FUNDAMENTALISMO: ENTRE LA PERPLEJIDAD, LA CONDENA Y EL INTENTO DE COMPRENDER


Jaume Flaquer

 

1. Fundamentalismos a vista de pájaro
1.1. El Fundamentalismo: "dícese de..."
1.2. ¿Sólo fundamentalismos religiosos?

2. ¿Por qué?
2.1. La cultura postmoderna: un caldo de cultivo
2.2. El racismo

3. Religiones y fundamentalismo: aliados demasiadas veces
3.1. ¿El fundamentalismo es inherente al islam?
3.2. Puntos que favorecen el fundamentalismo

4. Caminos de esperanza
4.1. Apuntes para la acción
4.2. Esperanza de diálogo
4.3. ¿Tiene límites la tolerancia?
4.4. Contradicciones del fundamentalismo
4.5. Diálogo interreligioso

Notas

* * * * *
En los últimos años, palabras como fundamentalismo, integrismo, 
tolerancia, etc, han adquirido una actualidad tal que las oímos en 
boca de periodistas, políticos, personalidades religiosas... Raro es 
el día que no las encontramos de una manera u otra en el diario. Y 
ello, si bien delata que la tolerancia como valor ha llegado a calar 
hondo en el hombre democrático, también muestra que está 
amenazada por múltiples peligros.
¿Por qué hemos de ser tolerantes? ¿Por qué hemos de ceder 
ante posturas contrarias a las nuestras especialmente cuando 
estamos convencidos de la verdad de nuestra posición? Más aún: 
¿cómo ser tolerantes en temas que nos tocan tan en lo profundo 
como la religión? Los hombres de las cruzadas pensaban que no 
podían ser tolerantes porque lo que estaba en juego era nada 
menos que la vida eterna, la salvación de la propia alma y la de los 
impíos musulmanes. ¿No será, pues, la actual tolerancia religiosa 
fruto de la resignación a no poder dominar ya sobre la sociedad?
En relación a esto, un jesuita que convive con la población 
musulmana del Chad, comentó un día que los musulmanes a 
menudo le habían sorprendido con afirmaciones como ésta: 
"Vosotros los cristianos ahora habláis de diálogo porque sois 
débiles. Nosotros no lo necesitamos porque somos fuertes".
Esta acusación es muy grave porque cuestiona la sinceridad de 
nuestra tolerancia. Pero aún es más grave que esa frase sugiera 
este principio de acción: "sé intolerante mientras puedas". Algunos 
católicos –no muchos, gracias a Dios– se guian por estos principios 
cuando sueñan con la vuelta a los tiempos de cristiandad y de 
teocracia. Para éstos, los valores democráticos –como son la 
tolerancia, la libertad, etc.– son valores secundarios frente a la 
imposición y realización de su ideología.
Estos ejemplos nos pueden plantear cuestiones como la 
siguiente: ¿por qué ha estado tantas veces el fundamentalismo 
ligado al hecho religioso? ¿Son un matrimonio inseparable? 
El presente estudio pretende abordar estas preguntas, estudiar 
los otros tipos de integrismo, junto con sus causas, y proponer 
caminos de solución y de esperanza frente a los radicalismos.


1. FUNDAMENTALISMOS A VISTA DE PÁJARO

1.1. EL FUNDAMENTALISMO: "DÍCESE DE..."

El uso común de las palabras fundamentalismo e integrismo 
tiende a utilizarlas indistintamente y a entenderlas como sinónimas 
de fanatismo, radicalismo (en sentido peyorativo), dogmatismo... 
Están también ligadas a la intransigencia y rigidez mental1. En todos 
estos conceptos hay la idea de un exceso, de un tomarse 
demasiado en serio temas sin importancia. Esta es la actitud del 
fanático. Fanum en latín significa lugar sagrado. El "fanaticus" era el 
servidor del santuario y, por la actitud exaltada de algunos de ellos, 
pasó a tener un sentido peyorativo. Así, el fanático es aquel que 
sacraliza de manera intransigente algún aspecto de la realidad. Y 
cuando algo se hace tan desmesuradamente esencial impone al 
sujeto una exigencia de luchar por esa causa, una lucha que es a 
menudo violenta.


Lo dicho hasta ahora quizá sugiera que la solución al 
fundamentalismo es el relativismo, esto es, no asumir nada en la 
vida como fundamental. El relativismo es el extremo opuesto al 
radicalismo dogmático. Pero la solución se encuentra en la 
tolerancia bien entendida. Ya veremos más adelante que no se trata 
de no tomar nada como esencial sino de no justificar cualquier 
medio aunque sea para conseguir fines loables y de dejar siempre 
abierto el diálogo y la interpelación personal.

Cuando Darwin era condenado

Las actitudes fundamentalistas han existido siempre. Sin 
embargo, el concepto es de uso bastante reciente. No empezó a 
utilizarse para denunciar una manera de proceder considerada 
como negativa sino como autodesignación de un grupo de 
protestantes americanos. A principios de este siglo, –según 
comenta R. Armengol– aparecie2ron una serie de publicaciones 
protestantes recogidas con el título: "The fundamentals. A testimony 
to the truth". Estos escritos pretendían definir y defender los 
aspectos fundamentales del cristianismo. Para ello, usaban como 
fuente la Biblia interpretada en su sentido más literal. Con ella 
criticaron duramente a Darwin porque contradecía el relato de la 
creación del Génesis. Si los libros sagrados son de origen revelado 
¿cómo admitir la posibilidad de error en algún contenido suyo?
Esta actitud llegó a un extremo tal que en algunas zonas de 
EE.UU. se llegó a prohibir a los profesores la enseñanza de las 
teorías de Darwin3. Todos estos extremismos estaban causados por 
una nefasta interpretación de la Biblia. El fundamentalista era, por 
tanto, la persona que pretendía leer la Biblia sin tener en cuenta ni 
los símbolos y géneros literarios que utiliza ni la época en la que fue 
escrita. Y si siempre es un error extraer una frase de su contexto 
dentro de un escrito, no lo es menos desvincular un texto de su 
contexto histórico.

