Análisis de coyuntura de la esperanza latinoamericana
Agenda Latinoamericana'98


Retomando la Propuesta de la Agenda Latinoamericana'96, que 
estuvo centrada en el tema entonces nuevo de la mundialización, 
vamos a organizar este análisis global de coyuntura según nuestra 
típica metodología latinoamericana (ver-juzgar-actuar). 
Comenzaremos describiendo la situación (ver) a partir de sus rasgos 
mayores, haciendo después un análisis más en profundidad de 
algunos problemas de conjunto, para concluir en las salidas a la 
acción y a la esperanza. Muchos de los documentos presentados en 
esta Agenda concretizan, explican o desarrollan afirmaciones que 
hacemos en esta propuesta.


* * *


En conjunto, es bien difícil calificar o describir con unas pinceladas 
simples la coyuntura global que vivimos. Hace años, las cosas eran 
más simples y estaban más claras; hoy son más complejas y están 
más oscuras. Todo ha cambiado y todo se ha mezclado, y se puede 
afirmar muchas cosas... y también las contrarias. Hay motivos para el 
optimismo, y para la depresión, hay una desarticulación de la 
militancia y un surgimiento de otra, hay un triunfo del NL tan 
indiscutible como su indiscutible fracaso... Sí, todo se ha hecho más 
complejo y como ambivalente. Todo puede ser según el color del 
cristal con que se mira; importa tomar un cristal confiable, y no fiarse 
del que ya nos prestan, tan multicolores, los medios de 
comunicación...

La opinión dominante, que es la opinión del sistema, se presenta 
muy optimista: se acabaron las turbulencias de las décadas pasadas, 
concluyeron las guerrillas y hasta las revoluciones, nos dicen. 
Habríamos llegado al final de esa historia, coronada ahora por la paz 
(no por el progreso, que quedaría para más adelante). "Estamos mal, 
pero vamos bien, y por eso estamos en paz, camino del desarrollo...", 
repiten explícita o subliminalmente los medios plegados al 
neoliberalismo, que en este momento son la mayoría.

Pero en realidad, más que de una opinión dominante, se trata de la 
opinión con la que se nos quiere dominar: "paz, paz, -se nos dice-, 
tranquilidad, todo está bien, no hay motivos por los que preocuparse 
o protestar (cosa de las décadas pasadas, ya superada); cada uno 
que se quede en su lugar, se encierre en sí mismo, confíe en el 
sistema y acepte los sacrificios necesarios, porque vamos por el 
camino correcto y estamos en paz..."

A lo largo de la historia, todos los imperios han acompañado su 
victoria material con un discurso sobre la paz que dé confianza en el 
sistema y haga invisibles sus contradicciones; si lo consiguen dominan 
mentes y corazones, obteniendo su victoria formal, más importante 
que la material.

Jesús de Nazaret vivió también en el tiempo de la "pax romana", la 
ideología con la que el imperio de turno quería hacer creer que 
habían llegado al final de aquella historia, y que había que plegarse 
con confianza religiosa a los dioses del sistema.

Nuestro tiempo no es excepción, y la ideología de turno, después 
del triunfo material neoliberalismo, es algo así como una "paz 
neoliberal" con la que se nos quiere inculcar que estamos en el mejor 
de los mundos posibles, que no existe una alternativa, que es una 
locura tratar de buscarla o inventarla y que debemos plegarnos a esta 
"paz neoliberal".

Pero siempre hubo también quienes se opusieron a los falsos 
profetas de esta falsa paz. Ya el profeta Ezequiel (13, 6-10) arremetió 
contra los falsos profetas, que "profetizan mentiras" (v. 6), promesas 
falsas que no se pueden cumplir, haciendo "profecías engañosas" (v. 
8), "porque engañaron a mi pueblo, llenándoseles la boca de "paz, 
paz, paz...", cuando en realidad no había Paz..." (v. 10).

En un planeta donde cada día un quinto de la humanidad no tiene 
qué comer, mientras ocho cientos millones de dólares -equivalentes a 
renta de la mitad de la población mundial- se gastan anualmente en 
programas militares, no es un mundo en paz.

En este sistema neoliberal, es preciso abrir bien los ojos, tomar un 
cristal incoloro que no falsifique la visión de la realidad, y descubrir y 
constatar y proclamar la falsedad de esta paz. Es preciso rebelarnos 
contra una opinión que quiere ser "dominante" de las mentes y los 
corazones, y rebelarnos contra la teología de la inevitabilidad que se 
nos quiere imponer. Quien soñó con el Reino de Dios no puede 
conformarse con este mundo tal como está. Quien vio de cerca al 
Invisible no puede resignarse ni andar perplejo. Nunca tuvimos ni 
tanta oscuridad ni tanta claridad. No aceptamos esta falsa paz 
neoliberal, amasada con miseria y exclusión y engaño, porque no es 
digna ni de la Humanidad ni de Dios. No nos resignamos. Nos 
rebelamos. Queremos otro futuro para América Latina. Queremos Una 
Patria en "otra" Paz. 


I. Dónde estamos (VER)

Podemos agrupar los principales rasgos que caracterizan la 
coyuntura actual en dos bloques.

A) Lo socioeconómico-político

·Brecha creciente entre pobres y ricos.

Si hay un dato claro, sobresaliente y que nadie niega, es que 
siguen creciendo la miseria y la riqueza en el mundo, y la consiguiente 
brecha que las separa.

Los datos mayores son bien conocidos: la participación del 20% 
más rico de la humanidad era en 1960 treinta veces mayor que la del 
20% más pobre, y en 1991es de 61 veces mayor. Cuando ese 20% 
no se refiere a los países, sino a las personas, la diferencia aumenta 
a 150 veces. Estos datos tan elocuentes son del PNUD de 1994, pero 
todas las estadísticas posteriores insisten en su agravamiento.

La deuda externa continúa siendo un mecanismo de desangre de 
las economías de nuestros países, sin que nadie logre hacer ver que 
se ha enquistado como sistema endémico de usura internacional. Por 
poner sólo un ejemplo, a lo largo de los años 80 Brasil pagó 120 mil 
millones de US$ en intereses, pero su deuda, en vez de disminuir se 
triplicó, de 40 mil millones hasta 120 mil millones, y no hay nada que 
detenga su marcha. En esta situación, el flujo neto de capitales entre 
norte y sur es adverso a los pobres, que transfieren al norte varios 
cientos de millones de dólares anuales: un mundo al revés -como 
siempre-: los pobres financiando a los ricos, pero como un 
procedimiento sistemático, estructural.

Sin contrincante y operando con toda libertad, incapaz de 
corregirse, el sistema neoliberal sigue produciendo "ricos cada vez 
más ricos a costa de unos pobres cada vez más numerosos y cada 
vez más pobres". En este punto -no precisamente lateral o accidental- 
el sistema actual fracasa clamorosamente: pobreza y riqueza no son 
mala suerte o infortunio individual, sino productos estructurales e 
inevitables del sistema.

La brecha no sólo es una diferencia económica entre pobreza y 
riqueza, sino que se concreta físicamente en las fronteras: la Unión 
Europea se consolida como una fortaleza que rechaza a los 
emigrantes, y EEUU militariza su frontera y deporta cientos de miles de 
latinoamericanos a sus países originarios, en los que ayudó a crear la 
situación económica insoportable de la que huyeron los emigrantes. El 
muro de Berlín era malo, pero es porque era ateo; con doble moral, el 
primer mundo no considera malo a este muro que pretende detener a 
los 35 millones de personas que emigran del hemisferio sur en las 
últimas décadas. Por lo demás, el muro sólo está hecho para detener 
a los pobres: la secular "fuga de cerebros", así como la "evasión de 
capitales" son siempre bien recibidas.


·La exclusión

Es la palabra actual: antes fue "opresión", ahora es "exclusión". La 
economía mundial, dirigida por las élites financieras, no contempla en 
sus objetivos con la atención a las masas empobrecidas; más bien las 
considera fuera del mercado, al margen, sobrantes, excluidas.

La exclusión se concretiza cruelmente en el desempleo: un tercio 
creciente de la población activa mundial no puede ejercer derecho 
fundamental del ser humano: ser útil y poder aportar su trabajo para 
poder sustentarse él y su familia. Un sistema que no garantiza sino 
que conculca sistemáticamente este derecho humano fundamental no 
es humano, y "no tiene legitimidad ética".

