HISTORIA OCCIDENTAL

Historia Occidentalis

Jacques de Vitry

Traducción de José María Lodeiro

CAPÍTULO XIII

LOS DOS TIPOS DE CENOBITAS O REGULARES

Se llaman cenobitas los que combaten para Dios en comunidad y congregación de hermanos, teniendo por bueno y deleitable vivir como tales en la unidad. Tal fue la primera comunidad de fieles, de quienes en la primitiva Iglesia, se convirtieron al Señor y fueron de los primeros creyentes. A este respecto se escribió: La multitud de creyentes no tenía más que un solo corazón y una sola alma... Afirmados en la unidad de corazón, viven según la regla, en una orden y al agruparse numerosos en comunidad, son más temidos por los espíritus del mal. Estas comunidades y congregaciones, como ejército desplegado en batalla, inspiran terror a sus enemigos.

Hay otras clases de cenobitas, diferentes según las instituciones y la forma de vida. Como base, sin embargo, todos tienen un mismo fundamento, que hace de piedra angular. Renuncian al mundo, no poseen nada en propiedad, obedecen al superior, observan continencia. Tal es el fundamento sobre el que se edifican las casas de las diversas clases de regulares.

Algunos, con todo, sin dejar de observar con diligencia y rigor los preceptos de la regla y las observancias, atacan estos fundamentos de oro, plata y piedras preciosas. Usan la madera, el heno y la paja, pero considerando la multitud de sus pecados veniales, agregan hierro, plomo y bronce, por su vida disoluta y la transgresión de los mandamientos. Viven en la desobediencia o la incontinencia; hay quienes conservan sus bienes personales o que regresan al mundo: destruyen los fundamentos, trabajan en vano, construyen sobre ellos mismos.

Desde antiguo existen en los países occidentales dos clases de regulares: los monjes negros que profesan la regla de san Benito, y los canónigos blancos que viven según la regla de san Agustín. Pero bajo el peso de los pecados, la mayor parte de las comunidades de regulares, son propensas a cometer pequeñas negligencias y paulatinamente caen; se pierden en tal disolución que, hombres prudentes y sensibles al temor del Señor, se alejan para combatir por Cristo bajo otro hábito y otros preceptos. Según está escrito: Huid de Babilonia, que cada uno salve su alma. Porque quien osare tocar un cadáver, será impuro, quien osara tocar la pez, será manchado: Las malas compañías y las conversaciones malsanas corrompen las buenas costumbres.