SUS HERIDAS NOS CURARON


Como vimos en el capítulo anterior, "en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo" (2 Cor 5, 19). Pero, ¿cómo lo 
hizo?

Las respuestas más conocidas utilizan el sufrimiento como 
materia prima para la redención.

REDENCION/EXPIACION: En el mundo católico ha tenido 
especial difusión la teoría de la satisfacción vicaria, cuya 
formulación clásica se debió a la pluma de san Anselmo, arzobispo 
de Cantórbery del siglo Xl: El pecado había ofendido la dignidad de 
Dios, y no podía ser perdonado sin ofrecerle un justo desagravio. El 
hombre, aunque le ofreciera la vida para desagraviarle, no hacia 
nada que no tuviera que hacer, porque todo eso y más lo tenía bien 
merecido. Sólo Cristo, que no había pecado, pudo ofrecerle a Dios 
algo que no tuviera que darle por obligación. Y le ofreció su vida en 
el Calvario.

En justicia, el Padre tenía que recompensar a su Hijo, pero como 
éste no necesitaba nada, pidió que fuera transferido a los hombres 
su mérito:

"Boson.-Por una parte veo la necesidad de la recompensa, y por 
otra, su imposibilidad, porque es necesario que Dios dé lo que debe 
y no tiene a quién dárselo.
Anselmo.-Pues si no se da tanta y tan merecida recompensa ni a 
El ni a otro, parece como si el Hijo hubiera realizado inútilmente tan 
gran empresa.
Boson.-Eso no se puede pensar.
Anselmo.-Entonces es necesario que se dé a algún otro, ya que 
no se puede a El.
Boson.-Es una consecuencia inevitable.
Anselmo.-Si el Hijo quisiera dar a otro lo que se le debe, ¿tendrá 
el Padre derecho para prohibírselo o negárselo a aquel a quien se 
lo dé?
Bosson..-Más bien creo justo y necesario que el Padre se lo dé a 
quien el Hijo quisiera, puesto que es lícito al Hijo dar lo que es suyo, 
y lo que el Padre debe sólo puede darlo a otro.
Anselmo.-¿Y qué cosa más conveniente que diera ese fruto y 
recompensa de su muerte a aquellos por cuya salvación se hizo 
hombre...?''1.

Otra variante, de especial difusión en las Iglesias protestantes, es 
la teoría de la sustitución penal: Jesucristo nos sustituyó en la cruz 
para recibir en lugar nuestro el castigo que merecíamos:
"Dios envió a su Hijo único al mundo y colocó sobre él los 
pecados de todo el mundo, diciéndole: 'Sé Pedro el renegado, 
Pablo el perseguidor (...), David el adúltero; sé ese pecador que 
come la manzana del paraíso..., en resumen, sé la persona que ha 
cometido los pecados de todos los hombres. Por tanto, has de 
pagar y satisfacer por ellos.' Viene la Ley y dice: 'Le hallo pecador, 
de tal forma que ha tomado los pecados de todos los hombres y ya 
no veo pecado más que en él. Es preciso, pues, que muera en la 
cruz.' Entonces se precipita sobre él y le condena a muerte. De esa 
forma, el mundo queda libre y purificado de sus pecados." 2

Bossuet, en un sermón del viernes santo, da un tratamiento 
especialmente dramático a la doctrina de la sustitución penal:
"Durante este desamparo, Dios iba realizando en Jesucristo la 
reconciliación del mundo, dejando de imputarle sus pecados: Al 
mismo tiempo que golpeaba a Cristo, abría sus brazos a los 
hombres; rechaza a su Hijo y nos abre sus brazos: lo miraba con 
cólera, y ponía sobre nosotros su mirada de misericordia: 'Pater', 
para nosotros, 'dimitte', 'Deus', para él. Su cólera se apaciguaba al 
descargarse; golpeaba a su Hijo inocente que luchaba con la cólera 
de Dios. Esto es lo que se llevaba a cabo en la cruz; hasta el 
momento en que el Hijo de Dios, leyendo en los ojos del Padre que 
ya estaba totalmente aplacado, vio finalmente que había llegado la 
hora de dejar este mundo." 3

