CONFESIÓN
DE LAS CULPAS Y PETICIÓN DE PERDÓN
Oración
universal presidida por el Papa
CIUDAD
DEL VATICANO, 12 MARZO 2.000 (ZENIT.org).-
La
solemne petición de perdón por los pecados pasados y presentes de los hijos de
la Iglesia ha sido, sin duda, uno de los momentos más característicos de este
Jubileo. Un acto único que tuvo su expresión culminante en la Oración
Universal que presidió el Juan Pablo II esta mañana en la Basílica del
Vaticano y en la que le acompañaron siete cardenales de la Curia romana. Zenit
ofrece el texto íntegro en castellano de la plegaria tal y como aparecía en el
opúsculo que fue entregado a los peregrinos que participaron en la celebración.
*
* *
Monición
de entrada El Santo Padre:
Hermanos
y hermanas, supliquemos con confianza a Dios nuestro Padre, misericordioso y
compasivo, lento a la ira y grande en el amor y la fidelidad, que acepte el
arrepentimiento de su pueblo, que confiesa humildemente sus propias culpas, y le
conceda su misericordia.
Todos
rezan unos momentos en silencio.
I.
CONFESIÓN DE LOS PECADOS EN GENERAL
Un
Representante de la Curia Romana:
Oremos
para que nuestra confesión y nuestro arrepentimiento estén inspirados por el
Espíritu Santo, nuestro dolor sea consciente y profundo, y, considerando con
humildad las culpas del pasado en una auténtica «purificación de la memoria»,
nos comprometamos en un camino de verdadera conversión.
Oración
en silencio.
El
Santo Padre:
Señor
Dios, tu Iglesia peregrina, santificada siempre por ti con la sangre de tu Hijo,
acoge en su seno en cada época a nuevos miembros que brillan por su santidad y
a otros que, con su desobediencia a ti, contradicen la fe profesada en el santo
Evangelio. Tú, que permaneces fiel aún cuando nosotros te somos infieles,
perdona nuestras culpas y concédenos ser entre los hombres auténticos testigos
tuyos.
Por
Cristo nuestro Señor. R. Amen.
II.
CONFESIÓN DE LAS CULPAS EN EL SERVICIO DE LA VERDAD
Un
Representante de la Curia Romana:
Oremos
para que cada uno de nosotros, reconociendo que también los hombres de Iglesia,
en nombre de la fe y de la moral, han recurrido a veces a métodos no evangélicos
en su justo deber de defender la verdad, imite al Señor Jesús, manso y humilde
de corazón. Oración en silencio.
El
Santo Padre:
Señor,
Dios de todos los hombres, en algunas épocas de la historia los cristianos a
veces han transigido con métodos de intolerancia y no han seguido el gran
mandamiento del amor, desfigurando así el rostro de la Iglesia, tu Esposa. Ten
misericordia de tus hijos pecadores y acepta nuestro propósito de buscar y
promover la verdad en la dulzura de la caridad, conscientes de que la verdad sólo
se impone con la fuerza de la verdad misma.
Por
Cristo nuestro Señor. R. Amén.
III.
CONFESIÓN DE LOS PECADOS QUE HAN COMPROMETIDO LA UNIDAD DEL CUERPO DE CRISTO
Un
Representante de la Curia Romana:
Oremos
para que el reconocimiento de los pecados que han lastimado la unidad del Cuerpo
de Cristo y herido la caridad fraterna, allane el camino hacia la reconciliación
y la comunión de todos los cristianos. Oración en silencio.
El
Santo Padre:
Padre
misericordioso, la víspera de su pasión tu Hijo oró por la unidad de los que
creen en él: ellos, sin embargo, en contra de su voluntad, se han enfrentado y
dividido, se han condenado y combatido recíprocamente. Imploramos ardientemente
tu perdón y te pedimos el don de un corazón penitente, para que todos los
cristianos, reconciliados contigo y entre sí en un solo cuerpo y un solo espíritu,
puedan revivir la experiencia gozosa de la plena comunión.
Por
Cristo nuestro Señor. R. Amén.