Católicos integristas

No pensemos que sólo los protestantes cayeron en este tipo de 
errores. El término integrismo, fue utilizado por católicos de finales 
del siglo pasado y principios del XX con la intención de mantener 
íntegra su fe y sus tradiciones. El problema no era ya el de la 
interpretación de textos pero se asemejaba. Si el fundamentalismo 
protestante leía los textos del pasado sin tener en cuenta su 
contexto, el integrismo asumía "literalmente" la tradición, 
desvinculándola de su contexto histórico.
Además, los integristas rechazaban las incipientes ciencias 
humanas, y pretendían buscar en la fe respuesta a todos los 
problemas de la vida privada y pública. Desde una fidelidad 
intransigente a las directrices dictadas por Roma se declaraba en 
guerra contra la modernidad, el naturalismo, el laicismo y el 
comunismo. Recordemos que Pío IX4 condenó la modernidad y que 
hasta hace pocas décadas se obligaba a los profesores de teología 
a firmar que nunca secundarían sus tesis5. En España, el 
integrismo se constituyó como partido político a finales del S.XIX.
Pero no debemos llamar integrista a todo el que se toma en serio 
unas determinadas normas éticas que nos resultan extrañas, sino a 
aquel que no está abierto a ningún tipo de diálogo e interpelación.
Es momento ahora de analizar si estos términos se reducen a lo 
religioso o si se pueden encontrar en otras realidades.

1.2. ¿SÓLO FUNDAMENTALISMO RELIGIOSO?

Tras haber descrito lo que son los fundamentalismos, surge una 
segunda cuestión: dónde se manifiestan, cuál es la amplitud de este 
término. A partir de esta cuestión, se nos plantean otros dos 
interrogantes. El primero consiste en averiguar si el 
fundamentalismo es algo inherente al hecho religioso. El segundo, 
ver si apreciamos este comportamiento en otros ámbitos de la vida.
La primera cuestión nos asalta tan pronto como estudiamos un 
poco de historia de las religiones. Las guerras de religión nos salen 
rápidamente al paso. Recordamos las cruzadas del pasado, el 
radicalismo predestinacionista de los calvinistas y el antiliberalismo 
de la Iglesia del siglo XIX. Vemos los conflictos entre palestinos y 
judíos, entre chiítas y sunitas en Pakistán, entre hindús y 
musulmanes en la India, la guerra de Bosnia y, la difícil situación 
argelina, entre otros muchos problemas existentes. La lista podría 
ser infinitamente más larga. Tendríamos motivos para el pesimismo. 

Sin embargo, estos radicalismos no son esenciales al hecho 
religioso sino su más radical perversión ("corruptio optimi pessima"). 
La Iglesia católica ha sido durante mucho tiempo intransigente; ha 
necesitado de las críticas hechas desde fuera de ella para abogar 
por la tolerancia, sin embargo no es difícil percibir que este "nuevo" 
valor era algo intrínseco del mensaje de Jesucristo. De esta 
manera, el cristianismo podría, hoy por hoy, contribuir eficazmente a 
la educación para la tolerancia.
La existencia, en todas las religiones, de hombres profundamente 
creyentes de mentalidad abierta a otras posiciones y de una gran 
tolerancia, (muchas veces a pesar de la persecución) muestra cómo 
la intransigencia no es algo esencial al hecho religioso. Pero, aún 
debemos decir más: no sólo no es esencial sino que es contraria al 
mismo. El encuentro con un Dios perdonador y misericordioso, 
amante de todas sus criaturas, no puede llevar a una actitud de juez 
implacable. Cuando un integrista dice fundamentarse en textos 
revelados, hay que preguntarle si al interpretarlos busca la 
obediencia a Dios o su propia seguridad. Más adelante volveremos 
sobre el mismo tema.
Es fácil ver también cómo las actitudes intransigentes desbordan 
el hecho religioso. Encontramos intolerancia, en la política, en los 
enfrentamientos entre ideologías opuestas, en lo que se ha llamado 
"fundamentalismo de mercado", en los crímenes del nazismo y otros 
nacionalismos exacerbados, como los de la antigua Yugoslavia o 
ETA, en los actuales "skinheads"... También en el racismo y en los 
enfrentamientos entre seguidores de equipos de fútbol. ¿Por qué 
cada equipo tiene sus "ultras"? Finalmente, encontramos 
intolerancia incluso en la comunidad científica. ¿Cuántas veces una 
teoría revolucionaria ha sido duramente criticada por otros 
científicos con argumentos también científicos? T.Kuhn6 describe 
muy acertadamente el conservadurismo científico que rechaza los 
nuevos descubrimientos de otros científicos –que contradicen sus 
propias teorías– por incapacidad de echar por tierra las 
investigaciones de toda una vida. Esto le supondría tener que 
comenzar de nuevo. Y si esto ocurre en la ciencia...
Es pues el ser humano (no la religión o la cultura o la patria) el 
que está profundamente expuesto a la tentación fundamentalista.

La intolerancia como inseguridad

INTOLERANCIA/SGD SEGURIDAD/INTOLE: Nos vamos 
acercando a las causas de la intolerancia: hay una inseguridad 
profunda que impide estar abierto al cambio, a lo otro, a lo 
diferente. Es cierto que la palabra "fundamentalismo" se adapta 
mejor a ciertas formas de vivir la religión. Sin embargo, a menudo, 
los partidos políticos, instituciones, movimientos, etc, han de 
interpretar también su tradición o su ideólogo fundador, para 
renovarse manteniendo la identidad. Cabe, por tanto, una 
interpretación literal o una adaptación a los nuevos tiempos.
Los extremismos los vemos presentes en la historia, 
especialmente en el ámbito religioso ya que toda la cultura antigua 
estaba impregnada de referencias a lo trascendente. Después, el 
espacio abierto por el retroceso de la presencia religiosa en el 
ámbito público, obligó a ciertos individuos de personalidad 
fundamentalista a agarrarse a otros ámbitos potencialmente 
"fundamentizables". Tal es el caso de algunas ideologías.
Podemos concluir por tanto que las actitudes integristas superan 
el ámbito religioso, aunque, como veremos, encuentran en él una 
tierra muy fecunda. Lo que ahora interesa es estudiar las causas 
por las que aparecen, para apuntar después caminos de 
esperanza.


2. ¿POR QUÉ?

Hombres y mujeres necesitamos de cierta "confianza básica"7, 
que nos permita aceptar y asumir el riesgo inherente a una vida 
madura que se enfrenta a lo nuevo y diferente como a una 
posibilidad de crecimiento. Cuando esta confianza básica falta o es 
destruida, nos volvemos rígidos e intolerantes.
Las personas construimos esta confianza fundamental en las 
primeras experiencias de la vida familiar. Los grupos humanos la 
vivimos y desarrollamos cuando vivimos en ambientes comunitarios 
de los que nos sentimos miembros porque compartimos sus valores 
y nos ofrecen un sentido de la vida compartido. Cuando los 
procesos sociales destruyen estas experiencias comunitarias, la 
sociedad crea sin darse cuenta el caldo de cultivo donde se 
desarrollarán "personalidades fundamentalistas" que buscarán su 
seguridad en grupos rígidos e intolerantes. Por esto el 
neoliberalismo, al propugnar una sociedad individualista y 
competitiva, pone inconscientemente las condiciones sociales de las 
que surgen la extrema derecha, las sectas y los grupos integristas y 
fundamentalistas.

