IRRENUNCIABLES UTÓPICOS EN LA EDUCACIÓN
Propuestas e interrogantes


Jesús Renau



Sumario

Introducción
0. Presupuestos
a) La sociedad dual afecta profundamente las relaciones 
humanas
b) Lo irrenunciable utópico en la educación
1. El valor de la utopía en la educación
2. La personalización del alumno
3. La democratización de la escuela
4. Oferta de una cultura alternativa
5. Valoración del entorno
Bibliografía


GRUPO DE TRABAJO
- ARIZA, Carles. Médico, especialista en medicina escolar. 
- BADIA, Montserrat. Maestra. 
- CANO, Xavier. Ingeniero industrial. Profesor de formación 
profesional. 
- CORTÉS, Miquel. Licenciado en Pedagogía. 
Profesor de formación profesional. Jesuita.
- GUINDULAIN, David. Estudiante de Psicología. Jesuita. 
- IRIBARREN, Teresa. Licenciada en Filosofía. Directora de BUP y 
COU. 
Religiosa del Sagrado Corazón. 
- MONTFERRER, Josep Maria. Maestro. Consiliario nacional de la 
HOAC. Escolapio. 
- MONTOBBIO, Margarita. Bióloga. Profesora de BUP. 
- RENAU, Jesús. Delegado de Pastoral de los jesuitas de Cataluña. 

Profesor de BUP. Jesuita. 
- SAINZ, Consuelo. Licenciada en Filosofía. Profesora de BUP y 
COU. 
Religiosa del Sagrado Corazón. 
- SUÑOL, Mercè. Asistenta social. Educación de adultos. 
- VIVES, Joan Enric. Licenciado en Filosofía. Consiliario de Justicia y 
Paz. Sacerdote.


INTRODUCCION

Durante todo un curso, un grupo de reflexión pluridisciplinar ha 
estado tratando sobre los irrenunciables utópicos del mundo de la 
educación en el momento actual. Ha sido un trabajo laborioso. 
También apasionante. Partíamos de una documentación analizada 
previamente por cada uno de los componentes del grupo, y que 
servía de guión para una conversación. Todo fue quedando grabado 
y, a partir de estas grabaciones, hemos redactado este cuaderno, que 
viene a ser una continuación de nuestro anterior trabajo Retos e 
interrogantes (n.16).

Es evidente que el profundo cambio social y cultural que estamos 
viviendo, en gran parte como consecuencia de las crisis económicas 
de los años setenta y ochenta, tiene unas importantísimas 
repercusiones en las relaciones humanas, especialmente en la familia 
y la escuela. La mentalidad y el talante de los niños y jóvenes son un 
claro indicativo de este cambio. Por otra parte, cada día se habla más 
del fin de las utopías y de los idealismos, que durante muchos años 
han conducido a verdaderas calamidades sociales. Se dice que 
vivimos en mundo concreto al que hay que aceptar y en el que cada 
uno ha de tratar de sobrevivir de una manera digna, colaborando en 
el bien común realista, sin dejarse atrapar por unas visiones 
generales que nos distancian de la realidad del «ahora» y «aquí», 
que es lo único posible.

Muchos de nosotros, sin embargo, cuando éramos más jóvenes, 
vivimos una lucha en la que las utopías eran el motor constante de 
disconformidad y enfrentamiento dentro de las dimensiones sociales, 
políticas, religiosas y estructurales. Parece que, poco a poco, todo ha 
ido cambiando, que nos estamos quedando a medio camino, que no 
se prevee ninguna salida para aquella utopía del hombre nuevo en un 
mundo nuevo. ¿Se impone el pragmatismo realista?

¿Hasta qué punto hemos de bajar el listón? ¿Tenemos los 
educadores unos irrenunciables utópicos? ¿Es todo tan relativo? Este 
es el problema. También lo es el llegar a una formulación clara del 
mismo. 

Ofrecemos los resultados provisionales de nuestros debates. Y si 
decimos provisionales es porque tenemos la convicción de que son 
modificables. No entendemos las utopías como algo dogmático; al 
contrario, las entendemos como una realidad que nace de la persona 
y de la colectividad, que intenta modificar, cambiar, revolucionar las 
situaciones ancladas en la inercia. Es posible mejorar. Es deseable y 
urgente.


0. PRESUPUESTOS

Presentamos, en primer lugar, de forma parcial y muy esquemática, 
una visión global del modo como la actual sociedad afecta 
profundamente las estructuras relacionales, que son de tanta 
trascendencia en un mundo educativo.

En segundo lugar, una breve reflexión sobre el valor de las utopías 
en general y su aplicación al ámbito educativo. 

Estos dos presupuestos sirvieron de base para construir toda 
nuestra búsqueda. De ellos han surgido los cinco puntos concretos de 
propuestas e interrogantes, que son el núcleo central de nuestro 
escrito .


0.1. LA SOCIEDAD DUAL AFECTA PROFUNDAMENTE LAS 
RELACIONES HUMANAS 

I
No hace muchos años se empezó a hablar de la sociedad dual; 
parecía una hipótesis posible y lejana. Hoy día estamos de lleno en 
ella. La mayor parte de los países de Europa, los EEUU y el Japón 
viven ya la sociedad dual: es decir, una sociedad dividida en dos 
sectores, uno mayoritario y otro minoritario. El primero goza de 
bienestar y de las ventajas de un mundo superdesarrollado. El 
segundo, subdividido en grupos de pobreza, miseria, marginación y 
lumpen, representa la escoria del sistema, la presencia, aquí, de un 
tercer y cuarto mundo. El hecho de que jamás pueda ganar unas 
elecciones democráticas lo abandona a su suerte y a la voluntad 
caritativa o altruísta de las mayorías. Es cierto que pueden ser 
millones de personas las que en la sociedad dual constituyan bolsas 
de pobreza, pero el sistema se siente seguro. La democracia asegura 
la continuidad.

Hemos llegado a este modelo de sociedad como consecuencia del 
proceso histórico de las dos crisis económicas, la de los años setenta 
y la de los ochenta.

La crisis de los setenta tuvo como desencadenante la energía, y 
más concretamente el cambio de precio del petróleo, que arrastró a 
una subida generalizada de los costos y a una pérdida del beneficio 
excedente de los capitales invertidos. La crisis de los ochenta tiene 
como desencadenante la revolución tecnológica que está 
configurando una nueva sociedad, unos nuevos valores y 
dependencias, y un futuro incierto, pero radicalmente distintos de los 
que soñaron los constructores de la modernidad.

No es este el lugar de analizar las causas estructurales de las dos 
crisis, su correlación y sus consecuencias a nivel económico. Hoy día 
disponemos ya de estudios serios sobre este tema. Nuestro intento 
parte, sin duda alguna, de estas realidades, pero se proyecta 
fundamentalmente sobre el sector educativo, ampliamente implicado 
en el cambio histórico que nos toca vivir.

