La
Santa Lanza
EnciCato
En el Evangelio de San Juan (XIX, 34) leemos que, después de la muerte de
Nuestro Salvador, "uno de los soldados le abrió el costado con una lanza
[lancea], y luego salió sangre y agua". Nada se sabe de esta arma santificada
hasta la descripción que hizo San Antonino de Piancenza (570 d.C.) de los santos
lugares de Jerusalén, donde nos dice que en la Basílica del Monte Sión vio "la
corona de espinas con la que Nuestro Señor fue coronado y la Lanza con la que
fue herido en el costado". Tal y como señala M. De Mély (Exuviae, III, 32), la
mención de la Lanza en la iglesia del Santo Sepulcro en el llamado "Breviarius",
no es fiable. Por otra parte, en una miniatura del famoso manuscrito sirio de la
Biblioteca Laurenciana de Florencia, iluminado por tal Rabulas en el año 586, se
le da una importancia significativa a la herida en el costado de Cristo. Además,
el nombre Longinus -si, de hecho, no se trata de una adición posterior- está
escrito en caracteres griegos (LOGINOS) sobre la cabeza del soldado que está
clavando su Lanza en el costado de Nuestro Salvador. Esto parece demostrar que
la leyenda que asigna este nombre al soldado (quién, según la misma tradición,
fue curado de oftalmía y convertido por una gota de la preciosa sangre que salía
a borbotones de la herida) pertenece al siglo VI. Además, resulta tentador,
aunque temerario, conjeturar que el nombre Logginos o Logchinos está, en cierto
modo, conectado con la Lanza (logche). Sea como fuere, a finales del siglo VI
fue venerada en Jerusalén una Lanza que supuestamente perforó el cuerpo de
Nuestro Salvador y la presencia de esta importante reliquia es testimoniada un
siglo antes por Casiodoro (en el salmo LXXXVI, P.L., LXX, 621) y posteriormente
por Gregorio de Tours (P.L., LXXI, 712). En el año 615, Jerusalén fue tomada por
un teniente del rey persa Chosroes. Las sagradas reliquias de la Pasión cayeron
en manos de los paganos y, según el "Chronicon Paschale", la punta de la Lanza,
que estaba partida, fue donada el mismo año a Nicetas, quien la llevó a
Constantinopla y la depositó en la iglesia de Santa Sofía. Esta punta de la
Lanza, colocada en una "yeona" o icono, fue regalada siglos después (en 1244)
por Baldwin a San Luis, quien la engarzó con la Corona de Espinas (q.v.) en la
Sainte Chapelle. Durante la Revolución Francesa estas reliquias fueron
trasladadas a la Biblioteca Nacional de París y, aunque la corona se ha
preservado hasta nuestros días, la otra reliquia ha desaparecido.
En cuanto a la segunda y parte más grande de la Lanza, Arculpus, alrededor del
año 670, la vio en Jerusalén, donde debió haber sido restituida por Heraclius,
pero entonces era venerada en la iglesia del Santo Sepulcro. Después
de esta fecha, no oiremos hablar de ella a ningún peregrino de Tierra Santa. Por
ejemplo, San Willibald, quien llegó a Jerusalén en 715, no la menciona. En
consecuencia, hay razones para creer que la reliquia mayor así como la punta
habían sido llevadas a Constantinopla antes del siglo X, posiblemente al mismo
tiempo que la Corona de Espinas. De todos modos, su presencia en Constantinopla
parece ser atestiguada claramente por varios peregrinos, especialmente rusos, y
aunque en lo sucesivo fue depositada en varias iglesias, es posible seguir su
rastro y distinguirla de la reliquia de la punta. Sir John Mandeville, cuya
credibilidad como testigo ha sido en parte rehabilitada en los últimos años,
declaró en 1357, que había visto la hoja de la Santa Lanza en París y en
Constantinopla y que la última era una reliquia mucho más grande que la primera.
