SEGUNDA PARTE

CLARA CONTEMPLA A JESUCRISTO

"Fija tu mente en el espejo de la eternidad,

fija tu alma en el esplendor de la gloria,

fija tu corazón en la figura de la divina sustancia

y transfórmate toda entera por la contemplación, en imagen de su divinidad"

(3 CtIn 3).

 

PARA QUE LEAS Y REFLEXIONES

Lee y relee muchas veces el breve texto de Santa Clara que pusimos al comienzo de esta página. Es todo un monumento. Nos servirá para nuestras reflexiones durante bastante tiempo. Por hoy, vamos a considerar en él tres grandes puntos: la contemplación, el centralismo de Jesús en nuestra vida de oración y la posición femenina de Santa Clara ante las cosas de Dios y del mundo.

La contemplación de Jesucristo era el centro de todo en su vida, en el dolor y en la alegría. La Leyenda de Santa Clara comenta: "Le es familiar el llanto sobre la pasión del Señor; y unas veces apura, de las sagradas heridas, la amargura de la mirra; otras veces sorbe los más dulces gozos. Le embriagan vehementemente las lágrimas de Cristo paciente, y la memoria le reproduce continuamente a Aquel a quien el amor había grabado profundamente en su corazón" (LSC 30).

En 1228, cuando Clara aún tenía 34 años, Tomás de Celano escribe, admirando el ejemplo de las Clarisas: "En todo vienen tan maravillosamente adornadas de la virtud de la paciencia, que ninguna tribulación o molestia puede abatir su ánimo ni aun inmutarlo. Finalmente, han merecido la más alta contemplación en tal grado, que en ella aprenden cuanto deben hacer u omitir, y se saben dichosas abstraídas en Dios, aplicadas noche y día a las divinas alabanzas y oraciones" (1 Cel 20). Es muy interesante esa observación sobre una contemplación con efectos concretos en la vida diaria.

1. La contemplación

Santa Clara escribe a Santa Inés de Praga. Le está enseñando a contemplar. Ella no le manda hablar, cantar o reflexionar; le dice que ponga su mente, su alma y su corazón en Jesucristo. No dice palabra alguna sobre Jesucristo, pero le recuerda a la Segunda Persona de la Trinidad, cuando lo llama Espejo de la Eternidad, Esplendor de la Gloria y Figura de la Divina Sustancia. Le dice que ponga en Él toda nuestra capacidad de comprender (la mente), toda nuestra capacidad de amar (el corazón) y toda nuestra capacidad de vivir en el mundo de Dios (el alma).

Las palabras mente, alma y corazón, de uso frecuente en la Biblia, se usan habitualmente en un sentido abstracto, referidas a realidades que no podemos tocar ni definir. Clara, muy femenina, las hace concretas, dándoles objetos perfectamente visibles: el espejo, el esplendor, la figura. Ese puente equilibra los valores más abstractos, ya sea de gloria, de sustancia divina y de divinidad.

Santa Clara no se refiere al cuerpo ni a nuestras facultades exteriores (que ella recuerda muy bien en otros pasajes de sus escritos). Por tanto está hablando de la interioridad, de aquello que tenemos en lo más profundo de nosotros mismos, del Reino de Dios "dentro de nosotros".

Nosotros estamos acostumbrados a una visión masculina de la realidad, asumida toda desde el exterior. Desde esa posición, pretender sumergirnos en la interioridad, supone casi una violencia. Clara se ubica en el punto opuesto: todo fluye naturalmente de la interioridad.

En la parte final del párrafo citado, afirma que la contemplación transforma en la imagen de la Divinidad. Es decir, la contemplación no es solamente una consideración, una atención puesta en Dios, sino una transformación en Jesucristo. Si nos entregamos totalmente a Él, Él nos transformará.

También es interesante observar aquí que ella no se ubica en nuestras perspectivas comunes de modificar el mundo desde fuera de nosotros: la transformada es nuestra propia identidad, que luego, realizando el plan de la creación, aportará una contribución válida, eficaz y muy natural para transformar el universo, en colaboración con toda la familia humana, a través de toda la historia. Eso es la realización del Reino.

2. Jesucristo

Nosotros vemos a Dios tan sólo indirectamente, como en un espejo, y el espejo es Jesucristo, Dios hecho hombre. Nosotros amamos a Dios, la Gloria, pero sólo logramos columbrar el esplendor de la Gloria, los rayos de su Luz que nos llegan - y el esplendor es Jesucristo. De la sustancia divina sólo logramos vivir su figura, todo aquello que nos llegó en Jesucristo. Jesucristo es el objeto total de nuestra contemplación. Cuando contemplamos, lo que entra por nuestros ojos, los ojos tanto del cuerpo como del espíritu, es Jesucristo.

Jesucristo es el punto máximo de cuanto Dios tiene que decirnos. Desde el más pequeño grano de polvo de la tierra al universo ilimitado, desde el mínimo vestigio humano al esplendor radiante de una personalidad, Dios nos comunica su Palabra, que crece en la medida en que nosotros crecemos y hacemos crecer a nuestro mundo. Vivir a Jesucristo no es establecer una mera relación emocional con él: es afirmarse en Él como en lo más sólido y verdadero que existe para nosotros. Ése es un descubrimiento de lo masculino, que el buen femenino tiene muy en cuenta. Las dos visiones son complementarias.

Pero, además, Jesucristo es también el sujeto de nuestra contemplación y oración. Es decir, cuando contemplamos, cuando oramos, es Jesús quien se dirige al Padre en nosotros. Por Él tenemos acceso a la Trinidad. Somos transformados en la "imagen de la Divinidad" para poder orar.

No podemos perder de vista que Jesucristo es el sujeto que mueve todo el universo, que es Él quien realiza la salvación de la humanidad, que es Él la voz de toda la Iglesia en oración ante Dios, que es Él, dentro de nosotros, quien actualiza todo nuestro diálogo personal con la Divinidad.

En la doctrina de Santa Clara, contemplar es poner toda nuestra interioridad en Jesucristo, y es ver, asistir a Jesucristo, colocándonos totalmente en la Trinidad.

Jesús se hace presente en nuestro corazón por el Espíritu Santo que mora en nuestro interior. Sin él, no podemos decir siquiera "¡Señor!"; sin Él no sabemos rezar. Pero, en la medida en que Él aumenta esa presencia por nuestra colaboración, hace crecer también el deseo, porque somos la Esposa del Apocalipsis que clama cada vez más intensamente junto con el Espíritu: "¡Ven, Señor, ven!". La presencia aumenta el deseo.

Y el deseo nos arrastra indefectiblemente a la raíz de la Trinidad. Unidos con el Espíritu, nos hacemos uno con Cristo y dialogamos con el Padre: se cierra el círculo de nuestra Vida en plenitud. Estamos con el Dios de nuestra interioridad, el mismo que gobierna el mundo y preside su Reino.

Como escribió Clara a Inés de Praga:

 

". .. los cielos, con las demás criaturas, no pueden abarcar a su Creador; pero el alma fiel y sólo ella viene a ser su morada y asiento, y se hace tan sólo en virtud de la caridad, de la que carecen los impíos. Así lo afirma la misma Verdad: Quien me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré, y vendremos a él y moraremos en él" (3 CtIn 4).

3. La posición de Santa Clara

Santa Clara habla de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad con expresiones bíblicas muy elevadas, pero no lo hace como teóloga, porque no es teórica ni tampoco intelectual. Nos presenta aspectos que impactan a nuestros sentidos: espejo, esplendor, figura, y que nos asumen completamente porque nos transforman. Ésa es la manera femenina de ver y vivir las cosas: adentrándose en ellas, formando parte, transformándose. Tendremos que aprender con Santa Clara a descubrir toda la riqueza de lo femenino que hay en nuestra naturaleza, para poder recuperar en nosotros y en todo el mundo una vida en plenitud para nosotros personalmente, para la familia franciscana, para la Iglesia y para toda la humanidad.

Muchas veces se quiso entender como lenguaje de mujeres cierta manera de hablar, rica en diminutivos y llena de detalles. O se lo atribuyó a un lenguaje romántico. Dejando de lado las exageraciones, podemos decir que hay alguna verdad en eso.

