MATRIMONIO Y FAMILIA A LA LUZ DE LA BIBLIA
José L. Caravias sj
Contenido
A modo de presentación
INTRODUCCION
El desafío de la realidad
A - ANTIGUO TESTAMENTO
1 - LOS PRIMEROS TESTIMONIOS
2 - LA PAREJA HUMANA
La pareja en los primeros relatos del Génesis
La tragedia del pecado
El sexto mandamiento: Mutua dignificación
Sexualidad humana
3 - EL MATRIMONIO COMO SIMBOLO DE LA ALIANZA: LOS
PROFETAS
Un testimonio de fidelidad: Oseas
La imagen del adulterio en Jeremías
La alegoría de Ezequiel y los cantos del 2º Isaías
Significado simbólico de la entrega conyugal
4 - LA LITERATURA SAPIENCIAL
Dignificación de la mujer
Los celos
Educación de los hijos
Respeto y atención a los padres
5 - EL CANTAR DE LOS CANTARES: UN EVANGELIO DEL AMOR
6 - TOBIAS: AMOR Y FECUNDIDAD
B - NUEVO TESTAMENTO
1 - LA FAMILIA JUDIA EN TIEMPO DE JESUS
2 - JESUS Y LA FAMILIA
3. CRITICAS DE JESUS A LA FAMILIA
El seguimiento de Jesús provoca conflictos familiares
Los parientes de Jesús
Por qué resulta conflictivo el mensaje de Jesús
4 - EL MANDAMIENTO DEL AMOR
Amor y sacramento
Ser amigos en el Amigo
Contraer matrimonio en el Señor
El caso del divorcio
5 - JESUS Y LA MUJER
La mujer en tiempo de Jesús
El trato que da Jesús a la mujer
Jesús dignifica a la mujer
6 - SEXUALIDAD Y EVANGELIO
En el Evangelio la sexualidad no es tema obsesivo.
La sexualidad de Jesús
Jesús denuncia la hipocresía sexual
Una sexualidad integrada
El Espíritu y la carne
El ídolo del sexo
7 - PADRES E HIJOS
Riesgo y grandeza de la paternidad
Padres como Dios es Padre
La verdadera autoridad
Sincera atención a los padres
8 - LA SAGRADA FAMILIA
Una familia con problemas
La personalidad de José
La mentalidad de María
Libertad, comprensión y respeto
9 - FAMILIA Y REINO DE DIOS
Familias abiertas
Familias libres para construir el Reino del Padre
Familias llamados a la santidad
10 - LAS ENSEÑANZAS PAULINAS
Actividad pastoral de la mujer en las primeras comunidades
Igualdad de la mujer
La relación sexual según San Pablo
Las cartas paulinas posteriores a Pablo
11 - EL CELIBATO
Epílogo: Familia y futuro de la humanidad
APENDICE: LA DOCTRINA MATRIMONIAL ANTES Y DESPUES DEL
CONCILIO
Antes del Concilio
En el Concilio
Después del Concilio
BIBLIOGRAFIA
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A MODO DE PRESENTACION
Todos los que han escrito comentarios a la palabra de Dios
demuestran recelo en el instante en el que deben conectar esa
palabra con las más evidentes realidades humanas. De una manera
especial los comentaristas de los primeros libros bíblicos, mientras
nos solazan en la límpida naturalidad creadora de las primeras horas,
tratan de esconderse, como Adán desnudo, cuando tienen necesidad
de referirse al ser humano que ama, por haber sido formado a la
imagen de Dios Amor.
El amor, revelación de la energía presente de Dios en toda vida, es
de por sí y para todo viviente el punto de contacto de la realidad
sentida y experimentada, con la sobrenaturalidad imaginada y
deseada. "Dios es amor y todo el que ama conoce a Dios" nos dice
Juan y lo hemos sentido, dentro de la capacidad de cada uno, todos
los seres humanos. Algunos llegan a definir con tanta sencillez la
presencia de Dios Amor en la vida, que descubren en ella una
permanente relación de humanidad y divinidad. Otros, por razón
cultural de cualquier especie, temblaron ante lo divino y se acercaron
al amor en un intento entremezclado de magia y tragedia.
Los tratadistas de moral cristiana soslayaron con mucha frecuencia
la naturalidad del amor y se inclinaron con precaución a los bordes de
lo trágico, como si la moral fuera exclusiva defensa y el amor
agresión. Mil vicios nacieron de este error mantenido por siglos. Pero
la actitud de la Iglesia de hoy, en su apertura sencilla a la presencia
de Dios en las realidades, ha cambiado la orientación de los tratados
y ha urgido en los maestros de la fe un estilo de naturalidad que nos
acerca indiscutiblemente a las más originales fuentes. Dios creó al
hombre a la luz del día y se le reveló como Amor en la claridad de lo
sencillo, lo puro, lo limpio.
José Luis Caravias, S.J., enamorado de la Biblia y de la energía
formadora que de ella brota, profundiza en los primeros testimonios
bíblicos sobre el amor de la pareja humana, sobre la unión de esa
pareja como símbolo de la Alianza que conmueve a los Profetas,
sobre el más rico contenido de la literatura sapiencial que se solaza
en la dignificación de la mujer y nos prepara al Antiguo Evangelio del
Amor que es el CANTAR DE LOS CANTARES y a la Teología del
amor familiar vivida y anunciada por Tobías.
Este conocimiento de la antigüedad bíblica le permite a Caravias
entrar seguro en el sacramento nuevo: el Amor en la doctrina de
Cristo. El, sacramento del Padre, nace y se forma en familia; El,
mensajero del Padre, nos da en su vida una prueba de lo inseparable
de amor y amistad; El, hijo de una madre, nos enseña cuánto
aprendió de ella como hombre, revelando a la mujer en auténtica
madre y maestra del Amor. Con este presupuesto antiguo y nuevo de
la Biblia, el estudio de la sexualidad en el Evangelio, anula lo mágico y
lo trágico de las antiguas ascéticas y éticas y nos ofrece la buena
noticia de un Amor que forma, evangeliza, libera y redime.
Así, Caravias, puede escribir con rica humanidad enamorada sobre
la Sagrada Familia, sobre la consanguinidad bíblica de Familia y
Reino de Dios, sobre el Amor y sus fundamentos teológicos, desde
los cuales el Concilio Vaticano II da a la familia la cualidad de
sacramento de auténtica consagración.
Luis Alberto Luna Tobar ocd.
Arzobispo de Cuenca
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INTRODUCCION
Cuando encontramos a un amigo, lo correcto es preguntarle,
primero, cómo está él; y enseguida interesarse por su familia. Sólo
cuando escuchamos la respuesta pasamos a hablar de otros asuntos.
Esta costumbre nos viene a decir algo que resulta obviamente
significativo: para muchos, lo más importante es la familia. Porque,
para cualquier persona normal, el círculo de su propia familia es el
pequeño mundo en el que vive toda una serie de relaciones decisivas
en la vida.
Por eso, vamos a intentar enterarnos de lo que la Biblia nos dicen
sobre este asunto. Porque parece lógico pensar que, si la familia es
algo tan importante en la vida de la gente, algo también importante
dirá la Biblia sobre ella.
Ultimamente son innumerables los libros publicados sobre
matrimonio y familia, pero llama la atención el vacío que se observa
cuando uno trata de encontrar estudios competentes que traten de
iluminar el hecho de la familia a la luz de los criterios bíblicos. Intento
llenar este hueco, poniendo al alcance del pueblo creyente este
resumen de algunos pocos estudios bíblicos que he podido encontrar.
He intentado organizar una "minga" de especialistas. Sus ayudas,
invalorables, las procuro poner un poco más en sencillo. Y como en
todo buen trabajo comunitario, al final lo realizado es de todos y le
sirve a todos.
Veamos, pues, un esbozo de las temáticas familiares que se
presentan en la Biblia. A partir de este estudio, espero que muchos
matrimonios se sientan llamados a seguir profundizando en estos
temas, tan vitales para todos.
Hoy en día existen, gracias a Dios, matrimonios cristianos
seriamente preparados en Biblia. Ellos son los encargados de
profundizar, vivir y ayudar a vivir los ideales expresados en la Palabra
de Dios. Sólo pretendo ayudarles a iniciar o avanzar un poquito más
en el camino emprendido.
El desafío de la realidad
FAM/REALIDAD-ACTUAL: Será útil comenzar recordando la
realidad que hoy encontramos en la familia. Esta realidad es un reto
para nuestra fe. Resulta que muchas veces a la familia tradicional se
la ha considerado como modelo de familia "cristiana". Pero, si nos
fijamos en ella detenidamente con la verdad de la humildad, veremos
que estamos lejos del ideal cristiano. Esta humildad inicial nos
ayudará a atender mejor el mensaje bíblico sobre la familia.
Si la teología ha tardado en considerar las realidades socio
económicas como lugar donde vivir y practicar el mensaje bíblico, más
está tardando aún en ver a la familia como el espacio privilegiado en
el que se puede y se debe vivir el mensaje de la Biblia. Por lo general,
al hablar de los valores familiares nos contentamos con valores
puramente naturales. Parece como si en este aspecto la Biblia y,
sobre todo, Jesús no tuvieran nada nuevo que añadir.
Es posible que la fe haya llegado poco a la familia en cuanto tal. Y
es posible también que dentro de la familia tradicional hayamos
considerado como valores cristianos a realidades que quizás no son
cristianas.
Aun a riesgo de recargar un poco las tintas, resultará útil comenzar
fijando la mirada en ciertos aspectos negativos, que servirán como
telón de fondo para hacer resaltar más nítidamente el mensaje
bíblico.