IV.
CONFESIÓN DE LAS CULPAS EN RELACIÓN CON ISRAEL
V.
CONFESIÓN DE LAS CULPAS COMETIDAS CON COMPORTAMIENTOS CONTRA EL AMOR, LA PAZ,
LOS DERECHOS DE LOS PUEBLOS, EL RESPETO DE LAS CULTURAS Y DE LAS RELIGIONES
Un
Representante de la Curia Romana:
Oremos
para que, contemplando a Jesús, nuestro Señor y nuestra Paz, los cristianos se
arrepientan de las palabras y conductas a veces suscitadas por el orgullo, el
odio, la voluntad de dominio sobre los demás, la hostilidad hacia los miembros
de otras religiones y hacia los grupos sociales más débiles, como son los
emigrantes y los gitanos. Oración en silencio.
El
Santo Padre:
Señor
del mundo, Padre de todos los hombres, por medio de tu Hijo nos has pedido amar
a los enemigos, hacer bien a los que nos odian y orar por los que nos persiguen.
Muchas veces, sin embargo, los cristianos han desmentido el Evangelio y,
cediendo a la lógica de la fuerza, han violado los derechos de etnias y
pueblos, despreciando sus culturas y tradiciones religiosas: muéstrate paciente
y misericordioso con nosotros y perdónanos.
Por
Cristo nuestro Señor. R. Amen.
VI.
CONFESIÓN DE LOS PECADOS QUE HAN HERIDO LA DIGNIDAD DE LA MUJER Y LA UNIDAD DEL
GÉNERO HUMANO
Un
Representante de la Curia Romana:
Oremos
por todos aquellos a quienes se ha ofendido en su dignidad humana y cuyos
derechos han sido vulnerados: oremos por las mujeres, tantas veces humilladas y
marginadas, y reconozcamos la formas de connivencia de las que también se han
hecho culpables muchos cristianos.
Oración
en silencio.
El
Santo Padre:
Señor
Dios, Padre nuestro, tú has creado al ser humano, hombre y mujer, a tu imagen y
semejanza y has querido la diversidad de los pueblos en la unidad de la familia
humana; sin embargo, a veces, la igualdad de tus hijos no ha sido reconocida, y
los cristianos se han hecho culpables de actitudes de marginación y exclusión,
permitiendo las discriminaciones a causa de la diversidad de raza o de etnia.
Perdónanos y concédenos la gracia de poder curar las heridas todavía
presentes en tu comunidad a causa del pecado, de modo que todos podamos
sentirnos hijos tuyos.
Por
Cristo nuestro Señor. R. Amén.
VII.
CONFESIÓN DE LOS PECADOS EN EL CAMPO DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA
PERSONA
Un
Representante de la Curia Romana: Oremos por todos los seres humanos del mundo,
especialmente por los menores víctimas de abusos, por los pobres, los
marginados, los últimos; oremos por los más indefensos, los no nacidos
destruidos en el seno materno o incluso utilizados para la experimentación por
cuantos han abusado de las posibilidades que ofrece la biotecnología, falseando
las finalidades de la ciencia.
Oración
en silencio.
El
Santo Padre:
Dios,
Padre nuestro, que siempre escuchas el grito de los pobres, cuántas veces
tampoco los cristianos te han reconocido en quien tiene hambre, en quien tiene
sed, en quien está desnudo, en quien es perseguido, en quien está encarcelado,
en quien no tiene posibilidad alguna de defenderse, especialmente en las
primeras etapas de su existencia. Por todos los que han cometido injusticias,
confiando en la riqueza y en el poder y despreciando a los «pequeños», tus
preferidos, te pedimos perdón: ten piedad de nosotros y acepta nuestro
arrepentimiento.
Por
Cristo nuestro Señor. R. Amén.
