SIGNOS DE LA VUELTA DE CRISTO


1.Presagios de la vuelta de Cristo :
Aunque la fecha de la vuelta de Cristo es indefinida, se nos han 
hecho saber los signos que la precederán. A ellos pertenecen: la 
predicación del Evangelio en todo el mundo, la conversión del pueblo 
judío, penalidades y tribulaciones de la Iglesia, la aparición del 
anticristo y el caos de la creación. 

APARTADO 1.° 
PREDICACIÓN DEL EVANGELIO EN TODO EL MUNDO 
Cristo no vendrá hasta que la Buena Nueva haya sido predicada en 
todo el mundo (/Mc/10/13; /Mt/24/14). Así ha sido determinado por 
Dios. Antes de que Cristo venga por segunda vez al mundo, los 
pueblos serán puestos ante la decisión del por o contra El. A su vuelta 
sólo podrá haber amigos o enemigos de Cristo. Los unos verán en El el 
rey largo tiempo deseado que por fin viene de la ciudad celestial y los 
otros verán el gran enemigo que dará bruscamente fin a su poderío 
erigido con todos los medios de la fuerza y la mentira. No está 
profetizado que cada hombre en particular vaya a oír la predicación de 
Cristo antes del fin del mundo, ni que todos vayan a aceptarla; la 
predicación del Evangelio será hecha antes del fin a todos los grupos 
de hombres, a todos los pueblos. El individuo recibe a Cristo en cuanto 
miembro de su pueblo (cfr. Mt. 26, 28). Cristo ha sido preparado por 
Dios como salvación ante los ojos de los pueblos, luz para iluminación 
de los pueblos extraños (Lc. 2, 30-31). Es difícil determinar cuándo se 
cumplirá esta condición dicha por Cristo. No puede decirse si ya está 
cumplida. No podemos determinar con seguridad lo grande y 
configurado que debe ser un grupo humano para que se le pueda 
aplicar el nombre de pueblo que Cristo usa. ¿Se refiere la profecía sólo 
a los grandes pueblos conductores que han decidido los destinos de la 
historia o también a todas las castas y tribus distintas dentro de un 
gran grupo? No puede darse respuesta segura. Podría decirse que 
según la profecía de Cristo se tendrá noticia de El en todo el mundo 
antes de que venga por segunda vez. Por tanto, a su vuelta no habrá 
ningún grupo humano grande, ningún pueblo que pueda decir que no 
conoce a Cristo. 
Tampoco se puede decir si el fin ocurrirá inmediatamente después 
que el Evangelio haya sido predicado a todo el mundo. Sólo está 
profetizado que el fin del mundo no ocurrirá antes de que el Evangelio 
haya sido predicado a todos los pueblos. Pero con esa profecía es 
compatible que pase un largo período de tiempo entre la predicación 
del Evangelio a todos los pueblos y el fin del mundo. 

APARTADO 2.° 
CONVERSIÓN DEL PUEBLO ELEGIDO 
JUDIOS-PUEBLO/CV CV/PUEBLO-JUDIO: Del pueblo judío existe 
una profecía especial. La existencia del pueblo judío, cuyos miembros 
viven dispersos entre los demás pueblos sin asimilarse a ellos, y 
conservando sus características, es un enigma mientras se la mida con 
las medidas usadas para la historia de otros pueblos. Ese enigma sólo 
puede ser resuelto si en su historia se admite una especial intervención 
de Dios. Sus destinos no pueden explicarse por razones políticas, sino 
por su situación teológica (Peterson). El sentido de la pervivencia del 
pueblo judío en los designios de Dios es aclarado en la epístola a los 
Romanos. San Pablo ha sufrido lo indecible bajo el destino de su 
pueblo. Era el pueblo elegido por Dios y tenía la filiación, la 
magnificencia, la alianza con Dios, la ley, las promesas. De El 
descendió Cristo según su carne (Rom. 9, 1-5). Pero sus políticos y 
teólogos desconocieron las promesas y entregaron a la muerte a quien 
iba a cumplirlas por mandato del Padre. La última palabra pública que 
Cristo dirigió al pueblo judío, según San Marcos, fue palabra de justicia 
(Mc. 12, 30). 
