Jerónimo Bórmida OFM.Cap
Inocencio IIIº convocó al Concilio con
varios objetivos importantes para la vida de la Iglesia, tal como vimos en los
diferentes decretos: reforma del clero, lucha contra los herejes, praxis
sacramental, etc. Pero probablemente la finalidad principal haya sido la de
legitimar la nueva cruzada. Inmediatamente después el mismo Papa proclamará en
nombre propio el documento conciliar. Sin duda alguna que la cruzada ha sido uno
de los puntos de conflicto entre Francisco y la Iglesia institucional. A fin de
entender la portada y alcance del problema examinaré alguno de sus
aspectos:
n
en
primer lugar veré, muy sumariamente, qué es una cruzada,
n
luego
haré un resumen del decreto conciliar,
n
en
tercer lugar me referiré a la reacción de cristianos obedientes a la
Iglesia,
n
y
terminaré preguntando cuáles fueron las reacciones, posicionamientos, de San
Francisco y el movimiento primitivo ante el que fue uno de los temas dominantes
en la Iglesia contemporánea.
Me remito a
una literatura muy abundante e imposible de analizar dentro de los objetivos de
este libro. Para lograr el propósito de este estudio he recurrido solamente a
fuentes insospechadamente católicas,
testimonio de una lectura apologética y legitimadora de la guerra santa contra
los enemigos de la cristiandad, y por lo tanto, de Dios [1]
.
El juicio
sobre la cruzada de autores católicos, fieles e incondicionales obediente al
papado de nuestros días nos permite, en cierta medida, reeditar la visión de un
fiel católico medieval. También nos permitirá luego entender mejor la respuesta
original de Francisco de Asís en el 1200.
En primer
lugar se llama cruzada a toda guerra santa. Es decir, que partimos
admitiendo que hay guerras que son santas y guerras que no lo son. Santa es
aquella guerra que se emprende por causa de la religión y en defensa de la
Iglesia, sea quienquiera el que la predique y la acaudille. Pero en sentido
estricto el nombre de 'cruzada' se
debe reservar exclusivamente a aquellas guerras santas predicadas y en cierto modo
dirigidas por el Papa.
La cruzada
supone que el Papa tiene que ser aceptado como cabeza y jefe no solo espiritual
sino también político y militar de toda la cristiandad, es decir, con capacidad
jurídica para convocar una acción bélica supranacional y universal. El Papa
convoca taxativamente a los fieles, soberanos, señores y vasallos, clérigos,
religiosos y laicos, a entrar en guerra contra el enemigo de Dios, es decir, de
Europa.
Como
estímulo para enrolarse en el Ejército
de Jesucristo, concede indulgencia
plenaria de los pecados y garantía de vida eterna a cuantos se alisten bajo
el estandarte de la Cruz [2]
.
El propio
romano pontífice entrega a un legado o representante suyo este estandarte para
que lo lleve en el combate. Por eso se lo llama vexillum crucis o vexillum sancti Petri,
estandarte de la cruz o de San Pedro.
El problema
radica también que para que una cruzada merezca el hombre de santa guerra, el
enemigo tiene que ser claramente de la cristiandad, aunque no lo sean tan
claramente de la fe en cuanto tal.
En los
prolegómenos los autores de la obra que estamos empleando aclaran que la religión cristiana no es de suyo
favorable a la guerra y que durante los primeros siglos los cristianos
miraron con recelo el oficio de
soldado. Pero el hecho es que la Iglesia cristiana poco a poco fue mirando con ojos más
benignos la profesión militar; empezó a dar su bendición a los soldados, a los
estandartes, a las espadas.
Esto
equivale a decir que el argumento del fin bueno que justifica los medios malos,
es lo que legitima la guerra de los discípulos de Jesús. Los argumentos van
variando a los largo de la historia.
Primero la
guerra se convierte en buena guerra cuando se hace para defender a la Iglesia o
para amparar a los débiles y desvalidos inocentes. Luego el horizonte se amplía
y la legitimación alcanza al combate contra los enemigos de Dios, los paganos.
En el Decreto de Graciano - el derecho canónico medieval - vemos, por fin,
canonizadas las guerras contra herejes, cismáticos y paganos.
Los
actuales historiadores católicos más críticos señalan que tiene que haber habido opiniones
contradictorias entre las autoridades
de la época.
No es de dudar que hubiera sectores pacifistas
al interior mismo de la curia romana, el mismo concilio ecuménico Lateranense IV
en su Decreto "Expeditio pro recuperanda Terra Sancta" deja de lado toda
solución pacifista del problema del Islam. "La cruzada armada era, a los ojos de
la casi totalidad de los padres conciliares la única solución del angustioso
problema; a la agresividad musulmana correspondía la violencia cristiana de la
cruzada" [3]
.
Todos
cuantos se incorporasen al ejército expedicionario debían hacer espontánea, y
libremente, el voto y juramento de marchar hacia Jerusalén, sin retroceder
jamás, por muchos obstáculos con que tropezasen. Este voto era inviolable y
obligaba, bajo pena de excomunión, es por eso que los grupos laicales
pauperísticos y evangélicos, contrarios a la guerra, rechazaban absolutamente
todo tipo de juramento. Esta actitud era una expresión de esta objeción de conciencia.
Cuando
Urbano IIº predicó la primera cruzada la reacción del pueblo fue tan entusiasta
que lazó el grito de guerra '¡Deus lo volt!' (Dios lo quiere).