Los diminutivos son un modo de expresar cariño y sentimientos y, de hecho, lo femenino se destaca por involucrarse con las personas y con las cosas. Siempre siente todo más cercano, sin la distancia en que Lo masculino suele colocarse.

La capacidad de fijarse en los detalles es también propia de una visión lunar, que se atiene a lo concreto y juzga más con el sentimiento que con la razón abstracta.

Pero, además del cariño y de los detalles objetivos, creo que el lenguaje de lo femenino es también más rico en simbolismos. Define menos, separa menos, usa menos términos técnicos y prefiere palabras sugerentes que dejan un camino abierto para descubrir más tesoros en las realidades que nos envuelven.

La contemplación de Santa Clara usa pocos diminutivos, pero muchas expresiones afectivas. No acumula detalles, pero destaca siempre algunos muy característicos. Y se mantiene abierta permanentemente al símbolo, porque no quiere encerrar en las palabras la riqueza de los pensamientos que va insinuando.

Es muy importante destacar que no se trata solamente de una expresión exterior femenina, sino de toda una manera diferente de elaborar los contenidos de la interioridad. Y, como no se deja llevar por las abstracciones, las ideas y las teorías, mantiene siempre abiertos los canales de la transformación. Todos nosotros, tanto los hombres como las mujeres, deberíamos actuar así.

PARA QUE LO RETENGAS Y TE TRANSFORMES

De cuanto has leído y reflexionado en la primera parte de nuestra exposición, es importante que retengas estos tres puntos fundamentales:

  1. Debo aprender a contemplar. En general, nuestra formación para la vida de oración, deja bastante que desear. ¿Cómo aprender a contemplar? La primera actitud es erradicar de una vez por todas de nuestra mente una afirmación muy generalizada: ¡Contemplar es difícil! De ninguna manera: contemplar es una actitud normal del ser humano, nada complicada. Al contrario, nos ayuda a "descomplicar" nuestra vida espiritual, como lo veremos en este libro.

  2. Jesucristo tiene que ser el alma de mi oración y el centro de mi vida. Debo escucharlo en mi oración, vivirlo en todo lo que hago. Me ayudará a ello conocer mejor el Cristo histórico y el Cristo teológico en la medida de lo posible. Y es fundamental conocer el Cristo de la Biblia. Nosotros, por nuestra parte, te ayudaremos a conocer el Cristo que reside en ti.

  3. Tengo que dejarme envolver por Dios y por el mundo de Dios. Para que mi vida sea plena, debo recuperar la gran fuerza de lo femenino. La mujeres serán más auténticas si aprovechan mejor el don del compromiso y la inserción, que es una característica de lo femenino. Así serán más mujeres. Pero también los hombres vivirán más plenamente si saben aprovechar ese aspecto femenino de su ser más profundo. Así serán más hombres.

 

PARA QUE COMIENCES A PONER EN PRACTICA

En otras etapas de esta reflexión que acabamos de iniciar, se te van a dar más elementos para profundizar y hacer más prácticos los tres puntos que sugerimos en la segunda parte. Mientras tanto, esfuérzate en practicar estos puntitos fáciles:

Intenta reservar los quince minutos más preciosos de tu día para la contemplación. Esfuérzate en hacer eso, al menos durante un mes. Reza un Padrenuestro al comienzo y un Gloria al Padre al final. Procura permanecer todo el tiempo en silencio, dando solamente a Dios oportunidad de hablarte, aunque no oigas nada. Si te parecen excesivos los quince minutos, redúcelos a cinco, pero no los anules del todo. Si te fuere posible, extiéndelos a veinte minutos o a media hora.

En ese tiempo tuyo de oración, ponte siempre delante de la misma imagen de Jesucristo, aunque sea una imagen muy sencilla. Otra sugerencia: anota en un cuaderno o en una hoja de papel cuanto Jesucristo es en tu vida. Reléelo durante el día. Añade o corrige lo que te pareciere conveniente.

Intenta recordar, y, si es posible, anotar, cuáles son las cosas en que te hallas más comprometido o comprometida. También aquellas de las que te sientes más alejado. Posteriormente reflexiona si no sería importante comprometerte menos con algunas cosas y más con algunas otras. Mientras tanto, vete sabiendo que esas cosas te van a dar algunas pistas para que puedas apreciar cómo vives tu tesoro de lo femenino.

PARA QUE LO CELEBRES

Seguramente conoces muchas figuras (estampas, imágenes) de Jesucristo. Debe haber alguna de entre ellas que sea de tu preferencia.

Póntela en tu frente y, de no ser posible, imagínatela en tu frente e intenta conversar con ella.

Para comenzar , podrías preguntarle a la imagen porqué te gusta especialmente esa manera de representar a Jesucristo.

Entra en contacto con ese Jesucristo. Toca la imagen, asegúrala entusbrazos.

Bésala. Pasa tus dedos con cariño por todos sus detalles.Por su color, por su forma. Procura sentir a tu Jesucristo. Imagínate que estás haciendo un juego con Él. Muévelo a distintas posiciones.... ¡ Ahora ya sabes hacer tantas cosas!

 

LOS CRISTOS CONCRETOS DE SANTA CLARA

"Hermana carísima, y aún más, señora respetabilísima,

pues sois esposa y madre y hermana de mi Señor Jesucristo,

adornada esplendorosamente con el estandarte de la virginidad inviolable

y de la santísima pobreza:

ya que vos habéis comenzado con tan ardiente anhelo

del pobre Crucificado,

confirmaos en su santo servicio"

(1 CtIn 2).

 

PARA QUE LEAS Y REFLEXIONES

Espejo de la eternidad, esplendor de la gloria y figura de la sustancia divina, el Cristo de Santa Clara es un esposo, un hijo, un hermano al que ella puede abrazar concretamente. Es Alguien al que ella dedica todo el espacio interior de su virginidad, es un Crucificado Pobre a quien ella sirve fielmente porque se entregó a Él con amor ardiente.

Nuestra religiosidad tiene la objetividad del Cristo que tenemos en la mente y en el corazón. Nosotros también debemos poseer un Cristo concreto. Es el resultado de nuestra contemplación personal, pero también es la condición para que contemplemos y vivamos sin andarnos por las nubes.

Los Cristos concretos de Santa Clara, muy femeninamente, son aspectos personales de una relación directa, cálida, profunda, empeñosa. Ése es el resultado de su contemplación. Nos proponemos ahora resaltar esos aspectos.

1. El Jesucristo Pobre y Crucificado

Clara fue preanunciada por el Crucificado ante el cual su madre estuvo rezando antes de su nacimiento. Con su madre debió haber dado los primeros pasos para amar a ese Jesús que estaba en la Cruz sólo porque nos amaba infinitamente. Y comprobó cómo el Altísimo se despojó de su fuerza, de su poder, hasta de sus ropas y de su dignidad, humillándose para llegar al encuentro de los humildes. Desde su niñez, Clara abrió su corazón a los pobres. Y les abrió también las manos.

Posteriormente, en la madurez de su vida, demostraría que su actitud no fue solamente emocional, compasiva ante quienes sufrían. Era la consecuencia de ver al Cristo pobre en la persona de los pobres concretos que sufrían hambre y frío por las calles, allí, cerca de su misma casa.

Una persona que no tiene lo suficiente para vivir es una persona con su vida arriesgada. Solemos mirar hacia otro lado porque no nos agrada pensar en esa muerte. Clara la miró de frente: es la actitud de un femenino que siente el grito de una vida que quiere renacer ante una posible muerte presente. Las Fuentes dicen que ella, muchas veces, mandaba llevar comida o dinero a los pobres; lo hacía así ciertamente para no llamar la atención. Lo importante es que esos pobres la motivaran, como motivaron al Hijo de Dios a descender de los cielos.

Cuando se encontró con San Francisco, vio en él una imagen viva de ese Cristo Pobre y Crucificado. Y compartió con él otras experiencias. Descubrió a Jesús pobre y crucificado desde el nacimiento en el pesebre, en la vida humilde de Nazaret y en el anuncio de la Buena Noticia a los pobres.

