PUEBLO DE DIOS EN PLENITUD

"Lo diré con las palabras del mismo Apóstol:

te considero cooperadora del mismo Dios

y sustentadora de los miembros vacilantes

de su Cuerpo inefable".

(3 CtIn 2).

 

PARA QUE LEAS Y REFLEXIONES

Nadie encuentra su Cristo personal sin encontrar al Cristo Total. Y Él es su Pueblo, Cuerpo Místico de Cristo. Cada uno de nosotros solamente recibe al Hijo de Dios y solamente lo vive porque forma parte de esa multitud incontable de personas que se expanden en todos los sentidos de espacio y de tiempo. Y solamente se integra en el Pueblo universal en tanto en cuanto forma parte de una comunidad o movimiento superior al de su propia familia, con la capacidad de ser concreto, vivo y actuante. Santa Clara tuvo conciencia de esa dimensión, que vivió aun retirada en su eremitorio.

Dentro del Pueblo, nos interactuamos: recibimos y damos. Sufrimos las consecuencias, las limitaciones de tiempo y de circunstancias del grupo en que nacemos o integramos. Sus fuentes de vida y de inspiración son las nuestras, sus problemas son desafíos nuestros. Y el Pueblo jamás será el mismo después de que nuestra vida lo integró.

Con todo lo que pueda tener de original, extraordinario y notable, Clara y Francisco son frutos de la Iglesia de su tiempo, del mundo de su tiempo. Como tantos otros, recibieron aquella tradición cultural, bíblica, heroica y hagiográfica que conformaba un Pueblo quizás más contrastante que el de nuestro tiempo. Asistieron a una enorme ambición de creatividad religiosa, de donde surgieron movimientos heréticos y grandes instituciones que distinguieron a aquel siglo y a los subsiguientes.

Fueron frutos selectos de su Pueblo y dejaron sus semillas. Que han fructificado de las más variadas formas y aún han de seguir fructificando. Pueden fructificar también en nosotros. Inacabada la plenitud del Pueblo, sigue contruyéndose.

1. Jesús, Pueblo místico

Toda la Biblia puede ser leída como la larga historia de un sueño: la construcción del Pueblo de Dios. Como un sueño y como una realidad, porque ese Pueblo nunca se terminó de construir. Tuvo altibajos, pero siempre fue -y aún es- un Pueblo en marcha hacia la Tierra Prometida. Nunca deja de buscar su liberación de la esclavitud de Egipto, al mismo tiempo que nunca deja de esperar la plenitud del Mesías.

Nosotros formamos parte de ese sueño: fuimos soñados -por Dios y por los que nos precedieron- y continuamos soñando: con los de hoy y hacia el futuro. Tenemos que soñar con un Pueblo de Dios en plenitud, porque tenemos que ser los constructores de esa plenitud. Vivir a Jesucristo en nuestra vida terrena, es vivir ese sueño -porque Él es el Pueblo en que todos nos encontramos: los de la historia que fue, los de hoy y los que vendrán en el futuro.

Pueblo implica relación, no amontonamiento. Pueblo no es la masa popular. Es una amplia familia, que tiene la fuerza de una memoria y la fuerza de una esperanza. Memoria es la recordación de todo lo que Dios prometió y ya realizó; esperanza es la certeza -una certeza aún en gestación en nuestro corazón- de que, con Dios, vamos a realizar maravillas. Memoria y esperanza son los polos que generan la energía para unirnos como hermanos en Cristo, que es el Alfa y el Omega, el Principio y el Fin.

Como Pueblo, ya fuimos una simple tribu de pastores en un rincón perdido del Asia Menor. Ya fuimos la nación diminuta que tuvo su capital en Jerusalén. Fuimos guiados por los patriarcas y por los profetas. Recibimos al Mesías, nos abrimos hacia otras naciones, nos establecimos en Occidente y anduvimos por todas las regiones del globo. Anunciamos el Evangelio y nos insertamos en las más diversas culturas. Sufrimos limitaciones y abrimos caminos. Aún tenemos una larga historia por delante, con la tarea de una enorme liberación que debemos llevar a cabo.

El Cristo que vivimos en este ocaso del siglo XX es el de un Pueblo universal que se está haciendo cada vez más aldea: las noticias llegan a toda la gente, las costumbres se internacionalizan y, a pesar de las guerras y disensiones, de las tremendas divisiones antagónicas que padecemos, parece que hay una unidad creciente que nos involucra cada vez más. Asistimos a una secularización masificante y a una búsqueda individualista y ansiosa de religiosidades particulares. Pero, a su vez, también crece el diálogo. Dificultades viejas y nuevas nos estimulan y crean condiciones para que construyamos el Pueblo de Dios en este tránsito de milenios, para que demos el paso adelante a que nos convoca la Historia.

Nos anima poder constatar que, personas sencillas y humildes, como Clara y Francisco, dieron pasos, hace ochocientos años, que nos ayudan y guían aún hoy.

2. No hay plenitud del Pueblo con femenino reducido

El Pueblo de Dios, como la inmensa mayoría de la humanidad para la cual fue llamado, hace muchos siglos que vive una situación notablemente patriarcal que lo ha hecho deambular interminables "cuarenta años" de desierto: nunca deja de avanzar, pero también se ve obligado a hacer inmensos rodeos, porque una dimensión fundamental de las personas y del pueblo fue relegada: lo femenino.

Ahora bien, no hay plenitud sin lo femenino. Ni siquiera hay verdadero progreso sin él, porque la renovación sólo se procesa dentro nuestro, merced a esa fuerza que tantas veces quisimos relegar. Lo femenino elabora un pueblo pleno porque sabe acoger las innumerables muertes internas que generan vida. No siempre se trata de avanzar matando afuera. Muchas veces el avance llega solamente cuando se admite morir por dentro. Ésa es una de las grandes lecciones de Jesús Crucificado, de la maternidad, del amor.

En nuestros días, una de las formas fundamentales de ser Pueblo es logrando detectar las semillas de lo femenino que aún están vivas dentro de nosotros. Y haciendo todo lo posible para incrementarlas. El sistema patriarcal trajo consigo innegables avances y debemos continuar valorando el auténtico masculino. Ahora es necesario recortar las aristas y exageraciones del patriarquismo porque lo fundamental es ser plenos. Y esto todos y cada uno de nosotros como Pueblo de Dios.

Los movimientos femeninos y la presencia creciente de las mujeres en todos los órdenes de la vida humana son uno de los "signos de los tiempos" más característicos a los que hemos asistido. Hay que verlos como actuación del mismo Dios, aún contra la resistencia de los mayores centros de poder, pues son caminos que se nos abren.

A la luz de lo que vemos que sucede hoy, podemos abrir nuestros ojos para darnos cuenta de que el patriarquismo, que ahora comienza a perder poder, en realidad nunca logró imponerse en todas partes. Gracias a eso, la humanidad pudo sobrevivir. Los hechos de hoy y los ejemplos históricos del pasado -entre los que se destaca el movimiento franciscano (y dentro de él la presencia sin par de Clara de Asís)- tienen que sugerirnos los medios que nos ayuden a clarificar las direcciones que debemos tomar, tal vez con el riesgo de ser dejados de lado si no las captamos.

3. Clara y el movimiento franciscano

Clara no existió sola. Fue parte del movimiento pauperístico del siglo XIII que fue creciendo y al que podemos llamar "movimiento franciscano". Su ingreso fue el comienzo de la presencia femenina en el movimiento iniciado por Francisco de Asís.

El Testamento es un documento vigoroso, que tiene como uno de los puntos importantes la preocupación por probar que ella y sus Hermanas eran parte del mismo movimiento de Francisco y de sus frailes. Destacamos algunos pasajes que demuestran, al mismo tiempo, cómo ella tuvo conciencia plena de haber sido llamada por Dios para asumir un papel especial en su Pueblo:

"Es nuestro deber, hermanas queridas, tomar en consideración los inmensos beneficios que Dios nos ha otorgado; y, entre otros, los que, por medio de su servidor, nuestro amado padre el bienaventurado Francisco, se ha dignado realizar en nosotras... Inundado de gozo e iluminado por el Espíritu Santo, profetizó acerca de nosotras lo que el Señor cumplió más tarde... Confío a la Santa Iglesia Romana a todas mis Hermana actuales y venideras...para que vele siempre para que esta pequeña grey, que Dios Padre engendró en su santa Iglesia... observe la santa pobreza que prometimos a Dios y a nuestro beatísimo Padre Francisco y tenga a bien animar a las mencionadas Hermanas y conservarlas en ella" (TesC 2, 7).

No podemos pensar en Clara y Francisco como en personas sueltas, de una religiosidad intimista y personalista, como de ciertas religiosidades actuales. Muchos de los valores que descubrimos en ellos fueron, en realidad, valores del movimiento que resplandecieron en ellos. Dios condujo movimientos como condujo a su Pueblo. Hubo numerosos movimientos que ciertamente fueron suscitados por Dios, pero que se extraviaron porque no supieron mantenerse en la línea del espíritu del Dios renovador de su Pueblo.

4. Clara: una luz en medio del Pueblo

Estamos acostumbrados a enfocar nuestros problemas del Pueblo como problemas sociales. Y lo son. Son problemas de relación que involucran e implican a grupos, familias, multitudes. Tienen sus maneras de ser especiales. Pero, a su vez, todos los problemas sociales implican problemas interiores de cada una de las personas. Las personas son responsables, las personas son víctimas, las personas pueden ser salvadoras. Nadie salva totalmente, pero hasta el más pequeño logra salvar mucho más de lo que es tan sólo su pequeña parte.

En el marco de una historia social pasada, Clara y Francisco son faros luminosos. Pasaron ocho siglos abriendo caminos a incontables hombres y mujeres, y su influencia está lejos de agotarse. Por el contrario, está creciendo. Muchas otras personas, hombres y mujeres, han transmitido la antorcha que habían recibido y que valoraron tanto. Ciertamente no fueron los únicos. Gracias a Dios, nunca faltaron guías seguros en su pueblo, aunque quizás no fueron famosos ni en su tiempo ni para la posteridad.