El Papa respondió al pueblo: Esas
palabras tan unánimes, como inspiradas por Dios, serán vuestro grito de guerra y
vuestra consigna en la batalla.
El Papa
prometía, mejor les aseguraba, la entrada gloriosa en la Jerusalén celeste a los
que tomasen las armas para conquistar la Jerusalén terrestre. A esta gracia
papal se llamó indulgencia plenaria,
que suponía el estado actual de gracia, es decir, la confesión sacramental
previa. Hoy nos puede parecer un estímulo muy insuficiente, pero para aquellos
hombres de fe profunda e ingenua, en cuya cosmovisión el pecado era el centro de
la historia y la perspectiva más cierta la condenación, esta seguridad del cielo
tenía un atractivo increíble. Bastaría revisar la historia de las cruzadas para
entender la necesidad de legislar el entusiasmo popular. No se escapaban de esta
euforia ni los niños ni los mendigos. A los monjes y a los clérigos se exigía el
permiso del abad u obispo respectivo.
San
Bernardo, en nombre del romano pontífice, recorrió las cortes y ciudades de
Europa predicando la cruzada y su palabra era tan arrebatadora como tan
prodigiosamente eficaz. El dulce cantor de María consiguió armar ejércitos
compuesto de hombres de todas las clases sociales. El doctor de la Iglesia
concebía la Cruzada como una empresa sublime de ensanchamiento del reino de
Cristo, la realización de la unidad moral de la cristiandad por medio de
ordenada cooperación militar de los reyes cristianos y, en fin, la
espiritualización de la política internacional de Europa [4]
.
En esta
visión apologética se reconoce el fracaso global de los objetivos de las
cruzadas, es decir, el aparente motivo religioso. Pero reconocen desde el punto
de vista militar se pudo quebrantar el dominio musulmán en el Mediterráneo y, al
poder el occidente navegar con más seguridad hacia el oriente, el comercio
volvió a la normalidad, y el dinero fluyó convenientemente a las arcas de los
discípulos de Jesús.
Jesús no
ganó la guerra, pero comercialmente
las Cruzadas fueron increíblemente fructuosas para Europa, progresó
notablemente la industria, y con la decadencia del sistema feudal, quebrado
económicamente por la guerra se van transformando las condiciones económicas y
la organización de la sociedad. Además, hay que destacar que los viajes
ensancharon los horizontes espirituales y culturales tanto como los comerciales
y las cruzadas provocaron también decisivos avances en las ciencias.
Curiosamente nuestros autores no dejan de
señalar los frutos espirituales de la guerra cuando es santa:
n infinitos actos heroicos de penitencia, de abnegación, de piedad y de fe, hasta morir gozosamente por Cristo,
n
fomento de la vida piadosa popular con las
indulgencias,
n
los
cruzados llenan Europa de reliquias,
n
nueva
devoción a la Cruz y al calvario, etc.
n
quedaron hospicios, hospitales y otras
instituciones de caridad
Por último
no hay que olvidar un dato positivo, la fundación de Ordenes militares, que llevaron el heroísmo al límite de lo
sobrehumano, se desarrolló el espíritu caballeresco y el idealismo cristiano,
que perdura en muchos caballeros cristianos hasta el siglo XVI.
Nuestros
historiadores, por más que no dejan de añadir otros frutos positivos de esta
gran empresa de Jesús crucificado: con
las cruzadas se estrecharon los vínculos de fraternidad cristiana entre los
pueblos y se acrecentó gigantescamente la figura del Papa, como verdadero guía y
jefe de la cristiandad, a cuya voz se ponían en marcha multitudes inmensas y
poderosos ejércitos, a veces los mismos reyes, no tienen más remedio que
reconocer que las cruzadas también tienen un lado oscuro:
n
la
crasa ignorancia religiosa y las supersticiones, que muchas veces movían a los
peregrinos a tomar la cruz y dirigirse a Tierra Santa,
n
la
ambición de muchos jefes,
n
los
atroces actos de crueldad y salvajismo cometidos en el camino o en la misma
guerra,
n
la
inmoralidad reinante en los ejércitos, etcétera... [5]
Lamentablemente perdí la referencia
bibliográfica de una vieja enciclopedia española del siglo pasado encontré esta
cita que hace tiempo transcribí:
Atrevámonos de una vez a despreciar las
preocupaciones y a presentar estas guerras santas tan dichosas como pudieron
haber sido. El Asia ya no sería presa de los bárbaros. La Ley del Evangelio
hubiera formado costumbres y hombres allí donde la ley de un impostor no ha
producido otra cosa que costumbres vergonzosas para la humanidad
(el autor está
hablando del "impostor" Mahoma). Europa,
Asia y Africa no serían sino un sólo pueblo y una sola religión: los mares
estarían libres de piratas, el comercio no hallaría obstáculos, el nombre
cristiano no tendría enemigos; millones de desgraciados, hermanos nuestros y
compatriotas, no gemirán, con vergüenza de las naciones, bajo las cadenas de los
infieles y al ver el mundo libre de la tiranía, en lugar de exclamar: ¡Qué
locura fueron las cruzadas!, no podríamos menos de decir: ¡Qué desgracia para la
humanidad que las cruzadas no hayan tenido éxito completo!.
Inocencio
III, desde el inicio de su pontificado presentó un programa de reforma de la
Iglesia vinculado indisolublemente a la liberación de la tierra de Jesús. La
cuarta cruzada había traicionado sus propósitos con la ocupación de
Constantinopla, sin que valieran en contrario las protestas pontificias.