2.1. LA CULTURA POSTMODERNA: UN CALDO DE CULTIVO

Miedo al progreso tecnológico

Fundamentalismos ha habido siempre, porque siempre el hombre 
ha tenido motivos para temer el cambio. Sin embargo, hoy, en un 
mundo tan tecnificado y de transformaciones tan rápidas, algunos 
sienten miedo y se aferran a sus seguridades. Un ejemplo 
interesante lo encontramos en algunas sectas de Estados Unidos 
que han decidido anclarse en el siglo XIX.
La película Único Testigo nos describe a una de ellas. ¿Por qué 
son mejores las formas de vida del siglo pasado que las nuestras? 
¿Quizás porque son más naturales? Pero entonces ¿por qué no 
anclarse en épocas todavía más pretéritas y naturales? 
¿Tendríamos que volver a la época de las cavernas, pues una 
gruta es más natural que una casa?
Pensemos que "artificial" significa "hecho con arte", es decir, 
moldear algo natural con nuestras manos. El hombre, desde que lo 
es, modela, fabrica objetos. Negarse a utilizar cosas artificiales es 
negar al hombre mismo. Sin embargo, podemos criticar la 
tecnificación de la sociedad porque a menudo despersonaliza al ser 
humano y lo trata como un mero objeto o como una máquina de 
producción: el Estado nos reconoce más por el D.N.I. que por 
nuestro nombre, y en el trabajo se nos valora según cuánto y cómo 
producimos. Otros aspectos de la persona parecen no tomarse en 
consideración. La cuantificación de todo acaba haciéndonos objetos 
también a nosotros.
Moldear lo natural no quiere decir suplantarlo ni destruirlo, como 
se está haciendo por ejemplo en la Amazonia, contra la voluntad de 
sus habitantes y con el peligro de hacer desaparecer un pulmón del 
planeta. Por este tipo de excesos, el mundo se ha vuelto inhóspito 
para muchos. Es significativo el impacto que produce a los 
habitantes de pequeños pueblos, la vida "estresante" y 
"despersonalizadora" de la ciudad. No es de extrañar, por tanto, que 
numerosas personas busquen una identidad en grupos 
totalizantes.

"Siempre se ha hecho así..."

Al ser humano la seguridad le viene dada a través de la cultura 
en la que vive. La cultura proporciona al individuo una cierta 
respuesta a las preguntas más esenciales de la vida (hacia dónde 
vamos, de dónde venimos, qué debemos hacer...) La tradición y las 
costumbres permiten que no tengamos que estar preguntando 
constantemente el porqué de todas las cosas. Es un ahorro de 
energía. Nadie soportaría poner en tela de juicio todas las 
costumbres: por qué celebramos estas fiestas y no otras, por qué 
nos vestimos con estas ropas y no otras... En última instancia sólo 
podemos responder: "siempre se ha hecho así".
Pues bien, ¿qué pasa cuando una sociedad, como la nuestra, se 
da cuenta del impresionante paso del tiempo, de que existe la 
historia, de que no siempre se han hecho las cosas así? La vida 
cotidiana se problematiza y se reconoce que las cosas podrían ser 
diferentes. Pero, al poner en tela de juicio la propia cultura, los 
propios cimientos, el edificio de nuestras seguridades se tambalea. 
Quien es capaz de superar este estadio de crisis adolescente, llega 
a la edad adulta. Pero, aquel que es más débil psicológicamente se 
cierra sobre sí mismo y niega la evidencia. Realiza como una 
regresión a la infancia, al mundo de las seguridades ingenuas. Será 
imposible razonar con él.
¿Cómo explicar a un integrista que un rito determinado, por 
necesidad de los tiempos, podría o quizás debería ser adaptado? 
No se trata de cambiar por cambiar. Ésta es una actitud 
adolescente. No podemos negar que la tradición crea jurisprudencia 
y que el ser humano necesita de una cierta estabilidad de su cultura 
(sus valores, sus tradiciones, creencias, ritos, etc). Por ello, todo 
sistema de valores tiende a presentarse como eterno, universal y 
válido para siempre. Pero es preciso tener una mentalidad abierta 
para ser capaz de afrontar las modificaciones que sean necesarias 
para ser fiel al espíritu original.
Este es el fundamentalista: el individuo que, ante el temor al vacío 
de valores y de sentido de la vida, se agarra irracionalmente a 
ciertas seguridades "prefabricadas". En nuestra época, designada 
por muchos como postmodernidad, todo ha sido ya problematizado. 
La falta de algo eterno y absoluto produce pánico e inseguridad. 
Tenemos, pues, las bases puestas para los integrismos actuales.
La cultura como adaptación al medio
La cultura es la manera propia del hombre de adaptarse al 
medio8. El animal se sirve de los instintos para sobrevivir. Sus 
cambios son muy lentos porque sólo puede adaptarse al medio a 
través de mutaciones genéticas. La mutación que permite al animal 
enfrentarse a sus depredadores con mayor éxito, esa es la que 
perdura. Pero, el ser humano se adapta con las formas culturales. 
Éstas hacen posible que el hombre no tenga que esperar a una 
mutación genética para adaptarse. Si quiere tener alas, inventa el 
avión, y si quiere ser más inteligente, inventa el ordenador.
Las formas culturales de un país son, en general, el mejor modo 
que ha encontrado de hacer frente a las necesidades. Por ello, la 
cultura de un pueblo no debe ser aniquilada totalmente. La 
permanencia en el tiempo es lo que le otorga la legitimidad9. Sin 
embargo, es preciso que ese pueblo no se esclerotice, y que 
busque nuevas maneras de vivir, más acordes con los nuevos 
retos. Los dos extremos, la destrucción total y el inmovilismo, son 
igualmente perniciosos. Cada uno de los dos teme y lucha contra el 
otro sin imaginar la posibilidad de un término medio, o de una 
síntesis superadora.
En nuestra postmodernidad (ya es sintomático que nombremos a 
nuestra época por contraposición a la anterior) la cultura tradicional 
entra en una crisis más profunda y las seguridades ideológicas de 
la modernidad se derrumban también. Si la cultura nos sirve de 
adaptación, cuando ésta entra en crisis tiemblan nuestros propios 
cimientos. A la Iglesia le fue difícil asumir el necesario cambio del 
Vaticano II porque había esclerotizado las formas autoritarias que 
tanto le sirvieron en la época de los reyes absolutistas.

