11. Resurrección, Ascensión y
Segunda Venida de Jesús
Por Pbro. Dr. Pablo Arce Gargollo
El milagro de la resurrección es el más
importante que obró Jesucristo, la prueba más clara de su divinidad, y
el principal fundamento de nuestra fe.
11.1 DESCENSO DE CRISTO A LOS INFIERNOS
Las palabras "bajó a los infiernos" que recitábamos en el
Credo significan que el alma de Cristo, separada de su cuerpo, bajó al
lugar donde los justos del Antiguo Testamento esperaban la Redención.
La palabra "infiernos" significa los lugares inferiores. Estos
son tres: a) El infierno propiamente dicho, o lugar de los condenados;
b) El purgatorio, donde se purifican las almas; y c) El llamado seno de
Abraham, donde los justos del Antiguo Testamento esperaban la Redención.
A este lugar nos referimos ahora.
Estas almas se hallaban detenidas allí porque el cielo estaba cerrado
con el pecado; y nadie podía entrar en él antes de que Cristo lo
abriera, con su muerte. Y aunque no experimentaban sufrimiento alguno,
era ,muy grande su deseo de ver a Dios.
Jesucristo descendió ahí para consolar estas almas justas, hacerles
saber que el misterio de la Redención se había realizado, y que pronto
irían con El al cielo.
11.2 LA RESURRECCION DE CRISTO
El artículo del Credo: "Resucitó al tercer día", nos enseña
que Cristo por su propio poder juntó su alma con su cuerpo, para nunca
más morir.
Es de advertir que en tanto que los demás muertos que han resucitado,
han sido resucitados por el poder de Cristo, éste resucitó por su
propia virtud.
Advierte el Catecismo Romano la conveniencia de que resucitara al tercer
día; pues si hubiera resucitado antes, su muerte no hubiera quedado
comprobada, así como tampoco su Resurrección, prueba de su divinidad.
Los guardias que custodiaban el sepulcro no lo vieron resucitar. Pero
sintieron el terremoto que acompañó su resurrección, y vieron que un
ángel del Señor bajó del cielo, removió la piedra del sepulcro y se
sentó en ella. Su semblante deslumbraba como el rayo, y sus vestiduras
eran como la nieve. Los guardias repuestos del espanto que sufrieron,
refirieron lo ocurrido a los príncipes de los sacerdotes.
María Magdalena y otras santas mujeres fueron el domingo muy de mañana
al sepulcro y lo encontraron vacío. Cristo se les apareció, y les
ordenó que anunciaran su resurrección a los discípulos (cfr. Mt. 28,
Mc. 16, Lc. 24, Jn. 20, etc.).
Después siguieron las diversas apariciones, ya a algunos apóstoles en
particular, ya a todos reunidos en el Cenáculo, y a todos los discípulos.
San Pablo da cuenta de que una vez se apareció a más de 500 hermanos,
a cuyo testimonio apela.
11.2.1 Importancia de este milagro
El milagro de la resurrección es el más importante que obró
Jesucristo, la prueba más clara de su divinidad, y el principal
fundamento de nuestra fe. Así escribía San Pablo a los corintios:
"Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, y vana
vuestra fe" (I Cor. 15, 14).
Da mayor valor a este milagro la circunstancia de que Cristo profetizó
en diversas ocasiones su resurrección. Esto lo sabían no sólo los apóstoles,
sino también los enemigos de Cristo; y así se apresuraron a pedirle a
Pilatos guardias para el sepulcro, no fuera que sus discípulos lo
robaran (cfr. Mt. 16, 21; 17, 9; 20, 19).
"Nos acordamos, dijeron los judíos a Pilatos, que aquél impostor,
estando todavía en vida, dijo: después de tres días resucitaré.
Manda, pues, que se guarde el sepulcro hasta el tercer día, no vayan
sus discípulos y le hurten, y digan a la plebe: ha resucitado de entre
los muertos; y sea el último engaño más pernicioso que el primero.
Les respondió Pilatos: Ahí tenéis la guardia; id y ponedla como os
parezca. Con esto yendo allá, aseguraron bien el sepulcro, sellando la
puerta y poniendo guardias" (Mt. 27, 63-66).
