San
Francisco Javier
EnciCato
Nacido en el Castillo de Xavier, cerca de Sangüesa, Navarra, el 7 de abril de
1506; murió en la isla de Sancian, cercana a la costa de China, el 2 de
diciembre de 1552. En 1525, habiendo terminado unos estudios iniciales en su
país, Francisco Javier fue a París, donde entró en la escuela de Sainte-Barbe.
Aquí conoció a Pierre Favre, nacido en la region de Savoya, con quien comenzó
una buena relación de amistad. En esta misma escuela San Ignacio de Loyola, que
ya planeaba la fundación de la Compañía de Jesús, residió durante un tiempo como
invitado en 1529. Pronto se ganó la confianza de los dos jóvenes; primero Favre
y posteriormente Javier se ofrecieron para la formación de la Compañía. A ellos
se unieron otros cuatro: Lainez, Salmerón, Rodríguez y Bobadilla; y los siete
realizaron el famoso voto de Montmartre, el 15 de agosto de 1534.
Después de completar sus estudios en París y haber ocupado allí el puesto de
profesor durante un tiempo, Javier abandonó la ciudad con sus compañeros el 15
de noviembre de 1536 y volvió sus pasos hacia Venecia, donde demostró su afán y
caridad atendiendo a los enfermos en los hospitales. El 24 de junio de 1537
recibió la Ordenación Sacerdotal con San Ignacio. Al año siguiente fue a Roma, y
después de realizar trabajo apostólico durante algunos meses, en la primavera de
1539 participó en las conferencias que San Ignacio mantuvo con sus compañeros,
preparando la fundación de la Compañía de Jesús. La orden fue aprobada
verbalmente el 3 de septiembre, y antes de que fuera emitida la aprobación
escrita (para lo que había que esperar un año más), Javier fue encargado de la
evangelización de las Indias Orientales, a raíz de la petición en firme del rey
de Portugal, Juan III. Abandonó Roma el 16 de marzo de 1540 y llegó a Lisboa
hacia junio. Allí permaneció nueve meses, dando múltiples ejemplos admirables de
celo apostólico.
El 7 de abril de 1541 embarcó en un navío con rumbo a la India, y después de un
viaje tedioso y peligroso llegó a Goa el 6 de mayo de 1542. Pasó los primeros
cinco meses predicando y atendiendo a los enfermos en los hospitales. Recorría
las calles haciendo sonar una campanita e invitando a los niños a oír la Palabra
de Dios. Cuando había reunido un grupo, los llevaba a la iglesia y les explicaba
el catecismo. Hacia octubre de 1542 comenzó a predicar en los criaderos de
perlas de la costa sur de la península, deseoso de restaurar el Cristianismo,
religión que, aunque introducida años antes, había casi desaparecido debido a la
falta de sacerdotes. Dedicó casi tres años a la predicación a las gentes del
oeste de India, convirtiendo a muchos, y llegando en sus viajes incluso a la
isla de Ceilán (Sri-Lanka. N.del t). Muchas fueron las dificultades y penas a
que Javier tuvo que enfrentarse, algunas veces por motivo de las crueles
persecuciones que algunos pequeños reyes del país llevaron a cabo contra los
neófitos, y también porque los soldados portugueses, lejos de apoyar el trabajo
del Santo, lo retrasaban con su mal ejemplo y hábitos viciosos.
En la primavera de 1545 Javier partió hacia Malaca. Trabajó allí durante los
últimos meses de aquel año y, aunque recogió una abundante cosecha espiritual,
no fue capaz de erradicar determinados abusos, y era consciente de que muchos
pecadores habían resistido a sus esfuerzos por devolverlos a Dios. Hacia enero
de 1546, Javier dejó Malaca y fue a las Islas Molucas, donde los portugueses
tenían varios asentamientos, y durante año y medio predicó el Evangelio a los
habitantes de Amboyna, Ternate, Baranura y otras islas menores que ha sido
difícil identificar. Algunos sostienen que durante esta expedición desembarcó en
la isla de Mindanao y por esta razón San Francisco Javier has sido llamado el
primer Apóstol de las Filipinas. Pero aunque esta afirmación fue hecha por
algunos escritores del siglo diecisiete, y en la Bula de canonización en 1623 se
dice que predicó el Evangelio en Mindanao, hasta el día de hoy no se ha probado
que San Francisco Javier llegara alguna vez a Filipinas.
