Revolución Francesa
EnciCato
Los últimos treinta años nos han dado una nueva versión de la historia de la
Revolución Francesa, a las que han contribuido las más diversas y hostiles
escuelas. Taine, atrae la atención a la afinidad entre los revolucionarios y lo
que él llama el espíritu clásico, esto es el espíritu de abstracción que dio
origen al Cartesianismo y produjo ciertas obras maestras de la literatura
Francesa. Además, demostró admirablemente el mecanismo de los comités
revolucionarios locales y mostró cómo una osada minoría Jacobina fue capaz de
imponer su voluntad como aquella "del pueblo". Siguiendo esta línea de
investigación M. Augustin Cochin ha estudiado bastante recientemente el
mecanismo de las sociétés de pensée en las que fue desarrollada la doctrina
revolucionaria y en las cuales fueron formados hombres lo suficientemente
preparados para poner esta doctrina en ejecución.
La influencia de la masonería libre en la Revolución Francesa proclamada por
Luis Blanc y por la masonería libre misma es probada por las investigaciones de
M. Cochin. Sorel ha aclarado la conexión entre la diplomacia de la Revolución y
la del viejo régimen. Sus trabajos prueban que la Revolución no marca una
ruptura en la continuidad de la política exterior de Francia. La escuela
histórica inclinada al radicalismo, fundada y liderada por M. Aulard, ha
publicado numerosos documentos muy útiles como así tambien la reseña "La
Révolution Française". Dos años después, se produjo un cisma en esta escuela,
M.Mathiez, emprendiendo en oposición a M.Aulard la defensa de Robespierre, en
consecuencia de lo cual fundó una nueva reseña "Les Annales Révolutionaires". La
"Société d'histoire contemporaine", fundada bajo auspicios Católicos, ha
publicado una serie de textos relacionados con la historia revolucionaria.
Finalmente los trabajos de Abbé Sicard han revelado varias tendencias en la
clerecía que permaneció fiel a Roma, algunas legitimistas, otras más favorables
a las nuevas formas políticas, desarrollando por tanto una nueva visión de la
historia del clero Francés.
Estas son las más recientes adiciones a la historia de la Revolución Francesa.
Este artículo, enfatizará más especialmente en las relaciones entre la
Revolución y la Iglesia.
I. Reunión de los Estados
II. Declaración de los Derechos del Hombre
III. Constitución Civil del Clero
IV. La Asamblea Legislativa
V. La Convención; la República; El Reino del Terror
VI. El Directorio
I. Reunión de los Estados
El punto de partida de la Revolución Francesa fue la convocatoria de los Estado
Generales por parte de Luis XVI. Ellos comprendía tres órdenes, nobleza, clero y
el tercer estado, el mencionado en último término tenía permitido contar con
tantos miembros como las otras dos órdenes juntas. La regulación electoral del
24 de enero de 1789, aseguraba al clero parroquial una gran mayoría en las
reuniones de las baillages que eran para elegir a la representación clerical a
los Estados Generales. Mientras los capítulos solamente enviaban un delegado por
diez canónigos, y cada convento sólo uno de sus miembros, todos los curés tenían
permitido el voto. El número del la "orden" del clero en los Estados Generales
excedía los 300, dentro de los cuales había 44 prelados, 208 curés, 50 canónigos
y abades comendadores, y algunos monjes. El clero sostenía casi tan
enérgicamente como lo hacía el Tercer Estado el establecimiento de un gobierno
constitucional basado en la separación de poderes, la periódica convocatoria a
los estado generales, su supremacía en materias financieras, la responsabilidad
de los ministros, y la garantía regular de la libertad individual. Por lo tanto
las verdaderas y grandes reformas tendientes al establecimiento de la libertad
eran defendidas por el clero en vísperas de la Revolución. Cuando los Estados se
reunieron el 5 de mayo de 1789, el Tercer Estado demandó que la verificación de
poderes debía ser hecha en conjunto por las tres órdenes, siendo su objeto que
los Estados debían formar una sola asamblea en la cual la distinción entre las
"órdenes" debía desaparecer y en la que cada miembro tendría un voto.
Escasamente un cuarto del clero respaldó esta reforma, pero desde la apertura de
los Estados fue evidente que el deseado voto individual sería el que le daría a
los miembros del Tercer Estado, los sostenedores de la reforma, una efectiva
preponderancia.
Tan tempranamente como el 23 de Mayo de 1789, los curés, de la casa del
Arzobispo de Bordeaux eran de la opinión de que el poder de los diputados debía
ser verificado en asamblea general de los Estados, y cuando el 17 de Junio los
miembros del Tercer Estado se autoproclamaron la "Asamblea Nacional", la mayoría
del clero decidió (19 de Junio) unírseles. Como el alto clero y la nobleza aún
resistían, el rey ocasionó el cierre del salón donde se reunían del Tercer
Estado (20 de Junio), tras lo cual los diputados, con su presidente, Bailly, se
juntaron en el Jeu de Paume y se juramentaron de no dispersarse hasta que
hubieran provisto a Francia de una constitución. Después del tronante discurso
de Mirabeau (23 de Junio) dirigido al Marqués de Deux-Brézé, maestro de
ceremonias de Luis XVI, el rey mismo, (27 de Junio) invitó a la nobleza a unirse
al Tercer estado. El despido por parte de Luis XVI del ministro reformista,
Necker, y la concentración de la armada real cerca de París, provocó la
insurrección del 14 de Julio, y la captura de la Bastilla.
M.Frunck Brentano ha destruido las leyendas que rápidamente nacieron en conexión
con la celebrada fortaleza. No hubo un levantamiento en masse del pueblo de
París, y el número de sitiadores no fue más de mil como máximo, se encontraron
solamente siete prisioneros en la Bastilla, cuatro de los cuales eran
falsificadores, un hombre joven culpable de crímenes monstruosos y que por el
bien de la familia era conservado en la Bastilla y podría escapar de la pena de
muerte, y dos prisioneros locos. Pero en la opinión pública la Bastilla
simbolizaba el absolutismo real y la captura de esta fortaleza fue considerado
como el derrocamiento de todo el régimen, y las naciones extranjeras atribuyeron
una gran importancia al evento. Luis XVI se rindió ante esta agitación; Necker
fue repuesto; Baillo se convirtió en Alcalde de París, Lafayette, comandante de
la milicia nacional; la tri-color fue adoptada y Luis XVI consintió en reconocer
el título de "Asamblea Nacional Constituyente". Te Deums y procesiones
celebraron la toma de la Bastilla; en los pulpitos el Abad Fauchet predicó la
armonía de la religión y la libertad. Como resultado del establecimiento del
"voto por orden" los privilegios políticos del clero podría considerarse como
que dejaron de existir.
Durante la noche del 4 de Agosto de 1789, a instancias del Vizconde de Noailles
la Asamblea votó con extraordinario entusiasmo la abolición de todos los
privilegios y derechos feudales y la igualdad de todos los Franceses. Por tanto
un vendaval azotó la riqueza del clero, pero los hombres de la iglesia fueron
los primeros en dar ejemplo de sacrificio. Una multiplicidad de beneficios y
anualidades fueron abolidos y se acordó sobre la redención del diezmo, pero dos
días después el alto clero, tornándose incómodo, demandó otra discusión del voto
que había llevado a la redención. El resultado fue la abolición, pura y simple,
del diezmo sin redención. En el curso de la discusión Buzot declaró que la
propiedad del clero pertenecía a la nación. La conciencia de Luis XVI comenzó a
ser alarmada. Se tomó cinco semanas, y entonces meramente publicó los decretos
como principios generales, reservándose el derecho de aprobar o rechazar las
medidas que pudiera tomar la Asamblea para que tuvieran vigencia.