También aquí el fenómeno es estructural, y afecta incluso al primer 
mundo: en los países del Grupo de los 7 países más ricos, el número 
de desempleados pasó, entre 1979 y 1994, de 13 a 24 millones, sin 
tener en cuenta a los 4 millones que ya dejaron de buscar trabajo y a 
los 15 millones de condenados a aceptar empleos de medio tiempo. 
Entre 1994 y 1996 la situación empeoró, y todos sabemos que el 
proceso continúa en ascenso. Y si esto ocurre en los países más 
ricos, no hace falta señalar lo que ocurre en los demás, sobre todo en 
los más pobres.

Vivian Forrester acaba de publicar un libro, L'horreur oeconomique, 
en el que, después de varios años de investigación afirma: "decenas 
de millones de desempleados del planeta no encontrarán a nunca 
más trabajo, porque se han vuelto innecesarios a la élite que dirige la 
economía mundial y que tiene el poder" y organiza el mundo según su 
interés, aprovechando la confianza democrática que las masas, 
ilusamente confiadas, ponen en ellas, para su propio castigo. Y 
concluye: "debemos dejar la ceguera, estas estadísticas no son meros 
síntomas de una crisis coyuntural, como pretenden nuestros 
gobernantes, sino una brutal mutación de la civilización occidental, 
cuyas consecuencias pueden ser peores que lo que sufrimos hoy. 
Estamos mal, y vamos mal, y sabemos que vamos a peor.

"En vísperas del siglo XXI estamos descubriendo -dice Forrester- 
que existe algo peor que la explotación del hombre por el hombre: es 
el hecho de que ahora millones de personas ya no sirven siquiera 
para ser explotadas. El concepto de trabajo, que era fundamental 
para nuestra civilización, es caduco. Mienten los políticos -muchos de 
ellos mintiéndose a sí mismos- cuando hablan de crisis económicas 
pasajeras, transitorias. Vuelvo y repito: ya no se trata de crisis, sino 
de una mutación violenta de nuestra civilización". Se trata 
efectivamente de un rasgo mayor de la coyuntura mundial".


·Transformación y mundialización y de la producción.

Se ha transformado profundamente el proceso productivo. La 
automación, la robotización, la informatización, la posibilidad de 
sincronizar fábricas situadas a miles de kilómetros, la 
desmaterialización (reducción de materia prima en el producto), la 
reducción de la mano de obra necesaria... suponen una revolución en 
el modo tradicional de producción, revolución que está lejos de haber 
concluido: la vida útil de las máquinas de la primera revolución 
industrial se decía que era de 50 años; después fue de veinte años; 
hoy es de tres años.

Estamos en la "tercera onda" del desarrollo (Toffler), la de la 
tecnología, en la que el saber cobra una importancia nueva y decisiva 
por encima mismo del capital... Se crea una nueva élite: la de los 
técnicos, analistas, asesores, ejecutivos... El capital sigue a los 
ejecutivos a quien tiene el saber, que se convierte en el nuevo eje de 
acumulación. Hay un elemento que siempre sube: el salario de los 
ejecutivos (Comblin). La parte atribuida a los ejecutivos en el producto 
final aumenta cada vez más, mientras disminuye la parte de los 
salarios y la parte del capital. Se trata aquí también de una distorsión 
en desfavor de los pobres.

Se reajusta la distribución internacional del trabajo: cada país se 
especializa competitivamente en unas pocas piezas, y los productos 
característicamente actuales (por ejemplo los de computación), ya no 
son fabricados en "un" país, sino simultáneamente en muchos países. 
Así, la tecnología industrial se ha homogeneizado prácticamente a 
nivel mundial. No hay ya países autárquicos o con tecnología propia; 
todos necesitan estar insertos en el sistema mundial de producción (y 
de comercio, consecuentemente).

El 50% de los productos que componían nuestro cotidiano al inicio 
de esta década no existían 25 años antes. En 1994, el 50% de la 
facturación del sector de las telecomunicaciones corresponde a 
productos y servicios que sólo, dos años, antes no existían. El 
conjunto de los productos ha cambiado en una proporción de 75% en 
35 años, de lo cual, el 50% ha tenido lugar entre 1968 y 1993, y se 
estima que el 50% de los objetos que formarán la vida diaria de las 
personas acomodadas dentro de 10 años, todavía no han sido 
inventados.


·Mundialización del mercado

La facilidad y el abaratamiento de los transportes hace que hoy los 
productos puedan competir en todo el mundo sin la barrera de las 
distancias. Los ganaderos australianos pueden vender su leche en 
México más barata y competitiva que los propios ganaderos 
mexicanos, a pesar de que deben trasportarla al otro lado del océano 
más ancho del planeta. En cualquier punto del planeta tenemos 
muchos productos de origen lejano. El mercado hoy puede hacerse 
mundial. El problema ya no es la distancia, sino la decisión política. 
Quien produce hoy una mercancía ha de saber que sus competidores 
de cualquier parte del mundo pueden competir con él a la puerta de 
su casa. La competencia de hecho ya es mundial.

Por otra parte, el problema principal no es ya hoy la producción 
-que ha mejorado mucho en los últimos decenios-, sino la distribución 
(Comblin), el control del mercado. Quien controla el mercado hoy 
controla la economía y la producción.


·Mundialización del capital financiero

Si hay algo que se ha mundializado con éxito y fortuna es el capital 
financiero internacional. Las bolsas internacionales sesionan 
enlazándose unas con otras, ininterrumpidamente las 24 horas del 
día, interactuando a lo largo y ancho del mundo en todos los 
continentes simultáneamente.

El capital nunca tuvo patria, pero hoy además no reconoce 
fronteras, no pasa aduanas, no se deja controlar por nadie. Ya no es 
propiamente un capital internacional, o multinacional, sino 
mundializado. Hoy ya se pueden realizar colocaciones de capital sin 
limitaciones geográficas. Antiguamente el capital seguía a las 
mercancías. Hoy, a caballo de la telecomunicación, el capital vuela al 
margen de las mercancías, vía computador. Más: a golpe de tecla en 
el computador el capital viaja y da la vuelta al mundo en segundos, 
invirtiéndose a sí mismo en los puestos más rentables, 
descapitalizando un país en unos minutos, o revalorizando un valor 
por una simple decisión política o financiera. "Capital golondrina" que 
salta de un país a otro en cuestión de segundos y que ha convertido 
al mundo en un casino cuyas transacciones mundiales importan cada 
día cinco mil millones de dólares...

Antaño estaba claro quién era el poderoso que explotaba a los 
pobres: había un "faraón" de turno. Pero ya en 1983 se calculaba que 
de las cien unidades económicas más grandes del mundo, la mitad 
eran nacionales y la otra mitad compañías transnacionales, los 
"gladiadores mundiales" (Toffler). El capital financiero está ahora tan 
ramificado que el patrón económico ya no tiene nombre individual, ni 
siquiera está en un país; se ha diseminado por todo el mundo en una 
red única. El clásico "explotador" ya no tiene rostro ni nombre; se ha 
fundido con el sistema mismo, y, gracias a la participación en 
sociedades anónimas, puede ser mi vecino, sin que yo me haya dado 
cuenta.


·Privatización, desestatización, desnacionalización

El descrédito que el colapso del socialismo del Este de Europa trajo 
sobre la economía planificada ha sido hábilmente utilizado en el 
sistema actual. A priori, es decir, por principio (y aunque los hechos 
muestren lo contrario en algunos casos) lo estatal y público es 
considerado malo e improductivo, y lo privado es tenido como siempre 
mejor y más rentable. "El Estado no es la solución sino el problema", 
sostienen ahora muchos, con Reagan. Y por eso, se trata de 
privatizar todo, todo lo codiciable...: "se privatizan las utilidades y se 
socializan las pérdidas". Al final del proceso, nuestros países han 
"modernizado" (reducido) tanto su Estado, que ellos mismos se han 
convertido en fantasmas, prácticamente no existen: todas sus 
riquezas han sido vendidas (y en muchos casos casi "regaladas") al 
mejor postor internacional, quedándose sin otras propiedades 
públicas que las deudas. "Privatización" es, en el fondo, un eufemismo 
de "confiscación" sólo que ésta era normalmente en favor del interés 
social, y aquélla es al revés. "Nos están vendiendo en cuerpo y alma", 
dicen muchos ciudadanos conscientes. Los Estados, así, ya no 
pueden prever el futuro ni perseguir el desarrollo, simplemente 
administrar el presente, la crisis.

