con golpes tremendos de mi mano y con intervenciones manifiestas" (Ex 6, 2-7), Y Moisés recibió su misión: "Ve, pues, yo te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel" (Ex 3, 10).

Aquello que Dios más condena y que de ninguna manera soporta es que haya gente que use su imagen para oprimir a los hermanos. Por eso, si alguien quiere tener a Dios de su lado y pertenecer al pueblo del Dios verdadero, la primera cosa que Dios le pide es romper con el Faraón y con todo el sistema inventado de los falsos dioses. Por eso dice el primer mandamiento: "No tendrás otros dioses fuera de mí, no te inclinarás delante de esos dioses y no los servirás" (Ex 20, 3-5). Jesús repite el mismo mandamiento diciendo: "Ustedes no pueden servir a dos señores a la vez". (Lc 16, 13). Y El dice claramente de qué se trata: "Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dios dinero" (Lc 16, 13) .

Yavé es un Dios celoso (Ex 34, 15). No soporta que su pueblo, su comunidad, tenga a su lado esos otros "dioses de propaganda" de la escuela del Faraón. Es como un marido celoso: no soporta que su esposa tenga otros amores. Esto destruye el matrimonio, rompe la alianza. ¡Sería prostitución! (Ex 34, 15). El único Dios verdadero, preocupado realmente por el bien del pueblo es capaz de liberarlo, es El, Yavé. Los otros no pasan de ser meras invenciones humanas para dar cobertura a la opresión del pueblo.

Así, afirmando que sólo Yavé es Dios, el primer mandamiento tira el tejado de la casa del Faraón, derrumba la fachada bonita y piadosa del sistema opresor y lo desenmascara. Pone al descubierto la injusticia, el desorden, la mentira y la corrupción practicadas bajo la protección de un falso dios.

Este es el primer mandamiento de la Ley de Dios. La comunidad que quiere ser realmente la comunidad del Dios verdadero, debe estar siempre atenta para no dejarse envolver por la enseñanza de la escuela del Faraón. Debe estar atenta, para que no cambie su Dios Yavé por los falsos dioses de propaganda de los grandes. No puede arrodillarse delante de las imágenes y figuras que hoy se construyen en todas partes para afirmar que el sistema es justo y bueno. La comunidad sólo puede tener un único Dios: Yavé, el Dios que oye el clamor del pueblo oprimido, que desciende para ver de cerca su situación (Ex 3, 8), y quiere que su pueblo sea libre y feliz.

Hay personas que para obedecer al primer mandamiento quitan de casa cualquier imagen o figura. Encuentran que es suficiente. Pero eso no está bien, no es eso lo que el primer mandamiento pide. Pide no adorar ni apoyar al sistema que, en nombre de un falso dios, explota y oprime al pueblo.