¡Dios no es un sádico despiadado! D/SADICO
Afortunadamente, a estas teorías que hacen del sufrimiento la 
materia prima de la redención nunca les faltaron contradictores. He 
aquí sus críticas:

Es INJUSTO por parte de Dios pedir la vida de un inocente en vez 
de la de los verdaderos culpables, y complacerse en su muerte 
hasta el extremo de no poder perdonar sin ella al mundo. Salvador 
de Madariaga dice con mucha gracia: "...Si al fin fuere a resultar 
que la justicia divina funcionaba como la audiencia de Valladolid, no, 
ni pensarlo." 4

P-O/ABSURDO: Es ABSURDO suponer que nos reconciliamos 
con Dios mediante un acto que, objetivamente hablando, es un 
crimen todavía mayor que el pecado que pretende reparar. Lin 
Yutang, un cristiano chino que se preparaba para pastor 
protestante y acabó perdiendo la fe, escribe:

"Aún más absurdo me pareció otra proposición. Se trata del 
argumento de que cuando Adán y Eva comieron una manzana 
durante su luna de miel, se enfureció tanto Dios que condenó a su 
posteridad a sufrir de generación en generación por ese pequeño 
pecado, pero que cuando la misma posteridad mató al único hijo del 
mismo Dios, Dios quedó tan encantado que a todos perdonó." 5

En esta teoría el gran perdedor es Dios, que queda muy mal 
parado. Se parece demasiado a un señor feudal absoluto, dueño de 
la vida y de la muerte de sus siervos. "El caníbal del cielo" le llama 
un no creyente al saber qué precio exigió para perdonarlo. 

Difícilmente se puede evitar la sospecha de que la imagen de ese 
Dios se ha obtenido más por proyección de las relaciones humanas 
de opresión que a partir del Dios-Amor que se revela en 
Jesucristo.

Dios Padre, más que colaborador en la redención, parece como 
el obstáculo que hay que vencer para conseguirla. ¿No será como 
consecuencia de esta idea tan sombría de la redención el que los 
cristianos hemos tenido tan poco aspecto de redimidos, como hacía 
notar críticamente Nietzsche?:

"No conocían otra manera de amar a su Dios que clavando a los 
hombres en la cruz.
Pensaron vivir como cadáveres y vistieron de negro su cadáver; 
hasta en su discurso percibo todavía el olor malo de las cámaras 
mortuorias...
Mejores cánticos tendrían que cantarme para que aprendiese a 
creer en su Redentor y más redimidos tendrían que parecerme sus 
discípulos." 7

La cruz fue un "accidente laboral"
En las teorías que hemos comentado hasta ahora no se valora en 
absoluto la vida y la resurrección de Cristo; tan sólo su muerte 
parecía importar.

Nosotros, en cambio, valoramos la cruz como el momento en que 
manifestó hasta dónde llegaba su amor (Jn 15, 13: "Nadie tiene 
mayor amor que el que da su vida por sus amigos"), pero nos 
atrevemos a decir -y espero que no se nos malinterprete- que la 
cruz, en vez de ser algo deseado por el corazón de Dios, fue un 
"accidente laboral". Cuando el que trabaja no toma suficientes 
precauciones, puede sobrevenir el accidente; y Cristo se 
despreocupó de sí mismo por completo.

Pero eso no quiere decir que él buscara morir. Antes de su 
detención rezaba diciendo: "Padre, si quieres, aparta de mi esta 
copa; pero no se haga mi voluntad sino la tuya" (Lc 22, 42).
Tampoco el Padre, a pesar de lo que puede parecer por el final 
de la petición anterior, quiso su muerte (¡ningún padre quiere que 
muera su hijo!). En la parábola de los viñadores homicidas (Mc 12, 
1-8), que recapitula toda la historia de la salvación, se ve 
claramente la secreta esperanza de Dios: "Todavía le quedaba un 
hijo querido; les envió a éste. el último, diciendo: A mi hijo le 
respetarán."