Tuvimos numerosas oportunidades de ver, en este trabajo, cómo Santa Clara, viviendo profundamente su dimensión fraterna y femenina, colaboró para "sustentar los miembros vacilantes del Cuerpo de Cristo". No hay duda alguna de que puede ser considerada como "auxiliar del mismo Dios". Si Clara de Asís, retirada en un eremitorio en el siglo XIII, logró ser luz, ¿quién no puede serlo? Cada uno de nosotros es luz en medio del Pueblo. Si todas las personas fuesen exterminadas en vida, el Pueblo existiría dentro de mí.

El Pueblo de Dios tuvo una larga historia en el Antiguo Testamento, pero solamente supimos que él era el Cuerpo Místico de Cristo recién cuando el Hijo de Dios se reveló. Y el Hijo de Dios sólo vino al mundo cuando nació como un niño pobrecito, hijo de María de Nazaret. Nuestra Señora es la Madre del Cuerpo Místico. Clara también es madre dentro de ese Pueblo, porque logró que Cristo naciese en formas nuevas para mucha gente. Y todos tenemos que ser madres de ese Pueblo que continúa peregrinando en la inmensa búsqueda de la plenitud. La plenitud total puede costar mucho, pero tiene que comenzar ahora.

PARA QUE LO RETENGAS Y TE TRANSFORMES

  1. Todas nuestras riquezas de memorias y de esperanzas las tenemos en favor del Pueblo de Dios, en el que vivimos y que vive en nuestras raíces interiores. El campo de nuestra conciencia personal debe estar siempre abierto a esa dimensión amplia e histórica.

  2. Lo femenino es el elemento constitutivo imprescindible del Cristo místico. Es uno de los polos opuestos que generan energía en ese Pueblo siempre en marcha. Si nuestro Pueblo da aún tantos rodeos en el desierto es porque debe liberar todo ese sector.

  3. Tú vives el Pueblo tanto cuando recibes de él como cuando lo integras. Ya has recibido mucho y aún recibirás más. Pero, seguramente, tú también ya has hecho mucho... ¿Qué es lo que todavía puedes hacer?...

 

PARA QUE COMIENCES A PONER EN PRACTICA

Anota lo que ves que las mujeres que conoces están aportando a la construcción del Pueblo de Dios, al Cristo Místico. Visualiza aspectos bien concretos. De lo contrario, ¿cómo vas a poder agradecer lo recibido yayudar en esa construcción?

Intenta descubrir y anotar cómo es que los hombres, usando dimensiones femeninas, ayudaron también a construir el Pueblo de Dios, el Cuerpo Místico. Francisco de Asís, entre otras cosas, promovió una fraternidad sin poderes. Recuerda otros casos.

Elige tres puntos muy concretos en los que vas a emplear la dimensión femenina para ser y hacer caminar al Cuerpo Místico.

PARA QUE LO CELEBRES

Celebra la falta que el femenino está haciendo en muchas de nuestras situaciones diarias. Por ejemplo: nuestra insensibilidad frente a las violencias que los niños sufren actualmente en nuestra sociedad es una falta del sentido femenino. De este modo no somos madres de nuestro Pueblo.

Como sugerencia: reúne a las personas que integran tu comunidad más inmediata. Pídeles que cada uno recuerde alguna de las violencias sufridas por los niños ( abandono, malos tratos, abusos sexuales, pérdida del hogar, padres separados...) y preséntalas al grupo. Pídele después a cada persona que aporte alguna solución para cualquiera de los casos presentados por alguien.

También exponiéndosela al grupo.

Si no puedes conseguir un grupo, recorta muñequitos de papel y escribe los problemas en cada uno de ellos. Luego escribe, en el otro lado del muñeco, una soluciónque creas posible para realizarla tú. Si solamente puedes hacer la celebración con muñequitos, busca salir cuanto antes de esa situación: tú sólo eres persona si eres pueblo.

UNA MUJER LIBRE

"Si alguien te dijere o sugiriere

algo que estorbe tu perfección

o que parezca contrario a tu vocación divina,

aunque estés en el deber de respetarle,

no sigas su consejo, sino abraza como virgen pobre

a Cristo pobre"

(2 CtIn 4).

 

PARA QUE LEAS Y REFLEXIONES

Los documentos históricos y sus escritos nos presentan a Santa Clara como una mujer excepcionalmente libre. Era algo mucho más difícil en su tiempo que en la actualidad. Pero ella supo encontrar, en el tesoro de su Reino, el Cristo Libertador, que hizo de ella una libertadora con fuerza para ayudarnos a transformar el mundo aún hoy. Es lo que vamos a ver.

1. La verdadera libertad viene de adentro

La verdadera libertad viene de adentro porque el único libertador es Jesucristo. Debemos liberar el Cristo que está en nuestro interior para que Él sea el libertador de nuestros hermanos por fuera.

Podemos decir que una persona es libre cuando se conoce por dentro y sabe lo que puede y lo que no puede hacer. En ese caso deja de ser compulsiva. Si hace algo, lo hace porque quiere. Ésa es la libertad de la voluntad.

Compulsivo, sin libertad interior, es quien hace las cosas movido por impulsos suyos interiores que ni siquiera conoce. Culpamos a los demás de que nos quitan la libertad, pero deberíamos ver por qué somos tan dependientes de los otros, de la "sociedad", de sus tabúes, manías y modas. Ciertamente, las grandes sociedades, y aún los grupos sociales, suelen coartar la libertad de los individuos, pero no hay imposición que logre doblegar a quien es verdaderamente libre por dentro. Cuando una persona logra vivir de sus recursos interiores, podrá ser encerrada en una prisión, pero ella continuará siendo libre.

Quien es verdaderamente libre no por eso deja de tener impulsos naturales y sociales, y a veces muy fuertes. Pero sabe lo que debe aceptar, porque no va a perjudicar en nada a nadie, sabe cómo canalizar sus fuerzas para aquello que le interesa, sabe cómo enfrentar esos impulsos, cómo desviarlos, cómo vivirlos. Para lo cual necesita un equilibrio cada vez mayor entre lo femenino, que acoge amplia y libremente los impulsos, y Lo masculino, que sabe sopesarlos y dirigirlos.

Lo femenino, como nos enseña tan hermosamente el mito de Eros y Psiqué, es aquella cualidad que acoge todo y luego va separando las semillas. Que no enfrenta al carnero, pero que extrae de allí oro. Que no enfrenta las dificultades, pero sí trae agua límpida del medio del río. La mujeres siempre fueron mucho más libres de lo que parecen. Y todos necesitamos liberar esa sencillez que poseemos en nuestro interior.

La libertad interior es enriquecedora porque siempre puede recoger y rever lo que había calificado en la sombra como basura. Por eso los franciscanos lograron vivir, en la historia, una proximidad con los herejes y los "malos" sin ser ni herejes ni "malos".

2. Jesucristo es Libertador

"Ésta es la libertad que nos ha dado Cristo para que seamos verdaderamente libres" (Gal 5, 1).

"Hermanos, ustedes han sido llamados para vivir en libertad, pero procuren que esta libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos carnales: háganse más bien servidores los unos de los otros, por medio del amor" (Gal 5, 13).

Jesucristo anuncia la buena noticia en una realidad conflictiva y dolorosa. Asume gradualmente el plan del Padre, que le va siendo manifestado paulatinamente. Actúa con gran libertad frente a la situación religiosa y política de la época. Y murió como consecuencia de las actitudes que asumió de fidelidad al anuncio del Reino. Ése es el Jesucristo que nosotros contemplamos: a partir de una situación de injusticia y de opresión. Seguimos al Jesús de la Historia. Debemos asumir una cruz que exige testigos que den la vida: mártires.

"Caifás... , siendo sumo sacerdote ese año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos" (Jo 11, 51-52).

Toda la Biblia es una verdadera historia de Liberación, porque, además de presentarnos situaciones ejemplares de liberación del Pueblo, nos fue enseñando poco a poco cómo los hombres son libres y deben desarrollar su libertad. La plantas y los animales nacen ya programados para casi todo lo que van a hacer. Los seres humanos también vienen al mundo con muchas de sus maneras de ser verdaderamente programadas, pero tienen, sin embargo, una amplia posibilidad de elegir entre muchas opciones creativas. No tienen límites para crecer en libertad.

Pero fue Jesucristo quien vino a enseñarnos que "la verdad nos hará libres". No solamente porque nos dio una visión mucho más amplia del hombre y de su historia, sino principalmente porque constituyó a su Pueblo, un Pueblo de hermanos. Los hermanos de Jesucristo tienen al Espíritu Santo morando en sus corazones y viven la vida de la Trinidad. En tanto en cuanto se relacionan interiormente con Dios y exteriormente con sus hermanos, son libres.

Por esa razón Clara y Francisco de Asís, que optaron vivir el Evangelio como hermanos, sin apropiarse de nada ni de nadie, llegaron a ser personas libres y liberadoras, aún después de tantos siglos de haber vivido. Nada hay más liberador, socialmente hablando, que la obediencia fraterna. Los hermanos no forman grupos gregarios, para aprovechar en beneficio de unos pocos la fuerza del grupo, sino fraternidades o comunidades en que lo importante es que todos sean libres para tener la plenitud humana que aprenden de y con Jesucristo.

La presencia de Cristo es la presencia de una garantía de crecimiento en libertad. Vivir el Espíritu es sobre todo vivir la libertad. Cuando no hay libertad, el Espíritu yace atado. Cuando el Espíritu se manifiesta vivencialmente, no hay cosa alguna que nos pueda sujetar. Cuando hablamos de comunidad o de fraternidad, presuponemos que se vive una unión de personas profundamente libres. La fuerza que se ejerce entre unas y otras es la fuerza de la polaridad libre: del amor... y del choque: para ser cada vez más libres. La cruz es, de hecho, el centro creador de la libertad y de la comunidad cristiana, trinitaria. No se usan las personas para integrar simplemente un grupo más, sino, quizás, muy al contrario, es una comunidad que se constituye para que las personas sean cada vez más libres y plenas.

3. Cómo ser libre y libertador

Los que no son libres suelen ser muy prepotentes. Los libres no imponen, liberan. Clara y Francisco, como Jesucristo, fueron libres y libertadores, porque tuvieron la capacidad de vivir lo esencial, lo "único necesario", sin dejarse enredar por lo accidental y lo accesorio, por más que les diesen valor. Ésa es la libertad del Reino, que los fariseos no lograron vivir.