Es importante, desde la perspectiva de nuestro trabajo, destacar 
dos dimensiones de la crisis: el papel que está jugando la estrategia 
económica del capital multinacional, y las ideologías conservadoras e 
involucionistas que amparan y acompañan estas estrategias. 

Estrategia neoliberal capitalista

Desde el principio de la crisis de los setenta la estrategia del 
sistema económico, como es lógico, se fue centrando en recuperar el 
excedente de beneficio, frenando las pérdidas y aumentado, de cara 
al futuro, los beneficios. Esta política global se concretó en unos 
objetivos bien definidos y concretos: reducción de costos, incremento 
de la productividad, mundialización de mercados, debilitamiento de la 
presión social y sindical, descentralización productiva, flexibilización de 
plantillas, y renovación tecnológica. 

Hoy día constatamos que esta estrategia, gracias en gran parte a la 
entrada masiva de nuevas tecnologías, no solamente ha conseguido 
la recuperación de los excedente anteriores a la crisis, sino que 
además ha entrado en una nueva fase expansiva de alta 
rentabilidad.

El precio de todo esto lo está pagando el pueblo con millones de 
parados, incertidumbre de trabajo fijo, pérdida del valor adquisitivo, 
economía sumergida, miseria y marginación.

Ideologías involucionistas

Paralelamente a esta estrategia económica, hace ya años que 
constatamos un retorno a posiciones ideológicas conservadoras. El 
neoliberalismo se ha apoyado siempre en el conservadurismo: 
constituye su soporte y su justificación. Pero en la situación actual no 
se trata de una vuelta global a la ideología conservadora, sino que la 
secularización de la sociedad, el consumismo y el predominio de la 
subjetividad han modelado un nuevo estilo de derechas (distanciado 
de la moral clásica) tolerante, permisivo e incluso con cierto aire 
nihilista.

Signos evidentes de esta nueva situación podrían ser: la conciencia 
dominante sobre la necesidad de reforzar el principio de autoridad, la 
exégesis occidentalista del análisis mundial, la ética de la seguridad, 
el reagrupamiento de los sectores más ultras y el dominio del 
personalismo político sobre las programaciones y propuestas. 

Valores en plena expansión son: intimismo personalista, 
subjetividad, inmovilismo social, mantenimiento del orden, filantropía 
asistencial, convicción profunda de la imposibilidad de cambio real, 
etc.


II

Los cambios económicos, tecnológicos y culturales están 
produciendo una profunda transformación en las relaciones humanas 
en las estructuras organizativas del mundo del trabajo, de la familia y 
de la escuela y, en consecuencia, en las mismas personas. Si esto 
afecta a todas las generaciones que somos hoy protagonistas de la 
historia es, sobre todo, en las más jóvenes donde se palpa de forma 
más peculiar y sensible.

Consecuencias en el ámbito laboral

La primera y mas importante es el paro. Los cálculos de futuro no 
son demasiado optimistas. El paro se está convirtiendo en una 
necesidad para un sistema económico que debilita la reivindicación 
social. La amenaza del paro frena toda postura radical y fomenta la 
insolidaridad.

Otras consecuencias para el mundo laboral son el debilitamiento de 
muchos puestos de trabajo, sometidos a contratos de renovación 
temporal, la formación del corporativismo de los diversos sectores 
laborales, que defienden sus intereses desconectada e 
insolidariamente, la pérdida de todo tipo de control e intervención en 
la marcha de las empresas, teniendo en cuenta la complejidad de los 
procesos y la precariedad de los puestos de trabajo, la disminución de 
los gastos sociales, que poco a poco se van privatizando y reduciendo 
sus prestaciones generales, etc.

Consecuencias familiares

Señalamos sobre todo las que se derivan del paro, tanto en la 
relación de la pareja como en el hecho de la desocupación del 
hombre, y el trabajo de la mujer fuera de casa; nos referimos también 
a las relaciones difíciles entre padres e hijos desocupados o con un 
trabajo precario, que no les permite establecerse por su cuenta.

El aumento del trabajo sumergido dentro del hogar, que se 
convierte en taller familiar, es una consecuencia importante que 
modifica las relaciones familiares y afecta, con frecuencia, a los niños 
en edad escolar.

Se puede añadir: una nueva valoración del trabajo, no ya como 
centro de la vida, sino como medio de ganar dinero para vivir, 
valoración del momento presente, como única realidad que vale la 
pena, reclamo al consumismo, que se presenta como una salida de 
felicidad inmediata, dificultades de comunicación, disminución 
obligada del número de hijos, etc.

Consecuencias a nivel escolar

No hace falta decir que todo lo que acabamos de explicar respecto 
al mundo laboral y al entorno familiar repercute en los ámbitos 
escolares que son caja de resonancia de estas situaciones. 
Encontraremos todo tipo de consecuencias, desde el nivel afectivo y 
relaciones con los compañeros y educadores, hasta la desmotivación 
para el trabajo escolar, pasando por la dispersión, el aumento de 
agresividad y el hecho bastante reciente de un cierto avance del estilo 
adolescente en la edad infantil.

La escuela como institución tiene, hoy día, una tarea muy pesada, 
complicada y agobiante para los educadores, ya que son los niños y 
los adolescentes los que más acusan las consecuencias de una 
sociedad explotadora y hedonista, que manipula a los ciudadanos 
desde muy pequeños, sin buscar su formación integral, sino 
utilizándoles como posibles consumidores de la máquina económica.


0.2. LO IRRENUNCIABLE UTOPICO


I

Existe una corriente de pensamiento que en la actualidad habla 
mucho de la muerte de las utopías. Son los maximalismos los que han 
arrastrado a millones de personas y han conducido a unos modelos 
autoritarios inhumanos y destructivos. ¿Cómo podemos confiar, hoy 
día, en aquellas visiones ideales que nos desmarcan del momento 
actual y manipulan la realidad hacia un sueño imposible de realizar? 
Es saludable que no exista la utopía.De este modo no será necesario 
sacrificar el presente, que es lo único que realmente vale, para llegar 
a un hipotético futuro. No será necesario que nos refugiemos en un 
escondrijo mítico y casi religioso que nos separa de la historia real. 
Bajemos del cielo utópico a la tierra real y concreta.

Es necesario aceptar la crítica que estas posturas antiutópicas 
hacen de tantas palabras biensonantes, de tantos ideales simplistas y 
euforias maltrechas por los egoísmos y la explotación de los 
conductores de masas. Nadie puede negar que bajo muchas utopías 
se esconden inconsciente o conscientemente trampas y engaños que 
han destrozado la existencia, sumergiéndola en el desencanto y el 
fatalismo. 