II. Declaración de los Derechos del Hombre.
El Catolicismo deja de ser la religión del Estado
Antes de darle a Francia una constitución, la Asamblea juzgó necesario redactar
una "Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano", que debería formar
el preámbulo de la Constitución. La sugerencia de Camus de que a la declaración
de los derechos del hombre debería agregarse una declaración de sus deberes fue
rechazada. La Declaración de Derechos menciona en su preámbulo que es hecha en
presencia y bajo los auspicios del Ser Supremo, pero dos de tres artículos
propuestos por el clero garantizando el respeto debido a la religión y a la
devoción pública, fueron rechazados después de los discursos de los
Protestantes, Rabaut Saint-Etiene y Mirabeau, y el único artículo relacionado
con la religión fue redactado como sigue: "Nadie podrá ser molestado por sus
opiniones, aún religiosas, siempre que sus manifestaciones no disturben el orden
público establecido por ley". En realidad el deseo de la Asamblea fue que el
Catolicismo debía dejar de ser la religión del Estado y que debía ser
establecida la libertad de culto. Subsecuentemente declaró a los Protestantes
elegibles para todos los puestos (24 de Diciembre de 1789), restauró sus
posesiones y estatus a los herederos de los refugiados Protestantes (10 de Julio
y 9 de Diciembre de 1790), y tomaron medidas a favor de los Judíos ( 28 de
Enero, 26 de Julio, 16 de agosto de 1790). Pero pronto se tornó evidente en las
discusiones relativas a la Constitución Civil del clero que la Asamblea deseaba
que la Iglesia Católica, a la que la mayoría del pueblo Francés pertenecía,
debía estar sujeta al Estado y realmente organizada por el Estado.
Los rumores de que Luis XVI buscaba huir a Metz y ponerse bajo la protección el
ejército de Bouillé con el objeto de organizar un movimiento contra
revolucionario y su negativa a promulgar la Declaración de los Derechos del
Hombre, provocó un levantamiento en París. La multitud salió hacia Versalles, y
entre insultos trajo de vuelta al rey y la reina a París (6 de Octubre de 1789).
A partir de entonces la Asamblea sesionó en París, primero en la residencia
arzobispal, luego en las Tullerías. En este momento comenzó a aparecer en un
número de periódicos y panfletos, la idea de tomar posesión de los bienes del
clero a los efectos de afrontar exigencias financieras. El plan de confiscar
esta propiedad, que había sido sugerido tan tempranamente como el 8 de Agosto
por el Marqués de Lacoste, fue retomada (Setiembre 24) por el economista Dupon
de Nemours, y el 10 de Octubre fue sostenida en nombre del Comité de Finanzas en
un reporte que causó escándalo escrito por Telleyrand, Obispo de Autun, quien
bajo el viejo régimen había sido uno de los dos "agentes generales" encargados
de defender lo intereses financieros del clero Francés. El 12 de Octubre
Mirabeau reclamó a la Asamblea decretar (1) que la propiedad de las posesiones
de la iglesia pertenecían a la nación que podría proveer a la manutención de los
pastores; (2) que el salario de cada curé no debería ser menos de 1200 libras.
El plan fue discutido desde el 13 de Octubre hasta el 2 de Noviembre. Se
opusieron el Abeé de Montesquieu, y el Abeé Maury, quienes sostuvieron que
siendo los clérigos personas morales, podían ser propietarios, disputaron las
estimaciones hechas sobre la riqueza del clero, y sugirieron que sus posesiones
deberían simplemente servir como una garantía para un préstamo de 400.000.000 de
libras a la nación. Los partidarios de la confiscación mantuvieron que el clero
ya no existía más como orden, que la propiedad era como una sucesión sin
herederos, y que el Estado tenía el derecho de reclamarla, que además el
Gobierno Real nunca había reconocido expresamente al clero como propietario, que
en 1749 Luis XV había prohibido al clero recibir nada sin la autorización del
Estado, y que había confiscado la propiedad de la Compañía de Jesús. Malouet
adoptó una posición intermedia y demandó que el Estado debería confiscar
solamente las posesiones eclesiásticas superfluas, pero que el clero parroquial
debía ser dotado con tierra. Finalmente, el 2 de Noviembre de 1789, la Asamblea
decidió que las posesiones del clero estaban "puestas a disposición" de la
nación. Los resultados de este voto produjeron prontas consecuencias. La primera
fue la moción de Treilhard (17 de Diciembre), demandando en nombre del comité
eclesiástico de la Asamblea, el cierre de los conventos inútiles, y decretando
que el Estado debería permitir a los religiosos relevarse a sí mismos de sus
votos monásticos.
La discusión de este proyecto comenzó en febrero de 1790, después de que la
Asamblea, mediante la creación de asambleas de los departamentos, distritos y
comunas, había procedido a la reorganización administrativa de Francia. La
discusión fue de nuevo muy violenta. El 13 de febrero de 1790 la Asamblea,
influenciada por las sugerencias más radicales de Barnave y Thouret, decretó
como "artículo constitucional" que la ley no sólo no debía reconocer más los
votos monásticos, sino que además las ordenes y congregaciones estaban y debían
permanecer suprimidas en Francia, y que ninguna otra debía ser establecida en el
futuro. Después de haber planeado una supresión parcial de las órdenes
monásticas, la Asamblea votó por su supresión total. La propuesta de Cazalès (17
de febrero) llamando a la disolución de la Asamblea Constituyente, y los
legítimos esfuerzos hechos por la alta clerecía para advertir a los Católicos de
no comprar los bienes de la Iglesia confiscados, provocaron represalias. El 17
de marzo de 1790, la Asamblea decidió que las propiedades eclesiásticas
alienadas, valuadas en 400.000.000 de libras, debían ser vendidas a los
municipios, los que a su vez deberían venderlas a compradores privados. El 14 de
abril decidió que el mantenimiento del culto católico debía ser afrontado sin
recurrir a la renta de la que fuera propiedad eclesial y que una suma, fijada en
más de 133.000.000 de libras para el primer año, deberían ser entradas en el
presupuesto para las entregas que debían ser hechas al clero; el 17 de abril el
decreto fue aprobado relacionado con assignats, los papeles emitidos por el
Gobierno pagando intereses al 5 por ciento, y los que debían ser aceptados en
pago por la propiedad eclesial, de allí en más llamada propiedad nacional;
finalmente, el 9 de julio, fue decretado que toda esta propiedad debía ser
puesta en venta.
III. Constitución Civil del Clero
El 6 de febrero de 1790, la Asamblea encomendó a su comité eclesiástico,
designado el 20 de agosto de 1789 y compuesto de 15 miembros, a preparar la
reorganización del clero. El 7 de febrero fueron agregados quince nuevos
miembros al comité. Los "constituyentes" eran discípulos de los philosophes del
siglo dieciocho quienes subordinaban la religión al Estado, más aún, para
comprender su posición es conveniente tener en mente que muchos de ellos eran
juristas con ideas Galicistas y Josefistas. Finalmente Taine ha probado que en
muchos aspectos sus políticas religiosas simplemente continuaron los pasos del
viejo régimen, pero mientras el viejo régimen protegió a la Iglesia Católica y
la hizo la iglesia exclusiva, reconocida, los constituyentes planeaban
esclavizarla después de haberla despojado de sus privilegios. Además ellos no
tomaron en cuenta que hay temas mixtos que solamente pueden ser regulados
después de un acuerdo con la autoridad eclesiástica. Estaban especialmente
enfurecidos contra el clero después del discurso consistorial en el cual Pío VI
(22 de marzo de 1790) reprobó algunas de las medidas ya tomadas por la Asamblea
Constituyente, y por las noticias recibidas desde el Norte y Sur donde la justa
insatisfacción de las conciencias Católicas había provocado disturbios;
particularmente la elección del Protestante Rabaut Saint-Etiene a la presidencia
de la Asamblea Nacional generó conmoción en Toulouse y Nimes. Bajo la influencia
de estos disturbios se desarrolló la Constitución Civil del clero. El 29 de mayo
de 1790 fue presentado ante el Bonal de la Asamblea, el Obispo de Clermont, y
algunos miembros de la Derecha requirieron que el proyecto debía ser sometido a
un concilio nacional o al papa. Pero la Asamblea procedió; discutió la
Constitución Civil del Clero desde el 1 de Junio al 12 de Julio de 1790, fecha
en la cual fue aprobada.
