JESUCRISTO CRUCIFICADO

"Tú, ¡oh reina, esposa de Jesucristo!

mira diariamente este espejo

y observa constantemente en él tu rostro:

así podrás vestirte hermosamente y del todo,

interior y exteriormente, y ceñirte de preciosidades"

(4 CtIn 3).

PARA QUE LEAS Y REFLEXIONES

La sensibilidad aguda y femenina de Clara logró percibir en el rostro del Crucificado lo que nosotros habitualmente no vemos: su hermosura. Y la incitó a ella a ser también hermosa: para eso necesitaba adornarse. Eso quiso enseñarle a Inés de Praga. Veámoslo.

Muerte es destrucción. Sólo puede ser hermosa -como en el caso de Jesús en la cruz- cuando se es puerta para una vida mejor. Nuestra cultura, que siente repulsión ante el más pequeño sufrimiento, perdió esa perspectiva de contraste de la muerte que valoriza la vida. Sí, sabe podar una planta para que produzca más y mejores frutos, pero no tolera ningún recorte en sí misma.

Cuando oímos decir a Jesús: "Yo vine para que tengan vida, y vida en abundancia", en seguida clamamos: "¡Yo la quiero! ¿Qué tengo que hacer?". Pero cuando Él nos responde: "Vende todo lo que tienes, dalo a los pobres, después toma tu cruz de cada día y sígueme", allí comenzamos a flaquear.

Ahora bien, la invitación de Jesús, además de pedirnos una pequeña muerte (la entrega de todo para seguirlo), nos abre aún a otra dimensión. Es necesario seguirlo. Entramos entonces en una búsqueda dinámica, abierta, porque la vida plena se conquista paso a paso para ser irreversible.

Clara de Asís fue un verdadero ejemplo en ese sentido para nosotros.

1. Una constante experiencia del Crucificado

La vida de Santa Clara constituyó una experiencia continua de Jesús Crucificado. La Hermana Felipa de Leonardo de Gislerio declaró, en el Proceso de Canonización, que ingresó a la Orden "porque la predicha santa le hizo meditar cómo, por la salvación de la humanidad, nuestro Señor Jesucristo soportó la pasión y murió en la cruz" (ProC lll,1).

Además del Proceso, que contiene detalladas informaciones sobre la relación de Clara con Cristo Crucificado, la Leyenda sintetiza en algunos párrafos los puntos más sobresalientes de esa experiencia:

"Le es familiar el llanto sobre la pasión del Señor; y unas veces apura, de las sagradas heridas, la amargura de la mirra; otras veces sorbe los más dulces gozos. Le embriagan vehementemente las lágrimas de Cristo paciente y la memoria le reproduce continuamente a Aquel a quien el amor había grabado profundamente en su corazón.

Enseña a las novicias a llorar a Cristo crucificado; y, a un tiempo, lo que enseña de palabra lo ejemplifica con los hechos. En efecto, cuando en privado las exhortaba a tales afectos, antes que la abundancia de las palabras, fluía el riego de sus lágrimas.

"Sexta y nona son las horas del día en las que con mayor compunción se emociona de ordinario, queriendo inmolarse con el Señor inmolado... Para alimentar su alma ininterrumpidamente en la delicias del Crucificado, meditaba muy a menudo la oración de las cinco llagas del Señor. Aprendió el Oficio de la Cruz tal como lo había compuesto el amador de la cruz, Francisco, y lo recitaba frecuentemente con afecto devoto como él..." (LSC 30).

La experiencia más fuerte la tuvo en una semana santa, que recuerda la que, a su vez, tuvo Francisco en el Monte Alvernia. Ese episodio se narra en el Proceso, pero nosotros lo citaremos tal cual se halla en la Leyenda de Santa Clara:

"Sucedió un año, en el día de la santísima Cena, en la cual el Señor amó a los suyos hasta el extremo. Hacia el anochecer, cuando se acercaba la agonía del Señor, Clara, acongojada y triste, se encerró en lo secreto de su celda. Y acompañando con la oración al Señor en oración, su alma triste a par de muerte se embebe en aquella angustiosa tristeza de Él, y la memoria, poco a poco, queda compenetrada con la escena del prendimiento y de los escarnios, y así queda recostada en el lecho.

Durante toda aquella noche y al día siguiente permanece abstraída, de tal modo ajena a sí misma que, con la mirada ausente, clavada siempre en su visión única, parecía crucificada con Cristo, totalmente insensible" (LSC 31).

 

2. Cristo hermoso del espejo de Clara

El Crucificado es hermoso porque es eterno portador de Vida. Él es la Vida que vence a la muerte, sin aniquilarla. Su belleza es la propia Cruz, símbolo del enfrentamiento de las fuerzas opuestas y del respeto de Jesús por ellas. Jesús nos enseña a asumir la cruz de los opuestos sin desentenderse, sin andarse a medias tintas y sin querer destruir a ninguno de ellos. Lucha contra la fuerza opuesta y la vence porque no la ignora, no la menosprecia, no la reprime.

Clara vio que el espejo mostraba a Cristo por adentro y por afuera: habló de "adornarse toda, interior y exteriormente". Por fuera Él parece un vencido más, pero por dentro muestra la victoria de la opción por la cruz, que culminaría en la resurrección. Clara vio a su Cristo interior personal en ese Cristo interior histórico. Lo extrajo hacia el exterior y nos abre las puertas para que nosotros hagamos lo mismo.

Es notable que el párrafo de la Leyenda citado más arriba diga que Santa Clara "sorbía los más dulces gozos"... y "para alimentar su alma ininterrumpidamente en las delicias del Crucificado". Solamente una concepción femenina, acostumbrada a probar el dolor y el placer mezclados, nos puede enseñar a saborear esos grandes valores positivos de la pasión en la cruz. Nuestra concepción patriarcal dominante rechaza todo cuanto esté mezclado con el sufrimiento y sueña con un mundo de analgésicos o de anestesias: es mejor no sentir.

Como sabe apreciar la hermosura de dar la vida por amor, Clara se anima a exhortar a Inés a vivir la aventura de la Cruz de Cristo:

"Míralo hecho despreciable por ti y síguelo, hecha tú despreciable por Él en este mundo. ¡Oh reina nobilísima!, observa, considera, contempla con el anhelo de imitarle, a tu Esposo, el más bello entre los hijos de los hombres, hecho por tu salvación el más vil de los varones: despreciado, golpeado, azotado de mil formas en todo su cuerpo, muriendo entre las atroces angustias de la cruz" (2 CtIn 4).

"Si sufres con Él, reinarás con Él; si con Él lloras, con Él gozarás; si mueres con Él en la cruz de la tribulación poseerás las moradas eternas en el esplendor de los santos" (2 CtIn ib.).

Desde que nacemos, la muerte es una fuerza de nuestra vida. Y lo será hasta el fin. Si no la ignoramos, ni huimos de ella, ni intentamos destruirla, ella nos va a ayudar a generar la energía de la Vida, que brotará para la eternidad.

3. Nuestro Cristo en plenitud nace del juego de la cruz

Todas las culturas celebraron siempre la vida que vence a la muerte. Eran celebraciones cíclicas, que se repetían todos los años o todas las generaciones, porque respiraban la influencia de las estaciones en la naturaleza y del morir y del nacer entre los humanos. El hombre soñó siempre en ser inmortal, derrotando a la muerte, para ser como los dioses y diosas, que él veía como fuerzas que nunca mueren para siempre.

Los cristianos descubren en eso otro sentido muy distinto, revelado por el Cristo de la Cruz, que ya no muere más: la muerte es el polo opuesto de la vida. No hay, en nuestro mundo, vida sin muerte. Vida sin muerte acaecerá en el mundo de lo eterno. Aquí, como la muerte no puede ser muerte si no hay cosas vivas para morir, del mismo modo la vida no puede ser vida si no hay cosas muertas para vivir.

Ésa es la gran sabiduría de la cruz. El Hijo de Dios, que no vive en el mundo de la muerte, asumió nuestra vida mortal para enseñarnos a vivir plenamente también en este mundo mortal. Siempre tendremos la mayor vida posible mientras la muerte esté jugando en el campo adversario.

Nuestro Cristo interior nace libre en el mundo exterior, cuando nosotros entramos en ese campo de juego. Cuando no huimos del adversario, cuando no lo ignoramos ni lo subestimamos. Cuando aceptamos las reglas de juego y ponemos manos a la obra, garantizando que vamos a luchar para vencer y no para destruir. "La muerte es transformada, no desechada".

Clara no era un jugador. Pero se miró en el espejo y se preparó. Como Él. Ella celebró la Vida, por eso amó al Crucificado. Y, como Francisco, quiso seguir sus pasos. En un encuentro abierto que sabe morir para nacer.

Desde esa perspectiva, Clara animó a Inés de Bohemia desde su primera carta, en el año 1234:

"...ya que vos habéis comenzado con tan ardiente anhelo del Pobre Crucificado, confirmaos en su santo servicio; que Él sufrió por nosotros el suplicio de la cruz, liberándonos del poder del príncipe de las tinieblas que nos tenía sometidos y encadenados por la transgresión de nuestro primer padre y reconciliándonos con Dios Padre" (1 CtIn 2).

Poco antes de morir en 1253 concluyo : "...tu te has desposado con el Cordero inmaculado que quita el pecado del mundo." (4 CtIn 2).