La masa del pueblo siguió a Cristo, aunque no entendía el sentido 
más profundo de su obra y frente a la enemistad contra El que desde el 
principio manifestaron las clases dirigentes. La opinión pública estaba 
de parte de Cristo en tal mayoría que los Sumos Sacerdotes no se 
atrevieron a detener y juzgar a Cristo en público. Debieron temer una 
revuelta del pueblo (Mc. 11, 18. 32- 14, 1-2- 22, 1; Mt. 26, 5). Vieron el 
peligro de que bajo el influjo de sus milagros creyeran todos en El, se 
sometieran a sus exigencias mesiánicas y se desligaran de los que 
hasta entonces habían sido sus jefes. Por eso tenía que morir (lo. 2, 
11, 46-50). Pero antes de que pudiera ser juzgado hubo que hacer 
cambiar la opinión pública. Después de muchos intentos fracasados de 
sorprender a Cristo públicamente, lograron los jefes excitar la pasión 
del pueblo contra Cristo, cuando Pilato, débil y deseoso de poner a 
Cristo en libertad dio a elegir al pueblo entre Cristo y Barrabás, que sin 
duda era una figura popular. Todo el pueblo participó así en la culpa 
de sus jefes. Todos se incorporaron a su responsabilidad. En la hora 
decisiva cargaron la culpa sobre sí, conscientes y con todas las 
consecuencias (Mc. 27 25). Al juzgar y condenar a Cristo todo el 
pueblo selló la repulsa al mensajero de Dios que debía cumplir las 
promesas hechas al pueblo. Cayó así bajo la misma justicia que todos 
los que rechazan a Cristo incrédulamente (lo. 13, 18-19). Jerusalén 
desaprovechó su hora (Lc. 13, 25-30; 14, 24; 39, 48; Io. 12, 37, Mt. 12, 
9-14- I Thess. 2 14-16;11Cor.11,24). 
La justicia empezó con la destrucción de Jerusalén y se continúa a 
través de la historia. Ese pueblo que está bajo la justicia de Dios no 
puede vivir ni puede morir. Así ve San Pablo la situación de su pueblo, 
del pueblo que ama y cuyo destino le duele. "Los primeros ocho 
capítulos de la epístola a los Romanos culminan en el himno de victoria 
de los elegidos (8, 37-38). Le sigue un silencio, el gran hiato de la 
epístola. San Pablo escucha alrededor de sí como un náufrago que se 
ha salvado con otros pocos en un pequeño bote, mientras que en torno 
la noche está llena de gritos de los que se ahogan. Después del largo 
silencio, el Apóstol sigue navegando con la triste concesión de fidelidad 
a Israel; llevo en el corazón una gran tristeza y una lamentación 
inacabable" (/Rm/09/02, Ez. 9, 4; Mt. 5, 4) (Stauffer). 
Pero después surge una esperanza segura de que seguirá siempre 
siendo igual. "Las actas de Dios sobre la historia de Israel no están 
cerradas todavía." La palabra divina de promesa no se ha hecho 
ineficaz porque el pueblo elegido se haya rebelado (Rom. 9, 6). Pues 
por una parte no todo el pueblo está endurecido y condenado. Una 
parte "un resto", se ha convertido al Señor, y no ha sido repudiado. Y 
así puede decirse que Dios no ha repudiado al pueblo que ha elegido 
(Rom. 11, 2. 29; 11, 16-19). En los pocos que creyeron en Cristo se 
cumplieron las promesas. Ellos fueron el punto de partida de la 
comunidad de los que se convirtieron a la fe desde el paganismo. Así 
se ha mantenido la relación histórica entre lo antiguo y lo nuevo 
revelado en Cristo. Es cierto que la salvación ya no está ligada 
exclusivamente a Israel (Mt. 3, 9; Lc. 3, 8). El nuevo pueblo de Dios no 
se reúne entre los círculos del antiguo pueblo elegido, sino entre los 
pueblos paganos. La ciudad de Dios no es el centro del nuevo orden, 
pero sigue siendo su punto de partida (Rom. 11, 16-24; 11 Cor. 8, 14; 
lo. 4, 22). El "resto" salvado de Israel fue la raíz del árbol en que anidan 
las aves del cielo. Al árbol crecido de raíces viejotestamentarias le han 
nacido nuevas ramas, los pueblos paganos. Dios mismo sembró la raíz 
y no interrumpe su obra, sino que la continúa hasta el fin a través de 
todas las rebeldías humanas (Rom. 11, 11-24). Esta es la primera 
razón para la esperanza del Apóstol. La segunda es la siguiente: 
aunque la maldición acompaña al pueblo apartado de Dios, excepto 
una parte, a lo largo de la historia, y aunque esa maldición provoque 
justicia sobre justicia, terminará algún día; tiene su plazo, porque el 
endurecimiento también lo tiene. Llegará un día en que el pueblo 
encontrará y recorrerá el camino hacia Cristo. Si, a pesar de su 
dispersión entre los pueblos, ha sido conservado por Dios como signo 
de maldición, también es conservado como signo de la bendición 
divina, que al fin superará a la maldición. Entonces se cumplirán en él 
todas las promesas hechas desde el principio y que no pudieron 
cumplirse, porque se resistió y opuso a ellas. Entonces se revelará el 
amor de Dios en todo el pueblo convertido y no sólo en un "resto". 