Pero si mantenemos los ojos abiertos a la realidad, veremos que la 
sociedad posmoderna, que rechaza las utopías, no nos ofrece 
ninguna perspectiva atrayente, ni ningún tipo de satisfacción profunda 
que supere el gran vacío existente. La cultura del miedo se agudiza 
una vez más. Las culpabilidades poco definidas, la interiorización de 
las trampas de todo tipo que lleva consigo el ritmo tecnológico y la 
potencia destructiva en manos de personas sin una ética seriamente 
fiable, el riesgo, la amenaza permanente de la falta de seguridad, el 
vacío producido por el consumismo, la falta de relación profunda, etc., 
estos y muchos otros son los rasgos de la cultura del miedo.

Por otra parte, domina la cultura del más puro individualismo. Es el 
sistema mismo el que crea esta dimensión individualista de la 
existencia cuando fomenta el elitismo, la necesidad de refugiarse en la 
vida privada, el descrédito de todo lo que significa socialización y la 
continua reducción, en el proceso laboral, de las capacidades 
humanas. Un consumo aturdidor se encarga de procurar expresión y 
salida a la subjetividad. 

Domina el pragmatismo de lo que es posible. Los márgenes reales 
parecen muy limitados. La gente tiene la sensación de que el espacio 
de un posible cambio es escaso. Y sospecha, por lo tanto, de 
cualquier visión o programación global que busque un reforma 
radical.

Consecuencia de todo esto son unas condiciones de vida 
asfixiantes y un sistema que lentamente se va degradando y va 
degradando su entorno, la cultura y el futuro.

Sentido y valor transformador de la utopía

Ante todas estas realidades, que no son sino una breve muestra del 
modelo humano y social de la sociedad, convendría quizás recuperar 
y resituar el sentido y el valor de las utopías.

La utopía nace de la crítica de la realidad, postula una actitud no 
conformista, que no pacta con el mal, con la injusticia o la miseria. La 
persona utópica nunca suscribirá, desde su fe, un proyecto absurdo, 
como es el que actualmente estamos padeciendo. Dirán que su visión 
de un mundo justo es absurda, pero para ella lo que es absurdo e 
intolerable es la realidad misma de explotación, vacío y miseria de la 
sociedad dual.

Es, por lo tanto, la situación real la que nos exige ir más allá. Este ir 
más allá es una de las características de la crítica utópica frente a la 
crítica que se limita a constatar unos hechos lamentables, a tomar 
nota de ellos y a aceptar que no existe remedio. La crítica utópica, en 
cambio, realiza la función de motor de transformación y de cambio. 
Sabe que existen posibilidades no ejercitadas, capacidades y fuerzas 
escondidas o dormidas que pueden ponerse en marcha si reciben el 
impulso profundo de una crítica real. 

Es evidente que el talante crítico utópico está enraizado en la fe no 
necesariamente intelectualizada, de que las cosas, la realidad, es 
transformable y que ha habido transformaciones en la historia de la 
humanidad. No partimos de la nada. Somos continuadores de un 
progreso realizado por hombres, y que a través de grandes errores, 
de idas y venidas, poco a poco y paso a paso, va abriendo un camino 
de justicia y libertad. El éxito, sin embargo, no es seguro, ya que las 
capacidades destructivas actuales pueden acabar con todo. El 
hombre utópico tiene, por lo tanto, una confianza histórica 
fundamentada en la libertad.

El talante utópico posee una gran capacidad de acción para 
abandonar las inercias que nos impone el sistema, para irse 
desmarcando de los mecanismos de la sociedad dual, para hacer una 
crítica a la modernidad ilustrada y a los frutos reales del socialismo 
histórico, y para iniciar un proceso hacia un futuro no predeterminado 
por la opresión y deshumanización del sistema.

Esta fuerza proyectada hacia el futuro necesita encontrar símbolos 
que condensen en forma de proyectos concretos, la capacidad 
progresista de lucha que posee. Estos proyectos simbólicos son muy 
relativos y nunca llegarán a hacerse presentes de la manera como 
fueron concebidos y sentidos. Pero habrán servido para romper la 
opresión del sistema actual, para discernir en la acción los caminos de 
una forma nueva de vivir y de hacer sociedad, y alimentar la lucha y 
los sacrificios de todo tipo que ella comporta, y para comenzar a 
construir un orden social más justo.

Irrenunciables utópicos del mundo escolar actual

Llegados a este punto, nos preguntamos cuáles son los 
irrrenunciables utópicos en la educación ahora y aquí. Es decir, se 
trata de constatar unos mínimos sin los cuales creemos que es 
imposible educar. 

Las respuestas pueden ser, evidentemente, muy variadas y estarán 
siempre condicionadas por las realidades personales y las situaciones 
ambientales de aquellos que se las han formulado. Nosotros, que nos 
lo hemos preguntado, aportamos nuestra respuesta y le damos el 
valor de una opción buscada, discutida y valorada por el consenso del 
grupo de educadores que lo trabajamos. Puede tener, por lo tanto, un 
sentido de síntoma, de testimonio, de debate abierto o de 
provocación; pero responde a la realidad tal como la vivimos 
conscientemente y con responsabilidad. No nace de un análisis 
teórico, sino de una vida activa reflexionada en grupo. 

Estos irrenunciables educativos han sido: 

1. El valor mismo de la utopía en la educación.
2. La personalización del alumno.
3. La democratización de la escuela.
4. La oferta de una cultura alternativa.
5. La valoración del entorno.


Sobre cada una de estas realidades querríamos presentar, una vez 
formulado convenientemente el tema, unas propuestas y unos 
interrogantes con el fin de que los lectores encuentren un camino de 
búsqueda personal o de grupo.


1. EL VALOR DE LA UTOPIA EN LA EDUCACION

1. PLANTEAMIENTO

Nuestra sociedad y el futuro de la humanidad no son ni serán el 
resultado de predeterminismos, sino que son modificables; lo son 
también la escuela y el sistema educativo. Ahora bien, estos cambios 
tendrán su origen en personas convencidas de que el progreso está 
movido por una visión y una fuerza transformadoras, que arraigadas 
en la realidad, se proyectan hacia unas visiones diferentes y mejores, 
que pueden irse haciendo posibles. A estas visiones de futuro, 
motores de cambio, las llamamos utopías. Hay que recuperar el 
sentido utópico en el mundo educativo.

La utopía es realista porque responde a una forma real del ser 
humano. La capacidad de soñar, de imaginar una escuela diferente, 
nace cada día frente a las dificultades y la dureza de la tarea 
educativa. No podemos detener o ridiculizar la utopía sin negar algo 
muy esencial a la persona humana. Quizás es el mejor espacio de 
nosotros mismos, el que no se deja sumergir en la vulgaridad y el 
conformismo dominantes. 

