Racionalismo
EnciCato
(Del latín, ratio-razón, la facultad de la mente que constituye la base del
cálculo, es decir, de la razón discursiva)
El término se utiliza: (1) en un sentido exacto, para designar un momento
específico en el desarrollo del pensamiento protestante en Alemania; (2) en un
sentido más amplio y corriente, para abarcar el concepto (en relación con el
cual muchos escuelas pueden clasificase como racionalistas) de que la razón o el
entendimiento humano, son la única fuente y la prueba final de toda verdad.
Además: (3) se ha aplicado ocasionalmente al método de tratar teológicamente la
razón revelada, vertiéndola en una forma razonada y utilizando categorías
filosóficas en su elaboración. En este artículo se analizarán estos tres usos
del término.
(1) La Escuela Alemana del Racionalismo teológico fue parte del movimiento más
generalizado del siglo XVIII conocido como el “Siglo de las Luces”. Se puede
decir que debe su origen inmediato al sistema filosófico de Christian Wolff
(1679-1754), que fue una modificación, con características aristotélicas, del
sistema filosófico de Leibniz, caracterizado específicamente por su
espiritualismo, determinismo y dogmatismo. Esta filosofía y su método ejercieron
una profunda influencia en el pensamiento religioso alemán contemporáneo,
confiriéndole un punto de vista racionalista en cuanto a teología y exégesis. En
términos generales, la filosofía alemana del siglo XVIII fue tributaria de
Leibniz, cuya “Teodicea” fue escrita principalmente en oposición al racionalismo
de Bayle: se distinguía por una infiltración del deísmo inglés y el materialismo
francés, con las que, visto desde nuestra perspectiva actual, el racionalismo
tenía gran afinidad, y hacia los cuales se fue desarrollando poco a poco: luego
se generalizó, por su unión con la literatura popular. Wolff fue expulsado de su
cátedra en la Universidad de Halle por la naturaleza racionalista de sus
enseñanzas, debida principalmente a la acción de Lange (1670-1774; cf. "Causa
Dei et reilgionis naturals adversus atheismum", y "Modesta Disputatio", Halle,
1723). Se retiró a Marburg, donde enseñó hasta 1740, cuando fue llamado de nuevo
a Halle, por Federico II. El intento de Wolf por demostrar la racionalidad de la
religión natural no fue el modo alguno un ataque a la revelación. Como
“supranaturalista” admitía las verdades que superan la razón e intentaba basar
en la razón las verdades sobrenaturales contenidas en la Sagrada Escritura. No
obstante, si bien su intento incensaba la escuela pietista y era bien aceptado
por los luteranos ortodoxos más liberales y moderados, se mostró en realidad muy
a favor del naturalismo que deseaba condenar. Él sostenía que la religión
natural es demostrable; mientras que la religión revelada se encuentra
únicamente en la Biblia. Sin embargo, en su método para comprobar la autoridad
de la escritura, el recurso perdió ante la razón y así la mente humana, como es
lógico, se convirtió en el último árbitro para los dos puntos de vista. El
supranaturalismo en la teología, el concepto que Wolf pretendía defender,
demostró ser incompatible con esa posición filosófica y fue reemplazado por el
racionalismo. Hay que diferenciar, no obstante, entre éste y el naturalismo puro
al que condujo, aunque nunca se identificó teóricamente con él. Los
racionalistas nunca negaron la Revelación; aunque, de hecho, si bien no en
teoría, fue suprimido tácitamente por el postulado, que encontró una aplicación
cada vez mayor, de que la razón es juez competente de toda verdad. Por otra
parte, los naturalistas negaban la Revelación. Al igual que el deísmo y el
materialismo, el racionalismo alemán invadió el ámbito de la exégesis bíblica.
Aquí surgió una destructiva crítica, muy similar a la de los deístas, contra los
milagros registrados en la Sagrada Escritura y la autenticidad de la misma. Sin
embargo, se mantenía la diferenciación entre el racionalismo y el naturalismo.