Clara desconocía nuestra moderna psicología, que estudia el alma humana y procura actuar sobre ella; pero vivió la espiritualidad, que contempla la acción de Dios en todo el hombre a partir de su espíritu, que es el alma. Deja crecer al mundo a través de la profundidad de cada persona. La dinámica de la interioridad carece de técnicas. Acompaña el transbordar de la Trinidad de su habitat natural, la persona, al conjunto de las demás personas. Crea comunidad porque es esencialmente creadora del Pueblo Trinitario, o del Pueblo en que la vivencia de la Trinidad es cada vez más actuante.

Cuando nos asimos a las cosas del modo infantil como lo hicimos en casa, cuando el modo de ser diferente de los demás constituye una barrera divisoria para nosotros, el camino del Espíritu está varado. Debemos ayudar a cada uno a sacar a la luz del día la riqueza que posee en su interioridad. O, si preferimos usar el lenguaje de San Francisco, tenemos que ser madres del Jesucristo que nace y crece en cada uno.

La fraternidad franciscana genera muchas personas libres. Clara vivió en un sistema tan o más patriarcal que el nuestro, en que sobre todo las mujeres estaban sometidas a las imposiciones de la sociedad civil y religiosa: vestimenta, rejas, silencio... Clara no reclamó por su falta de libertad ni demostró que la atase cosa alguna. Fue libre y liberó a las Hermanas, sin ruido. Mostró libertad para con las Hermanas, los Frailes, San Francisco, el Papa, la Iglesia, la sociedad. Cuando creyó que era llegado el momento, "huyó" de su casa libremente. Enfrentó serenamente a su tío Monaldo y a sus soldados. No tuvo miedo ni de los soldados de Federico II que, por dos veces, en 1240 y en 1241, cercaron la ciudad de Asís y llegaron a invadir su monasterio.

En los momentos difíciles, ella demostró que tenía la capacidad para liberar a sus Hermanas y también a otras personas: liberar del miedo, de las enfermedades, de los prejuicios, de las angustias. Esto logran los que son disciplinados.

Para muchas personas la disciplina les parece la mayor violación de la libertad. Y sin embargo nadie consigue la libertad sin disciplina. El problema es que la disciplina no debe ser impuesta, sino que tiene que ser asumida personalmente. Para ser un buen pianista, como para ser un buen jugador de fútbol, es necesario someterse a una disciplina de entrenamientos. La dedicación metódica libera las capacidades hasta su mayor plenitud. Para ser hermano, para ser franciscano, para realizar el Jesucristo Libertador que mora en cada uno de nosotros, tenemos que descubrir individualmente la propia disciplina personal e interior.

4. Espiritualidad Libertadora

Para vivir la plenitud necesitamos de Dios, que siempre es Libertador. El Espíritu de Dios es un viento de liberación que desliga de todo lo que en el interior de la persona puede impedir la Vida. Quien vive esa experiencia de Dios es impulsado naturalmente a cuestionar todos los bloqueos, a romper todas las cadenas.

Cuanto uno más se libera, se hace más pobre; y cuanto uno más se desapropia, más se libera y hace libres a los demás. Y siempre busca más libertad. Y sabe que ha de conseguir más, porque toda Liberación es Dios y Él es Infinito, su Vida es Infinita. Es una espiritualidad de pobreza y de esperanza.

Quien se ve libre, tiene que ver también libres a los demás y ya no podrá tolerar que alguien no tenga el derecho de ser libre. Vivir la experiencia del Dios Libertador es cuestionar toda injusticia y luchar para vencerla. Las mayores injusticias suelen ser las de lo que se apropian de las cosas, de las situaciones, de las personas. Por eso el Reino de Dios es anunciado a los pobres. Clara puso énfasis en ese punto:

"Creo firmemente que vos sabéis cómo el reino de los cielos se compromete y se da por el Señor sólo a los pobres. En la medida en que se ama algo temporal, se pierde el fruto de la caridad. No se puede servir a Dios y al dinero, porque se amará a uno y despreciará al otro. Un hombre vestido no puede luchar con otro desnudo, pues será derribado pronto por tener de donde asirlo" (1 CtIn 4).

Fue por eso que ella no aceptó la "paz de Asís", celebrada entre los poderosos (nobles por un lado, plebeyos ricos por el otro) para ser cada vez más ricos, empobreciendo aún más a los débiles. Se retiró de la ciudad e ingresó al movimiento franciscano. Sus Hermanas vivían en el eremitorio, pero prestaban servicios a pobres y enfermos. Ella quiso ir a misionar a Marruecos. Y su vida escondida cambió a la ciudad y "glorificó al Padre celestial en toda la Santa Iglesia", como había profetizado Francisco.

PARA QUE LO RETENGAS Y TE TRANSFORMES

  1. Si tú no te conoces en profundidad y no aprendes a liberar cuanto tienes en tu interior, nunca vas a ser libre. Ni permitirás que los demás lo sean. Toda libertad comienza con el dominio de lo que tenemos dentro.

  2. Ser cristiano, ser evangelizador o nuncio de la Buena Noticia es, sobre todo, ser libertador, promoviendo la fraternidad. Es llevar realmente a las personas a usufructuar de todas las potencialidades de su Reino interior.

  3. Lo femenino ha sido, a través de la historia, uno de los elementos que más se ha intentado esclavizar. Pero es una de nuestras mayores fuerzas de liberación.

 

PARA QUE COMIENCES A PONERLO EN PRACTICA

Libérate tú mismo. Identifica uno de los impulsos interiores que más te llevan a hacer cosas de las que después te arrepientes. Imagínate una persona plena a imagen de Jesucristo y ve cómo puedes encauzar mejor ese impulso.

Libera a una de tus hermanas, a uno de tus hermanos. A veces hasta tenemos miedo de los demás, pero es fácil darnos cuenta de cómo ninguna persona es completamente libre. Procura detectar cuáles de tus hermanos o hermanas aparentan ser los menos libre. Y comienza a liberarlos. En primer término, libérate tú mismo... de tus manías.

Libera una situación en tu comunidad. Los grupos humanos suelen dejarse atrapar por muchas "verdades" que nadie quiere discutir. Procura descubrir lo que más domina a tu comunidad y cómo puedes usar la fuerza positiva de los hermanos y hermanas para cambiar esa situación.

PARA QUE LO CELEBRES

Reúne a algunas personas -o al menos una- dispuestas a colaborar contigo para elaborar un ritual de liberación. Dialoguen sobre los puntos que más obstaculizan la libertad de las personas en el ambiente en que ustedes viven.

Ensayen una dramatización de una de esas situaciones. Aprovechen un momento de relajación o descanso para presentar esa "escenificación".

Entre las situaciones que suelen restar libertad a las personas, podemos mencionar éstas: miedo a enfrentar culturas o mentalidades diferentes, miedo de perder la "imagen" (¿qué dirán de mí?...), situaciones impuestas a la comunidad sin haber mediado diálogo, tabúes aceptados por la sociedad en que vivimos, etc.

EL CRISTO AMIGO

"Calle la lengua de carne

en esto del amor que te profeso;

hable la lengua de espíritu.

Sí, ¡oh hija bendita!, pues de ningún modo

mi lengua de carne podría expresar

más plenamente el amor que te tengo.

Te ruego que eso que he escrito, balbuciente,

lo tomes con benignidad y devoción,

mirando en ello, al menos, el afecto de madre

que te profeso a ti y a tus hijas,

ardiendo en vuestro amor cada día"

(4 CtIn 6).

 

PARA QUE LEAS Y REFLEXIONES

Clara fue presentada por muchas leyendas y novelas como una enamorada de Francisco de Asís. De ese modo muchas generaciones encontraron la manera de expresar su profunda admiración por la amistad especial que unió a los dos santos. En sus cartas ella nos muestra otra amistad que nos sorprende por su ternura: la referida a Inés de Praga. Esas amistades nos revelan otro aspecto interesante del Cristo interior de Santa Clara.

El valor de ser amigo y de tener amigos siempre existió y fue exaltado en todas las culturas antiguas, pero ya hace mucho que se piensa que una amistad verdadera es un sueño. Quizás porque la mentalidad patriarcal, demasiado idealista, utilitaria y aún prejuiciosa, ha impedido que se cultivasen más amistades verdaderas. La recuperación del valor femenino puede ayudarnos a encontrar más de una vez el tesoro, como sucedió con Clara.

1. La amistad es un don especial

Solemos usar con frecuencias las palabras amigo y amistad, pero, en general, las usamos para referirnos a colegas o compañeros, porque no es fácil tener la experiencia de un lazo profundo con otra persona, que todas las grandes culturas exaltaron como amistad. La Biblia dice: "Quien encontró un amigo, encontró un tesoro", lo cual ya nos demuestra que una verdadera amistad no es algo muy común.

Todas las personas son impulsadas naturalmente al amor, al amor Eros, que hace que el hombre y la mujer se interesen mutuamente y hasta lleguen a asumir una vida en comunión. La amistad puede darse entre dos hombres, entre dos mujeres y también entre un hombre y una mujer. En el amor, lo fundamental es que una persona se vuelque hacia la otra. En la amistad es fundamental que las dos personas se unan también para emprender un camino común que las supera.

Descubrir una amistad es descubrir que existe alguien cuya vida toca nuestro yo más profundo, lo impulsa hacia afuera y logra ir descubriendo en él aspectos nuevos, creativos, transformadores, que nosotros suponíamos, pero que aún no habíamos logrado visualizar y concretar.

La Iglesia oriental tiene una larga y antigua tradición en ese sentido, que podemos captar mejor en su palabra "mistagogia". Mistagogia recuerda la conducción por un camino místico. Porque la amistad, revelando al Cristo interior, es siempre una revelación de Dios. Ésa es su belleza.

2. El camino encontrado en Francisco

Clara tiene muchas expresiones de aprecio y afecto por Francisco en su Testamento, en el que repite insistentemente su nombre. Todo el fundamento de ese afecto lo manifiesta cuando dice: "El Hijo de Dios se ha hecho para nosotras camino, y nuestro bienaventurado padre Francisco, verdadero amante e imitador suyo, nos lo ha mostrado y enseñado de palabra y con el ejemplo" (TesC 1). Hablaba de la vocación especial que había recibido, y no hay duda de que tuvo clara conciencia de ese papel que Francisco desempeñó en su vida: revelar su interior y revelar su Cristo interior.

