CAPÍTULO I

CARACTERES GENERALES DE LA IGLESIA IMPERIAL BIZANTINA EN VÍSPERAS DEL PRIMER MEDIEVO

 

I. Significado y objetivos de nuestro curso

Nuestro curso de Historia de la Iglesia en la Edad Media no debe reducirse a una mera información elemental de hechos. En primer lugar se pretende un juicio crítico y vivo de los acontecimientos históricos, los puntos focales de la Historia de la Iglesia. En segundo lugar se trata de acercarnos a las fuentes, en especial las principales de cada evento. Tener un contacto personal con el material histórico primario es de una gran importancia. Y, en tercer lugar, analizar los fenómenos estudiados, para conducir a una investigación personalizada.

1. Parámetros usados

La Historia de la Iglesia es una disciplina teológica. Intenta contestar preguntas que vienen desde la Teología. Es posible estudiar fenómenos de la Historia de la Iglesia con resultados óptimos desde la óptica de un historiador profano. Pero la Historia de la Iglesia posee su propio objeto formal.

¿Historia de la Iglesia o Historia del Cristianismo? La diferencia entre estas dos disciplinas no reside en la hostilidad o benevolencia hacia la Iglesia; tampoco está en el método histórico, que en ambos casos debe ser crítico. La diferencia la podemos encontrar en lo que se está publicando últimamente, en las nuevas historias del cristianismo. La historia profana tiene unos parámetros distintos a los del historiador eclesiástico, plantea otras preguntas a las fuentes. Un historiador de la Iglesia, que también es teólogo, se encuentra en un continuo coloquio con la tradición de la Iglesia. No lo hace para juzgar .no somos jueces de las generaciones pasadas., sino para entender. También para ayudar a la Iglesia de nuestros días acerca de lo que hoy es esencial para la propia condición eclesial y lo que está más bien vinculado a las circunstancias de tiempo y de lugar.

Un criterio de acercamiento al estudio de la Historia de la Iglesia es el eclesiológico. La eclesiología es la clave de la historia de la Iglesia, sobre todo en el Medievo. De hecho, Y. Congar ha examinado este período desde esta postura en su Eclesiología de la Edad Media. Lógicamente no es la única clave de acercamiento la eclesiología, sino también la liturgia, las costumbres .devociones, supersticiones, piedad popular..... A. Angenendt ha estudiado en La historia de la religiosidad del Medievo el fenómeno de la religiosidad medieval desde el punto de vista de un teólogo que conoce muy bien la historia, así como la antropología y la etnología .inquietud esta última de la escuela americana.. Ningún medievalista, es cierto, puede interesarse del mismo modo de todos estos aspectos. Así, por ejemplo, debemos estudiar atentamente la evolución del papado.

2. Límites cronológicos

El período que nos proponemos estudiar abarca un amplio período que va desde el II concilio Trulano (692) hasta el siglo IX. Entramos en el núcleo de la discusión sobre el inicio del Medievo. Ciertamente que el 692 es una elección arbitraria, pues es la fecha en que se inicia el camino hacia el cisma del 1054. Sin embargo, no es una fecha feliz para verificar el paso de la Antigüedad al Medievo. No hay un año preciso

La descomposición del mundo antiguo y la aparición de nuevas estructuras no es un fenómeno idéntico en todas partes. Para el mundo bizantino este período podría iniciarse con la iconoclastia. La situación en Occidente, sin embargo, es mucho más confusa. En Italia comienza con los lombardos, desde el momento en que se destruyen las estructuras estatales romano-bizantinas.. Sin embargo, la cancillería pontificia sigue su trabajo como si nada hubiera ocurrido. En España podría situarse este relevo epocal en la mitad del siglo VI con los visigodos; sin embargo, Isidoro de Sevilla está fuertemente arraigado en la tradición antigua. En la Galia, Gregorio de Tours (+594) hereda la tradición de la Antigüedad, pero teológicamente no pertenece al mundo patrístico. El mundo merovingio presenta una evolución: elementos de la administración romana van quedando atrás, mientras que elementos nuevos germánicos surgen con fuerza. Gregorio Magno acomete la evangelización de los anglosajones: es calificado como el último papa de la Antigüedad, y, sin embargo, con él comienza el giro del papado hacia el mundo germánico.