Las clases altas, las que actualmente están gestionando la 
sociedad, en cuyas manos estamos, no necesitan del Estado, y 
quieren dejar de contribuir a sostenerlo. No importa que queden sin 
atender las necesidades sociales (educación, salud, deuda social...) y 
que se eliminen con ello los mecanismos de redistribución: ellos no los 
necesitan, y prefieren no pagar impuestos. El Estado prácticamente 
desaparece, reduciéndose simplemente a velar por el "mercado libre" 
-libre para los que pueden medrar en él- y a proporcionar una fuerza 
policiaca que evite la ingobernabilidad...

Si todo esto se acompaña de una homogeneización cultural o 
"macdonalización" de la sociedad, y los grupos y las personas no 
están atentos a ser fieles a su identidad... acaban disolviéndose. Al 
final del proceso se contemplaría la posibilidad de unos países 
"desnacionalizados" sin soberanía ni poder ni existencia real, 
reducidos a entelequias jurídicas sólo efectivas para el uso de 
pasaportes o el control de aduanas...


·Urbanización, apartheid y violencia

En los últimos años casi la mitad de América Latina pasó del campo 
a la ciudad. Según el último informe anual del Banco Interamericano 
de Desarrollo (BID), la población urbana latinoamericana saltó del 
57% en 1970 al 73% en la actualidad, estimándose que alcanzará el 
85% el año 2005. Hace 30 años la población de Brasil, por ejemplo, 
era rural en un 55%, y ahora es urbana en un 75% (PNUD, Informe 
Desarrollo Humano'93, pág. 29). Se trata, por lo demás, de un 
fenómeno común en todo el mundo, un fenómeno imparable, más en 
el Sur que en el Norte. Al principio de este siglo, 15 de cada 100 
personas del mundo vivían en las ciudades; éstas absorbían ya en 
1950 al 25% de toda la población, y en 1990 el porcentaje subió al 
40%. Nos encaminamos hacia un continente y un planeta 
fundamentalmente urbanos. Y América Latina tendrá dentro de unos 
años un buen número de las grandes megápolis del tercer mundo.

Y en medio del urbanismo aparece recientemente un nuevo signo: 
el del apartheid social de los barrios residenciales de las élites. Los 
ricos no quieren morar junto a los pobres. Construyen ciudades 
totalmente separadas del resto de la población: verdaderos paraísos, 
islas de la abundancia, reductos ecológicos, integrados a la red 
mundial de comunicación, protegidos contra la contaminación de la 
humanidad de segunda categoría, abandonada a sí misma y sin 
futuro... Dos poblaciones, dos países, dos culturas, dos civilizaciones 
y quizá... pronto dos razas.

La mayor parte de la urbanización que se ha dado en el Continente 
ha sido obra y empeño de las masas de campesinos desplazados por 
motivos económicos buscando un futuro para su vida: han construido 
la mayor parte de los barrios de nuestras ciudades actuales. Sin 
planificación, sin ayuda ni orientación estatal, en el hacinamiento y la 
carencia de servicios, "excluidos" por el sistema, sufriendo el peso de 
la actual crisis económica, "la masa está en la ciudad, pero sin 
capacidad siquiera de darse cuenta de lo que está pasando. Están 
acampados en las ciudades, pero no son ciudadanos" (Comblin).

El fenómeno que se dispara en todas las sociedades, como nuevo 
signo de estos tiempos urbanos, es la delincuencia, la violencia 
urbana. Las pandillas juveniles, o la violencia de los adultos como 
nueva forma económica de sobrevivencia hacen intransitables barrios 
y sectores, a algunas horas o a toda hora. São Paulo, Rio y Bogotá 
son las tres ciudades más violentas del Continente. Y más allá de la 
violencia urbana se comienza a hablar de rasgos de 
"ingobernabilidad" de algunas de nuestras sociedades.


· Amenaza ecológica

Aumenta la conciencia y crece el clamor continental por la 
"sostenibilidad": la dinámica de desarrollo capitalista, el actual 
progreso es "insostenible": contamina las aguas, degrada el ambiente, 
consume los recursos no renovables... destruye el mundo, y, si no se 
toman medidas urgentes, vamos a topar con los límites a mediano o 
incluso corto plazo.

Aquí es donde más palmariamente se hace evidente la 
"mundialización" del problema: todos nos afectamos a todos 
(incluyendo en este "todos" a las generaciones futuras). Las 
emisiones de dióxido de carbono que agujerean la capa de ozono, la 
tala de los bosques que aumenta la desertificación, las minas a cielo 
abierto que con nuevas técnicas devastan superficies inmensas de 
bosques... en cualquier parte del planeta, me afecta, nos afecta, y 
afecta a la herencia que dejaremos a nuestros hijos.

Cada día se extingue para siempre una especie que necesitó 
millones de años para formarse. Cada día sabemos que se destruye 
una superficie inmensa de los bosques tropicales... Y hemos de ver 
morir nuestro planeta, hemos de asistir pasivamente a este "suicidio 
ecológico", sin que haya resorte en el mundo para detener la 
dinámica de este sistema que nos conduce al abismo.

La visión holística o sistémica aquí es a la vez casi una imagen 
plástica: estamos embarcados en la misma nave espacial: su destino y 
su suerte es absolutamente común. La insostenibilidad ecológica está 
a la base de cualquier otra insostenibilidad.

Por lo que se refiere a América Latina, hay que hacer notar que el 
segundo gran agujero de la capa de ozono -después del de la 
Antártida- nos ha caído "en suerte" a nosotros: está apareciendo 
sobre Chile y Argentina.


B) Lo cultural-psicológico

Ya se nos hace innecesario decir que los solos análisis 
socio-económicos son absolutamente insuficientes. Hoy tenemos 
nueva conciencia de la complejidad de lo real, y de cómo todo ese 
cuadro socioeconómico descrito sería inexplicable y, desde luego 
insostenible, sin su transfondo cultural y psicológico.


·El poder de los mcs: sistema nervioso de la sociedad

Siempre han sido muy importantes los medios de comunicación, 
pero hoy día han cobrado una importancia sencillamente decisiva, 
especialmente los medios televisivos. En las grandes concentraciones 
urbanas y suburbanas, hay horas en las que la vida se paraliza por la 
novela de la televisión. Por unas horas, esas masas que se ven 
privadas de los recursos más elementales en la ardua lucha por 
sobrevivir, se trasladan al imaginario de las telenovelas y films del 
mundo blanco, anglosajón, o de las clases altas tradicionales, para 
compartir con ellas, siquiera sea un momento y de una forma 
imaginaria, su estilo, sus pecados y sus tentaciones, sus manera de 
pensar y su visión del mundo, la american way of life en definitiva.

"Antiguamente la religión era la cultura. Ahora la TV es la cultura" 
(Comblin).

Y la cultura mundializada es una cultura concreta: la cultura de 
EEUU; está destruyendo las antiguas culturas europeas y está 
invadiendo el mundo entero. La segunda mayor exportación de EEUU, 
después de los aviones, es la exportación de objetos de la industria 
cultural (discos, casetes, filmes, videos...). El 90% de las películas que 
se ven en Tailandia son estadounidenses y hacen inevitablemente 
una apología del "modo de vida americano". Un acoso semejante 
sufre la misma industria cinematográfica y televisiva europea. Los 
jóvenes de cualquier cultura en este planeta se confrontan con una 
cultura dominante que es presentada unánimemente por los mcs 
como el espejo en el que todos han de mirarse; muchos jóvenes no 
conocen su país ni las tradiciones de su cultura, pero conocen las 
calles de Manhatan, los artistas de Holliwood, la última música 
estadounidense o las noticias simplemente banales o curiosas de la 
vida diaria de EEUU. Estamos sufriendo de hecho una colonización 
cultural.