Esta constitución comprendía cuatro títulos
Título I, Oficinas Eclesiásticas: Los límites diocesanos debían coincidir con
los de los departamentos, por lo que se debían suprimir 57 sedes episcopales. El
título de arzobispo fue abolido; de los 83 episcopados restantes 10 fueron
llamados episcopados metropolitanos y se les dio jurisdicción sobre las diócesis
vecinas. Ninguna porción del territorio Francés debía reconocer la autoridad de
un obispo que viviera en el extranjero, ni de sus delegados, y esto, agrega la
Constitución, "sin perjuicio de la unidad de fe y de comunión que debe ser
mantenida con la cabeza de la Iglesia Universal". Fueron abolidas canonjías,
prebendas y prioratos. No debía haber más ningún puesto sacerdotal especialmente
dedicado a llenar las condiciones de las donaciones de la Misa. Fueron
prohibidas todas las apelaciones a Roma.
Título II, Nombramientos al Beneficio: Los obispos debían ser designados por la
Asamblea Electoral del departamento; debían ser investidos y consagrados por el
metropolitano y prestar juramento de fidelidad a la nación, al Rey, a la Ley, y
a la Constitución; no debían pedir ninguna confirmación al papa. Los párrocos
debían ser electos por las asambleas electorales de los distritos. Por lo tanto
todos los ciudadanos, aún Protestantes, Judíos, y Católicos nominales, podían
nombrar titulares de las oficinas eclesiásticas, y la primera obligación de los
sacerdotes y obispos era prestar juramente de fidelidad a la Constitución que
negaba a la Santa Sede cualquier poder efectivo sobre la Iglesia.
Titulo III, Salario de los ministros de la Religión: La constitución fijó el
salario del Obispo de París en 51.000 libras (alrededor de $10.2000), el de los
obispos de ciudades cuya población excediera las 50.000 almas en 20.000 libras
(alrededor de $4000), y el de otros obispos en 12.000 libras(alrededor de
$2400), el de los curas en una suma que oscilaba entre 6000 (alrededor de $1200)
y 1200 libras (cerca de $240).
Para el bajo clero esto fue una mejora de su condición material, especialmente
debido a que el valor real de estas sumas eran dos y una vez y media la suma que
recibían en el momento.
Título IV, con relación a la residencia, se establecieron condiciones muy
severas relativas a las ausencias de los obispos y pastores.
En el festival de la Federación (14 de Julio de 1790) Talleyrand y trescientos
pastores oficiando en el altar de la nación erigido en el Campo de Marte usaron
la faja tricolor sobre sus vestimentas pastorales y rogaron por la bendición de
Dios sobre la Revolución. Estuvieron presentes representantes de las ciudades de
Francia, y fue inaugurado una especie de culto, el de la tierra Patria, el
origen remoto de todos los "cultos Revolucionarios". El 10 de Julio de 1790, en
un Sumario confidencial a Luis XVI, Pío VI expresó la alarma con la cual lo
llenaba el proyecto en discusión. Comisionó a dos eclesiásticos que eran
ministros de Luis XVI, Champion de Cicé y Lefranc de Pompignan, para que
urgieran al rey a no firmar la Constitución Civil del Clero. El 28 de Julio, en
una carta al papa, Luis XVI replicó que él sería compelido, "con muerte en el
alma", a promulgar la Constitución, que se reservaría el derecho a sacar tan
pronto como fuera posible algunas concesiones, pero que si se negaba, su vida y
la vida de su familia podría quedar en peligro.
El Papa le respondió (17 de Agosto) que aún sostenía la misma opinión sobre la
Constitución, pero que no haría ninguna declaración pública sobre el tema hasta
que no lo consultara con el Sacro Colegio. El 24 de Agosto el rey promulgó la
Constitución, por lo cual fue reprendido por el papa en un comunicado
confidencial el 22 de Setiembre. M-Mathiez sostiene que ha probado que la
dubitación de Pío VI se debió a consideraciones temporales más que espirituales,
a su serio miedo sobre los asuntos de Avignon y el Comtat Venaissin, donde
ciertos partidos populares estaban clamando por tropas Francesas, pero la verdad
es que Pío VI, quien había hecho saber su opinión de la Constitución a dos
prelados Franceses, estaba esperando alguna manifestación de parte del
episcopado Francés. En verdad los obispos hablaron antes que el papa hablara
públicamente. A fines de Octubre de 1790, publicaron una "Exposition des
principes sur la constitution civile du clergé", compilado por Boisgelin,
Arzobispo de Aix en la cual rechazaban la Constitución y llamaban a los fieles a
hacer lo mismo. Esta publicación marca el comienzo de un violento conflicto
entre el episcopado y la Constitución. El 27 de Noviembre de 1790, después de un
discurso de Mirabeau, un decreto estipuló que todos los obispos y pastores
debían jurar la Constitución en el plazo de una semana, so pena de perder sus
puestos, todos aquellos que se rehusaran y sin embargo continuaran cumpliendo
sus funciones pastorales debían ser perseguidos por disturbar la paz pública. El
rey, muy perturbado por este decreto, finalmente los sancionó (26 de Diciembre
de 1790) a fin de evitar un levantamiento.
Hasta ese momento un gran sector de la clerecía menor había mostrado una cierta
cantidad de simpatía por la Revolución, pero cuando se vio que los miembros
episcopales de la Asamblea se rehusaron a prestar juramento, sacrificando de
este modo sus sedes, un número pastores siguieron este desinteresado ejemplo.
Puede decirse que desde finales de 1790 el alto clero y los elementos
verdaderamente ortodoxos de la clerecía menor estuvieron unidos contra las
medidas revolucionarias. Desde allí en adelante hubo dos clases, los no
juramentados o sacerdotes refractarios, que eran fieles a Roma y rehusaron el
juramento, y los que juraron, juramentados, o sacerdotes Constitucionales, que
habían consentido prestar su juramento. De los 125 obispos fueron sólo cuatro,
Talleyrand de Autun, Brienne de Sens, Jarente de Orleáns y Laford de Savine, de
Viviers; tres coadjutores u obispos in partibus, Gobel, Obispo Coadjutor de Bàle,
Martial de Brienne, Coadjutor de Sens, y Dubourg-Miraudet, Obispo de Babilón. En
las ciudades importantes la mayoría de los sacerdotes se rehusaron a prestar
juramento. Son más difíciles de conseguir estadísticas de pequeños burgos y del
campo. Los archivos nacionales preservan los registros completos de 42
departamentos que fueron enviados a la Asamblea Constituyente por las
autoridades civiles. Estos muestran que en esos 42 departamentos, de 23.093
sacerdotes llamados a jurar, 13.118 lo hicieron. Por tanto había, de cada 100
sacerdotes, 56 o 57 juramentados contra 43 o 44 que no juraron. M. de la Gorce
da serias razones para cuestionar estas estadísticas, que fueron compiladas por
celosos burócratas ansiosos de complacer a los administradores centrales. Él
afirma, por otra parte, que el cisma tuvo poco sustento en quince departamentos
y concluye que en 1791 el número de sacerdotes fieles a Roma era de 52 a 55 por
ciento; esta es una suficientemente pequeña mayoría, pero es la que M. de la
Gorce considera auténtica.
El 5 de Febrero de 1791, la Asamblea Constituyente prohibió a cada sacerdote no
juramentado predicar en público. En Marzo tuvieron lugar las elecciones para
cubrir las sedes episcopales y parroquias vacantes. El desorden creció en la
Iglesia de Francia; fueron candidatos sacerdotes jóvenes y ambiciosos, mejor
conocidos por política que por su celo religioso, y en muchos lugares debido a
la oposición de buenos Católicos, los electos tuvieron mucha dificultad para
tomar posesión de sus iglesias. En esta coyuntura, viendo a la Iglesia
Constitucional establecida contra la Iglesia legítima, Pío VI escribió dos
cartas, una a los obispos y una a Luis XVI, para preguntarle si restaba al medio
para prevenir el cisma; y finalmente, el 13 de Abril de 1791, emitió una condena
solemne de la Constitución Civil en una solemne Carta al clero y al pueblo.