Es verdad que el Padre del Cielo no evitó la ejecución de Jesús, 
pero eso no significa que la deseara. Tampoco quería Guzmán el 
Bueno que le mataran a su hijo durante la defensa de Tarifa y. sin 
embargo, para salvarle no paga el precio que se le pedía: "Antes 
querré -contestó- que me matéis a ese hijo, y a otros cinco si los 
tuviera, que daros una villa que tengo por el rey."8. Similar sería el 
caso del Coronel Moscardó durante la última guerra civil española 
rechazando rendir el Alcázar de Toledo para salvar la vida de su 
hijo 9.

Y es que ningún padre quiere que le maten a su hijo; ¡cuánto más 
el Padre del Cielo! (Lc 11, 13). Otra cosa es negarse a evitar la 
muerte, aunque sea teniendo roto el corazón, para defender algo 
que se considera un valor superior. En el caso del Calvario ese 
valor superior seria la seriedad y autonomía de la historia, 
respetada por Dios incluso cuando la libertad humana se vuelve 
contra él mismo. Lo que Dios realmente quería es que su Hijo fuese 
fiel a su misión hasta sus últimas consecuencias. Así hay que 
entender la afirmación de que Dios "no perdonó" ni a su propio Hijo 
por nosotros (/Rm/08/32).

Si todo esto es así, habría que concluir que la muerte de Cristo 
fue querida únicamente por la maldad humana: "Esta es vuestra 
hora y el poder de las tinieblas" (Lc 22, 53), y fue el mayor pecado 
de la historia. Schillebeeckx es tajante: "Deberemos decir que 
hemos sido redimidos no gracias a la muerte de Jesús, sino a pesar 
de su muerte." 10

Sin embargo, es verdad que en el Nuevo Testamento se habla 
repetidas veces de la redención de Cristo en términos de liberación 
mediante el pago con su sangre de un rescate. Por ejemplo: 
"Habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros 
padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre 
preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo" (1 Pe 1, 
18-19).

Pero, en primer lugar, se trata de una imagen que, como 
cualquier otra imagen, si se toma al pie de la letra resulta ridícula 
porque habría que preguntarse a quién se pagó ese rescate. De 
hecho, en la antigüedad hubo quienes se hicieron esa pregunta y 
contestaron que a Satanás, asimilando así la redención a un 
negocio regulado por la justicia conmutativa, como cuando se 
compra a un hombre la libertad de sus esclavos.

Además, en la misma Biblia se alude frecuentemente a la 
liberación de Egipto en términos de "rescate" (Dt 13, 6; 15, 15; 21, 
8; 24, 18), y sería absurdo preguntarse a quién pagó Yahveh el 
rescate.

En segundo lugar, la redención mediante pago de un rescate es 
solamente una de las muchas imágenes que utiliza el Nuevo 
Testamento para referirse a la redención 11, y no debe ser 
privilegiada sobre las demás.


El sufrimiento no es redentor
Si es exacta nuestra convicción de que la voluntad de Jesús no 
fue sufrir, sino amar, y la cruz le sobrevino como simple "accidente 
laboral", se impone una conclusión: La redención no pudo ser por el 
sufrimiento, sino por el amor; aunque fuera en el sufrimiento, y en 
este sentido podamos decir que "sus heridas nos curaron" (Is 53. 
5).

Es lógico; lo que faltaba en el mundo no era dolor, sino amor. Y 
eso es lo que vino a traernos Cristo.

San Ireneo decía, con mucho sentido común, que "no hay otra 
manera de desatar lo que ha sido atado que volver a pasar en 
sentido inverso la cuerda que formó el nudo''.12. O, con otras 
palabras, si el pecado se reduce siempre a una pérdida de amor, la 
redención necesariamente tiene que ser lo contrario. Abelardo vio 
muy claramente, en su polémica con san Anselmo, que únicamente 
el amor es redentor:

"Nuestra redención es aquel amor sumo radicado en nosotros por 
la pasión de Cristo, que no sólo nos libra del pecado, sino que nos 
adquiere la verdadera libertad de los hijos de Dios, para que 
llenemos todo más con su amor que con el temor.'' 13

No ha sido necesario aplacar a Dios. Su daño fue el daño del 
hombre, y por eso su satisfacción es simplemente la restauración 
del bien en el corazón humano. El mismo santo Tomás estaba 
convencido de que "no recibe Dios ofensa de nosotros sino por 
obrar nosotros contra nuestro bien''. 14'