Al ritmo de las exigencias de los mcs la política se ha llegado a 
convertir en un espectáculo de farándula y un campo de ejercicio de 
márquetin social: es cuestión de arte -y de dinero- publicitar a un 
desconocido y convertirlo en unos meses en un candidato 
presidencial y acabar llevándolo al poder. Los mcs son hoy ya 
capaces de crear la opinión pública, y mediante ellos, la democracia, 
más que la expresión de la voluntad de la población, se convierte en 
el campo de batalla de los grandes capitales utilizando la herramienta 
de los mcs.

Los valores del neoliberalismo, la sensación consciente e 
inconsciente de que "el mundo es así" (neoliberal) y que no puede ni 
debe ser de otra manera, es el mensaje explícito y subliminal con que 
todos los días nos bombardean unos mcs que han caído en manos de 
grupos identificados con el modelo económico. Los discrepantes 
quedan confinados en sus islas, aislados de hecho; hay libertad de 
opinión teóricamente, pero de hecho hay una imposición, una 
sociedad totalitaria en la que queda sólo un pensamiento único y la 
crítica desaparece.

Una situación socio-económico-política mucho menos dura que la 
actual, hace unos años se convirtió en un caldo de cultivo de 
revoluciones; hoy los mcs se encargan de mantener congelado ese 
caldo de cultivo.


·Posmodernismo a lo latinoamericano

Nuestro posmodernismo tiene orígenes menos intelectuales y 
teóricos que los del europeo, pero estructuralmente funciona como 
aquel. Por otras causas, muchos antiguos militantes "arrojaron la 
toalla": se cansaron también del "modernismo prometeico", dejaron de 
creer que fuera posible cambiar realmente la sociedad, a la vista del 
quiebre de sus mejores y más heroicos esfuerzos. Se apuntaron 
también -escarmentados- a un pensamiento "débil", light, sin "grandes 
relatos" o cosmovisiones, sin pretensiones ya de transformar el 
mundo, con el solo deseo de vivir simplemente el hoy, de administrar 
el presente (no el futuro), de ser felices como sea ahora, 
desentendiéndose de todo afán que transcienda lo inmediato.

Aunque no tiene las mismas causas, esta "despolitización" que 
vivimos coincide con la que se da en el primer mundo, y 
especialmente en EEUU, que constituye un "fenómeno de largo 
alcance, una verdadera mutación cultural" (Comblin). Es el 
neoliberalismo, y toda la cultura de consumo en general, quienes 
tienden a despolitizar a la sociedad, plegadas al sistema y 
desprovistas de toda crítica. La extensión de este fenómeno puede 
indicarnos que quizá también nosotros estamos siendo alcanzados 
por un movimiento cultural superior a nosotros mismos.


·Neoliberalismo como ideología hegemónica

Es un tópico ya hablar del "triunfo del neoliberalismo", de su 
extensión y propagación por todo el mundo. Casi todos los medios de 
comunicación se dedican a una exaltación del modelo neoliberal 
(radio, periódicos, revistas, tv-; prácticamente ya no hay diversidad de 
opiniones. No hay imposición legal de un pensamiento único, pero la 
hay de hecho. La libertad de expresión quedó anulada en la práctica. 
Todos los medios cayeron en manos de grupos identificados con el 
modelo económico. No hay diálogo porque no hay ya interlocutores. 
Los adversarios, los críticos, quedan confinados en sus islas, aislados 
de los canales de transmisión. Desde el punto de vista de la 
comunicación, llegamos a una sociedad totalitaria en la que subsiste 
un solo pensamiento y la crítica desaparece.

A pesar de los efectos económicamente desastrosos que el NL está 
teniendo invariablemente desde su implantación, el NL está ahí, y 
supuestamente "triunfante", aplaudido y votado por la masa. La época 
de las dictaduras militares (del capitalismo impuesto y protegido manu 
militari contra el peligro de anticomunismo ya pasó. Ahora el nuevo 
capitalismo (NL), más cruel pero más engañoso que aquél, no es 
impuesto, sino "votado en democracia" al menos formal. Con una 
situación menos angustiosa económicamente que la actual, explotaron 
las revoluciones en AL hace tres décadas; hoy, con una situación 
mucho peor, no sólo no explota, sino que es votado el NL y una ola de 
reelecciones recorre el continente (Perú con Fujimori, Argentina con 
Menem, Brasil con Cardoso...). Esto es lo que hace evidente que los 
análisis económicos no son suficientes. Lo económico no es ni mucho 
menos la dimensión única ni siquiera necesariamente principal. El 
factor ideológico, cultural, psicosocial es ahí determinante.


·Depresión de los militantes

Existen las enfermedades sociales, como las individuales. Y la 
enfermedad social de este momento es la "depresión". Las causas 
son muy parecidas a las que se dan en el plano individual: el sujeto 
ha "aprendido a no defenderse", a no luchar (indefensión adquirida). 
Pérdida de la autoestima, autoculpabilización, pérdida de memoria, 
incapacidad de reacción, estrechamiento de conciencia, tristeza vital, 
falta de creatividad, deseos de suicidio... se dan tanto en la depresión 
individual como en la social. Curiosamente, o precisamente, estos 
síntomas "endógenos" coinciden con todos esos factores "exógenos" 
paralizantes que se están dando, como la desarticulación de los 
sindicatos y los movimientos sociales por efecto de fenómenos 
socioeconómicos (no tanto psicológicos) como el desempleo...

Especial mención merecen en cuanto a esta depresión los 
intelectuales. "Las izquierdas latinoamericanas todavía están 
profundamente culpabilizadas. Se atribuyen la culpa de los fracasos 
de las izquierdas en los últimos 30 años. Se culpabilizan por la caída 
de la Unión Soviética y, todavía más, por el retroceso del socialismo 
en la Europa occidental. Los intelectuales de izquierda no consiguen 
superar la crisis de 1989. Lo más probable es que la generación que 
hizo la historia de 1960 a 1990 no presentará una opción socialista. 
Hará falta que venga otra generación que no se sienta culpabilizada 
por todo lo que pasó en esos treinta años" (Comblin).


·Vuelta de lo religioso

En el mundo entero -y también en AL, lógicamente- estamos 
asistiendo en los últimos años a un formidable retorno de lo religioso. 
No sólo de las religiones tradicionales, sino también de muchas 
manifestaciones heterodoxas del espíritu religioso. "Se puede decir 
que todo el inmenso material religioso del pasado de todas las 
culturas se renueva y recobra nueva vida. Especialmente todas las 
expresiones de gnosis que poblaban el imperio romano y procedían 
de Egipto o de Mesopotamia, están resurgiendo en formas nuevas". El 
esoterismo, que siempre acompañó a la historia cristiana, así como 
toda clase de fundamentalismos, han vuelto a estar a la orden del 
día.

En este sentido las Iglesias históricas "multiplican las predicaciones 
moralizantes, pero en la práctica no convencen a nadie y nada 
cambia, al contrario, los problemas se agravan. Las Iglesias 
pentecostales se refugian en el fundamentalismo, que contribuye a 
mantener a las masas populares en una cierta estructura ética. 
Solucionan lo más urgente, que es sobrevivir en medio de la anomia 
general, son un fermento de orden y estabilidad, pero no tienen una 
propuesta de futuro; concretamente, muchas Iglesias 
fundamentalistas están a la espera del fin del mundo y de un juicio 
final inminente" (Comblin).


·Presencia de lo alternativo

Sería omitir un dato esencial la gran cantidad de realidades sociales 
que se están dando de carácter alternativo: movimientos de género, 
indígenas, afroamericanos, ecologistas, Chiapas... El boom de las 
ONGs proviene de comienzos de esta década y se ha dado en 
también en todos nuestros países. La gran floración de movimientos 
sociales que se dio al final de la década pasada se afianzó y se 
consolidó. La "sociedad civil" es considerada cada vez más como el 
nuevo ámbito protagonista de la vida de la sociedad (y de su posible 
transformación), por más que lo político, aunque tan desprestigiado, 
siga siendo hoy por hoy insustituible.