Temor al pluralismo

Poco a poco vamos viendo que el integrismo del que hablamos es 
esencialmente una reacción. Si hasta ahora hablábamos del miedo 
al cambio, podemos también decir que hay un pánico a la 
pluralidad. La pluralidad aparece como el lugar de la incertidumbre. 
La mera existencia de otras opiniones cuestiona mis seguridades. 
Es preciso, entonces, cerrar las puertas que me comunican con el 
exterior.
En la pluralidad sólo puede vivir el hombre maduro. El niño se 
desorienta. El adulto sabe ver en cada cosa o persona los aspectos 
positivos y negativos. Para el niño, en cambio, sólo existe lo bueno y 
lo malo. No hay término medio. ¿No preguntan los niños ante una 
película quiénes son los buenos y quiénes los malos? Cuando estos 
dos grupos no son delimitables le es difícil entender la película. De 
esta manera, lentamente, se van formando en los valores. Pues 
bien, también infantilmente los fundamentalistas dicotomizan la 
realidad.
Tienen miedo a perder la identidad. Definir significa ver dónde 
finaliza una cosa y dónde empieza otra. Así, el fundamentalista, en 
su necesidad de definición personal, dicotomiza la realidad, y marca 
claramente la separación entre el yo y el no yo, entre el bien y el 
mal, entre lo que hay que alabar y lo que hay que aniquilar. Desde 
aquí, podemos decir que toda aquella pedagogía que busque 
puntos de intersección entre personas o culturas, todo aquello que 
haga ver que yo no acabo en mí mismo sino que me abro y me 
despliego en el otro, será una pedagogía pacificadora. Yo no 
dependo exclusivamente de mí mismo10. Necesito del otro, del que 
es diferente de mí porque tiene algo que yo no tengo. Y esto en 
todos los niveles: personal, grupal, profesional, nacional, eclesial...

2. 2. EL RACISMO

Ante una inmigración masiva de magrebíes, ¿quién no temería la 
pérdida no sólo de puestos de trabajo, sino de identidad de nuestro 
país, de sus tradiciones...? ¿Quién no ha pensado alguna vez que 
si el número de inmigrantes fuese considerable, empezarían a 
reclamar derechos para vivir socialmente su cultura? La 
democracia, por el respeto a la pluralidad, tendría que permitirlo 
mientras ellos también fuesen tolerantes.
Los "skinheads" de ideología nacionalsocialista (o los seguidoes 
de Le Pen en Francia) ven en esto una pérdida de la identidad 
cultural española. Así pues, se ven en la obligación de luchar en 
una cruzada contra el inmigrante y despreciar a una democracia 
que carece de armas para ello. Frente a esta actitud, la persona 
psicológicamente adulta se pregunta: "–¿Qué es España?–". Por 
nuestras tierras han pasado una multitud enorme de pueblos. Por 
ello, definir a España como una entidad cerrada es falsear la 
realidad.
Esencialmente, el racismo es causado por un sentimiento de 
amenaza ante personas sensiblemente diferentes en sus rasgos 
físicos y culturales. Las rivalidades entre las zonas culturales 
diversas dentro del estado español todavía no pueden llamarse 
racismo aunque se fundamenten en el mismo sentimiento de 
amenaza. Si sólo se dan diferencias físicas sin diversidad cultural 
tampoco, normalmente, aparece el racismo. ¿Quién desprecia a los 
jugadores de color de la N.B.A.?
El fenómeno es muy complejo. El miedo a la amenaza se produce 
ante formas culturales incompatibles y también frente a 
"competidores" económicos, sobre todo si social y económicamente 
son más débiles. ¿Porque no hay ataques racistas contra altos 
directivos japoneses o jeques árabes y sí contra los magrebíes de 
piel oscura? Los primeros tienen el prestigio del dinero, el poder y la 
cultura; además, crean puestos de trabajo. Los segundos se 
convierten fácilmente en "cabezas de turco", a los que se carga con 
la responsabilidad de todos los miedos colectivos: el paro, la droga, 
la inseguridad ciudadana.
Si el origen del problema está en lo cultural y en lo económico 
podríamos quizás prescindir del término racismo. Además, casi 
nadie reconoce tener sentimientos racistas. Pero, a poco que se 
tenga la oportunidad de trabajar con skinheads, uno se da cuenta 
de que realmente la raza negra les produce un sentimiento de 
repulsión, intensa e inmediata. Ese miedo a la diferencia les ha 
creado un mecanismo de defensa poderoso e instantáneo. Éstos 
jóvenes son el extremo violento, pero hay muchas posiciones 
racistas menos radicales: algunos padres tendrían ciertos reparos 
en aceptar un mestizaje de sus hijos.
Estamos hablando de racismo, pero, ¿es correcto clasificar al ser 
humano en razas? Desde hace un tiempo, numerosos científicos 
rechazan estas clasificaciones por considerar que las diferencias 
genéticas son insignificantes. Es siempre preferible hablar de 
etnias, ya que este término incluye las formas culturales y el modo 
de organización de la vida de ese pueblo.
El ser humano es primariamente cultural. Lo biológico está 
siempre en un segundo plano. Si en nuestro lenguaje restamos 
importancia a lo biológico podremos evitar los prejuicios racistas. No 
todo estará solucionado, porque todavía tendremos delante la base 
del racismo, los conflictos culturales y económicos. Los primeros 
sólo se pueden afrontar con un horizonte mental amplio, y los 
segundos con una generosidad personal y colectiva que supere el 
egoísmo.


3. RELIGIONES Y FUNDAMENTALISMO:
ALIADOS DEMASIADAS VECES

3. 1. ¿EL FUNDAMENTALISMO ES INHERENTE AL ISLAM?

Una magna advertencia a la humanidad

Cuando uno finaliza la lectura del Corán llega a la conclusión de 
que este libro sagrado de los musulmanes es una magna 
advertencia a la humanidad. Si la mayoría de los libros del Antiguo 
Testamento son una narración escrita por el pueblo judío poniendo 
de manifiesto los favores y castigos de Dios, el Corán se presenta 
como escrito por el mismo Dios en tercera persona, para que 
pudiera ser recitado por Mahoma. De esta manera, aunque también 
en el Corán se narran sucesos del pasado, se hace con una 
intención pedagógica muy manifiesta. Se seleccionan historias 
breves de pueblos que sucumbieron por no escuchar a los profetas 
y de aquellos personajes que obtuvieron el favor de Dios. Muchas 
de las narraciones acaban explicitando en una frase o dos el 
mensaje que Dios quiere ofrecernos. Pongamos algunos ejemplos:
El es Quien domina a Sus siervos. El es el Sabio, el Bien 
Informado. (C 6,18)
Dios no dirige al pueblo perverso. (C 9,24)
Dios sabe bien lo que hacen. (C 10,36)
Dios todo lo observa. (C 33,52)
Dios es indulgente, misericordioso. (C 33,52)11

Estas y otras muchas sentencias similares van repitiéndose una y 
otra vez como si de estribillos se tratara. Además de las 
narraciones, encontramos un elevado número de normas de 
conducta y de estructuración de la sociedad diseminadas por todo 
el texto coránico. La advertencia de Dios es clara: cree en el Dios 
único y participa de la comunidad de musulmanes cumpliendo la 
legislación establecida. Si actúas así, por muy pecador que seas, 
Dios tendrá misericordia. El calificativo de misericordioso es de los 
más repetidos en el Corán. Ni siquiera Mahoma se presenta nunca 
como un hombre perfecto (cfr. C 80,1ss).
El problema es que también se repite con mucha insistencia que 
el "Señor está dispuesto a perdonar, pero también a castigar 
dolorosamente" (C 41,43). La advertencia de un juicio severo es 
constante. Sin embargo, el musulmán tiene muy claro que nadie 
merece castigo por desconocimiento de una prohibición (cfr. C 
6,54).