Podríamos poner, pues, el inicio del Medievo en el final del siglo VI y no al final del VII, como tradicionalmente se ha considerado. 

3. Selección de temas

Nuestro estudio lo iremos delimitando desde unas áreas muy concretas: Bizancio, el reino franco y los Balcanes. Roma no es el centro del mundo en este período del final del siglo VII. El historiador debe ver esto. Sólo en el siglo XI retomará de nuevo la iniciativa eclesiástica, no antes.

Comenzaremos nuestro recorrido por la Iglesia en Bizancio hasta los iconoclastas. Después veremos los pueblos occidentales desde el final de las migraciones, especialmente los francos. Por último, regresaremos a Bizancio

II. El Imperio bizantino en vísperas del primer Medievo  

La estrecha relación entre emperador e Iglesia, ideología y cultura cristiana en Bizancio, ha fascinado a los contemporáneos, tanto dentro de Bizancio como fuera de él. Y no sólo a los contemporáneos, sino a generaciones sucesivas. El esplendor de este sistema ha sido del todo visible. Asumía casi un modelo que ha tenido efecto hasta nuestros días en algunas regiones .así, por ejemplo, en Serbia, Rusia y otras zonas del este europeo.. Nos acercamos al estudio de este modelo sin prejuicios, con la necesidad de tener en cuenta muchos aspectos. El primer aspecto es el histórico: no hay ningún sistema que sea estático; depende todo del curso de evolución de la sociedad bizantina. Un segundo aspecto sería el ideológico, qué influjos ha tenido este modelo de relación .el sistema romano, el helenista, el oriental y el cristiano.. Un tercer aspecto es el religioso, el papel determinante que el cristianismo tiene sobre el Imperio romano. El aspecto teológico, el concepto que se tiene de Dios, es también determinante. Y, finalmente, no podemos despreciar otros elementos culturales, económicos y sociales que se interrelacionan entre sí de una manera importante. 

El período comprendido entre los siglos V y VI es muy importante para la formación del modelo bizantino de relación Iglesia-Estado. Para entenderlo necesitamos estudiar la figura de algunos emperadores. Comenzamos con Justiniano I, el último gran emperador romano (527-565). El prólogo a su Novela VI (535) es muy significativo: marca el papel del emperador en el concepto católico de sacerdocio. El sacerdocio debe estar al servicio de las cosas divinas; el emperador debe estarlo al servicio de las humanas. Ambos proceden del mismo principio. El sacerdote ha de vivir santamente, porque esto influye positivamente en el emperador. Es un texto programático, situado al inicio de la problemática Iglesia-Estado en Bizancio.

Justiniano comienza, inmediatamente de su subida al trono, con una reforma del Derecho, confiada a una comisión de diez expertos presidida por Triboniano. La finalidad del Codex Iuris Civilis es simplificar el Derecho y su administración. Al principio se piensa en tres partes: Institutiones .colección de leyes imperiales, pues se trata de actualizar las leyes antiguas.; Regesta o Pandetas .extractos de la literatura jurídica anterior, todo lo esencial de la tradición jurídica romana; cerca de 2.000 sentencias antiguas. y, finalmente, las Instituciones de Gallo .manual jurídico para la enseñanza del Derecho.. En la segunda edición del Códice sale otro libro: Novelas o Auténtica. Eran nuevas letras sobre el Códice, escritas en griego. Por tanto, el Codex Iuris Civilis se compone de cuatro partes: Institutiones, Pandetas .50 libros con extractos de derecho privado., Codex .recopilación de leyes imperiales entre el 528 y el 534. y Novelas .leyes imperiales emanadas después del 534.. 

El sistema que se propone Justiniano de realizar una unidad ordenada, una armonía entre Iglesia y Estado, no podía fundarse desde un punto de vista teológico. De hecho, hay una diferencia esencial entre el ministerio eclesiástico y el cargo imperial. No coinciden. La armonía es expresión de una peculiar ideología helenístico-cristiana, la cual procede de la ideología romano-pagana .que se remonta a la realidad política y social de aquel mundo pagano.. El resultado debía ser el ideal del emperador, que, como tal ideal, en la realidad frecuentemente no funcionaba.