El 2 de Mayo de 1791, la anexión del Comtat Venaissin y de la ciudad de Avignon
por parte de las tropas Francesas marcó la ruptura de las relaciones
diplomáticas entre Francia y la Santa Sede. Desde Mayo de 1791, no hubo más un
embajador de Francia en Roma ni un nuncio en París. La Carta de Pío VI instaba a
la resistencia de los Católicos. Las Misas celebradas por los sacerdotes no
juramentados atraían multitudes de fieles. La muchedumbre se juntaba para
golpear e insultar a monjas y otras mujeres piadosas. El 7 de Mayo de 1791, la
Asamblea decidió que los sacerdotes no juramentados como prêtres habitués podían
continuar diciendo Misa en las iglesias parroquiales o conducir sus servicios en
otras iglesias con la condición de que respetarían las leyes y no provocarían
revueltas contra la Constitución Civil. Los curas Constitucionales se hicieron
más y más impopulares entre los buenos Católicos; los trabajos de Sciout se
dirigen a mostrar que los "directorios departamentales" tenían que utilizar su
tiempo organizando expediciones policiales regulares para proteger a los
sacerdotes Constitucionales de la oposición de los buenos Católicos, o
persiguiendo a los sacerdotes no juramentados que heroicamente persistían en
permanecer en sus puestos. Finalmente el 9 de Junio de 1791, la Asamblea
prohibió la publicación de Bulas o Decretos de la Corte de Roma, al menos hasta
que hubieran sido sometidos al cuerpo legislativo y su publicación autorizada.
Por tanto la Francia Revolucionaria no solamente rompió con Roma, sino que
deseaba establecer una barrera entre Roma y los Católicos de Francia.
La conciencia atormentada del rey fue la principal razón de su intento de fuga
(20-21 de Junio de 1791). Antes de escapar, había dirigido a la Asamblea una
declaración de su insatisfacción con la Constitución Civil del Clero, y una vez
mas protestó contra la violencia moral que lo había obligado a aceptar tal
documento. Detenido en Varennes, Luis XVI llevado de regreso el 25 de Junio, y
fue suspendido de sus funciones hasta se completase la Constitución, a la cual
juró el 13 de Setiembre de 17911. El 30 de Setiembre de 1791, la Asamblea
Constituyente se disolvió, para dar paso a la Asamblea Legislativa, en la cual
ninguno de los miembros de la Asamblea Constituyente se podía sentar. La
Asamblea Constituyente había aprobado 2500 leyes y reorganizado totalmente la
administración de Francia. Su principal error desde un punto de vista social fue
prohibir al pueblo trabajador unirse y formar asociaciones "para sus tal
llamados intereses comunes". Mal conducidos por su espíritu individualista y su
odio a ciertos abusos de las viejas corporaciones, los Constituyentes no
entendieron que el mundo del trabajo debía organizarse. Fueron responsables de
la anarquía económica que reinó durante el siglo diecinueve, y el presente
movimiento sindical así como los esfuerzos de los social Católicos en
conformidad con la Encíclica "Rerum novarum" marca una profunda y decisiva
reacción contra la obra de la Asamblea Constituyente.
IV. La Asamblea Legislativa
Cuando se disolvió la Asamblea Constituyente (30 de Setiembre de 1791), toda
Francia estaba inflamada sobre la cuestión religiosa. Más de la mitad del pueblo
Francés no quería a la nueva Iglesia, una creación facciosa de la ley; la vieja
Iglesia estaba arruinada, demolida, perseguida y la amnistía general decretada
por la Asamblea Constituyente antes de disolverse no podía hacer nada tendiente
a la restauración de la paz en el país donde el desatinado trabajo de esa
Asamblea había trastornado las conciencias de los individuos. Los partidos en la
Asamblea Legislativa fueron pronto irreconciliables. Los Feuillants, en la
Derecha, no veían resguardo de la salvación en la Constitución , los Girondinos
en la Izquierda y los Montañeses en la Extrema Izquierda, estaban preparados
para la República. Había hombres que, como el poeta André Chénier, soñaban con
una completa Separación de Iglesia y Estado. "Los sacerdotes - escribía en una
carta al "Monitor" (22 de Octubre de 1791) - no dificultarán a los Estados
cuando ninguno esté vinculado a ellos, y ellos siempre los trabarán cuando
cualquiera esté vinculado con ellos como en el presente." Pero la mayoría de los
miembros de la Asamblea Legislativa tenían asiento en las asambleas
departamentales o distritales; ellos habían peleado contra los sacerdotes no
juramentados y llevaron violentas pasiones y un espíritu hostil a la Asamblea
Legislativa. Un informe de Gensonné y Gallois a la Asamblea Legislativa (9 de
Octubre de 1791) sobre la condición de las provincias del Oeste denunció a los
sacerdotes no juramentados por excitar al pueblo a la rebelión y pidieron
medidas contra ellos. Los acusaron de complicidad con los obispos emigrados. En
Avignon, habiendo sido asesinado el Revolucionario Lécuyer en una iglesia,
algunos ciudadanos reputados de ser partidarios del papa, fueron llevados a un
antiguo palacio papal y estrangulados (16-17 de Octubre de 1791). Calvados fue
también la escena de serios disturbios.
La Asamblea Legislativa, en lugar de reparar los errores de la Asamblea
Constituyente, continuó con la cuestión de los curas no juramentados. El 29 de
Noviembre, a propuesta de François de Neufchâteau, decidió que si dentro de ocho
días no prestaban el juramento civil, serían privados de todo salario, que
serían puestos bajo la vigilancia de las autoridades, que si generaban problemas
en los alrededores de donde ellos residían serían enviados afuera, que serían
encarcelados por un año si persistían en la posición y por dos años si eran
convictos de provocar desobediencia al rey. Finalmente prohibió a los sacerdotes
no juramentados el ejercicio legal del culto. También requirieron de los
directorios departamentales listas de los juramentados y de los no juramentados,
que ello podría, como decír, "pisotear la rebelión que se encubría bajo una
pretendida disidencia en el ejercicio de la religión Católica". Por lo tanto su
decreto finalizaba en una amenaza. Pero este decreto tenía el objetivo de
agudizar el conflicto entre Luis XVI y la Asamblea. El 9 de Diciembre de 1791,
el rey hizo conocer su veto oficialmente. Los partidos se comenzaron a formar.
Por un lado estaba el rey y los Católicos fieles a Roma, del otro la Asamblea y
los sacerdotes que habían jurado. El poder legislativo estaba de un lado, el
ejecutivo de otro. En marzo de 1792, la Asamblea acusó a los ministros de Luis
XVI; el rey los reemplazó por un ministerio Girondino encabezado por Dumouriez,
con Roland, Servan, y Clavière entre sus miembros. Ellos tenían una doble
política: al exterior, guerra con Austria, en el interior, medidas contra los
sacerdotes no juramentados. Luis XVI, rodeado de peligros, fue también acusado
de dualidad; sus negociaciones secretas con las cortes extranjeras hicieron
posible que sus enemigos dijeran que él ya había conspirado contra Francia.