Para Clara, Francisco unía en sí tanto a Jesús Pobre como a los pobres de la calle. Era una síntesis viva de lo que ella sentía en su corazón. Expresaba lo que ella pensaba y quiso escucharlo más. El le habló, pero ella también debe haberle hablado. Seguramente él se sorprendió de toparse con una mujer rica que miraba las cosas como tan sólo él las veía. Hay diversos testimonios tanto en la Leyenda como en el Proceso de que su tema era Jesucristo. Por otra parte, en sus coloquios, determinaron vender cuanto era de ella para darlo a los pobres. Y ella nunca quiso echarse atrás en esta determinación para no defraudar a los pobres.

Transmitía esa experiencia a las Hermanas, recordándoles a la pobrecita madre de Jesús, que no tuvo con qué vestirlo en Belén, a no ser con unos pobres pañales. La tenía muy presente en todas las demás circunstancias en que ella y Jesús vivieron la pobreza.

Éste fue un tema que ella compartió con Francisco. Al parecer, ambos tuvieron experiencias semejantes aun antes de conocerse. Ella recordó con más asiduidad la pobreza de Nuestra Señora. Quizás se haya sentido femeninamente más próxima como mujer pobre a otra mujer en esa misma situación. Es posible que haya comprendido mejor los aspectos que implican la vida de una mujer pobre.

Ella sintió lo que Jesús sentía: la más amplia confianza en el Padre Celestial. Quien es hijo del Padre Eterno no necesita apoderarse de nada. Se puede disfrutar con alegría y desprendimiento de todos los dones maravillosos que nos llegan diariamente, dejándolos enteramente a disposición de quien los necesita más que nosotros.

Este aspecto de la confianza en el Padre nos recuerda al Salmo 130, en el que el Salmista se compara a un bebé que acaba de mamar y yace confiado en el regazo de su madre. Sólo que es un adulto quien recuerda esa situación. La confianza es un sentimiento muy adecuado para nosotros, que, con tanta frecuencia, nos contentamos con una fe que no pasa de ser una pose intelectual. Este sentimiento es una contribución de nuestro ser más femenino.

2. El Cristo Hermano

En la contemplación diaria, fiel, creciendo año tras año, Clara acogió al Jesús total, inclusive cuando dijo: "Aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ése es mi madre, mi hermano, mi hermana...". En lugar de pactar uniones, como las que estaban haciendo sus conciudadanos de Asís, "para proteger sus bienes", creyó mucho más importante unirse a los otros hermanos de Jesucristo para aprender a hacer la voluntad del Padre que está en los Cielos: dar vida en plenitud a todos.

Siempre tenemos a nuestro lado hermanos o compañeros. Desde una dimensión meramente humana, tendemos a verlos como a personas que deben ayudarnos. En cambio, desde una dimensión contemplativa, los podremos ver como a hermanos de Jesucristo, y entonces serán para nosotros personas con quienes debemos compartir todos los dones. No sólo recibimos; principalmente, damos. La fraternidad asumida por Clara y Francisco, comporta, sobre todo, servir. Son numerosos los ejemplos que en ese sentido nos ofrecen los testimonios del Proceso de Canonización.

Para ella, ser hermana de Jesucristo Hermano le exigió vivir un programa, como se lo exigió seguir los pasos de Jesucristo Pobre. Fundó la Orden de las Hermanas Pobres. Fue la madre de la inmensa familia que, ocho siglos después, sigue cifrando su alegría en vivir la vida de los Hermanos y de las Hermanas Pobres, abriendo un nuevo camino para toda la Iglesia.

El programa consiste en buscar intencionalmente encontrar hermanos de Jesucristo; luchar por mejorar la relación con los hermanos encontrados; estar seguros de que un día lo único que sobrevivirá será nuestra condición de hermanos; darnos cuenta de que la inmensa mayoría de las personas no es tratada como hermana y, finalmente, cómo esto es de una necesidad vital, más importante que la comida, los vestidos y la casa.

Para Santa Clara ese programa no quedó en meras palabras. Puso toda su energía de mujer fuerte en luchar hasta el fin para que esa vocación, inspirada por Dios, lograse ser una realidad para muchos. Si ese ideal de fraternidad ha llegado revitalizado hasta nuestros días, se lo debemos a ella y a Francisco, como a tantos otros.

Parece increíble, pero nuestro mundo, y aún el de nuestra misma Iglesia, suele luchar contra la fraternidad, porque es muy egoísta y porque cada uno se preocupa tan sólo de sí mismo. Para construir la fraternidad hay que luchar. Es una de esas necesidades vitales que solamente se consiguen luchando.

Los ejemplos de Santa Clara son muchos. Por citar algunos: dejó de lado el silencio riguroso que patrocinaba Hugolino para que las Hermanas se comunicasen fraternalmente; logró que todo se resolviese siempre en fraternidad; lavaba los pies y manos de sus hermanas y servía de modo especial a las más jóvenes y a las más enfermas y ancianas.

3. El Jesucristo Esposo

Él dijo que, mientras estaban en su compañía, los discípulos no debían ayunar. Estaban de fiesta. Se identificó con la amplia y vasta figura bíblica de Dios-Esposo de su Pueblo.

Al presentarse como esposo, Jesús tiende un puente de relación. Esposo es una persona con quien se comparte la vida, cuerpo y alma, lecho y mesa, hijos y sueños. Es una experiencia muy concreta, a pesar de ser provisoria, puesto que en la eternidad no tendremos esposos, a no ser al mismo Dios. Dios, sí, será eternamente el esposo del Pueblo.

Cristo concretiza en sí el Infinito que puedo amar como alguien que es mi prójimo y tan pequeño como yo. Pero también concretiza esa otra dimensión difícil de abarcar: somos un pueblos de miríadas de personas, esparcidas a lo largo de todos los tiempos y de todas las naciones del mundo. Y no nos relacionamos tan sólo con las personas: estamos ligados a todas las criaturas.

Santa Clara expresa muy bellamente algunas de las consecuencias fundamentales de Inés de Praga por ser esposa de Jesucristo: "Tú contienes en ti a quien te contiene a ti y a los seres todos, y posees con Él el bien más seguro, en comparación con las demás posesiones, tan pasajeras, de este mundo" (3 CtIn 4). "Lo diré con palabras del mismo Apóstol: te considero cooperadora del mismo Dios y sustentadora de los miembros vacilantes de su Cuerpo inefable" (3 CtIn 2).

Ella, que vivió e hizo efectiva en su vida las palabras del Cantar de los Cantares, quiso ser virgen, reservando un espacio cada vez mayor para Dios en su corazón. Y se abrió al Pueblo de Dios en el universo y en la historia. Por eso, aun escondida en un eremitorio, fue y continúa siendo luz para nosotros y para todos los hombres y mujeres.

Su figura es como la de los profetas: nos recuerda que Dios hizo una Alianza con nosotros y que, si la rompemos, tenemos que volver a reanudarla. Porque Él, siempre fiel, nos está esperando.

Dios siempre se hizo concreto a través de los profetas. Especialmente cuando su pueblo se mostró de "dura cerviz". Cualquiera puede ser profeta. Su mensaje debe ser siempre la alianza. En el profeta, la palabra del esposo se hace audible. Sí, contiene una censura, pero, en definitiva, es una profunda palabra de amor.

PARA QUE LO RETENGAS Y TE TRANSFORMES

De cuanto has leído en esta primera parte de nuestra exposición, retén, al menos, estos tres puntos:

  1. Tú te comprometiste con Jesucristo. Si Él, siendo el Altísimo, se hizo pequeño y pobre para salvarnos, enfrentando la Cruz que genera Vida, ¿cómo tú no te vas a empequeñecer y tomar la cruz de todos los días para seguirlo?

  2. Tú tienes que ser una fuerza transformadora en el mundo en que vives. Jesucristo vino para salvar al mundo y, si tú te has comprometido con Él, al menos en algo el mundo tiene que mejorar porque tú estás allí presente. ¿Tu mundo va siendo más hermano?

  3. Nuestro medio de transformar al mundo, como Clara, es el ejemplo de vida fraterna, con Jesús Hermano y con sus hermanos y hermanas, con quienes nos hemos comprometido. Fraternidad no es un mundito aparte en el que nos refugiamos y nos defendemos de una humanidad difícil. Es una célula en que comenzamos el proceso de hermandad de toda la humanidad.