"Que los dones y la vocación de Dios son irrevocables" (Rom. 11, 29). 
Además, la oración de Cristo -"perdónales, Padre, que no saben lo que 
hacen"- fue más fuerte y eficaz que su grito de "su sangre caiga sobre 
nosotros y sobre nuestros hijos" (Mt. 27, 25; Lc. 23, 34). 
Su aturdimiento y ceguera terminarán cuando haya entrado en el 
reino de Cristo el número completo de paganos (Rom. 10, 8; 11, 25). 
Cuando haya sido alcanzado ese número se desatarán las vendas que 
el pueblo tenía sobre los ojos del corazón para no reconocer a Cristo 
(2 Cor. 3, 15). Entonces llegarán los últimos, quienes debían haber 
sido los primeros (Mt. 19, 30; 20, 16; Mc. 10, 31; Lc. 13, 30). Los 
paganos tienen que decir que "la salvación viene de los judíos'' (Io. 4, 
22). Y al fin de los tiempos los judíos tendrán que decir que la salvación 
definitiva está ligada a la de los paganos. Y así se salvará todo Israel 
(Rom. 11, 26). 
Así revelará Dios -que es Dios Padre- su fidelidad que perdurará a 
través de la historia a pesar de las infidelidades humanas. Mientras no 
ocurra eso, Cristo no volverá. Cuando vuelva cumplirá lo que Dios 
prometió por boca de Isaías: "De Sión vendrá la salvación" (ls. 59, 20). 
Entonces acabarán las amenazas del Señor y se cumplirán sus 
promesas: "¡Jerusalén, Jerusalén! Que matas a los profetas y apedreas 
a los que te son enviados. ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, a la 
manera que la gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no quisiste! 
Vuestra casa quedará desierta, porque en verdad os digo que no me 
veréis más hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del 
Señor" (Mt. 23, 37-39; cfr. Lc. 13, 3335; Ps. 119 [118], 26). El hecho de 
que estas palabras se pronuncien en la fiesta de la Eucaristía de la 
Iglesia significa una anticipación de la hora en que el pueblo de Israel 
clamará al Señor cuando vuelva a la tierra. Ya una vez le aclamó parte 
del pueblo: cuando entró en Jerusalén para padecer (Mc. 11, 10; Mt. 
21, 9). Cuando Cristo entre en el mundo para su triunfo último, todo el 
pueblo le aclamará. 

APARTADO 3º
LA GRAN APOSTASIA (EL ANTI-CRISTO)
APOSTASIA ANTICRISTO: Otro presagio de la vuelta de Cristo son 
los grandes esfuerzos que Satanás hace antes de la hora decisiva para 
dañar la obra de Cristo. Ya intentó apartar a Cristo de su misión, y 
después del fracaso de su tentación (Mt. 1, 40-41) empleó todas sus 
fuerzas para aniquilarle; también las emplea en la época instaurada por 
Cristo para aniquilar su obra y a los portadores de ella. Los ataques a 
la libertad y a la vida de los cristianos son los más sensibles, aunque 
no los más peligrosos. Cada vez serán más violentos hasta el final. 