ORACION
FINAL
El
Santo Padre:
Oh
Padre misericordioso, tu Hijo Jesucristo, juez de vivos y muertos, en la
humildad de su primera venida ha rescatado a la humanidad del pecado y, en su
retorno glorioso, pedirá cuentas de todas las culpas: concede tu misericordia y
el perdón de los pecados a nuestros padres, a nuestros hermanos y a nosotros
tus siervos, que impulsados por el Espíritu Santo volvemos a ti arrepentidos de
todo corazón,
Por
Cristo nuestro Señor. R. Amen.
Primer
Domingo de Cuaresma - «Jornada del Perdón» - Basílica Vaticana, 12 de marzo
de 2000). ZS00031209
¿POR
QUE PIDE PERDON EL PAPA POR LAS CULPAS DE LOS HIJOS DE LA IGLESIA?
Así
respondió el mismo pontífice al encontrarse con los peregrinos CIUDAD DEL
VATICANO, 12 mar (ZENIT.org).-
La
Iglesia no pide perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos por
razones de imagen o con segundas intenciones. Lo hace porque, a pesar de que fue
fundada por Cristo, sus hijos son hombres y mujeres, como todos, capaces de
ofender a Dios y a sus hermanos. De este modo, con su comportamiento, en
ocasiones empañan la belleza del mensaje de Jesús.
Estas
son las palabras con las que Juan Pablo II aclaró este mediodía, al
encontrarse con los peregrinos con motivo del rezo de la oración mariana del «Angelus»,
los motivos que le han llevado a pronunciar esta inédita confesión de perdón.
*
* *
¡Queridos
hermanos y hermanas!
1.
En el marco de fe del Gran Jubileo, hoy hemos celebrado la Jornada del Perdón.
En la Basílica de San Pedro he presidido esta mañana un sugerente y solemne
acto penitencial. En este primer domingo de Cuaresma, obispos y comunidades
eclesiales en las diferentes partes del mundo, en nombre de todo el pueblo
cristiano, se han arrodillado ante Dios para implorar el perdón. El año santo
es tiempo de purificación: La Iglesia es santa porque Cristo es su Cabeza y
Esposo, el Espíritu su alma vivificante y la Virgen y los santos su manifestación
más auténtica. Sin embargo, los hijos de la Iglesia conocen la experiencia del
pecado, cuyas sombras se reflejan en ella obscureciendo su belleza. Por este
motivo, la Iglesia no deja de implorar el perdón de Dios por los pecados de sus
miembros.
2.
No se trata de un juicio sobre la responsabilidad subjetiva de los hermanos que
nos han precedido: esto es algo que sólo le corresponde a Dios, quien --a
diferencia de nosotros, seres humanos-- es capaz de «escrutar el corazón y la
mente». El acto de hoy es un reconocimiento sincero de las culpas cometidas por
los hijos de la Iglesia en el pasado remoto y en el reciente, y una súplica
humilde del perdón de Dios. Esto no dejará de despertar las conciencias,
permitiendo que los cristianos entren en el tercer milenio más abiertos a Dios
y a su designio de amor. Mientras pedimos perdón, perdonamos. Es lo que decimos
todos los días a rezar la oración que Cristo nos enseñó: «Padre nuestro...
perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos
ofenden». ¡Que esta Jornada jubilar traiga a todos los creyentes el fruto del
perdón recíprocamente concedido y acogido! Del perdón florece la reconciliación.
Esto es lo que deseamos para toda comunidad eclesial para el conjunto de todos
los creyentes en Cristo y para el mundo entero.
3. Perdonados y dispuestos a perdonar, los cristianos entran en el tercer milenio como testigos más creíbles de la esperanza. Tras siglos caracterizados por violencias y destrucciones, y tras este último, particularmente dramático, la Iglesia presenta a la humanidad que cruza el umbral del tercer milenio el Evangelio del perdón y de la reconciliación, como presupuesto para construir la auténtica paz. ¡Ser testigos de esperanza! Este es también el lema de los Ejercicios Espirituales que esta tarde comenzaré con mis colaboradores de la Curia romana. Desde ahora doy las gracias a quienes me acompañarán en estos días con la oración e invoco a la Virgen, Madre de la divina Misericordia, para que nos ayude a todos a vivir con fruto el tiempo de Cuaresma