Ante la crisis de los estados y de los movimientos nacionalistas, es 
lo cultural, o todo aquello que propicie unas señales fuertes de 
identidad, lo que permite catalizar agrupaciones nuevas de todo 
género. No debemos engañarnos: no son movimientos de masa; son 
movimientos minoritarios. "Sólo los aficionados del Corintians o del 
Flamengo, en São Paulo, deben reunir a más personas que todos los 
movimientos de ciudadanía en Brasil". Pero ahí están: en la estrategia 
de las hormigas, no en la de los elefantes. 



II. Consideraciones (JUZGAR)

Vamos a analizar más en profundidad los tres que parecen ser los 
elementos globales mayores o los signos de los tiempos dominantes 
en la coyuntura que acabamos de describir: la mundialización, el 
neoliberalismo y la depresión psicológico-cultural.


1. Mundialización 

La mundialización (denominada también con el anglicismo de 
globalización) nos parece que sigue siendo uno de los hechos 
mayores de nuestro tiempo. Si bien es, lógicamente, algo que viene 
de muy antiguo -si no de siempre-, es en estos nuestros últimos 
tiempos, cuando se ha acelerado y ha alcanzado dimensiones que 
nos hablan de un "cambio de época" (más que de la época de 
cambios en la que nos parecía estar ya hace tiempo).

No se trata simplemente de una "internacionalización mayor". Se 
trata de que ha aparecido "algo más" que la "suma de las partes". Es 
el "sistema mundial", o "sistema mundo" de que hablan los sociólogos. 
Hoy formamos ya, de hecho, una sociedad mundial única. Aunque 
hablemos idiomas distintos, tengamos costumbres diferentes... la vida 
de unos está completamente condicionada por la vida de los otros. La 
vida de los pobres del sur está condicionada por las decisiones y aun 
por la forma de vida del norte. El agujero de la capa de ozono que se 
está formando sobre Chile y Argentina no la han causado los 
mapuches, precisamente, sino más bien las grandes potencias 
emisoras de dióxido de carbono, once de las cuales, las mayores no 
son latinoamericanas.

¿Cuándo podemos decir que formamos "una" sociedad y no varias? 
Cuando hay un nexo social, algo que nos une y nos vincula mutua e 
inevitablemente. Pues hoy, más que nunca antes en la historia, la vida 
de todos está afectada por todos, aunque no nos conozcamos, 
aunque no lo sepamos... Estamos todos embarcados en esa misma y 
única nave espacial que a todos nos transporta y de la que 
dependemos todos, pero no sólo en lo ecológico, sino en lo 
económico, lo cultural... Ya no hay espacio en el mundo para 
Robinsón Crusoe, ni para su isla maravillosa, ni siquiera para un 
ermitaño o anacoreta radical...

Esto significa que el mapa del mundo real ya no es ése que 
estábamos acostumbrados a contemplar en nuestros mapas 
geográfico-políticos, compuesto por estados o países "independientes 
o soberanos". El Estado nacional difumina sus fronteras. Ya no hay 
Estados realmente independientes. Un sistema mayor, englobante, 
mundial, ha des-substanciado los principales elementos que lo 
constituían. Ya no es independiente ni soberano en lo económico, en 
lo productivo, en lo cultural, en la dirección misma de su vida nacional. 
Las principales decisiones se toman más allá de sus fronteras.

La idea de sociedad nacional permeaba todos nuestros conceptos: 
partidos políticos, movimientos sociales, Estado, sociedad civil, 
independencia, territorialidad, ciudadanía, democracia, tiranía, 
mercado, moneda, política económica, revolución... En un mundo 
nuevo, donde los Estados nacionales ya casi no existe, o al menos ya 
no son lo que fueron, todas estas categorías necesitan ser 
readecuadas y reformuladas, "para plantearnos con realismo la 
realidad". Solemos seguir pensando que vivimos en países que tienen 
plena existencia, en naciones independientes, con democracias en las 
que creemos elegir nuestras autoridades y ser testigos de la historia 
protagonizada por nuestros pueblos... pero sólo elegimos alguna 
parte de la administración local; pero la realidad mayor se juega más 
allá, más arriba, más al fondo, más adentro.

Abandonar la categoría del Estado nacional como categoría central 
y pasar a pensar y sentir el mundo a escala de mundo, en forma de 
sociedad mundial única... es un salto necesario "para plantearnos con 
realismo la realidad". Lo "nacional" ya no sirve como categoría de 
interpretación o de construcción de una estrategia de salida a la 
situación actual. La mundialización se torna mediación indispensable 
para todo planteamiento realista.

De hecho vivimos en un mundo esquizofrénico, con dos realidades 
contradictorias. Se da una inadecuación entre la realidad de un 
mundo enteramente unificado mundialmente en lo productivo, 
comercial y financiero, y dividido por otra parte en "países" en lo 
sociopolítico, lo jurídico, lo ético, y el imaginario vigente en nuestras 
cabezas. Los capitales, las mercancías, y la fuga de cerebros pueden 
recorrer el mundo unificado, sin fronteras nacionales. Pero los 
desempleados y los pobres en general, han de quedar prisioneros 
ellas, al cuidado supuestamente de unos estados desestatizados que 
prácticamente ya no existen, y en unos países desnacionalizados 
cuyas riquezas fueron vendidas al norte... Y todo ello "en nombre de 
la libertad". Lo diremos más adelante: se trata de la mentira más 
genial del siglo.

Vivimos realmente en una sociedad única, pero sin Estado 
reconocido, aunque con alguien que hace sus funciones. Tenemos 
gobernantes de hecho, que toman las decisiones que no podemos 
tomar en nuestros países, que deciden por nosotros cómo se van a 
administrar nuestros bienes públicos, quién los va a comprar o 
vender, qué hemos de hacer con nuestros recursos naturales o 
ecológicos... Pero seguimos pensando en nuestras cabezas en países 
independientes, con lo que nos hacemos ciegos a este mundo 
unificado, a este Estado o sociedad mundial, lo que permite que su 
"gobierno", que no es democrático (porque no fue elegido), no tenga 
que dar cuenta a nadie y siga actuando con plena libertad ignorado 
por los más. Por ello es por lo que se hace tan urgente tomar 
conciencia de este Estado mundial (o de la mundialización misma) y 
buscarle unas estructuras que nos lo hagan cercano y participativo, 
que nos lo bajen a la arena públicamente accesible a toda la 
ciudadanía.

Venimos de los micromundos de los países nacionales, y aunque estamos ya hace tiempo en el macromundo mundializado, nuestros imaginarios atrasados nos impiden actuar consecuentemente. Tenemos una ética y una moral claras, y en algunos aspectos, hasta obsesivas en lo micro, mientras lo macro está abandonado a la ley de la selva.

No perdamos de vista: la mundialización no es mala; es buena. Responde al dinamismo de la historia humana. "Todo lo que asciende, converge" (Teilhard). Lo micro desemboca espontáneamente en lo macro, y lo particular en lo mundial y hasta cósmico. Todo eso es bueno, hasta inevitable. Lo malo realmente la falta de conciencia que tenemos de ella, que no nos permite vivir y actuar en él con realismo.

No estamos contra la mundialización, sino contra el carácter 
neoliberal que ha tomado; simplemente queremos una mundialización 
"otra". Por eso luchamos.


2. Neoliberalismo (NL)

Sin duda, éste es el signo mayor del momento. La palabra misma, 
por cierto, "neoliberalismo", ha sido creada y publicitada en América 
Latina; en EEUU nadie conoce el concepto con ese nombre, y cuando 
hablan allí de new liberalism, se refieren a otra corriente. Es pues un 
tema muy latinoamericano, aun siendo una realidad claramente 
mundial.

El NL no es más que el capitalismo llevado al extremo; en eso no 
hay que confundirse. No trae nada nuevo: repite los viejos temas 
ultraliberales antiguos. Friedman consiguió montar en Chicago una 
escuela de economía que, de modo totalmente inmerecido ganó fama 
por una serie de circunstancias que la favorecieron. Proyectada por 
EEUU se irradió por el mundo. En A.L. dio origen a los Chicago boys 
que pudieron realizar en Chile el experimento más radical de 
neoliberalismo gracias a la mano de hierro de Pinochet. Las ideas que 
defiende el NL no pasan de ser una serie de afirmaciones gratuitas, 
desmentidas por la historia de ese siglo. Prosperó solamente porque 
respondía a intereses particulares que hicieron de él una propaganda 
muy bien montada. Nunca hubiera prosperado si no hubiese sido 
apropiada por la derecha norteamericana en la hora de la tercera 
revolución industrial.