4. Plantar vida donde hay muerte

El autor de la Leyenda completa las citas que dimos más arriba, diciendo: "Corresponde a su amante el Crucificado; y así, la que se inflama en tan grande amor para con el misterio de la cruz, es distinguida con prodigios y milagros por la eficacia de la cruz. Efectivamente, cuando traza la señal de la vivificante cruz sobre los enfermos, aleja de ellos prodigiosamente las enfermedades. Espigaré algunos entre los muchos casos" (LSC 32). Y cuenta muchos casos, confirmados por el Proceso de Canonización. En vida y después de muerta, Clara transmitió a muchas personas la vida que supo extraer de la muerte de Jesús en la Cruz.

Pero ella también transmitió vida y venció a la muerte fundando su Orden y ayudando a numerosas personas a ingresar en el movimiento franciscano y a santificarse en él. Y transmitió vida, y continúa haciéndolo hoy, a través de sus escritos.

Quien aprende a dar vida como el Cristo del Calvario (del pesebre, de toda su vida de pobre en Palestina) es el mejor amigo. "No hay mayor amor que dar la vida por los amigos". Cuando la persona siente a su propio Cristo libre, sale a liberar al Cristo que habita en los demás.

Tenemos que sumergirnos en la vida de nuestros hermanos e ir descubriendo las semillas de vida que están en las muertes que a todos nos envuelven. Esas semillas pueden cultivarse y crecer. La muerte puede comenzar a ser vencida. Hasta que llegue el día en que ya nunca más va a vencer. Porque los que asumen los opuestos, tendrán vida plena.

Llevará mucho tiempo el que nosotros y nuestros hermanos logremos equilibrar la fuerza de la vida contra la violencia, contra la opresión, contra la miseria, contra la injusticia, contra la ignorancia, contra la pobreza que mata. Pero hacia allá nos conduce el Crucificado con su Cruz, hasta que podamos cantar con Él: "Oh muerte, ¿dónde está tu victoria? ¡Oh muerte, seré tu muerte!".

PARA QUE LO RETENGAS Y TE TRANSFORMES

  1. Debes abrir los ojos a todos los aspectos altamente positivos de la Cruz de Cristo. Inclusive para valorar el dolor y las muertes. Vivir es la capacidad de enfrentar y asimilar los momentos de muerte con que nos encontramos.

  2. Tienes que trabajar para que tu Cristo interior salga a luz. Y Él es el Crucificado: vive porque se juega por la vida, contra la muerte.

  3. Tú estás comprometido con el Cristo que muere por todos para que todos tengan vida. Cuanto tienes de vida te llegó por los demás. Y tienes que transmitirla a otros.

 

PARA QUE COMIENCES A PONER EN PRACTICA

Anota los estados y situaciones de muerte más frecuentes que observas a tu alrededor. También en tu vida. También dentro de ti.

Descubre, anota, agradece todas las ocasiones en que Jesucristo venció a la muerte y trajo vida: en ti y en torno a ti.

Indica y planifica cuáles son las tres situaciones comunes más concretas en que tú puedes ser portador o portadora de vida.

PARA QUE LO CELEBRES

Si puedes, haz exteriormente lo que te voy a sugerir, usando trozos de madera y haciendo una caminata a pie. Si no puedes, hazlo con papel, o usa tu imaginación y hazlo todo interiormente.

Agarra un tronco, toma lo más compacto para que sea la parte vertical de tu cruz. Después, posiblemente de otro tipo de árbol, escoge otro trozo más corto para ser la parte transversal de tu cruz. La vertical simbolizará la vida; la horizontal, la muerte. Une las dos partes. Ponla sobre tus hombros e inicia la caminata.

Recorre las principales "estaciones" de la historia de tu vida. Principalmente en la relación con las demás personas, sobre todo en la relación con la familia, con la comunidad. Anota los momentos de muerte, de dolor, de desagrado en la transversal de tu cruz. Anota los momentos de vida, de placer, de belleza en la vertical de tu cruz.

Haz esto repetidas veces . Procura reconocer a cada paso que Cristo Crucificado ya pasó por allí...

JESUCRISTO ESPOSO

Realmente, vos hubiérais podido disfrutar

más que nadie de las pompas y de los honores

y de las grandezas del siglo, con la gloria suprema

de desposaros legítimamente con el ínclito emperador,

como correspondía a la dignidad de Él y a la vuestra.

Y lo habéis desdeñado todo y, con entereza de alma

y enamorado corazón, habéis preferido la santísima pobreza

y la escasez corporal, uniéndoos con el Esposo

del más noble linaje, el Señor Jesucristo.

(1 CtIn 2).

 

PARA QUE LEAS Y REFLEXIONES

La figura del esposo es una de las más fundamentales que surgen del Cristo contemplado por Clara. No se trata de un aspecto romántico ni sentimental. Sabemos, por sus escritos y por el Proceso, que estaba al día con los conocimientos bíblicos y espirituales de su tiempo, que conocía a San Bernardo y algo de sus escritos. La imagen de Cristo Esposo abre una de las propuestas más concretas de Santa Clara: la de un compromiso con el Pueblo de Dios en marcha hacia su liberación.

A primera vista se puede tener la impresión de que Clara sólo habla del Cristo esposo porque Inés de Praga, solicitada como esposa por varios príncipes, inclusive por el mismo emperador, prefirió ser religiosa o "esposa de Cristo", expresión muy usada en su tiempo. Pero después advertimos que Clara jamás expresaría lo que escribió a Inés si no tuviese una experiencia personal y sorprendente del Cristo Esposo, una de las bases de su espiritualidad -que también la es de Francisco de Asís, presentada especialmente en su gran propuesta a los laicos, la Carta a los Fieles-, aprendida directamente en el contacto con el santo, que vivía del mensaje bíblico.

Uno de los aspectos más interesantes de la propuesta es tratar con Jesucristo constantemente como con un esposo, es decir, como con alguien muy real, a quien no se olvida ni abandona ni de día ni de noche.

1. Jesús, esposo de Inés y de Clara

En las Cartas a Inés de Praga es donde Clara presenta toda su riqueza sobre el Cristo Esposo. El punto de partida es el hecho del rechazo de Inés a las varias proposiciones de matrimonio para hacerse Hermana Pobre: "Porque vos hubiérais podido disfrutar más que nadie de las pompas y de los honores y de las grandezas del siglo... con la gloria suprema de desposaros con el ínclito emperador...y lo habéis desdeñado todo... uniéndoos con el Esposo del más noble linaje, el Señor Jesucristo. Él guardará vuestra virginidad siempre intacta y sin mancilla. Amándole, sois casta; abrazándole, os haréis más pura; aceptándolo, sois virgen. Su poder es más fuerte, su generosidad más alta, su aspecto más hermoso, su amor más suave, y todo su porte más elegante. Y ya os abraza estrechamente Aquel que ha ornado vuestro pecho con piedras preciosas, y ha puesto en vuestras orejas por pendientes unas perlas de inestimable valor, y os ha cubierto con profusión de joyas resplandecientes, envidia de la primavera, y os ha ceñido las sienes con una corona de oro, forjada con el signo de la santidad. Así, pues, hermana carísima, y aún más, señora respetabilísima, pues sois esposa y madre y hermana de mi Señor Jesucristo, adornada esplendorosamente con el estandarte de la virginidad inviolable y de la santísima pobreza: ya que vos habéis comenzado con tan ardiente anhelo del Pobre Crucificado, confirmaos en su santo servicio" (1 CtIn 2).

Jesucristo aparece como el Esposo del más alto linaje, pero también esencialmente pobre: "Abraza como virgen pobre a Cristo pobre. Míralo hecho despreciable por ti, y síguelo, hecha tú despreciable por Él en este mundo. ¡Oh reina nobilísima!, observa, considera, contempla con el anhelo de imitarle a tu Esposo, el más bello entre los hijos de los hombres, hecho por tu salvación el más vil de los varones: despreciado, golpeado, azotado de mil formas en todo su cuerpo, muriendo entre las atroces angustias de la cruz. Porque, si sufres con Él, reinarás con Él; si con Él lloras, con Él gozarás; si mueres con Él en la cruz de la tribulación, poseerás las moradas eternas en el esplendor de los santos, y tu nombre, inscrito en el libro de la vida, será glorioso entre los hombres. Y así obtendrás para siempre, por los siglos de los siglos, la gloria del reino celestial en lugar de los honores terrenos y transitorios, participarás de los bienes eternos a cambio de los perecederos, y vivirás por los siglos de los siglos. Adiós, carísima hermana, y aún señora mía por tu relación con el Señor tu Esposo" (2 CtIn 4-5).

Salta a la vista que Ése es más el Esposo de Clara que el de Inés. Ella participa a su hermana de Bohemia el Cristo que, de hecho, ella misma vivía constantemente. Si se tratase tan sólo de una alusión a la vocación de Inés, el tema habría quedado agotado en la primera carta. Pero, al contrario, se extiende y crece hasta la última, a casi veinte años de distancia.

En vísperas de su muerte, escribió todavía: "Dichosa realmente tú, pues se te concede participar de este connubio y adherirte con todas las fuerza del corazón a Aquel cuya hermosura admiran sin cesar todos los bienaventurados ejércitos celestiales; cuyo amor aficiona, cuya contemplación nutre, cuya benignidad llena, cuya suavidad colma; su recuerdo ilumina suavemente, a su perfume revivirán los muertos; su vida gloriosa hará felices a todos los ciudadanos de la Jerusaléncelestial, porque Él es esplendor de la eterna gloria, reflejo de la luz perpetua y espejo sin mancilla. Tú, ¡oh reina, esposa de Jesucristo!, mira diariamente este espejo y observa constantemente en él tu rostro: así podrás vestirte hermosamente y del todo, interior y exteriormente, y ceñirte de preciosidades, y adornarte juntamente con las flores y las prendas de todas las virtudes, como corresponde a quien es hija, esposa castísima del Rey supremo" (4 CtIn 3).