 

PARA QUE COMIENCES A PONER EN PRACTICA

Para que tu tiempito de contemplación diaria tenga un mayor contenido, recuerda, aún en otros momentos, cómo Cristo actuó y sigue actuando en tu vida. Él ya te transformó... ¿o no? Él ya se introdujo en la vida de los demás a través de ti... ¿o aún no se dio? Date tiempo para contemplar cómo Él transforma las cosas y llega a las personas a través tuyo.

Desde que te comprometiste con Jesucristo seguramente has crecido. ¿Creciste sólo en posesiones? ¿Fueron acaso cualidades y experiencias las que hicieron de ti una persona más respetada? ¿O fue la capacidad de quedar cada vez más libre, más suelto, más dispuesto para lo que viniere?

El Jesucristo más concreto con quien tú te encuentras todos los días son, no te engañes, los hermanos y hermanas de tu fraternidad. ¿Cómo ha sido ese encuentro? ¿A partir del mismo, ha aumentado en ti la voluntad de encontrarte con otras personas? ¿Cómo se transformó tu vida a raíz del encuentro con todos los hermanos o hermanas de tu Congregación o Provincia desde el día en que ingresaste en ellas? En la medida en que transmitas esa experiencia, serás salvador o salvadora del mundo.

PARA QUE LO CELEBRES

Goza de un Cristo concreto o con un Cristo concreto. ¿Cómo harás para creer que tu Cristo es muy real? En las personas próximas a ti . En los pobres dela calle .En quien tiene la mayor relación afectiva contigo. Quien ingresó en tu vida para ser concreto es un Cristo concreto.

Pero hay otros que tienen necesidad de entrar. Tu Cristo tiene que ser más real que las personas que, a diario, hablan contigo, comen contigo, trabajan contigo, están juntos, te exigen... Celebra para ver a Jesucristo en ellos.

Concreta, en tu vida, es aquella persona que te molesta, con quien debes hablar todos los días, de quien dependes en tus actividades afectos .¿Tu Jesucristo es tan concreto? ¿O más bien es abstracto, desligado, ausente? Celebra para hacerlo más presente.

 

LA INTERIORIDAD

"Veo cómo has hallado el tesoro incomparable,

escondido en el campo del mundo

y de los corazones de los hombres,

con el cual se compra nada menos que a Aquel

por quien fueron hechas todas las cosas de la nada.

Y cómo lo abrazas con la humildad,

con la virtud de la fe, con los brazos de la pobreza".

(3CtIn 2).

 

PARA QUE LEAS Y REFLEXIONES

Contemplar es extasiarse-experimentar un gran placer al punto de olvidar todo lo restante , admirando algo hermoso o interesante . Como, por ejemplo, las flores. O los árboles. O los fenómenos de la tierra o del espacio. Pero también las obras de los hombres pueden ser objeto de contemplación. Y hasta las obras de los animales. Del interior de todo eso salen esos espectáculos admirables. Contemplar es principalmente lograr captar lo que brota del interior con todas sus posibilidades.

Si quieres llegar a la raíz de la belleza, húndete en tu interior. Posees un tesoro dentro de ti. Puedes contemplar permanentemente el tesoro que está contigo. A eso llamamos Interioridad: el mundo de Dios que mora dentro de ti. O dentro de los demás. Porque tú también puedes contemplar la interioridad de los otros: por los frutos, por las obras.

Y si quieres contemplar a Dios, Él también está dentro de ti. Si quieres ir más lejos, vas a entrar dentro de Dios.

Porque los hombres se hicieron exageradamente racionales, olvidaron la interioridad. Por otra parte, las culturas más sencillas siempre vivieron la interioridad, sin necesidad de hablar de ella. Cuando los hombres comenzaron a distinguir todo, hicieron distinción de lo de adentro y lo de afuera, de lo exterior y de lo interior, y concluyeron que era más fácil quedarse con lo exterior. Porque lo exterior puede tocarse, moverse, transformarse con las manos.

La exterioridad es el campo de acción de cuanto en nosotros hay de masculino. Pero el campo de la vida y de la acción de cuanto en nosotros es femenino es la interioridad. Cada vez los hombres están descubriendo más los caminos de la propia interioridad. Quizás ya se hayan cansado de las propuestas patriarcales que nos hicieron a través de tantos siglos. Quizás estén progresando en la apreciación de la grandeza de ser humanos e iniciando así un camino hacia la interioridad.

Vamos a considerar tres puntos para que profundices en tu interioridad.

1. Tú tienes una interioridad. Tú eres interioridad

Cuando tú te imaginas que estás viajando, que te encuentras con otras personas que están ausentes, no "sales" de ti mismo, como pudiera parecer. Estás en tu interioridad. Cuando eras niño, jugabas con una autito menor que tu mano, o con muñecas, o con casitas; ciertamente, estabas jugando con objetos externos, pero en un mundo que ya vivía en tu interioridad. Exteriorizabas tu imaginación.

Del mismo modo, por la noche, sin salir de tu lecho ni de dentro de ti, te introduces con increíble rapidez y variedad dentro del mundo de los sueños, que también es parte de tu interioridad. Te desligas de lo exterior y te sumerges en lo interior.

Cuando sufres porque los demás no "alcanzan a ver" tus buenas intenciones, lo mejor de tus buenas cualidades, eso es porque estás mirando sólo afuera y no dentro de ti.

Cuántas veces dijiste o pensaste: "¡Tuve una inspiración!". Inspirar quiere decir lo mismo que "soplar hacia dentro", como expirar es soltar el aire hacia afuera. Pues sí, las inspiraciones tienen lugar allá dentro, germinan y brotan en tu interioridad. Del mismo modo que, como sabes, pueden brotar desde allá dentro recuerdos, miedos, preocupaciones... Por eso muchas veces la gente tiene necesidad de quedar a solas, consigo mismo, haciéndose presente y lucubrando dentro de su mundo interior. Y, en ocasiones, se tiene miedo de quedar a solas para no tomar conciencia de lo que puede venir de las profundidades del propio yo.

Cuando recordamos esas cosas, sabemos que no es fácil decir: ¿Quién soy yo, en verdad? - ¿Quién eres tú? Ahora bien, tú eres un mundo prácticamente infinito. Tú eres tu interioridad

2. Jesús dijo que el Reino de Dios está allí

Nuestra fe nos dice que un día Dios vino a nuestro mundo y se hizo uno de nosotros, para anunciarnos la plenitud. Tenía un mensaje muy importante para comunicarnos, porque nos venía a hablar del "Reino de Dios". Y nos sorprendió diciendo: "El Reino de Dios está dentro de ustedes". Él no lo trajo desde afuera: nos enseñó que debemos sacarlo de dentro de nosotros mismos.

En el Reino interior, cada uno puede encontrar a Dios, es decir, puede encontrar todo. Inclusive el universo entero y toda la historia. Cada paso de la historia de la humanidad, inclusive los más remotos recuerdos del pasado y las más lejanas esperanzas del futuro, todo, todo está dentro de nosotros. Hoy estamos viviendo lo que la humanidad ya vivió y aun va a vivir, mucho más allá de los estrechos límites de nuestra breve historia personal y terrena. Somos un tesoro escondido en el campo.

Y desde ese tesoro interior, cada uno de nosotros -y todos juntos- podemos ir sacando el Reino para ayudar a construirlo afuera, "en medio de nosotros", y hasta en los confines del espacio y del tiempo. Todos tenemos a Dios para brindarlo a todos. Todos podemos recibir continuamente a Dios del tesoro de todos.

Para eso se necesita entrar allá dentro. Jesús les dijo a los fariseos que eran unos enmascarados y llenos de hipocresías exteriores, que "no entraban ni dejaban entrar a los demás", y que los publicanos y las prostitutas -pecadores, sí, pero no falsos- entraban con más facilidad que ellos.

Si Jesús dijo que allá dentro tenemos un reino, quiere decir entonces que, a pesar de su amplitud compleja y misteriosa, la interioridad tiene un significado. El significado de Dios. Es el significado que nosotros y nuestros hermanos, a través de todos los tiempos, vamos descubriendo para construir juntos el Reino que es de todos nosotros. Vivir en la tierra es una oportunidad para lanzarse a descubrir ese tesoro y para comprometerse en la construcción de ese Reino.