El NL es además profundamente contradictorio: no se practica en 
ningún lugar, ni siquiera en los países capitalistas centrales que 
recomiendan medidas neoliberales para los países periféricos. No lo 
creen los mismos que lo pregonan: las grandes compañías 
multinacionales quieren disminuir el Estado (para no pagar impuestos, 
porque no les interesa el papel clásico del Estado de redistribución de 
la riqueza) pero a la vez quieren la intervención de un Estado fuerte 
contra la política proteccionista de otros países; quieren un Estado 
que se desresponsabilice de los pobres y se dedique a proteger los 
intereses de mercado de las élites, un Estado a su servicio.

El NL predica como solución de todos los problemas el mercado 
libre, la eliminación de todas las barreras que dificulten la libre 
circulación de las mercancías y de los capitales. Más, si en ese 
mercado se crea algún problema, el NL proclama que la solución es 
"más mercado". Es el "mercado total".

Pero la libertad de mercado erigida como criterio absoluto, el 
mercado total, es simplemente la "ley de la selva", la ley del más 
fuerte; el pez grande se come al chico: las potencias comerciales 
invaden los mercados de los países pequeños, desbancan su 
producción, llevan a la quiebra a sus empresas y los dejan 
desempleados y en la dependencia. Al final del proceso -por lo demás 
muy rápido- los países periféricos acaban siendo incapaces de 
autosatisfacer sus necesidades más elementales: productos que 
desde siempre produjeron ellos mismos, como el jabón, la pasta de 
dientes o los refrescos, acaban viniendo de marcas de EEUU o del 
primer mundo; se sustituyen costumbres y productos tradicionales por 
la cocacola o el macdonald, importando o pagando royalties por 
productos innecesarios, colonizando cultural y económicamente a los 
países pobres. El mercado libre no es comercio justo; arrasa las 
capacidades productivas y comerciales de los pequeños. El león y el 
venado no pueden convivir "en libertad" sin unos límites marcados: el 
sentido de la ley es precisamente garantizar la supervivencia de los 
pequeños; sin ley la vida social se hace salvaje.

El mercado libre acaba inevitablemente en la concentración 
oligopólica o monopólica. Lo demuestra la historia y la actualidad 
hasta la saciedad.

Por lo demás, con el mercado libre ocurre lo mismo que con el NL: 
no existe. Ya el GATT decía que sólo el 7% del mercado mundial es 
libre; más del 90% del mercado mundial está reglamentado de mil 
maneras. Y también: no creen realmente en el mercado libre los que 
lo predican, pues de hecho "el NL consiste en medias económicas 
liberalizadoras allí donde éstas benefician a los países ricos, y 
medidas proteccionistas allí donde la liberalización perjudica a los 
países ricos" (J. Corominas); los países centrales, con EEUU a la 
cabeza, que predican las bondades del mercado libre, no lo practican 
hacia las mercancías competitivas de los países pobres. ¿Es ético 
admitir la fuga de capitales y de cerebros del tercer mundo, y no 
admitir que los pobres puedan también ir al primer mundo a ofrecer su 
mercancía más competitiva, la mano de obra? Lo dicho: libertad de 
mercado para lo que nos interesa, barreras económicas y 
proteccionismo para lo que no interesa; ése es el único mercado libre 
practicado.

Todo esto demuestra que el NL es plenamente una "ideología" en el 
sentido clásico negativo de la palabra, en cuanto que encubre y 
justifica la actual ofensiva actual del capital contra el trabajo, de los 
países ricos contra los pobres, de las élites transnacionales contra las 
masas mundiales que ellas consideran sobrantes, excluidas. Es un 
conjunto de ideas, sin verdadero fundamento teórico y totalmente 
antiéticas, que cubren de buenas apariencias y lo hacen aparecer 
incluso como un deseado salvador mesiánico, a un proyecto que 
significa la exclusión y la muerte masiva de los pobres. Es la ideología 
exitosa que aliena a los pobres y los hace "besar la mano que los 
fustiga", que les hace votarlo electoralmente y poner el poder político 
en las manos de las élites más poderosas económicamente, a pesar 
de que su proyecto neoliberal, pese a tener éxito en las cifras 
macroeconómicas, acentúa más y más el fracaso del aumento de la 
pobreza, del desempleo, la desaparición de las políticas sociales y la 
exclusión de las mayorías en definitiva. La ideología neoliberal fue un 
arma utilizada al servicio de las multinacionales en el momento en que 
precisaban instalarse en otros países, conquistar o dominar mercados 
mundiales y hacer circular capitales y mercancías sin restricciones 
nacionalistas en el mundo entero (Comblin).

En definitiva, el NL es la mentira más genial de este siglo, la 
ideología más ideológica de este final de milenio.

Como capitalismo "puro y duro" que es, el NL es un "optimista 
pesimismo" antropológico: piensa por una parte que el ser humano no 
es capaz de organizar la sociedad de una manera utópica, y, por otra, 
que el egoísmo es su mejor aportación, de forma que logrará realizar 
una sociedad ordenada. "La buena noticia del paradigma económico 
del mercado es que se ha descubierto que un egoísmo estimulado por 
la competitividad en el mercado es el único altruismo seguro y viable" 
(Assmann). Es la glorificación del egoísmo hasta el extremo blasfemo 
de afirmar que la caridad y la mística son contraproducentes y que el 
único beneficio viene de obrar siempre conforme al egoísmo 
individual. El NL es una nueva religión, que exige tener fe en el 
egoísmo como fundamento del orden social de mercado, y que echa 
mano de una "teología sacrificial" que justifica los "sacrificios 
necesarios" (carestía de la vida, desempleo estructural, exclusión de 
mayorías...) para bien de la colectividad (?).

Nadie duda de que el NL es el sistema que más riqueza produce. 
Pero tampoco es para dudar que lo hace de un modo injusto e 
inhumano: a base del atropello de los pequeños y de la exclusión de 
media humanidad. Pero el mejor sistema económico no es el que más 
riqueza produce, sino el que propicia una sociedad mejor. No se trata 
de producir más riqueza al precio de destruirnos a nosotros mismos. 
Ese es un camino antihumano, suicida. Nos estaríamos sacrificando a 
nosotros mismos en el ara del dios dinero. Nosotros no estamos 
contra el desarrollo, pero queremos "otro" desarrollo. Sólo entonces 
será posible la "otra Paz".


3. Los factores psicosociales: "aunque es de noche"...

Ahora que se da una postración de los pobres mucho mayor que 
hace unos años, hay menos militancia, más acomodación al sistema, 
indiferencia y evasión. Eso es señal de que no sólo nos motivan las 
realidades objetivas, sino también -y quizá sobre todo- las subjetivas 
(psicológicas, afectivas, culturales, interpretativas...). La militancia no 
responde sólo a la urgencia objetiva de los problemas, sino también a 
ciclos de fuerzas más universales ligadas a la evolución psicológica de 
la sociedad, y a su misma salud psicológica.

Con los análisis socioeconómicos sólo vemos la mitad de la 
realidad, o quizá la punta del iceberg; la realidad principal está por 
debajo, y es psicosociocultural. Ya nos hemos referido a alguno de 
sus componentes principales: un sistema de comunicación más 
seductor que nunca y alineado plenamente con la "ideología 
neoliberal" dominante, un posmodernismo cansado de las 
prometeicas pero fracasadas pretensiones de transformación social, 
una onda cultural de gran calado de despolitización, una ola de 
pensamiento débil (light) sin utopías, y una "enfermedad psicológica" 
de depresión colectiva... Se trata de un síndrome complejo y grave, 
sin cuya consideración todos nuestros análisis abocarían al error.

Esta es la situación global, aunque, como decíamos al principio, es 
a la vez tan compleja que no deja de ser cierta también la afirmación 
contraria, la que constataría multitud de grupos de resistencia, llenos 
de entusiasmo y alternatividad. La percepción de cada quien depende 
mucho de su lugar social, de la perspectiva elegida, y de su contacto 
con la realidad.

