TESTIMONIOS
TEXTOS 1
1.FE/ESCANDALO:
D/MAL:
La protesta de un creyente
Elie ·Wiesel-Elie (Nobel de la Paz de 1986), nació en 1928, en la ciudad
húngara (hoy
rumana) de Sighet, en Transilvania. Un país de montañas y de bosques, donde se
extendió a
comienzos del siglo XVIII, en medio de una población muy pobre y humillada, el
movimiento
hasídico nacido en Polonia. El hasidismo es un movimiento del judaísmo que
sigue la doctrina
con tendencia a una religión personal, interior, que reacciona contra el
anquilosamiento de una
religión legalista.
A los 15 años de edad, Elie y su familia fueron internados en el campo de
concentración de
Auschwitz. La misma noche de su llegada, fue separado brutalmente de su madre, y
de sus
hermanas. Ya nunca volvió a verlas. Habían comenzado para él unos meses de
indescriptibles
horrores.
Dos hechos marcaron para siempre su alma de adolescente excepcionalmente
impresionable.
Aquella primera noche, la columna de los deportados de la que él formaba parte
tuvo que pasar
cerca de una fosa de donde subían "llamas gigantescas". Dentro se
quemaba algo. Se acercó
un camión a la fosa y arrojó su carga: «Eran niños pequeños». Y Wiesel
prosigue así:
«Nunca
olvidaré esta noche, la primera noche en el campo, que hizo de mi vida una
larga
noche cerrada con siete llaves.
Nunca olvidaré este humo.
Nunca olvidaré las caritas de los niños cuyos cuerpecillos vi transformados en
torbellinos
de humo bajo un cielo mudo.
Nunca olvidaré estas llamas que consumieron para siempre mi fe.
Nunca olvidaré este silencio nocturno que me ha arrancado para toda la
eternidad el
deseo de vivir.
Nunca olvidaré estos instantes que asesinaron a mi Dios y a mi alma, y los
sueños que
tomaron el aspecto de un desierto.
Nunca olvidaré esto, aunque estuviera condenado a vivir tanto tiempo como Dios
mismo.
Nunca».
El segundo
hecho fue que unos días más tarde «tuve que presenciar la muerte de un
niño condenado a la horca «un niño holandés de rostro fino y delicado,
parecido a un ángel
de ojos tristes.
«Detrás de mi -cuenta Wiesel- un hombre preguntó en voz baja: ¿Dónde está
Dios?
¿Dónde está? Y oí una voz que contestaba dentro de mí: ¿Dónde está?
Aquí está.
¡Ahorcado en este patíbulo!».
Los
acontecimientos espantosos que siguieron, incluso la larga agonía de su padre,
trastornaron menos a Wiesel que estos dos hechos que, como él confiesa, mataron
a la vez
«a su Dios y a su alma».
Auschwitz hizo de aquél niño formado en el hasidismo un verdadero "hombre
Job del siglo
XX". Y plasmaría este aspecto de su personalidad en su primera novela, a
la que pondría
un título de clara resonancia mística. -¿Cómo no recordar aquí a nuestro
San Juan de la
Cruz?-: La noche, con prólogo de Francois Mauriac novelista católico francés
que sería su
padrino en el mundo de las letras.
«La noche es el problema del mal y una pregunta que nunca tiene respuesta
total: ¿Por
qué? (...).
Tal vez, Dios se revela al hombre en el silencio que sucede a la tormenta. Dios
es el
silencio.»
Dice el Talmud que Dios sufre con el hombre. ¿Por qué? Para entender mejor al
hombre
y para que el hombre entienda mejor a Dios. Y tú quieres sufrir solo. Este
sufrimiento te
disminuye, está muy cerca de la crueldad».
"La lucha
de Jacob, en nuestro tiempo. Este es Wiesel"
Elie Wiesel siente una gran admiración por la página del Antiguo Testamento en
que se
nos narra la lucha del patriarca Jacob. Creo que la razón de esta admiración
está en que
Jacob personifica para él «el hombre que lucha, que protesta ante Dios».
Tal vez ocurre que el hombre necesita la lucha para llegar a ser plenamente él
mismo, de
acuerdo con los versos de Musser: «Nadie se conoce a sí mismo hasta tanto no
ha
sufrido». Fue la gran lección de la segunda guerra mundial. El mismo Wiesel
confiesa que
«sin la guerra y sus terribles consecuencias, hubiera sido maestro de Talmud
toda mi vida
en un pueblecito de montaña». Ciertamente, no hubiera sido el Wiesel que
admiramos y del
cual el mundo necesita.
Wiesel no puede no creer en Dios, pero no comprende el dolor de su pueblo. Este
es su
drama interior. Y protesta, como Job, contra el silencio de Dios contra la
injusticia, ante el
mal que existe en el mundo. Como Job repite: ¿Por qué? Y afirma: «Estoy a
menudo contra
Dios, pero nunca sin Dios».