Sin embargo, Abelardo se equivocaba al reducir la redención al 
ejemplo de amor que nos dio Cristo. Ya san Bernardo le respondió: 
"¿Conque enseñó la justicia y no la dio, manifestó la caridad pero 
no la infundió?" 15

Una redención que se agotara en el buen ejemplo que nos dio 
desde fuera el amor de Cristo equivaldría a una especie de 
pelagianismo. El hombre se salvaría por su propio esfuerzo; 
imitando a Jesús, sí, pero lógicamente también podría prescindir de 
Jesús e imitar a cualquier otro que le diera buen ejemplo.
No; la salvación de Cristo actúa desde dentro de nosotros mismos 
porque su Espíritu se ha derramado en nuestros corazones (cfr. 
Rom 5, 5). Es como una incorporación de la vida del cristiano a la 
de Cristo que san Pablo expresa con la imagen del injerto (cfr. Rom 
11, 17-24) y con multitud de preposiciones: Vivimos en Cristo (Col 2, 
11), con Cristo (Col 2, 12-20; Ef 2, 6; Rom 6, 4-6), por Cristo (Gal 6, 
14; Rom 1, 4), de Cristo (Gal 5. 24)...

Cristo injertó semilla divina en nuestra tierra humana. Por eso una 
corriente de opinión tan extendida por lo menos como la de la 
redención por el sufrimiento, ve en la encarnación de Cristo la 
causa de nuestra redención, y lo expresa con una afirmación 
atrevida: Cristo "se hizo hombre para hacernos dioses" 16. De 
hecho, el mismo Credo dice "que por nosotros los hombres, y por 
nuestra salvación, se encarnó"...

De todo lo anterior se siguen varias consecuencias.

No debe buscarse el sufrimiento
La historia de la Iglesia nos ha hablado de muchos penitentes. 
Las vidas de las padres del desierto, por ejemplo, ofrecen 
numerosos y repulsivos ejemplos de continua autotortura física: 
muchos de ellos vivieron años seguidos sobre una columna, otro se 
encierra de por vida en un cajón en el que no puede estar siquiera 
de pie, mientras que otro se condena a estar siempre en esa 
postura; algunos se cargaban de pesadas cadenas (en Egipto ha 
aparecido el esqueleto de uno de ellos con todas sus cadenas 
alrededor); otros se enorgullecían de mantener una abstinencia 
total de alimentos durante una cuaresma entera, y Serapión dice 
con jactancia: "Yo estoy más muerto que tú." 17

Tales prácticas encontraban su fundamentación última en la 
convicción de que el sufrimiento tiene un valor redentor. Ahora será 
necesario replantear todo desde la perspectiva de que únicamente 
el amor redime. Recordemos que Jesús defiende a sus discípulos 
cuando son acusados de no ayunar (Mt 9, 14-15), y los logia que 
defienden el ayuno son interpolaciones tardías suprimidas ya de las 
versiones más recientes de la Biblia (cfr. Mt 17, 21; Mc 9, 29).
A-H/VIRTUDES VIRTUDES/A-H: Compartimos aquí el principio de 
san Juan Crisóstomo según el cual "ningún acto de virtud puede ser 
grande si no se sigue también provecho para los otros''.18 Y él 
añadía que por más que pase el día en ayunas, duerma sobre el 
duro suelo, coma ceniza y suspire continuamente, si no hago bien a 
los otros, no hago nada grande.

AYUNO/TACAÑERIA: Entre los Padres de la Iglesia era doctrina 
común que ayunar por ayunar no tiene sentido, y sólo encuentra su 
justificación el ayuno como ahorro para compartir con los 
necesitadosl9. Por eso el Papa san León Magno decía con cierta 
gracia que ayunar quedándonos después con lo que hemos 
ahorrado no merece el nombre de ayuno, sino el de tacañería 20,
Es curioso que santa Teresa del Niño Jesús, con su profunda 
intuición espiritual, no gustaba de las penitencias, pero, educada en 
la tradición dolorista que conocemos, se creía por eso "menos 
buena":

