Pasión de Jesucristo en los Cuatro Evangelios
EnciCato


Tenemos en los Evangelios cuatro relaciones separadas de la Pasión de Nuestro Señor, las cuales se complementan unas con otras, por lo sólo a través de un cuidadoso examen y comparación de todos ellos podemos llegar a tener un conocimiento claro y completo de toda la historia. Los tres primeros Evangelios son muy similares entre sí en su plan general, y de hecho son tan parecidos que se cree que están relacionados por algún tipo de conexión literaria; pero el cuarto Evangelio, aunque el escritor evidentemente estaba familiarizado al menos con el tono general de la historia contada por los otros tres, nos ofrece un relato independiente.

Si comenzamos señalando en cualquiera de los Evangelios Sinópticos aquellos versículos que, en substancia, se encuentran también en los otros dos, y entonces leemos estos versículos constantemente, encontraremos que en ellos tenemos una breve pero completa narración de toda la historia de la pasión. Desde luego existen algunos pocos detalles, pero los rasgos esenciales de la historia se conservan. En el Evangelio de San Marcos los versículos marcados quedarían como sigue: XIV, 1, 10-14, 16-18, 21-23, 26, 30, 32, 35-36, 41, 43, 45, 47-49, 53-54, 65 hasta el capítulo XV, 2, 9, 11-15, 21-22, 26-27, 31-33, 37-39, 41, 43, 46-47. Se necesitarían algunas modificaciones verbales para lograr que los versículos se leyeran de corrido. En ocasiones, la división no coincide del todo con el versículo. Es posible que este núcleo, a partir del cual nuestras relaciones presentes parecen haber aumentado, represente más o menos con cierta exactitud alguna narración original más antigua, ya fuera escrita o simplemente a través de pequeños relatos orales, compilados en los primeros días en Jerusalén. Esta narración original, en la medida en que podemos juzgar a partir de lo que se encuentra en común en los tres Sinópticos, incluye la traición, la preparación de la Cena Pascual, la Última Cena con un breve relato sobre la institución de la Eucaristía, la Agonía en el Huerto, el arresto y la comparecencia de Nuestro Señor ante Caifás, con Su interrogatorio y la condena por blasfemia. Luego sigue la negación de Pedro, y la presentación de Nuestro Señor ante Pilato. Viene enseguida la pregunta de Pilato: "¿Eres Tú el rey de los Judíos?" y la respuesta de Nuestro Señor, "Tú lo has dicho", con el intento de Pilato de ponerlo en libertad en ocasión de la fiesta, frustrado por la demanda del pueblo por Barrabás. Después de esto Pilato cedió débilmente a su insistencia y, habiendo azotado a Jesús, se los entregó para que lo crucificaran. La historia de la Crucifixión es en sí mismo un breve relato. Está limitado al reparto de las vestiduras, el letrero con la acusación sobre la cabeza, la burla de los sumos sacerdotes, la obscuridad sobrenatural y la rasgadura del velo del Templo. Después de la muerte tenemos la confesión del centurión, la petición del cuerpo de Jesús a Pilato, y su entierro, envuelto en una sábana de lino limpia, en el sepulcro nuevo de José excavado en la roca muy cerca del lugar.