3. Clara y Francisco - el mundo de la contemplación

Clara y Francisco hicieron profesión de vivir el Evangelio y entraron al Reino interior. Como el padre de familia, sacaron de su tesoro cosas nuevas y viejas que, a través de los siglos, han iluminado y alimentado a millones de hombres y mujeres para la construcción del Reino. Porque sacaron de su interior, sobre todo, al Cristo pobre, crucificado y hermano, que se une al Pueblo como Esposo y salva a la humanidad.

San Francisco compuso el Cántico del Hermano Sol, una obra inspirada que, desde hace ochocientos años, atraviesa las fronteras de los tiempos y de las culturas porque es una creación inmortal. Canta al sol, a la luna, a la tierra, a las estrellas, al viento, al fuego, a las flores... e invita a todos ellos a alabar a Dios. Cuando entonó ese himno, que habla a todos los corazones, estaba ciego y muy enfermo, martirizado exterior e interiormente por un invierno muy crudo. No le importaba: él tenía dentro suyo el mundo maravilloso de la naturaleza que canta la belleza de su Creador.

Santa Clara aconsejaba a sus Hermanas que salían del eremitorio para ir a servir a los pobres y a los enfermos que, mirando a los árboles frondosos y a las personas que encontrarían a su paso y en las casas, alabasen a Dios. Ella permanecía en el monasterio y sólo veía las plantas del jardín y a las Hermanas de todos los días. Pero, dentro de su corazón, nunca dejó de contemplar, sin miedo y con mucha ternura, el amplio mundo de las personas, las plantas, los animales, cuyo existencia alaba al Creador.

Ellos entraron al mundo interior por la contemplación. El mundo interior es el ambientes de la contemplación transformadora enseñada por Clara. Si dejamos que la interioridad nos impregne, ella nos transforma y luego transforma el mundo exterior. La interioridad tiene el don femenino del recogimiento, del encantamiento, de la maternidad que da a luz una vida renovada. Llegamos a conocernos auténticamente cuando nos conocemos por dentro. Vivimos plenamente cuando la vida brota incesantemente de nuestro interior.

4. El desafío de la Interioridad

Vivir interior y exteriormente parece ser una experiencia bastante natural para muchos orientales, para pueblos que solemos considerar primitivos y, muchas veces, aún para nuestros niños. Pero, para nuestro mundo occidental, es ciertamente un desafío.

San Francisco dejó una fuerte exhortación a sus seguidores:

".. . dondequiera que estemos o caminemos, tenemos la celda con nosotros,

ya que el hermano cuerpo es nuestra celda y el alma es el ermitaño que vive

dentro de ella para orar al Señor y meditar en Él. Por eso, si el alma no tiene

reposo en su celda corporal, de nada le servirá al religioso la celda fabricada

por mano de hombre" (EP 65).

Leemos en el Evangelio que Nuestra Señora guardaba la cosas en su corazón. Jesús se retiraba a las montañas para estar a solas con su interioridad y aconsejó que, al rezar, se lo hiciese en una habitación cerrada, porque el Padre oye lo mismo en el silencio. Nosotros también buscamos tiempos y lugares de retiro, experimentando a veces una gran necesidad de encontrarnos con ese nuestro yo interior.

Es impresionante constatar cómo se producen y se consumen libros de autores introspectivos, que ciertamente responden a una necesidad de muchos seres anónimos. Y vemos también cómo en nuestros días pululan los manuales de auto-ayuda, evidentemente porque las personas quieren cuidar solas de algo que únicamente puede ser su interioridad. Sin hablar del uso de las drogas, que se usan para huir del mundo exterior, pero no hacia un mundo distante, sino hacia un mundo que tan sólo puede estar dentro de cada uno.

Nuestra propuesta es una acogida serena de la interioridad que somos. Como lo hizo Clara en su eremitorio. Con la certeza de que, a quien vamos a encontrar allá dentro, es a Jesucristo, imagen y semejanza de Dios, que está construyendo nuestra realización personal.

PARA QUE LO RETENGAS Y TE TRANSFORMES

  1. Contemplar es tener conciencia de Dios allá, en tu interioridad. Es sentirlo amoroso, sabio, maravilloso en sus obras. Es oirlo. Oír cómo Él se comunica.

  2. El reino de Dios es toda comunicación de Dios que llega hasta ti y, por ti, al mundo. Y toda comunicación de Dios es Jesucristo.

  3. Cuanto más vivas tu interioridad y la hagas más íntima, será mejor para ti. La riqueza que tú eres te viene de allá dentro.

 

PARA QUE COMIENCES A PONER EN PRACTICA

Déjale espacio para que pueda fluir y discurrir lo que viene de tu interior. No tengas miedo. Si no sabes qué hacer, toma notas. La solución vendrá también de adentro.

Intenta identificar la voz de Dios en lo que viene de allá. Fíjate si concuerda con la voz de Dios que viene de la Biblia, de la Iglesia, de la fraternidad... Guíate sopesando esas voces externas e internas.

Acoge tu mundo interior y dalo a luz. Es una vida que nace. Tiene que crecer y fructificar para la vida eterna. Imagínate como la samaritana escuchando a Jesús y haz lo posible por sentir, desde dentro de ti, esa "agua que brota para la vida eterna".

En su Testamento, Santa Clara dice: "... dobladas las rodillas y postrada

PARA QUE LO CELEBRES

"en cuerpo y alma..." en una frase interesante que, traducida del latín, al pie de la letra, sonaría así "...dobladas las rodillas y con los dos hombros inclinados..." (flexis genibus et utroque homine inclinato), refiriéndose a su personalidad interior y exterior. He ahí una buena sugerencia para que la celebres.

Imagínate que estás asistiendo como si fueras dos personas en una : externa una, interna la otra. Ante una situación cualquiera, principalmente ante alguna de las másd ifíciles que sueles enfrentar ,intenta imaginar cómo acostumbras a actuar exteriormente y cómo actúas en tu interior. Quizás te encuentres diciendo palabras amables por fuera y sintiendo por dentro ganas de matar a tu interlocutor. Puede suceder que una de tus actuaciones sea valiente y la otra tímida. Date tiempo para ver cómo actúan ambas. Intenta imaginar a las dos dialogando y coincidiendo. Si, por el contrario, ambas quisieran reñir, no huyas; quédate , esperaa que se te pase el enojo e intenta ayudarlas para que se entiendan.

Vas a ver cómo la de adentro muchas veces es problemática, pero al mismo tiempo es posible que descubras quela que la incomoda es la de afuera. Y terminarás descubriendo cuánta riqueza puede aportar para tu vida la de adentro.

Saca para afuera, de ese tesoro, "cosas nuevas y viejas". Después intenta hacer como Santa Clara: alaba a Dios arrodillado exterior e interiormente.

EL CRISTO INTERIOR

"Así experimentarás también tú

lo que experimentan los amigos al saborear

la dulzura escondida que el mismo Dios

ha reservado desde el principio para sus amadores"

(3 CtIn 3).

 

PARA QUE LEAS Y REFLEXIONES

La "dulzura escondida" a la que se refiere Santa Clara, es el mismo Cristo marcado en todos los que fueron creados a imagen y semejanza de Dios y vivido por quienes supieron descubrir ese "tesoro escondido en el campo".

La vida se nos da para "experimentar" y "saborear". Dios "reservó desde el principio" para cuantos quisieren amarlo, esa posibilidad de descubrir una dulzura inacabable. Basta con amarlo.

Es interesante observar cómo Clara ve en Inés, que se está realizando como persona y colaborando para la realización del Reino de Dios, a una "amiga" del Señor, admitida a probar y saborear su dulzura. Conociendo la cultura de su tiempo, quizás podamos ver en ese texto un recuerdo de las historia del "Santo Graal", el cáliz que había contenido la sangre de Jesús y que era buscado por los caballeros del más probado valor para traer la salvación al mundo. Descubrir el Graal era descubrirse en la profundidad interior y, al mismo tiempo, prestar el mayor servicio a la humanidad.