En la familia tradicional muchas veces el padre hace de patrón
indiscutible. La dirección y las decisiones están sólo en sus manos. El
poder del padre de familia a veces llega a ser prácticamente absoluto
sobre la mujer, los hijos, la casa y los bienes. Y en la vida pública, la
mayoría de las veces sólo él se siente llamado al prestigio y al poder.
Prácticamente en todos nuestros ambientes populares la esposa
tiene a veces una condición equivalente a la de una menor de edad,
sólo que la patria potestad sobre ella la ejerce el marido y no el
padre. Debe subordinarse al marido, admitiendo sus órdenes y
tolerando, si es preciso, sus arbitrariedades y abusos.
No hay apenas condiciones para el diálogo. El padre de familia se
siente llamado a ser duro, sin acceder a blanduras "femeninas".
Piensa que no debe manifestar sus sentimientos más íntimos; no
debe rebajar su autoridad, dando razón a los hijos o rebajándose a
dialogar con ellos de igual a igual; no debe perder nunca la primacía
en todo, aunque realmente no la tenga.
La mujer, en cambio, piensa que no debe abandonar jamás su
natural posición de inferioridad y obediencia. Los hijos, aunque hoy
estén más preparados y tengan planteamientos nuevos, deben callar
y transigir; son menores perpetuos, a los que se pide obediencia
total.
Así resulta que la familia se convierte de hecho en cimiento de una
sociedad represiva, ya que el mundo en que vivimos está organizado
de acuerdo a un hecho fundamental: la desigualdad. Desde este tipo
de familia es posible la existencia de este orden sociopolítico y cultural
que beneficia a una minoría y oprime a casi todos. Ello se justifica ya
desde la infancia, pues ese aprendizaje de la desigualdad como algo
irremediable lo recibe el niño a través de los padres. Si los padres
hacen suya la ideología del orden establecido, ésa sociedad tiene
asegurada su reproducción, pero una reproducción donde la
desigualdad y la opresión serán signos característicos.
Se ha dicho, y con razón, que la familia es base y célula de la
sociedad. ¿Pero de qué tipo de sociedad? ¿De la cristiana? Si sólo el
padre tiene el poder y la madre se muestra inferior, junto con los
hijos, entonces la educación será opresiva y los hijos saldrán
amaestrados para encajar sumisos las injusticias de siempre. Están
acostumbrados a que uno solo es el que da las órdenes y el que
maneja la plata.
Afortunadamente también existen familias solidarias, abiertas a los
problemas de los demás, pero en muchos casos las familias viven sus
problemas de espaldas a la sociedad, encerradas en la realidad
exclusiva de los miembros que la componen, sin proyección hacia
fuera y sin responsabilidades públicas. Se piensa que la familia debe
funcionar como algo privado, independiente, donde no deben llegar
los conflictos de la sociedad. Se piensa con frecuencia que dedicarse
a transformar la sociedad no es tarea de la familia. Los compromisos
suelen ser sólo a escala personal
Otro dato importante: La familia actual cada vez está más atrapada
por el consumismo. Una buena parte de los ingresos familiares se
destina a gastos superfluos, aun a costa de pasar necesidad en los
rubros básicos de alimentación, vivienda o educación. Se vive al ritmo
de la propaganda.
Así resulta que la familia cada vez es más reaccionaria, porque se
presenta tanto más feliz cuanto más consume, cuanto más tiene, y
resulta que, para conseguir este fin, se doblega ciegamente al
trabajo. Esta sumisión indica su conformidad total con la sociedad
actual, su no disposición al cambio y, por tanto, su aprobación de la
desigualdad y el privilegio. El ideal es tener más que los demás,
generalmente sin importar mucho los medios.
Esta actitud resulta también real en la mayoría de las familias
pobres. El no poder consumir al ritmo de la propaganda lo consideran
ya como una desgracia, lo cual origina frustración y conflictos al no
poder satisfacer las necesidades superfluas, siempre crecientes, de
sus miembros. Desesperadamente se lucha por entrar en la cultura
del tener y del competir.
Otro lastre que acarrea la familia, ya desde muy lejos, es una
visión poco humana de la sexualidad. Proveniente de épocas
pasadas, sobrevive entre nosotros una represión social de las
manifestaciones de la sexualidad. Y al mismo tiempo, los medios de
comunicación exponen públicamente una sexualidad superficial, muy
comercializada. Junto a un ocultamiento de la sexualidad, que
encierra la idea de que lo sexual es pecaminoso, hay exhibición
pornográfica de la relación sexual.
En los sectores populares se mantiene una gran ignorancia acerca
de la sexualidad humana. Se desconocen los mecanismos biológicos
y sus repercusiones físicas y psicológicas... Se tiene miedo a conocer.
La sexualidad se queda frecuentemente a nivel de instinto; no se
quiere desvelar su misterio humano y religioso. Con frecuencia se dan
resistencias en contra de una sana educación sexual y más aún a
tratar el tema desde el punto de vista religioso.
Es muy frecuente, debido en gran parte a la falta de formación en
este aspecto, que las parejas no tengan un comportamiento sexual
satisfactorio. El hombre, mal educado desde su infancia, busca su
placer personal; la mujer, externa e internamente reprimida, no
experimenta satisfacción sexual, y muchas veces considera que el
placer es sólo para el hombre, y que ella se degradaría, si lo buscase.
Este comportamiento sexual lleva a una profunda insatisfacción, que
trae consecuencias graves para la vida familiar.
Pero el punto básico, en la mayoría de los casos, es la falta de un
amor maduro. El mal empieza con que en muchos ambientes nuestros
los jóvenes no tienen chance de conocerse y tratarse con suficiente
sinceridad y libertad. Muchos matrimonios, por ello, se realizan de
modo forzado, sin suficiente amor, ni un estado razonable de
madurez. Además, una vez pasados los primeros entusiasmos
iniciales, en la mayoría de las veces, se da una falta total de
pedagogía en la marcha gradual del crecimiento en el amor.
El tema básico de la educación del amor apenas entra dentro del
ámbito de la fe, ni en la educación que dan los padres a los hijos. La
mayoría de los matrimonios llamados cristianos no tienen ni idea de lo
que dice la Biblia sobre temas familiares. No hay un cultivo de la fe en
este aspecto.
Se podrían plantear otros muchos puntos de vista. Pero basta con
insinuar éstos. Sólo pretendemos indicar la llaga con el dedo, sin
siquiera tocarla. Nuestro fin es ayudar a curarla.
La crisis actual de la familia puede crear en nosotros una
sensación de angustia e impotencia. Sin embargo, toda crisis puede
ser vivida desde la fe como motivo de gracia y posibilidad de
evangelización. Es una ocasión de renovación evangélica. Por eso
intentamos realizar una lectura creyente de la realidad actual de la
familia, a la luz del mensaje bíblico.
La familia es hoy quizás más frágil y vulnerable, pero en ello se nos
ofrece una oportunidad mayor para que la fe pueda desarrollar su
fuerza salvadora. Necesitamos crear una alternativa creyente a la
familia actual.
La Biblia puede ayudar a iluminar y a solucionar, aunque sea en
parte, tanta desorientación existente. Son muchas las personas que
piden ayuda en esta materia. Porque, ciertamente, en muchos casos,
hay muy buena voluntad.
Preguntas para el diálogo
1.- ¿Cuáles son los problemas principales de nuestras familias?
2.- ¿En qué medida los padres de familia son los únicos en la casa
que dan órdenes y manejan la plata?
3.- ¿Hasta dónde estamos en nuestra casa esclavizados al
consumismo? Analizar en qué empleamos el dinero y en qué
deseamos emplear aún más.
4.- ¿Nos preocupamos de seguir creciendo en el amor matrimonial
y familiar? ¿Hacemos algo para educarnos mejor en el amor?
5.- ¿Tenemos claros los valores que, según el Evangelio, deben
acompañar a una familia cristiana? ¿Nos quedamos sólo en los
valores "naturales"? Procuremos hacer una lista de nuestra jerarquía
de valores: ¿qué es lo que de hecho estimamos más en la familia y
qué, lo que menos estimamos?
A - ANTIGUO TESTAMENTO
FAM/AT: En el momento en el que comienza la revelación bíblica,
la situación de la familia entre los hebreos no se diferenciaba gran
cosa de la de sus vecinos. Ciertamente dejaba mucho que desear a la
luz de nuestra mentalidad actual. Y, sin embargo, Dios conseguirá
resultados extraordinarios mediante una pedagogía sensacional
basada en la dialéctica exigencia-condescendencia.
Yavé demostró una paciencia infinita con su pueblo. Conociendo
sus debilidades, contó con aquellas personas concretas para realizar
sus planes. No le importará esperar siglos hasta conseguir las metas
deseadas. No quemó etapas, ni pisoteó tradiciones culturales de
aquellos pueblos.
La paciencia de Dios no se confunde con la pasividad, o el
fatalismo. Desde el primer momento se pone al trabajo para
transformar a su pueblo y prepararlo poco a poco a la plena
revelación del amor.
Jesús no hubiera podido dar su mensaje acerca de la familia en
tiempos de Abrahán. Ni los tiempos ni los hombres estaban entonces
maduros para ello. Pero tampoco lo hubiera podido dar, si Dios desde
Abrahán no hubiera desencadenado ese proceso dialéctico de la
exigencia-condescendencia. Con una gran paciencia que duraría
siglos, Dios empezó a exigirles valientemente el ideal, aun a
sabiendas de que sólo después de siglos podría recoger la cosecha
de esa semilla.