 

"Y así te inflamarás más y más fuertemente en el fuego de la caridad, ¡oh reina, esposa del Rey celestial! Contempla, además, sus inexpresables delicias, sus riquezas y honores perpetuos; y, suspirando de amor, y forzada por la violencia del anhelo de tu corazón, exclama en alta voz: ¡Atráeme!¡ Correremos a tu zaga al olor de tus perfumes, oh Esposo celestial!" (4 CtIn 4-5).

No sabemos si ella había tenido esa manera de ver anteriormente. Pero es cierto que recibió un fuerte impulso en sus primeros encuentros con Francisco. La Leyenda dice que "El padre Francisco la exhorta al desprecio del mundo, demostrándole con vivas expresiones la vanidad de la esperanza y el engaño de los atractivos del siglo, destila en su oído la dulzura de su desposorio con Cristo, persuadiéndola a reservar la joya de la pureza virginal para aquel bienaventurado Esposo a quien el amor hizo hombre... A instancias del santísimo padre, que actuaba hábilmente como fidelísimo mensajero, no retardó su consentimiento la doncella... por cuyo amor ansía las bodas supremas... decidió ya desde ahora no conocer lecho de pecado, deseando hacer de su cuerpo un templo consagrado a Dios y esforzándose por hacerse merecedora de las bodas con el gran Rey" (LSC 5-6).

2. Francisco y el Esposo. Bíblico

Sólo por la Leyenda podríamos pensar que San Francisco habló de Cristo Esposo porque trataba con la primera mujer candidata a su fraternidad. Sin embargo ya era corriente ver a las religiosas como a esposas de Cristo.

Pero él va mucho más lejos. En la "Carta a los Fieles", que es su gran propuesta, proclama que el Esposo es de todos los hombres y mujeres que hacen las obras del Señor: "Y ellos son esposos... de nuestro Señor Jesucristo". Y completa su idea: "Somos esposos cuando el alma fiel se une, por el Espíritu Santo, a Jesucristo" (2Cta Fi 50-51).

Y Francisco insistiría en un texto escrito que se incluyera en su "Forma de Vida": "Ya que por divina inspiración, os habéis hecho hijas y siervas del altísimo sumo Rey Padre celestial y os habéis desposado con el Espíritu Santo, eligiendo vivir según la perfección del santo Evangelio, quiero y prometo dispensaros siempre, por mí mismo y por medio de mis hermanos, y como a ellos, un amoroso cuidado y una especial solicitud" (Regla Vl. 17). En ese texto él habla de esponsales con el Espíritu Santo, usando los mismos términos que emplea para saludar a Nuestra Señora en la antífona del "Oficio de la Pasión". Lo importante es la unión mística con Dios. Y Clara, que bebió la Palabra de Dios en el "Cantar de los Cantares", como todos los grandes místicos, no tiene nuestros escrúpulos. Su tema es permanentemente el amado Jesucristo y, para ella, el sentido de ser esposa es: hacer una opción, comprometerse, crecer en un descubrimiento mutuo, en una reciprocidad que va a alcanzar la unión mística en una perspectiva profundamente femenina.

Francisco no recuerda tan sólo el Cantar del Antiguo Testamento, porque se une al Cristo Esposo del Evangelio: Un rey hizo un gran banquete... ¿Cómo pueden estar tristes mientras están con el Esposo?... El Reino es semejante a diez vírgenes invitadas a una boda. Cuando el Esposo llegó...

Toda su espiritualidad se fundamentaba en la gran imagen bíblica de la Alianza: "De ahora en adelante vosotros seréis mi Pueblo y yo seré vuestro Dios. Como un marido ama a su esposa, así los amaré a ustedes". Sobre esa afirmación solemne los profetas construyeron el Reino, recordando que Dios era un esposo siempre fiel. Por eso, reconocer la imagen del esposo es reconocer al Pueblo de Dios, Pueblo histórico, Pueblo Universal. Nosotros recogemos semillas del Reino en todos los pueblos, en todas las culturas para que "venga tu Reino".

3. Un compromiso palpable, concreto

En Cristo Esposo, Clara manifiesta la culminación de su femineidad: ella se involucra y se compromete con una presencia de Jesucristo con el que mantiene una relación directa, continua, día y noche, creciente. Recuerda a la Iglesia militante, a los miembros vacilantes de su cuerpo inefable; nunca se sintió desligada de su pueblo ni de su ciudad.

El Cristo Esposo del Pueblo es el polo opuesto que entra en actuación dinámica con su Cristo interior, que, entonces, se siente profundamente femenino. No es una teoría, ni un ideal, ni una espiritualidad desencarnada. Los símbolos abarcan mucho más de lo que nosotros llamamos "la realidad".

Vivir esa polaridad interior con el Cristo esposo es exponerse a una fuerza viva, actuante, cuestionadora, desinstaladora, que hace de la vida un torbellino que no nos desborda únicamente porque dos fuerzas poderosas lo mantienen en equilibrio. El Cristo esposo y el Cristo interior de la esposa vivieron la dinámica alternante en que el influjo podía correr ora en una, ora en otra dirección. Fue así como Clara fue santa.

En los párrafos en que Clara más se entusiasma , su estilo epistolar se convierte en poesía. Pero ella va más allá, porque su Cristo es el pobre Crucificado: "Estimando en poco la oferta del matrimonio con un emperador, te has hecho émula de la santísima pobreza y, con el espíritu de una gran humildad y de una caridad ardorosísima, has seguido las huellas del Aquel que merecidamente te ha tomado por esposa" (2 CtIn 2).

Y es justamente en el encuentro con el Esposo donde ella se vuelca hacia la interioridad y vive todo el mundo de su contemplación. Clara aprendió a ver al mundo con los ojos del Crucificado, en su espejo: "Fija tu mente en el espejo de la eternidad, fija tu alma en el esplendor de la gloria, fija tu corazón en la figura de la divina sustancia, y transfórmate toda entera, por la contemplación, en imagen de su divinidad. Así experimentarás también tú lo que experimentan los amigos al saborear la dulzura escondida que el mismo Dios ha reservado desde el principio para sus amadores. Deja de lado absolutamente todo lo que en este mundo engañoso e inestable tiene atrapados a sus ciegos amadores, y ama totalmente a Quien totalmente se entregó por tu amor: a Aquel cuya hermosura admiran el sol y la luna, cuyos premios no tienen límite ni por su número ni por su preciosidad, ni por su grandeza; a Aquel -te digo- Hijo del Altísimo, dado a luz por la Virgen" (3 CtIn 3).

Además, entregarse a Cristo esposo no es para ella una fuga a un mundo introvertido y alienado. Y no es tampoco solamente la parte agradable de esa entrega. Ella se encuentra diariamente, constantemente, con el Crucificado comprometido con todos los dolores de todos los hombres, de todos los tiempos, y quiere ser "sostén de los miembros vacilantes del cuerpo de Cristo". Asume ser madre del Cristo nuevo que tiene que nacer en el corazón de cada uno para que el Reino de Dios se establezca en la tierra. Como recordó a Inés: "La gloriosa Virgen de las vírgenes lo llevó materialmente: tú, siguiendo sus huellas, principalmente las de la humildad y la pobreza, puedes llevarlo espiritualmente siempre, fuera de toda duda, en tu cuerpo casto y virginal; de ese modo contienes en ti a Quien te contiene a ti y a los seres todos, y posees con Él el bien más seguro, en comparación con las demás posesiones, tan pasajeras, de este mundo" (3 CtIn 4). "Lo diré con las palabras del mismo Apóstol: te considero cooperadora del mismo Dios y sustentadora de los miembros vacilantes de su Cuerpo inefable" (3 CtIn 2).

PARA QUE LO RETENGAS Y TE TRANSFORMES

  1. No se vive a Cristo - el Salvador del Pueblo - sin una idea concreta del estado, de los sueños, de las dificultades de su Pueblo en el mundo entero actualmente.

  2. No se tiene ese concepto de Pueblo universal, del que Cristo es el Esposo, sin una visión histórica del Pueblo bíblico - de la promesa a la esperanza.

  3. No se ama a un Cristo abstracto y fruto de la imaginación. Tiene que ser concreto, sensible, directamente cuestionador.

 

PARA QUE COMIENCES A PONER EN PRACTICA

Interésate por las noticias del Cristo místico en todos los lugares del mundo actual. Estás comprometido con Él y con todos sus hermanos y hermanas.

Procura saber qué pasos ha dado el Cristo-Pueblo hasta hoy, en la historia del mundo, de América Latina, de tu país, de tu comunidad, y cuáles son los próximos pasos. Debes tener una visión clara de la utopía que se está construyendo.

No ames a un Cristo de fantasía. Examínate cómo amas a las Hermanas y Hermanos con quienes tienes mayores dificultades, las personas del pueblo que más cuestionan tu modo de ser.

PARA QUE LO CELEBRES

Lee los primeros capítulos del Profeta Oseas. Fíjate cómo Dios celebró su amor por el Pueblo en una ocasión en que los israelitas le eran infieles, para atraerlos de nuevo.

Celebra contándole a Dios una historia parecida: tu historia. Recuerda las ocasiones en que hiciste cosas que merecían los nombres de "Sin-misericordia" y de "No-pueblo-mío". Da a esas ocasiones nombres apropiados. Y cuéntale a Dios cómo advertiste que Él, en tu vida, ha hecho de todo para que volvieses a ser "Con-Misericordia" y "Pueblo-Mio".

Puedes hacer esto por escrito, hablando en la soledad de tu habitación, o aún compartiéndolo con algún hermano o hermana.

