JESÚS - PASIÓN - MUERTE - TEXTOS

1. Una muerte dura y oscura 
J/MU/ABANDONO /Mt/27/46 /Mc/15/34:
El fracaso de morir 
Dramático: «Entonces, Jesús, pegando un grito fuerte, expiró».
Es el grito de un moribundo, que pide, para agarrarse, la mano 
del ser querido o un clavo ardiendo que sea, el grito de un 
abandonado a su suerte: «Dios mío, Dios mío ¿por qué me has 
abandonado?». Un grito a Dios. Jesús cae abandonado, 
absolutamente abandonado, de Dios.
Abandono: la dimensión más dramática de su muerte, que tan 
radicalmente la distingue de la «bella muerte» de los grandes 
hombres, fundadores de religiones.
La muerte de Jesús carece de la serenidad, libertad interior, 
superioridad, grandeza de ánimo, por ejemplo, de Sócrates, que a 
los 70 años, mitigado por la misma cicuta que le envenenaba por 
momentos, muere entre sus discípulos, tumbado y emitiendo 
sublimes pensamientos de filosofía perenne.
Moisés, el hombre de confianza de Dios, fundador del mosaísmo, 
murió rodeado de su pueblo ante el escenario de la Tierra 
Prometida, tenía 120 años y, según la leyenda, un ángel y un 
demonio se disputaron su cadáver.
Confucio muere anciano venerable, 72 años, después de 
emplear sus últimos años en la formación de los nobles, sus 
discípulos, consagrados a guardar su obra.
Mahoma muere dueño político de Arabia, en el harén, en brazos 
de la mujer favorita, a los 62 años.
Jesús, en cambio, muere a los 35 años, a traición, expulsado de 
la sociedad religiosa, renegado por sus discípulos, arruinado por 
sus enemigos, abandonado por Dios, que él había predicado, cuya 
venida había anunciado, por quien había apostado, al que llamó 
Padre, al que ahora grita, al que llora... abierto ya de brazos, 
ejecutado.
No sabemos lo que Jesús pensó y sintió al morir pero en su 
momento final queda claro que el Dios, que estaba para venir, no 
llegó. El Dios benévolo con los hombres y conocedor de 
necesidades, el Dios cercano... ausente.
El Padre bueno, que cuida de pájaros, cabellos y lirios, poderoso 
para resucitar muertos, no dio señales de vida, remedio o milagro.
Su Padre, de quien hablaba con más confianza que nadie, a 
quien cuidaba de día y noche, cuya voluntad era una orden en su 
vida, en cuyo nombre había perdonado tantos pecados, no dijo 
una palabra.
Dios deja en la estacada al mejor hombre testigo de Dios: cae 
como un impío, juzgado por Dios y liquidado para siempre. Y con él 
cae su causa, que era la causa de Dios, al que en última instancia 
pegó un grito, que se perdió para siempre en el silencio aterrador 
del éter y de Dios.

El éxito de morir 
Pero al tercer día resucitó, la noticia explotó luminosa en todas 
las direcciones de la rosa de los vientos, como fuegos artificiales y 
festivos en la noche dramática.
La creación, los hombres y la historia se enteraron que el Dios, 
que le había dejado caer a la vista de todos, en realidad había 
sostenido en su mano al abandonado a lo largo de la muerte.
Dios, públicamente ausente, había estado ocultamente presente. 
A partir de este hombre, de su Dios y de esas realidades 
históricas, el dolor será el dolor y la muerte será la muerte, porque 
el sufrimiento pasado ahí está, lo mismo que el presente, igual que 
el futuro, pero la noticia es que allí está Dios.
A partir de la vida, muerte y resurrección de Jesús, la muerte del 
hombre puede tener sentido, el sentido que tuvo la muerte de 
Jesús, una oferta de Dios. 

