HISTORIA OCCIDENTAL

Historia Occidentalis

Jacques de Vitry

Traducción de José María Lodeiro

CAPÍTULO XVII

LOS MONJES DE VAL-DES-CHOUX

Otros hermanos amados de Dios y muy religiosos que vivían en la diócesis de Langres, se denominaban monjes de Val-Des-Choux (valle de los coles). Observaban celosamente las prácticas de la orden cisterciense, sea en la alimentación, vestimenta y oficio divino, como en todo lo demás. La excepción fue que se construyeron celdas modestas y pequeñas, para mejor encontrar la paz y tranquilidad mayor, en las horas de meditación, de lectura (lectio), de oración; solo Dios y ellos en el interior de su celda, apartados, y tanto más devotos, cuanto mayor era la clausura de las puertas de los sentidos. Procuraron circuncidar su corazón del prepucio de cuidados exteriores y, por ello, no poseían ovejas, ganado mayor, tierras nobles y ninguna otra posesión; velaban siempre a fin de no abandonar la sed de las cosas espirituales, por la obsesión de las preocupaciones terrenales.

En el exterior de la clausura de su monasterio fijaron límites que no les estaba permitido franquear. Sólo el prior podía y en compañía de un hermano, a fin de visitar los monasterios que regía o por alguna necesidad imperiosa, dejando a los demás hermanos en la casa, a ejemplo de Jacob. Dentro de los límites fijados, tenían tierras con árboles y legumbres. A ciertas horas allí se encontraban para trabajar en los cultivos y así conseguir del fruto de sus manos el sustento. Tenían también rentas no laborales que percibían anualmente para sus necesidades. Por temor de apagar los fervores del espíritu por la demasiada actividad o por la necesidad de mendigar en caso de indigencia, dependiendo de extraños, no recibían más hermanos que los que podían mantener modestamente con sus rentas.

Está escrito que quien se alistó en el servicio de Dios, no debe mezclarse con los negocios de este mundo, según ello con gran prudencia y sabiduría estos monjes de Val-des-Choux velan por la salvación de su alma, ocupándose libremente en la contemplación de las cosas divinas. Saben por sobrada experiencia que quienes salen para ocuparse de los bienes exteriores, como Esaú no tienen bendición; serían muy tontos si, estando en la vía del espíritu, terminan en la carne o, lo que es peor, consumiéndose con ella. Esos confunden piedad con negocios y avaricia; por enriquecer como fuere sus monasterios con posesiones, y carentes de sagacidad, no siguen el precepto evangélico: Qué le vale al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? Semei salió de Jerusalén debido a su avaricia y fue muerto por Salomón. Por curiosidad Dina, hija de Jacob, salió de la casa de su padre y fue deshonrada por Siquem. El hijo pródigo partió arrastrado por la lujuria, disipó la herencia en andanzas libertinas y no pudo saciar su hambre sino con las bellotas de los puercos que cuidaba. Los hermanos, llenos de circunspección y prudencia, se encerraban sagazmente en el interior de sus claustros, por miedo de que sus lámparas se extinguieran en el vendaval del mundo. Evitaban toda ocasión de murmurar, cualquier amago de ambición, no tenían envidia del prójimo y, cuando se los dejaba de lado, no guardaban rencor al que lo sustituía en la administración de los bienes temporales.