JESUCRISTO HERMANO

"Os habéis asegurado una recompensa copiosísima

en los cielos

y habéis merecido dignamente

ser hermana, esposa y madre

del Hijo del altísimo Padre y de la Virgen gloriosa"

(1 CtIn 3).

 

PARA QUE LEAS Y REFLEXIONES

La Vida que Clara profesó con San Francisco fue el Evangelio, la buena noticia que Jesús vino a traer: somos sus hermanos, porque somos hijos del Padre del Cielo. Ahora ya el Reino queda abierto.

Para ellos, ser hermanos, no era sobre todo un buen consejo: compórtense como hermanos, sean amigos, sean camaradas. No; era una realidad mayor que todo lo que la humanidad había conocido y Jesús nos revelaba: no dependía de nuestra búsqueda.

Jesús vino a traernos la buena noticia a un mundo que podía ser cualquier cosa, menos fraterno. Y en este mundo, aún hoy lleno de divisiones e injusticias, en que muchas personas son marginadas e impedidas de toda posibilidad de tener casa, comida, educación y salud con dignidad, en este mundo somos llamados a ser hermanos y a anunciar la fraternidad de los hijos de Dios.

El sueño evangélico de una humanidad capaz de descubrir que es hermana por vocación divina tiene que ser transformado en utopía con más posibilidad de convertirse en realidad. Fue la utopía que nos propusieron Clara y Francisco: comenzar con un pequeño grupo para hacer que todos lleguen a sentirse y a ser hermanos de Jesucristo.

1. La revelación del Evangelio: el Padre, y que nosotros somos hermanos

Clara vivió en una época en que la fraternidad era uno de los temas más tratados en la Iglesia. Había un sinnúmero de movimientos nuevos en que todos querían llamarse hermanos. Casi todos esos movimientos terminaron en herejías, fuera de la Iglesia. En cambio, el movimiento franciscano, no. ¿Por qué?

Probablemente porque la mayoría de la gente entendía, como también sucede hoy, que Jesús nos estaba proponiendo vivir como si fuésemos hermanos entre nosotros. Clara y Francisco entendieron, sin embargo, que Jesús había declarado que nosotros somos sus hermanos y que, si viviésemos como hermanos suyos, hijos del Eterno Padre, y por ende hermanos entre nosotros, implantaremos su Reino y nuestra vida será mucho mejor de la que los hombres jamás soñaron.

En la primera Carta a Inés de Praga Clara escribió: "Hermana carísima, y aún más, señora respetabilísima, pues sois esposa y madre y hermana de mi Señor Jesucristo... (1 CtIn 2). Y concluyó: "Os habéis asegurado una recompensa copiosísima en los cielos y habéis merecido dignamente ser hermana, esposa y madre del Hijo del Altísimo Padre y de la Virgen gloriosa" (1 CtIn 3). Esta ligazón con la Trinidad nos demuestra que ella tenía una visión correcta y precisa de la fraternidad evangélica.

Mientras que la mayor parte de los grupos de "hermanos" de su época chocaba con la Iglesia constituída, a la que acusaban de falta de una vida fraterna y pobre razonable, Clara y Franciscose dieron cuenta de que, por más pecadora que fuese la Iglesia, solamente dentro de ella, reunida en el Espíritu Santo, podemos hacernos hermanos de Jesús por el Bautismo y alimentarnos con la Palabra, orientando nuestro caminar junto a las ovejas del rebaño del único Pastor eterno.

Porque solamente Jesús puede darnos al Padre, que, de hecho, nos hace hermanos. Aquel Padre con quien Jesús hablaba todos los días, a quien le daba gracias y que nos hacía participar de su amor.

2. Mi hermano es quien hace la voluntad del Padre

Clara recuerda a Inés de Praga que ella mereció ser llamada, con toda dignidad, hermana de Jesucristo. Lo mereció porque hizo la voluntad del Padre. Como recordó Jesús: "Todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Mt 12, 50). San Mateo introduce esas palabras de Jesús diciendo claramente: "Y, señalando con la mano a sus discípulos, Jesús agregó: Éstos son mi madre y mis hermanos, porque todo el que hace la voluntad de mi Padre..." (Mt 12, 48-50). Quien ingresa al grupo de los que conviven con Jesús como discípulos para hacer totalmente la voluntad del Padre, ése comienza a vivir como hermano.

Jesús instauró con sus discípulos la vida de amor que vive la Trinidad. Por eso la Iglesia recién quedó completa cuando vino el Espíritu Santo, a los cuarenta días después de Pascua. Y para mantener la vida fraterna, que es la vida de la Trinidad, ésta se convirtió en el sacramento de la fraternidad, alimentando a sus hijos con sus sacramentos de fraternidad. La voluntad del Padre es que seamos santos, es decir, que participemos de la vida de la Trinidad.

Cuantos quieren ser de hecho hermanos de Jesús, poniendo en práctica el deseo y la vocación del Padre para todos los hombres, deben poder ver dónde está, en este mundo, la familia de los hijos de Dios, que son sus hermanos. Por eso Dios suscitó en su Pueblo, a través de los siglos, los más variados grupos de hermanos y de hermanas. Con Clara y Francisco comenzó la familia Franciscana.

No fueron Clara y Francisco los que la comenzaron y la mantienen: fue Dios. Mejor dicho: es Dios. Y es Él quien continúa llamando a cada uno de los hermanos, a cada una de las hermanas que sienten en su Cristo interior el destino de esta vocación. Clara y Francisco subrayaron eso en las Reglas que ella dejó para las Hermanas Pobres y él para los Hermanos Menores: "Si alguna, por inspiración divina, viene a nosotras con deseo de abrazar esta vida..." (RSC II, 4). Y fue a partir de allí que propusieron la novedad de la "obediencia fraterna".

3. Fraternidad y Sororidad

Nosotros hablamos mucho de "fraternidad" y no nos damos cuenta de que es una palabra adaptada a la vida religiosa masculina. Viene de "frater", que, en latín, quiere decir hermano. Pero en latín, como en casi todas las lenguas, lo femenino de "frater" es una palabra de raíz distinta: "soror", que quiere decir hermana. Podemos recordar al menos algunas de las lenguas más relacionadas con nuestra cultura para la dupla hermano-hermana: en portugués: irmao e irma; en francés, frére y soeur; en italiano, fratello y sorella; en inglés, brother y sister; en alemán, Bruder y Schwester. En castellano tenemos hermano y hermana y en griego adelfós y adelfé respectivamente.

Es interesante consignar que, aún nuestra palabra "freila", no viene de la palabra femenina "soror", sino de la masculina "frater". Por eso, los que hablan inglés, distinguen brotherhood (la fraternidad de los hombres) de sisterhood (la fraternidad de las mujeres). Y algunas personas proponen que creamos, en base al latín, la palabra "sororidad".

Quizás no tengamos que usar una palabra nueva. El hecho es que las palabras que empleamos revelan que nuestra historia no respetó al femenino, aún cuando constituyó por su parte una vida cristiana, religiosa, franciscana. Adoptó en bloque lo que era propio de los hombres como ideal para las mujeres.

Porque no es lo mismo ser hermano que ser hermana. La sexualidad está profundamente inserta cuando nos relacionamos, y en tanto en cuanto la relación es más profunda. Cuando estoy ante una hermana, tengo una presencia muy próxima al femenino, y cuando estoy ante un hermano, tengo una presencia muy próxima al masculino. Cuando vivo en una fraternidad de hermanos, la vida está muy marcada por Lo masculino (y debo buscar su equilibrio). Por eso, cuando vivo en una fraternidad (sororidad) de mujeres, la vida está muy marcada por lo femenino, y también tengo que buscar su equilibrio.

Es impresionante comprobar cómo en tantas ocasiones la vida religiosa femenina asume modalidades masculinas inoportunas. "Un "superior" religioso podrá sentirse muchas veces un administrador y líder, dando más importancia a las obras e iniciativas que a la persona de los hermanos, aunque el hecho de ser un religioso y un franciscano siempre le recordará la necesidad de ser más humano. A veces una superiora religiosa asume, por seguir modelos masculinos y situaciones propias de hombres, esa misma distancia que usa las personas en favor de las obras. Y no se da cuenta de que el elemento humano con que vive y trabaja es mucho más sensible y queda mucho más herido.

Santa Clara demuestra en sus cartas a Inés de Praga cuán sensible es a los valores específicos de la sororidad. Entre otras expresiones de cariño y afecto pleno, usa en diversas ocasiones el juego de palabras "hermana y madre". En la cuarta carta prefiere hablar de "madre e hija". Refiérese como madre de hecho a las Hermanas de San Damián. En la cuarta carta sólo aparece como "hermana" su hermana de sangre, Inés de Asís, hija de Favarone y Hortolana, como ella.

A Ermentrudis de Brujas la saluda como hermana, pero después la trata solamente como hija. En la bendición, las Hermanas son llamadas "hermanas e hijas". Dice que es "hermana y madre vuestra y de las demás hermanas pobres...". Pero ya es más que todo una madre.

4. Quien ama, ya está en la vida eterna

Los que reciben esta vocación son llamados a ser testigos de la vida fraterna para todos los hombres, de todos los pueblos, de todos los tiempos. Por ese motivo Francisco y Clara quisieron ir entre los infieles. Querían anunciar la vida de relación que se vive en la Trinidad, que nosotros somos la vivimos por ser hijos del Padre Eterno y hermanos de Jesús.

No se trata de cumplir reglas u obligaciones. Todo se resume en vivir el amor. San Juan declaró que "Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la Vida porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama, permanece en la muerte" (1 Jo 3, 14).

Habremos logrado construir el Reino si, cuando Jesús vuelva, nos pueda decir: "Vengan, benditos de mi Padre... cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo" (Mt 25, 34... 40).