Se puede observar tres bloques no bien definidos... decíamos en la 
Latinoamericana'96: "Hay una izquierda "radical" que manteniendo 
principios válidos e ideales justos no siempre logra conectarlos con 
las nuevas realidades mundiales. Hay otra izquierda "modernizante y 
realista" que, sobrepasada por estas realidades, ha abdicado de sus 
principios considerándolos inviables o utópicos. En ambos grupos hay 
una crisis de identidad, de orientación, de liderazgo. Y hay otros, hay 
aún muchos, que buscan, y buscan nuevas fórmulas, mientras 
trabajan apegados a la gente empobrecida y a la realidad, dando a 
diario su vida en las más variadas experiencias -pequeñas aún- de 
transformación individual y social...".

Hoy se puede decir que en el conjunto de la población 
latinoamericana no hay en este momento oposición mayoritaria en las 
masas al modelo capitalista. Sus triunfos electorales en México, en 
Perú, en Brasil, en Argentina... lo evidencian. Aunque mirando más de 
cerca se descubra esa citada multitud de realidades y grupos 
alternativos, en el conjunto no hay resistencia suficiente. Las masas 
han de superar su desconcierto todavía, después de los eventos 
extraordinarios del final de la década pasada.

"Respecto a la megapolítica, o sea, a las relaciones entre los 
Estados y las fuerzas mundiales, el mundo popular puede poco. 
Estamos más lejos que nunca del internacionalismo proletario del siglo 
XIX. No existe ni sombra de una alianza de los pueblos para afrontar la 
mundialización de la cultura, de la economía y de la política. Eso es 
tarea de las élites que todavía conservan la solidaridad con su 
pueblo" (Comblin 246).

"Los pobres hoy no constituyen un frente unido . No hay articulación 
entre los indígenas, los negros, las masas de campesinos sin tierra, 
los favelados, desempleados, trabajadores eventuales... y todos los 
mal retribuidos. Hoy por hoy, ese enorme contingente de personas 
todavía no se articuló para constituir una fuerza capaz de tocar la 
estructura de la sociedad. En total constituyen el 80% de la población; 
en ciertas regiones el 90%; pero ese 80 ó 90% no tiene fuerza alguna 
en comparación con la fuerza organizada del otro 10 ó 20%" 
(Comblin).

Hay un retroceso en la militancia: disminución en número, en 
entusiasmo, en dedicación. Además, no hay liderazgo para esa 
militancia: "los intelectuales no consiguen superar la crisis de 1989. 
Las izquierdas latinoamericanas está todavía profundamente 
culpabilizadas. Se atribuyen la culpa de los fracasos de los últimos 30 
años. Es probable que la generación que hizo la historia de 1960 a 
1990 no presentará ya una opción socialista. Hará falta que llegue 
una nueva generación que no se sienta culpabilizada por lo que 
ocurrió en esos 30 años" (Comblin).

Algunos intelectuales abandonaron. Hoy están militando, algunos 
prósperamente, en el NL. El prototipo puede ser Fernando Henrique 
Cardoso, presidente de Brasil, en otro tiempo "príncipe de los 
sociólogos y hoy sociólogo de los príncipes", es decir, en otro tiempo 
abanderado y creador de la teoría de la dependencia, y hoy ejecutor 
radical de los planes neoliberales con la simpatía y la admiración de 
Washington. No pocos que fueron militantes antaño recuerdan aquello 
como su "pecado de juventud", de la época utópica de la vida; ahora 
se han hecho "realistas", dicen, y se dedican a sus negocios, o a 
sobrevivir, convencidos de que no existen aquellos ideales por los que 
vivieron y lucharon cuando pecaron de idealismo.

Esto último se da sólo en "intelectuales" políticos o 
socioeconómicos, sino también religiosos o teológicos: hay quienes ya 
no sostienen las afirmaciones teológicas que defendieron, quienes 
consideran incluso que la teología de la liberación ya concluyó y ya no 
dicen lo que dijeron ni suscriben ya lo que escribieron.

Hubo quienes hicieron opción por los pobres porque los pobres 
iban a ganar o estaban ya en el poder, o porque era la onda del 
momento; entonces sintieron la vocación de revolucionarios y se 
subieron al carro de los vencedores, o a la teología triunfante, hasta 
que las cosas cambiaron. Y huyeron del barco cuando éste comenzó 
a hacer agua.

Pero hay también, a todo nivel, quien se mantiene firme, "como si 
viera al Invisible". Y no porque no reconozca que las cosas han 
cambiado, y mucho, sino porque piensa que no han cambiado tanto 
como para invalidar el Evangelio, la Buena Noticia para los pobres, y 
la opción por los pobres misma que aprendimos del utópico Jesús, 
opción que, como se ha dicho, es "firme e irrevocable". Las mismas 
causas -con la Causa Mayor- que nos entusiamaron hace unos años 
y que nos pusieron en la tesitura de estar dispuestos a dar la vida por 
ellas (junto a aquellos hermanos inolvidables, que "no dijeron que 
morían sino que murieron"), son las mismas Causas que hoy nos 
siguen apasionando, por las que seguimos optando y seguimos 
queriendo vivir y morir, en un mundo ciertamente más complejo y 
difícil, pero que sólo los desapercibidos pueden pensar diferente en 
su estructura ética. Como dice Plinio Arruda, nunca hemos tenido 
tanta perplejidad y a la vez tanta claridad y convicción. Como si 
viéramos al Invisible.

Así es el momento, oscuro, aparentemente con difícil salida, pero a 
la vez apasionante como en los mejores años pasados. Es cuestión 
de educar la mirada...


III. Para la praxis (ACTUAR)

¿Por dónde estará la salida?

En primer lugar hay que recordar que estamos ante un NL elegido, 
llevado al poder "democráticamente": la hora es pues muy distinta a 
aquella otra de hace tres décadas, de dictaduras, regímenes militares 
y capitalismo impuesto. No se puede pretender "liberar" a nadie contra 
su voluntad expresada. La liberación que esperamos habrá de 
respetar los ritmos de conciencia, el crecimiento personal o social.

Por el momento, como decimos, no parece haber resistencia 
suficiente al proyecto neoliberal en las masas. Se necesita tiempo 
para digerir lo que está pasando y descubrir experiencialmente que 
las promesas del NL no sólo no se cumplen, sino que se realizan en 
sentido contrario. Es necesario vivir a fondo esa experiencia y no 
quemar etapas, porque el salto adelante sería en falso y 
contraproducente. Esto no debiera desanimar a nadie; es 
simplemente cuestión de paciencia histórica. La transformación que 
hay que llevar a cabo (concienciación, maduración, creación de 
redes, experiencias alternativas, transformación del sistema desde 
dentro...) es demasiado profunda y requiere tiempo.

Por otra parte, hay que abandonar la perspectiva que mira hacia el 
pasado. No se trata de esperar la hora en que vuelta a sonar el turno 
del socialismo... Este, más allá de cualquiera de sus fórmulas, es una 
expresión de las tendencias utópicas de la humanidad y, en ese 
sentido, pertenece a la esencia humana, está presente en el 
subconsciente colectivo, y volverá, inevitablemente. Quizá no tan 
pronto. Y quizá cuando vuelva sea difícil reconocerlo, porque podrá 
aparecer con rostro muy diferente. Lo que venga quizá no sea -de 
nuevo- "el socialismo", sino una nueva expresión de las mismas 
tendencias utópico-místicas de la humanidad. Quizá no podrá consistir 
ya en la propiedad de los medios de producción, en un mundo en el 
que lo importante no es ya la producción sino la distribución, la venta, 
las redes de mercadeo... "Por ahora, no podemos vislumbrar, ni 
siquiera aproximadamente, lo que podrá ser la nueva experiencia 
socialista del futuro" (Comblin).

Por otra parte, el escenario ya irreversiblemente mundializado tiene 
dos grandes implicaciones sobre la "salida" que buscamos. En primer 
lugar hace imposible ya la estrategia de liberación clásica según la 
teoría del dominó (emancipación individual de un país frente al 
sistema capitalista para apoyarse en el bloque socialista...). Ya no 
existen los bloques, y, en algún sentido, tampoco existen ya los 
países. Estamos en un mundo unificado, en un sistema mundial y la 
liberación ha de hacerse dentro de él. Aquella estrategia de liberación 
estructurada a partir de los estados nacionales se ha hecho imposible 
por la mundialización en curso.