En el tema de la familia, como en cualquier otro tema, es necesario
tener siempre en cuenta que no basta la enseñanza aislada de una
frase o un libro de la Biblia para recibir ya un mensaje completo. La
visión acerca de la familia de los primeros escritos no puede ser
idéntica, por ejemplo, a la que aparece en los libros sapienciales o en
el Nuevo Testamento. Para entender correctamente lo que la Biblia
afirma sobre la familia es necesario entenderla en todo su conjunto,
conscientes siempre de que la cumbre de la revelación está en
Jesús.
1 - LOS PRIMEROS TESTIMONIOS
El pueblo judío, a quien Dios quería educar para el amor, era
ingenuo y primitivo. Por eso la pedagogía de Dios se apoyó
inicialmente en testimonios concretos. Entonces no era el momento de
ideologías y doctrinas abstractas. Aquellos hombres elementales no
estaban preparados para una reflexión de carácter teórico. En
cambio, el ejemplo concreto y vital les iba muy bien.
Siguiendo esta pedagogía, Dios presenta al pueblo hebreo unos
prototipos históricos de amor conyugal: el ejemplo de Abrahán y Sara
(Gn 17,15-22; 18,1-15; 20; 21,1-21; 23), de Isaac y Rebeca (Gn 24),
de Jacob y Raquel (Gn 29,6-30), de Moisés y Séfora (Ex 2,16-22), de
David y Micol (1 Sam 19,11-17). Las grandes figuras de la historia de
Israel, los padres del pueblo, han amado de un modo grandioso y
ejemplar. Su testimonio será un estímulo para el resto del pueblo.
Quizás para nuestra mentalidad actual la ejemplaridad de estos
personajes no nos convence plenamente. Sus vidas contienen
aventuras extrañas a nuestro modo de concebir el matrimonio y la
familia. Pero no por eso dejan de ser testimonios maravillosos de
amor entre un hombre y una mujer, y mucho más en aquel tiempo.
Un dato importante de estos primeros tiempos es que Dios
comenzó el proceso de revelación bíblica a partir de experiencias
religiosas familiares. "El Dios de los padres" es un Dios familiar. Para
hablar de la cercanía de Dios se usan expresiones de la vida familiar.
Se habla de Dios en relación a las realidades familiares y de grupo, y
no en relación a las necesidades del Estado. Dios está íntimamente
relacionado con los elementos vitales para el grupo familiar:
nacimientos, vida de los hijos, relaciones y tensiones entre esposos,
mujeres, hermanos y parientes. La historia más extensa del Génesis
habla justamente de un casamiento (Gn 24). Se da gran importancia a
las genealogías y a las muertes de los familiares.
El Dios que va junto, que permanece ligado al grupo familiar, que
está donde están los suyos, es una de las principales características
de "la religión de los padres". Y el Dios que acompaña, va también al
frente de ellos. El prevé el nuevo lugar de pastoreo y de
sobrevivencia.
Los cultos están también centrados en la vida familiar: nacimiento,
casamiento, hijos, muerte. Y las funciones sacerdotales son
realizadas por los miembros de la familia.
La religión de los patriarcas tiene, pues, características de una
religión familiar. Es importante tenerlo en cuenta. Si pretendemos
poner en marcha un nuevo proceso de evangelización, hemos de
comenzar por la familia. Así lo hizo el mismo Dios
2 - LA PAREJA HUMANA
La pareja en los primeros relatos del Génesis
H/CREACION: En el Génesis encontramos dos relatos de la
creación de la pareja humana.
El segundo, el yavista (Gn 2,4b-25), es más antiguo e ingenuo,
lleno de metáforas plásticas y concretas, quizás redactado en tiempos
de Salomón. El otro, el primero en la redacción actual (Gn 1,1-2,4a),
es más reciente y elaborado, pero más abstracto, redactado
seguramente por sacerdotes en tiempo del destierro de Babilonia. No
es éste el lugar para detenernos a examinar las diferencias y
complementaciones de las dos narraciones.
En los dos relatos se nos presenta el ideal que Dios tiene sobre la
pareja humana. Como contrapartida de aquellos ambientes familiares
bastante negativos, parece que Dios piensa que lo mejor es
proponerles un gran ideal, prácticamente una utopía, que sólo al final
de los tiempos se podrá realizar plenamente.
Esta utopía del amor del Génesis ha supuesto siempre una gran
fuerza motriz para el pueblo judío y para toda la humanidad.
Hombre y mujer son creados a imagen y semejanza de Dios. El
amor se ve en este contexto orientado ante todo a la procreación
(hacen falta brazos para trabajar) como base para el dominio del
mundo:
"Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla.
Manden a los peces del mar, a las aves del cielo y a cuanto animal
viva en la tierra" (Gn 1,28).
El poder, participado por Dios, de traer al mundo seres humanos
es quizás la mayor bendición que nos ha dado Dios. Y esta bendición
abarca todo el proceso educativo que hay que desarrollar en el niño y
en el joven hasta que maduran en una nueva personalidad.
En el marco grandioso de estas primeras páginas del Génesis, la
reflexión sobre la creación está llena de un optimismo extraordinario.
Cuando Dios deja posar los ojos en su obra, capta su bondad y
pureza internas. Cada una de las realidades que han ido brotando de
sus manos amorosas quedan consagradas como buenas y, en el
caso de la pareja, como "muy buenas".
Estos textos revelan la presencia directa de Dios en la formación
de la pareja humana. Los dos explican esta intervención divina de una
manera directa: "Dijo Yavé: No es bueno que el hombre esté solo.
Haré, pues, un ser semejante a él para que lo ayude... Entonces Yavé
hizo caer en un profundo sueño al hombre y éste se durmió. Y le sacó
una de sus costillas, tapando el hueco con carne. De la costilla que
Yavé había sacado al hombre, formó una mujer y la llevó ante el
hombre" (Gn 2,18.21-22). En el segundo texto se descubre la misma
voluntad soberana: "Dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen
y semejanza... Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios
lo creó. Macho y hembra los creó" (Gn 1,26-27). Según ambas
descripciones, la creación del hombre, en su doble cualidad de varón
y mujer, no tiene su origen en ningún principio mitológico, ni su
dimensión sexual ha sido causada por algún poder maligno, sino que
todo es fruto de la palabra creadora de Dios.
El relato más antiguo de la creación de la pareja (Gn 2,21-24),
lleno de imágenes poéticas, contiene datos interesantes para
comprender el significado de la atracción entre el hombre y la mujer.
Parece como si la soledad del hombre por primera vez produjera en
Dios la impresión de que algo no estaba bien en su obra creadora:
"No es bueno que el hombre esté solo. Haré, pues, un ser semejante
a él para que lo ayude" (Gn 2,18). Dios no acepta como un bien que
el hombre sea un ser solitario.
La presencia de los animales no había bastado para solucionar la
soledad humana, a pesar de su dominio y superioridad sobre ellos.
En los animales el hombre "no encontró un ser semejante a él para
que lo ayudara" (Gn 2,20). Justo en el momento en que les impone
nombre como signo de su poder, siente de modo especial la
necesidad de una ayuda, y el sentimiento de esta soledad le domina
sobre el gozo mismo de su soberanía.
En esta situación es cuando la mujer se hace presente como gran
regalo de Dios. El sueño profundo que sufre primero el hombre,
anuncia, como en otras ocasiones, un gran acontecimiento:
"¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su
nombre será Varona, porque del varón ha sido tomada. Por eso el
hombre deja a sus padres para unirse a una mujer, y formar con ella
un solo ser" (/Gn/02/21-24).
El grito de exclamación manifiesta una alegría inmensa al haber
encontrado por fin el reflejo suyo, la compañera y ayuda que anhela;
lo único que ha podido elegir y hacia lo que se siente atraído entre
todos los seres que acaban de desfilar ante él. Acaba de brotar una
comunidad más fuerte que ninguna otra, en la que los dos tienden a
identificarse en un solo ser.
La ayuda y comunión es claro que no se refiere sólo a una
atracción sexual. El diálogo que aquí aparece entre el hombre y la
mujer tiene resonancias afectivas y personales mucho más íntimas.
Cuando el Antiguo Testamento afirma que la mujer es la ayuda del
hombre, su significado es de una gran profundidad. Esta "ayuda" se
traduce en roca firme en la que apoyarse, luz que ilumina, escudo que
defiende, auxilio en quien confiar, fortaleza de los débiles, escucha
atenta y cariñosa... Por ello el Eclesiástico, haciendo una alusión a
este texto del Génesis, da también al encuentro con la mujer un
horizonte muy amplio de ayuda:
"La belleza de una mujer alegra el rostro y supera todos los deseos
del hombre. Si habla siempre con bondad y mansedumbre, su marido
es el más feliz de los hombres. El que consigue esposa principia su
riqueza, pues tiene una ayuda semejante a él, una columna para
apoyarse. Por falta de cierres la propiedad es entregada al pillaje; sin
mujer, el hombre gime y va a la deriva" (Eclo 36,24-27).
La llamada recíproca entre el hombre y la mujer queda orientada,
desde sus comienzos, hacia esta finalidad. Por una parte, es una
relación íntima, un encuentro en la unidad, una comunidad de amor,
un diálogo pleno y totalizante, cuya palabra y expresión más
significativa se encarna en la entrega corporal. Además, esa misma
donación se abre hacia una fecundidad que brota como consecuencia
del amor.
Cuando Jesús en cierta ocasión se refirió a un problema conyugal,
acudió a este proyecto primero como el modelo típico que había de
mantenerse por encima de todas las limitaciones humanas: "¿No han
leído aquello? Ya al principio el Creador los hizo varón y hembra. Por
eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y
serán dos en un solo ser. De modo que ya no son dos, sino un solo
ser" (Mt 19,4-5).