Parece que los biógrafos y los historiadores
del santo no hayan comprendido todo el significado del acontecimiento; y dada la
mentalidad del medioevo que no podían haber comprendido a un Francisco en
oposición a la cruzada querida por Dios... [6]
.
El medioevo
tuvo ideas muy confusas acerca del origen del Islam y de Mahoma. Cuando
Francisco habla de sarracenos y otros
infieles trasluce en cierto modo esta falta de claridad.
En octubre
de 1187 el sultán Saladino anunciaba que Jerusalén había sido purificada y restituida a los creyentes,
pero que dejaba a los cristianos el santo sepulcro y otras iglesias, respetando
el decreto del califa Omar.
La
convocatoria tuvo repercusiones en Asís. Un caballero de nombre Gentil comenzó a
reclutar jóvenes voluntarios para luchar en las Puglias, Constantinopla y
Jerusalén. El joven Francisco se enrola en la cruzada hasta que la visión le
pone el dilema a) seguir el camino de las armas en el ejército del siervo de los siervos de Dios, b) ser
constituido jefe de la nueva milicia
del Señor Jesús.
Los
hagiógrafos primitivos - o bien por ser conscientes de la peligrosidad del
hecho, o por imposibilidad de captar su real portada - no nos presentan
claramente a Francisco opuesto a la Cruzada, que en la mentalidad de la época
era querida por Dios, y dirigida por el
Sumo Pontífice.
Buenaventura nos dice explícitamente que
Francisco luego de entender y aceptar la visión llegó a ser caudillo en la milicia de Cristo y fue
decorado con armas celestes selladas con
la insignia de la cruz
[7] , que
en el lenguaje del tiempo significaba lisa y llanamente enrolarse en una
cruzada... solo que en la del Señor, no en la del Siervo. Tanto Celano como
Buenaventura llaman luego a Francisco soldado de Cristo, expresión con la que
san Bernardo designa a los cruzados
[8] .
Cuando
Francisco se dirige a Roma para pedir la aprobación de su movimiento es probable
que entre en juego también la propuesta de la paz... Esto explicaría el rechazo
de la corte papal que nos transmiten algunas fuentes [9]
.
En 1215 no
puede haber pasado desapercibido a Francisco el Decreto del Concilio Lateranense
IV, lanzando la nueva cruzada. Para la casi totalidad de los padre conciliares
la guerra santa era la única solución para detener la agresividad musulmana. A
esta decisión solemne de la Iglesia, confirmada y promulgada luego por el mismo
Papa, Francisco y el movimiento contraponen su proyecto de misión plasmado en el
Capítulo XVI de la Regla no Bulada.
Francisco
tiene que haber experimentado una enorme impotencia a raíz de la decisión
conciliar. María de la Porciúncula le concede la gracia de sustituir la
indulgencia prometida a quien se embarca en la guerra, por la indulgencia de
quien apuesta por la paz. Es significativo que el tema del perdón de Asís no
aparezca en ninguna de las biografías primitivas, y que haya que esperar al
siglo XIV para encontrar testimonios. De todos modos es curioso que a la
Porciúncula se apliquen textos bíblicos con referencia a Jerusalén, la ciudad
santa que la cruzada quería reconquistar.
Honorio III
sigue la misma conducta política de su predecesor, a pesar de lo cual Francisco
no se convence de que su utopía no puede ser realidad. Se dirige a Damieta en
una misión de paz. En setiembre de 1218 llega a la ciudad el legado papal [
benedictino portugués, Pelagio Galván (1165-1232)] para dirigir la guerra en
nombre del sumo pontífice. En 1219 el sultán Melek-el-Kamel proponía un tratado
de paz. Si los cristianos abandonaban Egipto, recibirían en cambio la ciudad de
Jerusalén y les sería restituida la Santa Cruz. Mientras que algunos jefes
militares estaban dispuestos a discutir el ofrecimiento, el cardenal Pelagio,
convencido de la victoria, se opuso con toda su autoridad. Aquí llega Francisco
al campo de los cruzados prediciendo la derrota... Luego de su fracaso en el
campo cristiano Francisco intenta el encuentro con el mundo musulmán, sin
ninguna misión especial del Cardenal legado, con el sólo título y privilegio de
ser cristiano.
Melek-el-Kamel era un hombre justo y no el
sultán feroz que presentan los documentos cristianos. Ante él Francisco propone
la ordalía por medio de la prueba del fuego. Buenaventura es el único biógrafo
que menciona el hecho. La ordalía estaba severamente condenada por la Iglesia.
Dice que a este hecho Francisco fue movido por un oráculo divino (superno illustratus oraculo). Ignorando
la historia del Islam, Buenaventura no ha sabido reconocer la relación de la
propuesta de Francisco con la ordalía que Mahoma propuso a los cristianos
contemporáneos en Medina. Ha solicitado la ordalía que sin éxito había propuesto
Mahoma a los cristianos de su época. Lo biógrafos señalan que Francisco encontró
en el Sultán una acogida benévola e intenciones de llegar a tratativas de
paz.
Decíamos
que el lanzamiento de la Cruzada ha sido decretado por el concilio [10]
y promulgado inmediatamente por el Papa. Ofrezco un resumen del muy
extenso texto. El texto completo está en apéndice.
El motivo
explícito de la Cruzada es liberar la Tierra Santa de la violenta agresión de
los impíos.