"Muy lejos de parecerme a esas grandes almas que desde su 
infancia practicaban toda clase de mortificaciones, yo no sentía por 
ellas ningún atractivo (...) Mis mortificaciones consistían en 
quebrantar mi voluntad, siempre dispuesta a salirse con la suya; en 
callar una palabra de réplica, en prestar pequeños servicios sin 
hacerlos valer..." 21

Por otra parte, una vida comprometida en el servicio del Reino de 
Dios tiene ya suficientes sufrimientos como para no necesitar 
buscar un plus de dolor. Ese sufrimiento, y no el que nos 
procuramos a nosotros mismos, es la cruz que cada uno debe tomar 
para seguir a Cristo (Mt 10, 38):

"El, sufriendo la muerte por todos nosotros, pecadores, nos 
enseña con su ejemplo a llevar la cruz que la carne y el mundo 
echan sobre los hombros de los que buscan la paz y la justicia." 22

El creyente de buena fe que quiere construir el Reino mediante 
penitencias, se equivoca de técnica. El no será excluido del Reino 
que se va construyendo con el esfuerzo de sus hermanos debido a 
su buena fe, pero debemos ser conscientes de que, si ningún 
constructor utilizara una técnica objetivamente eficaz, el Reino se 
quedaría sin construir. Eso es lo que afirma san Pablo:
"¡Mire cada cual cómo construye! Pues nadie puede poner otro 
cimiento que el ya puesto, Jesucristo. Y si uno construye sobre este 
cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la 
obra de cada cual quedará al descubierto. Aquel cuya obra, 
construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa. Mas 
aquel cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. El, no obstante, 
quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego" (I Cor 3, 
10-15).

También es necesario revisar el concepto de mérito que 
predomina entre los creyentes. Un acto no es más meritorio porque 
nos cueste más, sino porque lo hacemos con mayor amor (siendo 
indiferente que nos cueste o no). Así lo explicaba santo Tomás:
"No es la dificultad que hay en amar al enemigo lo que cuenta 
para lo meritorio si no es en la medida en que se manifiesta en ella 
la perfección del amor, que triunfa de dicha dificultad. Así, pues, si 
la caridad fuera tan completa que suprimiera en absoluto la 
dificultad sería entonces más meritoria. 23

Dios no creo el dolor
Por una idea hondamente arraigada en el inconsciente colectivo, 
atribuimos fácilmente a Dios cualquier desgracia que padece el 
hombre. Las expresiones van desde el piadoso "Dios hace sufrir a 
los que ama" hasta el popular "Dios aprieta, pero no ahoga".
Semejante mentalidad lleva, antes o después, a sentar a Dios en 
el banquillo de los acusados:

"Si el dolor de los niños está destinado a completar esa suma de 
dolor que es indispensable para comprar la armonía eterna, no es 
que no acepte a Dios, Alíoscha, pero le devuelvo con el mayor 
respeto mi billete", dice Iván Karamazov a su hermano 24,
"Rehusaré hasta la muerte esta creación donde los niños son 
torturados", dice el Dr. Rieux en "La Peste" 25

Y fácilmente se acaba pronunciando la sentencia de Sthendal: 
"La única excusa de Dios es que no existe."

Elie Wiesel relata esta escalofriante escena que vivió en un 
campo de concentración nazi donde los S. S. acababan de ahorcar 
a tres judíos. dos hombres y un niño:
"Los dos adultos ya no vivían. Sus lenguas colgaban hinchadas, 
azuladas. Pero la tercera soga no estaba inmóvil: el niño, muy 
liviano, vivía aún...
-¿Dónde está el buen Dios, dónde está? -preguntó alguien detrás 
de mí.
Más de media hora quedó así, luchando entre la vida y la muerte? 
agonizando ante nuestros ojos. Y nosotros teníamos que mirarlo 
bien de frente. Cuando pasé delante de él todavía estaba vivo. Su 
lengua estaba roja aún, sus ojos no se habían apagado
Detrás de mí oí la misma pregunta del hombre:
-¿Dónde está Dios, entonces?
Y en mí sentí una voz que respondía:
-¿Dónde está? Ahí está, está colgado ahí, de esa horca...
Esa noche, la sopa tenía gusto a cadáver." 26

El sentido que le da Wiesel es que a él se le murió Dios a la vez 
que ese niño. Pero yo me voy a permitir darle otro sentido: Dios 
está colgado de la horca porque Dios no está con quien produce el 
dolor, sino con quien lo padece. El amor de Dios no nos protegerá 
de todo sufrimiento, pero nos protege en todo sufrimiento.