San Francisco ya estaba en la "vida eterna" cuando invitó a las hermanas criaturas a alabar al Señor Altísimo, Omnipotente y Bueno que, por nosotros se hizo pequeño, servidor y humilde. Clara y Francisco comenzaron la vida eterna reuniendo hermanos y hermanas para ser menores y pobres, totalmente entregados a descubrir cómo vivir entre todos la vida de la Trinidad.

PARA QUE LO RETENGAS Y TE TRANSFORMES

  1. Lo que viviremos eternamente será la fraternidad. Nosotros ya nos comprometimos con ella. Entre nosotros y ante el Pueblo.

  2. La fraternidad es la vivencia de la Trinidad y de los valores muy superiores a la simple convivencia y al apoyo mutuo.

  3. Nuestra realización personal no consiste en tener éxito, etc., sino en lograr ser hermanos de Jesús siendo hermanos de todos, plenamente.

 

PARA QUE COMIENCES A PONER EN PRACTICA

Tú tienes que mantener la vida fraterna y la vida de oración de la fraternidad. Si no vives la fraternidad, tú también estarás perdiendo tu vida. Si cada uno de los que conviven más cerca tuyo no actúa como hermano, ¿qué haces tú en esa familia? ¿Y en este mundo?

Examina tu vida religiosa. Desde que tienes conciencia de ser cristiano y desde que te consagraste, ¿puedes decir que vas siendo cada vez más hermano?

Lo que te justifica estar donde estás es el testimonio de fraternidad. ¿Es así en los hechos? ¿La vida de tu fraternidad incita a los demás a desear ser hermanos?

PARA QUE LO CELEBRES

Imagina que, alrededor de una mesa, están sentados el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo y tú.

Tú estás entre el Padre y el Hijo, frente al Espíritu Santo, en el lugar en que los medievales colocaban a Nuestra Señora. Porque ella, de hecho, es la parte de nuestro Pueblo que ya llegó allá en cuerpo y alma. Madre del Pueblo, ella está allí representándonos a todos nosotros, que somos hermanos por haber sido invitados a ese lugar.

Las relaciones en torno a la mesa son intensas y profundas. Inclúyete en esa relación y déjala transitar libremente por ti.

Haz de cuenta que todos los hermanos y hermanas están allí contigo. Que transita por todos ellos la misma vida de la Trinidad.

Examínate cómo estás viviendo concretamente con tus hermanos.

Confróntalo con la realidad y ajusta lo que implique fallas para procurar vivir auténticamente el Reino.

ÁNIMUS Y CRISTO INTERIOR

"Tú, ¡oh reina, esposa de Jesucristo!,

mira diariamente este espejo y observa

constantemente en él tu rostro:

así podrás vestirte hermosamente y del todo,

interior y exteriormente, y ceñirte de preciosidades."

(4 CtIn 3).

 

PARA QUE LEAS Y REFLEXIONES

Cuando llegamos a conocerla más de cerca, quedamos impresionados por la personalidad de Santa Clara. No somos sólo nosotros. Sus contemporáneos también quedaron impresionados y lo hicieron constar: el autor de la Leyenda se entusiasmó con ella, los testigos del Proceso dejaron expresiones asombrosas, la Bula de la Canonización transparenta claramente un inocultable entusiasmo. Y es fácil entrever cómo el Poverello de Asís quedó marcado por su presencia. Y todo esto, ¿por qué?

Ciertamente porque ella fue una mujer que trabajó la propia interioridad, mirando diariamente, con amor y con deseo, el Jesucristo que iba logrando descubrir en el espejo interior. Vivió una situación en que hubo, al mismo tiempo, un exacerbado patriarquismo, pero también el despertar del mundo nuevo de la cortesía, que los juglares suscitaban por doquier.

En Clara podemos ver, de modo interesante y claro que, si es verdad que Lo masculino exterior puede ser opresor, Lo masculino de la interioridad, por el contrario, es altamente liberador y plenificante para una mujer.

A partir de la interioridad, ella se convierte en una mujer nueva, libre e influyente en el mundo. Nos brinda la objetividad para que no sólo soñemos cómo las cosas pueden ser, sino también para descubrirlas cómo son en realidad. Y fuerza una apertura hacia la renovación y la transformación que solamente actúa sobre el mundo exterior a partir de un descubrimiento que potencia los dones interiores de cada uno.

Nos abre a un mundo renovado.

1. Una mujer sorprendente

Por una parte, ella es una mujer muy animosa y decidida, y, por otra, es una mujer cariñosa que jamás fue agresiva. Sabía muy bien lo que quería y eso fue remarcado no sólo en los episodios que leemos en la Leyenda y en el Proceso, sino también, y quizás mejor, en la claridad de sus escritos. Aunque vivió retirada en su eremitorio, no se apartó del mundo y se interesó tanto por las grandes ideas como por la belleza de cada árbol frondoso, de cada persona que transitó por su vida.

Y no se prendó tan sólo de lo hermoso. La encontramos tan o más pobre que Francisco, dedicada a los servicios más humildes, que hasta a sus contemporáneos les parecían los más repugnantes. Casi toda su vida estuvo enferma y sufrió mucho, pero su rostro siempre transmitió ánimo y alegría, porque, sobre todo, fue una mujer libre.

Quizás podamos decir, en una palabra, que Clara fue una mujer equilibrada. Sus aspectos lunares, femeninos, se entreveran fuertemente con sus aspectos solares, masculinos. Y sus actitudes parecen demostrar que ella tenía clara conciencia de ello. Sabía adónde quería llegar y siempre llegó adonde quería, sin perturbarse ni destruir cosa alguna. Sabía enfrentar los mayores problemas, examinando cada uno de sus ingredientes, y valorizaba las cosas pequeñas sin ser absorbida por ellas. A pesar de no haber agredido jamás, resguardó siempre todo lo que fue necesario de la vida que vivió. Fue bebiendo paulatinamente el agua limpia de los torrentes que encontró a su paso.

Tuvo una capacidad extraordinaria para enseñar las cosas más profundas con claridad y de hacer fáciles las más difíciles. Su vocabulario no conoció nuestros habituales modos dictatoriales de expresarse: usted tiene que hacer eso, usted no puede hacer aquello otro. Ella animaba gentilmente.

2. Respuesta a una vocación

Frente a una persona así podríamos decir: ella fue muy dotada. Y aún: era su destino. De acuerdo, siempre que sepamos reconocer que las dotes pueden ser o no ser cultivadas, que el destino de una persona pueda ser entendido como su vocación: Dios la hizo para eso. Pero sólo realiza los planes de Dios quien trabaja los dones recibidos. Para realizar ese trabajo, contamos con la ayuda del ánimus y del ánima.

Ánimus es aquella figura interior que sabe conducir a las mujeres cada vez más al fondo de sí mismas. Es una figura masculina, que equilibra lo femenino exterior. En Clara parece haberse identificado con el Cristo pobre y Crucificado, que la llevó al descubrimiento del Cristo Total.

Nosotros nacemos con esos dones, pero son potenciados por las personas que transitan por nuestra vida. Clara encontró desde el comienzo a muchos hombres de valor en su camino: en primer lugar, los caballeros, que fueron su padre y sus tíos; luego, los hombres de Dios que fueron Francisco y sus hermanos. Su sabiduría consistió en vivir intensamente a cada uno de ellos, sin detenerse en ninguno. Todos eran para ella mensajeros. Cristo era el Esposo.

Nuestro mayor destino es ser todos semejantes a Dios, ser una imagen muy personal de Jesucristo. Clara extrajo de su interioridad un Cristo hermoso: la mujer equilibrada que fue. Cada uno de nosotros puede aún sacar el suyo de su interior. Por otra parte, en lugar de ver en ella a una persona extraordinaria, podríamos descubrir en su ejemplo un poco del Cristo que cada uno de nosotros puede ser. Lo que Clara supo fue dejar que su vida floreciese de acuerdo a la medida del ser humano perfecto: Jesucristo.

Especialmente por haber sido capaz de enfrentar la belleza del Crucificado y de su cruz, ella pudo extraer al exterior todas esas cualidades que todos siempre le admiraron. Pero eso no fue algo que se le otorgó gratuitamente: le costó su vida de penitencia y de transformación. Fructificó porque no dejó de sumergirse en la contemplación del Hijo Primogénito de Dios.

3. Cómo eso nos cuestiona hoy

Todas las mujeres pueden ser como Santa Clara, y aún mejores. Todos podemos ser mucho más de lo que somos. No ha existido todavía quien haya explotado todos los dones de Dios que se le depositaron en el tesoro de su campo. Nuestro mundo va a ser muy diferente cuando cualquiera de nosotros se resuelva a extraer al exterior el Cristo que recibió.

Santa Clara es sólo una prueba de que podemos trabajar esa cruz interior. Si acogemos todos nuestros dones, inclusive aquellos que nos parecen vergonzosos y torpes, y aún los que nos parecen que trabajan en contra nuestra, es incalculable lo que podemos lograr. Si, en lugar de intentar disculparnos torpemente por lo que nos parece menos aceptable en nosotros, tratamos de reconocerlo, aunque no nos dejemos llevar por eso, avanzaremos libremente hacia un crecimiento de nuestra propia plenitud.

No podemos contentarnos sólo porque logramos un lugar en la sociedad y en el mundo. Hay muchos otros marginados y son hermanos nuestros. Debemos transformar esta sociedad y nuestro mundo, comenzando por nosotros mismos.

Con lo que vamos conociendo hasta ahora de los escritos de Santa Clara y de los otros documentos medievales que nos la revelan, podemos ver en ella una desbrozadora de los caminos hacia la espiritualidad franciscana. Lanecesitamos, y muchas otras personas podrán abrirnos nuevos caminos en este momento de la historia.