11.2.2 Pruebas de su Resurrección
Sabemos que Cristo resucitó verdaderamente por el testimonio de los Apóstoles
y de muchos discípulos que le vieron muchas veces después de su
resurrección, que hablaron y comieron con El, y llegaron a tocar su
cuerpo, como el Apóstol Tomás.
Aparición a los discípulos en el Cenáculo
Estando los discípulos en el Cenáculo, Jesús se les apareció de
repente y les dijo: "La paz sea con vosotros". Viendo su temor
agregó: "¿De qué os asustáis? Mirad mis manos y mis pies, yo
mismo soy; palpad y ved que un espíritu no tiene carne ni huesos, como
vosotros véis que yo tengo". Dicho esto, les mostró las manos y
los pies" (Lc. 24, 36 y ss.).
Como ellos no le acabasen de creer, pues el gozo y la admiración los
tenía fuera de sí, Jesús les pidió de comer; le presentaron un trozo
de pez; él comió, y en seguida, les explicó las Escrituras, diciéndoles:
"Así era necesario que Cristo padeciese, y que resucitase de entre
los muertos al tercer día" (Lc. 24, 43 y 46).
La aparición a Santo Tomás fue de la siguiente manera: cuando los discípulos
le dijeron: "Hemos visto al Señor", Tomás, que había estado
ausente, no quiso creerles, sino que les replicó: "Si no veo en
sus manos la señal de sus clavos, y meto mi dedo en el lugar que en
ellas hicieron los clavos, y mi mano en la llaga de su costado, no creeré".
Ocho días después estaban todos reunidos, y Tomás con ellos. Jesús
se apareció y los saludó: "La paz sea con vosotros". Luego
dijo a Tomás: "Mete aquí tu dedo y mira mis manos; da acá tu
mano y métela en mi costado; y no quieras ser incrédulo, sino
fiel". Tomás exclamó: "Señor mío y Dios mío". Jesús
le replicó: "Tomás, porque has visto has creído; bienaventurados
aquellos que sin haber visto, han creído" (Jn. 20, 24 ss.). Cristo
pudo entrar en el Cenáculo, estando las puertas cerradas, porque uno de
los dotes de los cuerpos gloriosos es la sutileza, o sea, el poder de
penetrar otros cuerpos.
11.2.3 Frutos de la Resurrección
De la Resurrección de Cristo hemos de sacar los siguientes frutos:
a) Fe firme en su divinidad y en la de su Iglesia.
b) Esperanza de que como El, resucitaremos algún, día.
c) Propósito de levantarnos del pecado, representado por su muerte, a
la virtud y santidad, simbolizada por su Resurrección.
Esta es la clara doctrina de San Pablo: "Así como Cristo resucitó
de la muerte a la vida, así también nosotros vivamos con un nuevo género
de vida" (Rom. 6, 4). "Si resucitasteis con Cristo, buscad las
cosas del cielo, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios;
saboreaos con las cosas de lo alto, y no con las de la tierra"
(Col. 3, 11).
11.3 LA ASCENSION DEL SEÑOR
El articulo del Credo: "Subió al cielo y está sentado a la
derecha del Padre" nos enseña que Cristo cuarenta días después
de su Resurrección subió al cielo en cuerpo y alma, por su propia
virtud.
Nos refiere San Lucas en el libro de los "Hechos de los Apóstoles",
que Cristo resucitado "se manifestó a los apóstoles dándoles
muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles por el espacio de
cuarenta días, y hablándoles de las cosas tocantes al reino de
Dios" (Hechos 1, 3).
En este lapso de tiempo, Cristo confirió tres poderes importantes a la
Iglesia, a saber: a) A San Pedro el poder de gobernarla (Jn. 21, 15); b)
a todos los Apóstoles el poder de perdonar los pecados (Jn. 20, 22); y
c) también a todos ellos el de enseñar, bautizar y hacer cumplir lo
que El había mandado (Mt. 28, 18).
11.3.1 El hecho de la Ascensión
Nuestro Señor Jesucristo, después de dirigir a sus Apóstoles estas últimas
palabras: "Recibiréis el Espíritu Santo y me serviréis de
testigos en Jerusalén y en toda la Judea y hasta los extremos del
mundo", "se fue elevando a la vista de ellos por los aires
hasta que una nube lo encubrió a sus ojos" (Hechos 1, 8).