Alberto A. Torres, S.I.
Palabras mayores

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2.CZ/RV-D:
La cruz, lugar por excelencia de la revelación del Dios de Jesús 
La cruz es la revelación de un Dios crucificado, permanente 
escándalo para judíos y locura para paganos (/1Co/01/23-25). La 
dimensión del escándalo se precisa cuando se explicita lo que 
supone la incorporación de la cruz al discurso teológico:
- Supone la superación del Dios apático, impasible e inmutable y 
la necesidad consiguiente de incorporar al ser de Dios el 
sufrimiento, la caducidad y la muerte.
- Supone igualmente la superación del Dios omnipotente y 
omnipresente y la necesidad consiguiente de incorporar al ser de 
Dios la impotencia, la debilidad y la ausencia.
- Supone, siendo más precisos, el hacer saltar por los aires las 
alternativas entre presencia y ausencia. «¡El Dios que está con 
nosotros es el Dios que nos abandona! (Mt. 15,34). El Dios que 
nos deja vivir en el mundo sin la hipótesis de trabajo Dios, es el 
mismo Dios ante el cual nos hallamos constantemente. Ante Dios y 
con Dios vivimos sin Dios. Dios, clavado en su cruz, permite que lo 
echen del mundo...» (·Bonhoeffer-D) -potencia e impotencia- 
como ya señalaba Pablo «la debilidad de Dios es más potente que 
los hombres» (I Cor. 1,25) -locura y sabiduría- también el mismo 
Pablo insistía en que la «locura de Dios es más sabia que los 
hombres» (I Cor. 1,25). Y así volvemos a lo que queríamos decir al 
principio cuando hablábamos de la necesidad de «destrozar» 
nuestro lenguaje para hablar de Dios.
- Supone, sobre todo, cuando es considerada dialécticamente 
relacionada con la resurrección, la revelación de un Dios que salva 
y libera como Amor crucificado que se detiene ante la libertad 
humana (y así respeta la autonomía de la historia, entregándola en 
manos de la responsabilidad de los hombres), que combate el mal 
con el único poder de ese amor, es decir, no «desde fuera», a 
fuerza de intervenciones categoriales, sino "desde dentro", 
asumiéndolo como suyo y consufriendo con el que sufre (y así el 
dolor de la historia se convierte en dolor de Dios), que muere como 
Dios solución y remedio, Dios «tapahuecos» que responde a 
nuestros deseos, pero renace como Dios compañero, es decir, 
«que no protege de todo sufrimiento, pero protege en todos los 
sufrimientos» (Kung) (y así se invierte radicalmente la religiosidad 
humana hasta el punto de que «no es Dios el que tiene que evitar 
que el hombre muera sino que es el hombre el llamado a evitar el 
dolor y la muerte de Dios en la historia»).
- Supone, en fin, la revelación de un Dios que en definitiva y 
última instancia es Palabra de vida en la resurrección pero Palabra 
creíble para el hombre que sufre por haber sido pronunciada 
pasando por la cruz (y así el sufrimiento, sin quedar abolido, se 
transforma desde dentro, transfigurado por la esperanza que se 
afirma incluso contra toda esperanza).
Ante el Dios crucificado se cumple de forma muy especial lo ya 
dicho al establecer nuestro primer presupuesto hermenéutico: un 
Dios así sólo puede confesarse desde los pobres. Lo expresa muy 
bien ·Aguirre-R: «sólo 'los pequeños', 'los pobres', 'los cansados y 
fatigados', los que están en la cruz o la ven como una posibilidad 
real en su vida, pueden comprender y aceptar sin deformaciones 
-porque lo sienten como uno de los suyos- a ese Dios que cuando 
interviene en la historia para anunciar la gran esperanza asume 
precisamente el destino de un crucificado».
Los pobres son precisamente los que continúan entre nosotros 
la revelación y presencia de un Dios impotente y débil, ausente y 
sufriente, negado y crucificado. Ellos siguen siendo el signo 
escandaloso de fracaso de Dios en la historia.

Julio Lois
V Congreso de Teología

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3. J/MU/RS.
-EL SENTIDO ULTIMO DE SU MUERTE
Es obvio que, para aquellos que veían en Jesús un embaucador 
o un revoltoso político, su muerte sólo significaba que un tipo más 
de éstos había sido eliminado. Para el grupo que se reunía a su 
alrededor, en un primer momento, la cuestión estaba clara: la 
muerte en la cruz quería decir que Dios no estaba con él. Su vida y 
sus palabras quedaban desautorizadas. Fue más tarde cuando la 
experiencia de la resurrección le descubrió el sentido de la vida e 
incluso de la muerte de Jesús. Con la resurrección quedaba 
patente que Dios daba la razón a Jesús y aprobaba su camino de 
servicio a los hombres.
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4. CZ/FIDELIDAD FIDELIDAD/CZ 
En el momento de la cruz, muchos creyeron que Jesús había 
sido vencido. Pero él se niega a bajar de la cruz y llegará hasta la 
muerte. La fidelidad a Dios supondrá la aceptación de ese agujero 
negro, donde la inteligencia no ve absolutamente nada.

DIOS-CADA-DIA/1.Pág. 70

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5. J/MU/FECHA 
Juan y los sinópticos coinciden sin embargo en que Jesús fue 
condenado a muerte por el procurador romano Poncio Pilato y 
crucificado en viernes, "parasceve del sábado". Pero, según los 
sinópticos, aquel viernes era el día santísimo de pascua, es decir, 
la festividad más solemne de todo el calendario judío; mientras 
que, según Juan, el viernes era la víspera de la gran fiesta (cf. 
18,28). Como dato explícito hay que decir: para los sinópticos 
Jesús murió el viernes, 15 de nisán, en tanto que para Juan la 
muerte ocurrió el viernes 14 de nisán y desde luego a la misma 
hora que en el templo de Jerusalén se celebraba la degollación 
ritual de los corderos pascuales. Según Juan, Jesús aparece como 
el verdadero cordero pascual, del que no se podía quebrantar 
hueso alguno (cf. 19,31-36). (...)
Por lo que respecta a la fecha de la muerte de Jesús, hay que 
decir que un buen número de investigadores son del parecer de 
que en este caso ha de preferirse a Juan sobre los sinópticos. 
Pues sería muy inverosímil que el proceso y ejecución de Jesús 
hubieran tenido lugar precisamente en el día de la festividad 
máxima. Aun atribuyendo semejante proceder a los romanos, 
surgirían enormes dificultades por parte judía. Personalmente 
considero decisivo este argumento. Así, pues, la muerte de Jesús 
habría ocurrido el 14 de nisán. Con ayuda de cálculos 
astronómicos -¿cuándo cayó en viernes el 14 de nisán?- se ha 
llegado a establecer el 7 de abril del año 30 de la era cristiana 
como la fecha más probable. Siguiendo a Juan, tampoco la última 
cena de Jesús ha podido ser una cena pascual. El simbolismo 
teológico del cuarto evangelista tendría en tal caso un fundamento 
histórico.

EL NT Y SU MENSAJE
EL EVANG. SEGUN S. JUAN
/04-2
HERDER BARCELONA 1979
.Pág. 15ss.