(·Piquer-J, en Vida Nueva, N.° 1.557)
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2. Esperanza/Luther
King
Sigamos soñando con L. King. A los 20 años de su muerte, sus sueños aún
tienen fuerza
liberadora
«Hoy, en la noche del mundo y en la esperanza de la Buena Nueva, afirmo con
audacia
mi fe en el futuro de la humanidad.
Me niego a creer que las circunstancias actuales hagan incapaces a los hombres
para
hacer una tierra mejor. Me niego a creer que el ser humano no sea más que una
brizna de
paja azotada por la corriente de la vida, y sin tener posibilidad alguna de
influir en el curso
de los acontecimientos.
Me niego a compartir la opinión de aquéllos que pretenden que el hombre es,
hasta un
punto tal, cautivo de la noche sin estrellas, del racismo y de la guerra; que la
aurora
radiante de la paz y de la fraternidad no podrá nunca llegar a ser una
realidad.
Me niego a hacer mía la afirmación cínica de que los pueblos irán cayendo,
uno tras otro,
en el torbellino del militarismo, hacia el infierno de la destrucción
termonuclear.
Creo que la verdad y el amor sin condiciones tendrán la última palabra. La
vida, aun
provisionalmente vencida, es siempre más fuerte que la muerte.
Creo firmemente que, incluso en medio de los obuses que estallan y de los
cañones que
retumban, permanece la esperanza de un radiante amanecer.
Me atrevo a creer que, un día, todos los habitantes de la tierra podrán tener
tres comidas
al día para la vida de su cuerpo, educación y cultura para la salud de su
espíritu, igualdad y
libertad para la vida de su corazón.
Creo igualmente que un día toda la humanidad reconocerá en Dios la fuente de
su amor.
Creo que la bondad salvadora y pacífica llegará a ser, un día, la ley. El
lobo y el cordero
podrán descansar juntos, cada hombre podrá sentarse debajo de su higuera, en
su viña, y
nadie tendrá ya que tener miedo.
Creo firmemente que lo conseguiremos.»
(Martin ·Luther-King)
(Discurso en la recepción del Premio Nobel de la Paz de 1964)
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3.
Una crisis de fe FE/CRISIS
-Un filósofo judío norteamericano ha escrito que «el Dios de la historia
murió en
Auschwitz». ¿Comparte usted esta opinión?
-De ninguna manera. Siempre me he opuesto a esta filosofía. Mi protesta se
sitúa en el
interior de la fe, no fuera de ella. Cuando Rubinstein, al que usted cita, dice
que el Dios de
la historia judía ha muerto, afirma también que el Dios de Israel ha muerto.
Pero yo pienso
que haber atravesado como judíos tres mil quinientos años de historia para
volver a una
especie de paganismo y para afirmar que ahora ya podemos vivir sin Dios,
después de
Auschwitz, me parece -repito- que todo esto resulta tardío y además
inaceptable.
No se trata de esto. Lo que yo intento evocar es la historia de la fe en crisis.
Durante la
tormenta no hubo deserciones de la fe. Hubo ciertamente protestas contra el
silencio de
Dios, pero era en el interior de la fe. Esta es toda la diferencia. Yo nunca he
comprendido el
ateísmo. Es una forma de pensamiento, un modo de existencia que me resultan
extraños.
Un creyente que es muy creyente y que pasa por momentos de duda, lo comprendo.
Un
increyente que pasa por momentos de fe, lo comprendo también. Pero para un
verdadero
ateo, tal como nosotros lo concebimos, el problema ni siquiera se plantea. Para
mí, el
problema no es la no existencia de Dios, sino precisamente su existencia. Si
Dios no existe,
entonces ya no hay problema. A menudo me siento en favor de Dios, a veces contra
él,
pero nunca sin él...
-Usted conoce la expresión de Iván Karamazov, de Dostoyevski, "si el
suplicio de un niño
inocente en manos de un degenerado ha de ser el precio del rescate del mundo,
entonces
me doy de baja".
-Sí, y acepto esta protesta. Ningún sufrimiento de ningún niño, ningún
sufrimiento,
ninguna muerte de ningún niño, puede justificar nada. Es un escándalo y debe
permanecer
siendo un escándalo. Es un ultraje y debe seguir siendo un ultraje.
(De una entrevista con Elie ·Wiesel-Elie)
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4.CARTA/PRESA:
Señor, sé que existes, aunque no te conozco. Creo en ti y te amo
Carta al Señor
Dios mío, ayúdame. Estoy muy arrepentida de la vida, de todo lo que he hecho.
Señor,
ayúdame. Pues te prometo no pecar más, es tan dura la vida y tan difícil para
mí. Señor, me
siento tan impotente. Quiero encontrar mi felicidad. ¿Cuándo me llegará? Te
prometo no
robar más. Pues, Dios mío, estoy sin padre y sin madre, sólo te tengo a ti.