Occidente teme al Islam

ISLAM/INTOLERANCIA: Occidente tiene miedo de que el islam 
sólo pueda vivirse de una manera fundamentalista. Este temor va 
siendo confirmado, es verdad, con las noticias que nos llegan de 
Argelia, Egipto, Sudán, Irán... Sin embargo, todos esos países viven 
en la necesidad de definirse y de recuperación de identidad tras el 
período de la colonización11bis. Su sentimiento de inferioridad 
frente a los avances tecnológicos de la cultura occidental ha sido 
muy fuerte. El integrismo que viven es su forma concreta de 
nacionalismo. En Argelia han probado ya el modelo francés y el 
modelo socialista. Hoy claman por ensayar una solución propia. A 
toda esta situación hay que sumar la enorme corrupción de sus 
gobernantes y la pobreza extrema de una población que crece 
mucho más que la economía.
Esta situación nos hace olvidar que en otros tiempos la cultura 
islámica era mucho más avanzada que la nuestra. Como ya hemos 
visto, el fundamentalismo tiene mucho que ver con el tipo de 
interpretación que se hace de los textos. Pues bien, hasta el siglo X 
había una gran libertad de interpretación en el islam12. Era el 
tiempo del Ijtihad. Esta palabra designa el esfuerzo que debe hacer 
todo creyente para penetrar en el mensaje de los textos. El 
desarrollo intelectual y místico13 es enormemente vasto en esta 
época14.
Sin embargo llega un momento que, por temor a interpretaciones 
demasiado heterodoxas se declara la prohibición de la 
interpretación libre. El creyente debe acudir a los órganos 
competentes. Se declaran "cerradas las puertas del Ijtihad". Por lo 
que venimos diciendo hasta ahora, podemos fácilmente deducir que 
si la interpretación está cerrada, si no es posible adaptar el lenguaje 
religioso a las nuevas circunstancias, toda mirada al pasado se hará 
desde una descontextualización.

La posibilidad de un Islam tolerante

¿Será capaz el islam de salir de la etapa integrista en la que está 
hoy en día sumido? No pocos intelectuales musulmanes declaran la 
exigencia de una nueva apertura de la puerta del Ijtihad. Es verdad 
que las noticias que recibimos de muchos países árabes son 
desoladoras. La tarea no será nada fácil. Pero tampoco lo fue para 
el Vaticano II. Además, ¿quién se esperaba en el siglo pasado los 
cambios que iba a sufrir la misma Iglesia? 
Podemos tener la tentación de decir que en los Evangelios 
tenemos como ideas esenciales el amor al enemigo, el perdón sin 
límites, etc, que nos han permitido con más facilidad reconocer los 
valores de la tolerancia, del diálogo, de las libertades, etc. Es cierto, 
los Evangelios son muy diferentes del Corán. Sin embargo, el islam 
no carece de elementos que podrían fundamentar un pensamiento 
más abierto. Por ejemplo, el islam no obliga a los no musulmanes a 
cumplir su legislación. Este principio teórico ha sido normalmente 
respetado. Los no musulmanes tan solo debían pagar un impuesto 
que se correspondía a la limosna obligatoria que tenía que pagar 
todo musulmán adinerado.
El problema que tiene el Corán es que están mezclados los textos 
de deberes estrictamente religiosos con los de deberes políticos. 
Pero, muchos musulmanes saben distinguir la importancia de unos y 
de otros. Relativizar ciertas leyes de convivencia acordes a su 
tiempo y adaptarlas al momento presente, significa hacer una 
interpretación no fundamentalista.
A veces nos escandalizamos al encontrar en el Corán conceptos 
tales como la ley del talión o la "guerra santa". Pero no es de 
extrañar ya que en el texto coránico hay una pretensión de 
organización de la sociedad. El ojo por ojo y diente por diente, 
significaba un avance en la justicia de entonces: no puedes volverte 
a tu enemigo con una moneda mayor. Jesús supera incluso esta ley 
perdonando en la cruz a sus enemigos. Sin embargo, la justicia en 
nuestros países se guía más por la ley del talión que por la del 
perdón, por mucho que se diga que la misión fundamental de 
nuestras cárceles es la reinserción social. Además, el Corán 
también prevee una renuncia al derecho del talión. Le servirá al 
creyente de expiación (Cfr. C 5,45)
Respecto a la guerra santa15, diremos brevemente que éste es 
un concepto más espiritual que militar. Consiste en la lucha interior 
contra el mal que nos arrastra16. Es también una guerra militar en 
caso de ser atacado o de poner en serio peligro la fe musulmana 
(cfr. C 8,39). Sea como sea en el combate hay la prohibición 
expresa de excederse con el enemigo (Cfr. C 2,190).
La posibilidad de una interpretación tolerante del islam es real y 
sería internamente más coherente. El cristianismo le ha aventajado 
porque hemos pasado por una Ilustración y por continuadas críticas 
al inmovilismo de la Iglesia. Al final, la Iglesia ha asumido la 
modernidad y ha aceptado en toda su radicalidad –pero no sin 
resistencias, incoherencias e injustificados frenazos– el estudio de 
la Biblia desde la filología, la sociología, la historia, etc. El islam 
tiene esta batalla pendiente. Todavía no han estudiado 
científicamente el texto coránico. Por ello niegan que ciertos 
contenidos del Libro hayan llegado a Mahoma a través de su 
contacto con cristianos y judíos. Para ellos, el texto es un dictado de 
Dios a través de un ángel. Mahoma no ha puesto nada de su 
parte.
El problema del diálogo interreligioso no es debido tanto a las 
diferencias entre ambas teologías, cuanto a que el cristianismo y el 
islam hablan desde paradigmas diferentes. El cristianismo desde la 
modernidad, y el islam desde una postura históricamente menos 
madurada.
Pasemos ahora a estudiar por qué la religión ha sido vivida a 
menudo desde posturas fundamentalistas. ¿No será que tiene 
algunos puntos teológicos que las personalidades fundamentalistas 
podrán fácilmente interpretar de manera errónea?