La Cruzada
es definida como la empresa de
Jesucristo. El general en jefe es el Papa, quien dirige personalmente el
ejército cristiano, garantizándole la bendición divina y apostólica. Para estar
al frente en el campo de batalla el Papa nombra un cardenal legado idóneo, de su
confianza.
El rol de los clérigos cruzados está bien especificado. En primer
lugar se incita a los clérigos a enrolarse voluntariamente. Y pueden participar
tanto los sacerdotes como otros clérigos, tanto los súbditos como los prelados.
Estos tienen que procurar que los
soldados en armas: amen a Dios, no ofendan la majestad divina; confiesen los
pecados, sean moderados en el comer y en el vestir, eviten las disputas,
emulaciones, rencores y envidias. Aleccionados por sus sacerdotes los guerreros
no deben presumir del propio poderío sino han de poner la confianza en el poder
de Dios, y por lo tanto deberán fortalecerse tanto con las armas del cuerpo como
con las del espíritu.
Los clérigos que queden en Europa
también han de
colaborar activamente con la empresa de Jesús y las tareas no son fáciles.
Patriarcas, arzobispos, obispos, abades y
cuantos tengan cura de almas, los prelados de todas las iglesias, en todas
partes han de predicar celosamente la cruzada a sus fieles.
En primer
lugar obligarán a enrolarse en la cruzada a los príncipes renuentes, urgiéndoles
a cumplir sus votos, forzándolos, si es necesario, con la sentencia de
excomunión en sus personas y de entredicho en sus tierras, es decir, con las
penas máximas de la cristiandad [11]
.
El deber de los simples fieles consiste en enrolarse personalmente
en la cruzada. De todos modos puede haber reyes, duques, príncipes, marqueses,
condes, barones y demás magnates, o comunidades de las ciudades, villas y
castillos, imposibilitados de tomar las armas personalmente. En ese caso, según
sus posibilidades económicas, deben proveer a un número adecuado de guerreros
con las expensas necesarias para tres años.
El concilio prohibe por cuatro años las guerras entre cristianos,
durante tres años veda los torneos, bajo pena de excomunión y durante cuatro
años, bajo anatema, ningún cristiano podrá hacer viajes por tierra de sarracenos
que habitan en el medio oriente.
Los
clérigos velarán para que la paz se conserve. En caso de que la guerra estuviere
ya en curso, los clérigos obligarán a las facciones en conflicto a observar una
alto durante la cruzada. En ese lapso regirá una tregua firme en territorio
cristiano.
También por
cuatro años nadie podrá ejecutar las deudas y cobrar intereses a los que se
hayan enrolado como cruzados y en el envío de material para Tierra Santa no se
pueden utilizar naves de los sarracenos, dada la ganancia que ellos obtienen de
tales viajes.
La
financiación de la Cruzada obliga a todos los estamentos de la sociedad.
Para
legitimar el fuerte tributo impuesto a toda la cristiandad, la sede romana da el
ejemplo. Además de los gastos de común administración, dona 30.000 libras, arma
una nave para los cruzados de Roma, y pasa a los responsables 3.000 marcos de
plata dejados como limosna algunos fieles.
Los
clérigos, tanto súbditos como prelados, deben aportar la vigésima parte de sus
entradas eclesiásticas; los Cardenales se obligan, bajo pena de excomunión, con
el diezmo de todas las entradas.
Dos
categorías quedan eximidas del tributo: los religiosos y los clérigos que se han
enrolado en la cruzada o piensan hacerlo.
La empresa de Jesús no solamente da de comer a
sus soldados, sino que es larga la lista de privilegios de los secuaces del Emperador celeste:
n
los
clérigos cruzados, durante un trienio, podrán percibir íntegros sus beneficios,
tal como si estuviesen residiendo en sus iglesias, y obligar sus bienes bajo
hipoteca,
n
los
cruzados serán exentos de colectas y gravámenes a partir de un año de su
partida,
n
sus
bienes y personas quedarán bajo la protección del bienaventurado Pedro y la del
Papa, de los Arzobispos, obispos y demás prelados,
n
los
cruzados que hayan pedido dinero prestado a interés y bajo juramento se verán
libres del juramento y del pago de los intereses,
n
los
judíos computarán en beneficio de los cruzados lo devengado de las hipotecas,
deducidos sólo los gastos necesarios.
Los
ingratos que no colaboren con la empresa del Señor nuestro Dios responderán en
juicio tremendo y con minucioso examen en el último día, pero también en la vida
presente serán castigados con excomunión y entredicho.
Pena de
excomunión para Cardenales que no paguen el diezmo y para quienes
conscientemente cometan fraude en el pago de contribuciones y diezmos.
Total
excomunión para los judíos que no condonen los intereses de cristianos, y
censuras eclesiásticas para quien actúe en contra de los privilegios de los
cruzados.
Especial
vínculo de excomunión para corsarios y piratas que impiden el auxilio a Tierra
Santa, y a los que los favorecen, colaboran y comercian con los enemigos de la
fe.
Excomunión,
anatema y confiscación de bienes en beneficio de la Tierra Santa para los que
comercian y colaboran con sarracenos o piratas son llamados falsos cristianos.
Los
rebeldes de la empresa del Crucificado, que no le tienen miedo a la Iglesia y
sus censuras, serán entregados al poder civil, lo cual supone cárcel, tortura y
muerte.
El Papa,
apoyado en la misericordia de Dios, y en la misma autoridad de los
bienaventurados Pedro y Pablo, con el poder divino de atar y desatar, concede el
mayor beneficio imaginable para un cristiano medieval.