Y. ¿por qué no nos protege también del dolor? Podría intervenir 
milagrosamente, por ejemplo, para evitar las grandes catástrofes 
naturales, como los terremotos o las inundaciones...
Pero. en sana lógica. habría que preguntar: ¿ Y porqué no 
debería evitar también las catástrofes "artificiales" producidas por el 
hombre, como las guerras o la miseria?

El recurso al milagro no tendría límite: Acabaríamos exigiendo que 
el mundo fuera un milagro continuo; las leyes de la naturaleza 
dejarían de existir y cualquier intento de construir una teoría 
científica para someter la creación sería imposible. El mundo habría 
dejado de ser mundo para convertirse en un inmenso teatro donde 
Dios jugaría a las marionetas con sus criaturas privadas de libertad 
e iniciativa.

No obstante, a pesar de todas las explicaciones, cuando el dolor 
llega el hombre sigue pensando que no debía ser así. En esos 
momentos en que las razones se quedan cortas, el creyente deja 
paso a la confianza; sueña con el día en que vivamos la plenitud del 
Reino de Dios, porque para entonces hay una promesa de Cristo: 
"Aquel día no me preguntaréis nada" (Jn 1ó, 23).

Hay que hacer bueno a Dios
Si el día que llegue el Reino de Dios en toda su plenitud no 
preguntaremos nada, lo que debemos hacer es luchar para 
anticipar lo más posible ese día. Lo que necesitamos no son 
interpretaciones, sino luchar contra la existencia del dolor, para que 
se haga innecesaria su explicación. Con profundo realismo decía 
Buda:

"Si un hombre, al ser herido por una flecha envenenada, dijera: 
'¡No dejaré que me toquen la herida hasta que no sepa el nombre 
del que me ha atacado, si es un noble o un brahamán, un hombre 
libre o un esclavo! ¡No me dejaré curar sin saber antes de qué 
madera era el arco que ha lanzado esa flecha... ! ', seguro que 
moriría de esa herida." 27

Esa fue también la intuición de Lippert:
"Cual relámpago me llega ahora una ardiente luz: ¿Será este 
acaso tu propósito, tu maravilloso pensamiento: que Tú sólo cierres 
tus puertas para que yo abra las mías de par en par para que los 
desdichados tengan que venir a mí y a cada hombre que esté 
próximo a llorar con ellos...? ¿Será posible? ¿Que todas las puertas 
que quieras dejar abiertas a los pobres y desdichados, las hayas 
puesto en el corazón de tus ángeles y de tus santos? ¿Que sean 
ellos quienes por tu encargo y voluntad y en tu nombre recojan 
todas las penas y escuchen todas las oraciones?

Ah, entonces debo callar; entonces la quejumbrosa pregunta que 
te hice se tornaría en una anonadante acusación contra mí. ¿No 
escuchas, pues, nuestras preces?, te he preguntado; pero debería 
haber dicho: ¿Escucho yo las súplicas de todas tus criaturas?
¡Padre! ¡Señor y Dios! Ya veo lo que tengo que hacer; y me 
espanta la tarea: Tengo que hacerte bueno." 28

LUIS GONZÁLEZ-CARVAJAL
ESTA ES NUESTRA FE
TEOLOGIA PARA UNIVERSITARIOS
Sal Terrae, Santander-1985. Págs. 72-87