3. 2. PUNTOS QUE FAVORECEN EL FUNDAMENTALISMO

El perdón y el castigo

RL/INTOLERANCIA: La experiencia religiosa no debería llevar 
nunca a la intolerancia ya que entramos en relación con Dios que 
es suma Bondad. La representación de un Dios severo y castigador 
es una proyección de nuestros deseos de venganza o de nuestra 
necesidad social de "orden". Nuestra justicia entiende la ley del 
talión, la compensación de las ofensas. Pero ¿cuál es la Justicia de 
Dios?
En el Evangelio vemos que los jornaleros que llegan al trabajo a 
última hora cobran lo mismo que los que han trabajado toda la 
jornada. Esta generosidad para con los últimos nos parece a 
nosotros una injusticia. El perdón desborda y va más allá de la 
justicia. Si en la base de todo hombre religioso hay una profunda 
experiencia de perdón gratuito sin haberlo merecido, no es posible 
que se generen desde aquí actitudes intolerantes. Más bien éste 
será el patrón para tratar a los demás.
Sin embargo, la experiencia del perdón impulsa a una lucha 
contra el mal. A partir de ahora, el creyente tendrá la tentación de 
combatirlo con armas diferentes de las que Dios ha utilizado con él. 
Dios detesta el mal pero ama profundamente a quien lo comete. Al 
ser humano le es mucho más difícil hacer esta distinción y tenderá a 
eliminar a los dos.
Por otra parte, ciertas personalidades masoquistas buscan y 
necesitan ser castigadas. Son reacias a aceptar el perdón y quieren 
ser ellas quienes se redimen a si mismos. Éstas encontrarán en su 
interpretación patológica de la religión una reafirmación y seguridad 
personal. Podrán también dicotomizar toda la realidad a partir de los 
conceptos de bien y de mal.

La tentación de dominar y conocer a Dios

RL/TENTACION: Todas las religiones suponen que Dios se ha 
revelado al hombre. Dios quiere entrar en relación con sus criaturas 
para darse y comunicarse. Desea ayudar al hombre a encontrar su 
felicidad y, con esta intención, le prescribe principios de 
comportamiento y le revela algo de quién es Él mismo. Una de las 
primeras tentaciones es la de querer conocer totalmente a Dios. 
Dominar a Dios significa dominar el más grande de los misterios y, 
como en Dios podemos conocer el sentido de todos los enigmas 
que el hombre tiene planteados, el fundamentalista cree poder, por 
fin, dominar toda inseguridad. El deseo de Dios del místico tiene un 
origen radicalmente diferente: quiere ver a Dios para entrar en 
relación plena con su Amado. Pero a Dios lo deja libre, no lo intenta 
dominar. Es consciente de Su trascendencia.
La gran tentación de la religión es definir completamente a Dios 
para así poder manejarlo. Dios supera nuestra razón y, todos los 
conceptos que le podemos atribuir no son sino conceptos humanos 
que, quizás apuntan hacia lo que es Dios, pero no lo agotan. Dios 
es siempre mayor, siempre nuevo y sorprendente. Escapa de 
cualquier definición.
La primera Carta de San Juan nos dice que a Dios nadie lo ha 
visto (1Jn 4,12). En el Antiguo Testamento Moisés quiere ver a Dios. 
Éste sin embargo tan solo se deja ver fugazmente y "de espaldas" 
(Ex 33,23). Los musulmanes rezan un rosario que consiste en 
repetir los noventa y nueve nombres17 (características) de Dios. El 
nombre cien, inefable, se omite para expresar "la imposibilidad final 
de la inteligencia humana para captar la esencia última de Dios"18. 

Sin embargo, la tentación de dominar a Dios está siempre 
presente, y no es difícil creer que se consigue a través de los textos 
revelados. Sólo es cuestión de cerrar las puertas a posibles nuevas 
interpretaciones. Ya hemos visto cómo el islam cerró las puertas a 
la interpretación libre en el siglo X. El catolicismo, por su parte, 
reservó sólo a la jerarquía de la Iglesia la potestad de la correcta 
interpretación de las Escrituras. El protestantismo luchó contra 
esto.
El extremo opuesto tiene también sus enormes peligros: como hay 
interpretaciones erróneas, es preciso que haya alguien que las 
sancione. Sin embargo, es preciso que este alguien esté abierto a 
nuevos estudios sobre los textos sagrados.

El concepto de revelación

Para que el hombre pueda comprender lo que Dios le quiere 
revelar, es preciso que Éste le hable con un lenguaje humano. Los 
judíos reciben unas tablas de la Ley, el cristianismo a un Dios19 
hecho hombre, y el islam un Corán dictado por medio de un ángel. 
En todas estas tres religiones "del Libro", Dios desea comunicarse. 
Pero lo ha de hacer con un lenguaje comprensivo para el hombre. 
Esta encarnación del mensaje, o adaptación de Dios a la cultura y 
momento histórico de un pueblo, es un elemento esencial 
desfundamentalizador. Esto hace que una religión tenga el deber, 
en épocas posteriores, de mantener lo esencial de la revelación y 
adaptar las formas a los nuevos tiempos para que el mensaje pueda 
ser inteligible. No se trata de cambiar el mensaje, sino de 
mantenerlo vivo.
El cristianismo tiene frente al islam una ventaja en esta tarea: En 
la Revelación Dios no dicta al hombre. El cristianismo entiende que 
los textos bíblicos son palabra de Dios de una manera diferente al 
islam. No es un texto escrito por Dios y revelado a un hombre, sino 
que Dios se comunica al corazón de un individuo que después 
intentará formular con sus palabras esa experiencia de la divinidad. 
De esta manera, los escritos de la Biblia transmiten una experiencia 
verdadera de Dios a través de un lenguaje inteligible y válido para 
aquella cultura y cosmovisión. Hoy en día, es preciso separar de 
aquellos textos lo esencial para encarnarlo y formularlo en nuestro 
lenguaje, aunque esto nunca sea absolutamente posible.
Cuando se considera que la formulación del texto sagrado ha sido 
hecha por el ser humano y se sabe que la inspiración respeta las 
particularidades personales o históricas, es más fácil aceptar que 
ha de haber cosas que tengan que ser reformuladas a la luz de los 
nuevos tiempos. Sin embargo, ¿qué pasa cuando se entiende que 
la revelación se produce por medio de un dictado? El ángel Gabriel 
es enviado a Mahoma para revelarle el Corán (cfr. C 2,97). La 
belleza poética incomparable del Corán, es uno de los argumentos 
de los musulmanes para apoyar este concepto de revelación.
Este Corán no puede haberlo inventado nadie fuera de Dios. No 
sólo eso, sino que viene a confirmar los mensajes anteriores y a 
explicar detalladamente la Escritura, exenta de dudas, que procede 
del Señor del universo. O dicen: "él lo ha inventado". Di: Si es 
verdad lo que decís, ¡traed una sura semejante y llamad a quien 
podáis, en lugar de llamar a Dios!". (C 10,37-38)