Fuese la que fuese, la reliquia de Constantinopla cayó en manos de los turcos y
en 1492, bajo circunstancias minuciosamente descritas en "Historia de los
Papas", de Pastor, el Sultán Bajazet la envió a Inocencio VIII para ganarse sus
favores en el asunto de su hermano Zizim, prisionero del papa. Desde entonces,
esta reliquia nunca abandonó Roma, donde se conserva bajo la cúpula de San
Pedro. Benedicto XIV (De Beat. et Canon, IV, ii, 31) afirma que obtuvo en París
un dibujo exacto de la punta de la Lanza y al compararla con la reliquia mayor
de San Pedro, concluyó que las dos habían formado parte de una misma hoja. M. de
Mély publicó por primera vez en 1904 un dibujo exacto de la reliquia romana de
la cabeza de la Lanza y el hecho de que no aparezca la punta es tan singular
como en los otros dibujos, a menudo fantasiosos, de la Lanza del Vaticano. Con
el envío de la Lanza a Inocencio VIII, planearon sobre Roma grandes dudas sobre
su autenticidad, como señala Burchard en su "Diario" (I, 473-86, ed. Thusasne),
a causa de las conocidas Lanzas rivales preservadas en Nuremberg, París, etc.,
así como por el supuesto descubrimiento de la Santa Lanza en Antioquía gracias a
la revelación de San Andrés en 1098, durante la Primera Cruzada. El Bolandista
Raynaldi y muchas otras autoridades creyeron que la Lanza encontrada en 1098
cayó en manos de los turcos y posteriormente enviada por Bajazet al Papa
Inocencio, pero de las investigaciones de M. de Mély parece probarse que se
trata de la misma reliquia preservada hoy celosamente en Etschmiadzin, en
Armenia. En sentido estricto, nunca se trató de una lanza, sino más bien de la
cabeza de una lanza y es factible (a causa de su descubrimiento bajo
circunstancias muy cuestionables por el cruzado Peter Bartholomew) que haya sido
venerada como el arma con la cual ciertos judíos de Beirut clavaron una figura
de Cristo crucificado; un ultraje al que se cree que siguió un milagroso brotar
de sangre.
Otra Lanza que pretende ser la que produjo la herida en el costado de Cristo se
guarda entre las insignias imperiales en Viena y es conocida como la Lanza de
San Mauricio. Esta arma fue utilizada desde 1273 en la ceremonia de coronación
del Emperador de Occidente y desde hace tiempo forma parte del emblema de la
investidura. En 1424 fue a parar a Nuremberg y probablemente se trate de la
Lanza conocida como la del Emperador Constantino, quien engarzó un clavo o una
porción de un clavo de la Crucifixión. La historia narrada por Guillermo de
Malmesbury sobre la donación de la Santa Lanza al Rey Athelstan de Inglaterra
por Hugo Capeto parece ser debida a una idea equivocada. Otra última lanza
supuestamente perteneciente a la Pasión de Cristo se conserva en Cracovia, pero,
aunque se alega que ha permanecido allí durante ocho siglos, es del todo
imposible reconstruir su historia.
El único trabajo de una autoridad reconocida que verse sobre todas las
evidencias disponibles es el de M.F. DE MÉLY publicado en París en 1904 como el
tercer volumen del Exuviae Sacrae Constantinopolitanae del COMTE DE RIANT.
Contiene dibujos auténticos nunca antes publicados y una valiosa selección de
fragmentos justificativos. Además de estos importantes trabajos, el lector puede
dirigirse a ROHAULT DE FLEURY, Memoire sur les Instruments de la Passion (Paris,
1870), 272- 75; BEURLIER, s.v. Lance in Dict. de la Bible; SCHROD in Kirchenlex.,
VII, 1419- 22; MARTIN, Reliques de la Passion.
HERBERT THURSTON
Transcrito por Michael T. Barrett
Dedicado a Angelia Harris
Traducido por Francisco M. Moreno del Valle