El gran crítico bíblico Semler (1725-91), uno de los principales representantes
de esa escuela, fue un oponente acérrimo de esta última; junto con Teller
(1734-1804) y otros, se empeñó por demostrar que los registros de la Biblia sólo
tiene un carácter local y temporal, intentando así salvaguardar la revelación
más profunda a la vez que sacrificaba y entregaba a sus críticos su vehículo
superficial. El distingue entre teología y religión (la que interpreta como
ética).
La diferencia planteada entre la religión natural y la religión revelada
requería una definición más exacta de la misma. Tanto para los supranaturalistas
como para los racionalistas la religión era “una forma de conocer y venerar la
Divinidad”, pero que para los racionalistas consistía ante todo en la
observancia de la ley de Dios. Esta identificación de la religión con la moral,
que en ese tiempo era de carácter utilitario (ver UTILITARIANISMO), llevó al
desarrollo de aspectos adicionales en los conceptos de la naturaleza de la
religión, del significado de la Revelación y del valor de la Biblia como una
colección de libros inspirados. Empezaba a desintegrarse el concepto inicial de
los protestantes ortodoxos sobre la religión como un conjunto de verdades
comunicadas y enseñadas por Dios al hombre en la Revelación. En la
diferenciación hecha por Semler entre religión (como ética) por una parte y
teología por la otra, con la separación similar de Herder entre religión y
opiniones teológicas y usos religiosos, la causa de la religión cristiana, según
ellos la concebían, parecía estar más allá del alcance del impacto de las
críticas que, al destruir las bases en las que supuestamente se fundaba, habían
contribuido en tan gran medida a desacreditar la forma antigua del luteranismo.
Sin embargo, la crítica de la razón de Kant (1724-1804) fue el punto decisivo en
el desarrollo del racionalismo. Para una plena comprensión de su actitud, el
lector debe conocer la naturaleza de su educación pietista y su formación
filosófica posterior en la escuela de pensamiento de Leibniz-Wolff (ver KANT,
FILOSOFÍA DE). En lo que se refiere al tema que nos ocupa, Kant era un
racionalista. Para él la religión era coextensiva con la moral natural, aunque
no con la utilitaria. Cuando se encontró con la crítica de Hume y comenzó a
escribir su famosa “Kritik”, su preocupación era la de salvaguardar sus
opiniones religiosas, su rigurosa moral, contra el peligro de la crítica. Esto
lo logró, no mediante el antiguo racionalismo sino desacreditando la metafísica.
En su opinión, las evidencias aceptadas de la existencia de Dios, la
inmortalidad y la libertad quedaban desvirtuadas y los bien conocidos conjuntos
de postulados del “imperativo categórico” ocupaban ahora su lugar. Este fue
evidentemente el fin del racionalismo en su forma inicial, en donde las verdades
fundamentales de la religión se destacaban como demostrables por la razón. Sin
embargo, a pesar de desplazar la carga de la religión retirándola del concepto
de la razón pura para colocarla sobre la razón práctica, todo parece indicar que
Kant mismo no pudo llegar al concepto al que se orientaba todo su trabajo, es
decir, que la religión no es sólo ética, algo que conciba las leyes morales como
mandamientos divinos, por más separada que esté del utilitarismo, no es un
concepto de la mente sino del corazón y la voluntad; y que la revelación no
llega al hombre a través de una promulgación externa sino que se trata de una
adaptación personal hacia Dios. A este concepto se llegó paulatinamente con la
aceptación cada vez mayor de la teoría de que el hombre posee un sentido o una
facultad de carácter religioso, diferente al sentido racional (Fries, 1773-1843;
Jacobi, 1743-1819; Herder, 1744-1803; todos opuestos al intelectualismo de Kant),
y encontró expresión por último en Schleiermacher (1768-1834), para quien la
religión no se está en el conocimiento ni el la acción sino que en una actitud
específica de la mente que consiste en la conciencia de la dependencia absoluta
de Dios. Aquí desaparece la antigua diferenciación entre religión natural y
religión revelada. Todo lo que pueda llamarse religión, la conciencia de la
dependencia, es al mismo tiempo reveladora y toda religión tiene la misma
naturaleza. No existe revelación especial en el sentido protestante más antiguo
(el católico), sino sólo esta actitud de dependencia que se da en el individuo a
través de la enseñanza de varias importantes personalidades que, cada cierto
tiempo, han manifestado un extraordinario sentido de lo religioso.