Ningún hombre podría haber escrito unas suras (capítulos) 
semejantes. Entender la revelación de esta forma dificulta 
enormemente la separación del fondo y de la forma del texto. Más 
aún, hace que el árabe clásico, la lengua en que se hizo la 
revelación quede divinizada.
Por ello, son a menudo reacios a que un no musulmán pueda 
coger un Corán escrito en árabe (cfr. C 56,79), y las traducciones 
las permiten sólo porque pueden llevar a la fe a no creyentes. 
Recuerdo que un marroquí me pidió que tachara unas frases 
escritas en árabe antes de echarlas a la papelera, por respeto a la 
lengua de Dios. Actitudes como ésta no son, en absoluto, 
generalizables pero muestran el peligro de creer en una revelación 
dictada.
El musulmán considera autosuficiente el Corán. Ahí está todo y lo 
único que hay que creer. Pero esto se ha radicalizado hasta el 
punto de que algunos musulmanes creen ver en el Corán la 
predicción de descubrimientos científicos de estos últimos siglos. 
Todo gran avance de la humanidad puede verse apuntado en el 
Corán, dicen ellos. Curiosamente no es esta mentalidad la que 
parecen traslucir los antiguos autores clásicos de la cultura 
islámica.
Pero, si Dios ha hablado ¿cómo atrevernos a cambiar sus 
palabras para adaptarlas a otros pueblos o a épocas posteriores? 
En el Corán parece no haber cabida para un estudio interpretativo 
basado en un estudio del contexto, de la génesis del texto, del 
significado de las palabras en su tiempo... Pero, no es imposible. 
Bastaría con pensar que Dios se ha comunicado en un momento de 
la historia con unas palabras determinadas con el fin de que aquel 
pueblo le entendiese y, que hoy, sin embargo, comunicaría el mismo 
mensaje de manera diferente. Pero, no se trata de cambiar el texto 
original que por sí mismo tiene un valor por uno más moderno, sino 
de interpretarlo a la luz de los nuevos tiempos.

La misión de propagar el mensaje

Cuando alguien ama una cosa siente deseos de comunicarla. Las 
alegrías impulsan al ser humano a compartirlas. Quien experimenta 
el amor profundo de Dios será también movido a procurar que otros 
puedan gozar de su misma alegría. La vida que produce Dios en el 
hombre es tan expansiva que ha de predicarse.
Por ello, el cristianismo y el islam son ardientes predicadores de 
su mensaje. Son propuestas de un camino de vida, de plenitud. Los 
cristianos anuncian la Buena Noticia. Las dos religiones encuentran 
en sus textos sagrados claros mandatos a la predicación. El 
judaísmo, en cambio, no es capaz de salir de sus vínculos 
sanguíneos: no hay más pueblo elegido que el judío. El cristianismo 
y el islam superan este sectarismo invitando a todas las razas y 
culturas a adherirse al camino de salvación. El concepto de pueblo 
elegido se amplía al de comunidad de cristianos o de musulmanes. 
Pero, precisamente por esta universalidad de sus mensajes, 
pueden caer en el rechazo de cualquier otro camino.
Famosa es la sentencia que decía que "fuera de la Iglesia no hay 
salvación20" (Bonifacio VIII en 1.302). Cuando la propia religión se 
entiende de esta manera, la predicación pasa a ser un imperativo 
angustioso: quien no se convierta no se salvará. Tenemos, por lo 
tanto, puestas las bases para justificar las cruzadas y cualquier 
método evangelizador incluida la fuerza. Y no hay para menos –diría 
el fundamentalista– ya que está en juego la salud eterna de muchos 
hombres y mujeres.
El islam también ha caído en estos mismos errores cuando ha 
legitimado algunas guerras bajo el alegato de la guerra santa. Se 
siente llamado especialmente a combatir especialmente el 
politeísmo y ateísmo. Sin embargo, es tolerante con el cristianismo y 
judaísmo ya que no tiene ningún reparo en afirmar que el Dios de 
los judíos y de los cristianos es el mismo que el suyo y que en estas 
religiones también ha hablado Dios a la humanidad.
La solución a los problemas ocasionados por el deseo de 
expansión del islam y del cristianismo no está en una renuncia a la 
predicación sino en un respeto por lo otro, lo diferente. La Iglesia a 
partir del Vaticano II supo ver aspectos muy positivos en 
organizaciones no confesionales: Dios habla en el mundo y no sólo 
en el corazón de la misma Iglesia. Es un paso para dejar de 
dicotomizar el mundo entre el bien y el mal, cristianos y no 
cristianos.

Iglesia y Estado

La Iglesia ha caído en bastantes ocasiones en la tentación de 
identificarse con el régimen gobernante. La Iglesia recibía por esto 
unos beneficios pero se olvidaba de la necesidad de recordar que 
el Reino no está todavía en plenitud entre nosotros, que todavía 
hay mucho que cambiar y mejorar. Desde este aspecto, la Iglesia 
debería estar siempre en una cierta oposición. Además, el 
cristianismo no se preocupa tanto por las normas concretas que 
elige un Estado para gobernar sino por una serie de principios de 
solidaridad, justicia e igualdad que todos los Estados deben 
procurar hacer posible.
El islam, en cambio, no se entiende sin una identificación con el 
poder, ya que éste debe guiar tanto material, como espiritualmente 
al pueblo. El Califa asume el poder político y el religioso. El islam 
tiene muy claro que la religión no es algo vivido individualmente sino 
un hecho social. Por eso, tiene no sólo leyes referidas al culto sino 
leyes de organización de la sociedad. El Corán es también un 
código de derecho civil que regula el gobierno de la comunidad 
musulmana. La ley islámica no es obligatoria para los no 
musulmanes. Por ello, cuando esta ley ha de ser la ley del Estado, 
se está presuponiendo que el pueblo es principalmente musulmán. 
La minoría no musulmana puede vivir en sus tierras después de la 
aceptación de una serie de compromisos21.
Cuando en un Estado hay una gran uniformidad (la gran mayoría 
son musulmanes) este sistema es sostenible. Pero cuando convive 
en él una pluralidad de creencias se viene abajo. Entonces, el islam 
vive en un permanente anhelo de independencia para poder 
gobernarse con sus normas propias.
La identificación con el poder tiene un gran peligro: disponer de la 
fuerza del Estado para imponer la religión. La violencia puede 
utilizarse como medio de persuasión.
En teoría, el cristianismo tiene mayor facilidad de librarse de esta 
tentación gracias a que Jesús no dictó un listado de normas sino un 
modo de proceder.
Además, Jesús se sitúa por encima de la ley. Se siente libre para 
interpretarla y hacer las excepciones que sean necesarias para que 
ésta no se convierta en injusta: vemos cómo Jesús cura también en 
sábado. Mahoma, sin embargo, es un súbdito de la ley. Ha venido a 
proclamarla y a cumplirla. Mahoma recibe una palabra y Jesús es la 
Palabra. Seguir a Jesús, implica, por tanto, estar en constante 
atención para discernir si en algún momento es preciso hacer una 
excepción a una norma por un bien mayor. El creyente en Jesús 
sigue a un hombre vivo y no a un libro de códigos a cumplir.