Una Carta papal del 19 de Marzo de 1792, renovó la condena de la Constitución
Civil e impuso excomunión mayor a todos aquellos sacerdotes juramentados que no
se retractaran dentro de los sesenta días, y a todos los Católicos que
permanecieran fieles a estos sacerdotes. La Asamblea respondió con el Decreto
del 27 de Mayo de 1792, declarando que todos los sacerdotes no juramentados
podían ser deportados por el directorio de sus departamentos a pedido de veinte
ciudadanos, y si ellos volvieran después de la expulsión se expondrían a diez
años de prisión. Luis vetó este decreto. Por tanto se arribó a una disputa no
solamente entre Luis XVI y la Asamblea, sino también entre el rey y sus
ministros. El 3 de Junio de 1792, la Asamblea decretó la formación de un
campamento cerca de París, con 20.600 voluntarios para hacer guardia al rey. En
el consejo ministerial Roland leyó una carta insultante para Luis, en la cual le
demandaba sancionar los decretos de Noviembre y Mayo contra los sacerdotes no
juramentados. Él fue despedido, con lo cual el pueblo de París llegó e invadió
las Tullerías (20 de Junio de 1792), y por varias horas el rey y si familia
fueron objeto de todo tipo de ultrajes. Después del manifiesto público del Duque
de Brunswick en el nombre de los poderes coaligados contra Francia (25 de Julio
de 1792) y de la declaración de la Asamblea de "Tierra Patria en peligro" se
produjeron peticiones para la deposición del rey, quien fue acusado de estar en
comunicación con los dirigentes extranjeros. El 10 de Agosto, Santerre,
Westermann, y Fournier l'Américain, a la cabeza de la guardia nacional, atacaron
las Tullerías defendidas por 800 Suizos. Luis se rehusó a defenderse, y con su
familia buscó refugio en la Asamblea Legislativa. La Asamblea aprobó un decreto
que suspendía los poderes del rey, preparó un borrador del plan de educación
para el delfín, y convocó a la convención nacional. Luis XVI fue encarcelado en
el Temple por orden de la insurrecta Comuna de París.
La locura se esparció a través de Francia causada por el peligro que amenazaba
desde afuera; se multiplicaron los arrestos de sacerdotes no juramentados. En un
esfuerzo por hacerlos rendirse, la Asamblea decidió (15 de Agosto) que el
juramento debía consistir solamente en la promesa de sostener con toda su fuerza
la libertad, igualdad, y ejecución de la ley, o morir en su puesto. Pero los
sacerdotes no juramentados se mantuvieron firmes y rehusaron aún este segundo
juramente. El 26 de Agosto la Asamblea decretó que dentro de los quince días
debían ser expulsados del reino, que aquellos que permanecieran o regresaran a
Francia debían ser deportados a la Guayana, o serían pasibles de diez años de
prisión. Entonces extendieron esta amenaza a los sacerdotes que, no teniendo
funciones sacerdotales públicamente reconocidas, hubieran sido dispensados hasta
ese entonces del juramento, declarando que ellos también podían ser expulsados
si fueran convictos de haber provocado disturbios. Esta fue la señal para una
verdadera guerra civil. Los campesinos se armaron en La Vendée, Deux Sèvres,
Loire Inférieure, Maine y Loire, Ile y Vilaine. Estas noticias y las de la
invasión de Champagne por el ejército Prusiano causaron ocultas influencias,
levantando al pueblo de París y de allí las masacres de Setiembre. En las
prisiones de La Force, el Conciergerie, y el Abbaye Saint Germain, por lo menos
1500 mujeres, sacerdotes y soldados cayeron bajo el hacha o el garrote. El
celebrado tribuno, Danton, no puede ser totalmente exculpado de complicidad en
estas masacres. La Asamblea Legislativa finalizó esta carrera con dos medidas
contra la Iglesia: privó a los sacerdotes del derecho de registrar nacimientos
etc., y autorizó el divorcio. Laicizar el estado civil no estaba en la mente de
los Constituyentes, pero fue el resultado del bloqueo de la Constitución Civil
del Clero. La Asamblea Legislativa fue inducida a promulgarla porque los
Católicos fieles a Roma no hubieran recurrido a los sacerdotes Constitucionales
para el registro de nacimientos, bautismos y defunciones.
V. La Convención; la República; El Reino del Terror.
La apertura de la Convención Nacional (21 de setiembre de 1792) se produjo el
día después de la victoria de Damouriez sobre las tropas Prusianas en Valmy . El
obispo constitucionalista, Grégoire, proclamó la república en la primera sesión,
fue rodeado en la asamblea por quince obispos constitucionalistas y veintiocho
sacerdotes constitucionalistas. Pero llegó el momento en que los clérigos
constitucionalistas estuvieron también bajo sospecha ya que la mayoría de la
Convención era hostil al Cristianismo mismo. Tan pronto como el 16 de Noviembre
de l792, Cambón demandó que los salarios de los sacerdotes debían ser suprimidos
y de allí en adelante ninguna religión debía ser subsidiada por el estado, pero
la moción fue rechazada por el momento. De allí en más la Convención promulgó
todo tipo de medidas políticas arbitrarias: emprendió el juicio a Luis XVI y el
2 de Enero de 1793 "tiró la cabeza del rey a Europa". Pero desde el punto de
vista religioso fue más tímida; temía molestar al pueblo de Saboya y Bélgica,
cuyas armadas se estaban aliado a Francia. Del 10 al 15 de marzo de 1793
irrumpieron insurrecciones en La Vendée, Anjou, y en una parte de Britania. Al
mismo tiempo Dumouriez, habiendo sido derrotado en Neerwinden, buscó volver su
ejercito contra la Convención, y él mismo trató de atacar a los Austríacos. La
Convención se asustó, instituyó un Tribunal Revolucionario el 9 de Marzo y el 6
de Abril el Comité de Seguridad Publica; fueron establecidos pues dos
formidables poderes.
Se tomaron medidas crecientemente severas principalmente contra los clérigos no
juramentados. El 18 de Febrero de 1793, la Convención votó un premio de cien
libras para cualquiera que denunciara a un sacerdote pasible de deportación o
que permaneciera en Francia a pesar de la ley. El 1 de Marzo los émigrés fueron
sentenciados a destierro perpetuo y sus propiedades confiscadas. El 18 de Marzo
fue decretado que cualquier émigrés o sacerdote deportado arrestado en suelo
Francés debía ser ejecutado dentro de las 24 horas. El 23 de Abril fue
promulgado que todos los eclesiásticos, sacerdotes o mojes, que no hubieran
prestado el juramento prescripto por el Decreto del 15 de Agosto de 1792, debía
ser transportados a Guayana; aún los sacerdotes que hubieran prestado el
juramento serían tratados igual si seis ciudadanos los denunciaran por fallas en
su ciudadanía. Pero a pesar de todas estas medidas los sacerdotes no
juramentados permanecieron fieles a Roma. El papa había mantenido en Francia un
internuncio oficial, el Abbé de Salamon, quien permaneció oculto y cumplió sus
deberes con peligro de su vida, dio información concerniente a los eventos y
trasmitió ordenes. Los procónsules de la Convención Fréron y Barras en
Marseilles y Toulon, Tallien en Bordeaux, Carrier en Nantes, perpetraron
masacres abominables. En París, el Tribunal Revolucionario, siguiendo las
propuestas del acusador público, Doquier-Tinville, inauguró el Reino del Terror.
La proscripción de los Girondinos por los Montañeses (2 de Junio de 1793), marcó
un progreso en la demagogia. El asesinato del sediento de sangre y demagogo
Marat, por Charlotte Corday(13 de Julio de 1793) dio lugar a extravagantes
manifestaciones en honor a Marat. Pero las provincias no siguieron esta
política. Siguieron noticias de insurrecciones en Caen, Marsella, Lyon, y Toulon:
y al mismo tiempo los Españoles estaban en Roussillon, los Piamonteses en
Saboya, los Austríacos en Valenciennes y los Vendeanos derrotaron a Kleber en
Torfou (Septiembre de 1793). La enloquecida Convención decretó la leva en masa;
la Heroica resistencia de Valenciennes y Mainz le dio tiempo a Carnot para
organizar nuevos ejércitos. Al mismo tiempo la Convención aprobó la Ley de los
Sospechosos (17 de Setiembre de 1793), que autorizaba la prisión de casi
cualquiera y como consecuencia de la cual fueron apresados 30.000. La reina
María Antonieta fue decapitada el 16 de Octubre de 1793. Catorce Carmelitas que
fueron ejecutadas el 17 de Julio de 1794 fueron declaradas Venerables por León
XIII en 1902.
