La Historia de Salvación:

la historia como pecado

o la historia como divinización

 

Antropocentrismo y Soteriocentrismo

La teología latina ha heredado de su humus cultural greco latino un marcado y casi exclusivo antropocentrismo.

Pero un antropocentrismo que fijó sus ejes en los temas de pecado y del mal, realidades que, sin duda, pesan duramente en la historia, y que constituyen uno de los nudos más difíciles de explicar en la reflexión tanto filosófica como teológica.

En la teología clásica se parte del convencimiento de una primera pareja - Adán y Eva - realmente existentes, de quien todos descendemos, tanto en la naturaleza como en el pecado.

Sobre la base de este presupuesto se teologiza la historia como el camino para salvar al hombre de su pecado, enraizado indisolublemente en los actos, todos los actos, humanos.

En la teología actual acentuamos que Cristo ha venido a rescatar la humanidad del pecado histórico, existente de hecho, sin condicionamientos metahistóricos.

Sea como fuere uno tiene la impresión que la reflexión teológica latina y la consecuente litúrgica, ascética, mística, moral...  se han ido reduciendo a mera soteriología.

La biblia como historia de...

Supuesto lo anterior nos explicamos el éxito de la expresión “Historia de salvación” aplicada a la Biblia y a la vida del Antiguo y del Nuevo Pueblo de Dios.

Es plausible un éxito inmediato en este caldo de cultivo una teología que se reclama a la liberación.

Ya Juan Luis Segundo alertaba sobre este reduccionismo y sugería otros genitivos tan reales como el de salvación. La Biblia puede ser llamada sin problemas:

Ø    Historia de la alianza, o de las alianzas de Dios con su Pueblo,

Ø    Historia de la pedagogía de Dios,

Ø    Historia de la admirable condescendencia de Dios que camino con su Pueblo y con los pasos de su Pueblo,

 

Ø    Historia de la progresiva divinización del hombre y del cosmos en Cristo...  

 

Divinización y salvación metafísica

Si discusión alguna, Jesucristo vino a sanar, por la fuerza del Espíritu, a de toda dolencia y enfermedad, fue enviado por el Padre a anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación a los cautivos, a dar la vista a los ciegos, y dar la libertad a los oprimidos. Esto escandaliza a sus contemporáneos, que están convencidos de que los pobres son los malditos de Dios.

Sin duda alguna que la misión de Jesús implica la salvación de todos los males históricos del hombre, y el anuncio del Reino de Dios donde no habrá más ni sufrimiento alguno, la creación de un cielo nuevo y tierra nueva.

Pero sobre todo habría que afirmar que el efecto fundamental de la encarnación en relación a los hombres es la elección sobrenatural, la adopción o divinización en Cristo, no es la reparación o restitución de una alienación histórica, de un acto pecaminoso, sino la orientación total originaria de la humanidad entera.

En este punto es interesante el pensamiento de Escoto, ubicable en la línea de la patrística griega. La salvación no radica fundamentalmente en la superación de una deficiencia de orden moral, sino la elevación sobrenatural y la superación divina de la deficiencia metafísica del hombre: la encarnación, más allá de toda liberación histórica, haya o no existido el pecado, libera definitivamente al hombre de los límites impuestos por la metafísica: un hombre puede ser Dios, Dios puede ser un hombre...   La redención de Cristo no es simplemente la superación de una deficiencia moral sino fundamentalmente superación de la deficiencia metafísica de la creatura.

Cruz y salvación histórica

La salvación cristiana tiene que ser entendida esencialmente como Historia y no como determinismo naturalista. No existe justicia que exija la muerte del Hombre-Dios para satisfacer a un Padre herido. El sólo punto de vista correcto para entender la historia es el marco del Orden del Amor libérrimo y gratuito de Dios.

La muerte  en Cruz, la pasibilidad de Cristo, tienen el objetivo de revelar mejor el amor de Dios, y no son fruto de una necesidad objetiva metafísica de una reparación de condigno, que puede ser también realizada de otros modos:

Para acicatear nuestro amor hacia él, según creo, hizo estas cosas: porque quiso que el hombre estuviese más agradecido a Dios. Está siempre presente el gran tema del amor como razón última de todo.

Pau Endokimov escribe esta página maravillosa, contemplando el icono de la crucifixión.

“El Padre es el Amor que crucifica, el Hijo es el Amor crucificado, el Espíritu Santo es el poder invencible de la Cruz”, ha dicho magníficamente el Metropolita de Moscú, Filaretes.  En cierto sentido, es la Crucifixión común en la que cada Persona de la Trinidad tiene su propia manera de participar en el Misterio. La Cruz vivificante es la única respuesta al proceso del ateísmo en el reino del mal.  Se puede aplicar a Dios la noción más paradójica, la de la debilidad, que significa la salvación mediante el libre amor: Dios se presenta y declara su amor, y pide que le paguen con la misma moneda; ... rechazado, espera a la puerta... Por todo el bien que nos ha hecho no pide a cambio más que nuestro amor; como pago de nuestro amor, nos perdona todas nuestras deudas.

Frente al sufrimiento, frente a toda forma del mal, la única respuesta adecuada es decir que Dios es débil y que no puede sino sufrir con nosotros.  Débil, en efecto, no en su omnipotencia, sino en su Amor crucificado...

Al contemplar el icono pensamos en la hermosa reflexión de Nicolás Cabasilas: En función de Cristo ha sido creado el corazón humano, cofre inmenso y suficientemente amplio para contener a Dios mismo... El ojo ha sido creado para la luz, el oído para los sonidos, todas las cosas  para su fin, y el deseo del alma para lanzarse hacia Cristo.

(Paul ENDOKIMOV  El arte del icono Teología de la belleza  MADRID 1991, pp 49 - 55¸ 70 - 71; 309 – 317)

Esta perspectiva nos abre a las cristologías actuales, que tienen en mano instrumentos exegéticos de los cuales no disponía la teología medieval. Cristo murió por ser fiel al mensaje del Padre, por oponerse a los poderosos de su tiempo, por estar al lado de los pobres..., razones históricas, consecuencia de haberse encarnado en la historia y en la contingencia.

Jerónimo Bórmida, Congreso SUT, 29 de julio 1999