Partimos de márgenes reales, de los no determinismos, que están 
ahí, porque consideramos que hay muchas cosas modificables y 
mejorables en el sistema educativo. Seguramente nos resulta mucho 
más importante fijarnos en el camino a seguir que en las finalidades 
últimas. El progreso se hace en el «cómo» de todos los días, en el 
talante personal y colectivo, en nuestra relación con los niños y 
adolescentes.

2. INTERROGANTES

No podemos negar que el valor de la utopía, tan esencial para la 
vida de la escuela y para el progreso de todo el sistema educativo, 
plantea muchos interrogantes.

1. ¿Cómo hacer inteligible la esperanza de un cambio real y posible 
en unos ámbitos educativos en los que muchos de los niños vienen 
marcados por la miseria, la marginación o el vacío generalizado?

2. ¿Cómo encontrar entre los maestros, en estos momentos 
históricos, personas capaces de recuperar la dimensión 
transformadora y utópica, cuando después de una larga lucha tienen 
la impresión de estar peor que antes? ¿Cómo detectar a estas 
personas? ¿Cómo compartir las inquietudes?

3. ¿Los educadores, experimentan de alguna manera en su propia 
vida las dimensiones utópicas que quieren transmitir, o permanece 
todo a otro nivel, al margen de su mundo personal, como un añadido 
sin fundamentos interiores?

4. ¿Es necesario pasar por el desencanto en el trabajo por la 
utopía, o la visión misma de progreso y de humanidad nueva es capaz 
de dinamizar a la persona sin necesidad de pasar por una etapa de 
desesperanza?

5. ¿Cómo podemos educar, teniendo en cuenta la utopía, sin ir, al 
mismo tiempo, contracorriente de todo aquello que el niño ve y palpa 
en su casa y en los ambientes en los que se mueve?

6. ¿Qué consideramos como más prioritario y urgente: formación 
(supone talante utópico) o información (responde a la demanda 
social)? ¿Cómo equilibrar los dos aspectos?


3. PROPUESTAS

Estos interrogantes y otros que podríamos añadir muestran las 
grandes dificultades que puede plantear, hoy en día, una educación 
que tenga la utopía, tal como la hemos definido, como punto de 
partida, y que conduzca hacia un progreso. Es, por lo tanto, necesario 
añadir, a estas cuestiones una serie de propuestas concretas. 

1. Encontrar el sentido de la tarea diaria

No hay utopía posible si no nace de la realidad del ahora y aquí, de 
la tarea escolar diaria. Es por lo tanto fundamental que el educador y 
el equipo de educadores recuperen la ilusión de su trabajo normal, de 
la preparación de las clases, de la marcha diaria de la escuela, de la 
revisión periódica, etc. Recuperar todo esto es fundamentar la utopía 
sobre una base sólida. 

2. Aceptar el riesgo de la novedad

La utopía se va realizando a través de caminos que no están 
prefijados, que se escapan en gran parte de todo lo que es habitual y, 
por lo tanto, el educador utópico tiene que aceptar el riesgo que 
comporta cada paso. Seguramente se equivocará. Será necesario 
reconocer el fallo y rehacer el camino. No cerrarse definitivamente. El 
seguir haciendo «lo de siempre» sería evidentemente un error 
fundamental y definitivo.

3. Una innovación continua

Los cambios no pueden ser sensacionales y estridentes. Estas 
actitudes no acostumbran a ser duraderas y provocan una reacción 
innecesaria. La renovación ha de ser continua, sin paradas y sin 
grandes velocidades.

4. Capacidad de proyectar

Una escuela no puede limitarse a dar respuesta únicamente a lo 
inmediato, como si quisiera salir al paso a medida que se le van 
presentando los problemas. No hay que cansarse de hacer proyectos. 
Vale la pena sentarse, escuchar, hablar, imaginar y valorar, aunque 
de momento parezca que todo esto no sirve para nada. Nuestros 
proyectos han de ser, además, consensuados y evaluados por parte 
de todos. 

5. Descubrir la capacidad utópica de cada persona

La capacidad de vibración por una determinada dimensión de la 
vida, un valor, una realidad, etc., revela al educador la posibilidad de 
desarrollo del alumno. Es necesario detectar, por pequeña que sea, 
esta semilla utópica. Es necesario descubrir qué es lo que la ahoga. 
Si esto se logra, el progreso ya es posible. 


2. LA PERSONALIZACION DEL ALUMNO

1. PLANTEAMIENTO

Nuestra tarea educativa ha de crear procesos de personalización 
frente a la cultura dominante del miedo, del individualismo y el 
pragmatismo. Todos los niveles educativos tienen que ser 
personalizados, porque todo debe ayudar al libre desarrollo de los 
seres humanos. Será necesario, por lo tanto, adecuar la misma 
programación a las diversas situaciones personales. El seguimiento 
del alumno ha de hacerse también en el terreno de la relación y la 
comprensión, evitando todo burocratismo y reduccionismo a datos 
anónimos desprovistos de aliento personal. La evaluación ha de 
seguir, evidentemente, el mismo parámetro. Es injusto y absurdo 
evaluar a las personas negando, de hecho, la realidad de cada una. 

La personalización educativa es ya una forma de crear un mundo 
alternativo, es una lucha real contra el sistema.

2. INTERROGANTES

Se nos plantean, también en este punto, gran número de 
interrogantes que cuestionan seriamente una línea como la que 
estamos trazando.

1. ¿Cómo superar el impacto despersonalizador que desde todas 
partes va modelando la mente, los sentimientos y los hábitos de los 
niños, creando un ser masificado, consumista y coordinado a los 
intereses económicos?

2. Por otra parte, existe hoy en día una tendencia hacia el 
individualismo. Esto puede resultar contradictorio con la masificación, 
pero no lo es en absoluto, ya que dentro del consumismo y la 
sociedad dual se fomenta el subjetivismo. ¿Cómo transformar esta 
corriente subjetivista en un proceso de personalización y, por lo tanto, 
de afirmación del ser humano, precisamente desde la solidaridad y la 
capacidad de salida de sí mismo hacia los otros?

3. ¿Cómo, los educadores, nos vamos haciendo personas capaces 
de descubrir los elementos personales, auténticos, originales de 
nuestros alumnos en medio del desorden del desarrollo nada 
armónico de su personalidad?

4. ¿Ayudamos realmente a que aumente en ellos la confianza en 
ellos mismos, como motor de recuperación, de superación y de 
esperanza en el futuro?

5. ¿Educamos para escuchar a los demás? La recepción personal 
del otro, de su vida, de sus formas de actuar y de sentir, se convierte 
en una condición indispensable para encontrarse a sí mismo. Siempre 
«nos construimos» con los demás.