Desde un punto de vista religioso, una nueva característica se presentó en este
período: el clero constitucional, acusado de simpatía hacia los Girondinos, se
hizo casi tan sospechoso como los sacerdotes no juramentados. Aparecieron
numerosos conflictos entre los sacerdotes constitucionales y las autoridades
civiles con relación al decreto de la Convención que no permitía a los
sacerdotes preguntarle a quienes intentaban casarse si eran bautizados, si se
habían confesado o si eran divorciados. Los obispos constitucionales no se
someterían a la Convención cuando les requirieran dar la bendición nupcial a
sacerdotes apóstatas. La mayoría de los obispos constitucionales permanecieron
hostiles al casamiento de los sacerdotes, a pesar del ejemplo del obispo
constitucional Thomas Lindet, un miembro de la Convención, que ganó el aplauso
de la Convención anunciando su matrimonio como del escándalo generado por Gobel,
Obispo de París, al designar a un sacerdote casado en un puesto de París.. El
conflicto entre ellos y la Convención se hizo notoria cuando, el 19 de Julio de
1793, un decreto de la Convención decidió que los obispos que directa o
indirectamente pusieran cualquier obstáculo al casamiento de sacerdotes deberían
ser deportados y reemplazados. En Octubre la Convención declaró que los
sacerdotes constitucionales mismos debían ser deportados si eran encontrados
disminuidos en su actitud ciudadana. Las medidas tomadas por la Convención para
sustituir el viejo calendario Cristiano por el calendario Revolucionario, y los
decretos ordenando a las municipalidades a apoderarse y fundir las campanas y
los tesoros de las iglesias, probaron que prevalecían ciertas corrientes
tendientes a la descristianización de Francia. Por una parte, el descanso de
dècadi, cada décimo día, reemplazó el descanso del Domingo, por otra, la
Convención comisionó a Leonard Bourdon (19 de Setiembre de 1793) a compilar una
colección de las acciones heroicas de los Republicanos para reemplazar las vidas
de los santos en las escuelas. Los "representantes misioneros", enviados a las
provincias, cerraron iglesias, persiguieron a ciudadanos sospechosos de
prácticas religiosas, intentaron obligar a los sacerdotes a casarse, y
amenazaron con la deportación por falta de ciudadanía a los sacerdotes que
rehusaron a abandonar sus puestos. Comenzó la persecución de todas las ideas
religiosas. A pedido de la Comuna de París, Gobel, Obispo de París, y trece de
sus vicarios renunciaron en la barra de la Convención (7 de Noviembre) y su
ejemplo fue seguido por varios obispos constitucionales. Los Montañeses, que
consideraban el culto necesario, reemplazaron la Misa Católica Dominical por la
misa civil de décadi. Al fracasar en reformar o nacionalizar el Catolicismo
intentaron formar una especie de culto civil, el desarrollo de un culto a la
tierra patria, que había sido inaugurada en la fiesta de la Federación. La
Iglesia de Notre Dame de Paris se transformó en templo de la Razón, y la fiesta
de la Razón se celebro el 10 de Noviembre. Las Diosas de la Razón y la Libertad
no eran siempre las hijas del pueblo bajo; frecuentemente provenían de las
clases medias. Investigaciones recientes han arrojado nueva luz sobre la
historia de estos cultos. M.Aulard fue el primero en reconocer que la idea de
honrar la tierra patria, que tuvo su origen en el festival de la Federación en
1790 dio paso a sucesivos cultos. Profundizando, M.Mathiez desarrolló la teoría
que los Convencionales, enfrentados al bloqueo de la Constitución Civil, y
testigos del poder de las sucesivas fiestas de la Federación sobre la mente de
las masas, quisieron realmente crear un culte de la patrie, la sanción de una fe
en la tierra patria. El 23 de Noviembre de 1793, Chaumette aprobó una ley
enajenando todas las iglesias en la capital. Este ejemplo fue seguido en las
provincias, donde fueron cerradas al culto Católico, todas las iglesias de las
ciudades y una cantidad de las ubicadas en el campo. La Convención ofreció una
recompensa a los sacerdotes para que abjuraran, aprobando un decreto que
aseguraba una pensión a los que lo hicieran, y el más doloroso día de aquel
triste período fue el 20 de Noviembre de 1793, cuando hombres, mujeres y niños
vestidos con hábitos Sacerdotales extraídos de la Iglesia de St. Germain des
Prés marcharon a través del hall de la Convención. Laloi, quien presidió, los
felicitó, diciendo que ellos habían, "aniquilado dieciocho siglos de error". A
pesar del papel jugado por Chaumette y la Comuna de París en el trabajo de
violenta descristianización, M. Mathiez ha probado que no es correcto asignar
toda la responsabilidad a la Commune y a los Exagérés, como fueron llamados, y
que un Moderado, un Indulgente, llamado Thuriot, el amigo de Danton, fue uno de
los mas violentos instigadores. Es por tanto claro porqué Robespierre, quien
deseaba una reacción contra estos excesos, debía atacar a ambos Exagérés e
Indulgentes
En verdad, el movimiento reaccionario fue pronto evidente. Ya desde el 21 de
Noviembre de 1793, Robespierre se quejó de los "locos que solamente podrían
revivir el fanatismo". El 5 de Diciembre motivó a la Convención a adoptar el
texto del manifiesto a las naciones de Europa en el cual los miembros declaraban
que buscaban proteger la libertad de todos los credos; el 7 de Diciembre,
sostuvo la moción del comité de seguridad pública que reportaba el mal efecto de
la intolerante violencia de los representantes misioneros en las provincias, y
que prohibía en el futuro todas las amenazas o violencia contrarias a la
libertad de culto. Estos decretos fueron la causa de la guerra entre Robespierre
y entusiastas como Hérbert y Clootz. Al principio Robespierre mandó a sus
enemigos al cadalso; Hérbert y Clootz fueron decapitados en Marzo de 1794,
Chaumette y el Obispo Gobel en Abril. Pero en ese mismo mes de Abril,
Robespierre mandó al patíbulo a los Moderados Desmoulins y Danton, quienes
querían parar el Terror y se convirtió en el amo de Francia, con sus segundos
Couthon y Saint-Just. M.Aulard considera a Robespierre como hostil a la
descristianización por motivos religiosos y políticos; explica que Robespierre
compartía la admiración por Cristo sentida por el Vicario de Rousseau Savoyard y
que temía el efecto maligno de la política anti- religiosa de la Convención
sobre los poderes de Europa. M.Mathiez, en cambio, considera que Robespierre no
condenaba en principio la descristianización; que él conocía la común hostilidad
hacia el Comité de Seguridad Pública de Moderados como Thuriot y entusiastas
como Hébert; y que basado en información de Basire y Chabot sospechaba de que
ambos partidos promovían las fanáticas medidas de descristianización solamente
para desacreditar a la Convención en el exterior y así complotar más fácilmente
con los poderes hostiles a Francia. Las verdaderas intenciones de Robespierre
son todavía un problema histórico. El 6 de Abril de 1794, comisionó a Couthon a
proponer en el nombre del Comité de Seguridad Pública que se instituyera una
fiesta en honor al Ser Supremo, y el 7 de Mayo Robespiere en persona destacó, en
un largo discurso, el plan de la nueva religión. Explicó que desde el punto de
vista religioso y Republicano, la idea de un Ser Supremo era ventajosa para el
Estado, que la religión debía ser dispensada del sacerdocio, y que los
sacerdotes eran a la religión lo que los charlatanes a la medicina, y que el
verdadero sacerdote del Ser Supremo era la Naturaleza. La Convención deseó hacer
traducir este discurso en todos los idiomas y dictó un decreto del que el primer
artículo era: "El pueblo Francés reconoce la existencia del Ser Supremo y la
inmortalidad del alma". El mismo decreto establece que se mantiene la libertad
de culto pero agrega que en caso de disturbios causado por el ejercicio de la
religión, aquellos que "exciten mediante prédicas fanáticas o con innovaciones
contra Revolucionarias" debían ser castigados acorde all rigor de la ley. Por lo
tanto la condición de la Iglesia Católica permaneció igualmente precaria y el
primer festival del Ser Supremo fue celebrado a través de toda Francia el 8 de
Junio de 1794 con un agresivo esplendor. Mientras que los Exagérés deseaban
simplemente destruir el Catolicismo, y en sus templos de la Razón se enseñaban
más doctrinas políticas que morales. Robespierre deseaba que la religión cívica
tuviera un código moral que él basaba en dos dogmas: el de Dios y el de la
inmortalidad del alma. Él era de la opinión que la idea de Dios tenía un valor
social, que la moralidad pública dependía de ella y que los Católicos
sostendrían más dispuestos la república bajo los auspicios del Ser Supremo.
