Jesús y la teología de Israel

John Pawlikowski
1. Avances en la comprensión de la relación de Jesús con el judaísmo durante
el siglo XX

IV. Perspectivas de alianzas múltiples

La tercera, y más reciente, posición relativa a un modelo adecuado para encuadrar las relaciones judeo-cristianas en un contexto cristológico, sostiene que el Sinaí y el acontecimiento de Cristo representan dos de un número indeterminado de experiencias mesiánicas de la humanidad. Rosemary Ruether y Paul Knitter articularon esta perspectiva en tonos algo diferentes.

Ruether afirma enérgicamente que ninguna teología positiva del judaísmo es posible en el cristianismo sin una profunda revisión de la cristología tradicional. Hace especial hincapié en las cristologías antijudías de los Padres de la Iglesia. Estas deben ser erradicadas si queremos lograr un auténtico avance teológico en las relaciones judeo-cristianas. Asimismo, cree que la Iglesia debe abandonar sus reivindicaciones sobre que Cristo inauguró la era mesiánica. Para Ruether, Jesús no es el mesías judío, sino un judío que anhelaba el reino de Dios y murió con ese anhelo incumplido. El ministerio de Jesús proporcionó una visión futura de la gloria mesiánica. El hombre Jesús se erige como modelo de la esperanza de que es posible alcanzar en realidad ese ideal escatológico. A través de Jesús, nosotros los cristianos tenemos un indicio anticipatorio de la era mesiánica que sólo sobrevendrá al final de los tiempos. Jesús como Cristo, representa la unificación de la comunidad humana con su destino último, que todavía está por llegar, y en su vida y su muerte el mundo fue testigo de una lucha por la realización de esa unidad.

Pero el acontecimiento de Cristo constituye un auténtico paradigma escatológico sólo para las personas que conscientemente lo aceptaron como tal. Y los que optaron por paradigmas alternativos que surgieron para ellos en forma convincente a partir de experiencias centrales en sus propias historias, no deberían ser considerados por los cristianos como no redimibles. El acontecimiento del Éxodo, por ejemplo, significa para la identidad judía lo mismo que el acontecimiento de Cristo para el cristianismo. Es la base de la esperanza y una afirmación de la victoria final sobre el mal. El acontecimiento de Cristo no invalida en modo alguno el valor de la experiencia del Éxodo como paradigma. Cada uno le habla a un grupo diferente de personas.

Una contribución interesante para replantear la relación del cristianismo con el judaísmo y otras religiones del mundo, que entra en la categoría radical junto con los escritos de Ruether, es la obra de Paul Knitter ¿No hay otro nombre? (No Other Name?, Maryknoll, NY, Orbis, 1985). Knitter propone un modelo cristológico teocéntrico que gira en torno al concepto de “singularidad relacional” en relación con Jesús. Esta singularidad se caracteriza sobre todo por su inclusividad potencial con respecto a otras figuras religiosas, aunque el acontecimiento de Cristo no es automáticamente normativo para todas las personas. Así lo expresa Knitter en la citada obra:

Jesús es singular, pero su singularidad se define por su capacidad de interrelacionarse -es decir, incluir y ser incluido- con otras figuras religiosas singulares. Esta interpretación de Jesús no lo considera exclusivo, ni siquiera normativo, sino teocéntrico, como una manifestación universalmente relevante (sacramento, encarnación) de la revelación y la salvación divina.

Knitter insiste, sin embargo, en que esta reivindicación de singularidad para Jesús no puede darse por supuesta, sino que debe ponerse a prueba a través del diálogo concreto con otras religiones del mundo.

Knitter se ubica en un punto intermedio entre Ruether y los teólogos de la doble alianza. En parte se muestra receptivo al intento de Ruether de relativizar la auténtica esperanza mesiánica relacionada con el acontecimiento de Cristo, pero al final deja abierta la posibilidad de una universalidad de ese acontecimiento, que Ruether parece excluir desde el principio. Ambos concuerdan en que el cristianismo nunca puede atribuir ese significado universal al acontecimiento de Cristo cuando se refiere al judaísmo o cualquier otra religión del mundo. Esa universalidad depende de que sea reconocida por otra tradición religiosa.

Como teólogo cristiano, Knitter parece dispuesto, en principio, a poner las experiencias orientadoras fundamentales del judaísmo y otras religiones del mundo más o menos a la par del acontecimiento de Cristo. Al ser su objetivo fundamental sentar principios para una teología de pluralismo religioso, no considera realmente la cuestión de cuáles serían los rasgos singulares que el judaísmo o cualquier otra religión podrían aportar al autoconocimiento del cristianismo.

¿Qué podemos decir en síntesis de estos dos intentos por reformular en profundidad la discusión sobre la cristología y el judaísmo? Evidentemente, los escritos de Ruether fueron responsables de que se le haya otorgado al tema cristológico una nueva centralidad en el diálogo. Ella hizo sin duda una contribución mayor al desafiar osadamente las clásicas afirmaciones simplistas del cristianismo en el sentido de que Jesús dio cumplimiento a las principales esperanzas mesiánicas de los judíos. Y sacó a la luz el lado oscuro de la cristología, las características destructivas del intento de la Iglesia por sostener que ese cumplimiento tuvo lugar en una esfera “superior”, cuando es obvio para cualquiera que ninguna afirmación sobre cumplimiento en la historia pasaría la prueba de la evidencia. Su insistencia en que se necesita reinsertar firmemente la fe cristiana en la historia puede ser aprobada con entusiasmo.

Pero debemos decir que Ruether ha relativizado demasiado el acontecimiento de Cristo. Y no investigó bastante las revelaciones del Éxodo y del acontecimiento de Cristo para ver si de algún modo son complementarias entre sí. En cierto modo, nos presentó opciones falsas con respecto a la cristología y el judaísmo. No necesitamos seguir siendo fieles al modelo tradicional de cumplimiento y superioridad del acontecimiento de Cristo referido al judaísmo para mantener la reivindicación de que existe una medida de singularidad en el acontecimiento de Cristo, y una centralidad, que no tiene por qué excluir a otros acontecimientos centrales. En otras palabras, hay posiciones posibles entre su cirugía radical y la mera afirmación de las reivindicaciones tradicionales in toto.

El enfoque de Knitter, aunque menos desarrollado con respecto a la especificidad de un posible modelo teológico judeo-cristiano, tiene mayores posibilidades de aplicación en una forma constructiva. Pero necesita mayor desarrollo. En primer lugar, Knitter no consideró realmente la cuestión del vínculo especial entre el judaísmo y el cristianismo, que no existe entre el cristianismo y las demás religiones, con la posible excepción del Islam. En segundo lugar, Knitter necesita investigar mucho más la contribución potencial del judaísmo (y de las otras religiones en esta materia) a la conciencia de la fe cristiana, en términos mucho más específicos que los que utilizó hasta ahora.



John Pawlikowski, Jesus and the Theology of Israel,
Wilmington, Delaware, USA, Michael Glazier, 1989.

(Traducción del inglés: Silvia Kot)