Podemos recordar el Testamento de Clara, en el que canta su vocación de seguir a Jesucristo como camino. El era el camino que ella había saboreado dentro suyo. Animaba a Inés a hacer lo mismo. Y nos abrió un camino también a nosotros. Nosotros, a nuestra vez, podemos intentar hacer un "testamento espiritual", recordando cómo Dios se fue manifestando desde el comienzo, a través de nuestra vida, y cómo nos mostró el camino que nos está llamando a seguir.

1. Nuestro yo nace en la interioridad

Si queremos, podemos hacer una historia de nuestro yo. Todo fue surgiendo paulatinamente. Nosotros ya habíamos nacido, ya nos habían puesto un nombre, ya lo usaban para referirse a nosotros, y ni sabíamos de qué se trataba. Poco a poco fuimos tomando conciencia de ser el centro de las referencias cuando usaban esa palabra, nuestro nombre. Nuestro cuerpo surgió de dentro de la vida de nuestros padres. Nuestro yo emergió de nuestra interioridad.

Comenzamos a corresponder a las señales que nos hacían cuando todavía ni siquiera hablábamos. Comenzamos a responder al mundo en la medida en que nuestro yo, salido de allá dentro, se fue acostumbrando a unir consigo mismo el nombre que se nos daba y también a los padres, a los hermanos y a las demás personas y objetos que nos rodeaban. Las situaciones de la vida nos ayudaron a saber cada vez más cosas que se relacionaban con esa palabrita mágica: yo. Mi nombre.

La experiencia nos fue mostrando la amplitud que abarcaba ese pequeño nombre: cómo reaccionaba,lo que le gustaba, lo que no le gustaba, de lo que era capaz. Y también sus limitaciones: lo que no sabía, lo que no podía, lo que no era. Aun hoy la experiencia me va revelando quién soy.

Puedo darme cuenta de que aquello que llamo mi "yo", nació de mi interioridad, y que aún no acabó de nacer, por más avanzado que esté en experiencia y en edad. Puedo percibir que, allá en la interioridad, debe haber unYo mismo,lleno de potencialidad, centro de todo aquel mundo que sólo en parte vi y estoy viendo a luz. Y que puede vivir cada vez más plenamente, porque es la imagen de Dios quien es el centro de nuestro mundo personal.

Más aún: aquel yo, que ya sé que soy yo, puede llegar a ser cada vez más auténtico, cada vez más "él mismo" (eso es lo que quiere decir auténtico), en la medida en que se sepa relacionar y alimentarse de esa imagen de Jesucristo impresa en mi interioridad.

2. Somos una imagen y semejanza

La imagen total de Dios es Jesucristo. Aquella imagen de Dios, que está dentro de nosotros y que podemos llamar el Yo mismo, es la figura de un hermano o hermana de Jesucristo, única, irrepetible. Lo que yo voy siendo progresivamente va surgiendo de lo que Cristo es y está impreso en la profundidad de mi ser.

Tengo dentro mío un Cristo Interior, imagen plena de Dios. Todos los seres humanos la tienen. Todas son semejantes. Pero ninguna igual.

La transformación que se produce en mí es el resultado del diálogo entre ese Cristo interior y el Cristo eterno, que lo provoca a partir de la imagen que está en los otros y que ya se reveló en la historia de la salvación.

Crecer, vivir, realizarse es la revelación progresiva y concreta del Cristo Interior. Él nace y se encarna a partir de mí para construir el Cristo Místico de la historia con todas las personas de todos los tiempos y para dialogar con el Padre, en la unidad que el Espíritu Santo crea sin cesar entre todos los corazones en que habita.

Como dijo Jesús :"...vendremos a él y haremos en él nuestra morada". Cuando nos volcamos hacia dentro, es con Él con quien encontramos, es con Él con quien dialogamos. Cuando nos volvemos hacia el Padre, es el Espíritu Santo quien habla en nosotros. Y su palabra es el Cristo que va surgiendo.

Clara y Francisco extrajeron su Cristo de ese mundo interior, en la soledad. En la vida del eremitorio, en la que lo esencial es mirar hacia dentro de uno mismo, ellos descubrieron que tenían allí, en su tesoro, un pobre como el Jesús de Nazaret, un ánimo generoso y decidido como el del Cristo de la Cruz, un hermano como el Hijo del Padre Eterno, una esposa preparada para el Esposo del Pueblo de la Salvación.

Cuando, por ejemplo, yo leo en el Evangelio que Jesús cuidó de los enfermos y que también yo fui llamado a cuidar de mis hermanos dolientes, estoy descubriendo a Dios y me estoy descubriendo a mí mismo. Pero también enriquezco al mundo cuando extraigo de mí un Cristo alegre, que gusta danzar y cantar, que comunica, de mil maneras, cosas que el Jesús de Nazaret no puede hacer, pero que aun pueden salir de la potencialidad del ser humano completo.

3. El Reino de Dios viene de adentro

La historia del Pueblo de Dios, como la de cualquier pueblo, de cualquier gran civilización o de cualquier grupo humano, es una historia de personas. Más que de hechos y de acontecimientos, consta de presencias de individuos. Lo que cada uno hace fue lo que cada uno era. El reino de Dios viene de nuestro interior. El Pueblo de Dios se va formando a través de muchos Cristos que, impresos en la interioridad de cada uno, van siendo extraídos a la vida histórica por el Cristo Cabeza, que conduce al Pueblo y salva al mundo. Nosotros vamos marcando nuestros pasos en la Historia que va discurriendo en el inmenso caminar de toda la Naturaleza.

Por eso mismo, nos necesitamos unos a otros. Asentamos ladrillos en la misma pared, construímos un pueblo único. Todas las personas tienen el derecho de contemplar en cada uno de nosotros esa figura de la sustancia divina, de ver brillar ese esplendor de la gloria, de poder mirarse en ese espejo de la eternidad. Si la figura de Cristo aun no es visible en nosotros, si aun no puede reconocerse en nuestra vida, aun tenemos todo por vivir. Nuestro Cristo aun tiene que nacer. Porque Él es, en nosotros, el sacramento del Dios-Amor.

Nosotros podemos mirar la historia del pasado como la de un árbol que creció y dio frutos. Tenemos que mirar la historia del presente como la de semillas que están brotando, plantitas que están creciendo, hojas que se van renovando. El mundo que vamos a construir ya tiene sus semillas en nosotros. El mundo de los siglos venideros va a recibir nuevas semillas, adaptadas a los tiempos nuevos, en aquellos que aun habrán de venir.

4. El Cristo que Clara vivió en lo femenino

Anunciada antes de su nacimiento por Jesús Crucificado, Clara debió haber aprendido con su madre a conocer a ese Jesús que la entusiasmó cada vez más hasta el fin de su vida. Lo descubrió en sí misma, mirando en el espejo del Crucificado y lo sacó al exterior hermoso, ornado de flores, de corazones, de vestiduras que lo transfiguraban.

No tuvo necesidad de traer un Cristo histórico, hebreo, del siglo l, ni según el modelo patriarcal de la Iglesia de ese tiempo. Presentó un Cristo compatible con su vida de mujer y de franciscana. Con cualidades muy particulares.

Aprendió a orar en la soledad, como Él, pero, también como Él, se involucraba con las personas, especialmente con las más sencillas. Se preocupó por los que sufrían, dio salud siempre que estuvo en su mano poder hacerlo. Era servicial, sabía transformar la vida y el mundo, ayudando a las personas a llevar a cabo sus posibilidades .

Como Él, ella fue alegre, fuerte y segura. Clara como el sol. Como Él, ella fue gentil, cortés, acogedora. Se hizo pobre, despojada y extremadamente generosa. Tenía puesta su confianza en el Padre. Quería hacer siempre su voluntad. Permanentemente le daba gracias. Era toda de Dios, vacía para darle lugar a Él, "como una virgen pobre".

Como Jesús, no tuvo reparo en saborear la vida, Pero también supo entregarla a su hora, día a día y en el momento final, porque tuvo un inmenso amor y la visión de que la vida jamás nos es quitada, sino que siempre es transformada. Por otra parte, su vida de "penitencia" fue una entrega constante para que la vida de Cristo se realizase más intensamente en su propia vida.