Las victorias de los ejércitos republicanos, especialmente el de Fleurus (Julio
de 1794), reforzaron a los patriotas de la Convención; aquellos de Chalet, Mans
y Savenay, marcaron la contención de la insurrección Vandeana. Lyons y Toulon
fueron recapturados, Alsacia fue liberada, y la victoria de Fleurus (26 de Junio
de 1794) entregó Bélgica a Francia. Mientras el peligro externo estaba
disminuyendo, Robespierre cometió el error de poner a votación en Junio, la
terrible ley de 22 Prairial, que acortaba aún más el procedimiento sumario del
tribunal Revolucionario y permitía que la sentencia fuera aprobada casi sin
juicio aún sobre los miembros de la Convención. La Convención sintió miedo y al
día siguiente quitó esta última cláusula. Montañeses como Tallien, , Billaud-Varenne,
y Collot d'Herbosi, amenazados por Robespierre, se unieron con Moderados como
Boissy d'Anglas y Durand Maillane para producir el coup d'état of 9 Thermidor
(27 de Julio de 1794). Robespierre y sus partidarios fueron ejecutados, y la
reacción Thermidoriana comenzó. La Comuna de París fue suprimida, el Club
Jacobino cerrado, el tribunal Revolucionario disuelto después de haber enviado
al cadalso al acusador público Fouquier-tinville y al Terrorista, Carrier, el
autor del aplastamiento de Nantes(noyades). La muerte de Robespierre fue la
señal para un cambio de política que probó ser ventajosa para la Iglesia; muchos
sacerdotes prisioneros fueron liberados y muchos sacerdotes émigré retornaron.
Ni una sola ley hostil al Catolicismo fue derogada pero la aplicación de las
mismas fue flexibilizada en gran medida. La política religiosa de la Convención
se tornó indecisa y cambiante. El 21 de diciembre de 1794, un discurso del
obispo constitucional, Grégoire, reclamando una efectiva libertad de culto,
levantó violentos murmullos en la Convención, pero fue aplaudida por el pueblo;
y cuando en Febrero de 1795, los generales y comisarios de la Convención en sus
negociaciones con los Vendeanos les prometieron la restauración de sus
libertades religiosas, la Convención regresó a la idea sostenida por Grégoire, y
por sugerencia del Protestante, Boissy d'Anglas, aprobó la Ley de 3 Ventôse (21
de Febrero de 1795), que marcó el afrancesamiento de la Iglesia Católica. Esta
ley estableció que la república no debía pagar salario a los sacerdotes de
ninguna religión, y que ninguna iglesia debía ser reabierta, pero declaró que el
ejercicio de la religión no debía ser molestado, y prescribió penalidades para
los que lo hicieran. Inmediatamente los obispos constitucionales emitieron un
Encíclica para el Establecimiento del culto Católico, pero su reconocimiento fue
debilitado. La confianza de los fieles fue en cambio dada a los sacerdotes no
juramentados que estaban volviendo gradualmente. Estos sacerdotes fueron pronto
tan numerosos que en Abril de 1795, la Convención les ordenó partir dentro de un
mes bajo pena de muerte. Este fue un nuevo brote de anti-Catolicismo. Con la
fluctuación que de allí en adelante la caracterizó, la Convención hizo pronto un
contra movimiento. El 20 de mayo de 1795, el hall de la asamblea fue invadido
por la multitud y el diputado Féraud asesinado. Estas violencias de los
Extremistas dieron alguna influencia a los Moderados, y el 30 de Mayo, por
sugerencia del Católico Lanjuinais, la Convención decretó que (Ley de 11
Prairial) las iglesias no confiscadas debían ser puestas a disposición de los
ciudadanos para el ejercicio de su religión, pero que todo sacerdote que deseara
oficiar en esas iglesias debía previamente prestar un juramento de sumisión a
las leyes; aquelos que se rehusaran podían legalmente celebrar servicios en
casas privadas. Este juramento de sumisión a las leyes era mucho menos serio que
los juramentos anteriormente prescriptos por las autoridades Revolucionarios, y
el Abbé Sicard ha mostrado cómo Emery, Superior General de St. Sulpice, Bausset,
Obispo de Alais y otros eclesiásticos estaban inclinados a una política de
pacificación y a opinar que podía prestarse este juramento.
Mientras parecía estar favoreciendo una política más tolerante la Convención
obtuvo éxitos diplomáticos, como recompensa de las victorias militares: los
tratados de París con Toscana, los de la Haya con la República de
Batavia(Holanda), de Basilea con España, dieron como fronteras a Francia los
Alpes, el Rin y el Mosa. Pero la política de pacificación religiosa no estaba
durando. Ciertos períodos de la historia de la Convención justifican la teoría
de M. Champion de que ciertas medidas religiosas tomadas por los Revolucionarios
fueron forzadas por las circunstancias. El control de los descendientes de los
émigrés en las costas Bretonas por Hoche en Quiberon, originó nuevos ataques
sobre los sacerdotes. El 6 de setiembre de 1795 (ley de 20 Fructidor), la
Convención exigió el juramento de las leyes aún a los sacerdotes que oficiaban
en casas privadas. La insurrección Realista del 13 Vendémiaire, aplastada por
Bonaparte, provocó un muy severo decreto contra los sacerdotes deportados que
fueran encontrado en territorio Francés; serían sentenciados a destierro
perpetuo. Por lo tanto, al momento que se disolvió la Convención, las iglesias
estaban separadas del Estado. En teoría el culto era líbre; la Ley del 29 de
Setiembre de 1795 (7 Vendémiaire), sobre política religiosa, aunque lejos de
satisfacer al clero, fue sin embargo una mejora sobre las leyes del Terror, pero
la aranquía y el espíritu de persecución todavía alteraban a todo el país. No
obstante Francia le debe a la Convernción una serie de creaciones perdurables:
el Registro Contable de la Deuda Pública, la Escuela Politécnica, el
Conservatorio de Artes y Oficios, el Departamento de Longitudes, el Instituto de
Francia, y la adopción del sistema decimal de pesos y medidas. Los vastos
proyectos diseñados con relación a la educación primaria, secundaria y superior
casi no tuvieron resultados.
VI. El Directorio
En virtud de la llamada "Constitución del año III", promulgada por la Convención
el 23 de Setiembre de 1795, un Directorio de cinco miembros (27 de Octubre de
1795) se convirtió en el ejecutivo, y los Concejos de los Quinientos y de los
Ancianos, en el poder legislativos. En ese momento los tesoros públicos estaban
vacíos, lo cual fue una razon por la cual el pueblo comenzó gradualmente a
sentir la necesidad de un fuerte poder restaurador. Los Directores Carnot,
Barras, Letourneur, Rewbell, La Reveillière-Lépeaux eran adversos al
Cristianismo, y en la separación de la Iglesia y el Estado vieron solamente el
medio de aniquilar la Iglesia. Ellos deseaban que aún el episcopado
Constitucional, del que no podían negar la adhesión al nuevo régimen, debía ser
extinguido gradualmente, y trataron de prevenir la elección de sucesores de los
obispos constitucionales cuando estos murieran, y multiplicaron las medidas
contra los sacerdotes no juramentados. El Decreto del 16 de Abril de 1796, que
convirtió en pena de muerte a la correspondiente por provocar cualquier atentado
para derrocar al gobierno Republicano fue una amenaza pendiente a perpetuidad
sobre las cabezas de los sacerdotes no juramentados. Que lo que los Directores
realmente deseaban era poner obstáculos en el camino de todas las clases de
religión, a pesar de las declaraciones teóricas afirmando la libertad de culto,
queda probado por la Ley del 11 de Abril de 1796, que prohibía el uso de
campanas y toda clase de convocatoria pública para el ejercicio de la religión,
bajo pena de un año de prisión, y , en caso de una segunda ofensa, la pena era
la deportación. Cuando el Directorio averiguó que a pesar de la interferencia
policial, algunos obispos no juramentados estaban oficiando públicamente en
París, y que antes de finales de 1796 se habían abierto más de treinta iglesias
y oratorios a los sacerdotes no juramentados en París, presentó ante los
Quinientos un plan el cual, después de veinte días, permitía la expulsión del
suelo Frances, sin la admisión del juramento prescripto por la Ley de
Vendémiaire, de todos los sacerdotes que no hubieran prestado el Juramento
Constitucional prescripto en 1790, o el Juramento de Libertad e Igualdad
prescripto en 1792; aquellos que después de tal tiempo fueran encontrados en
Francia serían ejecutados. Pero en medio de las discusiones que originó este
proyecto, se descubrió la conspiración Socialista de Babeuf, lo que mostró que
el peligro estaba en la Izquierda; y el 5 de Agosto de 1796, el terrible
proyecto que solamente había sido aprobado con mucha dificultad por los
Quinientos, fue rechazado por los Ancianos.