4. El sueño de una mujer nueva

Todos podemos soñar que nuestro tiempo puede producir mujeres nuevas, libres de algunos de los principales vicios propios de nuestras culturas. Lo que más perjudica a las mujeres es un mundo exterior dominado por el patriarquismo, donde no logran ser auténticamente femeninas porque tienen que adaptarse al mismo para poder sobrevivir.

Si, en lugar de ser moldeada por Lo masculino exterior, lograse ser trabajada por Lo masculino interior -que le pertenece-, sería una nueva criatura. En primer término, porque Lo masculino interior, en lugar de ser una fuerza opresora, se presenta como un polo de equilibrio, que genera energía y aporta nueva vida a los dones de la femineidad.

En lugar de asemejarse a los hombres, y lejos de ambicionar eso, la mujer verá su femineidad como un valor. Ya no se verá reducida a un ser menor, a una niña, a una esclava, ni se someterá a los dictados impuestos por la sociedad, según los cuales todos deben ser conquistadores, dominadores, vencedores.

Va a poder acoger con cariño y afirmar y dinamizar sus dones femeninos de comunicar vida, involucrándose con las personas y las cosas; va a poder buscar el núcleo y el recogimiento de la interioridad y transformarse por dentro para saborear la vida.

Una mujer así, vivenciada interiormente por la polaridad masculina, aportará al mundo una contribución femenina que también ayudará al nacimiento de un hombre renovado, equilibrado en la decisión, firme e incansable en la búsqueda, capaz de vivir la armonía del consejo. Una mujer así aportará el don de revelar las cosas como son, mientras que el hombre continúe soñando y lucubrando cómo ellas pueden ser.

Podemos soñar en una mujer nueva para el siglo XXI, liberada de tantos problemas como le hemos causado hoy. Sabemos que ese sueño es posible, porque ya se realizó en no pocas oportunidades. Clara de Asís es un ejemplo. El movimiento solar de su interioridad dio a luz, desde su interior, al hombre nuevo: una semejanza de Jesús, el Hijo de Dios.

La reflexión de este capítulo podrá ampliarse bastante con una relectura de lo que enumeramos desde las páginas 79 a la 84 sobre el hombre y la mujer nuevos que podemos esperar de aquí en adelante.

PARA QUE LO RETENGAS Y TE TRANSFORMES

  1. Fuimos hechos para la vida plena. Seremos como los ángeles del cielo. A imagen y semejanza de Dios. Pero esa plenitud sólo se alcanza cuando se sabe aprovechar todo.

  2. Poseemos un potencial enorme en la interioridad. Una de sus fuerzas es el polo femenino. Ha sido reprimido, y debe ser liberado.

  3. Lo masculino interior no es represor, sino estimulante de lo femenino.

 

PARA QUE COMIENCES A PONERLO EN PRACTICA

Uno de los consejos de lo masculino interior: Haz preguntas. Mantén la curiosidad de saber cómo y por qué las cosas de este mundo funcionan. Alaba a Dios.

Otro consejo de tu sabiduría masculina: Fíjate algunas metas para tus conquistas, aún las espirituales, y no permitas que nade te desvíe de tu camino. Como enseñó Clara: "Haz lo que estás haciendo y no lo dejes... No permitas que nada te desvíe del camino...".

Uno más: Escoge lo pequeño y lo pobre. Ten grandes sueños, pero nunca desdeñes trabajar en pequeñas tareas.

PARA QUE LO CELEBRES

Puedes imaginar al Ánimus como un conjunto de buenos consejeros. Ellos siempre tendrán una palabra cuando todo parezca no tener salida y tú quieras desistir de caminar y aún de vivir.

Pregunta siempre por cualquier persona o por cualquier cosa que esté a tu alcance: todos son aspectos de tu interioridad riquísima de personajes.

En ocasiones, ellos se sentarán contigo para decidir los próximos pasos a dar.

En otras oportunidades, susurrarán las ugrencias dentro de ti. No temas cuestionarlos. Ni de seguirlos. Tú vas a llegar allá y todo el mundo va a salir ganando en la medida en que tú te encuentres.

ÁNIMA Y CRISTO INTERIOR

"El Hijo de Dios nunca quiso separarse

de la misma santa pobreza durante su vida.

Y nuestro beatísimo padre Francisco,

imitando sus huellas,...

en modo alguno se desvió de ella mientras vivió,

ni con el ejemplo ni en la doctrina".

(TesC 5).

 

PARA QUE LEAS Y REFLEXIONES

No se puede negar que hay algo de extraordinario en el hecho de que un pobrecillo simple y modesto de la Edad Media sea, hasta hoy, uno de los hombres más conocidos, no solamente en la Iglesia Católica, sino en toda la humanidad. San Francisco de Asís se destacó como santo, pero también como un hombre en quien podemos contemplar la pureza original del ser humano.

Quizás la mayor explicación resida en su manera peculiar de valorar lo femenino. Fue un camino que, al parecer, abrió para Clara y en el que los dos nos lanzan a una formidable perspectiva de vida.

Llama la atención el hecho de haber conseguido él un notable desarrollo personal precisamente en la Edad Media, una época que tantos estudiosos insisten en enfocar como un período tenebroso de la historia de la humanidad. Y él hasta parece haber experimentado de manera peculiar y profunda, como santo, el ideal de búsqueda propuesto a los caballeros de su tiempo, el tiempo de los ciclos heroicos de la Tabla Redonda y del Santo Graal.

Fue un hombre de esa época, con un secreto perenne en la humanidad: el de lo femenino interior simbolizado en la multitud de doncellas que los poetas cantaban y que él personalizó tan felizmente en la Dama Pobreza. Y su ejemplo demuestra que su secreto no perdió nada de su vigor aún en este fin de siglo. Él extrajo de su interior la "plenitud del hombre perfecto", como cada uno de nosotros debe hacerlo.

1. Hermano Sol y Hermana Luna

Cuando San Francisco invitó al Sol y a la Luna a alabar a Dios, no expresó tan sólo su inmensa devoción y su espíritu poético. Trasladó una realidad profunda de su vida que podemos percibir observando cómo él nos presenta tres parejas muy interesantes: el Hermano Sol con la Hermana Luna, el Hermano Viento con la Hermana Agua y el Hermano Fuego con la Hermana Tierra.

Nosotros lo vemos envuelto en el mundo de las criaturas, sumergido en Dios a través de sus obras. Es una de sus características interesantes: él nunca se distancia ni de las personas ni de las cosas, y por eso, tampoco de Dios. No idealiza ni racionaliza, se inserta en lo concreto. Por eso quizás podamos verlo como un hombrecillo pequeño, frágil, pero, al mismo tiempo, inmensamente vigoroso, porque está lleno de ternura, mas no es una caña agitada por el viento. Francisco de Asís ha de haber sido uno de los hombres que mejor vivió la integración de lo femenino interior.

Y eso no se trasluce tan sólo en el Cántico del Hermano Sol. Toda su vida es una palpable demostración de la posibilidad de que un hombre viva y manifieste lo femenino, destacándose al mismo tiempo como una de las figuras más varoniles de la historia.

En su carta autógrafa a Fray León, le dice: "Te hablo, hijo mío, como una madre..." (CtaL 2). Cuando quiso explicitar qué era ser hermano -su gran ideal-, escribió: "Si una madre nutre y quiere a su hijo carnal, ¿cuánto más amorosamente debe cada uno querer y nutrir a su hermano espiritual?" (2R VI, 8). Y completó hermosamente esa propuesta cuando presentó la Regla para los Eremitorios: "dos sean madres y tengan dos hijos, o, al menos, uno. Los dos que son madres sigan la vida de Marta, y los dos hijos sigan la vida de María... y los hijos no hablen con ninguna persona, sino con sus madres..Pero los hijos tomen a veces el oficio de madres, tal como les parece establecer los turnos" (REr).

2. Ánima y la Dama Pobreza

Ánima es el arquetipo de lo femenino en la interioridad de los hombres. Es la guía segura que los ayuda a penetrar en el mundo de las raíces para descubrir toda la riqueza de Dios que permanece en el interior, principalmente el Yo-mismo, que es la imagen de Jesucristo.

Parece no haber duda de que el ánima de Francisco de Asís se enriqueció ampliamente por la presencia de su madre Juana (Pique de Boulermont), por desconocidas compañías de su juventud, por la interesante amistad con mujeres tan diferentes como Jacoba de Settesoli y Práxedes de Roma. Hoy podemos tener la certeza de que Clara de Favarone, la esposa de Cristo, fue la mayor fuerza de identificación de su femenino interior.

Pero muy característicamente él cantó esa figura interior como a la Dama Pobreza. Llegó a verla en esa forma en uno de sus típicos sueños. Su ejemplo de vida es muy especial: era un hombre que no sólo tenía conciencia de su femenino interior, sino que hasta llegaba a conversar abiertamente con él, dándole ese nombre caballeresco y gentil de Dama Pobreza.

Vale la pena recordar aquí, entre muchas otras citas, el sueño con la estatua de metal:

 

"Una noche, tras larga oración, adormeciéndose poco a poco, acabó por dormirse. Su alma santa es introducida en el santuario de Dios y ve en sueños, entre otras cosas, una señora con estas características: cabeza de oro; pecho y brazos, de plata; vientre, de cristal, y las extremidades inferiores, de hierro; alta de estatura, de presencia fina y bien formada. Y, sin embargo, esta señora de belleza singular, se cubría con un manto sórdido. Al levantarse, a la mañana, el bienaventurado Padre refiere la visión al hermano Pacífico -hombre santo-. pero no le revela lo que quiera significar.