Lo esencial es ser hijo o hija de Dios, es ser plenamente humano. Clara no se sintió disminuída por ser mujer: fue fuerte, fue maestra, fue clara, fue pobre como María, fue madre de Cristo, fue virgen entregada totalmente a Dios; no fue falsa sino muy cariñosa. Oró en la soledad, como podría hacerlo ante una multitud. Amó a la naturaleza, a las personas, a la Eucaristía. Cosió y bordó. Liberó a un grupo de mujeres de muchos de los prejuicios de los hombres.

Podemos hacer un paralelo entre ella y Francisco, aunque él haya vivido una experiencia más complicada. Llegó a soñar en ser caballero, pero se realizó como otro Cristo crucificado, aun en su figura muy personal de juglar de Dios.

PARA QUE LO RETENGAS Y TE TRANSFORMES

  1. Autenticidad es transparentar al Cristo interior, sin máscaras, en la verdad. Es una tarea constante, para toda la vida.

  2. Tienes que cultivar la confrontación del Cristo Interior con el Cristo exterior para que se opere en ti la transformación que hará que vivas cada vez más plenamente tu propia vida.

  3. Tú eres parte actuante de Cristo por quien todo fue hecho, que salva al mundo, que da gloria al Padre por la creación y por el progreso.

 

PARA QUE COMIENCES A PONER EN PRACTICA

Vete descubriendo y clarificando en tu conciencia cómo Cristo fue dando continuamente señales de su presencia dentro de ti. ¿Cómo lo aprovechaste?

Procura anotar, al lado del nombre de las distintas personas que desfilaron por tu vida, especialmente de las que formaron parte contigo de una fraternidad, qué rasgos de Cristo descubriste en ellas.

Intenta imaginar y anotar cómo, algunas de las personas más sencillas que te conocen, habrán contemplado al Cristo que está en ti y habrán visto cómo actúa en ti.

PARA QUE LO CELEBRES

Tú ya te habrás dado cuenta de cómo a los animalitos domésticos les gusta jugar. Los cachorritos ladran como si fuesen guardianes de la casa y los gatitos pegan saltos de cazadores. Lo hacen porque tienen que aprender: diríamos que están ensayando. Más tarde serán verdaderos guardianes y cazadores respectivamente.

Tú también debes aprender. Un día serás un Jesús en plenitud. Y puedes ir haciendo experiencias, libre y conscientemente, en una sabiduría cada vez mayor, de cómo puede ser Cristo en las más diversas circunstancias, con las más diversas personas.

Procura, por ejemplo, ser una verdadera figura de Jesucristo en la forma de relacionarte con las personas de tu casa. O en las actitudes que asumes en tu mundo del trabajo. Y nunca dejes de intentar ser un Jesús cuando ores al Padre.

JESUCRISTO POBRE

"Abraza como virgen pobre a Cristo pobre.

Míralo hecho despreciable por ti , y síguelo,

hecha tú despreciable por Él en este mundo..

Observa, considera, contempla con el anhelo de imitarle..."

(2 CtIn 4).

 

PARA QUE LEAS Y REFLEXIONES

El Cristo más concreto que emergió de la alta contemplación de Clara fue el Cristo Pobre. Ese fue el aspecto de Jesús de Nazaret que más provocó e identificó a su Cristo interior. Y fue el aspecto que la llevó a ingresar en el movimiento de los pobres, donde le cupo un papel de liderazgo. Posiblemente nadie haya demostrado mejor que ella que la pobreza de Jesucristo no era solamente una virtud, sino un programa de vida.

Como Francisco, Clara parece haber sido movida fundamentalmente por un descubrimiento que cambió su vida: El Altísimo se hizo pobre y pequeño. Quiso seguirlo y concluyó que vivir pobre como Jesucristo es no tener nada propio. Pero no hizo de esa conclusión una simple decisión de su vida ascética personal: ingresó al programa de pobreza del movimiento franciscano y se propuso ser pobre dentro de una Iglesia pobre.

1. El Altísimo se hizo pobre y pequeño

En un momento histórico, en el que los ciudadanos más conspicuos de su Asís disputaban quién sería mayor porque poseía más, Clara prefirió el ejemplo del Hijo de Dios que, siendo rico y teniendo la grandeza de la Omnipotencia divina, quiso vaciarse de todo y ser visto como un siervo, un pequeño, para mostrarles a los hombres el auténtico camino de una vida plena. Por eso ella recordó siempre: "El Señor se hizo pobre por nosotros en este mundo" (RSC Vlll, 20).

Cuando le dio una "Forma de Vida", Francisco escribió: "Yo, el hermano Francisco, pequeñuelo, quiero seguir la vida y la pobreza de nuestro altísimo Señor Jesucristo y de su santísima Madre y perseverar en ella hasta el fin" (RSC Vl, 18). Y por eso ella decidió: "Y por amor del santísimo y amadísimo Niño, envuelto en pobrísimos pañales y reclinado en el pesebre, y de su santísima Madre, amonesto, ruego y exhorto a mis hermanas que se vistan siempre de vestiduras viles" (RSC ll, 6). Hasta pidió que los hermanos menores estuviesen siempre ligados a las Hermanas "para que guardemos la pobreza y humildad de nuestro Señor Jesucristo y de su santísima madre" (RSC XII,31).

El Papa, en la Introducción de su Regla, reconoció: "Siguiendo los pasos del mismo Cristo... elegísteis.. el servicio del Señor en la más alta pobreza".

Cristo nos demostró que su plenitud no consistía en estar lleno de posesiones, sino lleno de vida. Clara, como Francisco, también quedó impresionada porque Jesús hizo eso movido por el más intenso amor a los hombres, un amor que lo llevó a identificarse con la pequeñez humana y para mostrarnos el camino de la plenitud que realmente cuenta.

No fue intención del Hijo de Dios proponernos el hambre y la miseria, de modo tal que siempre actuó para mitigarlas y, cuando venga a "juzgar", precisamente va a querer saber qué hicimos por nuestros hermanos necesitados. Lo que sí quería enseñarnos es que sólo se vive plenamente cuando se mantienen boca y corazón vacíos para poder probar otras novedades.

2. Vivir como Jesús es no tener nada propio

Si somos hijos de Dios, tenemos un Padre que cuida de nosotros más que de los pajaritos y de las flores del campo: no necesitamos apropiarnos de cosa alguna. Podemos usar las cosas a voluntad y dejarlas a disposición de los demás: "Gratis recibieron, den también gratis".

Tener, poseer, apropiarse fue siempre uno de los pilares del mundo patriarcal instalado en occidente. En tiempos de Clara y Francisco, como en el nuestro, quien no tenía, quien no podía ostentar posesiones y poderes era tenido en menos. Por eso ella afirma que no nos hace mal ser despreciados -si hasta el mismo Jesús lo fue-, porque justamente los despreciados son los que más aprovechan todas las riquezas del Padre que está en los cielos: siempre están libres para recibir todo lo mejor que pueda aparecer.

Para Clara, ser virgen era lograr dejar en sí misma el mayor espacio posible para Dios. En campo abierto, el Cristo interior se expande.

No es cuestión de pensar en Clara y en Francisco como simples cultores de una "virtud" de la pobreza. La pobreza irrumpe desde su interior como el Cristo Pobre, el mismo "por quien fue creado todo cuanto existe". Ese Cristo vacío y libre es el que ella abraza con entusiasmo, vacía y libre, a su vez, sin nada propio. Como recuerda Francisco, sin guardar nada propio, que no consiste solamente en dejar de acumular bienes materiales, sino apreciando por sobre todo las gracias y dones espirituales. Aprovechando siempre como quien recibió "prestado" y devuelve cuanto antes.

La Regla deja en claro que la Forma de Vida de las Hermanas Pobres es vivir la Pobreza de Jesucristo: "La forma de vida de la Orden de las Hermanas Pobres... es ésta: guardar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin propio y en castidad" (RSC l, 3)

Lo que confirma, a su vez, la bula "Solet annuere": "Por eso... confirmamos... la forma de vida y el modo de santa unidad y altísima pobreza que vuestro bienaventurado Francisco ... os transmitió".