No sé que será
de mí, si no me ayudas. Confío en ti. Quiero encontrar algún día mi
felicidad y si tú no me la
das, siempre volveré a la misma vida y como tú bien sabes, Señor, ya he
estado muchas
veces en la cárcel y no puedo seguir así, Dios mío, sólo te pido que me
perdones por todo
lo que he pecado en esta vida. Señor, llevo separada de mis hermanos diez años
y no los
he vuelto a encontrar más, ayúdame a encontrarlos, ayúdales a encontrarme.
¿Qué es lo
que será de mis hermanos? pues quisiera morir porque estoy cansada y asqueada.
Dios
mío, ayúdame Señor, sé que existes aunque no te conozco. Creo en ti y te
amo.
Dios mío, pienso que cuando salga si no cojo otro camino siempre volveré a lo
mismo y
ya no aguanto más si no me ayudas a cambiar de vida. Lo que quiero para mí,
aunque sea
comiéndome un trozo de pan, es ser feliz y tener un lugar junto a mis hermanos
y mi
libertad. ¡Ay, Señor! qué arrepentida estoy por cometer tantas locuras, pues
estuve
haciendo de prostituta y me cansé tanto que no sabía qué hacer en esta vida,
fue entonces
cuando conocí a una amiga y me dediqué a robar y a pecar. Perdóname, Señor,
no lo
volveré a hacer, hazme cambiar que si tú no me ayudas no sé quien lo hará.
Te quiero,
Dios mío.
Me despido. Señor con toda mi fe a ti. Esperando que llegue ese día en donde
yo te
conozca. Tan sólo deseo que se me haga realidad, pues te amo.
(Carta desde la cárcel de mujeres de Barcelona)
(En Jesús-Cáritas, 3/1991)
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5. .SFT/POEMA:
Dios es un fuego encendido
Yo te veo,
Señor, con un hierro encendido
quemándome la carne hasta los huesos...
Sigue, Señor,
que de ese hierro
han salido
mis alas y mis versos. ·León-Felipe
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6.RERUM-NOVARUM
"La encíclica Rerum Novarum (1891): tú la lees tranquilamente como si
fuera una pastoral
cualquiera de Cuaresma. Entonces, pequeño mío, sentimos cómo temblaba la
tierra debajo
de nuestros pies. ¡Qué entusiasmo! Una idea tan simple como la de que el
trabajo no es
una mercancía sometida a la ley de la oferta y la demanda, que no se puede
especular con
los salarios ni con la vida de los hombres como con el trigo, el azúcar o el
café, eran cosas
que turbaban las conciencias. Por explicarlas desde el púlpito me tomaron por
socialista".
(·Bernanos-G, Diario de un cura de aldea)
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7.MARTIR-ESPINAL
Gastar la vida = vivir la Pascua
«Jesucristo dijo: "Quien quiera guardar su vida, la perderá; y quien la
gastare por mí, la
recobrará en su vida eterna".
A pesar de todo, tenemos miedo a gastar la vida y entregarla sin reservas.
Un terrible instinto de conservación nos lleva al egoísmo y nos atormenta
cuando hemos
de jugarnos la vida.
Pagamos seguros por todas partes para evitar los riesgos. Y además de todo eso
está la
cobardía...
Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida. Sin embargo, Tú nos diste la
vida para
gastarla. No podemos reservárnosla en un estéril egoísmo.
Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no nos paguen; hacer un favor
a quien
nada puede darnos a cambio; gastar la vida es arriesgarse incluso al inevitable
fracaso, sin
falsas prudencias; es quemar las naves en bien del prójimo.
Somos antorchas, y sólo tenemos sentido cuando nos quemamos; sólo entonces
seremos luz.
Líbranos de la prudencia cobarde, la que nos hace eludir el sacrificio y buscar
seguridad.
Gastar la vida no es algo que se haga con gestos extravagantes y falsa
teatralidad. La
vida se entrega sencillamente, sin publicidad, como el agua de la fuente, como
la madre
que da el pecho a su hijito, como el sudor humilde del sembrador.
Enséñanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible, porque detrás de lo imposible
están tu
gracia y tu presencia; no podemos caer en el vacío.
El futuro es un enigma, nuestro camino se pierde en la niebla; con todo,
queremos seguir
dándonos, porque Tú estás esperando en la noche con mil ojos humanos que se
deshacen
en lágrimas».
(Lucho Espinal, jesuita asesinado en Bolivia el 22 de marzo de 1980)
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8.PERDON/DIFICIL
La cultura del perdón
El terrorismo etarra está contaminando a este país de una cultura del odio.
Sus perversos
efectos no solamente consisten en las vidas humanas que truncan, en la alarma
que
provocan, sino en la alimentación de un clima de repulsa tal a sus acciones en
la que el
sentimiento del perdón queda expulsado, no tiene cabida.
La semana pasada, Antena 3 Televisión difundió, como tantos otros medios de
comunicación, las palabras de perdón cristiano que salieron de la boca del
coronel
Carrasco, padre de Juan José, la última víctima de ETA. Y, a continuación,
la emisora hizo
una encuesta entre su audiencia. Me consta que sus resultados no son
manipulados. La
pregunta era: ¿Perdonaría usted a los asesinos de su hijo? El locutor se
excusó por la
dureza de la pregunta y pidió sinceridad en las respuestas. Contestaron en
torno a 25.000
en menos de media hora. De ellas el no ganó abrumadoramente. No anoté la
cifra, pero
superaba los 23.000. Aproximadamente el 95 por 100 de quienes llamaron a la
emisora
expresó su rechazo al perdón.
