LA NUEVA EVANGELIZACION Y LAS SECTAS
Vivir la propia fe en una sociedad pluralista
I. LA APOLOGÉTICA HOY
Capítulo 1
NO ESTA DE MODA
Es un signo de atraso. Por eso a muchos no les interesa. Sin embargo, hoy más que nunca es necesario revivir la sana apologética, que haga frente a la avalancha de sectas, que se están volcando sobre el mundo católico. Una apologética diversificada, que tenga presente las distintas situaciones. |
La gran tiranía
Hoy existe una gran tiranía, que se está apoderando de
todos los sectores de la sociedad, en todas las latitudes. Es un monstruo que
avanza imponiendo su ley, la de la demanda y la oferta, con sus apéndices que
son el éxito, la fama y la moda. Se trata del «mercado», una palabra mágica,
un poder oculto, que todo lo pervade con su fascinación irresistible, el «business»,
el negocio. Para que algo tenga valor, tiene que transformarse en «negocio»,
entrar en el «mercado», mirar hacia el éxito, dando fama y poder.
De otra manera no sirve para nada.
Este monstruo se está posesionando también de la religión,
la religión de la demanda y la oferta, del éxito, del negocio. Si algo
le gusta a la gente, quiere decir que es bueno, hay que dárselo. Tantas
religiones cuantos son los gustos de la gente con sus preocupaciones reales:
salud, curiosidad, superación persona, emocionalismo, euforia, espanto... La
religión «cocktail» para cada gusto. Gusto y negocio, demanda y oferta, éxito...
¿Y la verdad? «¿Qué es la verdad?», preguntó Pilato a
Jesús (Jn 18,38). Es la lógica de las sectas, que son la versión
religiosa de la ley del mercado, de la demanda y de la oferta,
sin ninguna preocupación por la verdad y la moralidad objetivas. En muchos
casos, la misma Biblia es un ingrediente más para el «cocktail», hecho de
psicología, hipnosis, terapia grupal, etc.
Apologética en decadencia
Lo malo es que también dentro de la Iglesia ha entrado
algo de este virus del «mercado», el «éxito» y el «negocio». Así se
justifican ciertas prácticas, rayanas en la idolatría, por el simple
hecho que «así le gusta a la gente», «es la fe del pueblo sencillo» «representa
una buena entrada económica»...
Por el simple hecho de que alguien aparece en la pantalla
televisiva, hace noticia, cuenta con muchos seguidores, le va bien económicamente,
quiere decir que tienen razón, anda bien, agarró la onda... hace progresar la
obra de Dios, es un ejemplo a seguir. ¡Ay de los inconformes! A menos que de la
inconformidad no se haga una moda y no se transforme en un negocio. Entonces, sí,
vengan todas la inconformidades posibles. Hasta el hombre «controvertido» y el
«asesino» pueden transformarse en «estrellas» alimentar el «mercado»,
engendrando «business», fama, poder y éxito.
Por eso la apologética hoy se encuentra en tanta
decadencia, por el hecho de que se presenta como algo característico del
pasado, fuera de moda.
Hoy las palabras claves son «apertura», «tolerancia»,
«ecumenismo». El mejor elogio que se puede hacer a uno es calificarlo de «progresista»,
de «avanzada».
Claro que, en esta perspectiva, no hay lugar para la apologética.
Y no faltan los sofismas: «la fe no se defiende, se vive»; «Cristo no
necesita que alguien lo defienda, sabe defenderse solo», etc., etc. Como se
tratara de defender la fe escondida en las bibliotecas o al Cristo glorioso que
está en el cielo.
El hecho es que quieren aparentar ser «progresistas» y se
espantan frente a la perspectiva de ser considerados «retrógradas».
Al interior de la Iglesia, ¿acaso nadie se da cuenta de
los múltiples errores que circulan entre los fieles? Entonces, ¿porqué
no intervienen? Evidentemente para no ser incluidos en la lista de los «conservadores».
¿Acaso muchos presbíteros no se dan cuenta que sus ovejas
están siendo arrebatadas por los lobos rapaces?
Entonces, ¿por qué no toman cartas en el asunto? Por
miedo a ser considerados «conservadores».
Es tan grande este miedo, que no valen ni las reiteradas
intervenciones del Papa, ni la angustia y el sufrimiento del pueblo para cambiar
de actitud. Les resulta más fácil y gratificante decir: «Yo me llevo muy bien
con esa gente; hasta tengo algunos amigos que son pastores», que prepararse
sobre el tema de las sectas para ayudar a los feligreses que se encuentran con
problemas.