Advirtamos lo siguiente:
a) Cristo subió al cielo en cuanto Hombre, pues en cuanto Dios nunca
dejó de estar en él.
b) Subió por su propia virtud; y esto se diferencia de María Santísima
que subió al cielo en cuerpo y alma, pero no por poder propio, sino por
poder de Dios.
La palabra ascensión viene de ascender, y denota subir por virtud
propia. La palabra asunción, con que señalamos la subida al cielo de
María Santísima, significa, por el contrarío, ser subida por el poder
de Dios.
c) La frase: "Está sentado a la derecha del Padre", indica la
gloria de Jesucristo en el cielo.
La expresión "estar sentado a la derecha de alguno" denota en
general ocupar un puesto en honor; y eneste lugar significa que Cristo
disfruta en el cielo de gloria igual a la del Padre, en cuanto Dios; y
mayor que todas las criaturas, en cuanto hombre.
11.3.2Fines y frutos de la Ascensión
Cristo subió a los cielos por tres fines principales: a) para tomar
posesión del reino de su gloria; b) para enviar el Espíritu Santo a
los Apóstoles y a su Iglesia; c) para ser en el cielo mediador e
intercesor nuestro y prepararnos tronos de gloria.
¡Qué consoladoras son estas palabras de San Pablo!: "Tenemos por
nuestro gran pontífice a Cristo, Hijo de Dios, que penetró a los
cielos... capaz de compadecerse de nuestras miserias, pues las
experimentó voluntariamente todas, con excepción del pecado...
Lleguemos, pues, con toda confianza al trono de su gracia, a fin de
obtener misericordia y de alcanzar su auxilio en el momento en que lo
necesitemos" (Heb. 4, 14 y ss.).
La ascensión del Señor debe fomentar en nosotros de modo especial la
virtud de la esperanza, puesto que El "subió a prepararnos un
lugar en el cielo" (Jn. 14, 2). Este pensamiento esta llamado a
fortalecernos en las luchas y tentaciones de la vida recordándonos que
"si combatimos con Cristo, con El seremos glorificados" (Rom.
8, 17).
11.4 LA SEGUNDA VENIDA DEL SEÑOR LA-SEGUNDA VENIDA DEL SEÑOR
El artículo del Credo: "Y de nuevo vendrá con gloria para juzgar
a vivos y muertos", nos enseña que al fin del mundo ha de venir
Jesucristo con gloria y majestad a juzgar a todos los hombres para
darles premio o castigo conforme a sus obras. A esta venida gloriosa de
Cristo se le llama "parusía".
Por vivos puede entenderse a los que todavía estén en este mundo
cuando la venida del supremo juez; por muertos, los que hayan dejado de
existir. También puede entenderse por vivos a los buenos y por muertos
a los malos. En uno u otro sentido se nos da a entender que juzgará a
todos los hombres.
11.4.1 El juicio final
En muchos lugares de la Escritura se nos habla del juicio final:
a) Joel anuncia: "Reuniré a todas las naciones, y las congregaré
en el valle de Josafat, y entraré en juicio con ellas" (3, 2).
Josafat significa en hebreo juicio de Dios. De modo que no se sabe con
certeza sí la locución "en el valle de Josafat", denote un
lugar particular, el valle así llamado; o más bien un lugar
cualquiera, significando entonces "en el valle del juicio".
b) Nuestro Señor anunció el juicio final a sus Apóstoles: "El
hijo del hombre aparecerá sobre las nubes del cielo en todo su poder y
majestad". Y San Mateo, San Marcos y San Lucas nos lo describen
(cfr. Mt. 24, 30; Mc. 13, 26 y Lc. 21, 27).
Pertenece a la fe de la Iglesia la existencia del juicio universal:
Pues antes de reinar con Cristo glorioso, todos debemos comparecer ante
el tribunal de Cristo para dar cuenta cada uno de las obras buenas o
malas que haya hecho en su vida mortal, y al fin del mundo saldrán los
que obraron bien para la resurrección de vida; los que obraron mal para
la resurrección de condenación (Const. Lumen Gentiun, 48).