Schleiermacher fue contemporáneo de Fichte, Schelling, y Hegel, cuya
especulación filosófica influyó junto con la suya propia para terminar
subvirtiendo el racionalismo tal como se considera aquí. Es posible que el
movimiento no haya terminado con él, quien, en la opinión de Teller, “Ha sido el
mayor teólogo de la Iglesia Protestante desde el periodo de la Reforma”. La
mayoría de los teólogos protestantes modernos aceptan sus conceptos aunque sin
llegar a excluir el conocimiento como base de la religión. Paralelamente con el
desarrollo de los conceptos filosóficos y teológicos relacionados con la
naturaleza de la religión y con el valor de la Revelación, que constituyen sus
principios críticos, se desarrolló una evolución de la exégesis. La primera fase
consistió en reemplazar la doctrina protestante ortodoxa (es decir, el que la
Sagrada Escritura es la Palabra de Dios) al hacer una diferenciación entre la
palabra de Dios contenida en la Biblia y la Biblia misma (Töllner, Herder),
aunque los racionalistas seguían sosteniendo que la más pura fuente de la
revelación se encuentra en la palabra escrita y no en la palabra que nos llega
por tradición. Esta diferenciación llevó inevitablemente a la destrucción del
rígido concepto de la inspiración y preparó el terreno para la segunda fase.
Ahora se utilizó el principio de acomodación para explicar las dificultades que
representaban los recuentos de eventos milagrosos y las manifestaciones
demoníacas registrados en las Escrituras (Senf, Vogel), y se utilizaron también
métodos arbitrarios de exégesis para ese mismo fin (Paulus, Eichhorn). En la
tercera fase, los racionalistas llegaron al punto de aceptar la posibilidad de
que Cristo y los Apóstoles hubieran cometido errores, al menos en relación con
partes no esenciales de la religión. En vano se emplearon todos los elementos de
la exégesis y, al final, los racionalistas se vieron obligados a admitir que los
autores del Nuevo Testamento tenían que haber escrito desde un punto de vista
diferente al que adoptarían los teólogos modernos (Henke, Wegseheider). Este
principio, lo suficientemente elástico como para ser utilizado por casi
cualquier tipo de opinión, fue admitido por varios Supranaturalistas (Reinhard,
Storr), y goza de aceptación generalizada entre los doctores del protestantismo
moderno, en lo que se refiere al rechazo de la palabra inspirada. Herder es muy
claro en cuanto a esta diferenciación, es necesario distinguir entre lo
verdaderamente inspirado y lo que no lo es; y de Wette establece un canon de
interpretación “la percepción religiosa de la operación divina, o el Espíritu
Santo, en los autores sagrados en lo que respecta a sus creencias e inspiración,
pero no en relación con su facultad de conceptualizar ideas...” En términos
extremos, puede verse utilizada en obras como "Leben Jesu", de Strauss en la que
se desarrolla la hipótesis de la naturaleza mítica de los milagros en mayor
medida que lo que lo hicieran Schleiermacher o de Wette.