Resultado de grandes concilios era el Derecho eclesiástico. Las decisiones sinodales, una vez confirmadas por el emperador, llegaban a tener rango de leyes imperiales, siendo integradas en el Derecho estatal y generando amenazas a los infractores .es decir, a los herejes.. Esta doble cara de las leyes es significativa. Hasta Justiniano la legislación imperial se ocupaba de la política religiosa de una manera muy concreta: aquellas leyes que se fijaban en los privilegios hacia el clero. Ahora Justiniano da un fundamento teórico al poder estatal y al clero, introduciendo una idea helenística: Dios es la única fuente de la ley, y ha delegado este poder legislativo en la tierra en el emperador. Con el tiempo, los obispos acabarían siendo funcionarios estatales, en cuanto ocupaban funciones de administración. El alto clero venía integrado en la aristocracia bizantina.

En el 451, con Anastasio I, el arzobispo de Constantinopla recibe un papel principal en el rito de la coronación imperial. Así se da un creciente influjo de la Iglesia. La coronación se hace, en el 602, en la iglesia de San Juan Bautista; después, en el 610 y en el 638, en San Esteban de Palacio; a partir del 641 se realizará en Santa Sofía. La jerarquía será integrada de modo creciente en el ceremonial imperial[1]. Esto favoreció la identificación entre la concepción eclesiástica y la imperial. Esta identificación se estableció, sobre todo, con el alto clero. Las diferencias entre el alto y el bajo clero son muy superiores a las de Occidente. El clero, en la sociedad bizantina, era 00bastante despreciado; esta sociedad vacilaba entre respeto y desprecio; no tenía gran reputación el clero.

Las tensiones y los problemas entre el clero tienen raíces más prácticas que teológicas. Hasta finales del siglo VI no se desarrolla una concepción política-religiosa de contraste. La oposición dentro de la Iglesia contra este sistema de relación con el Estado empezaba a emerger. La oposición teórica mejor fundada parte de Máximo Confesor (580-662), siendo profundamente diversa de la propaganda imperial. Aparte de ser un autor teológico de enorme relieve, es la cabeza de la oposición ortodoxa contra la política de integración de la Iglesia en el Estado bizantino[2], así como de los derechos de la sede apostólica de Roma. Se pone enfrente de la teoría .promovida por el emperador y la corte, así como de los teólogos aduladores. que defendía el significado teológico del emperador y su papel dentro de la Iglesia. Ante el tribunal imperial, en el 655, se defiende: la polémica contra Constante II es muy fuerte. Máximo rechaza no toda la teoría imperial, sino la tentativa de dar a esta ideología una base teológica cristiana. Pone al emperador entre los laicos, después del clero. Esto, en el siglo VII, se entendía como una provocación. Cuando en el 656 llega a la Galia, le dice a Teodosio de Cesarea en una disputa: «Ningún canon dice que sea sólo el emperador quien deba convocar un sínodo... La aprobación de las decisiones de un concilio sólo pueden reconocerse si son ortodoxas, no simplemente porque las apruebe el emperador». Sus posiciones no son de índole política, sino teológica.

La gama de interpretación entre la relación de emperador e Iglesia es muy amplia. En esta época no es correcto hablar de cesaropapismo, término que aparece en la historiografía occidental del siglo XVIII para referirse al pleno Medievo. El prólogo de Justiniano I en su Novela VI es significativo. En ámbito occidental, Gelasio I, en el 494, formula la teoría de los dos poderes, texto muy importante para el Medievo occidental y que entra en las Decretales de Graciano[3]: «Imperator intra Ecclesiam, no supra Ecclesiam» .tomado de Ambrosio de Milán..

