Iglesia Latina
EnciCato
La palabra Iglesia (ecclesia) se utilizó en su primer sentido para expresar la
entera congregación de la Cristiandad Católica unida en una Fe, obedeciendo a
una jerarquía en comunión consigo misma. Este es el sentido de Mateo, 16,18;
18,17; Efesios 5,25-27 y otros. En este sentido es en el que hablamos de la
Iglesia sin calificación, decimos que Cristo fundó una Iglesia, y así
sucesivamente. Pero la palabra se aplica constantemente a los diversos elementos
individuales de esta unión. Como el conjunto es la Iglesia, la Iglesia
Universal, así lo son sus partes las Iglesias de Corinto, Asia, Francia, etc.
Esta segunda acepción de la palabra también aparece en el Nuevo Testamento
(Hechos, 15,41; II Corintios, 11,28; Apocalipsis, 1, 4,11, etc.) Entonces
cualquier porción que forme una unidad subsidiaria en sí misma puede ser llamada
Iglesia local. La parte más pequeña es una diócesis—así hablamos de la Iglesia
de París, de Milán, de Sevilla. Por encima de estas aún agrupamos provincias
metropolitanas y secciones nacionales como unidades, y hablamos de la Iglesia de
África, de Galia, de España. La expresión “Iglesia de Roma”, debe señalarse que,
aunque aplicada comúnmente por los no-católicos al conjunto de los católicos,
sólo puede usarse correctamente en este sentido secundario para la diócesis
local (o posiblemente la provincia) de Roma, madre y maestra de todas las
Iglesias. Un católico alemán no es, hablando con propiedad, miembro de la
Iglesia de Roma sino de la Iglesia de Colonia, o de Munich-Freising, o de
cualquiera que sea, en comunión y bajo la obediencia de la Iglesia de Roma
(aunque, sin duda, por una ulterior extensión Iglesia Romana puede usarse como
equivalente a Iglesia Latina para el patriarcado). La palabra es también
utilizada muy comúnmente para las aún mayores porciones que están unidas bajo
los patriarcas, esto es, para los patriarcados. En este sentido es en el que
hablamos de Iglesia Latina. La Iglesia Latina es simplemente esa vasta porción
del conjunto católico que obedece al patriarca latino, que se somete al Papa, no
sólo en asuntos papales, sino también en los patriarcales. Se distingue así de
las Iglesias Orientales (sean católicas o cismáticas) que representan los otros
cuatro patriarcados (Constantinopla, Alejandría, Antioquia y Jerusalén) y
cualquiera de las fracciones separadas de ellas. El patriarcado latino siempre
ha sido considerablemente más amplio. Ahora, dado que la mayor parte de la
Cristiandad Oriental ha caído en el cisma, y dado que nuevas y vastas tierras
han sido colonizadas, conquistadas o (parcialmente) convertidas por latinos
(América, Australia, etc.), la parte latina de la Iglesia Católica aparece tan
enorme comparada con las otras que mucha gente cree que todo el que está en
comunión con el Papa es un latino. Este error es promovido por la teoría de la
rama anglicana que supone que la situación sea que la Iglesia Oriental ya no
está en comunión con Roma. Contra esto debemos recordar siempre, y cuando sea
necesario señalar, que la constitución de la Iglesia Católica es aún
esencialmente la que era en tiempos del Segundo Concilio de Nicea (787; ver
también el canon 21 del IV de Constantinopla en 869 en “Corp. Jur.can.”, dist
xxii,c.vii) A saber, hay aún los cinco patriarcados, de los que la Iglesia
Latina es sólo uno, aunque una tan gran parte de los orientales se hallan
separado. Las Iglesias Orientales, por pequeñas que sean, aún representan a la
antigua Cristiandad católica del Oriente en unión con el Papa, obedeciéndole
como Papa, aunque no como su patriarca. Todos los latinos son católicos, pero no
todos los católicos son latinos. La antigua frontera pasaba justo al este de
Macedonia, Grecia (el Ilírico fue reclamado después por Constantinopla), y
Creta, y cortaba África al oeste de Egipto. Todo lo que estaba al oeste de esto
era la Iglesia Latina.
Ahora debemos añadir a Europa Occidental todas las nuevas tierras ocupadas por
europeos occidentales, para formar el enorme patriarcado latino actual. En todo
este vasto territorio el Papa reina como patriarca tanto como por su suprema
posición como cabeza visible de la Iglesia entera, con la excepción de
pequeñísimos restos de otras prácticas (Milán, Toledo, y los bizantinos del sur
de Italia), su Rito Romano es usado en todas partes según el principio general
de que el rito sigue al patriarcado, que los obispos locales utilizan el rito de
su patriarca. Las prácticas medievales de Occidente (París, Sarum, y otras), que
en una época la gente promovió mucho con fines de controversia, no eran en
ningún sentido ritos realmente independientes, como lo son los restos de la
práctica galicana en Milán y Toledo. Fueron sólo modificaciones locales muy
ligeras del Rito Romano. De esta concepción deducimos que la práctica
desaparición del rito galicano, pese a lo mucho que los arqueólogos puedan
lamentarlo, se justifica por el principio general de que el rito debe seguir al
patriarcado. La uniformidad de rito en toda la Cristiandad no ha sido nunca un
ideal entre los católicos; pero la uniformidad en cada patriarcado sí lo es.
Deducimos también que la sugestión, ocasionalmente hecha por anglicanos
destacados, de una Iglesia Anglicana “Uniata” con su propio rito y hasta cierto
punto sus propias leyes (por ejemplo, con un clero casado) es absolutamente
opuesta a la antigüedad y al Derecho Canónico consecuente. Inglaterra es muy
ciertamente parte del patriarcado latino. Cuando los anglicanos vuelvan a la
antigua fe se encontrarán sujetos al Papa, no sólo como cabeza de la Iglesia
sino también como patriarca. Como parte de la Iglesia Latina, Inglaterra debe
someterse al Derecho Canónico latino y al Rito Romano tanto como Francia o
Alemania. La comparación con los católicos de Rito Oriental se basa en una
errónea concepción de la situación en su conjunto. Se deduce también que la
expresión católico latino ( o incluso romano) está bastante justificada, ya que
expresamos por ella que no sólo somos católicos, sino también miembros del
patriarcado latino o romano. Un católico de rito oriental por otra parte es un
católico bizantino, o armenio o maronita. Pero una persona que está en cisma con
la Santa Sede no se admite, por supuesto, por los católicos que sea católico en
absoluto.
ADRIAN FORTESCUE
Transcrito por Michael C. Tinkler
Traducido por Francisco Vázquez