Cristo no oculta a los suyos el destino que les espera. Serán 
entregados a los jueces paganos y judíos (/Mc/04/17; /Mc/13/13; 
/Mt/10/22; /Lc/06/22). El tentador, el contradictor, el calumniador pone 
en movimiento todas las cosas y todos sus recursos, para matar la 
santa palabra de Dios. "Reyes y dignidades, pseudo-místicos y 
pseudo-profetas están al servicio de la civitas diaboli" (Stauffer). Contra 
los discípulos de Cristo el diablo concita hasta a los familiares y 
paisanos. Aunque los contrastes sean tan grandes como entre los 
judíos y los paganos, entre los dominadores romanos y los sometidos 
israelitas, Satanás sabe reunir a los más enconados enemigos en un 
frente común contra los que son fieles a Cristo. A todos ellos les es 
común la aversión al mensaje de que el mundo no lo es todo, de que 
no es lo último y definitivo, ni cerrado en sí, ni autónomo, sino que la 
gloria y honor de Dios son la última realidad. Ante tal mensaje el mundo 
se revela en toda su problematicidad. Quienes sólo creen en él se 
intranquilizan y desasosiegan, intentan recuperar su tranquilidad y 
seguridad eliminando a los molestos mensajeros. Los que creen en el 
mundo tienen que perseguir a los que creen en Cristo, por muy unidos 
que estén a ellos incluso por la sangre; la oposición del espíritu es más 
fuerte que la unidad terrena. La persecución de los cristianos por los 
mundanos no se funda en un malentendido ni en la torpeza o falta de 
táctica de los cristianos, sino en la esencia misma de la fe en Cristo y 
de la fe en el mundo. 
Pero llega la hora en que está llena la medida del pecado y la 
medida del dolor. Todo perseguidor provoca la ira de Dios. Todo 
perseguido provoca la salvación de Dios. Toda persecución es, por 
tanto, una alusión al fin, e incluso una aceleración de él (/Mt/25/10). 
MARTIRES/PARUSIA PARUSIA/MARTIRES: Los sufrimientos 
provocan el fin, porque todo mártir contribuye a acercar el límite de la 
crueldad y a conseguir, por tanto, la meta de la historia (Phil. 1, 28; ll 
Thess. 1, 3; I Pet. 14, 17). Cada mártir contribuye a llenar la medida 
divina de castigo y expiación por los pecados, a apartar la ira de Dios y 
a que irrumpa el día de la gracia (Col. 1, 24). Los sufrimientos de los 
cristianos son los dolores del parto de un mundo nuevo; son presagios 
del fin de este mundo y del principio del "cielo nuevo" y de la "tierra 
nueva". Nadie sabe quién será el último mártir. Pero la historia camina 
hacia el punto culminante del odio y del dolor. Cuando llegue a él, 
sobrevendrá el fin. 

2. El ataque más grave de los poderes satánicos no se dirige contra 
la vida, sino contra la fe de los cristianos. Y ocurre lo increíble: tiene 
grandes éxitos (ll Thess. 2, 2; 1I Tim. 3, 1-9). Los hombres se 
establecen sobre la tierra, como que fuera su patria eterna; se olvidan 
de que son peregrinos y extranjeros; intentan hacer su vida sin Cristo y 
sin su ley (l lo. 2, 3-28). Resucitarán muchos tentadores prometiendo 
salvación a los hombres. Se harán pasar por salvadores y los hombres 
creerán que pueden prescindir de Cristo, que es la verdadera salud y 
salvación. Los pseudorredentores usurparán la dignidad mesiánica de 
Cristo. Hasta se revestirán con los vislumbres de lo religioso. Vendrán 
entre el oscuro brillo de lo luminoso. Se apoderarán de lo numinoso 
que actúa en el mundo contra su origen y parentesco divinos. 
