Miguel de Cervantes Saavedra
EnciCato
Autor español, nacido en Alcalá de Henares, España, en 1547; falleció en Madrid,
el 23 de Abril, 1616. De Cervantes se puede decir con veracidad que la narrativa
de su vida está tan llena de interés como la más excitante novela de aventuras.
Recibió la mayor parte de su entrenamiento inicial en una escuela de Madrid
dirigida por el clérigo, Juan López de Hoyos. Pese a diversas afirmaciones
encontradas por uno u otro biógrafo, parece no haber asistido a ninguna de las
entonces florecientes universidades en España. Sin embargo, como era el caso de
muchos de los espíritus Españoles principales de la época, tuvo una temprana
oportunidad para perfeccionar su entrenamiento mediante una estadía temporal en
la tierra donde inició el Renacimiento, donde a la edad de veintiún años, se
adhirió al séquito de un prelado Italiano asignado a una misión en la Corte
Española. Con este eclesiástico, después Cardenal Acquaviva, viajó a Roma.
Llegado a Italia, sin duda inició su proceso de familiarización con la
literatura Italiana, un conocimiento fácilmente identificable en sus propias
producciones. Se dió cuenta que no le agradó el servicio del cardenal, y por una
pequeña porción de tiempo figuró como un voluntario más entre las tropas
españolas que participaron en la campaña en contra de los turcos. Peleó
valientemente a bordo de un buque durante la gloriosa batalla de Lepanto en
1571, y fue herido en la mano izquierda de tal forma que nunca recuperó el uso
total de ella.
Cuando sanó su herida, se involucró en otra campaña, una dirigida contra los
Moros en el Norte de África, y después de vivir en Italia decidió regresar a
casa. Pero el buque en el que viajaba de regreso a España fue capturado por los
Corsarios, que se lo llevaron, junto con algunos otros, a Argel. Ahí pasó cinco
años, padeciendo grandes sufrimientos, de los cuales algunos se reflejan en el
episodio del "Prisionero" en "Don Quijote", y en algunas escenas de la obra, "El
trato de Argel". Sin éxito durante varios intentos de escapar, fue finalmente
rescatado justo cuando estaba en gran peligro de ser enviado a Constantinopla.
De haber sido llevado allí, el mundo se hubiera quedado sin esta gran novela, la
inextinguible historia del Caballero de la Mancha. Una vez más de regreso a
España, se dice que Cervantes, sin mucha evidencia cierta, que pasó uno o dos
años en el servicio militar. Sin embargo es posible, ciertamente se involucró en
búsquedas literarias a partir de 1582; por esta época, una aventura amorosa—su
apego a Catalina de Palacios que pronto convirtió en su esposa—impulsó su
trabajo literario para atraerle la atención del público. Ésta fue la "Galatea"
un romance rural a raíz de la manera ya establecida en la península por la
"Menina é moça" en Portugués de Bernardim Ribeiro y la "Diana enamorada" de
Jorge de Montemayor. Es inferior a la "Diana" y tan artificial como las obras de
este tipo, y aun así exhiben un cierto poder de inventiva y algo de profundidad
en las emociones de parte de su autor.
La atención de Cervantes se concentró entonces en el drama, esperando tener algo
de beneficios económicos de parte de esta fuente, pero las obras que compuso
fallaron en su intento de lograr lo anterior. Principalmente mostraron que
estaba fuera de su elemento para pertrecharse en el escenario, que le faltaba el
instinto dramático, y nunca dominó los detalles de la técnica de arte dramático.
Fue menos infeliz con dos de sus obras, el "Trato de Argel", ya mencionada, y la
tragedia apasionada, "Numancia". Esta última es la mejor de todas su dramas y
aun así, correctamente apreciada, es más una declamación patriótica poderosa que
una pieza de excelencia escénica real. No se imprimió sino hasta 1784.
Lo que hizo en los años inmediatamente posteriores cuando renunció a su
esperanza de convertirse en un gran poeta dramático, no queda muy claro. Sería
sano asumir que se encontraba bastante dolorido, o al menos no estaría
complacido de ganarse la vida como recolector de impuestos en la provincia de
Granada. Una irregularidad en sus finanzas, provocada por él mismo, lo llevó a
su encarcelamiento por un tiempo durante 1597 en Sevilla. Un comentario que el
mismo Cervantes hace en el prólogo de "Don Quijote" debe tomarse literalmente,
la idea del trabajo, aunque difícil la escritura de su "Primera Parte", como
algunos lo han sostenido, le ocurrió en la prisión. En todos los eventos,
durante este periodo de tribulación debió de haber estado desarrollando en la
mente la gran obra de ficción que pronto sería publicada como "El ingenioso
hidalgo Don Quijote de La Mancha", de donde se imprimió esta primera parte en
1605. (El deletreo Inglés, "Quijote" transcribe un deletreo Español temprano con
"x", durante la época cuando "x" y "j" se intercambiaban con frecuencia. Con una
sólida base etimológica la "x" representa el sonido original.)