En Julio de 1547 estuvo de nuevo en Malaca. Aquí conoció a un japonés llamado
“Ira” (Han-Sir), del que obtuvo mucha información acerca de Japón. Su entusiasmo
creció ante la idea de introducir el Cristianismo en Japón, pero por un tiempo
los asuntos pendientes de la Compañía exigían su presencia en Goa, donde regresó
llevando a Ira con él. Durante los seis años que Javier había estado trabajando
entre los infieles, otros misioneros Jesuitas llegaron a Goa, enviados desde
Europa por San Ignacio. Además, alguien nacido en el país había sido recibido en
la Compañía. En 1548 Javier envió a estos misioneros a los principales núcleos
de la India, donde él había establecido misiones, para que el trabajo pudiera
ser preservado y continuado. También estableció un noviciado y una casa de
estudios, y habiendo recibido en la Compañía al Padre Cosme de Torres, un
sacerdote español al que había conocido en las Molucas, partió con él y con el
Hermano Juan Fernández hacia Japón a finales de junio de 1549. El japonés Ira,
que había sido bautizado en Goa con el nombre de Pablo de Santa Fe, les
acompañaba.
Llegaron a la ciudad de Kagoshima, en Japón, el 15 de agosto de 1549. El primer
año fue dedicado en su totalidad al aprendizaje del japonés y a la traducción al
mismo, con la ayuda de Pablo de Santa Fe, de los principales artículos de fe y
pequeños tratados que iban a ser empleados en la predicación y catequesis.
Cuando fue capaz de expresarse, Javier comenzó a predicar y logró algunas
conversiones, pero ello hizo despertar los malos sentimientos de los bonzos, que
le expulsaron de la ciudad. Abandonando Kagoshima hacia agosto de 1550, se
dirigió hacia el centro de Japón, y predicó el Evangelio en algunas ciudades del
sur del país. A finales de año llegó a Meaco, por aquel entonces la principal
ciudad de Japón, pero no fue capaz de hacer progresos por las disensiones
existentes. Volvió sobre sus pasos hacia el centro de Japón y durante 1551
predicó en algunas ciudades importantes, formando el núcleo de varias
comunidades Cristianas, que aumentaron con rapidez extraordinaria.
Después de trabajar casi dos años y medio en Japón, dejó su misión a cargo del
Padre Cosme de Torres y del Hermano Juan Fernández, y regresó a Goa, llegando
allí a principios del año 1552. En Goa le esperaban problemas domésticos. Había
que solventar determinados desacuerdos entre el superior, que había sido dejado
a cargo de las misiones, y el rector de la escuela. Cuando este problema estuvo
solucionado, Javier volvió a pensar en China y comenzó a planear una expedición
allí. Durante su estancia en Japón había oído mucho acerco del Imperio
Celestial, y aunque probablemente no tenía idea aproximada de su extensión y
grandeza, comprendió que se trataba de un campo enorme para la expansión de la
luz del Evangelio. Con la ayuda de algunos amigos organizó una comisión o
embajada ante el Soberano de China, obtuvo el nombramiento de embajador del
Virrey de la India y, en abril de 1552, abandonó Goa. En Malaca el grupo tuvo
dificultades debido a la influencia de los portugueses, que no estaban de
acuerdo con la expedición, pero Javier supo cómo solucionarlo y en otoño llegó a
la pequeña isla de Sancian, frente a la costa de China, a bordo de un navío
portugués. Mientras planeaba la mejor forma de llegar al continente, cayó
enfermo y como el movimiento del barco parecía empeorar su condición, fue
llevado a tierra. Allí le prepararon una pésima cabaña para cobijarlo y en este
lugar miserable, expiró.
Es realmente motivo de admiración que un hombre en el corto espacio de diez años
(6 de mayo de 1542 – 2 de diciembre de 1552) pudiera haber visitado tantos
países, atravesado tantos mares, predicado el Evangelio a tantas naciones y
convertido a tantos infieles. El incomparable empuje apostólico que le animó, y
los estupendos milagros que Dios realizó a través de él explican esta maravilla,
que no tiene parangón. La lista de los principales milagros puede ser encontrada
en la Bula de canonización. San Francisco Javier es considerado el mayor
misionero desde la época de los Apóstoles, y el entusiasmo que mostró, los
maravillosos milagros que realizó, y el enorme número de almas que trajo a la
luz de la Fe verdadera, le hacen merecedor de tal distinción.
Fue canonizado con San Ignacio en 1622, aunque debido a la muerte de Gregorio XV
la Bula de canonización no fue publicada hasta el año siguiente.
El cuerpo del santo sigue siendo venerado en Goa, en la iglesia que antiguamente
perteneció a la Compañía. En 1614 por orden de Claudio Acquaviva, General de la
Compañía de Jesús, el brazo derecho fue cortado a la altura del codo y enviado a
Roma, donde para recibirlo se erigió el altar existente actualmente en la
iglesia de los Jesuitas.
ANTONIO ASTRAIN
Transcrito por Mary y Joseph P. Thomas
En memoria de Sebastian Poovathumkal
Traducido por Rafael Nevado.