Yo me sentí sobrecogido por esta aplastante derrota del perdón. Ciertamente
era una
prueba palpable del valor heroico de la conducta del padre del joven asesinado.
Era una
prueba del clima de indignación en que viven los ciudadanos, que están hartos
de tanta
violencia despiadada y sin sentido. Era un no de protesta y de rabia. Y todo
ello era
humanamente comprensible.
Y yo en aquel momento sentí la grandeza (y la dificultad) del perdón
cristiano. Es un
perdón que no está reñido con la justicia, que no es debilidad, que no supone
complicidad
con el criminal. El perdón cristiano es, sencillamente, la expulsión del odio,
es el rechazo a
desear el mal al otro. Y es, también, la esperanza en el arrepentimiento y en
la conversión
del hasta más terrible de los criminales.
Y también pensé que el padre de Juan José Carrasco había hecho un
extraordinario
servicio a esta sociedad. Porque había mostrado que el perdón no es imposible
y no debe
ser expulsado de los corazones de esta ciudad. Hay veces que sólo los
cristianos podemos
hacer determinadas tareas en esta sociedad. En este caso, a través del perdón,
luchar por
la derrota de la cultura del odio, que es la que nutre a la violencia etarra.
(Eugenio ·Nasarre-E, en "Vida Nueva")
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9.«Por exceso de amor»
A pesar de su longitud voy a recordar el siguiente testimonio referido a la
peste que el
año 260 asoló a Alejandría:
«La mayoría de nuestros hermanos, por exceso de su amor y de su afecto
fraterno,
olvidándose de sí mismos y unidos unos con otros, visitaban sin precaución a
los enfermos,
les servían con abundancia, los cuidaban en Cristo y hasta morían
contentísimos con ellos,
contagiados por el mal de los otros, atrayendo sobre sí la enfermedad del
prójimo y
asumiendo voluntariamente sus dolores. Y muchos que curaron y fortalecieron a
otros,
murieron ellos, trasladando a sí mismos la muerte de aquellos. (...) Los
mejores de nuestros
hermanos partieron de la vida de este modo, presbíteros -algunos-, diáconos y
laicos, todos
muy alabados, ya que este género de muerte, por la mucha piedad y fe robusta
que
entraña, en nada parece ser inferior incluso al martirio.
Y así tomaban con las palmas de sus manos y en su regazos los cuerpos de los
santos,
les limpiaban los ojos, cerraban sus bocas y, aferrándose a ellos y
abrazándolos, después
de lavarlos y envolverlos en sudarios, se los llevaban a hombros y los
enterraban. Poco
después recibían ellos estos mismos cuidados, pues siempre los que quedaban
seguían los
pasos de quienes les precedieron. En cambio, entre los paganos fue al contrario:
incluso
apartaban a los que empezaban a enfermar y rehuían hasta a los más queridos, y
arrojaban
moribundos a las calles y cadáveres insepultos a la basura, intentando evitar
el contagio y
compañía de la muerte, tarea nada fácil hasta para quienes ponían más
empeño en
esquivarla».
Todavía en la Edad Moderna, «en caso de epidemia, los religiosos eran muchas
veces
los únicos dispuestos a atender a los enfermos con riesgo de su propia vida».
Incluso ha
habido congregaciones -como las Hermanas de la Caridad de Santa Ana- con un voto
especial de atender a los enfermos contagiosos y pestilentes. (...)
En ocasiones, los primeros cristianos llegaron hasta el don de sí mismos.
«Muchos de los
nuestros -escribía San Clemente Romano- se han vendido como esclavos y con el
precio
de su libertad han alimentado a otros». Incluso han llegado hasta nosotros
algunos
nombres: San Pedro el Colector mandó a su tesorero que le vendiera en provecho
de los
indigentes y San Serapión se entregó a una pobre mujer para que le vendiera a
unos
juglares griegos.
(·GONZALEZ-CARVAJAL-L en «_Iglesia-Viva», 156)
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10.MARTIR-PERIODISTA
Amenazados de resurrección
Dicen que estoy "amenazado de muerte"... Tal vez. Sea ello lo que
fuera estoy tranquilo.
Porque si me matan, no me quitarán la vida, Me la llevaré conmigo, colgando
sobre el
hombro, como un morral de pastor...
A quien se mata se le puede quitar todo previamente, tal como se usa hoy, dicen:
los
dedos de la mano, la lengua, la cabeza... Se le puede quemar el cuerpo con
cigarrillos, se
le puede aserrar, partir, destrozar, hacer picadillo... Todo se le puede hacer,
y quienes me
lean se conmoverán profundamente, y con razón.