Se necesita entonces el don de la discreción de espíritus. Quien no 
le tenga, podrá caer en los engaños de los falsos cristos. Será grande 
el número de los desertores. Sólo quien tenga el don de distinguir 
espíritus podrá darse cuenta del tono inauténtico de la afirmación "yo 
soy", que harán todos los falsos cristos (Mc. 13 5-6). Los falsos mesías 
intentarán hacer fidedignas sus pseudopromesas con grandes signos y 
maravillas. Sus milagros harán la impresión de que Dios los avala, 
mientras que el abandono y debilidad de los cristianos darán la 
impresión de que Dios se aparta de ellos. Pero en realidad todos los 
portentos de los poderes satánicos son milagros aparentes (Mc. 13, 
21-23). 

a) SAS/MENTIRAS: Las artes seductoras de Satán llegarán a su 
punto culminante cuando irrumpa en el tiempo la abominación de la 
desolación. Con estas palabras tomadas de Daniel (9, 27, 11, 31) 
describe Cristo, según dicen los evangelistas (/Mc/13/14; /Mt/24/15), 
los esfuerzos satánicos que preceden al fin. La expresión "abominación 
de la desolación" alude en Daniel a la estatua de Júpiter puesta en el 
templo judío por Antíoco IV el año 168 antes de Cristo con la 
consiguiente profanación del templo. Según el texto de San Marcos, la 
expresión se refiere a un poder personal, a una persona. 
Probablemente son profetizadas las matanzas crueles con que 
profanaron el templo los judíos Celotes durante el sitio de Jerusalén. 
Pero también podría aludir a un poderoso enemigo de Cristo, que erige 
su trono en el templo mismo y se sienta en el puesto de Dios. Usurpa lo 
que sólo a Dios corresponde. Probablemente Cristo alude a ambos 
sucesos, ya que las crueldades de los celotes son el preludio de la 
profanación del templo por el anti-Cristo. Cuando ocurra la última 
profanación del templo de Dios, los discípulos deberán dirigir su mirada 
hacia Cristo que viene. 

b) En la segunda Epístola a los Tesalonicenses se habla con más 
claridad de una persona que seducirá a los hombres para que 
interpreten el mundo y se entiendan a sí mismos desde sí mismos y no 
desde Dios o desde Cristo (/2Ts/02/01-13)
Antes del fin ocurrirá, pues, la gran apostasía que consiste en que 
los hombres ya no creerán en Dios ni se confiarán a su gobierno, sino 
que creerán en la tierra y en las fuerzas de la tierra. La fe en el mundo 
sustituirá a la fe en Dios; al hombre le bastarán la tierra y su 
magnificencia. Es la actitud que en la modernidad ha ocupado cada vez 
con más intensidad los corazones y espíritus de los hombres y se ha 
convertido en poder de primer rango en los movimientos de masas de 
signo materialista. 
Según la segunda epístola a los Tesalonicenses, Dios envía a los 
ateos un jefe y guía que los hunda más en el ateísmo. Todos los 
anteriores tiranos son precursores suyos. Se hace con muchos 
adeptos. Es enemigo de Dios, que exige a los hombres adoración y 
sometimiento. El "sin ley" se hace rey e incluso Dios. Sus seguidores no 
estarán sin fe ni adoración. El hombre tiene una necesidad invencible 
de adorar. Pero los que creen en el mundo adoran al superhombre 
venido de la tierra y desprecian al verdadero Dios; esperan del 
superhombre lo que los cristianos esperan de Cristo. En realidad, 
puede llenar en gran parte la esperanza de los mundanos y así se 
justifica. Hará obras admirables y los hombres serán cegados y 
seducidos por el esplendor de ellos. Así se cumple lo que Cristo 
profetizó (/Jn/05/43): muchos verán en sus obras maravillosas la 
confirmación celestial del mensaje de que él es el salvador. Intentará 
con éxito legitimarse como mesías y demostrar que es el cumplidor de 
la religión. Y así destruye la fe en Cristo y, sin embargo, satisface la 
indestructible necesidad humana de lo divino, de lo numinoso. Su 
seducción logra aquí su máximo triunfo: combate a Cristo en nombre de 
la religión, en nombre de Dios. Predica lo divino como el revés 
misterioso del mundo. Los seducidos por él pueden así satisfacer su 
necesidad de adoración volviéndose a él. La adoración sólo debida al 
verdadero Dios se dirige en una deformación abismal a su opuesto, al 
anti-Dios. Cuando se hace pasar por Cristo imita simiescamente la 
vuelta de Cristo. La anticipa en una pseudopredicación. Sólo los que 
están llenos de amor a la verdad podrán descubrir sus maniobras 
engañosas y permanecer vigilantes para el Mesías verdadero todavía 
no revelado. 