....................
1 SAN ANSELMO DE CANTORBERY, Cur Deus homo, en Obras completas, 
BAC, Madrid, 1952, t. 1, p. 885
2 MARTÍN LUTERO, Comentario de la Epístola a los Gálatas; cit. por LOUIS 
RICHARD, El misterio de la Redención, Península, Barcelona, 1966, P. 193
3 JACQUES-BÉNIGNE BOSSUET, Sermón por le vendredi saint en 
Oeuvres oratoires, t. 3, Derclée de Brouwer, París, 1891, p. 383
4 SALVADOR DE MADARIAGA, Dios y los españoles, Planeta,Barcelona, 
1981, p. 185.
5 LIN YUTANG. La importancia de vivir, Edhasa, Barcelona, 1980. p. 412.
6 ERNST BLOCH, El ateísmo en el cristianismo, Taurus, Madrid, 1983, p. 
159
7 FRIEDRICH NlETESCHE, Así habló Zaratustra en 0bras completas, 
Prestigio, Buenos Aires, 1970, t. 3, p. 422.
8 MODESTO LAFUENTE, Historia general de España, Montainer y Simón, 
Barcelona, t, 4. 1889. p. 220.
9 HUGH THOMAS. La guerra civil española, Círculo de Lectores, Barcelona, 
1977, t. 1. p. 353. Es sabido que MANUEL TUÑÓN DE LARA duda de la 
autenticidad de este episodio (La España del siglo XX, Librería Española, 
París, 1973, p. 450)
10 EDWARD SCHILLEBEECKX, Cristo y ios cristianos, Cristiandad; Madrid, 
1983. p. 711.
11 SCHILLEBEECKX. o.c., pp. 466-501 recoge 16 explicaciones diferentes 
de la redención que utiliza el Nuevo Testamento .
12 SAN IRENEO, Adversus haereses, 3, 22; PG 7, 958-960.
13 PEDRO ABELARDO, Exposición de la Epístola de Pablo a los Romanos, 
2; PL 178. 836.
14 SANTO TOMAS DE AQUlNO Suma contra gentiles, Iib 3, cap. 122, BAC, 
Madrid, 2ª ed. 1968, t 2. p. 465.
15 SAN BERNARDO, Contra los errores de Pedro Abelardo, cap 7, núm. 17; 
en Obras completas, BAC, Madrid. 1955, t. 2, p. 1015.
16 SAN ATANASIO, De incarnatione Verbi, 54; PG 25, 192; Ep. ad Adelph. 4; 
PG 26, 1077 A; Orat, Il contra Arianos, 61: PG 26, 277 B. SAN GREGORIO DE 
NISA, Orat. catech. magna, 37, 12; PG 45, 97 B; SAN GREGORIO 
NACIANCENO, Orat. 30, 6; PG 36, 109; 40. 45; PG 36, 424 B; 45, 9; PG 36, 
633-636: SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilía II in Joan., 1;- PG 59, 79; SAN 
CIRILO DE ALEJANDRÍA, Lib. 1 in Joan., acerca de Jn 1, 12; PG 73, 153 A-B; 
SAN JUAN DAMASCENO, De fide orthod. 4, 13; PG 94, 1137 A-C.
17 PALADIO, El mundo de los Padres del Desierto (La Historia Lausíaca), 
cap. 37, Studium, Madrid, 1970, p. 183.
18 SAN JUAN CRISÓSTOMO. Homilías sobre 1 Corintios, 25, 3, PG 61, 208.
19 Véanse suficientes testimonios sobre el particular en mi libro La causa 
de los pobres. causa de la Iglesia, Sal Terrae, Santander 982 pp. 95 y ss.
20 SAN LEÓN MAGNO, Homilías 15, 2 y 40, 4: en Homilías de san León 
Magno, BAC. Madrid, 1969, pp. 52 y 173.
21 SANTA TERESA DE LISIEUX, Historia de un alma cap. 6: en Obras 
completas. Monte Carmelo. Burgos. 1975. p. 245.
22 VATICANO II, Gaudium et spes, 38.
23 SANTO TOMÁS DE AQUINO, Quaest. disp. de caritate 8 ad 17. 
24 FlODOR DOSTOlEVSKI, Los hermanos Karamazov, en Obras completas, 
Aguilar, Madrid, 7ª ed.. 1973, t. 3, p. 203.
25 ALBERT CAMUS, La Peste, en Narraciones y Teatro, Aguilar, Madrid, 7ª 
ed., 1979, p. 307,
26 ELIE WIESEL La noche. el alba, el día, Muchnik, Barcelona, 1975. p. 70.
27 E. CONCE. Buddhism. Its essence and developmenlt, Oxford. 2ª ed., 
1953.
28 PETER LIPPERT, El hombre Job habla a su Dios. Jus, México, 2ª ed., 
1967, pp. 99-102.