6. La personalización no puede hacerse al margen de un sistema 
de valores. No consiste únicamente en el buen funcionamiento del ser 
humano, como una máquina, sino que tiene que llegar a descubrir el 
sentido de la propia vida, la orientación hacia lo que es justo y bueno. 
¿Cómo llegar a descubrir una escala de valores válida para todos y 
capaz de ser base de convivencia, de estima y de respeto?


3. PROPUESTAS

A todos estos interrogantes añadimos también una serie de 
propuestas que ayuden a concretar y descubrir caminos.

1. Una personalización que comienza por uno mismo

Si nos preguntamos qué es lo que real y verdaderamente podemos 
ofrecer a los niños y jóvenes de la escuela, la respuesta no puede ser 
otra que nuestra propia persona. En el trabajo educativo cada vez es 
más importante este intento de relación e impacto personal. Pero esto 
exige por parte nuestra un respeto hacia nosotros mismos, un cultivo 
continuo de todo lo que representa nuestro sistema de valores y 
sentido de la vida. Hoy en día no podemos educar desde la 
mediocridad o desde un trabajo que dificulte las posibilidades de 
relación interpersonal. 

2. Profundo respeto y amor al existente concreto

No es un tópico hablar hoy en día de la «cultura de la muerte», no 
en el sentido de que ésta reciba atención y veneración, sino al 
contrario, en el sentido de que la muerte provocada, violenta, evitable, 
fomentada, divertida incluso, como descanso, etc., forma parte de 
nuestra existencia. Se ha trivializado la muerte y se oculta el hecho de 
morir. Frente a esto, es necesario potenciar al sujeto viviente, al 
existente concreto, tal como lo tenemos, tal como es... este niño, esta 
niña, que son personas irrepetibles, resultado de la evolución y 
capaces de llegar a cimas de valoración y de plenitud. La vida real 
frente a la muerte cotidianizada.

3. Lo que realmente interesa es el proceso educativo

Seguramente es necesaria una división en cursos, etapas, áreas, 
horarios, programas, asignaturas, tiempos más intensivos y otros 
menos intensivos, etc. Humanamente no podemos hacer las cosas de 
otra forma. Pero corremos el riesgo de que cada una de estas 
divisiones y subdivisiones quede separada de las demás, tenga una 
importancia preponderante, sobre todo para el profesor sectorial, y 
quede desconectada del conjunto. Por esto mismo, lo que realmente 
nos interesa para personalizar es la globalidad del proceso, las 
grandes líneas de fuerza, las interacciones y el plan general. Todo ha 
de estar integrado y coordinado de forma que cada sector o división 
esté en función del conjunto y del alumno. Interesa también el futuro 
ciudadano, padre o madre, entendiendo que lo estamos formando.

4. Valoración de los pequeños detalles y de la cotidianidad

Son los pequeños detalles los que nos permiten y ayudan a valorar 
y resaltar los elementos fecundos de la vida diaria. Esta valoración del 
«pequeño mundo» del entorno, de los otros, de la tarea diaria, nos 
ayudará a instrumentalizar medios para la personalización, y a 
preparar al sujeto para el futuro. La vida es, sobre todo, normalidad, 
se vive día a día, tiene unos espacios repetitivos de relación, de 
trabajo y convivencia que se convierten en posibilidades reales para 
formar a la persona. Con frecuencia, los grandes planteamientos 
pueden esconder una huída de aquello que es realmente posible, que 
es el detalle, la minucia cotidiana, de todos los días.

5. Utilización de recursos y ayudas técnicas

Todo lo que hemos dicho hasta ahora se mueve en el ámbito de los 
planteamientos de fondo, de las actitudes fundamentales del 
educador, sin las cuales no puede existir un verdadero trabajo 
formativo. Pero la limitación personal, el número de alumnos, las 
dificultades de todo tipo que viven actualmente las familias, las 
desviaciones psicológicas a las que están sometidos no pocos niños a 
causa del sistema meritocrático dominante, etc., hacen que el 
educador tenga que tener a su alcance una serie de recursos 
técnicos que le ayuden a realizar bien su trabajo. Valoramos, por lo 
tanto, informes, datos, memorias, estudios psicológicos, tratamientos 
especiales, reciclajes, etc., como instrumentos de colaboración con la 
voluntad personificadora del maestro. Todos estos medios tienen 
sentido utilizados en esta dirección. Pueden realizar, de hecho, un 
servicio muy importante. Pero hay que añadir también que, 
desvinculados del proyecto personalizador, se convierten en 
elementos de discriminación capaces de potenciar a los más dotados, 
hundir a los menos dotados y transmitir unas formas de opresión que 
son la verificación educativa de los sistemas inhumanos de 
funcionamiento de nuestra sociedad.


3. LA DEMOCRATIZACION DE LA ESCUELA

1. PLANTEAMIENTO

Como tercera dimensión, irrenunciable en el momento actual, 
presentamos la necesidad de profundizar la práctica de la 
democratización en todos los ámbitos sociales y asociativos y, por lo 
tanto, en la escuela. La democratización real de una sociedad va 
mucho más allá del «sistema político democrático».

Para poder educar hoy, cara a un futuro diferente, nuevo y justo, es 
necesario avanzar en la democratización de todo el sistema escolar y 
de cada uno de los centros; aunque previsible y necesariamente esto 
suponga conflictos. Pueden darse incluso conflictos dolorosos. Es 
necesario superar muchas inercias, muchos hábitos adquiridos desde 
siempre, que actúan como resistencia a la democratización real. Es en 
el conflicto, afrontado con madurez, de donde surgirán las actitudes 
renovadas y las líneas de futuro. 

La escuela, de una manera especial, puede presentar una 
resistencia propia y de difícil salida, ya que no existe conciencia de 
igualdad. Los maestros son los que han de transmitir la enseñanza a 
unas personas que se están haciendo, los alumnos, y que por lo tanto 
se encuentran en una situación de inferioridad y de dependencia. 
Sería absurdo negar lo que hay de verdad en esta afirmación. Pero 
creeemos que la democracia no niega las distintas realidades de los 
seres humanos que se relacionan dentro de ella, sino que establece 
unas formas concretas de funcionamiento en las que se reconocen 
los derechos y los deberes, y en las que se hace difícil e imposible 
toda dictadura y despotismo. Esto debe darse también en la escuela.

2. INTERROGANTES

También aquí son muchos los interrogantes que nos cuestionan. No 
estamos en un camino fácil, a la hora de la verdad del cada día, tanto 
por falta de práctica como porque existen cuestiones muy complejas.