Algunas partes del mandato del Génesis se han cumplido ya
substancialmente, como la necesidad de poblar la tierra. Algo se
domina ya a la creación a través de la técnica. En cambio, el mandato
de unidad total entre hombre y mujer en muchos de los casos está
aún muy lejos del ideal. Se diría que entre las cosas nos movemos a
gusto, pero que entre las personas somos un desastre. Por ello no es
nada extraño que el capítulo tercero del Génesis hable de pecado
refiriéndose en concreto al problema de la unión. Y ése es el punto en
el que insiste Jesús en la cita que acabamos de ver.
La tragedia del pecado
P-O/TRAGEDIA: A pesar de su optimismo, la Biblia no cierra los
ojos a la trágica realidad: frente al mundo luminoso de la creación se
alzan las sombras de matrimonios llenos de problemas, la familia
dividida y la misma sexualidad corrompida.
El origen de este desorden es el pecado, que rompe la bondad y
armonía de la creación. El egoísmo, la concupiscencia, el deseo
descontrolado de tener son algo propio de nuestra naturaleza, débil y
corrompida.
El relato de la caída de Adán y Eva va metido en medio de dos
afirmaciones paralelas contradictorias. La primera cierra el anuncio
gozoso de la comunidad nueva y grandiosa que acaba de nacer en el
matrimonio: "Los dos estaban desnudos, el hombre y su mujer, pero
no sentían vergüenza" (Gn 2,25). La segunda afirmación, colocada
inmediatamente después de la caída, indica el cambio que se había
realizado: "Se le abrieron los ojos a los dos, y descubrieron que
estaban desnudos" (3,7). Con el desorden nacía en ellos el
sentimiento de culpa.
Según el ideal, la pareja estaba construida sobre una solidaridad
perfecta. El hombre había acogido a la mujer con un grito de alegría
(Gn 2,23); pero ahora le echa culpa a "la mujer que me diste por
compañera" (Gn 3,22). Ya no forman los dos un solo ser. La ruptura
realizada exige que la palabra de Dios se dirija a cada uno por
separado para escuchar su propia condena (3,6-17).
El sufrimiento en lo más esencial de la humanidad -maternidad y
trabajo- sustituye al gozo anunciado de la fecundidad y del dominio
sobre la tierra (2,28). Es que la pareja, modelo de unidad y
compenetración, está resquebrajada en su base. El egoísmo
instalado en lo más profundo del ser humano, hace difícil la actitud de
apertura y entrega amorosa. No es extraño entonces que la
sexualidad adquiera una tonalidad sombría, y se convierta en algo
considerado como impuro y malvado. Veamos una breve explicación
sobre los pecados sexuales según el Antiguo Testamento.
El sexto mandamiento: mutua dignificación
MDT-06: El sexto mandamiento según el Exodo dice textualmente:
No cometerás adulterio" (Ex 20,14). Para entender este mandato del
Señor es necesario hacer referencia al motivo del Exodo, con su
perspectiva de liberación y alianza. Por olvidar su contexto histórico
con frecuencia se ha dado a este mandamiento un sentido legalista
erróneo. La intención del sexto mandamiento es proteger el bienestar
del matrimonio y, consiguientemente, de la familia.
Los israelitas habían salido de Egipto con la fe puesta en Dios para
formar un pueblo de hermanos. Para ello había que liberarse de toda
opresión; y una raíz profunda, reproductora de opresión, metida
dentro de la propia familia, es el hombre que se cree superior a la
mujer, la domina y traiciona su amor.
En el sexto mandamiento, la ley de Dios muestra de un modo
especial su profundidad. El cambio que quiere realizar en la sociedad
es radical. La relación entre las personas debe cambiar totalmente.
Debe convertirse en una relación de igual a igual, relación de amor y
fraternidad. Y esta relación debe nacer desde el núcleo más íntimo de
la vida: la relación hombre-mujer. ¡Es en la igualdad fundamental
entre el hombre y la mujer y en el amor fiel entre los dos, donde se
empieza a construir el Reino de Dios!
Por ello en los profetas la infidelidad matrimonial se compara a la
infidelidad de Israel con Yavé. Y se acentúa, por lo contrario, la
fidelidad permanente de Dios hacia su pueblo. El amor humano y el
amor divino son dos realidades íntimamente unidas, que se iluminan y
se fomentan recíprocamente. Por ello es tan importante la fidelidad al
amor.
MA/SIGNO-A-D: Por eso se considera al matrimonio como
sacramento, es decir, como signo del amor de Dios, no sólo para los
cónyuges y sus hijos, sino para todo el pueblo. Y el objetivo primordial
del sexto mandamiento es preservar la comunidad de amor formada
por un hombre y una mujer, que ha de ser una imagen de la fidelidad
de Dios.
Este ideal nunca fue alcanzado en el Antiguo Testamento. El
machismo fue más fuerte, y residuos de ello quedan en algunos textos
bíblicos. Pero Jesús retomó el ideal y lo llevó a su perfección, como
veremos más adelante.
Por mucho tiempo el sexto mandamiento ha sido reducido a la
práctica de la castidad, entendida como un esfuerzo por respetar el
propio cuerpo. La Biblia, aun en el Antiguo Testamento, quiere más
que esto. Quiere que sea respetada la imagen de Dios en el ser
humano. Esta imagen aparece más plenamente cuando el hombre y
la mujer llegan a un respeto mutuo y el amor entre ambos no es
pretexto para dominar al otro, sino motivo de crecimiento igualitario y
armonioso para los dos.
Sexualidad-humana
Las dos fuentes de la moral católica han sido siempre la Palabra
de Dios explicada por la Iglesia y la reflexión humana sobre las
exigencias de la ley natural. Sin embargo, cuando queremos catalogar
la gravedad de un pecado, no basta acudir con ingenuidad a
cualquier cita de la Escritura, pues la cultura en que ella se mueve no
corresponde siempre a nuestras circunstancias actuales. La visión
que aparece en la Biblia sobre el sexo ilumina y fundamenta la
reflexión posterior, pero a veces no se puede concretar la importancia
de cada conducta concreta. La Escritura no tiene una enseñanza
detallada sobre conducta sexual, pero ciertamente aporta respuestas
importantes a los interrogantes que hoy nos formulamos. Por ello no
puede dejarse a un lado la meditación sobre el significado del sexo
para descubrir el valor ético pisoteado en ciertas conductas.
La moral tradicional ha clasificado con exactitud los pecados en
esta materia. Cualquier comportamiento aislado solitario
(masturbación), o con personas del mismo sexo (homosexualidad), sin
amor (prostitución), o sin estar ya institucionalizado (relaciones
prematrimoniales), que nieguen la procreación (anticonceptivos), o la
infidelidad del matrimonio (adulterio), lo considera siempre pecado
grave.
En abstracto no podemos negar la objetividad de estas
afirmaciones. Cualquiera de ellas señala un atentado contra alguna
de las exigencias de la sexualidad humana. Cerrarse al amor o a su
tendencia fecunda es la razón de fondo para cada una de esas
condenas. La persona que no se preocupa por evitar los riesgos del
instinto descontrolado y de integrarlo armoniosamente en su
personalidad, está cerrada a un valor serio y trascendente y niega
una exigencia básica del ser humano.
La sexualidad no es un medio de satisfacción privada, ni una
especie de estupefaciente al alcance de todos, sino una invitación a
la persona para que salga de sí misma. La realización de lo sexual no
adquiere valor ético sólo porque se lo realice "conforme a la
naturaleza", sino cuando ocurre conforme a la responsabilidad que
tiene una persona frente a otra, ante la comunidad humana y ante el
futuro. La sexualidad aparece, según la visión bíblica, como una
posibilidad de encuentro y de apertura al otro.
Según esta visión, no se pueden dar unas normas cuadriculadas
sobre cuándo hay ofensa a Dios y si esta ofensa es grave o leve.
Depende mucho de la actitud que se tome. Y ello no quiere decir que
pretendamos negar o disminuir la importancia de las faltas en este
terreno. La sexualidad tiene una función decisiva en la maduración de
la persona y en su apertura a la comunidad humana. Una negación
teórica o práctica del significado profundo del sexo constituye un
desorden grave por atentar contra una estructura fundamental del ser
humano.
Lo que resulta difícil de aceptar es la norma tradicional de que la
más mínima falta sexual constituye objetivamente un pecado grave.
La malicia del acto radica en la renuncia a vivir los valores de la
sexualidad. Si una conducta aislada no llegara a herir gravemente el
sentido de la sexualidad humana, no parece que ello se pueda
considerar un pecado grave, aunque de hecho sí sea una falta contra
el orden establecido por Dios.
En concreto, en el Antiguo Testamento, que ahora vemos, hay
una condenación muy expresa contra el adulterio. La podemos
constatar, además del texto de los mandamientos, en Dt 22,22-27; Jer
7,9; Mal 3,5; Prov 6,24-29; Eclo 23,22-26.
A lo largo de todo el Antiguo Testamento se encuentran cantidad
de prescripciones referentes a temas tocantes a la sexualidad.
Muchas de ellas son normas culturales y aun higiénicas. Sería
fastidioso enumerarlas. Podría verse un resumen de ellas en Levítico
20,10-21. Casi ninguna de ellas nos atañen a nosotros, ya que
nuestra cultura es muy diferente.
La prostitución no es objeto de censura especial (Gn 38,15-23; Jue
16,1), pero la literatura sapiencial, mostrando un progreso evidente,
pone en guardia contra sus peligros (Prov 23,27; Eclo 9,3- 4; 19,2).