El Directorio comenzó a sentir que su política de persecución religiosa no era
más seguida por los Concejos. Conoció también que Bonaparte, quien llevaba a los
ejércitos del Directorio en Italia de victoria en victoria, demostraba
consideración por el papa. Además, los mismos electores mostraban que deseaban
un cambio de política. Las elecciones del 20 de mayo de 1797, causaron un cambio
en la mayoría predominante en los Consejos desde la Izquierda hacia la Derecha.
Pichegru se convirtió en presidente de los Quinientos, un Realista, Barthélemy,
se convirtió en uno de los Cinco Directores. Las violentas discusiones que
tuvieron lugar desde el 26 de Junio al 18 de Julio, en las cuales se distiguió
Royer Collard, llevaron a votación la propuesta del diputado Dubruel para la
abolición de todas las leyes contra los sacerdotes no juramentados aprobadas
desde 1791. Los Directores, alarmados por lo que consideraron un movimiento
reaccionario, comisionaron al General Augereau a efectuar el coup d'état de 18
Fructidor (4 de Setiembre de 1797); fueron anuladas las elecciones de 49
departamentos, Dos Directores, Carnot y Barthélemy, proscriptos, 53 diputados
deportados , y restaurada la vigencia de las leyes contra los émigré y los
sacerdotes no juramentados. Tuvo lugar una caza organizada de estos sacerdotes a
través de toda Francia; el Directorio arrojó a cientos de ellos a la insana
costa de Sinnamary, Guayana, donde murieron. Al mismo tiempo, el Directorio
comisionó a Berthier para efectuar un ataque a los Estados Papales y al papa de
lo que Bonaparte se había refrenado. La República Romana fue proclamada en 1798
y Pío VI fue llevado prisionero a Valence. Se renovó en Francia una
especialmente odiosa persecución contra las ancestrales costumbres Cristianas;
se la conoció como la persecución décadaire. Funcionarios y municipalidades
fueron llamados a abrumar con vejaciones a los partidarios del Domingo y a
restaurar la obsevancia del décadi. El descanso de este día se convirtió en
obligatorio no solamente para las administraciones y escuelas, sin también para
el comercio y la industria. Los casamientos sólo podían celebrarse el décadi en
la ciudad principal de cada canton.
Otra aventura religiosa de este período fue la de los Teofilantropistas, que
deseaban crear una iglesia espiritualista sin dogmas, milagros, sacerdocio o
sacramentos, una especie de vaga religiosidad, similar a las "sociedades éticas"
de los Estados Unidos. Contrariamente a lo que ha sido aseverado por cien años,
M. Mathiez ha probado que el Teofilantropismo no fue fundado por el director La
Réveillière-Lépeaux. Fue una iniciativa privada del antiguo Girondino, el
librero Chemin Dupontés, quien dio nacimiento a este culto; colaboraron con él
Valentine Hauy, instructor de ciegos y antiguo Terrorista, y el fisiócrata
Dupont de Nemours. Durante los comienzos de su existencia, la nueva Iglesia fue
perseguida por los agentes de Cochon, Ministro de Policía, quien era instrumento
de Camot, y fue solamente al poco tiempo, después del coup d'état de 18
Fructidor , que los Teofilantropistas se beneficiaron por la protección de La
Réveillière. Los Teofilantropistas sufrieron y fueron perseguidos en proporcion
con los esfuerzos del Directorio por el culte décadaire; en Paris, fueron a
veces tratados aún peor que los Católicos, a los sacerdotes Católicos se les
permitía a veces ocupar los edificios conectados con ciertas iglesias mientras
que a los Teofilantropistas se los desalojaba. En una curiosa memoria escrita
después del 18 Fructidor titulada "Des circonstances actuelles qui peuvent
terminer la Revolution et des principes qui doivent fonder la Républic en France",
la famosa Madame de Stael, quien era Protestante, se declaró a si misma contra
la Teofilantropía; como muchos Protestantes, ella tenía la esperanza que el
Protestantismo se convirtiera en la religión de Estado de la República. A través
de su torpeza y su odiosa política religiosa el Directorio se expuso a serias
dificultades. Perturbados por las innovaciones anti-religiosas, las provincias
Belgas se sublevaron; 6000 sacerdotes fueron proscriptos. Bretaña, Anjou y Maine
se rebelaron nuevamente, ganando sobre Normandía. El prestigio de los ejércitos
Franceses en el exterior eran sostenidos por Bonaparte en Egipto, pero eran
odiado en el Continente y en 1799 fueron obligados a evacuar la mayor parte de
Italia. El retorno de Bonaparte y el coup d'état del 18 Brumaire (10 de
Noviembre de 1799) fueron necesarios para fortalecer la gloria de los ejércitos
Franceses y para restaurar la paz al país y a las conciencias.
TOURNEUX, Bibl. de l'hist. de Paris pendant la Révolution (Paris, 1896-1906);
TUETEY, Répertoire des sources manuscrites de l'hist de Paris sous la Révolution,
7 vols. Ya publicado (Paris, 1896-1906); FORTESCUE, Lista de tres colecciones de
libros, panfletos y diarios relativos a la Revolución Francesa en el Museo
Británico (Londres, 1899). Reimpresión del Moniteur Universel (1789-99); las dos
colecciones en curso de la publicación de Documents inédits sur l'hist.
économique de la Révolution française; y Documents sur l'hist. de Paris pendant
la Révolution française; los trabajos de BARRUEL (q.v.); BOURGIN, La france et
Rome de 1788 à 1797, regeste des dépêches du cardinal secrétaire d'état, tirée
du fond des "Vescovi" des archives secrètes du Vatican (Paris, 1909), fasc. 102
de la Biblioteca de las Escuelas Francesas de Atenas y Roma; entre las numerosas
memorias sobre Francia en vísperas de la Revolución puede mencionarse: YOUNG,
Viajes en Francia, ed. BETHAM-EDWARDS (London, 1889); y sobre la Revolución
propiamente dicha: Mémoires de l'internounce Salamon, ed. BRIDIER (Paris, 1890);
GOUVERNEUR MORRIS, Diario y Cartas (Nueva York, 1882); Un séjour en France 1792
à 1795, lettres d'un témoin de la Révolution française, tr. TAINE (Paris, 1883);
el trabajo del famoso BURKE, Reflexiones sobre la Revolución Francesa, ed, SELBY
(Londres, 1890), mantiene una importante critica de las ideas Revolucionarias.
Trabajos Generales - THIERS, Hist. de la Révolution française (tr. Paris,
1823-27); MIGNET, Hist. de la Révolution française (Paris, 1824); MICHELET,
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Révolution française (Paris, 1847-1863; TOCQUEVILLE, L'ancien régime et la
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GEORGES GOYAU
Transcrito por Jeffrey L. Anderson
Traducido por Luis Alberto Alvarez Bianchi