En la tercera Carta a Santa Inés de Praga hay una figura bastante sugerente: "Veo cómo has hallado el tesoro incomparable, escondido en el campo... y cómo lo abrazas con humildad, con la virtud de la fe, con los brazos de la pobreza" (3 CtIn 2). Ciertamente que son los brazos de la mujer que optó por la pobreza y los brazos de Cristo pobre.

Más adelante vuelve a la imagen de Jesús (Pobre) Camino: "... tú, siguiendo sus huellas, principalmente las de la humildad y la pobreza, puedes llevarlo espiritualmente siempre, fuera de toda duda, en tu cuerpo casto y virginal".Y, en ese mismo pasaje, Clara, la "desposeída", la pobre, usa con firmeza el verbo poseer: " Y posees con Él el bien más seguro, en comparación con las demás posesiones, tan pasajeras, de este mundo" (3 CtIn 4). Evidentemente que se trata de poseer a Jesucristo si se tiene espacio para eso.

3. El programa de la Pobreza

Clara no vivió sola el Cristo Pobre. Con otras Hermanas se adhirió al grupo de los Hermanos Menores, que también hacían profesión de vivir sin nada propio. Era el programa de un grupo, y ella lo prometió solemnemente ante el Pueblo de Dios.

Cuando ella habla de "profesión de nuestra vida", se refiere a la pobreza de Cristo, tan maravillosa que ni siquiera la podía contar, más si se tiene en cuenta que tanto ella como su grupo estaban poniendo en este empeño todo el sentido de su vida. Si el hijo de Dios vino a enseñarnos que para tener vida plena hay que ser pobre, ése tiene que ser nuestro programa. No es algo accesorio en la vida, sino una actitud fundamental de quien se abre a todas las realidades del mundo de Dios.

En el Testamento, desde el principio, Cristo es presentado como camino (nº 1): "El Hijo de Dios se ha hecho para nosotras camino, y nuestro bienaventurado padre Francisco, verdadero amante e imitador suyo, nos lo ha mostrado y enseñado de palabra y con el ejemplo". Al final, en el nº 11, la misma idea es recordada, recapitulando todo el Testamento: "Por consiguiente, si hemos entrado por la vía del Señor, cuidémonos de no apartarnos jamás de la misma en modo alguno... para no inferir injuria a tan gran Señor...". El Testamento concluye con esta idea, pues pide que "el Señor, que dio un comienzo bueno, conceda el incremento y dé también la perseverancia final" (Ib.).

Después se ve que ese camino es el camino de la pobreza, que San Francisco recorrió como Jesús y del cual nunca se quiso apartar: "Luego escribió para nosotras la forma de vida; principalmente, para que perseveráramos siempre en la santa pobreza. Y no se contentó durante su vida con exhortarnos con muchas pláticas y ejemplos al amor y a la observancia de la santísima pobreza, sino que nos entregó varios escritos, para que de ninguna manera nos apartáramos de ella después de su muerte, como nunca quiso el Hijo de Dios separarse de la misma santa pobreza durante su vida en este mundo. Y nuestro beatísimo padre Francisco, imitando sus huellas, su santa pobreza, la que escogió para sí y sus hermanos, en modo alguno se desvió de ella mientras vivió ni con el ejemplo ni en la doctrina" (TestC 5).

Porque la pobreza es la forma de vida de la Hermanas, un programa, y de ello hicieron ellas voto de obediencia, "...todo ello nos ha inducido a comprometernos una y otra vez con nuestra señora, la santísima pobreza, con el objeto de que, después de mi muerte, no puedan en manera alguna separarse de ella ni las hermanas actuales ni las futuras" (TestC 6).

 

"Y así como yo fui siempre diligente y solícita en observar la santa pobreza que prometimos al Señor y a nuestro santo padre Francisco, y en hacer que las demás la observaran, las que me han de suceder en el oficio quedan obligadas a observarla y a hacerla observar por las otras" (TestC ib.).

Más aún, ella quiso garantizar esa base de su vida con el Privilegio del Papa: "Para mayor cautela me preocupé de que el señor papa Inocencio, en cuyo pontificado comenzó nuestro género de vida, y otros sucesores suyos reforzaran con sus privilegios nuestra profesión de santísima pobreza, que prometimos al Señor y a nuestro padre, para que nunca y en modo alguno nos apartáramos de ella" (TestC ib.).

4. El Jesús de la Iglesia pobre

Desde el comienzo, Clara vendió todo para darlo a los pobres. Quedó más cerca de ellos, porque, ciertamente, no vivía el mundo de los ricos. Pero su vida y su programa son un evangelio desinstalado para todos.

Por eso el programa no es solamente para las Hermanas Pobres y los Hermanos Menores: es para todos los hombres, para todas las mujeres y para todos los que están dispuestos a construir el Reino.

Es muy clara la idea de que se sigue el camino de Jesús viviendo la pobreza: "para que por amor de aquel Señor que fue recostado pobremente en el pesebre, pobremente vivió en el mundo y desnudo permaneció en el patíbulo, vele siempre para que esta pequeña grey, que Dios Padre engendró en su santa Iglesia por medio de la palabra yel ejemplo de nuestro bienaventurado padre Francisco..." (TestC 7).

El entusiasmo que ella mostró por el Cristo pobre está abierto a todos los cristianos: "¡Oh bienaventurada pobreza, que da riquezas eternas a quienes la aman y abrazan! ¡Oh pobreza santa, por la cual, quienes la poseen y desean, Dios les promete el reino de los cielos, y sin duda alguna les ofrece la gloria eterna y la vida bienaventurada! ¡Oh piadosa pobreza, a la que se dignó abrazar con predilección el Señor Jesucristo, el que gobernaba y gobierna cielo y tierra, y lo que es más, lo dijo y todo fue hecho!". "... Pues si un Señor tan grande y de tal calidad quiso aparecer en este mundo como un hombre despreciado, necesitado y pobre, para que los hombres, pobrísimos e indigentes, con gran necesidad de alimento celeste, se hicieran en Él ricos por la posesión del reino de los cielos..." (1 CtIn 3). Eso debe ser motivo de alegría, porque ella ya prefirió la pobreza (1 CtIn 4).

Ella habla de su alegría porque Inés se adhirió a Jesucristo Pobre. Todos los buscadores insaciables de Dios vivieron siempre ese Cristo místico, servidor y pobre.

PARA QUE LO RETENGAS Y TE TRANSFORMES

  1. Es necesario sacar los escombros y desbrozar la interioridad para acoger a Dios. El Dios que es novedad.

  2. El Cristo que nació y vivió pobre fue el aspecto más importante de su anuncio de la Buena Noticia: fue realmente una buena noticia para los pobres.

  3. Un Cristo pobre es un Dios muy real, muy concreto, con quien la gente puede comprometerse eficazmente, unirse afectivamente y acompañarlo cariñosa y animosamente.

 

PARA QUE COMIENCES A PONER EN PRACTICA

Fíjate si no estás acumulando cosas que ni siquiera usas: ropas, objetos... y que los demás necesitan.

Fíjate si no te has apropiado de lugares, trabajos, posiciones, personas... que no sueltas hace mucho tiempo, y que te restaron tu libertad (o la de los otros).

Da lugar a Dios en tu interioridad, liberándote de cuanto ni tú ni tus hermanos ni hermanas necesitan ahora.

PARA QUE LO CELEBRES

Has de haber tenido más de una ocasión en tu vida en que te sentiste poco importante, indefenso, pobre. Debes haber tenido una sensación de humillación, de impotencia ante personas que, aunque poco relevantes, aparecían como muy poderosas ante ti. Tuviste que pasar ese amargo trago sin poder eludirlo.

No permitas que eso quede enterrado dentro tuyo. Celebra esas ocasiones.

Procura recordar alguna de ellas con todos los detalles posibles. Recuerda al mismo tiempo al Hijo de Dios que, siendo dueño del mundo, quiso, por su causa, ser también poco importante, indefenso y pobre.

Él fue humillado hasta la muerte, pero venció a la muerte. Tú también debiste haberte sentido más libre cuando te sentiste menor. Procura tomar conciencia de eso y alaba a Dios, que está cuidando de tu verdadero crecimiento.