No
solamente otorga el pleno perdón de todos los pecados sino que da total garantía de salvación eterna,
asegurando la retribución de los justos a todos los cruzados que se hubieren
debidamente confesado.
Esta gracia
se extiende a los que matan y mueren en la empresa del crucificado, y a todos
los que colaboran en dinero, armas o consejo a su éxito.
Por fin una
frase poco inteligible. El texto habla de las
sociedades ocultas que son pasibles de toda la severidad eclesiástica en
las personas y tierras. ¿A qué se refiere? ¿A grupos de oposición a la guerra,
necesariamente clandestinos? Es posible que tengamos que referirnos al decreto
contra los herejes, cuyas reuniones eran secretas, y que posiblemente estuvieran
muy poco interesados en esta empresa que ciertamente no tenía nada que ver con
el crucificado que ellos descubrían en los textos del evangelio.
La Orden de
los Caballeros del Templo nace en Francia, un siglo antes de la experiencia
franciscana. Fue aprobada por la Iglesia en gran parte debido a la influencia de
san Bernardo. Hoy no aceptaríamos cono verdadera la inspiración de un Espíritu
Santo que regala a la Iglesia de Cristo una Orden Religiosa guerrera, formada
por militares pobres, obedientes y castos con profesión de matar. Pensemos en
trasladar, aunque nos cueste, la experiencia a nuestros días... y nos parecería
absurdo... Creo que aún en los tiempos de las cruzadas, lejanos y difíciles,
tampoco fue un hecho aceptado por todos los cristianos, S. Francisco entre
ellos.
La
experiencia inédita, por no decir insólita, en el mundo cristiano - repito
monjes-militares, pobres, obedientes y castos con profesión de matar - necesita
ser legitimada en el siglo XII, y para ello San Bernardo elabora una apasionada
apología.
Los monjes
guerreros son definidos como caballeros
de Jesucristo y milicia de Dios.
Como los soldados también los templarios guardan perfectamente la disciplina y la obediencia
es exacta. Son monjes de una austeridad ejemplar y no se ve nada superfluo en el sustento ni en
el vestido, contentándose con satisfacer la pura necesidad.
A estos
soldados de Dios, sin mujeres y sin
hijos, han alcanzado la perfección
evangélica; viven en común, castos, sin propiedad alguna particular, teniendo un
cuidado muy grande por conservar la unidad de espíritu en el lazo de la
paz.
Esta divina
milicia revive la experiencia de la Iglesia apostólica dado que son una multitud de personas no tiene sino un solo
corazón y una sola alma. No están jamás ociosos, están siempre ocupados,
para no comer ociosamente su pan.
Son una
fraternidad donde no se hace diferencia entre nobles y plebeyos y solo cuenta la
virtud, no el linaje. Entre ellos sería imposible oír una palabra insolente, una acción inútil,
una risa inmoderada una leve queja o la menor murmuración. Todas esas
acciones son irremisiblemente castigadas.
Detestan
los juegos de azar y la caza de animales. Los cómicos y a los mágicos, los
cuentos de fábulas las canciones burlescas y toda suerte de espectáculos y de
comedias son para estos monjes soldados vanidades y locuras.
Los
cabellos cortos, y sin cuidar, se bañan muy raras veces, adquieren una
apariencia realmente aterrorizadora para el enemigo.
Cuando
entran en guerra se confiesan y comulgan, y se ciñen armas mortíferas no
hermosas. Sus caballos son buenos,
fuertes y ligeros, porque piensan más en combatir que en pavonearse aspiran
más a la victoria que a la
vanagloria. Se ponen en batalla con
el más bello orden, según lo que está escrito del pueblo de Dios: los verdaderos
israelitas marchan en batalla con un espíritu pacífico.
En la
acción bélica ponen a un lado toda su
mansedumbre ordinaria y se echan como
leones sobre sus contrarios, mirando a las tropas enemigas como unos rebaños de
ovejas, sin preocuparse del número y ferocidad de sus enemigos.
No presumen
de sus fuerzas, todos lo esperan del poder del Dios de los ejércitos, porque la victoria de la guerra no viene del
gran número de soldados, sino del favor del cielo. Tanto se admira Bernardo
que dice que a buena fe, no acierto a
decir si se debe calificarlos con el nombre de monjes o de caballeros, si no
fuera mejor llamarlos con uno y otro nombre, puesto que tienen tanto la
mansedumbre de los monjes como el esfuerzo de los soldados.
Los caballeros de Jesucristo combaten por
los intereses de su Señor, sabiendo que no pecan cuando matan, porque la muerte que se da o recibe por amor
de Jesucristo, muy lejos de ser criminal, es digna de mucha gloria.
Por una
parte Jesucristo gana cuando muere su enemigo, y por otro gana el monje porque
cada vez que mata tiene como premio al mismo Jesucristo, porque éste recibe gustoso la muerte de su
enemigo en desagravio suyo y se da más gustoso todavía a su fiel soldado para su
consuelo.
El monje soldado de Jesucristo mata seguro a su
enemigo, y muere con mayor seguridad. Si muere se va al cielo y el bien se
lo hace a sí mismo; si mata, el bien se lo hace a Jesucristo. El monje soldado
es ministro de Dios para hacer la
venganza sobre los malos y defender la virtud de los buenos. Además, matar a
un malhechor no es homicidio sino malicidio. Es el vengador de Jesucristo, y por
el defensor de los cristianos.