1. ¿Sentimos los educadores nuestra tarea como un compromiso 
real con la persona del alumno? La base de la democratización, su 
fundamento, es el compromiso de cada una de las partes, en especial 
la del profesor, como más responsable. Quizás no nos planteamos las 
cosas desde esta perspectiva. ¿Entendemos nuestro compromiso y el 
que tiene el alumno, a todos los niveles? ¿Se trata de compromisos 
éticos, despersonalizados, etéreos o de compromisos entre 
personas? Evidentemente entre personas. ¿Qué análisis hacemos, 
desde esta perspectiva, del fracaso escolar? Seguramente si 
profundizamos en la dimensión del compromiso maestro-alumno nos 
llevará a unas consecuencias imprevisibles.

2. Los adultos, los educadores, ¿somos capaces de saber perder? 
Una democracia supone perder. No siempre se gana. La norma 
democrática da la razón a quien la tiene, según su modo peculiar de 
funcionar, no según la edad o por el hecho de estar arriba. ¿Sabemos 
perder, sabemos reconocer que nos hemos equivocado, que el 
alumno puede tener razón? ¿Sabemos, por otra parte, formarlo en 
esta dimensión? 

3. ¿Cómo evitamos que el maestro claudique frente al colectivo con 
frecuencia movido, si no manipulado, en el proceso democrático, por 
personas que tienen una especial predisposición, pero que no 
siempre tienen razón? Si pensamos en los años pasados 
recordaremos las largas asambleas en que tres o cuatro personas 
eran capaces, por agotamiento, de sacar adelante unas conclusiones 
que no respondían a un verdadero debate sino a ganas de quedar 
tranquilos de una vez. ¿Es esto democracia? ¿Es éste el modelo?

4. ¿Cuál es la distancia real que existe entre la toma de una 
decisión, por parte del órgano personal o colectivo que sea, y su 
llegada a la población que la ha de llevar a cabo? Evidentemente, si 
esta distancia es amplia, intervenida o modificada a cada paso, todo 
el organismo adopta una actitud de inercia cansada y lenta que 
estorba y desmoraliza.

5. A la hora de concretar el derecho de pensamiento y opción 
personal moral y religiosa que tiene todo educador, como persona, y 
el derecho de manifestarlo ante un colectivo del cual forma parte, se 
plantea un gran interrogante. Es una cuestión delicada, porque los 
alumnos y su formación son prioritarios siempre, dentro de la escuela; 
pero existen, evidentemente, legítimas discrepancias sobre lo que es 
mejor para ellos y cómo se les puede educar mejor de cara a una 
sociedad plural. Por otra parte, en las escuelas religiosas también hay 
que tener en cuenta su ideario y el respeto que exige por parte de 
todo el mundo, ya que se trata de una enseñanza de iniciativa social 
libre. 

6. ¿Cómo unir la democratización y la dirección? La dirección es sin 
duda una condición importante para el buen funcionamiento de 
cualquier colectivo que pretenda unos objetivos concretos, 
determinados y condicionados a un proceso global. Esta es la 
situación de una escuela. Es necesario que exista una dirección, es 
necesario que sea responsable, que pueda organizar y decidir. 
¿Cómo conjugar esta eficacia necesaria con una democratización de 
todos los elementos, alumnos, claustro personal no docente y, en las 
escuelas privadas, entidad titular?

3. PROPUESTAS

1. Aclarar el contenido de la democracia y de sus actitudes

Es fundamental, en un tema tan complejo, que quede claro el 
funcionamiento interno concreto y real. Que para clarificarlo se 
adopte, ya, un estilo democrático de proceder, que no sea el 
resultado de la decisión de unas pocas personas. Y más importante 
que el mismo funcionamiento organizativo es el cultivo de actitudes 
democráticas como son: el diálogo, la participación, la tolerancia, la 
crítica y la aceptación activa de lo que se ha decidido.

2. Encontrar las líneas de equilibrio para una participación efectiva

Una de las formas de expresar la democracia interna de un centro 
es la participación, que puede promoverse en tres niveles: 
informativo, consultivo y decisivo. Esta participación la realizan 
diversos estamentos; cada uno de ellos ha de tener su forma propia 
de participar. Es necesario encontrar y consensuar líneas de 
equilibrio para que no se anulen los unos a los otros, sino que, al 
contrario, sirvan para avanzar en el sentido de la totalidad.

3. Un proyecto común

Este es, sin duda alguna, uno de los puntos más complejos de la 
democratización. Una escuela no puede tener muchos proyectos, sino 
que tiene que llegar a un cierto proyecto común; sólo a partir de este 
gran acuerdo puede ponerse en marcha el sistema democrático. Del 
mismo modo que el Estado necesita una constitución, a la cual todos 
estamos sometidos, y que está por encima de todos, aunque 
modificable siguiendo unas determinaciones concretas, así también el 
colectivo democrático tiene que llegar a un consenso límite y básico, y 
realizarse dentro de este mismo consenso. 

4. Todos los cargos lo son para un tiempo determinado y han de 
ser renovables

Es evidente que una escuela tiene unos cargos de gobierno 
elegidos según las leyes y el proyecto común y peculiar del centro. 
Creemos que todos los cargos, sin excepción, han de serlo por un 
tiempo determinado y han de poderse renovar, ya que ésta es una de 
las dimensiones fundamentales de la participación democrática, que 
impide el control por parte de unos pocos de todo el colectivo, y evita 
que degenere en una cadena de órdenes y obediencia que margina 
la aportación constructiva de cada personalidad. 

5. Participación activa en la reforma escolar

La reforma escolar es, hoy en día, una urgente necesidad de la 
sociedad. Es necesario que todas las escuelas, y dentro de ellas 
todos los estamentos, participen en la preparación y el debate sobre 
la reforma. Nos afecta a todos.


4. OFERTA DE UNA CULTURA ALTERNATIVA

1. PLANTEAMIENTO

Frente a la cultura dominante, que nace y se nutre del sistema 
neoliberal capitalista y lo justifica, es necesario buscar y potenciar 
elementos de cultura alternativa. El sistema actual aliena a la persona, 
haciéndola insolidaria, individualista, centrada en el propio placer y 
satisfacción. Es el hombre «unidimensional» del que ya nos habló 
Marcuse hace años. El sistema actual enfrenta a las clases sociales 
en una lucha sorda y fratricida; la gente muere a causa de la miseria, 
paro, droga y marginación. Tiene un concepto muy claro, y lo 
transmite por todos los medios, de la importancia del dinero y del 
dominio. En definitiva, no lleva a ninguna parte; crea, como hemos 
repetido muchas veces, la «sociedad del gran vacío».

Una cultura alternativa significa otra forma de valorar la vida 
personal y la vida social. Crear un nuevo sistema de valores, una 
ética, una moral humanista, en la que la justicia, la solidaridad, la 
libertad, la gratuidad, la atención a los menos favorecidos se 
convierten en principios activos de relación, organización y 
convivencia humana. 

