Caín
EnciCato

 

Primogénito de Adán y Eva. Su nombre deriva, según Génesis 4,1, de la raíz qanah, adquirir, siéndole dado a consecuencia de las palabras de su madre en su nacimiento: “he adquirido un varón por el favor del Señor.” No se puede seriamente objetar nada en contra de esta derivación. El Libro del Génesis, interesado en esta parte en el origen de las diferentes ocupaciones de los hombres, nos dice que Caín se convirtió en agricultor mientras su hermano Abel cuidaba los rebaños. Los dos ofrecieron al Señor un sacrificio, reconociendo así, de un modo análogo a lo que después se prescribió en la ley, el poder soberano del Creador. Caín ofreció de los frutos de la tierra; Abel de “los primogénitos de su rebaño y de la grasa de los mismos.” Por algún medio no indicado en el texto sagrado, quizás, como se ha pensado, por alguna señal, como el fuego que consumió la ofrenda de Gedeón (Jueces, 6, 21) o el de Elías (I Reyes 18, 38), Dios manifestó a los hermanos que Abel y su sacrificio le eran gratos y que, al contrario, rechazaba a Caín y su ofrenda. No nos dicen la razón de esta preferencia. Entre las conjeturas sobre el asunto, una ha tenido mayor preferencia entre los comentaristas, es aquella que incorpora las palabras de Dios a Caín, en el versículo 7 de la versión de los Setenta,: “Si ofreces bien pero eliges mal, ¿no has cometido pecado?” Esto implica que Caín cometió la falta de presentar a Dios regalos imperfectos, reservando para sí mismo la mejor parte de los productos de la tierra. Sin embargo, San Agustín, que estaba bajo la influencia de los Septuaginta, entendió la elección de otra manera. Caín, nos dice, le dio una parte de sus bienes a Dios, pero no le dio su corazón (De Civitate Dei, XV, vii). Esta es generalmente la causa que más se asigna para la preferencia de Dios. La continuación de la historia nos muestra la mala disposición del corazón de Caín. San. Juan dice que Caín mató Abel porque sus obras eran malas, mientras que las de su hermano eran justas (I Juan 3, 12), y leemos en hebreos que “por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más excelente que Caín” (Heb 11, 4).

Caín se encoleriza por el rechazo Divino. En los versículos 6 y 7 del capítulo 4 del Génesis encontramos el reproche y la advertencia de Dios: “¿Por qué andas irritado, y por qué se ha abatido tu rostro? 7 ¿No es cierto que si obras bien podrás alzarlo? Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar.”. El pecado es aquí representado bajo la figura de una bestia salvaje, que se agacha a la puerta del corazón, lista para destrozar a su víctima. Caín puedo resistirse a la tentación pero no lo hizo y la historia de la Biblia continúa relatando el terrible crimen nacido de su enfado y sus celos, mata a Abel. Preguntado por el Señor acerca del paradero de su hermano, contesta insolentemente que no lo sabe. Para vengar la sangre de Abel, Dios pronuncia una maldición contra el primer homicida. El texto hebreo de la maldición puede traducirse como “maldito seas, por este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano” o también " Maldito seas lejos de este suelo..., etc.” La primera traducción refiere la frase a las palabras que siguen a continuación: “Aunque labres el suelo, no te dará más su fuerza”, es decir, su fruto; la segunda al destierro relatado después. Este destierro del país dónde sus padres vivieron y donde, como sabemos por los pasajes que siguen a este, Dios continuó manifestando su presencia de un modo especial, se menciona como “dejar la presencia de Yahveh” (versículo 6). El país del destierro de Caín, dónde vivió como un vagando, errante, se llama en hebreo la tierra de Nod y se dice que estaba al oriente de Edén. Como no sabemos donde estaba Edén, no se puede determinar la situación de Nod. El castigo pareció a Caín mayor de lo que podría soportar; en respuesta a sus palabras, expresando el temor de que pudieran matarle, Dios le dio una promesa de protección especial para su vida, y le puso una señal. No se nos da indicación sobre la naturaleza de esta señal. El único hecho que expresa la Biblia sobre la vida posterior de Caín es la fundación una ciudad, llamada Henoc, tras un hijo de ese nombre. Una gran cantidad de autores encuentran que esta tradición, que hace de Caín el primer constructor de una ciudad, no es compatible con la historia antes relatada, qué, dicen ellos, se entiende mejor como el relato popular del origen de las tribus nómadas del desierto. Si no añadimos a la historia del autor del Génesis elementos que parecen ser completamente inconscientes, no hay razón para suponer que estaba equivocado, con respecto a la coherencia de las palabras de la maldición, con la “construcción” de una ciudad por Caín. Los comentaristas conservadores tienen probablemente razón en su juicio de que esta “ciudad" de Caín no fue de magnitud notable o importante.

W.S. REILLY
Trascrito por Matthew Reak
Traducido por Quique Sancho