Bernardo
reconoce que no se debería exterminar a los paganos si hubiera esperanza de
conversión, pero si no se los combate hoy, dice el santo, mañana seremos sus
esclavos.
El
cristiano puede hacer la guerra, dado que Juan Bautista solo le dijo a los
soldados que debían estar contentos con sus pagas y no les prohibió la guerra.
La guerra es un empleo lícito para todos
aquellos que Dios destinó para él y no están empeñados en otra profesión más
perfecta [12]
.
En este
contexto el texto de la Regla No Bulada está en flagrante contradicción con el
derecho eclesiástico y con la mística de la guerra santa de toda la
cristiandad... es más que evidente el porqué la Regla no pudo ser aprobada por
Bula. Situado ante la Iglesia de la Cruzada, el movimiento franciscano hace una
lectura contradictoria de la realidad
y del evangelio.
Este y
otros aspectos no menos importantes hacían inviable la aprobación pontificia. Si
bien la Regla Bulada mantiene el nudo de la inspiración primitiva, deja de lado
todos los puntos inaceptables para la Sede Apostólica, y uno de ellos el tema de
la negación de la cruzada.
Los
franciscanos descodifican la realidad en base a otros códigos, leen y releen el
evangelio desde otras perspectivas... por lo cual su interpretación es
alternativa a la oficial, y
consecuentemente son opuestas sus actitudes, sus posturas, sus acciones.
Comparemos
el texto franciscano con la apología del dulce y melifluo Bernardo de
Claraval, en defensa de los Monjes con
voto de matar [13]
. Nos preguntamos ¿Quién es obediente a la Iglesia, Bernardo de
Claraval o Francisco de Asís? La respuesta en obvia. Francisco y los suyos
desobedecieron a la convocatoria solemne del Concilio y del Papa.
Una crónica
nos relata que en su primera ida a Roma habría sido muy mal tratado por
Inocencio III y no es de extrañar: las propuestas evangélicas de su movimiento
contradecían frontalmente no solo la política papal sino el sentir prácticamente
unánime de los fieles.
El Papa, después de haber considerado
atentamente de un lado aquel hermano de hábito extraño, de rostro despreciable,
barba larga, cabellos incultos, cejas negras y caídas, y del otro la petición
que le presentaba, tan ímproba e imposible según el sentido común, lo despreció
en su corazón y le dijo: “Vete, hermano, búscate unos puercos, que te asemejas
más a ellos que a los hombres. Revuélcate con ellos en el barro y, consagrado
como su predicador, preséntales a ellos la Regla que has preparado”
Francisco no se turbó, e inmediatamente salió
con la cabeza inclinada. Tuvo bastante dificultad en encontrar a unos puercos;
pero cuando por fin se topó con una piara, se revolcó con ellos en el barro
hasta quedar totalmente enlodado de pies a cabeza. Reducido a este estado volvió
al consistorio y dirigiéndose al Papa dijo: “Señor, he hecho tal como lo
ordenaste; ahora, te ruego, escucha mi solicitud” [14]
.
El Capítulo
XVI de la Regla no Bulada aparece con el título de Los que van entre sarracenos y otros
infieles. Comienza y termina con el tema de la persecución que padecen los
fieles de Cristo. Ubica claramente la nueva perspectiva de los hermanos: no van
a matar, en todo caso van a morir como testigos del otro rostro del crucificado
que no mata para defender su honor sino que muere por amor.
Luego la
Regla toca el espinoso tema de la misión canónica. Los hermanos no son enviados
ni por el Papa, ni por el concilio, ni por los Ministros de la fraternidad. La
misión proviene de la divina
inspiración que sobreviene a cualquier hermano, sin distinción de
clérigo o laico, sabio o ignorante. A los ministros sólo le corresponde el
discernimiento, no el envío.
La pastoral
de los hermanos entre infieles está guiada también por el espíritu. Los pasos
que los hermanos deben dar cuando van a convivir con los enemigos en guerra son:
a) convivencia fraterna y pacífica,
b)
exclusión de todo tipo de agresión o
litigio,
c)
trabajo servil, sometidos a los infieles,
d)
confesión de su carácter de cristianos,
e)
anuncio de la palabra de Dios, brevísima,
cuando sea oportuno.
El texto
termina con una larga cita de las Bienaventuranzas que sitúa al movimiento en
las antípodas de la guerra santa. Además, la Regla advierte que la guerra, con
su indulgencia plenaria, no asegura la salvación. El hombre puede ser salvo
solamente en el seguimiento de las huellas y de las palabras de Jesús, fiel y
perseverante [15]
.
No me
explico, me lo pregunto en varias lugares de este trabajo, el porqué los
exégetas y especialistas no perciben la violencia evangélica de la propuesta
alternativa del movimiento franciscano frente a la cruzada.
Hay una
incógnita a develar: cómo Francisco y los suyos pudieron evitar la condena de la
Iglesia oficial, vistas sus posturas antagónicas a la ideología dominante en
toda la cristiandad. En todo caso habría que rever una imagen común de un
Francisco poético e ingenuo. Por el contrario, a medida que más estudio las
fuentes se me como revela como un político habilísimo que supo tener éxito donde
otros fracasaron. No sabemos cómo siempre consiguió apoyo oficial para su
contestación y equilibrio como para disentir en comunión. Más adelante
abundaremos en este tema.
En la
biografía encontramos una serie de textos que resultan incomprensibles fuera del
contexto de la Cruzada, de la guerra
santa cuyo general en jefe es el siervo de los siervos de Dios.
