MISTERIOS LUMINOSOS

Pasando de la infancia y de la vida de Nazareth a la vida pública de Jesús, la contemplación nos lleva a los misterios que se pueden llamar de manera especial "misterios de luz", explica Juan Pablo II. En realidad -dice-, todo el misterio de Cristo es luz. Él es "la luz del mundo" (Juan 8, 12).

Pero esta dimensión se manifiesta sobre todo en los años de la vida pública, cuando anuncia el evangelio del Reino. Y nos indica Juan Pablo II cinco momentos significativos -los misterios "luminosos"- de esta fase de la vida de Cristo:

1. Misterio de luz es ante todo el Bautismo en el Jordán. En él, mientras Cristo, como inocente que se hace ‘pecado’ por nosotros (cf. 2 Corintios 5, 21), entra en el agua del río, el cielo se abre y la voz del Padre lo proclama Hijo predilecto (cf. Mateo 3, 17 y textos paralelos), y el Espíritu desciende sobre Él para investirlo de la misión que le espera.

2. Misterio de luz es el comienzo de los signos o milagros en Caná (cf. Juan 2, 1-12), cuando Cristo, transformando el agua en vino, abre el corazón de los discípulos a la fe gracias a la intervención de María, la primera creyente.

3. Misterio de luz es la predicación con la cual Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios e invita a la conversión (cf. Marcos 1, 15), perdonando los pecados de quien se acerca a Él con humilde fe (cf. Marcos 2. 3-13; Lucas 47-48), iniciando así el ministerio de misericordia que Él continuará ejerciendo hasta el fin del mundo, especialmente a través del sacramento de la Reconciliación confiado a la Iglesia.

4. Misterio de luz por excelencia es la Transfiguración, que según la tradición tuvo lugar en el Monte Tabor. La gloria de la Divinidad resplandece en el rostro de Cristo, mientras el Padre lo acredita ante los apóstoles extasiados para que lo «escuchen» (cf. Lucas 9, 35 y textos paralelos) y se dispongan a vivir con Él el momento doloroso de la Pasión, a fin de llegar con Él a la alegría de la Resurrección y a una vida transfigurada por el Espíritu Santo.

5. Misterio de luz es, por fin, la institución de la Eucaristía, en la cual Cristo se hace alimento con su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del vino, dando testimonio de su amor por la humanidad «hasta el extremo» (Juan 13, 1) y por cuya salvación se ofrecerá en sacrificio.

Excepto en el de Caná, en estos misterios la presencia de María queda en el trasfondo, explica Juan Pablo II y añade: Los Evangelios apenas insinúan su eventual presencia en algún que otro momento de la predicación de Jesús (cf. Marcos 3, 31-35; Juan 2, 12) (…). Pero, de algún modo, el cometido que desempeña en Caná acompaña toda la misión de Cristo. La revelación, que en el Bautismo en el Jordán proviene directamente del Padre y ha resonado en el Bautista, aparece también en labios de María en Caná y se convierte en su gran invitación materna dirigida a la Iglesia de todos los tiempos: "Haced lo que él os diga" (Juan 2, 5).