Pero, por otra parte, ello no significa que "o todo o nada", "o 
revolución mundial o NL puro y duro". Aunque la perspectiva que 
apunta al todo nunca haya de perderse, no se puede negar la 
posibilidad de "emancipaciones parciales" respecto al sistema. Cabe 
la posibilidad de que sectores, grupos, redes de comunidades, 
puedan crear una economía alternativa que les permita 
desengancharse del sistema de un modo creativo. Cabe pensar que 
algunos grupos encuentren un tipo y un modelo de producción que 
logre encontrar un "nicho" adecuado y seguro dentro del comercio 
mundial, lo cual puede darles una autonomía suficiente que les 
permita ensayar una independización (incluso cultural, de civilización o 
de modelo de vida) respecto al sistema. Si bien eso en principio no 
dejaría de ser una isla dentro del sistema -y, en cuanto tal, 
"reformismo y no revolución", por decirlo con lenguaje clásico-, no 
cabe duda de que esa posibilidad permite imaginar una nueva forma 
de resistencia intrasistémica e incluso una nueva forma de la 
"estrategia del dominó", cuyas piezas no serían ya países o estados 
nacionales, sino otras unidades cuya calificación hoy todavía no 
acabamos de vislumbrar.

Hay quienes contraponen la esperanza global alternativa 
prometeica que tuvimos en la década pasada -"machista" llaman 
algunos simbólicamente a esa esperanza-, frente a la esperanza 
pequeña, de lo micro, de la sobrevivencia en el barrio, de la olla 
comunal, de la pequeña cooperativa... la "esperanza femenina", como 
le llaman también. Hay quienes dicen que deberíamos abandonar 
aquella esperanza global que quería transformar el mundo como un 
todo, y pasarnos a la esperanza pequeña del cotidiano, de lo local o 
barrial... Evidentemente la alternativa es falsa. No tenemos por qué 
renunciar a la esperanza global, aunque, desde luego, debe 
incorporarse también a la esperanza pequeña quien no lo estuviere 
todavía. Pero la alternativa también es falsa por un nuevo motivo: las 
dos esperanzas se complementan y verifican mutuamente, sin 
contradicción. La esperanza pequeña, puede, debe ser 
simultáneamente una "estrategia de esperanza global", en el sentido 
que acabamos de expresar. La suma de pequeñas esperanzas puede 
acabar constituyendo una verdadera alternativa global. Las pequeñas 
esperanzas nunca deben perder de vista aquella perspectiva global, 
mundial (aquí también, lo femenino y lo masculino se necesitan 
complementariamente). Lo micro y lo macro no son ya disyuntiva 
válida, sino complementariedad necesaria. Lo micro hace lo macro, 
sin dejar de apuntar nunca hacia lo mundial, lo estructural...

Nadie sabe qué va a pasar, pero bien podríamos suponer que lo 
que pase, sea lo que sea, ocurrirá más pronto que tarde. La historia 
está acelerada desde hace tiempo, pero la revolución tecnológica de 
las comunicaciones ha hecho que la aceleración de los procesos se 
haga ahora exponencial. Ciclos que en tiempos pasados necesitaron 
varias generaciones para cumplirse, pueden ahora completarse en 
muy pocos años. Los próximos años quizá pongan a prueba no sólo 
nuestra capacidad de sorpresa, sino la del mismo sistema, que 
evidentemente maniobrará con destreza para acomodarse y no 
perder la hegemonía...


Actitudes a mantener y pasos a dar para ir saliendo...

"Estar en el mundo sin ser del mundo", que se traduce por "estar en 
el sistema sin ser del sistema". Por más que se diga que no hay 
alternativa, ésta es la primera de las alternativas, que siempre estará 
a nuestro alcance. Aunque no tengamos otro sistema a mano ni 
podamos ahora construirlo, la primera alternatividad consiste en 
resistir, "no ser" del sistema, en mantener la libertad interior de quien 
no claudica de su "esperanza contra toda esperanza". 
No dejar de creer que hay alternativa, aunque ahora no esté 
disponible. No dejar de creer que es posible organizar el mundo de 
otra manera. La "imposibilidad" actual es simplemente fáctica: no hay 
voluntad de hacerlo, estamos dominados por quienes no quieren 
hacerlo. Pensar que no hubiera alterntativa o que ella fuera imposible, 
sería aceptar el "final de la historia", el fracaso de Dios y la derrota de 
los humanos. 
Atreverse a ser decididamente antineoliberal. Atreverse a ir 
contracorriente, descaradamente. Mantener la lucidez y proclamar a 
los cuatro vientos, con toda la fuerza de nuestra convicción, la 
esencia encubierta ideológica del NL: "la mentira más genial del siglo". 

No esperar a que fracase el NL para atreverse a denunciar los 
estragos que provoca y su carácter antiético esencial. La lucidez 
profética consiste en declararlo ahora, no cuando -quizá muy pronto- 
sean los mismos directores del FMI y/o del BM quienes reconozcan el 
fracaso del NL. Cuando esto ocurra no faltarán profetas oportunistas 
que corearán lo que ahora, sumidos en un mar de perplejidades, no 
logran ver. 
Ser hoy, en ese sentido, continuadores de aquellas cuatro heroicas 
excepciones que se atrevieron a enfrentarse al mercantilismo 
esclavista de los siglos XVI-XIX cuando nadie, ni en la sociedad ni en 
las Iglesias, se atrevió a negar la supuesta legitimidad evidente del 
sistema esclavista dominante. 
Crear redes, en esta "hora de las redes", para construir un nuevo 
tejido social alternativo en este tiempo de desarticulación de los 
movimientos y de la resistencia. Avanzar en la construcción de un 
"bloque popular planetario". Pasar "de las pintadas en las paredes, a 
internet". Saber poner la alta tecnología de la información al servicio 
de los pobres. Hacer honor a la tradición profética y carismática de los 
mártires latinoamericanos, siendo con nuestra creatividad "más 
astutos que los hijos de las tinieblas". 
Reclamar el Estado nacional, para que el país no sea una simple 
selva salvaje de intereses individuales. Si hace años se criticó al 
Estado, hoy, en este momento de la historia es importante fortalecerlo 
y asegurar que cumpla su papel. 
"Concienciar la mundialización", o "mundializar la conciencia". 
Ayudar a los hermanos a adecuar su interpretación del mundo a la 
realidad actual de éste. Redescubrirnos como ciudadanos del mundo, 
de ese mundo que es un único país no reconocido, con unas 
autoridades no elegidas pero que gobiernan de hecho, no de 
derecho, no democráticamente. 
Reclamar el Estado mundial, que ya existe de facto, aunque no de 
jure. Mundializar la democracia (Corominas). Transformar la ONU en 
un organismo al menos simplemente democrático y participativo en 
equidad, sin privilegiados y sin derechos particulares a veto. Reclamar 
un plan de "ajuste estructural" para devolver a todos los pueblos y 
sociedades excluidas su derecho a la participación. Integralizar la 
democracia: hacerla pasar de meramente formal y electoral, a 
económica, social, cultural. Recuperar y limpiar esa bandera de la 
democracia, que está en manos sucias que la adulteran. 
Pensar y actuar localmente y mundialmente. No perder de vista -ni 
aun en lo más local- la necesidad de transformar el sistema 
económico mundial. Ser siempre, en ese sentido, ciudadanos del 
mundo -sin perder nuestra identidad más local-, en "un mundo donde 
quepan muchos mundos". 
Tomar en serio el análisis social y estar atentos a los signos de 
superación del neoliberalismo, a los estudios sobre su posible 
alternativa, a todos los elementos que puedan enriquecer nuestro 
esfuerzo interpretativo de la hora actual. 
No hay que olvidar que, finalmente, la gran e inevitable alternativa 
al sistema será el mismo sistema, porque, sencillamente, es 
insostenible, tanto económica, como social, como ecológicamente. El 
tiempo juega a favor nuestro. La humanidad no es suicida, y más 
temprano que tarde pondrá remedio a este sinsentido. Triunfará la 
sensatez. Desde ya nosotros optamos por ella. 
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