11.4.2 Tiempo y señales del juicio
A la pregunta: ¿cuándo se verificará el juicio final? respondió
Jesucristo: "El día y la hora nadie lo sabe, ni aun los ángeles
del cielo, sino sólo el Padre (Mt. 24, 36). Sin embargo, la Escritura
da algunas señales:
a) El Evangelio se habrá predicado en todo el mundo (Mt. 24, 14).
b) Se convertirán los judíos a la fe cristiana (Rom. 11, 25).
c) Vendrá el Anticristo y perseguirá cruelmente a la Iglesia, y muchos
cristianos apostatarán.
San Pablo en su 2a. Epístola a los tesalonicenses (2, 3) nos presenta
al Anticristo como: "El hombre del pecado, el hijo de la perdición,
el cual se opondrá a Dios, y se alzará contra todo lo que se dice
Dios, o se adora, hasta sentarse en el templo de Dios, haciéndose pasar
él mismo por Dios". El Anticristo enseñará falsas doctrinas y
perseguirá de lleno a la Iglesia; será causa de la perdición de
muchas almas, pero al fin será vencido por Dios.
Señala Santo Tomás que "es necesario valorar todos estos signos
con prudencia, ya que no es fácil conocer estas señales pues los
consignados en el Evangelio no sólo responden a la venida de Cristo
para el juicio, sino también se refieren al mismo tiempo a la destrucción
de Jerusalén y a las continuas visitas que El hace a su Iglesia" (Suppl.,
q. 73, a l).
11.4.3 Modo del juicio
San Mateo nos describe así el juicio final: "Cuando venga el Hijo
del hombre en su majestad, con todos los ángeles, se sentará en el
trono de su gloria; y todas las naciones de la tierra comparecerán ante
; y separará a los unos de los otros como el pastor separa las ovejas
de los cabritos, y pondrá las ovejas a su derecha, los cabritos, en
cambio, a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha:
Venid, benditos de mi Padre a poseer el reino que os está preparado
desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer,
tuve sed y me disteis de beber, estuve sin asilo y me hospedasteis,
desnudo y me cubristeis, enfermo y me visitasteis, encarcelado y
vinisteis a verme" (Mt 25, 31 ss).
Los buenos preguntarán cuándo hicieron con El tales cosas, y les
responderá: "En verdad os digo, siempre que lo hicisteis con
alguno de mis más pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis".
Dirá luego a los de la izquierda: "apartaos de mí malditos al
fuego eterno, que fue preparado para el demonio y sus ángeles"; señalando
como causa el que no tuvieron caridad con sus hermanos desvalidos.
11.4.4 Conveniencia del juicio universal
Inmediatamente después de la muerte tiene lugar el juicio particular
entre Dios y nuestra alma, que recibirá sentencia de salvación o de
condenación. Dios, sin embargo, ha dispuesto que haya otro juicio, el
juicio universal, que será delante de todo el universo, por tres
motivos principales:
lo. Para manifestar ante todo el mundo su sabiduría y justicia.
Admiraremos con cuánto acierto gobierna todas las criaturas, y veremos
corregidas muchas aparentes injusticias.
2o. Para glorificar a Jesucristo. Cristo fue escarnecido en su pasión y
después combatido por sus enemigos y despreciado por muchos malos
cristianos. Pues bien, todos los hombres, queriéndolo o no, lo
reconocerán como Señor del universo y juez de sus conciencias.
3o. Para gloria de los buenos y confusión de los malos. a) Los buenos
que tantas veces fueron despreciados en la tierra, serán glorificados a
vista de todos. b) Los malos, por el contrario, se verán duramente
humillados y abatidos.
El libro de la Sabiduría pinta así la angustia de los impíos:
"Lanzando gemidos de su angustiado corazón, dirán dentro de sí:
"Estos son los que en otro tiempo fueron el blanco de nuestros
escarnios, y a quienes proponíamos como ejemplar del oprobio. ¡Insensatos
de nosotros! Su vida nos parecía una necedad, y su muerte una
ignominia. Mirad cómo son contados entre los hijos de Dios, y cómo su
muerte es estar con los Santos" (5, 3).