Falta de amor
El buen nombre, la fama, el deseo de vivir en paz, el egoísmo
pueden más que el amor. Sí, en resumidas cuentas, de eso se trata: escoger
entre los propios intereses y el bien del prójimo, la propia comodidad y el
riesgo a enfrentarse a un problema tan complicado y de tan pocas satisfacciones.
A esos señores, que se sienten tan seguros de haber
escogido el camino más correcto por no meterse en líos, les pregunto:
«¿Acaso a lo largo de la historia los que se entregaron a la ardua tarea de profundizar, aclara y defender la fe ante el acecho de los herejes, lo hicieron por el simple gusto de pelear? ¿Acaso no lo hicieron por el amor hacia la verdad y los hermanos, acosados por la duda y deseosos de una orientación que les devolviera la paz?»
He aquí lo que escribió a este propósito San Ireneo en la introducción a sus cinco tomos Adversus Haereses (Contra los herejes):
«Para mí es insólito escribir, no tengo práctica alguna, pero me empuja el amor...Hay que hacer todo lo posible par evitar que algunos sean arrebatados como corderos por lobos vestidos de oveja».
Origen de un malentendido
En los tiempos pasados, la apologética consistía en
defender la fe católica de los ataques de sus enemigos. Se dirigía
esencialmente a los de afuera, para que tomaran conciencia de la falsedad de sus
ataque. Hoy, la apologética se dirige, antes que nada, a los de adentro
para que no se dejen confundir por los que se salieron de la misma Iglesia y
tratan de llevárselos a sus grupos. Antes, los que no conocían la fe
eran los de afuera; hoy, los que no conocen la fe son los de afuera y los de
adentro.
Por no haber entendido esta situación, tal vez muchos están
en contra de la apologética, pensando que nuestro principal objetivo consiste
en querer atacar o convencer a los de afuera. No nuestra preocupación principal
consiste en fortalecer la fe de los que están dentro de la Iglesia, aclarando
su identidad y dando respuesta a las posibles dudas que puedan derivar de los
ataques de las sectas.
En un segundo tiempo, nuestra acción se dirige también
hacia los hermanos que dejaron la Iglesia de buena fe y siguen abiertos al diálogo
(muy pocos en verdad), para que queden cuestionados y se abran a la posibilidad
de un regreso a la Iglesia, de la cual nunca debieron hacer salido.
Revivir la sana apologética
Por lo tanto, hoy más que nunca, es necesario revivir la
sana apologética, no por el gusto al pleito o como juego intelectual, sino para
ayudar al pueblo católico a tener ideas claras acerca de su fe y no dejarse
confundir por la enorme avalancha de falsos profetas y falsos cristos (Mc
13,22), que están invadiendo el mundo tomando la religión como un negocio más
(1 Tim 6,5.10), sin aquel cuidado, respeto y delicadeza que merece todo lo que
se refiere a Dios, a la misma esencia del hombre y su destino final.
Como es fácil notar, se trata de una tarea extremadamente
delicada y compleja, teniendo presente la multiplicidad y variedad de los desafíos
a los que se tienen que dar una respuesta: ateísmo, sectas de tipo protestante,
nuevos movimientos religiosos cargados de esoterismo, influjos orientales,
psicología, etc. Se necesitan «especialistas» en las distintas ramas,
para que investiguen sus contenidos y aclaren los puntos que contradicen nuestra
fe, para evitar que católicos «ingenuos» fácilmente se dejen envolver sin
darse cuenta de sus implicaciones profundas, como está pasando ahora con la
teoría de la «reencarnación». Muchos católicos, que hasta se creen
preparados y comprometidos, la están aceptando sin pestañear siquiera, como si
se tratara de algo indiferente para la fe católica y no cayendo en la cuenta de
que se trata de algo completamente contrario. En realidad, ¿como se puede
compaginar la creencia en una sucesión de vidas con la doctrina de la «muerte,
el juicio, el infierno y la gloria»?
Así que, hoy más que nunca, es urgente que en la Iglesia
se desarrolle un verdadero «ministerio» para hacer frente a esta problemática,
un ministerio que abarque distintos aspectos: investigación, divulgación y
asesoría práctica con elación a los hermanos «débiles en la fe», que
necesitan una ayuda para superar la crisis en que se encuentran y así poder
lanzarse con más libertad y confianza en el seguimiento de Cristo.
En este sentido, la apologética tiene que ser considerada
como parte integrante de la misma evangelización,. En realidad, sin la
apologética, se corre el riesgo de construir sobre arena, al no contar el católico
con bases firmes para hacer frente a las continuas provocaciones que le vienen
de todas partes.
Frente a esto, alguien podría decir: «Falta que también
la apologética hoy se vuelva en una moda y entre en la lógica del mercado».
Mejor así que abandonar a las ovejas en las garras del lobo.