La moda obtenida de la obra de Cervantes llevó a la publicación de una
continuación por un desconocido que se enmascaró bajo el nombre de Fernández
Avellaneda. En defensa propia Cervantes produjo su propia continuación, o la
"Segunda Parte", de "Don Quijote", la cual apareció diez años más tarde que la
primera parte. Dos años antes de este evento, esto es, en 1613, planteó una
serie de historias, las "Novelas ejemplares", algunas de las cuales se habían
escrito anteriormente. Una no incluida en la forma original de las "Novelas
Ejemplares" es la novela rosa, "La tía fingida," frecuentemente impresa junto
con las demás. Algunos críticos la negarían como obra de Cervantes, y no parece
haber sido impresa sino hasta 1814. En general, las "Novelas ejemplares" son
merecedoras de la fama de Cervantes; llevan el mismo toque de genio que "Don
Quijote". La variedad picaresca, ya popularizada en España por el "Lazarillo de
Tormes" y sus sucesores, aparece en una u otra de ellas especialmente en el "Rinconete
y Cortadillo", que es la mejor de todas. El resto de las obras de nuestro autor
abraza sus "Entremeses", pequeñas nimiedades dramáticas no del todo carentes de
importancia; El "Viaje del Parnaso", una reseña rimada de poetas contemporáneos
escrita; y los "Persiles y Sigismunda", una novela de viajes aventureros, fueron
terminadas justo antes de su muerte.
Para el mundo, un gran interés en Cervantes se concentra particularmente en "Don
Quijote", y ha sido estimada principalmente como una novela de propósito. Se ha
declarado una y otra vez que la escribió como una forma de ridiculizar a los
romances de hidalguía y para destruir la popularidad de una forma de literatura
la cual por más de un siglo capturó la atención de una gran parte de aquellos
que podían leer entre sus compatriotas y que se encargaban de comunicarlos hacia
los más desposeídos. Byron ha adoptado una visión muy trágica de los resultados
forjados por el idílico escritor Español, de acuerdo con él:
Cervantes alejó la hidalguía de España, y por lo tanto, sus volúmenes han
provocado tal daño que toda su Gloria como composición fue considerada como la
perdición de su tierra. (Don Juan, XIII, 11.)
Hay algo de verdad, y mucha exageración en el comentario de Byron. Es verdad que
el escritor Español se encaminó con el propósito de embestir a los libros sobre
la hidalguía; el amigo al que introduce en el prólogo de la obra afirma que
desde el inicio y hasta el final es un ataque hacia ellos. Más aun, estas obras
han ido a buscar dichos ataques. Las incontables novelas de aventuras
caballerescas que siguieron en el despertar de la muy respetable "Amadis de
Gaula" obtuvieron una moda insólita y crearon un aire de idealismo falso que
tendió a dejar a España excesivamente a la retaguardia de los avances de la
civilización, ya que al apreciarlos mucho, se aferró demasiado cerca de su
pasado medieval. Los historiadores serios alzaron la voz en su contra, lo mismo
hicieron los eruditos, teólogos, predicadores y místicos, y muchos de ellos, aun
siendo los más grandes, continuaron siendo sus fervientes admiradores como lo
fue el posadero de la primera parte de "Don Quijote". Por razones
administrativas, el Emperador Carlos V se sintió forzado a prohibir la
Introducción de los romances hidálguicos en 1553 en las Indias Americanas, y
esta ley del Parlamento Español gustosamente se hubiera extendido por toda
España en 1558, para penalizar la posterior publicación de las obras de esta
clase. Pero, hasta 1602, las novelas del caballero errante continuaron
apareciendo en formas constantemente nuevas aunque más débiles, esta fue la
fecha de "Don Policisne de Beocia" de Juan de Silva. Tres años más tarde, el
libro de Cervantes fue publicado, e inmediatamente logró lo que todas las
agitaciones previas habían fallado en alcanzar, dado que después de su aparición
no apareció ningún romance caballeresco, y la reimpresión de los antiguos
prácticamente cesó.
Ahora, considerando que Cervantes dio el tiro de gracia a los libros sobre
hidalguía, no debemos pasar por alto la consideración que el eterno valor de
"Don Quijote" no debe buscarse en el hecho de que mató el gusto por las
historias medievales de aventuras caballerosas, que parodió con fatal
eficiencia, sino en el hecho de que el autor alcanzó algo inmensurablemente más
grande que lo que había premeditado. Escribió una novela que como un documento
social nunca ha sido sobrepasado en los anales de la narrativa de ficción, una
en la cual el interés principal se encuentra en el comportamiento de las dos
figuras contrastantes pero complementarias, de Don Quijote y su escudero, Sancho
Panza, arrojado por su creador a ponerse en contacto con el materialismo, que a
pesar del poco respeto se entretiene en el pasado idealista. Decir que el
declive de España se debe en parte al éxito de "Don Quijote" es una hipérbola
Byronica; Independientemente de la existencia de este producto maravilloso del
gusto del genio llamado Miguel de Cervantes, la pérdida del antiguo poder de
España se explica ampliamente por diversos fenómenos políticos, sociales, y
morales.