Yo no me conmuevo gran cosa, porque, desde niño, alguien sopló a mis oídos
una
verdad inconmovible que es, al mismo tiempo, una invitación a la eternidad:
"No temáis a
los que pueden matar el cuerpo, pero no pueden quitar la vida".
La vida -la verdadera vida- se ha fortalecido en mí cuando, a través de Pierre
Teilhard de
Chardín, aprendí a leer el Evangelio: el proceso de la Resurrección empieza
por la primera
arruga que nos sale en la cara; con la primera mancha de vejez que aparece en
nuestras
manos; con la primera cana que sorprendemos en nuestra cabeza un día
cualquiera,
peinándonos; con el primer suspiro de nostalgia por un mundo que se deslíe y
se aleja, de
pronto, frente a nuestros ojos...
Así empieza la resurrección. Así empieza no eso tan incierto que algunos
llaman "la otra
vida", pero que en realidad no es la "otra vida", sino la vida
"otra"...
Dicen que estoy amenazado a muerte... De muerte corporal a la que amó
Francisco.
¿Quién no está "amenazado de muerte?" lo estamos todos desde que
nacemos. Porque
nacer es un poco sepultarse también...
Amenazado de muerte. ¿Y qué? Si así fuere, los perdono anticipadamente.
Que mi cruz sea una perfecta geometría de amor, desde la que puedas seguir
amando,
hablando, escribiendo y haciendo sonreir, de vez en cuando, a todos mis hermanos
los
hombres.
Que estoy amenazado de muerte... Hay en la advertencia un error conceptual. Ni
yo ni
nadie estamos amenazados de muerte. Estamos amenazados de vida, amenazados de
esperanza, amenazados de amor...
Estamos equivocados. Los cristianos no estamos amenazados de muerte. Estamos
"amenazados" de resurrección. Porque además del Camino y de la
Verdad, es el de la Vida,
aunque esté crucificada en la cumbre del basusero del Mundo... Un periodista
guatemalteco
(_CARITAS/85-1.Pág. 118 s.)
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11. ROVIROSA-GUILLERMO
Guillermo Rovirosa, el gran apóstol de los obreros, tuvo un accidente de
circulación, en
Madrid, y tuvieron que cortarle el pie. He aquí lo que dice a una cieguita y
paralítica, de
Reus, Dora de nombre, en una carta confidencial:
«...Estos ocho meses largos de inmovilidad, atado por la pata como los pollos,
después
de una vida tan atareada como la que yo llevaba, me han servido mucho y me han
aclarado
la vista en muchas cosas. Por ejemplo: he descubierto que ser cristiano no
consiste
principalmente en HACER o NO HACER tales cosas o tales obras, sino en SER
CRISTO,
amando como Cristo nos ama. El HACER y el NO HACER viene determinado, no
principalmente por lo que está mandado por preceptos y reglamentos, sino por
imperativos
de este Amor de Cristo en nosotros. Yo tuve la suerte de estar veinticuatro
horas clavado
en la cruz de Cristo a consecuencia del accidente, siendo la sed abrasadora
(mientras al
exterior llovía a cántaros) la que presidía los demás sufrimientos de todo
el cuerpo y fue el
descubrimiento de un mundo maravilloso y desconocido. Eso no lo cambiaría por
nada del
mundo. Quisieron ponerme un calmante y yo les dije que no era menester, y tuve
la suerte
de que no me lo pusieran...
...Ahora comprendo el gran beneficio que es el disfrutar de la cruz. De
cualquier clase de
cruz: la que crucifica al cuerpo y la que crucifica al alma. Pero es necesario
estar
crucificado en Cristo, puesto que entonces EL ES ya presente y esta presencia
vale todas
las "pesetas" habidas y por haber.
La tragedia es la de los pobres crucificados que desconocen a Cristo, como el
mal
ladrón... ¡Pobrecitos! Debemos rogar por ellos...»
(Escrita desde Montserrat, el 14 de marzo de 1958)
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12. PADRE-DAMIAN
El Padre Damián
"¡Vamos, muchacho, ya estás aquí para siempre!"
Con los marginados
El 15 de abril de 1889, hace ya 100 años, moría el Padre Damián, leproso
entre los
leprosos abandonados en la isla de Molokai (Hawai), donde él mismo se había
encerrado
voluntariamente durante 16 años. Desde hacía cuatro años se sabía afectado
por este mal
incurable.
Había en dicha isla alrededor de 800 leprosos, deportados por el gobierno
hawaiano a
esta especie de prisión natural. Se les proporcionaba comida, vestido y
alojamiento; pero
esta ayuda dejaba mucho que desear. Lo más terrible es que no encontraban
salida a su
situación y vivían en medio de una gran desesperación a causa de esa
enfermedad horrible
y repugnante, sin curación posible, rota toda relación afectiva con los seres
queridos y
viéndose despreciados y excluidos de la sociedad.
El corazón del Padre Damián se enternece a la vista de esta miseria. Se une a
estos
seres sufrientes y marginados para prestarles asistencia, estar, hablar, comer y
vivir con
ellos. Desde su llegada se dirige a ellos como uno más: «nosotros, los
leprosos...».