Por eso ella se consideró como una "plantita" de San Francisco: se sintió plantada en el campo de la vida y de la Iglesia para florecer en su misma vida como Buena Noticia. Ella puso de relieve cuanto recibió de Francisco, "columna nuestra, nuestro único consuelo después de Dios, y el que daba firmeza a nuestra vida" (TesC 6).

Ahora que vamos conociendo mejor a Santa Clara, sobre todo por sus escritos y por su Proceso de Canonización, nos damos cuenta claramente que el Cristo, tan común entre ella y Francisco, ilumina una amistad sin paralelo en la historia. Nosotros podemos ahora valorar la grandiosa revelación que los dos santos de Asís nos trajeron.

Creo que la mayor prueba de una verdadera y profunda amistad entre Clara y Francisco es el hecho de haber construído espiritualidades esencialmente originales, aunque paralelas. Esto no pudo llevarse a cabo sin un intenso contacto mutuo. Como ella sobrevivió veintisiete años a su amigo, alguien podría decir que tuvo tiempo para elaborar, después de la muerte de él y en memoria suya, toda su espiritualidad, poniéndole entonces su sello personal. Pero sucede que él también tiene rasgos profundos de su influencia femenina.

Esto demuestra que ella no fue sólo una mujer que recibió de Dios un amigo, sino que también fue una amiga muy apreciada por el Poverello de Asís. Cuando a él le asaltaron dudas sobre su vocación, recurrió a ella. Cuando estuvo enfermo, después de recibir las llagas, permaneció un tiempo en San Damián, donde fue cuidado por ella. Y asimismo profundizó su Cristo interior gracias a su amistad con ella. Juan Pablo II recordó que la santidad de él fue descubierta también en ella.

El afecto de Clara por Francisco aparece muy claramente en su Testamento espiritual. El afecto de él por ella, atestiguado en sus biografías y en las leyendas populares que han llegado hasta nosotros, aparece un tanto en la "Forma de Vida" y en la "Última voluntad", que escribió para ella y las Hermanas. Pero no podemos pasar por alto que, tal vez inconscientemente, dejó consignado en su monumental "Cántico de las Criaturas" que miró a la luna y a las estrellas como "clarite" , creadas por Dios "claras", como su gran amiga y sus Hermanas.

Pero son las expresiones de afecto y la participación de un Cristo vivido en la más profunda objetividad los que nos atestiguan la especial amistad de Clara con Inés de Praga. Esa amistad hizo que se trasuntase al exterior ese Cristo con que nos contactamos en todas las páginas de este libro. Es una pena que aún no se haya encontrado carta alguna de Inés a Clara y que tengamos tan sólo cuatro de las varias que debieron ser enviadas desde San Damián a Praga. Pero son suficientes para enseñarnos en qué consiste una gran amistad.

3. La revelación del Cristo Amigo

Las más diversas culturas de todos los continentes tienen páginas muy hermosas sobre las grandes amistades. También nuestra tradición greco-romana y cristiana tiene excelentes contribuciones para el estudio de ese sentimiento especial que transforma a las personas. Marco Tulio Cicerón, el gran filósofo y orador, dejó profundas reflexiones en forma de Diálogos. San Agustín y Santo Tomás de Aquino, que ciertamente tuvieron notables experiencias de amistad, también nos dejaron elementos importantes sobre este tema en sus obras. Pero fue un monje del siglo XII, Aelredo de Rievaulx, quien nos dejó una de las obras más interesantes de nuestra historia sobre la amistad. Nos habló del Cristo Amigo.

Aelredo, conocido como "el San Bernardo inglés", escribió un tratado llamado "De spirituali amicitia", sobre la amistad espiritual, dividido en tres diálogos. Para él, el amigo revela a Cristo. Cristo revela al amigo. Afirma que la amistad "comienza con Cristo, en Él se mantiene y a Él se dirige, porque Él es su meta y su ápice, su principio y su fin". Para él, en toda amistad, sus componentes son tres: los dos amigos y Jesucristo.

Ejemplo de eso, que muchas generaciones admiraron, fue la amistad entre Clara y Francisco de Asís. Creo que nadie lo supo expresar tan bien como el Papa Juan Pablo II, en el discurso pronunciado a las clarisas de Asís en el octavo centenario de San Francisco: "Él se veía a sí mismo en la imagen de ella, imagen de Cristo, en quien veía retratada la santidad que debía imitar, se veía a sí mismo como un hermano, un pobrecito a imagen de la santidad de esa esposa auténtica de Cristo en quien encontraba la imagen de la Esposa perfectísima del Espíritu Santo, María Santísima" (Juan Pablo II, Asís, 1982).

4. Cómo se trata al Cristo amigo

¿Sabrías decir cómo es, en la práctica, una verdadera amistad? No es fácil, pero, al menos, podemos indicar algunas pistas.

En primer lugar, es necesario que Cristo esté presente, como un ideal que anula la simple dualidad entre los amigos y les da otra dimensión: se unen por el Cristo interior que cada uno revela. La amistad no se limita a dos: intervienen cuatro: tú, yo, el Cristo que está en ti y el Cristo que está en mí.

En segundo lugar, supuesta la vivencia del punto primero, los dos amigos deben tener la capacidad de compartir todo lo que cada uno tiene de mejor, sin retener nada y sin apropiarse tampoco de nada de lo que es del otro. No comparten cosas, comparten la comunicación del Cristo interior.

En tercer lugar, si existe esa participación, los dos deberán tener una inmensa capacidad de mejorarse mutuamente, de dejarse mejorar el uno por el otro. Porque el Cristo interior de los dos va siendo descubierto y plenificado.

En cuarto lugar ( y esto es una piedra de toque), los dos deberán tener también una amplia capacidad de corregirse, de criticarse, de aceptar las críticas y las correcciones. Porque anhelan comunicarse un Cristo que no está solamente dentro de cada uno de ellos, sino que se va descubriendo también al exterior por la colaboración de ambos.

Posiblemente haya un quinto punto. Una auténtica amistad no se agota entre dos, aunque pueda alcanzar niveles sobresalientes. Una auténtica amistad siempre está abierta a terceros.

Lo más opuesto a una amistad verdadera no es la enemistad: es la "amistad particular", portadora de estos cuatro puntos: 1. La necesidad de poseer y la incapacidad de compartir; 2.los celos;3. la cerrazón hacia los demás, 4. la inclusión de lo sexual.

Generalmente, las personas extravertidas tienen más facilidad para trabar amistad, aunque no se preocupen por su profundidad . Las personas introvertidas tienen menos amistades, pero para ellas es importante el contacto en profundidad. Ciertamente una amistad no se compra ni puede ser requerida. Pero todos podemos tener las puertas del corazón abiertas para cuando llegue esa gracia de Dios.

Todo el fundamento de la amistad está en la revelación bíblica de que "Dios es Amor". Tener amigos y ser amigo es uno de los modos de vivir el Dios-Amor, de descubrirlo y de vivir en Él.

Es importante fundamentar la Amistad en la gran revelación de que "Dios es Amor" y confrontar toda la fundamentación bíblica. Tener amigos y ser amigo es uno de los modos de vivir el Dios-Amor, de descubrirlo y de crecer en Él.

PARA QUE LO RETENGAS Y TE TRANSFORMES

  1. Todos necesitamos de la revelación de Dios que es la amistad. También los otros necesitan nuestra amistad. Hay muchos grados y muchos tipos de amistad. Todos, sin embargo, pueden ser una espléndida revelación de Dios y de nosotros mismos.

  2. La amistad no es un entretenimiento ni un pasatiempo. Es un camino que las personas hacen juntas. Camino de transformación e individualización para ir revelando la plenitud de la persona.

  3. El don de la amistad tiene lugar cuando somos admitidos a la presencia del Cristo interior de las otras personas y cuando acogemos a alguien en nuestro Cristo interior.

 

PARA QUE COMIENCES A PONER EN PRACTICA

Revaloriza todas las amistades que tuvieron lugar en tu vida. ¿Qué te aportaron? Y ¿qué sacaron de ti?

Procura tener un corazón amigo y abierto a muchas amistades. Todos necesitan amistad y todos necesitan de Dios. La gente no planifica amistades. Pero "queda a las órdenes".

Prepárate para una gran amistad. Es un don que puede llegar en cualquier momento para transformar nuestra vida en plenitud. Al mismo tiempo, procura cultivar con cariño todas las amistades que tienes.

PARA QUE LO CELEBRES

Junta tres sillas:una para Jesucristo, otra para tu amigo y otra para ti.

Conversa con el amigo que tienes sobre el Cristo que ustedes imaginan sentado en la otra silla. Procuren rever y valorar todo lo que Él ha sido en su amistad. Si tú tenías un amigo y lo perdiste... Si aún no has encontrado un gran amigo... vas a tener que imaginar que las dos sillas vacías están ocupadas. Habla. Intenta escuchar. Conversa sobre tu corazón de amigo.

BUSQUEDA Y DESEO

"He creído un deber suplicar a vuestra excelencia

y santidad, en cuanto puedo, humildemente,

en las entrañas de Cristo, que os confirméis

en su santo servicio, creciendo de bien a mejor, de virtud en virtud.

Él, a quien servís con todo el ardor de vuestra alma,

se digne otorgaros los premios deseados"

(1 CtIn 5).

 

PARA QUE LEAS Y REFLEXIONES

Clara tiene un punto común con San Francisco del que muchas personas no caen en la cuenta: ambos usan frecuentemente la palabra "deseo", hablan mucho de sus deseos. Pero, aparte de eso, ellos viven un deseo constante, profundo, que transforma toda su vida en una búsqueda incesante y abierta. Están siempre en camino. Quizás sea ése el punto en que ellos más podrían ayudarnos para que seamos innovadores y aportemos vida nueva a nuestro mundo.

Admitir el deseo, que es un impulso natural, ya es aceptar lo femenino. La actitud del que busca puede ser el elemento clave para la renovación de lo masculino, tanto en el hombre como en la mujer. A partir de la polaridad femenina.