(2) Racionalismo, en el sentido más amplio y generalizado del término, se
utiliza para designar cualquier forma de pensamiento en la que la razón humana
se considere como el criterio supremo de la verdad; en este sentido, se aplica
espacialmente a las formas de pensamiento que contrastan con la fe. Así el
ateismo, el materialismo, el naturalismo, el panteísmo, el escepticismo, etc,
corresponden al sistema racionalista. La tendencia racionalista, como tal,
siempre ha existido en la filosofía y ha mostrado por lo general su fuerza en
todas las escuelas de la crítica. Como ya se ha dicho, el racionalismo alemán
tiene grandes afinidades con el deísmo inglés y el materialismo francés, dos
formas históricas en las que se ha manifestado esta tendencia. Pero, con la
generalización de las ideas contenidas en los diversos sistemas que conformaban
estos movimientos, el racionalismo se ha degenerado hasta convertirse en un
concepto que el común de las gentes relaciona con una filosofía poco profunda y
engañosa que suele aducirse a nombre de la ciencia, de forma que ha surgido una
doble confusión en la que; se toman como hechos dudosas especulaciones
filosóficas y se tiene el concepto erróneo de que la ciencia se opone a la
religión.
Ahora este racionalismo es más bien un estado de ánimo, o una actitud, dispuesta
a adoptar cualesquiera argumentos, de cualquier fuente, con o sin valor alguno,
para argüir en contra de las doctrinas y prácticas de la fe. Además de esta
forma cruda y popular que ha adoptado, y que se debe en gran medida a la
publicación de copias baratas y propaganda agresiva, fluye una corriente mas
profunda y ponderada de racionalismo crítico-filosófico que rechaza rotundamente
la religión y la Revelación o las ataca en forma muy similar a como lo hacían
los alemanes. Sus diversas manifestaciones tienen poco en común en cuanto a
método o contenido, con excepción del atractivo general hacia la razón como
entidad suprema. No hay mejor descripción de esta posición que la contenida en
el enunciado de los objetivos de la Asociación de Prensa Racionalista. Entre
ellos están los de: "Fomentar los hábitos de reflexión y consulta y el libre
ejercicio del intelecto individual. . . y, en términos generales, reafirmar la
supremacía de la razón como el medio natural y necesario para tener acceso a
todo el conocimiento y la sabiduría que el hombre pueda alcanzar”. Un cuidadoso
escrutinio de las publicaciones de esta Asociación revelará el sentido en el que
este cuerpo representativo interpreta dicho enunciado. Debe decirse, por último,
que el racionalismo es el resultado directo y lógico de los principios del
protestantismo; y que la forma intermedia en la que se asiente a la verdad
revelada como marcada por el imprimatur de la razón, es sólo una fase de la
evolución de las ideas hasta la incredulidad general. En el Syllabus de Pio IX
se encuentran las condenas oficiales de las diversas formas de racionalismo,
absoluto y mitigado.
(3) Es posible que el término racionalismo no se aplique, por lo general, al
método teológico de la Iglesia Católica. Sin embargo, todas las modalidades de
enunciados teológicos, preeminentemente representativos de la forma dialéctica
de la teología católica, son racionalistas en el mas fiel sentido de la palabra.
De hecho, a lo que se ha sostenido aquí en relación con el racionalismo se
contrapone el argumento de la Iglesia que sostiene que dicha descripción es, a
lo sumo, apenas la de un racionalismo mutilado e irracional, que no merece ese
nombre, mientras que el de la Iglesia es completo, desde el punto de vista
racional, y está integrado, además por la verdad suprarracional. En este
sentido, la teología católica presupone que ciertas verdades de la razón natural
como la filosofía de los preambula fidei (la ancilla theologiæ) se utilizan en
defensa de la verdad revelada (ver APOLOGÉTICA), y el contenido de la Revelación
Divina se trata y sistematiza en las categorías del pensamiento natural. Esta
sistematización se realiza tanto en la teología dogmática como en la teología
moral. Es un proceso contemporáneo con el primer intento de elaborar un
enunciado científico de la verdad religiosa, llega a la perfección del método en
las obras de autores como Santo Tomás de Aquino y San Alfonso y se utiliza y
desarrolla de forma consistente en las Escuelas.
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FRANCIS AVELING.
Transcrito por Douglas J. Potter
Dedicado al Sagrado Corazón de Jesucristo
Traducido por Rosario Camacho-Koppel
www.catholicmedia.net