Jesús y la teología de Israel

John Pawlikowski
2. Cristología contemporánea y judaísmo: una propuesta constructiva a la luz del judaísmo farisaico

 

III. Jesús y los fariseos: una visión común

Sería útil referirnos ahora a los verdaderos paralelos entre el pensamiento farisaico y el de Jesús, paralelos que, como señaló Michael Cook, echan por tierra, más que ninguna otra evidencia, la imagen de extremo enfrentamiento que se encuentra en muchas partes de los evangelios.

Los fariseos estaban convencidos de que se imponía un considerable replanteo de la sociedad judía y sus formas de expresión religiosa, como resultado de su nueva percepción de la intimidad en la relación entre Dios y la humanidad. Esto incluía: 1) llevar el concepto de “Torah oral”, como interpretación permanente de la “Torah escrita”, a un lugar central de la comprensión religiosa, confiriéndole a esa “Torah oral” la misma autoridad mosaica de los propios libros bíblicos; 2) realzar la posición del rabí, nuevo líder laico y maestro, cuya autoridad emanaba de los méritos de su desempeño y su servicio, y no de la línea sanguínea (como ocurría con los sacerdotes), y que estaba adquiriendo gradualmente una importancia antes exclusivamente reservada a los sacerdotes del Templo; 3) la creación de la sinagoga como institución rival del Templo, una institución donde prevalecía una gran medida de igualdad, y era considerada centro de la responsabilidad comunitaria judía; 4) centrar la vida litúrgica ordinaria en torno a una mesa fraternal en la que todos pudieran participar, en reemplazo del culto de sacrificio exclusivamente sacerdotal del Templo; y 5) el concepto de resurrección, pero sólo tras el advenimiento de los últimos tiempos. Los saduceos atacaban esta última doctrina farisaica con particular vehemencia.

Un cuidadoso análisis del ministerio y las enseñanzas de Jesús en el Nuevo Testamento proporciona una buena evidencia de que tenían intereses similares. Hay muchos momentos en que Jesús utiliza manifiestamente los procedimientos de la “Torah oral” cuando reinterpreta las Escrituras hebreas de acuerdo con las circunstancias imperantes en la Palestina de su tiempo. Y el énfasis permanente de su ministerio en la enseñanza y las curaciones se ajusta exactamente al modelo de lo que para el movimiento fariseo era un rabí. Y aunque Jesús no dejó la idea completamente elaborada de una “iglesia” para que sus discípulos la continuaran después de su muerte, el ejemplo de la comunidad primitiva de Jerusalén, tal como se la describe en Hechos, ciertamente refleja a grandes rasgos la idea de una sinagoga articulada dentro del fariseísmo. Jesús también parece haber sido un participante de las comidas fraternales de estilo farisaico. De hecho, existen buenas razones para suponer que la Eucaristía cristiana fue instituida en un escenario como ese.

Hay también semejanzas en el terreno doctrinario. El acento puesto en el amor, en la centralidad del Shema -la gran afirmación de la unidad divina-, en temas del Nuevo Testamento como las Bienaventuranzas y la Resurrección, que por cierto tienen un papel central en las interpretaciones posteriores del significado del ministerio y la persona de Jesús, dan testimonio de la presencia de un firme espíritu farisaico en el mensaje de Jesús. Sobre todo su continua referencia al estrecho vínculo con el Padre como marca de su identidad personal, indudablemente recoge los temas teológicos fariseos más importantes. La conciencia de Jesús de su vínculo con el Padre, como señalan correctamente Clemens Thoma y Franz Mussner, implica un grado de intimidad que los fariseos no estaban preparados para asumir del todo, a pesar de que la nueva percepción de la profundidad de la relación entre Dios y el ser humano es una característica tan importante de su movimiento.

Cuanto más estudiamos las enseñanzas básicas de Jesús y la perspectiva del cristianismo apostólico en el contexto de una mejor comprensión de la revolución farisaica, más nos sorprenden sus semejanzas fundamentales. Es bastante improbable que tengamos suficiente documentación para poder reconstruir exactamente esa vinculación. Pero sabemos bastante ahora para darnos cuenta de que, sin un conocimiento exhaustivo del movimiento fariseo que proporcionó el indispensable terreno, no podemos siquiera empezar a entender el significado del acontecimiento de Cristo.



John Pawlikowski, Jesus and the Theology of Israel,
Wilmington, Delaware, USA, Michael Glazier, 1989.

(Traducción del inglés: Silvia Kot)