La misma pipa
Damián se fue a vivir con los leprosos, a «enterrarse con ellos». El corazón
del Padre
Damián se enterneció a la vista de esta miseria. Se unió a estos seres
sufrientes y
marginados para prestarles asistencia, estar con ellos, hablar y comer con
ellos, compartir
su vida. Dice claramente: «Resulta repulsivo verlos, sin duda, pero tienen un
alma
rescatada al precio de la sangre del Salvador. También El, en su misericordia,
consoló a los
leprosos. Si yo no puedo curarlos, sí que dispongo de los medios para
consolarlos. Confío
en que muchos, purificados de la lepra del alma por los sacramentos, sean
dignos, un día,
del cielo».
Su gran palabra: «consolarlos». Cerca de su cuerpo y su llaga cuanto sea
posible, para
que sus almas sintieran su propia dignidad y valor, tasadas a tan alto precio,
escondidas
bajo la envoltura desgarrada de tal enfermedad.
Russel Apple, historiador de los Parks Services, describe cómo llegó a
apasionarse
Damián: "Porque los tocó, los abrazó con el saludo hawaiano tradicional,
conversó con ellos
en su propia lengua, vendó sus heridas, amputó cuando fue necesario sus dedos
y sus
pies, compartió su pipa, comió el plato de "poi': rió con ellos. jugó
con sus hijos enfermos,
no mostró ningún signo de repulsión ante sus desfiguraciones... Damián fue
aceptado por
los enfermos de lepra como uno de ellos».
Ningún hombre blanco fue jamás uno de ellos.
(_CARITAS/89-2.Pág. 80)
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13. ELLACURIA-IGNACIO
La vida no vale nada en El Salvador. Todo el que se pone de parte de los pobres
corre
peligro. Yo he recibido en distintas ocasiones cartas y llamadas diciéndome que
me iban a
matar, y mi nombre aparece en todas las listas de candidatos a las balas.
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14. C.
S. LEWIS/MITO-PAGANO
C.S. Lewis, era ateo, pero una noche, tras una larga conversación en casa de
Tolkien, se
convenció de que Dios se expresaba a través de los mitos y relatos paganos, en
una
especie de profecía que se cumplió con el nacimiento de Cristo. Esto es lo que
ha revelado
el secretario de Lewis, Walter Hooper, que está terminando una larga biografía
del
escritor.
La historia de C.S. Lewis (1898-1963) acaba de ser llevada al cine por Richard
Attenborough en el filme «Shadowlands» con Hopkins en el papel del escritor.
Basado en
una obra de teatro de William Nicholson, ia película relata cómo el profesor
de Oxford
descubrió ya en edad madura la felicidad conyugal al casarse con una americana,
Joy, y
pocos años después, conoce el dolor al fallecer de cáncer su esposa.
Lewis formó, con Tolkien y Charles Williams, el grupo de los «inklings», los
amantes de la
tinta, filólogos y humanistas atraídos por el complejo mundo medieval y ajenos
al mundo
moderno. C.S. Lewis fue un teólogo profundo, aunque contrariamente a su amigo
Tolkien,
que era católico, fue anglicano. Sin embargo, en su juventud fue ateo. «Había
leído las
sagas y mitos de las religiones paganas, y en un cierto momento descubrió que
en todas, el
héroe conoce la muerte y la resurrección, como Cristo. ¿Por qué -decía- no
considerar la
figura de Cristo como la de cualquier otro héroe literario?», declara Hooper,
su secretario,
en una entrevista concedida al "Corriere". "En 1931, sin embargo,
en casa de Tolkien tuvo
lugar una reunión. Antes del alba, Lewis se convenció de que en los relatos
paganos, era
Dios mismo el que se expresaba a través de voces inspiradas. Eran intuiciones
poéticas de
la profecía narrada por Isaías y los profetas de la Biblia, una profecía que
se convirtió en
hecho con el nacimiento de Cristo". Entonces, Lewis se hizo cristiano,
concluye Walter
Hooper.
(_ABC/DIARIO.1944)
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15. B.
DE LAS CASAS
La conversión profética de Bartolomé de las Casas.
Bartolomé de las Casas llega a América el 15 de abril de 1502, a los nueve
años del
descubrimiento, participando con Ovando en la violenta conquista de los indios
taínos.
Religioso dominico, es ordenado sacerdote en 1511, participa con Pánfilo de
Nalváez en la
conquista de la isla de Cuba, donde la dominación europea de los cristianos se
impone "a
sangre y fuego". Por el sistema del repartimiento Bartolomé recibe un
grupo de indios que
trabajan para él. Es el pago de sus servicios: durante doce años había sido
cómplice de la
violencia en el Caribe.
"El clérigo Bartolomé de las Casas -escribe autobiográficamente- andaba
bien ocupado y
muy solícito en sus granjerías, con los otros, enviando sus indios de su
repartimiento a las
minas, a sacar oro y hacer sementeras, y aprovechándose de ellos cuando más
podía".