Cuando el hombre carece del equilibrio interno de lo femenino, es conquistador, dominante. Lo femenino lo transforma en un hombre en búsqueda. También el ánimus de la mujer puede ser dominante y conquistador, cuando no es trabajado por su femineidad. El poder de seducción, que caracteriza al femenino, puede ser egoísta, conquistador y destructor (si fuese impulsado por un ánimus no reconocido), o puede ser salvador y transformador, amoroso y promotor, si fuese impulsado por una femineidad madura.

1. El buscador es insaciable

Clara y Francisco vivieron una época fuerte de la historia; entre los siglos XII y XIII primó el auge del mito del Graal, del rey Arturo y de los caballeros de la Tabla Redonda. Ya no se pensaba en realizar conquistas militares estables, sino en perseguir un gran ideal para limitar lo que quiera que fuese. Cada caballero seguía su camino. Buscaba el infinito. Admitía toda suerte de variantes, cualquier tipo de imprevisto. Se abría a una nueva forma de amor, en el que se produjo una impresionante recuperación de lo femenino. Francisco fue el caballero de la Dama Pobreza. Clara, que asumió la misma búsqueda, parece una encarnación de esa Dama.

El héroe medieval buscaba una nueva forma de amor, que unía la atracción física, la pasión y también el amor divino y un respeto afectuoso por las demás personas. Quería hacerse digno del amor de una dama idealizada, y para eso estaba dispuesto a romper con los convencionalismos de su tiempo. Clara y Francisco parecen haber logrado captar que su meta era directamente el amor de Dios. Ése fue su deseo fuerte, ardiente. Ésa fue su búsqueda, que no cesó hasta el fin.

Pero ellos caminaron con los héroes de su tiempo, abiertos al misterio de la fuerza divina encarnada en la belleza, abiertos a la sensibilidad, al placer de dejarse llevar por la atracción del infinito. Abiertos también al juego de las sorpresas. Mucha gente de su tiempo no los entendió. Nosotros, si los entendiésemos, podríamos abrir una nueva era para nuestro mundo.

2. Las condiciones del buscador

El buscador tiene que ser pobre, seguir al crucificado, estar "apasionado". Las virtudes propias del caballero errante eran el coraje, la capacidad de lanzarse a aventuras, la lealtad, las buenas maneras. Quien quiera lanzarse a la búsqueda, que es una transformación, debe estar atento y sensible a los sentimientos, necesidades y valores personales, tanto propios como ajenos.

De alguna manera, el caballero errante está siempre buscando servir a una "dama", que desea ser respetada. Ella quiere ser atendida como persona y no como quien simplemente ejerce una función (como si nunca pasase de ser madre, esposa, secretaria, enfermera, lavandera, etc.); quiere ser tomada en serio. Las mujeres suelen tener más conciencia que los hombres de sus motivaciones emocionales, aunque no siempre sean capaces de definirlas. El hombre les tiene que ayudar como confrontador y cuestionador, y eso les da oportunidad de discernir la naturaleza de su propio estado emocional.

El buscador tiene que estar dispuesto a estudiar distintas direcciones, sin quedar enredado en expectativas, ideas o exigencias fijas. Debe arriesgar, jugando y divirtiéndose, para descubrir nuevas dimensiones del significado. Tiene que animarse a hacer las preguntas que hasta contraríen lo que está establecido. Y asumir la responsabilidad de todo lo que hace.

3. La acogida del dolor

Es impresionante darse cuenta del enorme equilibrio interior de una persona como Santa Clara y, por otro lado, percibir la "exageración" con que ella, como Francisco, vivió la penitencia y el sufrimiento. En realidad, no es posible andar en búsqueda sin comprender que el dolor está siempre presente y debe ser integrado. Todas las cosas buenas tienen su lado negativo, y la persona puede provocar el sufrimiento aún queriendo hacer el bien. El buscador tiene que reintegrar la víctima y aceptar que el dolor, la culpa, la vergüenza están dentro suyo y que, además de ser un precio de la búsqueda, son también estímulantes en su andar.

El Cristo crucificado que clamó en la cruz: "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", es un ejemplo permanente para el hombre en búsqueda. Él no se olvida de Dios, ama a Dios, pero sabe que ese "abandono" es esencial para su crecimiento. Quien quiera quedar libre de todo dolor, de toda culpa, de toda vergüenza, terminará siendo insensible, deshumanizado y cínico. Y va a destruir. El insensible causa dolor sin darse cuenta y no puede mitigarlo. Puede hacer que los demás paguen por el dolor que no acepta en sí mismo.

Francisco, que se integró tan bien a Jesús crucificado, Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, se creía un gran pecador. El buscador tiene que saber que no es perfecto y que no puede recabar perfección de nadie. Vivir y relacionarse son procesos. La persona se arriesga y se abre a quien venga. No puede suponer que siempre se va a encontrar con situaciones claras y perfectas. No puede pretender ser invulnerable y tener siempre razón.

En su Carta a un Ministro, San Francisco afirmó que todo sufrimiento y toda lucha son una gracia. Quien soporta la frustración del dolor y de sus deseos como un don, podrá seguirla hasta su raíz, y descubrirá allí la fuente de la vida para sí y para los demás.

4. El Cristo caminante

Ser buscador es tomar la propia cruz todos los días y seguir a Jesús; es ser aquel que no tiene nido como los pájaros, ni cueva como las raposas, porque está siempre en camino, siempre en búsqueda. Una búsqueda interesante, porque no se desarrolla fuera, sino dentro de uno mismo. Vamos descubriendo paulatinamente cada vez más al Cristo que no cesa de transformarse en nuestra interioridad.

5. El Cristo que Clara desea

Ella escribió sobre el objeto de sus deseos y de sus búsquedas:

" Dichosa realmente tú, pues se te concede participar de este connubio y adherirte con todas las fuerzas del corazón a Aquel cuya hermosura admiran sin cesar todos los bienaventurados ejércitos celestiales; cuyo amor aficiona, cuya contemplación nutre, cuya benignidad llena, cuya suavidad colma; su recuerdo ilumina suavemente, a su perfume revivirán los muertos; su vista gloriosa hará felices a todos los ciudadanos de la Jerusalén celestial, porque Él es esplendor de la eterna gloria, reflejo de la luz perpetua y espejo sin mancilla" (4 CtIn 3).

Vamos a ver, punto por punto, a ese Cristo cuya búsqueda en la contemplación transformó su vida:

"Participar de ese connubio sagrado" (sacro potiri convivio). En el texto latino se resalta la capacidad o posibilidad de compartir la vida con Cristo.

"Adherirte con todas las fuerzas del corazón" (ut ei adhaereatur totis cordis praecordiis). El texto latino subraya la adhesión voluntaria de corazón a corazón.

"Hermosura que admiran sin cesar todos los bienaventurados ejércitos celestiales" (cuius pulchritudinem omnia beata caelorum agmina incessabiliter admirantur).

"Cuyo amor aficiona" (cuius affectus afficit). No logramos traducir plenamente toda la fuerza que Clara da a este texto. Ella juega con tres palabras de la misma raíz: "affectus, afficit y reficit" (ésta última, en la frase siguiente). "Affectus" y "afficit" unen a la persona a Cristo; "reficit" vuelve a la carga y completa la unión.

"Cuya contemplación nutre" (cuius contemplatio reficit). Clara afirma que, quedarse mirando a Jesús, nutre a la persona: desaparece el cansancio, se recuperan las fuerzas. A muchas personas les sucede así. Deberíamos ver así a toda la gente. Ansiamos ver así a todos un día, cuando aparezca con claridad que todos somos imágenes de Jesucristo. Ella tenía experiencia en este punto por estar continuamente viendo a Jesucristo en las obras de la naturaleza y en la demás personas. Eso nutre o restaura como la comida luego del apetito, como el descanso después del trabajo, como la recuperación después de la enfermedad.

"Cuya benignidad llena" (cuius implet benignitas). "Cuya suavidad colma" (cuius replet suavitas). En este trozo, Clara juega una vez más con dos palabras de la misma raíz: "implet" y "replet", en el que repite la forma de la dupla anterior con "replet" ("reficit"). La benignidad (bondad natural - bene genitus) de Jesús llena, y la suavidad termina de llenar hasta desbordar.

"Cuyo recuerdo ilumina suavemente" (cuius memoria lucescit suaviter). Recuerda la luz suave de la luna, luz femenina, que no ofende a la oscuridad. Ella conoció a Jesús, lo experimentó y no se olvida de Él. Pero Él no es un masculino sol fulgurante que ofusca y nos impide ver: es una luz que envuelve a todas las cosas en una cariñosa luminosidad. Viene de una experiencia pasada, ilumina lo presente y así continuará para siempre. Hay recuerdos de Jesús que nos están iluminando suavemente cuando los participamos a las personas que comparten con nosotros este mundo.

"A su perfume revivirán los muertos" (cuius odore mortui reviviscent). Las mujeres son las más sensibles a los perfumes, como a todas las sensaciones. Son sensaciones corporales, pero se presentan en un contexto de dimensión espiritual, transcendente. Ella habla de olor, como Francisco recordó a Jesús, hablando de sus "palabras odoríferas". Ella también fue sensible. Tenemos que abrirnos al perfume, aunque sea apenas perceptible (y a veces hasta oliendo mal) de nuestros hermanos y hermanas en quienes sentimos la presencia perfumada de Jesús. Los muertos revivirán cuando perciban ese perfume. Nosotros, que estamos medio muertos por nuestra condición de caminantes, quedaremos totalmente vivos cuando todo el perfume nos invada por la nariz y nos transforme corporal y espiritualmente.

"Su vista gloriosa hará felices a todos los ciudadanos de la Jerusalén celestial" (cuius visio gloriosa beatificabit onmes cives supernae Jerusalem). El sentido de la visión es en lo que más insiste Clara, como Francisco. En el cielo, todos vamos a ser felices porque vamos a ver a la Palabra de Dios. Clara suspira por ese día eterno, cuando amanezca en la gloria de los bienaventurados. Lo que hace más felices a las personas, aún en este mundo, son los vestigios de Jesucristo que ellas puedan tener, aunque no los identifiquen. Son aquellas cosas que nos realizan como humanos: el placer del contacto humano, el sabor de la comida, los descubrimientos, etc.

