PUEBLO DE DIOS - TEXTOS

1. I/C. SOLOS NO PODEMOS SER CRISTIANOS.
-La Iglesia es el conjunto de hombres y mujeres que a lo largo de la 
historia se han ido transmitiendo el testimonio de JC hasta llegar a 
nosotros; es el lugar en el que podemos vivir y llenarnos de estos 
signos simples (pan, palabra... ) en los que reconocemos la presencia 
de JC; es el encuentro con otros, que como nosotros, quieren vivir el 
seguimiento de Jesús y sin los cuales nosotros estaríamos demasiado 
solos como para poder intentar ser cristianos.
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2. JERARQUIA/C .
Decía ·Cipriano-SAN: "No quiero hacer nada por mi propio parecer 
sin tener en cuenta vuestro consentimiento y el del pueblo".
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3. C/AGUSTIN-SAN:
La comunidad, un fruto del Espíritu 
«Rezar juntos, pero también hablar y reír juntos. Intercambiar 
favores, leer juntos libros bien escritos. Estar juntos bromeando y 
juntos serios. Estar a veces en desacuerdo para reforzar el acuerdo 
habitual. Aprender algo unos de otros o enseñarlo los unos a los otros. 
Echar de menos a los ausentes con pena, acoger a los que llegan con 
alegría y hacer manifestaciones de este estilo y del otro, chispas del 
corazón de los que se aman y atraen, expresados en el rostro, en la 
lengua, en los ojos, en mil gestos de ternura, y cocinar los alimentos 
del hogar en donde las almas se unan en conjunto y donde varios no 
sean más que uno».
·Agustín-SAN
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4.C/CONGAR.
En la estructura de la Iglesia del mañana será preciso contar con 
unos lugares en que el hombre se rehaga, encuentre de nuevo el 
significado de las cosas y de sí mismo, critique con lucidez sus propias 
alienaciones, se exprese libremente, comunique con los demás y 
experimente la fuerza del amor.
·CONGAR-Y
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5. APOSTOL/DOCE I/PUEBLO-DE-D 
Ya la elección de los doce para formar un grupo destacado de los 
demás discípulos indica que aquí se trata de la formación de una 
comunidad nueva, pero ese hecho es aclarado todavía más por el 
número doce que forman los elegidos. Cristo eligió doce y no fue por 
capricho o por casualidad. El número doce tenía entre los semitas un 
simbolismo especial, como ya hemos dicho. Para los israelitas era 
especialmente santo por los doce patriarcas y las doce tribus 
descendientes de ellos (Mt. 19, 28; Act. 26, 7). Israel era el pueblo de 
las doce tribus. La elección de los doce recuerda el número de los 
patriarcas; era, por tanto, como signo de plenitud. Del tiempo mesiánico 
se esperaba justamente la restauración de las doce tribus de Israel. 
Cuando Cristo elige a los doce, implícitamente está diciendo que ha 
llegado el tiempo de nacer un nuevo pueblo de doce tribus, un nuevo 
Israel, el Israel del espíritu que sustituirá al Israel de la carne, el pueblo 
de doce tribus del Nuevo Testamento que fue profetizado por Isaías y 
Jeremías. Los patriarcas aparecen como tipos de los doce y éstos 
como contratipos de lo que representaban los patriarcas. Los doce 
simbolizan el nuevo pueblo de Dios; a la vez son su comienzo y 
principio: sobre ellos descansa como sobre sus cimientos. Nace un 
nuevo pueblo de Dios y son instituidos nuevos patriarcas (cfr. Ia 
expresión epoíesen); son instituidos por Cristo, con lo que El 
desempeña un papel semejante al de Jacob. La comparación con 
Jacob, descendiente de Abraham, se aclara también en el hecho de 
que el cielo se abre sobre Cristo y los ángeles suben y bajan 
(/Jn/01/51); Jacob vio en sueños ángeles que subían y bajaban como 
por una escalera (Gen. 28, 10-11); San Juan cuenta además que en 
Samaría y junto al pozo de Jacob Jesús es comparado con Jacob (Jn 4, 
1-42). En la elección de los doce se expresa, por tanto, la relación con 
el antiguo pueblo de las doce tribus y la diferencia de él. El nuevo 
pueblo nace del antiguo y crece sobre él y lo trasciende; y así resulta 
que en el reino de Dios los doce se sentarán en tronos para juzgar a 
las doce tribus de Israel (/Mt/19/28). 
La importancia del número doce se destaca después de la traición de 
Judas; como el número no estaba completo por culpa del suicidio de 
Judas (Jo. 20, 24; I Cor. 15, 5) se trató de completarlo. Fue elegido a 
suertes; se debía encontrar así al elegido por Dios (Act. 1, 21-26). La 
suerte eligió a Matías. Después no se llenaron ya más los huecos 
hechos por la muerte de los apóstoles (Act. 12, 2). El círculo de los 
doce fue evidentemente entendido como principio y fundamento del 
nuevo Israel; cuando cumplió su misión y el nuevo pueblo de Dios 
empezó a vivir, ya no necesitó existir. La expresión -frecuentemente 
repetida- «uno de los doce» indica hasta qué punto se tuvo conciencia 
de que el círculo de los doce formaba un grupo fijo y concreto. (Mt. 26, 
14; Mc. 14, 10. 20. 43; Lc. 22, 3. 47; lo. 6, 71; 20, 24).

SCHMAUS
TEOLOGIA DOGMATICA IV
LA IGLESIA
RIALP. MADRID 1960.Págs. 121 s.