Para una escuela, este enfoque es irrenunciable. No puede 
inhibirse de un desafío histórico como éste, porque sería claudicar de 
su misión fundamental que es la formación de las personas cara al 
futuro.

2. INTERROGANTES

También aquí son numerosos los interrogantes, y algunos muy 
difíciles de enfocar, ya que no puede prescindirse de todo el ambiente 
en el que los niños viven y han vivido desde pequeños, y que los lleva 
a una forma de ser muy concreta. Ir contra corriente, sin romper los 
niveles de adaptación y estima de la realidad es, en la actualidad, un 
auténtico arte. Pero, por mucha dificultad que suponga, se nos 
presenta como urgente

1. En un ambiente que lleva a la pasividad, la cuestión más 
importante es cómo combatir esta pasividad que constatamos en los 
niños y los jóvenes. Su origen lo encontramos en la valoración de lo 
inmediato, la urgente satisfacción del capricho que, una vez 
satisfecho, queda reducido a nada y anula el valor esfuerzo. La 
convicción generalizada de que muchos de los principales problemas 
no tienen solución, de que no vale la pena preocuparse por darles 
una respuesta, lleva también a la pasividad. 

2. La disminución de la población infantil, especialmente entre los 
medios sociales más acomodados, que contribuye a que los niños 
estén más mimados, que tengan de todo, que sean atendidos hasta 
en las cosas más caprichosas a causa de sus mismas exigencias 
fomentadas por el consumismo, representa también un gran 
interrogante al querer transmitir una cultura diferente. ¿Por qué? 
¿Necesita el niño caprichoso otra cosa que satisfacer sus caprichos? 
¿Cómo podríamos descubrir otros valores mucho más fundamentales 
para la vida?

3. Intentando transmitir un sistema de valores alternativos a los que 
hoy configuran nuestra sociedad, ¿damos seguridad a la persona? 
Nosotros, adultos que hemos vivido largas luchas de todo tipo, quizás 
hemos aprendido a vivir en la contradicción a encontrar en la soledad 
uno de los recursos más fundamentales para una lucha tenaz y 
duradera. Pero los niños de hoy, ambientados desde el principio en el 
confort y en todas las facilidades posibles, no están preparados para 
la contradicción social. Un sistema de valores diferente del que nos 
propone el sistema creará, quizás, en su interior, una dualidad, una 
especie de esquizofrenia moral que puede conducirlos a una notable 
precariedad personal. ¿Cómo superar este escollo?

4. ¿Los educadores tenemos claro el sistema de valores 
alternativos que queremos transmitir? ¿No somos nosotros los 
primeros que estamos integrados en la realidad de hoy en día? ¿Qué 
queremos, por lo tanto, predicar? ¿Aquello que no vivimos? Es cierto 
que, en el fondo, participamos del vacío, pero las urgencias, las 
inquietudes cotidianas, nos invitan a ir dejando sin plantear el fondo 
de la cuestión. ¿Cómo podemos educar cara al futuro si no está ya 
presente en nosotros, de alguna manera, esta posibilidad positiva y 
constructiva?

3. PROPUESTAS

1. Programación eficaz sobre nuevos valores

Es evidente que la transmisión de valores pasa por el contacto 
diario, por la relación personal, por el comentario espontáneo, etc. Sin 
esto, que es lo que nace del corazón, no tiene sentido programar. Sin 
embargo, dadas las circunstancias de una presión social, tan 
penetrativa en los niños, es necesario que los educadores programen 
unitariamente, en equipo, cuáles son los valores que han de 
potenciar, y sobre todo cómo lo han de hacer. Entre estos valores 
creemos que existen algunos que son muy urgentes: la gratuidad, la 
crítica constructiva, el espíritu de equipo, la capacidad de 
compromiso, etc.

2. Denuncia científica y descarada del capitalismo y el consumismo

Se tiene vergüenza de denunciar un sistema que produce unas 
consecuencias tan negativas para el ser humano, para la convivencia 
y la relación entre las clases sociales y los pueblos. Creemos que esta 
actitud no es educativa. Es necesario denunciar con claridad lo que 
en documentos de todo tipo, también de los últimos Papas, se ha 
dicho sobre la maldad intrínseca del sistema dominante entre 
nosotros. Evidentemente, una denuncia no significa demagogia, estilo 
estridente e irritación. Una denuncia debe ser clara, científica, 
razonada y, sobre todo, pedagógica, es decir, graduada, inteligible, 
dialogante y por lo tanto modificable y testimonial. 

3. Creación de espacios alternativos al consumismo

No podemos vivir únicamente a la defensiva y movernos solamente 
a nivel de la crítica. Hemos de poseer la imaginación y la creatividad 
necesarias para forzar unos espacios que signifiquen un contrapunto 
al consumismo, y en los cuales los niños y los jóvenes palpen y vivan 
que se están realizando de una forma mucho más positiva, y que vale 
la pena no entrar en el juego consumista, porque de este modo el 
hombre es más libre, lo pasa mejor y la vida adquiere un sentido 
mucho más positivo.

4. Nuevos contenidos

Los contenidos de las programaciones responden a unas 
valoraciones y formas muy concretas de entender el saber y la vida. 
No afirmamos que todo sea negativo. Conviene, sin embargo, 
aprender a examinar en los textos todo aquello que tiene una 
auténtica importancia, etc., para descubrir su sentido profundo. No es 
suficiente, sin embargo, esta función crítica de los contenidos, sino 
que es necesario añadir a los mismos otros más cercanos a la vida, a 
los intereses concretos de los niños en el mundo urbano o rural, etc. 
En este proceso, los alumnos deben ejercer un protagonismo, no 
solamente en cuanto a los métodos para que participen y de este 
modo asimilen mejor, sino porque los mismos contenidos añadidos 
sean mucho más adecuados.

5. Atender primordialmente a los métodos

Los métodos son más importantes que los contenidos. Es necesario 
transmitir métodos de trabajo personal y colectivo. Esto lleva consigo, 
sin duda alguna, modificaciones en la manera de enseñar, pero 
superada esta dificultad pronto se podrá constatar que los niños que 
parecían pasivos de hecho ya no lo son; al contrario, situados en 
talleres colectivos y organizados a partir de su propia iniciativa, se 
despiertan a la creatividad y recuperan centros de interés. Será 
necesario modificar los horarios y las evaluaciones. Estas 
modificaciones serán una muestra real y significativa de que estamos 
trabajando para una cultura alternativa.


5. VALORACION DEL ENTORNO

1. PLANTEAMIENTO

La formación de la persona puede ser, cada vez más, ayudada 
desde fuera de los ámbitos tradicionales, como la familia y la escuela, 
sin que esto suponga negar el insustituible papel que éstas tienen. El 
grupo natural, el barrio, el entorno geográfico pueden llegar a ser 
elementos integradores de los jóvenes y de los niños; o, al contrario, 
pueden anular parcial o totalmente la tarea educativa por bien hecha 
que esté.

