Kenosis
EnciCato
Término derivado de la discusión sobre el real significado de Fil 2:6 : “Quien
siendo en forma de Dios, no consideró ello como algo a que aferrarse; sino que
vaciándose (ekénosen) a sí mismo, tomó forma de siervo, siendo hecho en
semejanza de hombre y hallado como uno de ellos...”
Opiniones Protestantes
No satisfechos con la enseñanza católica en éste punto, los primeros
reformadores se inclinaron por un más profundo significado de las palabras de
Pablo, pero Lutero y Melanchton fallaron en sus especulaciones. John Brenz (m.
el 10 de septiembre de 1570) de Tubinga, sostuvo que cuando la Palabra asumió la
naturaleza humana de Cristo, ésta no sólo poseyó la Divinidad sino el poder de
hacer uso de la misma, aunque libremente se abstuvo de tal uso. Chemnitz
disintió de este punto de vista. Negó que Jesucristo poseyera la Divinidad en
tal forma que tuviese derecho a su uso.
La kénosis, o la exinanición de Sus Divinos atributos fue, por tanto, un acto
libre de Cristo, de acuerdo con Brenz: fue la connatural consecuencia de la
Encarnación según Chemnitz.
Entre los modernos protestantes, las siguientes opiniones han sido las más
prevalentes:
Thomasius, Delitschz y Kahnis consideran la Encarnación como un auto-vaciamiento
de la manera Divina de existencia, como una auto-limitación de la omnisciencia
de la Palabra, su omipresencia, etc. Gess, Reuss y Godet piensan que la
Encarnación implicaba una real depotenciación de la palabra; la Palabra llegó a
ser –más que ‘asumir’- el alma humana de Cristo. Ebrard sostiene que las Divinas
propiedades de Cristo, aparecieron en la forma kantiana de tiempo apropiada al
hombre: su kénosis consistió en un intercambio de lo eterno por una forma
temporal de existencia.
Martensen y quizás Hutton distinguen una doble vida de la Palabra. En el hombre
-Cristo , ellos ven una real depotenciación de la Palabra: en el mundo, la
Palabra Divina pura hace el oficio de mediador y revelador. De acuerdo con Godet
y probablemente Gore, en su Kénosis la Palabra se despoja Sí misma aun de Su
inmutable santidad, Su infinito amor y Su conciencia personal, para entrar en un
desarrollo humano similar al nuestro.
Enseñanza Católica
De acuerdo con la teología católica, el abajamiento de la Palabra consiste en la
asunción de la humanidad y el simultáneo ocultamiento de la Divinidad. El
abajamiento de Cristo es visto primero como Su autosujetamiento a las leyes
humanas del nacimiento y crecimiento y a la bajeza de la naturaleza humana
caída. En Su abajamiento, Su semejanza con la naturaleza caída, no implica
pérdida de justicia ni santidad, sino solamente las dolencias y penalidades
aparejadas a tal pérdida. Ello afecta al cuerpo y al alma, y consiste en la
posibilidad de sufrir por causas internas y externas.
En el cuerpo, la dignidad de Cristo excluyen alguna dolencias y estados. El
poder preservante de Dios que habitaba el cuerpo de Cristo, no permitió ninguna
corrupción y le previno de enfermedades, inicio de la corrupción. La santidad de
Cristo no era compatible con la descomposición tras la muerte, que es la
manifestación del poder destructivo del pecado. De hecho, Cristo tuvo el derecho
de liberarse de todo dolor corporal, y Su humanidad habría tenido el poder de
quitar o suspender los efectos de las causas del dolor. Pero El libremente se
sujetó a Sí mismo a muchos de los dolores resultantes de la ejercitación del
cuerpo e influencias externas adversas como fatiga, hambre, heridas, etc. Siendo
que éstas molestias tenían suficiente razón en la naturaleza del cuerpo de
Cristo, le eran naturales a El.
También Cristo retuvo el El las debilidades del alma, las pasiones de Su razón y
apetitos sensitivos, pero con las siguientes restricciones:
(a) Emociones desordenadas y pecaminosas son incompatibles con la santidad de
Cristo. Solamente pasiones sin culpa moral como temor, tristeza y el compartir
en el alma de los sufrimientos del cuerpo son compatibles con Su Divinidad y
perfección espiritual.
(b) Aún el origen , intensidad y duración de esas emociones estaban sujetas al
libre parecer de Cristo. Además, El podía prevenir los efectos disturbantes de
tales pasiones sobre Su las acciones de Su alma y paz mental.
Para completar Su abajamiento, Cristo estuvo sujeto a Su Madre y San José, a las
leyes del Estado y a las leyes positivas de Dios. Compartió las limitaciones y
privaciones de los pobres y marginados. (ver COMMUNICATIO IDIOMATUM).
Lombard, lib. III, dist. XV-XVI, and Bonav., Scot., Biel on these chapters; St.
Thomas, III, Q XIV-XV, and Salm., Suar., IV, xi-xii; Scheeben, Dogmatick, III,
266-74; Bruce, Humiliations of Christ, 113 sqq.; Gobe, Bampton Lectures (1891),
147; Hanna in The New York Review, I, 303 sqq.; the commentators on Phil., ii,
6, sqq.
A.J. MAAS
Transcrito por Richard R. Pettys, Jr.
Traducido por Carlos Posadas Ruíz