El Islam y la península Ibérica


«La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes,
que adoran al único Dios, viviente y subsistente,
misericordioso y todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
que habló a los hombres.»

Vaticano II, Nostrae Aetate, 2.



Al-hamdu lillh rabb al-lamn
Al-rahmn al-rahm mlik yawn al-dn
Iyyka nabudu wa iyyka nastanu
Uhdin al-ir al-mustaqm


Alabad al único Dios, Señor del universo,
El compasivo, misericordioso, maestro del día del Juicio
Te alabamos, invocamos tu ayuda
Condúcenos por el camino derecho

Korán, III,1

De esta manera comienza el Korán. La lengua es arábica, la lengua de la sagrada escritura, la lengua de Dios mismo. La sonoridad de la fraseología era parte esencial, para el creyente, del texto sagrado. No había sonido mas bello al ser cantado. Estos sonidos, puestos por escrito eran una ventana al infinito. Normalmente escrito en letras doradas sobre fondo azul y densamente entrelazadas, el Korán sustituía a las imágenes sagradas. A través del ojo y del oído se llenaba la mente del creyente de la armonía celestial.

Cuando un pequeño grupo de árabes nómadas del desierto juraron fidelidad a Alá y a Mahoma su profeta, comenzaron a llamarse mu'minun o fieles, su lider Amir al-Mu'minin o comandante de los creyentes. Aquellos no-árabes que se plegaban a este movimiento religiosos debían someterse al Dios de los árabes y a los árabes mismos. Esta sumisión se llamó Islam, y los que se sometían musulmanes. Los árabes y los sometidos formaban un ejército.

Influencia del árabe en la lengua castellana(1)

Después del latín, el aglomerado más importante del vocabulario español es el árabe con más de 5000 palabras. Con más de siete siglos de una guerra de «reconquista+, la mutua influencia fronteriza dejó sentir su influencia en la cultura española. Una muestra es el acerbo linguístico árabe-hispaño. En el campo militar, palabras como adalides (caudillos), atalayas (escuchas y centinelas), zaga (retaguardia), aljaba (caja para guardar las flechas), adarga (escudo de cuero) quedaron incorporados al idioma hispano. Los árabes acompañaban sus rebatos con tambores y sus acometidas bélicas con añafiles o trompetas moriscas; pero tenían otros intrumentos como el adufe, algorgue, ajabeña y laúd. Los alfereces montaban a la jineta y aguijoneaban sus cabalgaduras con acicates o espuelas de una sola punta. Había caballos alfaraces o ligeros, algunos de color alazán (canela).

De la laboriosidad árabe surge la palabra taréa, y la vida comercial se desarrollaba en los almacenes; del lenguaje comercial también las palabras aranceles, tarifas, aduanas. En los campos se cultivaban alcachofas, alubias, algarrobas, zanahorias, berenjenas, albérchigos y acerolas. Con la alfalfa se alimentaban los sementales árabes. En los campos del Al-Andaluz se cultivaban el azafrán, la caña de azúcar y el algodón, la albahaca, el azahar, y entre las flores los alhelíes y azucenas. Los famosos bosques de arrayanes son también de origen árabe. Las poblaciones se agrupaban en aldeas, con arrabales o barrios periféricos, y las viviendas solían tener zaguán, alcoba y azotéa, el sol penetraba através de las celosías. Los albañiles levantaban tabiques, ponían azulejos y resolvían el saneamiento residencial con alcantarillas y albañales. En los ratos libres los árabes jugaban ajedrez, mientras los tahures pasaban sus ocios en los juegos de azar.

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Notas

1. Cf.  Alonso, Martín, Diccionario Medieval Español. Desde las Glosas Emilianenses y Silenses (s. X) hasta el siglo XV, Universidad Pontificia de Salamanca (Salamanca 1986) I, xxx-xxxiii. 

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© Fernando Gil - Ricardo Corleto, 1998-1999
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