Con objeto de distinguir lo que es peculiar para cada Evangelista, debemos observar una notable serie de pasajes adicionales que se encuentran tanto en San Mateo como en San Marcos. No existen coincidencias similares entre San Mateo y San Lucas, o entre San Marcos y San Lucas. Estos pasajes, tomados como aparecen en San Marcos, son los siguientes: Marcos XIV, 15, 19-20, 24-28, 31, 33-34, 37-40, 42, 44, 46, 50-52, 55-58, 60-64; XV, 3-8, 10, 16-20, 23-24, 29-30, 34-36, 40, 42. Tienen un carácter más bien de ampliación que de adición. Aún así, algunos de ellos son de una importancia considerable, por ejemplo, el escarnio de Nuestro Señor por parte de los soldados en el Pretorio, y el lamento desde la Cruz "¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?". Probablemente estas series formaban parte de una narración original omitida por San Lucas, quien tenía un acervo de información especial sobre la Pasión. Otra explicación podría ser que San Marcos amplió el relato original, y que su trabajo fue entonces usado por San Mateo. Los pasajes que se encuentran únicamente en San Marcos son por completo sin importancia. La historia del joven que huye desnudo, generalmente ha sido considerada como una reminiscencia personal. Marcos solamente habla del Templo como "hecho por manos", y también es el único en observar que los falsos testigos no se ponían de acuerdo unos con otros. Menciona también que Simón el Cirineo era "padre de Alejandro y Rufo", cuyos nombres eran, sin lugar a dudas, muy conocidos por aquellos a quienes él estaba escribiendo. Finalmente, es el único que registra el hecho de que Pilato pidiera pruebas de la muerte de Cristo. En el Evangelio de San Mateo, las peculiaridades son aún más numerosas y de un carácter más distintivo. Naturalmente en su Evangelio, escrito para un círculo de lectores provenientes del judaísmo, se encuentra la insistencia sobre la posición de Jesús como el Cristo. Existen varios episodios nuevos con rasgos marcadamente particulares. Incluyen el lavado de manos de Pilato y el sueño de su esposa, la resurrección de los santos después de la muerte de Cristo, con el terremoto y la apertura de las tumbas. Las características especiales que distinguen la narración de la pasión hecha por Lucas son muy numerosas e importantes. Así como San Mateo enfatiza el carácter Mesiánico, Lucas destaca el amor universal manifestado por Nuestro Señor, y establece en adelante a la Pasión como el acto más grande por el cual se completará la redención de la humanidad. Es el único que menciona la declaración de Pilato de que no encuentra culpa alguna en Jesús; y también el interrogatorio ante Herodes. Solamente él nos habla sobre el ángel que vino a fortalecer a Jesús en su agonía en el huerto, y, si la lectura es correcta, sobre las gotas de sangre que, mezcladas con el sudor, corrían hasta el suelo. A San Lucas debemos también el conocer por lo menos tres de las siete palabras pronunciadas desde la Cruz: la oración por Sus verdugos; el episodio del ladrón arrepentido; y la última expresión de todas, "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Finalmente, es únicamente San Lucas el que nos habla acerca del efecto producido sobre los espectadores, los cuales poco tiempo antes habían estado tan llenos de odio, y cómo regresaron a sus hogares "golpeándose el pecho". El rasgo tradicional del Cuarto Evangelio de haber sido escrito en una fecha posterior a la de los otros tres, y que después llegaron a convertirse en parte del patrimonio religioso de los Cristianos, queda plenamente confirmado por un estudio de la pasión. Aunque casi todos los detalles de la historia son nuevos, y el conjunto del relato está trazado sobre un plan que no tiene nada que ver con la fuente común utilizada por los Sinópticos, a lo largo de toda la obra se presupone un conocimiento previo de lo que ellos habían escrito, y que es casi necesario poseer antes para que esta última presentación del Evangelio pueda ser comprendida en su totalidad. Los eventos más importantes, enteramente relatados en los primeros Evangelios, son omitidos por completo en el Cuarto, de forma tal que sería muy desconcertante intentar compararlos y complementarlos. Por ejemplo, no existe ninguna mención de la institución de la Sagrada Eucaristía, la agonía en el huerto, o el juicio y condena ante Caifás. Pero por otra parte, tenemos un gran número de hechos que no se encuentran en los Sinópticos. Por ejemplo, el afán de Pilato de soltar a Nuestro Señor y su rendición final sólo por una amenaza concreta de parte de los jefes judíos; la presencia de Nuestra Señora al pie de la Cruz, y el encargo final de Jesús a ella y a San Juan. Lo más importante de todo es, quizás, la alanceada del costado causada por el soldado y el brotar de la sangre y el agua. De nueva cuenta es únicamente San Juan quien nos habla de la orden de romper las piernas a todos, y que las piernas de Jesucristo no fueron quebradas debido a que ya había muerto.

A primera vista surgen aparentes discrepancias entre la narración del Cuarto Evangelio y la de los Sinópticos, particularmente en lo que se refiere al día exacto de la crucifixión, la cual involucra la pregunta de si la Última Cena fue o no, en un sentido estricto, la cena Pascual. Si únicamente tuviéramos a los Sinópticos estaríamos casi seguros de que efectivamente lo fue, porque ellos hablan de preparar la Pascua y no dan indicios que la cena que ellos describen fuera cualquier otra cosa. Pero San Juan parece esforzarse para demostrar que la cena Pascual propiamente dicha no sería comida sino hasta el día siguiente. Él apunta que los judíos no querían entrar a la corte de Pilato porque tenían temor a contaminarse, ya que esto les impediría comer la Pascua. Es tan claro que difícilmente podemos equivocarnos al interpretar su significado, y ciertos pasajes en los Sinópticos en realidad parecen apuntar a la misma dirección. José, por ejemplo, pudo comprar el lino y los ungüentos para el entierro, lo cual no habría sido posible durante el día festivo. Más aun, un pasaje, que a primera vista parece indicar fuertemente en el otro sentido, tiene un significado completamente diferente cuando se hace la lectura correcta. "Con ansia he deseado", dice Jesús a sus Apóstoles, "comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios» (Lucas, XXII, 15-16). Para cuando la hora se cumpliera Él ya habría estado muerto, y el Reino de Dios ya habría llegado.

ARTHUR S. BARNES
Transcrito por Douglas J. Potter
Dedicado al Sagrado Corazón de Jesús
Traducido por Salvador Gómez Contreras