"Esplendor de la eterna gloria" (splendor aeternae gloriae). Ese Jesús, esplendor, que ahora vemos como las puntas de los rayos que proceden de la gloria de Dios, saciará todos nuestros deseos cuando contemplemos la fuente de la gloria en sí misma. Sensación visual.

"Reflejo de la luz perpetua" (candor lucis aeternae). Más que reflejo: es el blanco radiante del hierro incandescente.

"Espejo sin mancilla" (speculum sine macula). Jesús, espejo sin mancha es, probablemente, el símbolo más vigoroso de Clara, al que vuelve siempre, con pasajes notables en su Testamento y en las cartas tercera y cuarta a Inés de Praga. Él atrae irresistiblemente todo su deseo... ¡y Él mora dentro de ella!

 

PARA QUE LO RETENGAS Y TE TRANSFORMES

  1. No debemos tener miedo a nuestros deseos. Ciertamente que nos pueden engañar y dejarnos frustrados, pero son ellos los que nos abren camino. El deseo del Infinito, que es el deseo de Dios, se va descubriendo poco a poco en medio de todo lo que viene de nuestro corazón.

  2. Nuestra naturaleza es dinámica y la felicidad no consiste en detenernos. Pero tampoco en agitarnos. Tiene que ser un andar sereno y firme: es siempre una búsqueda y un camino.

  3. Los demás no son perfectos. Ni nosotros tampoco. No hay situaciones perfectas. Únicamente Dios es perfecto. Sólo supera el dolor, las aflicciones, el sufrimiento yla lucha quien los acoge y aprende a caminar con ellos.

 

PARA QUE COMIENCES A PONER EN PRACTICA

Toma una hoja de papel y haz una lista de todo lo que siempre deseaste. No te olvides aún de las cosas más disparatadas. Es sólo para ti; luego puedes quemar el papel. Pero antes mira de frente todo lo que moviliza tu deseo. Procura descubrir cómo lo ve Dios.

Piensa en la persona más equivocada y más llena de defectos que conoces. Recuerda todas sus fallas. Después, esfuérzate por explicarte cómo camina, cómo vive. Intenta descubrir qué es lo que esa persona busca.

No temas recordar todos los grandes dolores y humillaciones que padeciste en tu vida. Procura descubrir de qué manera te ayudaron a caminar. Y agradece.

PARA QUE LO CELEBRES

Cuando los deseos son más profundos, las personas tienen más dificultades para visualizarlos. Celebra tus deseos en el espejo.

Mira tu rostro en el espejo. Conversa contigo. Procura adivinar en los ojos de tu imagen las dimensiones de tus mayores deseos.

Léelos en cada línea de tu rostro. Léelos y reléelos. Acostúmbrate a hacer eso.

¿Qué deseo leerán los demás en tu rostro?...

Y tú, ¿ logras descubrir los deseos de tus hermanos allí, en tu propio rostro?.

¿Donde estan tus hermanos?.

MADRE Y MARIA

"La gloriosa Virgen de las vírgenes

lo llevó materialmente; tú, siguiendo sus huellas,

principalmente las de la humildad y la pobreza,

puedes llevarlo espiritualmente siempre,

fuera de toda duda, en tu cuerpo casto y virginal.

De ese modo contienes en ti

a quien te contiene a ti y a los seres todos..."

(3 CtIn 4).

 

PARA QUE LEAS Y REFLEXIONES

Imagen de Dios, modelo eterno del hombre, Jesucristo vino al mundo por medio de María. Se encarnó en ella y en ella asumió la naturaleza humana. Ella continúa engendrando siempre en cada uno de nosotros al Cristo vivo y hace nacer en nosotros al Cristo que llega a nuestros hermanos y construye la Historia.

Buscando todas las formas de relación con Jesucristo a partir de una mujer, Clara puso de relieve en Inés de Praga y en sí misma el hecho de ser madre, hermana, esposa e hija de Dios. Ser madre es algo sublime, pero ser hermana comporta un equilibrio más definitivo, que Clara parece haber intuído y que puede ser una luz aún hoy, en nuestros días.

Pero la misma maternidad tiene que ser concreta y vivida por cada uno de nosotros en relación con Jesucristo, y ése es uno de los puntos sobresalientes de la originalidad de Santa Clara, que compartió con Francisco de Asís.

Ella recordó, con más insistencia que él, el hecho de que María fue pobre como Jesús; la presentó como modelo y vivió su ejemplo. Sus contemporáneos quedaron admirados por su santidad y lo testimoniaron en su Proceso de Canonización.

Quizás fue por eso que ella mereció una especial manifestación de aprecio de parte de la misma Virgen Madre de Dios, confirmando el Cántico de Francisco: fue coronada en el cielo como Nuestra Señora.

1. Hermana y Madre

Clara, que puso como uno de los más sólidos fundamentos de su vida evangélica la vocación a ser Hermana, también se llamó a sí misma Madre. Y del mismo modo llamó a Inés de Praga, su correspondiente en el mismo oficio, Hermana y Madre. En ella, las dos palabras, mejor dicho, los dos oficios se equilibraron de manera notable.

Ser madre es una de las mayores prerrogativas de la mujer y una de las funciones que más enaltece al ser humano. Dar vida es divino. Pero no es fácil ser madre. Tenemos muchos problemas relacionados con la maternidad. Si uno de los más graves en nuestros días es el rechazo de la maternidad, hoy y hace muchos siglos el aspecto más difícil de ser madre es saber retirarse en el momento oportuno. Si la madre se apropia del hijo, impide vivir la misma vida que ella engendró. Así como su grandeza es dar, su aspecto negativo es retener: es como si engullese de nuevo la vida que dio. De madre admirable puede convertirse en "madre terrible", como ha sucedido desde época remota.

El gran secreto de la maternidad debe ser la gratuidad. Para dar la vida y para acoger a alguien en la vida es fundamental acogerlo gratuitamente, sin exigencias previas. Quien acoge gratuitamente no critica ni selecciona. Encuentra todo bueno y maravilloso. Sin esa gratuidad, no será posible ayudar a caminar, porque no será posible descubrir los dones peculiares que Dios hace a la humanidad con esa persona única que ayudamos a nacer.

Fundadora de una familia de mujeres y de hombres que crecía a ojos vistas, Clara supo ser madre porque supo ser hermana y, quizás mucho más, porque supo ser pobre. Pudo ser una madre amorosísima de las Hermanas de San Damián, de los Hermanos Menores y de tantas otras personas, porque nunca se apropió de nadie. Nunca guardó para sí cosa alguna de la vida que dio y enseñó a vivir.

2. Madre de Jesucristo

Ella saludó a Inés de Praga como "hermana y madre de Jesucristo": "... habéis merecido dignamente ser hermana, esposa y madre del Hijo del Altísimo Padre y de la Virgen gloriosa" (1 CtIn 3). Dice que, como María, ella podría "traerlo espiritualmente en su cuerpo casto y virginal": "La gloriosa Virgen de las vírgenes lo llevó materialmente; tú, siguiendo sus huellas, principalmente las de la humildad y la pobreza, puedes llevarlo espiritualmente, fuera de toda duda, en tu cuerpo casto y virginal; de ese modo contienes en ti a quien te contiene a ti y a los seres todos..." (1 CtIn 4). Ciertamente compartió el sentimiento con Francisco de Asís, que enseñó que "somos madres de Jesucristo siempre que lo ayudamos a nacer y crecer en nuestros hermanos". Por eso Clara le aconsejó a Inés que se uniese a la Madre Virgen para poder acoger aAquel que los cielos no pueden contener: "Hablo del Hijo del Altísimo, dado a luz por la Virgen, la cual siguió virgen después del parto. Adhiérete a su Madre dulcísima, que engendró un tal Hijo: los cielos no lo podían contener y ella, sin embargo, lo llevó en el pequeño claustro de su vientre sagrado y lo formó en su seno de doncella" (3 CtIn 3).

Esa misión maternal ella la vivió sin duda diariamente, con cada persona concreta y directamente; pero ella tuvo también una visión de que podía ser madre del mismo Cristo Místico, porque consideró a Inés de Praga "cooperadora del mismo Dios y sustentadora de los miembros vacilantes de su Cuerpo inefable" (3 CtIn 2).

Compartió con Francisco otro concepto, en el cual, además, insistió más que él: María fue pobre, como Jesucristo fue pobre. Clara enseña a ser pobre como María para unirse al Cristo Pobre. Ciertamente ése fue su sentimiento para con cada Hermana y para toda su Orden: estaba ejerciendo su papel de madre de Jesucristo. Se empeñaba en que Él naciese y creciese en cada uno.

3. Como María, Madre de Dios

Debió haber tenido motivos muy fuertes Francisco para que, al escribir a Clara y a su Hermanas una primera "Forma de Vida", las haya saludado como "hijas y siervas del Altísimo sumo Rey Padre celestial que os habéis desposado con el Espíritu Santo" (RSC VI, 3): los mismos títulos que él había dado a Nuestra Señora en la antífona que le consagrara en su "Oficio de la Pasión": "Santa María Virgen, no ha nacido en el mundo entre las mujeres ninguna semejante a ti, hija y esclava del altísimo Rey sumo y Padre celestial, madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo: ruega por nosotros, junto con el arcángel San Miguel y todas las virtudes del cielo y con todos los santos, ante tu santísimo Hijo amado, Señor y Maestro".

Y también otros contemporáneos suyos vieron en Clara a otra María. Su ejemplo de santidad les suscitó una comparación con la Madre de Dios a muchos testigos en su Proceso de Canonización. Vieron en ella a otra María o, al menos, dijeron que posiblemente no hubiese habido santidad mayor -después de la que adornó a la Virgen María- que la santidad de Santa Clara. Vamos a recordar aquí algunos de esos testimonios:

La Hermana Cristina de messer Cristiano de París "dijo que todo lo que se podría decir de santidad de alguna mujer santa, después de la Virgen María, se podía decir de ella en verdad" (ProcC V, 2).