Existen testimonios que consideran a la homosexualidad como
conducta contraria a los designios de Dios (Dt 23,18; Lev 18,22;
20,13; Jue 19,22-30; 1 Re 14,24; Gn 19,1-29). Es atacada duramente
la bestialidad (Ex 22,18; Lev 18,23; 20,15-16; Dt 27,21). Adulterio,
homosexualidad y bestialidad eran consideradas conductas dignas de
pena de muerte.
Jesús, como veremos más adelante, ahonda las prescripciones del
Antiguo Testamento, alcanzando al pecado en su raíz, que es el
deseo que proviene de dentro (Mt 5,28; 15,19). Pero su mayor
avance radica en la comprensión con que trata al pecador, muestra
visible de la misericordia del Padre Dios.
Preguntas para el diálogo
1. Contemos también nosotros, al igual que nuestros primeros
padres, algunos ejemplos de matrimonios que se han querido de
veras.
2. Realicemos entre todos un comentario a los dos primeros
capítulos del Génesis. ¿Qué mensaje nos da a nosotros como
pareja?
3. Reinterpretemos el mensaje del sexto mandamiento. ¿Cómo lo
entendíamos antes y cómo lo entendemos ahora?
3 - EL MATRIMONIO COMO SIMBOLO DE LA ALIANZA: LOS
PROFETAS
MA/ALIANZA ALIANZA/MA: Los profetas dan nuevos pasos en el
proceso de la revelación. Recuerdan sin cesar que el amor de Dios
por los hombres es la razón última de su comportamiento. Pero lo
inédito hasta ese momento es usar el matrimonio como signo e
imagen de la Alianza entre Dios y el pueblo.
Dios es presentado como esposo y el pueblo como esposa. Dios
es el esposo fiel que nunca falla y el pueblo es la esposa siempre
amada, aunque casi siempre es infiel y a veces llega a ser una
verdadera prostituta. Tan fuerte es la vinculación de la Alianza con el
matrimonio, que se emplea la misma palabra, berith, para designar a
ambos.
El matrimonio ganará extraordinariamente con este descubrimiento.
No será ya algo sin importancia, sino un verdadero misterio religioso.
La mujer, poco a poco, dejará de ser vista como una cosa que se
compra y se tira cuando deja de interesar al hombre, pues es amada
por Dios entrañablemente. La alianza entre hombre y mujer debe
reflejar el amor de Dios a su pueblo.
Un testimonio de fidelidad: Oseas
Oseas es el primero que utiliza lenguaje matrimonial para explicar
la comunidad de amor entre Yavé y su pueblo. Su matrimonio se
convierte en símbolo de la verdad que predica. El toma por esposa a
una prostituta. La ama de veras. Pero después de algún tiempo, ella
le abandona para seguir su vida anterior.
Cuando Oseas se ve traicionado por su esposa y a pesar de ello
siente que la sigue amando, se da cuenta de que eso era
exactamente lo que sucedía entre Dios y su pueblo: Dios seguía
amando a aquel pueblo a pesar de sus infidelidades. "Ama a una
mujer amante de otro y adúltera, como ama el Señor a los israelitas, a
pesar de que siguen a dioses extranjeros" (3,1). Esto le llevó al
profeta a mantener su fidelidad a pesar de la traición. Así, cuando la
gente le preguntaba por qué no la denunciaba públicamente para
poderle dar todos a pedradas el castigo que merecía, Oseas les
respondía: Porque quiero que entiendan con mi actitud que la
fidelidad de mi amor traicionado es un signo y una manifestación del
amor de Dios, fiel a su pueblo a pesar de no ser correspondido. En
los tres primeros capítulos del libro de Oseas puede verse con qué
fuerza aparece su amor traicionado y su firme decisión de perdón y
fidelidad.
Cuando habla de infidelidad conyugal del pueblo se refiere
concretamente a la idolatría: ellos habían prometido, en la Alianza,
que Yavé sería su único Dios, y, en contra de lo pactado, van tras
dioses ajenos. "El país está prostituido y alejado del Señor" (1,2).
Ninguna palabra mejor para expresar este hecho que el "adulterio",
pues se trata de una auténtica infidelidad; y, para proclamar el cariño
de Dios a su pueblo, ningún otro símbolo más expresivo e hiriente que
la fidelidad matrimonial de Oseas.
A pesar de las leyes en contra, él busca a su esposa y vuelve junto
a ella, la recibe y la perdona con un cariño impresionante. "La volveré
a conquistar, llevándomela al desierto y hablándole al corazón"
(2,16). "Me casaré contigo para siempre, me casaré contigo a precio
de justicia y derecho, de afecto y de cariño" (2,21).
Un matrimonio conflictivo concreto ha servido de vehículo para el
conocimiento de una verdad sobre Dios; a través de una experiencia
tan dramática, el amor de Dios se ha hecho más comprensible. Y
como contrapartida, se profundiza el misterio de la fidelidad y del
perdón conyugal.
La imagen del adulterio en Jeremías
El libro de Jeremías emplea también de manera constante el
símbolo del matrimonio. El pecado de Israel, su infidelidad, su
idolatría, los excesos sexuales ligados al culto a Baal, quedan
estigmatizados en la alegoría de la unión conyugal.
Presenta un primer momento de nostalgia, refiriéndose a los
intentos de reforma de Josías: "Recuerdo tu cariño de joven, tu amor
de novia, cuando me seguías por el desierto" (2,2). Pero las
infidelidades posteriores cambian por completo el panorama de
esperanzas e ilusiones: "Igual que una mujer traiciona a su marido,
así me traicionó Israel" (3,20). "Si un hombre repudia a su mujer, y
ella se separa y se casa con otro. ¿Volverá él a ella? ¿No está esa
mujer infamada? Pues tú has fornicado con muchos amantes,
¿podrás volver a mí?" (3,1).
Sin embargo, a pesar de tantas amenazas, el profeta termina
señalando la fidelidad infinita de un amor que no se acaba ni se
consume: "Con amor eterno te he amado; por eso prolongué mis
favores contigo. Volveré a edificarte y serás reedificada" (31,3- 4).
En el horizonte de Jeremías se vislumbra a lo lejos la nueva y
definitiva Alianza que traerá Jesús: "Pondré mi ley en su interior, la
escribiré en sus corazones; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo"
(31,33).
De nuevo un profeta, Jeremías, presenta al matrimonio como
prototipo del amor entre Dios y su pueblo. Esta vez está también
presente el sentido de perdón por parte de uno de los cónyuges. Y
algo más aún: el deseo de ayudar a regenerar a la parte infiel:
"Volveré a edificarte..." Así la fe en el Dios de los profetas se vuelve
sumamente exigente...
La alegoría de Ezequiel y los cantos del segundo Isaías
Estos dos profetas actúan durante el destierro. La humillación del
pueblo infiel florece en un nuevo canto de consuelo, de esperanza y
de amor de Dios hacia su pueblo.
El profeta Ezequiel, en su capítulo 16 reproduce la historia de
Israel con una ternura impresionante. El pueblo elegido aparece como
una niña recién nacida, desnuda y abandonada en pleno campo,
cubierta por su propia sangre, sin nadie que le ofrezca los cuidados y
el cariño necesario. Dios pasa junto a ella, la recoge y la cuida hasta
llegar a enamorarse: "Te comprometí con juramento, hice alianza
contigo... y fuiste mía" (16,8). La descripción es ampliada con los
múltiples y valiosos regalos dados por Yavé, que le dan el esplendor
de una reina. La unión parece afirmada aún más por el nacimiento de
hijos e hijas (16,20).
Pero el pago vuelve a ser la prostitución, efectuada de una manera
constante: "En las encrucijadas instalabas tus puestos y envilecías tu
hermosura..." (16,26). "Con todas tus abominables fornicaciones, no
te acordaste de tu niñez..." (16,22). Todo ello irrita profundamente a
Dios (16,22). Es más, en lugar de cobrar, ella misma ofrece los
regalos de su matrimonio para atraer a sus amantes: "Eras tú la que
pagabas y a ti no te pagaban; obrabas al revés" (16,34).
Pero la esperanza queda de nuevo abierta por el arrepentimiento y
el perdón: "Me acordaré de la alianza que hice contigo cuando eras
joven y haré contigo una alianza eterna" (16,60).
Los cantos del segundo Isaías reproducen las mismas líneas:
"Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor;
como a esposa de juventud, repudiada -dice tu Dios-. Por un instante
te abandoné, pero con un gran cariño te reuniré" (54,6- 7). "No se
retirará de ti mi misericordia, ni mi alianza de paz vacilará" (54,10). El
resultado de este matrimonio restablecido será extensible a toda la
humanidad (54,1-3).
De los profetas del destierro podemos sacar de nuevo la exigencia
de perdón por parte del ofendido. Pero aquí hay también un llamado
al reconocimiento de la culpa. Es la condición para que el perdón se
haga efectivo.
Significado simbólico de la entrega conyugal
Para nosotros lo importante de todo este lenguaje profético reside
en su presupuesto de base. Si los profetas se han valido del
matrimonio para que el hombre vislumbre la realidad de sus
relaciones con Dios, es necesario que el amor conyugal sea capaz de
describir el misterio de la Alianza entre Dios y los hombres. El
matrimonio debe adquirir esa densidad significativa. Como gesto y
experiencia humana debe estar lleno de este valor trascendente: ser
signo e imagen de la amistad y el cariño divino. La historia de un amor
conyugal, con sus progresos y crisis, con sus gozos y tinieblas, es el
reflejo de una intimidad profundamente misteriosa. El corazón de Dios
se nos hace de esta manera más comprensible.
