Testimonio a favor de la vida
Relato autobiográfico de Luis de Moya, un sacerdote tetrapléjico
Todos ustedes, amigos lectores, conocen ya al joven sacerdote tetrapléjico Luis de 
Moya porque, desde esta última página, nos ha contado su dramática experiencia desde 
aquel accidente de tráfico que sufrió cuando venía de visitar a sus padres en Ciudad Real 
en 1991. Desde entonces, y a pesar de haber pasado por momentos especialmente difíciles 
en la UCI de la Clínica Universitaria de Navarra, cree que merece la pena vivir. Últimamente 
se ha asomado a la actualidad por su lucha contra la eutanasia y su canto a la vida desde 
la esclavitud de la total inmovilidad en una silla de ruedas. 
Ahora ha dado un paso más para demostrarnos esas enormes ganas de vivir y ha 
publicado un libro "Sobre la marcha", editado por la editorial de los Padres dominicos, 
Edibesa, para, a la vez que narra toda su historia, poder servir de ejemplo y aliento a 
cuantos están viviendo una situación parecida. Él mismo lo dice: "yo no podía, no debía, 
buscar sentirme simplemente cómodo o lo menos contrariado posible entre mis cuatro 
paredes, como si no pudiera hacer otra cosa, como si ya nadie esperara nada de mí. Si 
hubiera caído en ese planteamiento, habría condenado mi vida al lamento permanente 
como telón de fondo. Consentir en esa visión tan negativa de mi situación, supondría 
-aparte de pactar con una falsedad- condenarme al victimismo. Ir por el mundo con 
complejo de víctima, como dando pena, se me hacía poco gallardo y un tanto falso, porque 
veía con claridad que teniendo la cabeza sana no había razón para no utilizarla con 
provecho".

Valorar lo que se tiene
"Soy un multimillonario que ha perdido mil pesetas", confiesa Luis Moya, y es la frase 
que mejor resume la actitud de este hombre tetrapléjico con poco más de cuarenta años. 
Ha perdido casi totalmente la movilidad corporal: las "mil pesetas".
Puede mover sólo la cabeza: con su mentón maneja el carro de ruedas y con un especial 
"ratón" reducido introducido en la boca acciona el ordenador, para leer y escribir. Así ha 
escrito este libro, "Sobre la marcha", una especie de confesión desdramatizando su 
dramática experiencia: sus limitaciones, su falta de intimidad personal, su dependencia.
Junto a esas mil pesetas perdidas coloca los muchos millones que le quedan: la vida que 
ama apasionadamente, el amor para amar y ser amado, la fe cristiana que como sacerdote 
vive y transmite, el poder seguir haciendo el bien, impartir clases en la Escuela de 
Arquitectura de la Universidad de Navarra (http://www. unav. es), ayudar a otros, -sanos y 
enfermos, jóvenes y mayores- a afrontar los problemas inherentes a toda vida humana y, 
sobre todo, poder celebrar diariamente la Eucaristía, verdadero centro de su vida.

Ejemplo de fortaleza
Pero no se trata de un libro moralizante. Es un ejemplo de fuerza, de voluntad, es, en 
lugar de la moralina teórica, la vida real del mismo autor, físicamente muy limitada, pero 
abierta a todas las posibilidades que ofrecen los medios técnicos para no quedarse 
anquilosado y para continuar haciendo el bien. Luis Moya, como médico también que es, 
conoce bien la gravedad de su enfermedad, pero quiere desmitificar su caso y en el libro 
nos cuenta sus problemas de carácter, sus impaciencias, su precaria economía en números 
rojos, sus reacciones ante las impertinencias de otros.
Se presenta tal cual es. Y, sobre todo se presenta con una fe que ha puesto su confianza 
en el Dios que ama como el mejor de los padres, que quiere lo mejor para sus hijos, y no se 
equivoca nunca: tampoco cuando permitió aquel accidente automovilístico a sus 
treintaitantos años, que lo dejó para siempre en una silla de ruedas. Un libro que todos 
debiéramos leer para comprender mejor las, pequeñas o grandes, contrariedades de 
nuestra vida cotidiana cuando meditemos las palabras de Luis: "Algunos creen que la vida 
es para el puro disfrute material, para sacar el máximo partido en el placer, el poder o la 
riqueza. Creo que la vida, sea como sea en lo físico, merece la pena vivirla. Con la ayuda 
de Dios, que pido todos los días, tengo la esperanza de llegar al destino para el que me ha 
dado la vida ".

Mary Murillo
IGLESIA-EN-CAMINO
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
No. 193 - Año V - 19 de enero de 1997