La Hermana Balbina de messer Martín de Corozano, prima segunda de la santa: "creía firmemente que, desde la Virgen María hasta el presente, ninguna mujer había tenido mayor mérito que la madonna" (ProcC VII, 11).

La hermana Bienvenida de madonna Diambra de Asís: "no creía que desde Nuestra Señora, la bienaventurada Virgen María, hubiese existido jamás mujer de mayor santidad que la dicha madonna santa Clara" (ProcC XI, 5).

La hermana Balbina de Porzano dijo "que todo lo que había de santidad en cualquier santa, después de la Virgen María, se puede verazmente decir y atestiguar de madonna Clara, de santa memoria, que fue abadesa y madre santísima" (ProcC XV, 1).

Las comparaciones que surgieron tan espontáneas en sus contemporáneos y la manera tan hermosa de Clara de hablar de Nuestra Señora y de vivir su ejemplo, nos pueden abrir una amplia perspectiva. Por desgracia, entendemos muy pobremente uno de los mayores hechos de nuestra fe: que una virgen pobre fue hecha Madre de Dios y que, como Madre de todos nosotros, su Pueblo, puede significar una renovación para nuestro siglo tan desorientado. María tiene que darnos una visión mucho más abierta y concreta de lo femenino.

Coronada en el cielo como la Virgen María

La Hermana Bienvenida de madonna Diambra de Asís insistió en lo que vio "con los ojos corporales", y contó un hermoso episodio de los últimos instantes de la vida de Santa Clara:

"En ese momento le parecía que toda la corte celestial se ponía en movimiento y se preparaba para honrarla. Y especialmente nuestra gloriosa Señora, la bienaventurada Virgen María, preparaba sus prendas para vestir a la nueva santa. Y mientras la testigo se entretenía pensando e imaginando esto, vio de pronto con los ojos de su cuerpo una gran multitud de vírgenes, vestidas de blanco, con coronas sobre sus cabezas, que se acercaban y entraban por la puerta de la habitación en que yacía la dicha madre santa Clara. Y, en medio de estas vírgenes, había una más alta, y, por encima de lo que se puede decir, bellísima entre todas las otras, la cual tenía en la cabeza una corona mayor que las demás. Y sobre la corona tenía una bola de oro, a modo de un incensario, del que salía tal resplandor, que parecía iluminar toda la casa. Y las vírgenes se acercaron al lecho de la dicha madonna santa Clara. Y la que parecía más alta la cubrió primero en el lecho con una tela finísima, tan fina que, por su sutileza, se veía a madonna Clara, aún estando cubierta con ella. Luego, la Virgen de las vírgenes, la más alta, inclinó su rostro sobre el rostro de la virgen santa Clara, o quizá sobre su pecho, pues la testigo no pudo distinguir bien si sobre el uno o sobre el otro" (ProcC XI, 4).

Clara había asimilado en su vida uno de los rasgos de la Figura de Jesús que más le impactó a ella y a San Francisco: ¡el Altísimo se hizo pequeño! Su Madre, que también resplandece más que cualquier ser humano, ¡también se hizo pequeña y pobre! Nuestra Señora era para ellos la esposa del Espíritu Santo, porque con Él clamaba siempre:"¡Ven, Señor Jesús, ven!" (Ap 22); era el modelo de cuantos sabían estar de pie junto al Crucificado, y por eso había sido su ejemplo constante. Ella vio merecidamente realizado lo que Francisco cantó para ella y sus Hermanas en su cántico "Audite Poverelle": "Cada una será reina, coronada en el cielo con la Virgen María" (AuPo 6).

PARA QUE LO RETENGAS Y TE TRANSFORMES

  1. La maternidad es un don a toda la humanidad. Sólo una parte de las mujeres llega a concebir y a dar a luz, pero todas las mujeres y todos los hombres son llamados a una maternidad profunda y concreta, para consigo mismos y para con todos los que discurren por su vida.

  2. Todos debemos enfrentar el gran desafío de la maternidad: dar todo sin retener nada. Cuando nos transmitimos, la vida nace y florece. No hay peor muerte que impedir que la vida se desarrolle.

  3. En la eternidad, todos seremos hermanas y hermanos. El ideal de la fraternidad -ir aprendiendo a ser hermanos para siempre- es el mejor elemento para equilibrar nuestras relaciones, que muchas veces deben ser o maternas o filiales.

 

PARA QUE COMIENCES A PONER EN PRACTICA

Sé madre de ti mismo. Acógete total y abiertamente, sin ver nada de lo negativo que eres. Acógete en profundidad, dinamizando cuanto tienes de positivo, de forma que lo eventualmente negativo se elimine naturalmente.

Anota en tu cuaderno las personas que, a través de tu vida, puedes considerar como madres del Jesucristo que está vivo en ti. Mujeres y hombres. Coloca al lado de sus nombres los hechos más significativos que acaecieron.

Anota también las ocasiones en que tú fuiste "madre de Jesucristo". ¿De quién? Haz una lista de los que fueron hijos tuyos. Y de los que viven en tu círculo de conocidos y necesitan una "madre de Jesucristo".

PARA QUE LO CELEBRES

Celebra a Nuestra Señora.

Ponte ante un cuadro o una imagen suya y procura dialogar. Habla. Abre tu corazón. Escucha.

Dialoga con ella sobre el Cristo que está naciendo en ti. Festeja con ella los hechos en que Él ya se ha hecho visible.

Examínate por qué en algunos puntos tú te muestras estéril.

Conversa como un hijo. Ella es la Madre de Jesús.

Pero recuerda que ella, criatura humana, es también tu hermana. Y pregúntale qué tienes que hacer para corresponder a Dios como ella correspondió.

Propónte ayudarla a ser Madre de otros Cristos.

EL CRISTO DEL SACRIFICIO

"Hermano querido,

desde que conocí la gracia de mi Señor Jesucristo

por medio de aquel su siervo Francisco,

ninguna pena me resultó molesta,

ninguna penitencia gravosa,

ninguna enfermedad difícil"

(LSC 44).

 

PARA QUE LEAS Y REFLEXIONES

Santa Clara se presenta como una mujer dada a la penitencia y a sacrificios desde su misma infancia. Parece hasta exagerada en sus ayunos, pero, paradójicamente, nuestra al mismo tiempo un equilibrio llamativo y una auténtica alegría, profunda y permanente. Esto nos lleva a cuestionar el papel del sacrificio en su vida y en la nuestra. ¿Por qué ella, como el Hijo de Dios, se entregó a la inmolación?

La Leyenda dice que, desde muy pequeña, Clara "alargaba placentera su mano a los pobres y de la abundancia de su casa colmaba la indigencia de muchos. Y para que su sacrificio fuese más grato a Dios, privaba a su propio cuerpecito de los alimentos más delicados y, enviándolos a hurtadillas, sirviéndose de intermediarios, reanimaba el estómago de sus protegidos. De ese modo, creciendo con ella desde la infancia la misericordia, manifestaba un espíritu compasivo, demostrando conmiseración con las miserias de los miserables" (LSC 3). Luego presenta muchos otros hechos sobre las mortificaciones y sacrificios de Santa Clara, que pueden ser confirmados por los testimonios del Proceso de Canonizacion.:

"De la admirable mortificación de la carne, quizás fuera más conveniente callar que hablar, ya que hizo tales cosas que el estupor de los oyentes pondrá en duda la veracidad de los hechos. No era lo más notable el que, con una tunicucha y un pobrecillo mantito de paño áspero, cubriera, que no abrigara, su cuerpo delicado. No era lo más admirable que desconociese por completo el uso del calzado. No era gran cosa que prorrogara sus ayunos sin límites de tiempo y no usara lecho de plumas. Como quiera que en estas prácticas tenía en su convento a otras que también las hacían, no merecería tal vez por ello particulares elogios.

Pero ¿qué relación había entre su carne virginal y aquel vestido de piel de puerco? Porque es de saber que aquella virgen santísima se había procurado un vestido de piel de puerco y lo llevaba bajo la túnica, en secreto, aplicando a la carne la aspereza hirsuta de las cerdas. Usaba algunas veces un cruel cilicio, trenzado de crin de caballo y con nudos, que ajustaba fuertemente a una y otra parte del cuerpo con ásperas cuerdas. Se la prestó a una de las hijas, que le pedía la tal indumentaria, la cual no pudo con tal aspereza y, si alegremente la pidió, más velozmente la devolvió al cabo de tres días.

La desnuda tierra y de vez en cuando unos sarmientos le servían de lecho, y un tosco leño debajo de la cabeza hacía las veces de almohada. Cierto que, andando el tiempo, extenuado el cuerpo, tendió una estera en el suelo y a la cabeza le concedió por clemencia un poco de paja. Y desde que una larga enfermedad comenzó a adueñarse del cuerpo tan severamente maltratado, por orden del bienaventurado Francisco, utilizó un saco lleno de paja.

Además, era tanto el rigor de su abstinencia en los ayunos, que apenas hubiera podido sobrevivir su cuerpo con el liviano sustento que tomaba si otra fuerza no la sostuviera. Mientras estuvo sana, ayunando a pan y agua la cuaresma mayor y la cuaresma de San Martín obispo, solamente los domingos probaba el vino, si lo tenía.

Y para que admires, lector, lo que no puedes imitar, durante esas cuaresmas, tres días a la semana, a saber, los lunes, miércoles y viernes, no tomaba nada de alimento. Se sucedían así alternativamente los días de refección escasa y los días de ayuno total, de modo que una víspera sin comer precedía a un festín de pan y agua.

No es de maravillar que tanto rigor, mantenido durante largo tiempo, rindiera a Clara ante las enfermedades, consumiera sus fuerzas y privara de vigor a su cuerpo. Se compadecían por ello de la santa madre las devotísimas hijas y lamentaban con lágrimas aquellas muertes que voluntariamente soportaba cada día. Prohibiéronle, por fin, el bienaventurado Francisco y el obispo de Asís aquel agotador ayuno de tres días, ordenándole que no dejase pasar un solo día sin tomar para sustento al menos una onza y media de pan.