Estos factores, tan cercanos a la vida de los niños, y a los que 
llamamos entorno social, se ven, por parte de no pocos educadores, 
como un peligro y tienen un cierto recelo hacia ellos. Prescinden de 
unas posibilidades complementarias que pueden, por este motivo, 
convertirse en desintegradoras. Es por esto por lo que el entorno 
provoca con frecuencia actitudes antisociales.

El espíritu y la imaginación educativas encuentran posibilidades de 
modificar humanamente el entorno y convertirlo en una dimensión útil 
para la formación del niño, por muy negativo que parezca primera 
vista. De este modo podemos crear las bases de la valoración 
asociacionista, de interés por el pueblo o el barrio, de actitudes 
ecológicas, etc.


2. INTERROGANTES

Se nos plantean muchos interrogantes frente a esta dimensión 
educativa que va más allá de los muros de la escuela y que se siente 
capaz de integrar el entorno.

1. Existen entornos degradados profundamente, marginadores, 
islas de miseria y de vicio; ¿no sería mejor sacar a los niños de todos 
estos peligros, que casi necesariamente van a llevarlos a una vida 
marginal, que intentar educarlos desde dentro? La respuesta a esta 
cuestión es difícil; en primer lugar hay que examinar si esto es o no 
posible, y en segundo lugar se deben calibrar las consecuencias de 
un posible desarraigo del mundo en donde una persona ha nacido y 
crecido.

2. El entorno, que nunca es un hecho estático sino que 
continuamente está cambiando, es el resultado de múltiples fuerzas y 
situaciones que para nada tienen en cuenta la función educativa. 
¿Qué podemos hacer para darle esta dimensión educacional?

3. La separación real y psicológica de la naturaleza provoca en los 
niños de las ciudades un desconocimiento del mundo vegetal, animal, 
geográfico, etc., sobre todo en los que viven en los grandes 
suburbios. ¿Cómo potenciar la necesaria relación con la naturaleza, 
como ámbito espontáneo de la vida humana, o es que, quizás para 
ellos, para los ciudadanos ya ha dejado de serlo?

4. Una de las dimensiones más importantes del entorno es el grupo 
humano, la pandilla, que tiene sus leyes, su funcionamiento, su orden 
y además una valoración concreta y cambiable; ¿cómo puede el 
educador entrar en esta organización sin ser rechazado? ¿Es 
necesaria su presencia directa? ¿Se puede educar desde fuera? La 
función educativa ¿debe permanecer al margen del grupo 
extraescolar?

5. ¿Qué modelos de identificación se dan en el entorno de los niños 
y jóvenes? ¿Los conocemos? ¿Responden a las necesidades reales? 
¿Son producto de tópicos consumistas? ¿Qué papel juega la 
televisión?


3. PROPUESTAS

1. Superar la rigidez del sistema educativo

El entorno cada vez influye más y ejerce una mayor competencia a 
la escuela. La escuela puede correr el peligro de cerrarse sobre sí 
misma, hacerse isla. Esto puede ocurrir, sobre todo, en los sitios 
donde el entorno está más degradado. La mayor parte de los 
maestros trabajan solamente las horas obligatorias y desconocen la 
realidad. Es necesario superar esta situación de rigidez y defensa 
ante la penetración del entorno concreto en que se desarrolla el niño, 
sobre todo mediante la relación con las familias.

2. La escuela debe ayudar a una crítica y a un compromiso de 
cambio

Esta apertura hacia el entorno por parte de la escuela y de los 
maestros, en modo alguno significa la aceptación de todo. 
Precisamente, como centro de cultura y educación, deberá tomar 
parte significativa en todo lo que represente un progreso. Es 
necesario, por lo tanto, analizar los valores de todo tipo y las 
situaciones que se produzcan. Crítica no significa solamente quedarse 
en las dimensiones negativas.

3. Potenciar el uso positivo del tiempo libre

La escuela pretende educar, y los niños han de aprender a usar el 
tiempo libre, de un modo positivo, capaz de convertirse en 
personalizador y socialmente enriquecedor. Si esta educación ha de 
ser real, es imprescindible que dentro de la escuela existan espacios 
para el ocio en los que los niños sean guiados y formados.

4. Incorporación de grupos marginales

De nuevo pensamos especialmente en las escuelas de los barrios 
más marginados, aunque no nos limitamos exclusivamente a ellas. Los 
grupos espontáneos, las pandillas de todo tipo, no pueden existir al 
margen o en contra de la escuela, ya que en parte el fracaso 
académico ha ayudado a la marginación. Es importante que la 
escuela como lugar de cultura, recreo, relación humana, intente de un 
modo u otro relacionarse con estos grupos o, al menos, con los más 
accesibles. Utilización de locales y espacios deportivos, talleres, 
tareas de verano, salidas, etc., pueden ser elementos de 
acercamiento.

5. Fomento del asociacionismo

El progreso del entorno es, en gran parte, resultado de la 
capacidad asociativa de la gente. La presión sobre las autoridades, 
sobre la administración, son la consecuencia, y, en la actualidad, son 
ya los mismos responsables municipales o nacionales los que se 
sienten obligados a responder a la demanda popular. De este modo la 
conciencia ecológica ha ido aumentando y aumentará más todavía en 
el futuro. Pues bien, la escuela ha de fomentar entre sus alumnos la 
capacidad asociativa. En primer lugar, dentro de su ámbito propio, 
pero también de cara al exterior. De este modo, estos niños 
acostumbrados al trabajo colectivo de cara al bien común, es 
previsible que sean miembros activos, cuando dejen la escuela, de la 
defensa y promoción del entorno.

6. Educación para la salud

Nuestra sociedad consumista ha creado en sus miembros unos 
hábitos, unas actitudes y unos comportamientos que, cada vez en 
mayores ámbitos de nuestra vida -seguridad, alimentación, 
sexualidad, relación con el medio, equilibrio entre el trabajo y el 
descanso- han ido provocando auténticos problemas de salud 
-accidentes, abuso de comidas rápidas, aumento de enfermedades de 
transmisión sexual, aumento de embarazos en las adolescentes, 
agresiones ecológicas, crecimiento vertiginoso de la drogadicción, 
estrés...-. Nuestros alumnos son totalmente hijos de estos 
comportamientos que constituyen parte de los llamados «estilos de 
vida». Una propuesta, desde la escuela, es tratar de favorecer sin 
reservas un estilo de vida sana, y empezar a incluir y contemplar los 
contenidos de la salud, de una forma interdisciplinar, en todas las 
áreas que lo permitan.

Jesús Renau
CRISTIANISME 28

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