III. El monacato bizantino

La vida ascética se difundió a partir del siglo IV en Egipto, Palestina y Siria, es decir, en las diócesis imperiales del Asia y del Ponto. En los siglos V y VI la cifra de monjes y monasterios aumenta. En Constantinopla llega a haber 92 monasterios en el siglo VI. No obstante, en el siglo VII se produce una crisis, la cual, sin embargo, no extinguió el desarrollo monástico. Constantinopla y la zona occidental del Asia Menor estaban poblados de monasterios. Los sínodos demuestran un aumento notable. Calcedonia I fue el primer concilio que empezó a regular este movimiento[4], hasta entonces espontáneo. El canon 23 es muy interesante: refiriéndose a la situación de Constantinopla, ordena la expulsión de clérigos y monjes que se acerquen a la capital sin el permiso de su obispo. Justiniano I también dictó algún decreto a este respecto.

Fundamental es el monasterio autónomo. En Bizancio no se formó nunca una centralización a lo occidental .con formación de federaciones y órdenes monásticas.. Un monje oriental que tomaba en serio su vocación era un hombre carismático. En el culmen de la estima general se encontraban los estilitas, expresión ascética muy extrema para nosotros, pero que en aquella época se presentaba como la cumbre de la aspiración espiritual.. Simeón el Viejo (412-459) vivió sobre una columna en Mesopotamia. Su discípulo, el sirio Daniel, llevó esta forma de vida a Constantinopla. Su influjo sobre la política religiosa de la capital era muy importante. El impacto de la Iglesia sobre la sociedad bizantina es enorme, siendo obra, sobre todo, del monacato. Gracias a él se va produciendo una transformación de una sociedad pagana en cristiana. En el siglo VIII Ciro, monje, llega a ser patriarca de Constantinopla (705-711).

IV. Relaciones de la Iglesia con la sociedad bizantina

Según G. Ostrogorski[5] no se puede entender la sociedad bizantina si se le quitan cualquiera de estos tres elementos: Estado romano, cultura griega e Iglesia. Hasta el siglo IV la propiedad de la tierra y la riqueza de la Iglesia iba creciendo mediante donaciones .también por parte del emperador.; la reducción de tasas para el clero favoreció este aumento de riqueza. La legislación imperial, sin embargo, tentó un compromiso de medidas contra el abuso de una parte del clero. Así, por ejemplo, ser frenaba la entrada en el estado clerical. Valentiniano III insistió en el 439[6] en que los municipios debían frenar el aumento sin límites del clero que no pagaba tasas. En el siglo VII Heraclio habla de unos 600 clérigos vinculados a la iglesia de Santa Sofía.

San Basilio Magno, san Gregorio de Nacianzo y san Juan Crisóstomo trabajan y escriben de una manera importante acerca de la labor social de la Iglesia. Sobre todo serán los monjes quienes atiendan estas ocupaciones sociales: hospitales, manicomios, comedores, asistencia al pueblo en momentos de particular carestía... Antes no existía la asistencia social. Los hospitales aparecen por primera vez en el mundo cristiano bizantino.

Todo esto se refleja en la legislación imperial de Justiniano I, poniendo esta asistencia bajo la custodia de los obispos. Así también se justificaba la exención de tasas.

Hemos hablado de la participación de la Iglesia en el ceremonial de la coronación imperial. Bajo Tiberio II Constantinos (578-582) y Justiniano II (685-695/704-711) los símbolos cristianos en el ritual de la corte llegaron a ser muy importantes. La batalla de Heraclio contra los persas fue precedida por una ceremonia religiosa en Constantinopla (5 de abril del 622). Era muy importante la defensa de Constantinopla contra los ávaros y contra los persas; los símbolos cristianos habrían salvado la ciudad. En el 630 se recupera la Santa Cruz de Jerusalén, introduciendo la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Se vive en un clima de entusiasmo cristiano. El influjo del cristianismo sobre la población entre los siglos V y VI es creciente, de tal manera que asistimos a un proceso de eliminación del paganismo.

 

[1]Muy complicado, con un enorme desarrollo.

[2]PG 90, 117BC, 117D, 148A.

[3]D 96, c. 10.

[4]Cánones 4, 8, 18 y 24.

[5]Geschichte des Byzantinischen Staates, München 31963.

[6]Novela III.