Aunque muchos otros la han interpretado a su aire, no me parece fuera de razón mantener la interpretación del mencionado Pacífico, que, mientras la escuchaba, le sugirió el Espíritu Santo. Es ésta: La señora de belleza singular es el alma hermosa (¡ánima!) de San Francisco. La cabeza de oro, la contemplación y sabiduría de las cosas eternas; el pecho y los brazos de plata, las palabras del Señor meditadas en el corazón y llevadas a la práctica; el cristal, por su dureza, designa la sobriedad; por su transparencia, la castidad; el hierro es la perseverancia firme; y el manto sórdido es el cuerpecillo despreciable -créelo- con que se cubre el alma preciosa" (2C 82).

En distintos pasajes, San Francisco declara que eligió a la Dama Pobreza. Por ejemplo: "He escogido a la pobreza por mi dama, por mis delicias y mis riquezas espirituales y corporales..." (EP 17; Cfr. 2C 84; LM VII, 1; LM XIV, 4; LP 60).

Por eso supo vivir lo de adentro y lo de afuera de manera tan integrada, que abrió también un camino de integración a sus hermanos y a sus contemporáneos, que `podrá ser ampliamente recorrido tanto hoy como en el futuro por todos nosotros para que recuperemos al máximo nuestra dimensión humana. Clara debe haber sido la más fiel discípula y la mas animosa compañera de ese viaje.

3. El Caballero del Graal y su búsqueda

Hombre de su tiempo, Francisco de Asís conocía muy bien los grandes mitos que cantaban los juglares e influían fuertemente en las personas de su sociedad. El de más peso era el ciclo de Arturo y de la Tabla Redonda, o mejor dicho, el mito de la búsqueda del Santo Graal.

Para los menos entendidos, la historia les recordaba tan sólo cómo los caballeros de Arturo dejaron la mesa redonda para emprender grandes aventuras personales a fin de llegar a descubrir dónde estaba el cáliz que Cristo usó en la Ultima Cena. Pero, para los que conocían el sentido profundo del mito, sabían que se refería a la búsqueda que todo hombre debe hacer de su femenino interior, de su tesoro interior.

El Graal habla de una experiencia tan arrebatadora cuanto momentánea y esquiva que todo hombre prueba de vez en cuando, ya desde la adolescencia y aun desde la infancia. Puede ser del mundo exterior, de la naturaleza o del mundo interior. Si no es víctima mortal de la desesperanza, vivirá creyendo que un día podrá volver al "castillo del Graal" y permanecer allí para siempre.

Fueron muchos los que en su tiempo llenaron su cabeza y su corazón con esas historias atractivas de la literatura caballeresca. Pero Francisco vivió la búsqueda de una forma inigualada en toda la historia. Su vida, su obra, la memoria que perduró tan vívida durante ocho siglos lo demuestran. Él nunca abandonó la búsqueda ni la dejó de encontrar. Encontró a la Dama Pobreza (el ánima), que lo llevó permanentemente al Graal (al Cristo interior).

Cuando los hombres reconocen y liberan lo femenino, el mundo se transforma, como se transformó con el poverello de Asís. Dejamos de lado el rígido sistema patriarcal y hacemos nuevos descubrimientos. Nos liberamos de las imposiciones y de las prohibiciones y se intensifica en nosotros la búsqueda. Ésa fue la gran contribución de Francisco y de Clara de Asís.

4. El sueño de un hombre nuevo

El hombre muchas veces tiene miedo de ser dominado por lo femenino exterior o por la madre sobreprotectora y omnipresente.Quiere escapar pronto del hogar en busca de éxito, amor, alegría, gloria. Su sueño es conquistar todo el mundo o, al menos, la parte que fuere posible. Y dominar, ser señor, sin oposición. Conoce la fuerza de su razón y tiende a refugiarse en ella, aún desentendiéndose de lo cotidiano, de lo concreto y de lo real.

Si logra descubrir y liberar lo femenino interior, fortaleciendo la polaridad que le proporciona, puede aprender a convivir tanto con el miedo como con el arrojo, tanto con la sumisión como con la dominación, tanto con el éxito como con la destrucción y la muerte. Y no solamente en su cabeza, sino también en su cuerpo.

Libre del miedo de lo femenino exterior, puede encontrar en lo interior la capacidad de saborear la vida, de entender los esponsales y la maternidad, de recogerse y de ser más concreto y más objetivo.

Puede equilibrar el deseo de dominar con el de buscar y descubrir. Logrará equilibrar la racionalidad y el compromiso con las personas. Puede descubrir el valor de servir cortésmente.

Para convivir con éxito en un mundo cada vez más complejo, evitando el riesgo de convertirse en una mera pieza de máquina, el hombre actual debe vivir ese nuevo yo, descubierto con la ayuda de lo femenino interior.

En Francisco, la Dama Pobreza fue el ánima que lo llevó a un nuevo Cristo.

PARA QUE LO RETENGAS Y TE TRANSFORMES

  1. Hay una poderosa fuerza femenina en la interioridad del hombre. Puede ser, y muchas veces resulta ser, destructiva. Tiene que estimularse para que sea constructiva, pues con ese fin la puso Dios.

  2. La razón es un don precioso. Pero racionalizar exageradamente, reduciéndolo todo a datos fríos y matemáticos, mata el espíritu.

  3. La mayor grandeza del hombre no consiste en dominar y conducir. Consiste en integrarse y buscar.

 

PARA QUE COMIENCES A PONERLO EN PRACTICA

Cuando hablamos y pensamos por demás en la oración..., ¿no será que es de miedo a dejar que Dios abra la búsqueda y conduzca el encuentro?

Prueba comunicarte con Dios usando menos ideas y mensajes y más hechos y compromisos. Es el camino femenino.

No quieras verte más allá de las situaciones, sino dentro de ellas. No pienses en "situaciones", piensa en las personas que están involucradas en ellas: hermanos y hermanas. Ayuda a las hermanas, y más a los hermanos, a hacer lo mismo.

PARA QUE LO CELEBRES

El ánima puede darte una mano. Ella conoce todos los caminos de la interioridad, porque es un personaje de allá dentro.

Comienza a descender con ella la rampa en caracol dando a veces otras curvas y tomando otras direcciones que hacen descubrir el mundo por el camino de la búsqueda.

Haz muchas preguntas sobre el sentido de todo lo sucedido: ¿Hacia dónde va? Date tiempo para escuchar las respuestas. Pero no te detengas en ningún descanso del camino. Tienes que seguir buscando.

El ánima es como la Dama Pobreza de Francisco: no lleva nada consigo, siempre está vacía, siempre estimula, no te deja descansar hasta que no llegues al tesoro. De allí vas a traer liberación para ti y para otros muchos.

¿Qué te has propuesto llevar a cabo en el medio en que vives?

CLARA, MUJER EN PLENITUD

"Realmente puedo alegrarme,

y nadie podrá arrebatarme este gozo.

Tengo yo lo que anhelé tener bajo el cielo".

(3 CtIn 2).

 

PARA QUE LEAS Y REFLEXIONES

Jesús dijo que había venido para que tuviésemos vida en plenitud. Nos trajo la posibilidad de vivir toda la vida de la Trinidad, todo el Reino de Dios. Y esto no es nada abstracto: hace que una persona sea completamente humana, feliz, realizada y generadora de felicidad para los demás. Si quisiésemos tener una idea de eso, podemos verlo en la variedad de los santos y de las santas. Lo percibimos con nitidez en Clara de Asís.

También podemos imaginar a una persona realizada pensando en alguien libre. Cuanto más libre, más plena. Pero tenemos que caer en la cuenta de que no son libres y realizados precisamente los que tienen dinero o la posibilidad de satisfacersus gustos. Ciertamente necesitamos promover la liberación y la plenitud de la mayoría, que ni siquiera tiene acceso a una casa digna ni a los cuidados esenciales de la salud, ni posibilidad de estudios; pero conviene tener en cuenta que puede haber personas mucho más plenas y realizadas en Dios y en las dimensiones humanas más valiosas en un monasterio pobre y hasta en una villa de emergencia, que en muchos ambientes refinados de nuestro mundo.

Si ser pleno y libre no es ser poderoso, entonces ¿qué es una persona en plenitud? Es quien logra vivir dinámicamente todas las dimensiones del ser humano. Se trata de dimensiones interiores, que son múltiples e inagotables, siempre y cuando las mantengamos en polaridad, es decir, dejando fluir la energía alternativamente desde cada una a su opuesta, adaptándose a las circunstancias que van cambiando, procurando dar siempre la mejor respuesta porque se está abierto a todas las preguntas y a todos sus matices.

1. Una "persona" en plenitud en el siglo XIII

Clara vivió hace ochocientos años en una pequeña ciudad de la Umbría. No se casó ni fue madre. Religiosa. Recluída en un convento. Por eso, diríamos, que no es un ejemplo de mujer, a no ser para las monjas. Pero hasta sus mismos contemporáneos percibieron que ella era una luz para todos. Lo que importa no es ser esto o aquello, sino ser humano.

Ella se sentía feliz y transmitía felicidad. Junto a ella, las demás personas se sentían bien, protegidas, amparadas, promovidas. Realizó todos sus sueños más importantes. Era animosa, firme. No hizo demostración alguna de fuerza sobre nadie, pero tampoco nadie la doblegó. Todos la veían como una luz encendida en un mundo oscuro.

Felipa de Leonardo de Gislerio comentó de ella: "Afligía su cuerpo privándolo de todo alimento tres días a la semana... Sin embargo, siempre estaba alegre en el Señor, y nunca se la veía alterada" (ProC III, 5-6).