Al proclamar este mensaje de salvación, los profetas nos han
iniciado también a una teología del matrimonio y han acentuado con
una fuerza extraordinaria, aunque sin buscarlo de manera directa,
cuál debe ser el significado de la entrega conyugal. Debe existir una
semejanza creciente entre el amor de Dios y el amor entre esposos,
fiel y misericordioso, hasta las últimas consecuencias. Amor que no
sólo se demuestra en los buenos momentos, sino también, y de una
manera muy especial, sabiendo perdonar y olvidar.
La lección profética sobre el amor conyugal no se refiere sólo a su
aspecto espiritual, sino que abarca también la relación más íntima.
Sabemos que el verbo utilizado por la Biblia para expresar la donación
corporal es "conocer", y Dios se queja constantemente de que su
pueblo no lo conoce. "Conocer un hombre a su mujer" nos evoca, por
tanto, un hondo sentido de intimidad, de entrega profunda en todos
los órdenes, de revelación progresiva y recíproca hasta formar una
sola carne, una sola vida, un solo ser.
Que los profetas hablen de la infidelidad de la esposa, no quiere
decir que ataquen solamente las infidelidades femeninas, y no las
masculinas. Se trata sólo de una comparación, en la que el pueblo
está representado por la esposa y Yavé es el esposo.
Respecto a infidelidades concretas de los hombres, encontramos
una cita muy elocuente en el profeta Malaquías: "Yavé es testigo de
que tú has sido infiel con tu esposa, a la que amabas cuando eras
joven. Ella, a pesar de todo, ha sido tu compañera, y con ella te obliga
un compromiso. ¿No ha hecho Dios de ambos un solo ser que tiene
carne y respira? Y este ser único, ¿qué busca sino una familia dada
por Dios? No traiciones, pues, a la mujer de tu juventud" (Mal
2,14-15).
Preguntas para el diálogo
1. ¿Habíamos pensado alguna vez que el amor matrimonial debe
ser símbolo del amor que tiene Dios a su pueblo? ¿Lo es en realidad?
Dialogar sobre ello.
2. Repasar los textos de Oseas y conversar sobre qué es lo que
quiere enseñar este profeta.
3. Profundizar sobre la relación que existe entre infidelidad e
idolatría.
4. ¿Qué nos enseñan los profetas sobre el perdón del cónyuge
ofendido hacia la parte infiel? Buscar citas y aterrizar en casos
actuales.
5. ¿Qué añade en esta materia un profeta al otro?
4 - LA LITERATURA SAPIENCIAL
Los libros sapienciales de la Biblia muestran una faceta
profundamente humana de la familia. La mayor parte de estos libros
nacieron de la comunidad judía de Alejandría, en contacto con la
civilización griega, de mentalidad bastante diferente a la judía de
Palestina.
La fecundidad no aparece como un bien absoluto, ni la esterilidad,
por tanto, es considerada como maldición. Desaparece en gran parte
la poligamia. Y se abre el horizonte a nuevas perspectivas dentro de
la familia. Se acentúa, sobre todo, la grandeza del amor conyugal y el
relieve que toma la mujer como ayuda y compañera. En esta nueva
situación de diáspora se cultiva un tipo de amor más íntimo e
interpersonal. Los libros sapienciales subrayan la importancia de la
mujer fuerte, la mujer de la primera juventud, la mujer de su casa. Con
un gran respeto a la mujer y al mismo tiempo con un conocimiento
existencial de ella.
Se da, además, especial importancia a la atención a los padres
ancianos y a la educación de los hijos.
Veamos algunas citas sobre todo esto.
Dignificación de la mujer
Los autores sapienciales describen lo que significa la mujer en la
vida del hombre. "Quien encuentra mujer, encuentra un bien, alcanza
favor del Señor" (Prov 18,22). "Vale mucho más que las perlas" (Prov
31,10).
Se resalta de manera especial el papel que la esposa tiene dentro
de la casa. De ella depende en gran parte la armonía del hogar.
Célebres son los elogios de los Proverbios a la buena esposa:
"Una mujer perfecta, ¿quién la encontrará? Es de más valor que
cualquier joya. Su marido puede confiar en ella: ¡qué beneficio no le
traerá! Le devuelve el bien, no el mal, todos los días de su vida.
Entiende de lana y de lino y los trabaja con sus ágiles manos...
Tiende su mano al desamparado y da al pobre. No teme a la nieve
para los suyos, porque tienen todos doble vestido...
Su marido recibe honores; se sienta en el Consejo con los
Ancianos del pueblo...
Aparece fuerte y digna, y mira confiada el porvenir. Habla con
sabiduría y enseña la piedad. Está atenta a la marcha de su casa, y
nunca ociosa.
Sus hijos se levantan y la llaman dichosa. Su marido la elogia
diciéndole: 'Muchas mujeres han obrado maravillas, pero tú las
superas a todas'.
Engañosa es la gracia, vana la hermosura; la mujer que tiene la
sabiduría, ésa será la alabada. Que pueda gozar el fruto de su
trabajo y que por sus obras todos la celebren" (Prov 31, 10-31).
Merece destacarse el elogio que realiza el libro del Eclesiástico a
los esposos unidos, resaltando el papel primordial que se da a la
esposa:
"Feliz el marido de una buena mujer; el número de sus días se
duplicará. Una mujer valiente es la alegría de su marido; pasará en
paz todos los días de su vida. Una mujer buena es don excelente,
reservada para el que teme al Señor; rico o pobre, su corazón es
dichoso y muestra siempre alegre el rostro...
La gracia de la esposa hace la alegría de su marido, y su saber es
reconfortante para él... Como el sol matinal sobre los cerros del
Señor, así es el encanto de una mujer buena en una casa bien
ordenada. Como la luz que brilla en el candelabro sagrado, así es la
belleza de su rostro en un cuerpo bien formado..." (Eclo
26,1-4.13.16-17).
Todas estas citas ciertamente están vistas desde la perspectiva del
hombre. Pero, dentro de aquel ambiente machista, la Biblia se
esfuerza en exaltar el papel destacado de la mujer dentro del hogar.
Sin ella no puede vivir el hombre. "Por falta de cierres la propiedad es
entregada al pillaje; sin mujer el hombre gime y va a la deriva" (Eclo
36,27).
En aquel ambiente machista la fidelidad a la propia esposa se
volvía algo difícil. Por eso tienen especial mérito las exhortaciones en
este sentido:
"Bebe el agua de tu cisterna, la que corre de tu propio pozo.
¿Deben derramarse fuera tus fuentes? ¿Correrán por las plazas tus
arroyos? Sean para ti solo y no para los de afuera. ¡Bendita sea tu
fuente, y sea tu alegría la mujer de tu juventud! ¡Sea para ti como
hermosa cierva y graciosa gacela; que sus pechos sean tu recreo en
todo tiempo; que siempre estés apasionado por ella! ¿Cómo te
apasionarías, hijo, por una desvergonzada, y reposarías en el regazo
de una ajena?..." (Prov 5,15-20).
Ejemplo típico de fidelidad de una mujer a su marido más allá de la
muerte es el de Judit (Jdt 8,4-6; 16,22).
Los celos
CELOS/AT: Los celos son con frecuencia un problema que atenta
contra la armonía conyugal. Estos libros tratan del tema con
insistencia.
Se combate tanto los celos del marido como los de la esposa: "No
tengas celos de tu propia esposa; le causarás malos deseos contra ti"
(Eclo 9,1). "La mujer celosa de otra, es dolor del corazón; su lengua
es un azote que a todos alcanza" (Eclo 26,6).
Igual que alaban a la mujer sensata, los libros sapienciales atacan
con dureza a la mujer deslenguada: "Gotera que no deja de caer en
día de lluvia y mujer caprichosa son iguales. Atajarla es como atajar el
viento y agarrar el aceite con la mano" (Pro 27,15-16). "Como una
cuesta arenosa para los pies de un anciano así es la mujer
parlanchina para el hombre tranquilo" (Eclo 25,20) "Una mala mujer
es como un yugo mal amarrado a los bueyes; querer dominarla es
como agarrar un escorpión" (Eclo 26,7).
En el ambiente bíblico, dominado por los varones, se achacan
estos defectos a la mujer; pero por supuesto que también existen
hombres caprichosos y habladores. A la luz de la experiencia y de la
revelación posterior sabemos que la armonía del hogar es obra tanto
del hombre como de la mujer.
Educación de los hijos
Los libros sapienciales están llenos de normas sobre la educación
de los hijos.
En ellos se habla con frecuencia de la alegría que los hijos traen a
la familia. "Si un padre llega a morir, es como si no hubiera muerto,
porque deja tras de sí a un hombre que se le parece. Cuando vivía, al
verlo, se regocijaba; al morir no se siente apenado" (Eclo 30,4-5).
Sobre la educación de los hijos, se elogia el camino del rigor:
"Corrige a tu hijo: te ahorrarás inquietudes y hará la felicidad de tu
alma" (Prov 29,17). "El que ahorra el castigo a su hijo no lo quiere, el
que le ama se dedica a enderezarlo" (Prov 13,24). "El palo y la
reprensión procuran la sabiduría; y el niño dejado a sus caprichos es
vergüenza de su madre" (Prov 29,15). "Mientras haya esperanza,
castiga a tu hijo; no dejes que vaya a la muerte" (Prov 19,18).
Esto no quiere decir que la Biblia apoye toda clase de corrección
insensata. A veces los padres corrigen llevados del mal humor o del
capricho. "Hay reprensiones inoportunas; hay un silencio propio del
hombre sensato" (Eclo 20,1)."No reprendas antes de examinar;
reflexiona primero, y después reprende" (Eclo 11,7). Esta insistencia
en corregir oportunamente al hijo tiene siempre como telón de fondo
buscar el bien futuro de él mismos. Es una muestra de amor "para
que no vaya a la muerte".