En toda predicación que hacía, antes de
proponer la palabra de Dios a los presentes, les deseaba la Paz, diciéndoles:
"El Señor os dé la paz". Anunciaba devotísimamente y siempre esta Paz a hombres
y mujeres...
Celano
acota que había muchos que rechazaban la
Paz y la salvación, y que a causa de la predicación de Francisco, con la ayuda de Dios, abrazaron la Paz de
todo corazón y se convirtieron en hijos de la Paz [16]
. Para Buenaventura Francisco se comporta como un profeta movido en su persona del espíritu de los
profetas, se enfrenta a los cristianos enemigos de Cristo [17]
. Anunciar la paz es oponerse a la guerra santa y enfrentarse
frontalmente tanto a la cultura dominante como a las autoridades de la Iglesia.
En este
contexto se puede comprender por qué:
las gentes quedaban asombradas, pues nunca
habían escuchado un saludo parecido de labios de ningún religioso. Y hasta
algunos, un tanto molestos preguntaban: “¿Qué significa esta manera de saludar?”
El hermano comenzó a avergonzarse y dijo al bienaventurado Francisco: “Hermano,
permíteme emplear otro saludo”. Pero el bienaventurado Francisco le respondió:
“Déjales hablar así; ellos no captan el sentido de las cosas de Dios. No te
avergüences, hermano, pues te aseguro que hasta los nobles y príncipes de este
mundo ofrecerán sus respetos a ti y a los otros hermanos por este modo de
saludar”. Y añadió: “¿No es maravilloso que el Señor haya querido tener un
pequeño pueblo, entre los muchos que le han precedido, que se contente con
poseerle a El solo, Altísimo y glorioso?”
[18] .
En tiempo
de guerra santa la paz era muy trabajosa y peligrosa para el predicador de la
paz.
Las
biografías nos traen un hecho bien curioso: pocos años después de haber él mismo
estado preso en Perusa vuelve a la ciudad para librar otro tipo de batalla.
Francisco ve que los nobles, los mayores, no dejan vivir en paz a los menores, especialmente a los menores de la
clase baja.
Francisco
ha visto que los perusinos están haciendo mucho mal a sus comarcanos. Se levanta
movido por el fervor del espíritu y
predica la paz al pueblo.
En cuanto llega a Perusa, se pone a predicar al
pueblo, reunido de antemano; mas como unos caballeros corrieran, como es
costumbre, en torneos y juegos de a caballo con lances de armas e impidieran oír
la palabra de Dios, el Santo, vuelto a ellos, dijo entre sollozos: “¡Perversidad
deplorable la vuestra, hombres dignos de compasión, que no reparáis ni teméis el
juicio de Dios! Pero oíd lo que el Señor os hace saber por mí, pobrecillo. El
Señor os ha encumbrado - añadió - sobre cuantos viven en vuestro derredor, por
lo que deberíais ser mejores con los comarcanos y más agradecidos con Dios.
Pero, ingratos al favor, acometéis con mano armada a los comarcanos, los matáis
y los asoláis. Os aseguro que no quedaréis sin escarmiento, porque Dios hará que
vosotros, para castigo más violento, caigáis en la ruina por una guerra civil,
de modo que, amotinados, os levantéis el uno contra el otro. La indignación de
Dios enseñará a quienes la dignación no enseñó”.
No muchos días después, desencadenada entre
ellos la discordia, empuñan las armas contra el prójimo: los del pueblo
arremeten contra los caballeros, y los caballeros, espada en mano, contra los
del pueblo. Se lucha, en fin, con tal fiereza y tanta mortandad, que hasta los
comarcanos, a quienes habían hecho tanto mal, se compadecían de ellos [19]
.
Tampoco los
soldados cristianos que asedian a Damieta comprenden la predicación del
pacificador de Asís. Francisco teme ser tomado por tonto, y sus compañeros le
dicen que ya antes de anunciar la paz lo tenían por loco, incitándolo a
descargar su conciencia y temer más a
Dios que a los hombres. El Santo se
enfrenta a los cristianos con consejos saludables, disuadiéndoles de la batalla,
anunciándoles la derrota... pero éstos hacen escarnio de la verdad: se endurecieron
en el corazón y no quisieron tomar en consideración el aviso [20]
.
Comparado
con las apologías de la Cruzada, el lenguaje que emplean San Buenaventura es
impactante. La Leyenda Mayor coloca a Francisco en franca oposición y
alternativa a toda la cristiandad. Él escoge para sí otra cruzada, llevando con ardiente entusiasmo la cruz de
Cristo.
Si el Papa
se quiere jefe del ejército de la cristiandad, Francisco se propone ser él mismo
buen caudillo del ejército de Cristo,
alcanzando la palma de la victoria
no mediante la guerra, sino mediante
el ejercicio de las más excelsas y heroicas virtudes [21]
. Buenaventura contrapone con rispidez los lenguajes guerreros y
llama a Francisco el valerosísimo
caballero de Cristo, que empuña las
armas del muy invicto capitán crucificado. Pero el pobrecito no lleva el
estandarte de los cruzados que están a la orden del Papa, sino que ostenta el sello del sumo pontífice Cristo,
de quien mereció llevar las marcas en su cuerpo [22]
. Los estigmas son como los símbolos de una nueva cruzada y la
garantía de legitimidad de su propuesta pacífica.