De vez en cuando surgen aquellos que persisten en creer que "Don Quijote"
pretendía satirizar a ciertos nobles personajes de la época. Apuntaba hacia el
Duque de Lerma, dicen algunos; al Duque de Medina Sidonia, dicen otros. Está
última idea encontró eco en Inglaterra por Defoe en el Prólogo de sus "Serias
Reflexiones durante la Vida, y las Sorprendentes Aventuras de Robinson Crusoe"
(1720) El hecho concreto es que no existe fundamento para cualquiera de estas
interpretaciones del propósito del autor. En los episodios del juego escénico,
con uno que otro cuento intercalado tal como el de Lucinda y Cardenio, habrá
referencias cubiertas, satíricas o no, de personajes notorios de la época pero
no tenemos razón para suponer que en el fundamento de subyacente de "Don
Quijote" como un todo, haya un propósito satírico serio que no sea el de atacar
a la seudo-hidalguía. El libro de Cervantes pretendía mayormente ser una obra de
entretenimiento; como tal, lo logró en su época, y como tal aun evoca el interés
entusiasta de una creciente generación de lectores. Los innumerables intentos
que se han hecho para detectar propósitos didácticos de diferente índole sobre
esto o aquello por ser una novela se pueden considerar como inútiles. Dichas
personas distan mucho al suponer que Cervantes quiso arremeter en contra de la
Inquisición, de atacar la devoción firmemente enraizada de la Virgen Bendita, o
de ridiculizar al clero y su clase.
Durante el término de su vida como autor, la primera parte de la novela pasó al
menos por un total de nueve ediciones en el idioma Español. La edición de
Bruselas, 1607, se extendió por toda Europa Septentrional. Para esta fecha ya se
conocía en Inglaterra, y rápidamente fue puesta como una contribución
significativa por los dramaturgos Ingleses. Así Middleton la utilizó, Ben Jonson
y Fletcher sacaron conclusiones de ella, y existe una tradición de que
Shakespeare colaboró con Fletcher en la composición de una obra basada en en la
narración de sus episodios. Que un extranjero pudiera, en vista del éxito
obtenido por el libro, concebir la idea de escribir una secuela no era ninguna
sorpresa; Cervantes, de hecho, prefiguraba una continuación en las palabras
finales de su primera parte. Con todo y esto, se indignó cuando la llamada
"Avellaneda" publicó la prolongación de las aventuras de Don Quijote y Sancho
Panza, y quedó intrigado sobre como brindar su propia versión de la historia y
hacer imposible cualquiera de las otras secuelas advenedizas dando un tiro de
gracia a su héroe. Volviendo a la personalidad del seudónimo "Avellaneda" se han
hecho muchas conjeturas de que en realidad se trataba de Lope de Vega, igual de
Tirso de Molina y Juan Ruiz de Alarcón, pero todas estas han sido rechazadas.
Quién quiera que haya sido "Avellaneda", debe decirse de él con total justicia
que sus méritos literarios no son pequeños, y que los críticos se equivocan al
tratar de minimizarlos. Ciertamente revela un gran poder narrativo, un humor
considerable, la maestría en el diálogo, y un estilo enérgico. De las dos partes
escritas por Cervantes, la primera sigue siendo la preferida. La segunda parte
es inferior respecto al efecto humorístico; pero, a pesar de todo, la segunda
parte muestra un entendimiento más constructivo, una mejor definición del
género, una mejora en el estilo, y un mayor realismo y probabilidad en su
actuación. La influencia ejercida por está obra gloriosa es enorme, de manera
que ¿qué hombre culto en la modernidad no la ha leído? Entre los escritos
imitadores más inmediatos se pueden mencionar: en Francés el “Extravagante
Berger” de Charles Sorel y "Phasimond" de Marivaux; en Inglés, "Hudibras" de
Butler, “La Hembra Quijote” de Mrs. Charlotte Lennox y “Las Canilleras de Sir
Lancelot” de Smollett; en Alemán, "Don Silvio Rosala" de Wieland. Los
dramaturgos Ingleses y Franceses han pedido prestado sin restricciones también
de las "Novelas Ejemplares", Hardy, Fletcher, Massinger, y Rowley, por mencionar
a unos cuantos, les deben mucho a ellas.
Como historia, "Persiles y Sigismunda", justamente terminada antes de la muerte
de Cervantes, y publicada póstumamente, es un poco menos interesante que sus
otras obras narrativas. El elemento de viajes aventureros por mar y tierra,
mucho del cual se toma de los romances Griegos tardíos, destacan notablemente;
Contiene una maraña desconcertante de episodios de amor, y los personajes
siempre están narrando cuentos interminables los cuales retrasan el progreso de
la acción. Esto da como resultado, que la obra sea demasiado prolija y se torna
un tanto tediosa a pesar de la exhuberancia en la fantasía y la fertilidad de
los recursos que la caracterizan. Su retórica es más exuberante, y en general
hay en ella una mayor elaboración del estilo que Cervantes quiso mostrar en sus
composiciones.
J.D.M. FORD
Trascrito por Joseph P. Thomas
Traducido por Félix Carrera Franco