Respeto y atención a los padres
Dentro del espíritu familiar de Israel, se ponía un especial énfasis
en honrar a los padres, y a ello se le daba una especial fuerza
religiosa: "Quien honra a su padre paga sus pecados; y el que da
gloria a su madre se prepara un tesoro. El que honra a su padre
recibirá alegría de sus hijos y, cuando ruegue, será escuchado. El
que glorifica a su padre tendrá larga vida. El que obedece al Señor da
descanso a su madre y, como a su Señor, sirve a quienes le dieron la
vida" (Eclo 3,3-7).
Se insistía en la atención a los padres ancianos: "Hijo cuida a tu
padre en su vejez, y mientras viva no le causes tristeza. Si se debilita
su espíritu, perdónale, y no le desprecies, tú que estás en plena
juventud. Pues la caridad para con el padre no será olvidada; te
servirá como reparación de tus pecados" (Eclo 3,12-14). "Como quien
injuria a Dios, es quien abandona a su padre y maldito del Señor
quien ofende a su madre" (Eclo 3,16).
"Hay una gentuza que maldice a su padre y no bendice a su
madre, gentuza que se cree pura, pero su pecado no ha sido
borrado" (Prov 30,11-12). "El ojo que desafía a su padre y desprecia
la edad avanzada de su madre, los cuervos del torrente lo reventarán
y las águilas lo devorarán" (Prov 30,17).
Especial maldición merecen los que despojan a sus padres de sus
bienes: "El que despojó a su padre y a su madre diciendo: no es ello
pecado, es socio del criminal" (Prov 28,24). "El que despoja al padre y
echa de la casa a su madre es un hijo infame y degenerado" (Prov
19,26).
Estas sentencias entran dentro de la línea bíblica de atención
preferencial a los necesitados, ya que a veces no hay prójimo más
necesitado que los propios padres ancianos. Y pienso que hoy son
profundamente actuales.
Preguntas para el diálogo
1. Seleccionemos las citas que dignifican a la mujer y detectemos
qué queda todavía en ellas de machismo
2. Hagamos una lista de las alabanzas que se dedican a la mujer.
3. ¿Por qué será que los sapienciales eligen el camino del rigor en
la educación de los hijos? Procuremos contestar con citas de los
mismos sapienciales.
4. ¿Por qué estos libros son tan exigentes en cuanto al respeto y la
atención a los padres ancianos? Comparemos en este punto lo que
hablan de premio y castigo.
5 - EL CANTAR DE LOS CANTARES: UN EVANGELIO DEL AMOR
/Ct/EV-DEL-A SEXO/Ct: Cualquier reflexión seria sobre el
matrimonio ha de tener en cuenta el librito bíblico llamado "Cantar de
los Cantares".
En muchas ocasiones se espiritualiza totalmente su contenido,
quizás creyendo que el amor humano no merece el carácter de
sagrado.
A veces se ha dado al Cantar un carácter profético, al estilo de
Oseas y Ezequiel. Pero éste no es el caso del Cantar, puesto que la
esposa es totalmente fiel al amor del esposo, cosa que no sucedía
con Israel ni Judá. No se trata aquí originalmente del amor entre Yavé
y el pueblo elegido. Aunque ello no quita que se le pueda dar una
interpretación simbólica refiriéndolo al amor de Dios y su pueblo.
Algunos le han dado una interpretación sapiencial, según la cual
se piensa que el canto se refiere a los desposorios entre Salomón y la
Sabiduría.
Se puede ver también en él un sentido desconocido por el autor: el
de los desposorios entre Cristo y la Iglesia.
Pero directamente el librito habla del amor humano de
enamoramiento. Ya fray Luis de León, en 1561, decía que el Cantar
"no quiere decir más de lo que suena".
La expresión del enamoramiento tiene su propio lenguaje.
Renunciar a él sería reprimir una realidad humana. En la Biblia no
estaría recopilado todo el acontecer humano si faltase la expresión
del amor físico.
Dios reveló a través de su pueblo todas las posibilidades humanas.
Y una de ellas es la relación amorosa. ¿Por qué se ha de
escandalizar el hombre de fe cuando comprueba que el Cántico es la
expresión del amor físico? Cuando el autor escribe: "¡Que me bese
con los besos de su boca! Tus amores son un vino exquisito" (1,2-3),
¿por qué no entender el mensaje tal como se nos da, sin sentir
necesidad de espiritualizarlo?
Este librito es sencillamente una colección de diálogos entre una
pareja de enamorados, "pastor de azucenas" y "señora de los
jardines". Son canciones con dos protagonistas por igual. El y ella, sin
nombres propios, representan a todas las parejas de la historia que
repiten el milagro del amor.
Está redactado seguramente durante la época de la dominación
persa, algún tiempo después de la vuelta del destierro de Babilonia. Y
su mensaje es de una originalidad extraordinaria, pues va contra
corriente de toda la cultura de entonces, tan despreciadora y
manipuladora de la mujer. No se hacía valer a la mujer por sí misma,
sino por los hijos y por las ventajas que pudiera traer al varón. Ella no
podía expresar nunca lo que sentía y quería. No se le valoraba en su
singularidad. Jamás se le ponía en plano de igualdad con el varón. No
se ha encontrado en todo el Medio Oriente antiguo un testimonio de
amor femenino como éste, tan directo, tan fino y tan lleno de
entusiasmo. Todas las canciones de amor están expresadas desde el
punto de vista masculino.
En el Cantar es ella la que deja que hablen los deseos de su
corazón. Canta lo que sueña despierta, deseando un amor tan fiel y
tan fuerte, que ni distancia ni tiempo lo puedan apagar. No se trata de
ninguna dama refinada. Es una campesina, "bronceada por el sol" ,
orgullosa de ser una "hermosa morena" , que sabe lo que es trabajar
(1,5-6). Pero no es nada ingenua. Es una joven segura de sí misma,
que sabe elegir y cuidarse. Sus hermanos no tienen por qué decidir
por ella (1,6). La fuerza de su amor triunfa sobre el peso de las
costumbres y sobre las presiones familiares.
Parece que no se habla de una historia realmente sucedida, pues
en aquel tiempo las chicas israelitas vivían recluidas, sin poder salir a
la calle y menos aún de noche. Es el sueño, la añoranza, el deseo de
una mujer lo que aquí se nos entrega. La dura realidad de no estar
con su amado la conmueve tanto, que su anhelo enciende su
fantasía. Afloran los gustos de una mujer. Expresa con fuerza y ardor
lo que le estaba prohibido: sentir y querer como mujer. Ama, sueña y
llora como mujer, y esa sinceridad es su grandeza. Ella está dispuesta
a hacer lo imposible con tal de unirse para siempre a él. Para ella la
vida sin amor es sólo desasosiego y tristeza. Toda su vida es para su
amado, toda su preocupación va hacia él, toda ella es para él.
Parece como la vuelta al Paraíso, en donde la mujer no estaba
sometida al hombre; pero ahora el grito de fascinación no sale de
boca de Adán, sino de boca de Eva. No es ella la cantada en estos
versos, sino que es ella la que expresa sus ansias de amor. Ella es la
que se regocija con la belleza del cuerpo masculino, la que contempla
el cuerpo del varón como una obra de arte. Es ella la que se extasía
ante el recuerdo de su amado. Es ella la que sueña con lo que quiere
que le diga él. Es ella la que canta la posesión, la unión, el sosiego y
la transformación que opera la unión de los cuerpos. Se trata de la
expresión de toda la sensibilidad de una mujer (leer 5,2 - 6,3).
En la "danza del amor" (7,1 - 8,4), se describe la belleza corporal
de la mujer, sin ningún tipo de puritanismos, pero con fina elegancia.
No se trata de un cuerpo que se vende: ¡se admira a una mujer!. No
es un medio de seducción y de propaganda; es una mujer que goza y
sabe compartir la alegría. Se canta a toda la belleza y a todo el
encanto de la mujer, sin despreciar o devaluar ningún aspecto de ella.
"¡Qué bella eres, qué encantadora, oh amor, en tus delicias!
Tu talle se parece a la palmera; tus pechos, a los racimos.
Me dije: subiré a la palmera, a sacar frutos.
¡Sean tus pechos como racimos de uvas
y tu aliento como perfume de manzanas!
Tus palabras sean como vino generoso,
que va derecho hacia el amado
fluyendo de tus labios cuando te duermes" (7,7-10).
Lo mismo encontramos en el capítulo 4. El jardín es ella, la fuente
es ella, los perfumes son ella, y lo que quiere es que su amado goce
con ella.
El canto contenido entre el 1,7 al 2,7 se podría llamar "locura de
amor". Ella quiere ser para él perfume; quiere agradarle y dulcificarle
la vida toda. Con su amor ella le arrulla a él, le devuelve la
tranquilidad y la inocencia. Es una especie de éxtasis. Ella lo hace
nadar entre aromas de flores y perfumes, lejos de las asperezas de la
vida. En él llena ella su vida y en ella él.
La enamorada desea que él la acepte con toda el ansia de su
corazón, para que goce del bálsamo y la mirra, de la miel y del panal,
de la leche y del vino, o sea, de las maravillas de la creación entera
concentradas en ella. Toda la alegría de la naturaleza se encuentra
concentrada en el encanto y la entrega de la mujer amada. Ella es su
sosiego, su paz y su vida.
En el Canto se celebra al hombre que sabe conquistar, pero que
también sabe respetar y admirar. Es el hombre que sabe
corresponder a los deseos de la mujer amada.