Buenaventura es muy explícito en explicar el
sentido del sueño que lo apartó de la guerra: como Francisco preguntara para quién sería
el palacio con aquellas armas, una voz de lo alto le aseguró que estaba
reservado para él y sus caballeros, le respondió el Señor en un sueño : Francisco, ¿quién piensas podrá
beneficiarte más: el señor o el siervo, el rico o el pobre? A lo que contestó Francisco que, sin duda,
el señor y el rico. Prosiguió la voz del Señor: «¿Por qué entonces abandonas al
Señor por el siervo y por un pobre hombre dejas a un Dios rico?»
La
revelación divina lanza a Francisco a pelear en otras lides y a conseguir otras
conquistas, y lo obliga a desertar del ejército del siervo de los siervos de Dios [23]
.
Bartolomé
de Pisa, en el siglo XIV [24]
, narra un hecho que no reportan las fuentes primitivas. El relato se
desarrolla en uno de los primeros lugares fijos que tuvo la fraternidad
naciente. El que quiere integrarse al movimiento de Francisco tiene que plantar
las plantar patas para arriba. Quien
desee hacer las cosas al derecho puede ser monje, clérigo, comerciante... el
discípulo que sigue las huellas y doctrina de Jesús hace las cosas al
revés.
En el
capítulo siguiente analizaremos otro de los hechos, este sí referido por las
biografías. En Montecasale, aún hoy se plantan algunas coles en un pañuelito de
tierra en recuerdo del ejemplo del maestro Francisco que enseña a sus discípulos
a plantar coles con las raíces para arriba, es decir a plantar al revés.
Luego del
recorrido que acabamos de hacer, me parece que el símbolo es muy fuerte. Quien
quiere ingresar en el movimiento tiene que estar dispuesto a hacer las cosas al
revés de lo que lo hace el sistema dominante. San Bernardo, los templarios, los
cruzados.... hacen las cosas de modo sensato. Quien siga a Francisco tiene que
plantar las plantas con las raíces para arriba. Es el mundo al revés - el
derecho del evangelio - que supone la postura del movimiento franciscano.
NOTAS
[1]
Los datos y juicios que siguen a
continuación están entresacados de LORCA, GARCÍA VILLOSLADA, MONTALBÁN, Historia de la Iglesia, II, B.A.C., 1963, 3ª edición.
[2]
Baiulum crucis: en la Admonición Vª
Francisco usa el verbo baiulare, y
dice que solamente nos podemos gloriar en llevar este estandarte en la debilidad
e impotencia del crucificado.
[3]
Dizionario francescano, ed. Messagero,
Padova 1983, voz "Saraceni", p. 1654
[4]
Siempre me estoy refiriendo a la citada
Historia de la Iglesia, B.A.C.
[5]
Termino con la referencia a la Historia
de la Iglesia de la B.A.C. Si se quiere una visión más completa y crítica, la
literatura es abundante. Mi intención era simplemente definir la cruzada con
conceptos católicos que demostrase
simpatía con aquello que Francisco de Asís rechazó de plano.
[6]
Véase el artículo Saraceni, de Giulio BASETT-SANI, en el
Dizionario Francescano (columnas 1647-1672), muy sugerente en sus detalles,
relacionando la doctrina del Corán con las determinaciones de la Regla y otros
hechos significativos en la historia contemporánea. A continuación algunas de
las ideas de este artículo.
[7]
LM. 13.10.
[8]
1Cel. 103. ...como peritísimo caballero en las milicias
de Dios, desafiaba al adversario para reñir con él nuevas peleas. Se proponía
llevar a cabo grandes proezas bajo la jefatura de Cristo.
[9]
Ver en Fonti Francescane Nº 1063;
2285.
[10]
Concilio IV de
Letrán Capítulo 71. Expedición para
liberar Tierra Santa.
[11]
Por la excomunión
la persona quedaba como muerta en vida: léase el capítulo siguiente que trata
sobre las penas impuestas a los herejes. El excomulgado no solamente no podía
participar de la misa y comulgar, no podía vender, comprar, hacer contratos o
juicios... El entredicho afectaba no a la persona sino al territorio del feudo e
implicaba la prohibición de toda ceremonia sagrada, misa, bautismo, entierros...
, en el espacio físico gobernado por el príncipe.
[12]
San Bernardo: De la excelencia de la nueva milicia;
Obras completas. B.A.C. Al final se puede leer una selección larga de este
texto.
[13]
Las Órdenes
militares gozaron de amplio respaldo jerárquico y popular, tuvieron mucho suceso
en el tiempo de Francisco de Asís. Si el pobrecito y pacíficador se coloca en la
oposición, queda al margen de la cultura dominante, fuera de la
Iglesia-sociedad.
[14]
Crónica de Rogelio,
muerto en 1236 Ver el Texto en las Fonti Francescane, Nº 2285 Ver también allí
un agregado a la Leyenda Mayor de San Buenaventura Cap Iº 9a FF. g1063.
[15]
Para ver el texto
completo con un examen más detenido véase BORMIDA, J., "Ir por el mundo, la misión, 1ª Regla Cap.
XVI, Chile, 1986.
[16]
1Cel. 23.
[17]
LM 03.2.
[18]
LP. 101, EspPerf.
26.
[19]
2Cel. 37.
[20]
2Cel. 30; LM
11.3.
[21]
LM. 5.1.
[22]
LM. 13.9.
[23]
LM. 1.3.
[24]
Bartolomé de Pisa,
Siglo XIV De conformitate vitae Francisci
ad vitam Jesu.