Fue mujer en un mundo hostil a las mujeres. Tuvo conciencia de eso. Logró crecer y abrir camino a muchas otras mujeres y hasta a hombres. No sólo de su tiempo. También actualmente.

Como ya tuvimos oportunidad de considerarlo, Clara aportó a este mundo la enorme contribución de presentar un Cristo vivo y actuante, con una nota marcada y ricamente femenina. Un Cristo pleno en una mujer plena. Porque fue capaz de realizar una síntesis muy positiva entre lo femenino y Lo masculino.

2. No hay plenitud sin femenino

Todas las personas necesitan del aspecto masculino desbrozador, que abre caminos y nunca abandona la búsqueda del infinito. Hombres y mujeres necesitan la luz meridiana de la razón, porque necesitan saber distinguir y dividir. Pero también todos necesitan la renovación constante que sólo lo femenino puede aportar, porque lo femenino se sumerge en el seno de la Madre Tierra interior, acogiendo plenamente toda la experiencia de vida.

Es una sensibilidad para dejar que todas las cosas y todas las experiencias sencillamente sean, que puedan manifestarse en todo lo que son. A partir de allí, puede ser acogida la muerte de muchos elementos. Cada vez que un elemento muere, puede nacer otro. La principal misión de lo femenino es dar a luz, hacer aparecer la vida. La oscuridad interior de donde se sale a la luz es tan necesaria como la misma luz.

Uno de los aspectos patriarcales de nuestra cultura occidental es ése de distinguir con nitidez la luz de las tinieblas, atribuyendo todo lo bueno a lo claro y todo lo malo a lo oscuro. Para nosotros, Dios es luminoso y el demonio tenebroso. Ése es uno de los puntos por los que derivamos lo femenino hacia el lado malo. Porque no tenemos conciencia de que el sol y la luz son símbolos de lo masculino, como la luna, la tierra, lo oscuro... son símbolos de lo femenino. Necesitamos también de la sombra para defendernos de los rigores del sol. La semilla - tanto de las plantas como de los hombres- sólo se desarrolla en la oscuridad del subsuelo o del seno materno. Lo negro es tan importante como lo blanco. Tanto el sol como la luna tienen sus espacios de tiempo para iluminar.

En ese juego, en el que la sombra valora a la luz, la femineidad construye la plenitud interior de cada persona y la plenitud exterior de todo el mundo. Fue así cómo, una mujer, recogida en un eremitorio, en una fase de la Historia que tantos consideran simplemente "oscura", mereció el nombre de Clara, iluminando al mundo de su tiempo y haciendo que su luminosidad llegue hasta nuestros días.

3. La plenitud en la unión

En el Proceso de Canonización, la Hermana Felipa declaró que "en el tiempo de la guerra de Asís, las hermanas temían mucho la venida de los tártaros y sarracenos y otros enemigos de Dios y de la santa Iglesia. Y entonces la dicha bienaventurada madre comenzó a animarlas, diciendo: "Hermanas e hijitas mías, no tengáis miedo, pues si Dios está con nosotras, los enemigos no podrán ofendernos. Confiad en nuestro Señor Jesucristo, que El nos librará. Y yo quiero seros fiadora de que no nos harán ningún mal; si vienen, ponedme delante de ellos" (ProC 3,18; cfr. ProC 4, 14).

¿Por qué ella tenía más coraje que las otras? La observación de diversos hechos nos llevan a pensar que no se trataba tan sólo de un temperamento más audaz, sino de la gracia de haber dejado libre dentro de sí misma la colaboración de un ánimo viril que le permitía pensar con más tranquilidad en las horas difíciles.

En la Leyenda de Santa Clara hay un pasaje muy esclarecedor:

"Provee a las hijas, por medio de predicadores devotos, del alimento de la palabra de Dios, del que se reserva para sí una buena ración. Ya que, al oir la santa predicación, se siente inundada de tales transportes de gozo y de tal modo se deleita en el recuerdo de su Jesús, que en cierta ocasión, mientras predicaba fray Felipe de Atri, un bellísimo niño se le apareció a la virgen Clara y durante gran parte del sermón la recreó con sus gracias. ...Gozaba al escuchar la predicación de los letrados, consciente de que dentro de la corteza de las palabras se escondía el meollo que ella penetraba con fina sutileza y lo gustaba bien sabrosamente. Sabía extraer del sermón de cualquier orador lo que aprovechase al alma, a sabiendas de que no es menor habilidad recoger de vez en cuando una flor de un áspero espino que comer el fruto de un árbol de calidad" (LSC 37).

Es muy interesante la observación: "dentro de la corteza de las palabras se escondía el meollo que ella penetraba con fina sutileza y lo gustaba bien sabrosamente". Es una manera muy elegante de demostrar que Clara dejaba libres y abiertos los polos opuestos: sacaba riqueza de la cáscara y del meollo, del árbol como del espino, porque tenía tanto la sutileza tan afecta al polo masculino, como el gusto de saborear, tan afecto al polo femenino.

Por eso tuvo la capacidad de escribir a Inés: "He oído que te has propuesto un indiscreto rigor en la abstinencia, por encima de tus fuerzas. Carísima, te ruego y suplico en el Señor que desistas de él sabia y discretamente, y así, conservando la vida, podrás alabar al Señor y ofrecerle un culto espiritual y tu sacrificio condimentado con la sal de la prudencia" (3 CtIn 6). Y, de hecho, ella misma siempre supo atemperar el entusiasmo y el gozo de la vida con la sal de la razón. Un monumento a ese equilibrio es su "Forma de Vida" en la que, sin renegar de las normas rígidas que había recibido de Hugolino y de Inocencio IV, mitigó la clausura, el silencio y los ayunos, para que en su monasterio se viviese la alegría y la comunicación de la vida fraterna, que hace presente entre nosotros la vivencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en la Trinidad. Por eso también fue siempre tan inamoviblemente firme, sin ser nunca agresiva ni dura.

Creo que hasta en sus escritos, tan lúcidos y transparentes, se refleja su actitud constante de confrontar, exterior e interiormente, los polos claro y oscuro, fuerte y débil, racional y emocional, abstracto y concreto...

Fue admirable, por ejemplo, cuando supo respetar el consejo de Gregorio IX a Inés de Praga, aunque la exhortase firmemente a no seguirlo (Cfr. 2 CtIn 4).

4. Luz para ser plenos en el siglo XXI

No estamos en este mundo exactamente para transformarlo, sino para transformarnos nosotros hasta llegar a ser plenamente humanos. Todos nosotros. Nadie recibió el don de la vida para quedar varado.

Ciertamente transformamos el mundo: es una oportunidad que se nos brindó. Pero no es ésa nuestra finalidad. Cuantos vienen a vivir a nuestra tierra dejan su contribución de transformación. A veces, negativa. A veces, dispersiva. Quienes viven en plenitud ofrecen oportunidades constructivas a todos. Aún cuando no actúen como líderes destacados.

Una mujer de plenitud notable, como Clara de Asís, no tiene barreras ni en las paredes ni en las rejas de su claustro, ni en la distancia de los países y de los tiempos: aporta vida para cualquiera: ayer, hoy y siempre.

No tenemos que aprender de ella simplemente cómo ser religiosa en la Edad Media. Lo que tenemos que aprender es a ser humanos plenos y plenificantes.

Muchos, admirados, dijeron que ella fue "otra María", como Francisco, el poverello, fue "otro Cristo". Sí, fue "otra María"; pero también fue "otro Cristo", como tú y yo hemos sido llamados a ser.

PARA QUE LO RETENGAS Y TE TRANSFORMES

  1. Nadie vino al mundo para ser menos humano o un humano de segunda categoría. Esta verdad es una de las bases de la "buena noticia" que es el Evangelio. Humildad es ser más, no menos gente.

  2. Tenemos que ser luz de plenitud para cuantos encontramos en nuestra vida. Los demás nos aportan también plenitud. Tienen derecho a recibir nuestra contribución.

  3. Siempre es tiempo. Vivir la vida eterna es ser pleno y tenemos que comenzarla en esta tierra; y ya, no después de los ochenta. Tú ya la iniciaste.

 

PARA QUE COMIENCES A PONER EN PRACTICA

Nunca dejes de programar pasos para crecer en plenitud. Para desarrollar los dones que recibiste. ¿No habrás desistido de cultivar algunos de esos dones?...

Fíjate quién es la persona de tu relación que parece menos feliz y plena. Asume como un desafío ayudarla. Busca también a otros que estén en esa situación. Pero no invadas a nadie. Todos poseen en su interior la manera de ser felices. Sólo necesitan que se los estimule.

Cada hermana, cada hermano es un desafío para ti . ¿Puedes decir que sabes cuál es el mayor sueño de cada persona que vive contigo? ¿Y lo que puedes hacer para ayudarles a realizar esos sueños?

PARA QUE LO CELEBRES

Prepárate para un juego. Entra al campo con todo respeto para con el adversario: sin él, no hay competencia. Lo excitante del juego (y de la vida) es poder perder y poder ganar.

Aprende que, en el juego, los mismo ganas aún cuando estés en desventaja, ganando o perdiendo puntos: esas situaciones se alternan. Vas conociendo cada vez mejor tus cualidades y tus defectos mismos... y como liberarlos para vivir más plenamente.

A veces el balón va hacia uno de los arcos; otras veces, hacia el otro. Mientras esté en movimiento, el juego continúa. La vida también. Y puede ir realizando nuevos aspectos de los infinitos dones que recibiste.

Pon en el campo todo lo que sabes que tienes dentro tuyo. Celebra cualquier circunstancia en que adviertas que puedes oponer dos equipos.