Según San Pablo, el "sin ley" está ya actuando; en la lucha de los 
fariseos y teólogos judíos contra Cristo estaba ya actuando. Todavía 
no ha aparecido, pero su espíritu aparece en los falsos mesías ya 
antes de su manifestación. Uno tras otro bajan todos al sepulcro sin 
lograr exterminar a los cristianos. Pero siempre surgen nuevos 
seductores y perseguidores. Al final vendrá uno que será la 
encarnación del odio a Cristo. Según la descripción de San Pablo su 
llegada será dificultada por un gran poder de orden. No se puede decir 
con seguridad a quién se refiere San Pablo. Los Santos Padres 
pensaron en el imperio romano, que a pesar de todo protegió el orden 
jurídico y pareció conservar en toda la tierra una paz semejante a la 
paz de Cristo. Los medievales creyeron que tal poder era el sacro 
imperio romanogermánico. La teología moderna piensa en las 
potestades angélicas. Se atribuye en especial al arcángel San Miguel la 
función que en la antigüedad se atribuía al imperio romano y en la 
Edad Media al sacro imperio. 
La palabra "contradictor" recoge la profecía del AT. En el libro de 
Daniel (/Dn/11/36) se describe casi con las mismas palabras que usa 
San Pablo la profanación del templo y autodeificación de Antíoco 
Epifanes. Ezequiel (28, 2) condena al igualmente soberbio rey de Tiro. 
Pero los textos viejotestamentarios trascienden su significación 
históricotemporal y aluden al futuro. Se trascienden a sí mismos, 
porque como todo el AT son profecías. Los reyes citados hacen lo que 
siempre se ha hecho contra Dios en la historia. El hombre orgulloso y 
autónomo siempre se negará a conceder a Dios el honor que le es 
debido y siempre buscará su propia gloria. La historia será siempre el 
campo de la lucha de la "gloria Dei" y de la "gloria mundi". El caudillo de 
quienes propugnan la "gloria mundi" es Satanás. Actúa en todos los 
odiadores de Dios y en todos los idólatras, pero actúa ocultamente 
desde el fondo. Sobre todo, puede actuar en los poderosos de la tierra, 
los cuales, cuando se rebelan contra Dios, ofrecen a Satán una 
ocasión especialmente favorable para la corrupción del mundo. 

c) Lo que San Pablo llama "contradictor" es llamado por San Juan 
"Anticristo", palabra que no se encuentra en San Pablo, aunque lo que 
él llama contradictor juega el mismo papel que el Anticristo en San 
Juan. El Anticristo ataca al cristianismo en su mismo centro; niega que 
Jesucristo sea el Mesías, el Salvador (/1Jn/02/22). San Juan lo 
describe como seductor del mundo, que promete a los hombres la 
salvación de este mundo, de sus riquezas y gloria; le ve ya actuando (I 
lo. 4, 3; 11 lo. 7). Su actividad es para el vidente el signo de que se 
acercan los últimos tiempos. Según San Juan ha habido ya muchos 
Anticristos (l lo. 2, 18). El mundo está lleno del mensaje y artes 
seductoras de los Anticristos. 
Por la descripción del Anticristo que hace San Juan se puede 
suponer que no piensa primariamente en un contradictor personal de 
Cristo, como pensaba San Pablo, sino en el espíritu anticristiano, en 
una atmósfera anticristiana, en un sentimiento vital anticristiano. Tiene 
a la vista la actitud anticristiana de quienes pecan contra el Espíritu 
Santo, rechazando fundamental y conscientemente a Cristo y su ley. El 
pecado operante en esta actitud del espíritu logra su pleno desarrollo 
en el contradictor profetizado por San Pablo. 

SCHMAUS
TEOLOGIA DOGMATICA VII
LOS NOVISIMOS
RIALP. MADRID 1961.Pág. 168-178