Todo estaba aparentemente "en orden", cuando un acontecimiento de lo
más normal
viene a poner las cosas en cuestión: llega Diego Velázquez y "como no
había en toda la isla
clérigo ni fraile" le pide a Bartolomé que les celebre la misa y les
predique el evangelio. El
caso es que Bartolomé, "comenzó a considerar consigo mismo algunas
autoridades de la
Sagrada Escritura". En especial, aquel pasaje Eclesiástico:
"Sacrificios de bienes impuros
son impuros, no son aceptadas las ofrendas de los impíos. El Altísimo no
acepta las
ofrendas de los impíos ni por sus muchos sacrificios les perdona el pecado. Es
sacrificar al
hijo en presencia de su padre robar a los pobres para ofrecer sacrificio. El pan
es vida del
pobre, el que se lo defrauda es homicida. Mata a su prójimo quien le quita su
salario, quien
no paga el justo salario derrama su sangre" (34,18-22).
Bartolomé no pudo celebrar su misa: "aplicando lo uno (el texto bíblico)
a lo otro (la
miseria y servidumbre que padecían aquellas gentes), determinó en si mismo
convencido
de la misma verdad, ser injusto y tiránico todo cuanto acerca de los indios en
esta India se
cometía". Por tanto, liberó a sus indios ("acordó totalmente
dejarlos") y comenzó su
predicación profética primero en Cuba, después en Santo Domingo,
posteriormente en
España y después en todos los reinos de las Indias, "quedando todos
admirados y aún
espantados de lo que les dijo".
Aquel pasaje del Eclesiástico tenia una fuerza impresionante.
(Jesús López._CARITAS/85-2)
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16. MARTIRES/HOSPITALARIOS:
Con los enfermos hasta la muerte
Los mártires Hospitalarios
Con esta denominación pasarán a la historia los 71 Hermanos de San Juan de
Dios, que
murieron a mano violenta, por su fe en Jesucristo y su amor a los enfermos, al
comienzo de
la desgraciada guerra civil española (1936-1939), en fechas comprendidas entre
el 25 de
julio y el 14 de diciembre de 1936, y en diversos lugares de Cataluña,
Valencia, Madrid y
Toledo. Todos pertenecían a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, como
hermanos
no sacerdotes, excepto seis que sí lo eran. Sus edades oscilaban entre los 18 y
75 años.
Por su lugar de origen, siete eran de nacionalidad colombiana, de cuatro
departamentos, y
los 64 restantes procedían de 30 provincias distintas de España. Algunos
ejercían cargos
directivos, otros se preparaban a ser religiosos y todos, a su modo, compartían
la vida
comunitaria y el cuidado atentísimo a los enfermos, que el huracán de la
persecución avivó
aún más.
Fueron sorprendidos con las manos en la masa, o sea, afanados en sus tareas
hospitalarias, haciendo lo único que sabían hacer: el bien a manos llenas a
los demás.
Cuando fueron a llevárselos para el martirio, los hermanos que prestaban su
servicio en el
Instituto Asilo San José para epilépticos de Carabanchel Alto (Madrid), se
encontraban
distribuyendo la comida a los enfermos. El cadáver de uno de ellos pudo ser
identificado,
más tarde, por el delantal de trabajo que entonces se usaba y que aún llevaba
puesto. En
medio del desorden y la anarquía reinante aquellos días, hubo ejecutores
obsesionados por
alojar sus balas en los órganos vitales de unos hermanos tan solícitos
servidores, tan
humanos; por acabar con la vida de unas criaturas a las que les retozaba la
bondad por
dentro y la manifestaban al exterior a borbotones.
No es posible reprimir el entusiasmo, la gratitud, el cariño hacia ellos, al
recordarlos
ahora, al revivir su memoria, después de más de medio siglo. Se dejan querer.
Su sola
presencia proporciona como una brisa de esperanza, de paz y de alegría.
Obediencia-hospitalidad
hasta la muerte
«Vista y examinada atentamente la gravísima situación política de España...
Nuestros religiosos no abandonarán la asistencia de los enfermos sino cuando
las
autoridades se hagan cargo de ellos...
Estén a la cabecera de los enfermos hasta que fuerza mayor imponga
abandonarlos...
Esto será heroico en algunos casos, dado el estado de anarquía reinante, pero
así nos lo
impone un sagrado deber».
(Narciso DURCHSCHEIN. Hermano Superior General de la Orden Hospitalaria de San
Juan de Dios. Roma, 4 de abril de 1936).
«Hemos de remediar las necesidades de los pobres. Tener mucha confianza en que
Jesús no nos ha de faltar con su providencia. Revestirse interiormente de los
sentimientos
de compasión a los pobres, de que estaba poseído Jesús».(Beato Braulio Mª
Corres,
O.H.)
(_CARITAS/95-1.Braulio Novella, O.H. Suplemento de «Vida Nueva»)
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17. MISIONEROS/MARTIRES
«Nosotros no queríamos salir de allí; no podíamos dejar a nuestros enfermos
solos».