El libro canta la plenitud de la unión personal, que, desde su
centro, ilumina y transfigura el mundo entero: primavera, flores y
frutos, bosques y jardines, valles y montañas... El amor los nombra y,
al nombrarlos, los coloca alrededor de él. Los prejuicios, inhibiciones
y espiritualismos aquí no existen; sólo la expresión espontánea de dos
seres que se aman en medio de un pueblo que ha sufrido por el exilio,
la explotación y la masacre. Al ver la belleza del cuerpo amado
descubren la bondad del mundo. El Cantar libera al amor humano de
las ataduras del puritanismo y al mismo tiempo del libertinaje del
erotismo. Se habla del amor humano con una maravillosa naturalidad
poética, sin malicia.
¡Qué lejos estamos en este texto del amor hebreo primitivo, en que
casi la única cosa que preocupaba era la procreación! Aquí lo que de
verdad interesa a esta pareja es el amor interpersonal, un amor
cargado de emoción y de cariño. "Yo soy para mi amado y su deseo
tiende hacia mí" (7,11). "Su izquierda bajo mi cabeza y su derecha me
abraza" (8,3). Nos da la impresión de que este libro ha sido escrito
muchos siglos después.
Implícitamente el Cantar afirma que la sexualidad es un modo
humano de expresar la donación mutua, fruto del amor. Se trata de
una alabanza ferviente a la sexualidad humana. Aquí vale lo que se le
dijo a San Pedro en otro contexto: "Lo que Dios ha purificado no lo
llames tú profano" (Hch 10,15). El Cantar de los Cantares es la carta
magna de la liberación de la mujer y, por lo tanto, también del varón.
En él se libera al sexo de todas sus miopías y mezquindades. El sexo
de los hijos de Dios no embrutece, sino que humaniza. Cuando es
verdadero, acerca al Dios que lo creó. Es una manera de hablar de
Dios, fidelidad y ternura...
El optimismo de la amada y del amado en el Cantar de los
Cantares es total, aun teniendo muy presentes las dificultades del
camino emprendido. La compenetración y la felicidad de la pareja es
inquebrantable. Se trata de una síntesis apretada de amor y de gozo,
de sufrimiento por la separación, de búsqueda febril de una presencia
llena de encantos, de deseos de unión consumada, de amor
eterno...
Quien no crea en el amor humano de los enamorados, quien tenga
que pedir perdón del cuerpo, muy difícilmente podrá descubrir lo que
es el amor de Dios; en cambio, afirmado el amor humano, es posible
descubrir en él la revelación de Dios, que "es amor".
El Cántico no ofrece una teología del matrimonio. No es ésa su
intención. ¿Dónde radica, entonces, su fuerza religiosa, para que se
encuentre entre los libros inspirados? La respuesta parece estar en
estos versículos:
"Hijas de Jerusalén, yo les ruego
por las gacelas y por las ciervas del campo
que no despierten ni molesten al amor,
hasta cuando quiera" (2,7).
Esta secuencia recorre el Cántico como indicando un camino de
interpretación (ver 3,5 y 8,4). ¿Por qué ruega que no se despierte ni
se desvele al amor? Porque el amor es un misterio. Un maravilloso
misterio, que cuando surge arrolla con poderosa fuerza creadora. La
relación amada-amado va mucho más allá de lo que ellos mismos
pueden imaginar. Cuando un hombre y una mujer experimentan este
misterio, salen fuera de sí mismos, buscándose y entregándose el
uno al otro. En cuanto el amor despierta dentro del corazón humano,
le envuelve el misterio y le obliga a salir fuera de su realidad para
encontrar la del ser amado. Ya no son dos.
En la donación amorosa de la pareja está la raíz de lo religioso. No
es preciso buscarlo en la alegoría. Los besos del amado y no otros
son los que busca la amada. Y en ellos el misterio que le remite al
otro, para, en el otro, darse cuenta de que hay Otro que abarca y
completa lo más íntimo de su ser. Se descubre a sí mismo allí donde
se pierde la identidad en el ser amado. El Cantar avisa de este
"anonadamiento", de esta perdición. Por ello alerta: "No despierten al
amor". Ante él, no somos nada. Pero, paradójicamente, ante su
misterio nos convertimos en más humanos.
Cuando el amor se "despierta ", la persona queda inmersa en su
luz. ¿Qué hacer? ¿Qué decir?: "Que estoy enferma de amor" (5,8),
dirá el Cantar. El humano no posee al amor; es éste quien le posee a
él. El hombre o la mujer "caen" en amor con alguien. Y en el vacío de
esta caída experimentan que el misterio existe, pues lo sienten en su
propio corazón.
Cuando se descubre la vida que hay en los besos del amado, la
separación es muerte. Nada importa más que el amor, aunque existan
cosas a primera vista más importantes. El amor es fuerte, exigente,
exclusivo... He ahí el misterio.
"¡Se me fue el alma tras de él!
Lo busqué y no lo hallé; lo llamé y no me respondió.
Me encontraron los centinelas que andaban de ronda por la
ciudad.
Los guardias de las murallas me golpearon y me hirieron
y me quitaron mi chal" (5,6-7).
Todo sufrimiento carece de importancia cuando el amor envuelve a
la pareja. No importa la propia seguridad. Nada puede separar a los
que se aman con un amor sin mentira. Pues el amor es vida; es el
gran misterio, que una vez descubierto sólo queda decir:
"Grandes aguas no pueden apagar el amor,
ni los ríos anegarlo.
Si alguien lo quisiera comprar
con todo lo que posee,
sólo conseguiría desprecio" (8,7).
Este final del Cantar resume todo lo dicho. Nada puede detener la
fuerza del amor cuando nace en el corazón humano. Y todos los
tesoros son nada para adquirirlo, pues es imposible comprarlo. El
amor es un don que nos viene de forma gratuita. El hombre y la mujer
ante el amor son nada, pues el amor es la llama de Dios.
"Es fuerte el amor como la muerte,
y la pasión, tenaz como el infierno.
Sus flechas son dardos de fuego, como llama divina" (8,6).
Si sabemos amar con esta intensidad y esta pureza, si sabemos
entregarnos así, por entero, una llamarada de Dios está ardiendo en
nosotros...
Aprendamos a leer y meditar el Cantar de los Cantares cultivando
ideales, en son de súplica al Dios que es Amor. Aprendamos a
mirarnos, como mujer y varón, con los ojos de Dios: "Vio Dios que
todo era muy bueno" (Gn 1,31). Con una mirada limpia de
hipocresías, limpia de egoísmo, de afán de dominación. Este librito
bíblico es todo un reto a construir...
Este canto de amor es un acto de fe en la bondad creadora de
Dios. Sin fe, el Cantar no sería posible. Detrás de estas palabras está
presente el Dios que es fidelidad y ternura: ¡amor inconcebible!
Preguntas para el diálogo
1. ¿Qué pensábamos antes sobre el Cantar de los Cantares?
2. ¿Qué impresión nos da la interpretación que hemos visto acá?
Dialoguemos sobre ello.
3. ¿Nos parece que así pueden ser los deseos de una mujer
enamorada? ¿Alguien se atreve a contar con dignidad lo que piensa y
desea al enamorarse?
4. ¿Qué lecciones sacamos del Cantar para la vida matrimonial ?
¿Por qué el Cantar de los Cantares es un libro religioso? Anotemos
las conclusiones.
6 - TOBIAS: AMOR Y FECUNDIDAD
Otra bella expresión de amor en el Antiguo Testamento,
complemento del Cantar, es el libro de Tobías. Cierto que en él
quedan todavía algunos restos de la magia popular, como por
ejemplo, el caso del pez. Pero en este libro aparecen sintetizados de
un modo realmente maravilloso todos los elementos que a lo largo de
la revelación bíblica han ido apareciendo hasta ahora.
El matrimonio de Tobías y Sara se vive en un ambiente
profundamente religioso de oración, de intimidad personal y con la
firme voluntad de darse el uno al otro total y definitivamente.
En este librito post-exílico se profundiza espiritualmente en la
misión de la pareja, acercándose al ideal propuesto por Dios. Dice el
ángel a Tobías, según la versión de la Vulgata: "Escúchame y te
mostraré quiénes son aquellos contra los que puede prevalecer el
demonio. Son los que abrazan el matrimonio de tal modo que
excluyen a Dios de sí y de su mente y se entregan a su pasión"
(6,16-17 vulg.). Un amor casto, santificado por la plegaria (6,18;
8,4-8), acerca el matrimonio de Tobías al prototipo original,
caracterizado por la procreación (Gn 1,27-28; Tob 6,21-22 vulg.) y la
ayuda mutua (Gn 2,18; Tob 8,6). Amor, fecundidad, ayuda mutua, son
las notas del matrimonio prototipo original.
Como final de este recorrido por el Antiguo Testamento podemos
gustar la oración que dirige Tobías a Dios, recordando a Eva como
ayuda y compañera:
"Tú creaste a Adán y le diste a Eva, su mujer, como ayuda y
compañera, para que de los dos naciera la raza humana. Tú dijiste:
No está bien que el hombre esté solo, démosle una compañera
semejante a él. Ahora, Señor, tomo a mi hermana con recta intención
y no buscando el placer. Ten piedad de nosotros y que podamos
llegar juntos a nuestra ancianidad" (Tob 8,6-8).
Con Tobías culmina la enseñanza sobre el matrimonio en el
Antiguo Testamento. Los resultados de la pedagogía empleada por
Dios han sido lentos, pero han dado sus frutos. Los tiempos van
estando ya maduros para la venida de Cristo y la predicación de su
mensaje de amor.
Preguntas para el diálogo
1. ¿Qué nos enseña el libro de Tobías?
2. ¿Cuál es nuestro ideal de pareja?
José Luis Caravias