Y, si bien es cierto que la grave aflicción del cuerpo engendra de ordinario la aflicción del espíritu, de forma muy distinta sucedía en Clara, quien conservaba en medio de sus mortificaciones un aspecto festivo y regocijado, de modo que parecía demostrar o que no las sentía o que se burlaba de las exigencias del cuerpo. De lo cual se da a entender claramente que la santa alegría de la que abundaba interiormente, le rebosaba al exterior, porque el amor del corazón hace leves los sufrimientos corporales" (LSC 17 y 18).

Más adelante, en el número 39, hablando de sus dolencias, dice la Leyenda: "El vigor de su constitución física, castigado en los primeros años por la austeridad de la penitencia, fue vencido en los últimos tiempos por una cruel enfermedad; y así, la que estando sana se había enriquecido con los méritos de sus obras, estando enferma se enriquecía con los méritos de sus sufrimientos, puesto que la virtud se perfecciona en la enfermedad. Hasta qué punto su maravillosa virtud se acrisoló en la enfermedad, se manifiesta principalmente en que durante veintiocho años de continuo dolor no resuena en sus labios una murmuración ni una queja; por el contrario, a todas horas brotan de sus labios santas palabras, a todas horas acciones de gracias" (LSC 39).

Todo esto merece una amplia reflexión, porque el sacrificio forma parte de nuestra vida de cada día.

1. Sacrificios e inmolaciones

Nuestra palabra "sacrificio" proviene del latín: "sacrum facere", que quiere decir: hacer algo sagrado, convertir una cosa en sagrada. La idea fundamental de la palabra equivale a "separado", "reservado". Hacer que una cosa sea sagrada es dar algo nuestro a Dios . Una vez dada, se convierte en cosa de Dios, es decir, sagrada, separada para Él. Para confirmar que en realidad la ofrenda había pasado verdaderamente a manos de Dios, los antiguos, en las más diversas culturas, dictaron anatemas o condenas para quien osase retomar un don ya ofrecido; y entonces, para evitar esto, optaron por destruir el animal o el objeto ofrecido a Dios. Si la destrucción era llevada a cabo mediante la muerte, se denominaba inmolación. Si se consumía mediante el fuego, se denominaba holocausto, que en griego quiere decir "todo quemado".

Podemos hacer un sacrificio, ofreciendo un presente a Dios, del mismo modo que hacemos regalos a las personas que amamos. Cuando nuestro amor es grande, nada se hace pesado, nada es difícil, cualquier presente nos parece siempre pequeño para expresar nuestro afecto y la importancia que damos a la persona obsequiada.

Pero todos sabemos que muchas veces somos casi "obligados" a hacer obsequios: para cumplir con convencionalismos sociales, para evitar una reprimenda, para ablandar alguna resistencia, para hacer expedito algún camino. Desgraciadamente fue y es por esas razones que mucha gente tuvo y tiene que hacer sacrificios a Dios: porque se siente culpable, porque teme ser castigada, porque solicita alguna cosa importante. El sacrificio es un reconocimiento de que Dios es mayor que nosotros. Aún aunque no nos sintamos humillados ante Él.

Por esa razón muchas veces experimentamos rechazo al sacrificio. Por eso Clara, como Francisco y como Jesús, arrebatada por el amor que descubriera en Dios, nunca halló pesado ni suficiente sacrificio alguno.

2. La víctima expiatoria

La idea de culpa, de responsabilidad por el mal presente en nuestras vidas llevó a la humanidad a hacer víctimas expiatorias. Se ofrece un don para compensar el mal que hicimos. Pero, como inmolamos lo ofrecido, quien paga las consecuencias es la ofrenda. En cierto sentido, transferimos la responsabilidad a la víctima que ofrecemos, y así tratamos de librarnos del sentimiento de culpa.

Como esa actitud ha sido muy frecuente, esto ha llevado a que muchas personas piensen que todo sacrificio está ligado a la culpa y al castigo por la misma. O yo me siento culpable y me castigo por eso, o tomo a algún culpable a quien pueda responsabilizar y hacerle pagar en mi lugar. En nuestros días, a medida que fue creciendo la actitud de indiferencia ante las miserias morales del hombre y del sentido ofensivo del pecado, tan característico de la cultura patriarcal machista, nos parece desdoroso que alguien asuma culpas y, mucho peor, que haga sacrificios.

Nos parece ridículo que los judíos antiguos hayan tenido un ritual en el que transferían todos los pecados del pueblo a un macho cabrío, al que luego lo arrojaban al desierto. Pero nosotros nos engañamos a nosotros mismos, porque también tenemos nuestros actuales chivos expiatorios, que pueden ser los pobres, o los ricos, o los negros, o los judíos, o los árabes, o los que pertenecen a otro partido o son hinchas de otro equipo. O, simplemente, los demás que viven o trabajan con nosotros.

Y, como establecimos el principio teórico de que el ideal consiste en gozar y aventajar a los demás, hemos perdido la conciencia de que continuamos haciendo muchos y muchos sacrificios: para que los hijos sean felices, para tener la casa propia, para pagar un pasaje de placer, para ser buenos jugadores de fútbol o buenos músicos, para ganar posición social, y hasta para satisfacer muchas necesidades que nosotros mismos nos hemos creado.

Como no somos solamente víctimas sino también causantes de situaciones adversas, es claro que a veces no sólo nos sentimos sino que, en realidad, somos culpables de hecho. Y tenemos que salir de las situaciones de culpa. Pero también es muy claro que las renuncias, las mortificaciones o, en una palabra, los sacrificios, forman parte de nuestra vida de buscadores y conquistadores, aún cuando no haya de por medio culpa alguna. Por otra parte es mucho más frecuente que nos sacrifiquemos sin que haya razón de culpa.

Ésta es una de las grandes perspectivas para entender la fuerte presencia del sacrificio en la vida de Clara: ella se sacrificó por los mismos motivos que nos llevan hoy a sacrificarnos tanto. Por lo demás, como vivió la libertad que solamente se conquista con la pobreza interior, todos la veían siempre alegre, como si no se sintiese culpable de falta alguna. Fue así cómo transmitió la figura histórica de una mujer realizada y feliz.

3. La originalidad de Clara

Lo original en ella, que puede servirnos de lección a nosotros -y que, además, lo vivieron innumerables personas en nuestra bimilenaria tradición cristiana- fue descubrir el "Cordero de Dios" e identificarse con Él.

El pasaje bíblico que habla del macho cabrío expiatorio es el siguiente: "Luego tomará los dos machos cabríos y los presentará ante Yavé, a la entrada de la Tienda de la Reunión. Luego echará suertes sobre los dos machos cabríos, uno para Yavé y otro para Azazel. Presentará el macho cabrío sobre el cual haya caído la suerte para Yavé, ofreciéndolo como sacrificio por el pecado. El macho cabrío sobre el cual haya caído la suerte para Azazel, lo colocará vivo delante de Yavé para hacer sobre él la reparación y echarlo al desierto para Azazel" (Levítico 16, 7-10). Es uno de los numerosos pasajes prefigurativos que se refieren al Hijo de Dios que habría de asumir los pecados de toda la humanidad, acabando de una vez con los antiguos sacrificios. Después de esto, el único sacrificio es el de Él. Ya no hacemos otros sacrificios; solamente nos unimos a Él, en la medida en que nuestro corazón lo pide y nuestra generosidad lo permite.

Y Él, Jesucristo, no es sólo un cordero inmolado. Él es el Salvador y el Libertador, que nos abre los caminos de la plenitud. Para comprender la penitencia y los sacrificios de Clara hay que tener en cuenta estos puntos: 1. Ella no proyectó sus propios pecados y limitaciones en ningún chivo expiatorio: los asumió personalmente; 2. Ella, uniéndose a Jesucristo, asumió también los pecados del Pueblo, de todos; 3. Ella no se limitó a las culpas y pecados, no quiso vencer las propias limitaciones sólo como tentaciones: se lanzó a la aventura del Reino, penetrando cada vez más en el misterio de la Interioridad y en el misterio de la Trinidad.

Todo aquel que enfrenta la búsqueda del Graal hace renuncias y se somete a privaciones. La conquista feliz de la plenitud vale todo esto y mucho más

PARA QUE LO RETENGAS Y TE TRANSFORMES

  1. La vida está llena de dolores, sufrimientos, renuncias y sacrificios. Ellos son parte integrante de la plenitud de la vida. De ti depende integrarlos en un sentido cada vez más amplio y más creativo.

  2. Cuanto más logremos evitar que nuestros problemas se proyecten sobre otras personas o situaciones, cuanto menos culpables encontremos a los demás, más enriqueceremos el proceso de realización de nuestra propia vida.

  3. El don de la vida no nos fue dado para saborearlo a solas. Cuanto más logremos compartir con todos las alegrías y los dolores, las luchas y las victorias, más intensa y valiosa será nuestra existencia. Que está infinitamente abierta ante nosotros.

 

PARA QUE COMIENCES A PONER EN PRACTICA

Intenta hacer un balance de todo lo que en ti es hermoso y valioso. Escoge con generosidad lo que le vas a dar a Dios hoy como prueba de tu reconocimiento. No pierdas oportunidad alguna de hacer una ofrenda. Dar es recibir. ¡ Es más que recibir!

Trae a tu oración la persona que vive contigo y con quien tú tienes más dificultades. Descubre, con sinceridad y libertad, de qué culpas te responsabilizas. Examina detenidamente una por una y mira cuáles son las que proyectaste en los demás y que tienes que volver a retomar como tuyas.

Identifica, entre las personas con quienes te relacionas más de cerca, cuál es la que quisieras que viva más intensamente una vida mejor. Recuerda que, a veces, hay personas que parecen no querer nada justamente por haber tenido muchas desilusiones. Mira qué puedes hacer concretamente por tu hermano, por tu hermana. ¿Qué peso vas a asumir?

PARA QUE LO CELEBRES

Haz una celebración para recordar las veces en que, por amor a alguien, hiciste renuncias que habitualmente no haces . Cada vez que recuerdes una, márcala con una "x" o junta una piedrita. Revé esas ocasiones y aprecia cómo mejoraron tu vida. ¡Cuán bueno es tener a alguien a quien amar!

Recuerda también las veces en que no quisiste sacrificarte . ¿Por qué fue? ¿Te faltó amor?

Ponte delante de un Crucifijo: Él tuvo un amor tan grande que se sacrificó por todos. ¿Qué sacrificaste tú por Él?