(Hna. Amparo Muñoz, Ruanda)
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«La labor de
nuestros religiosos en África es importantísima, no sólo por su aspecto
pastoral, sino también por cómo se integran en la sociedad, cómo se
sacrifican para vivir
con los nativos, con lo que eso lleva de peligros y enfermedades, y muy
especialmente por
su labor sanitaria. Yo diría que gran parte de la medicina rural de África se
basa en
nuestros misioneros». (José Mª Sanz Pastor, embajador en Tanzania)
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18.
"Karol
Wojtyla me salvó la vida en 1945"
Revelación de Edith Zirer, una judía que siendo niña estuvo en un campo de exterminio nazi
Edith Zirer,
una judía israelí, revela cómo fue socorrida por el Papa al final del
Holocausto nazi: "Me acuerdo perfectamente. Me encontraba allí, era una
niña de trece
años, sola, enferma, débil. Había pasado tres años en un campo de
concentración alemán,
a punto de morir. Y Karol Wojtyla me salvó la vida, como un ángel, como un
sueño venido
del cielo: me dio de beber y de comer y después me llevó en sus espaldas unos
cuatro
kilómetros, en la nieve, antes de tomar el tren hacia la salvación".
Edith Zirer narra el episodio como si hubiera sucedido ayer. Era una fría
mañana de
primeros de febrero de 1945. La pequeña judía, que todavía no era consciente
de ser el
único miembro de su familia que sobrevivió a la masacre nazi, se dejó llevar
en los brazos
de un sacerdote de 25 años, alto, fuerte, que sin pedirle nada, simplemente le
dio un rayo
de esperanza. Hoy aquel sacerdote, según ella, es el obispo de Roma. Edith
querría
agradecer finalmente aquel gesto. "Sólo un pequeño gracias en polaco por
aquello que
hizo, por la manera en que lo hizo, para decirle que nunca me olvidé de
él", dice desde su
hermosa casa ubicada en las colinas del Carmelo, en la periferia de Haifa. Edith
tiene hoy
66 años y dos hijos. Reconstruyó su vida en Israel, a donde llegó en 1951,
cuando todavía
padecía las lacras de la tuberculosis y los fantasmas de la guerra alteraban
sus sueños.
Una historia
bien guardada
Durante todo este tiempo se ha guardado esta historia. Cuando en 1978, Karol
Wojtyla
subió a la cátedra de Pedro, comenzó a sentir la necesidad de hablar, de
contarlo a alguien,
de mostrar su agradecimiento. La pregunta surge inmediatamente: pero, ¿cómo
puede estar
segura de que aquel sacerdote es el Papa? ¿Por qué ha esperado tanto? Estos
interrogantes se los han planteado también los periodistas de "Kolbo",
el semanario de
Haifa. "El relato es convincente. No trata de hacerse publicidad, todos los
detalles que
ofrece parecen creíbles", dicen los redactores. Tan convincentes que la
embajada israelí
ante la Santa Sede ya está moviéndose para tratar de poner en contacto a la
señora Zirer
con la secretaría del Papa. La narración habla por sí misma. "El 28 de
enero de 1945 los
soldados rusos liberaron el campo de concentración de Hassak, donde había
estado
encerrada durante casi tres años trabajando en una fábrica de municiones
--explica Edith,
quien entonces tenía trece años--. Me sentía confundida, estaba postrada por
la
enfermedad. Dos días después, llegué a una pequeña estación ferroviaria
entre
Czestochowa y Cracovia". Precisamente en Cracovia, Wojtyla acababa de ser
ordenado
sacerdote.
"Entonces
Wojtyla me vio"
"Estaba convencida de llegar al final de mi viaje. Me eché por tierra, en
un rincón de una
gran sala donde se reunían decenas de prófugos que en su mayoría todavía
vestían los
uniformes con los números de los campos de concentración. Entonces Wojtyla me
vio. Vino
con una gran taza de té, la primera bebida caliente que había podido probar en
las últimas
semanas. Después me trajo un bocadillo de queso, hecho con pan negro polaco,
divino.
Pero yo no quería comer, estaba demasiado cansada. El me obligó. Después me
dijo que
tenía que caminar para coger el tren. Lo intenté, pero me caí al suelo.
Entonces, me tomó
en sus brazos, y me llevó durante mucho tiempo. Mientras tanto la nieve seguía
cayendo.
Recuerdo su chaqueta marrón, la voz tranquila que me reveló la muerte de sus
padres, de
su hermano, la soledad en que se encontraba, y la necesidad de no dejarse llevar
por el
dolor y de combatir para vivir. Su nombre se grabó indeleblemente en mi
memoria".
Cuando finalmente llegaron hasta el convoy destinado a llevar a los detenidos
hacia
Occidente, Edith se encontró con una familia judía que le puso en guardia:
"Atenta, los
curas tratan de convertir a los niños hebreos". Ella tuvo miedo y se
escondió. "Sólo después
comprendí que lo único que quería era ayudarme. Y quisiera decírselo
personalmente".