4. CAMINOS DE ESPERANZA

4. 1. APUNTES PARA LA ACCIÓN

Cuestión de sensibilidad

Las vías de solución del problema de los radicalismos 
fundamentalistas son complejas. Si la causa principal es el miedo a 
la inseguridad, a lo diferente, nuestras actuaciones educativas 
deben incidir principalmente sobre este punto. Es una cuestión de 
sensibilidad: es preciso aprender a valorar lo ajeno. Pero el trabajo 
a realizar no ha de incidir tanto en el conocimiento como en lo 
experiencial. Es difícil, por no decir imposible, mantener una 
discusión racional con cualquier fundamentalista. No hay acuerdo 
posible porque no busca la solución más lógica, más racional, sino 
la que más seguridad le proporciona. Así pues, sólo la experiencia 
de que lo ajeno me enriquece, sólo la vivencia de lo otro como algo 
que me potencia y no que me intimida, permitirá alcanzar la 
madurez. 

La educación

La actuación empieza en la familia. Los padres son los primeros 
que acompañan al niño en su descubrimiento del entorno. Cuando 
camina de la mano de aquellos que le dan seguridad se atreve a ir 
en busca de lo nuevo22. Poco a poco va percibiendo en lo diferente 
una fuente de asombro. Un maravilloso mundo por descubrir se le 
abre ante sus ojos. Mantener la curiosidad del niño es fundamental. 
Las experiencias traumáticas le enseñan a tomar precauciones. Y si 
son más intensas de lo que él pueda asimilar podría cerrarse a la 
experimentación. Es preciso que ante lo nuevo reaccione antes con 
asombro e interés que con miedo o temor.
Los padres son los primeros "otros" con los que se encuentra. 
Por ello es importantísima esta primera relación. Si fuese 
traumática, habría el peligro de que considerase a toda persona 
desconocida como un enemigo potencial.
La educación continúa en la escuela. Allí se encontrará con otros 
iguales que a menudo rivalizarán con él. Las experiencias de 
amistad, sin embargo, le ayudarán a confiar en los demás. Los 
encuentros exitosos (amigables) con individuos de otras culturas, de 
color de piel distinta, le enseñarán a valorar y respetar la 
diversidad. En este aspecto, las escuelas tienen un papel muy 
importante a desempeñar. Deberíamos fomentar las escuelas 
interculturales, donde entrasen en contacto distintas culturas. Si 
esto es no posible ¿por qué no organizar campamentos de verano 
mixtos? Creo que deberíamos apuntar hacia un objetivo bien 
concreto: crear condiciones que posibiliten amistades 
interculturales. Si conseguimos esto, habremos dado un gran paso 
para acabar con el racismo.
Cuando estas experiencias vitales están bien asumidas es un 
momento propicio para apuntalar el respeto a otras maneras de 
pensar. Para ello la filosofía y la historia son instrumentos muy 
útiles. En esta etapa incidimos sobre el conocimiento.

Si fuéramos todos un poco filósofos e historiadores...

La filosofía, en general, predispone al sujeto a ser crítico frente a 
cualquier afirmación: antes de aceptarla como válida se detendrá a 
estudiarla. El filósofo busca la verdad y por ello mantendrá siempre 
una puerta abierta para cambiar de opinión si descubre que estaba 
en un error o si descubre verdad en otro pensamiento. La actitud 
del filósofo es, por tanto, la más contraria a la cerrazón del 
fundamentalista: se interesará por opiniones distintas a las suyas 
para analizar su valor.
La historia es otro instrumento crítico fundamental. La historia nos 
enseña que las culturas cambian en el tiempo. Nos obliga a 
reconocer que las costumbres que ahora vivimos como intocables 
no son eternas sino que tienen un origen determinado en la historia. 
El argumento de que algo "siempre se ha hecho así" ya no es 
válido. 
Pero la historia no sólo saca a la luz los cambios históricos sino 
también las raíces que nos unen con el pasado. Bajo las 
transformaciones hay ciertas cosas que continúan invariables. La 
historia da, por ello, identidad a los pueblos. 
También nos trae al presente los errores de la humanidad de 
otros tiempos. Nos enseña la experiencia que ha ido adquiriendo el 
ser humano para no repetir aquellos errores y sí actualizar ciertos 
logros. Cuando olvidemos los horrores del nazismo estaremos ante 
el peligro de vivirlo de nuevo.
Es nefasto limitar la enseñanza de la historia al propio y pequeño 
país. Deberíamos también enseñar a nuestros alumnos la historia 
de los pueblos vecinos, haciendo especial mención a la cultura 
árabe, y recordando que éstos, en la Edad Media, estaban más 
"civilizados" que nosotros23. Deberíamos subrayar en las clases de 
ciencias naturales que el hombre de color no es un estado primitivo 
de la evolución sino una derivación diferente de los primeros 
homínidos, que no eran ni blancos ni negros. Deberíamos, 
finalmente, fomentar las estancias en el Tercer Mundo. Allí 
podremos valorar su cultura desde su punto de vista y no la 
veremos ya más como inferior. Más aún, cuando veamos que ellos 
prefieren sus costumbres a las nuestras nos preguntaremos sin 
remedio: ¿cuándo desterraremos el eurocentrismo? ¿No estaremos 
los países desarrollados más degradados humana y 
culturalmente?

La inmigración

El hecho de nacer dentro de unas determinadas fronteras hace al 
individuo ciudadano de ese país. Desde entonces tiene unos 
derechos y deberes establecidos por la ley. Pero ¿por qué se le 
puede negar la nacionalidad a un extranjero que se comprometa a 
cumplir los deberes que le corresponden?
Es sintomático que luchemos por una igualdad de oportunidades 
dentro de nuestras fronteras pero no fuera de ellas. Nos falta a 
menudo una visión más universal. Las ayudas que los países ricos 
entregan a los subdesarrollados aparecen todavía como gestos 
caritativos interesados y no de justicia.
Por nuestro país han pasado una gran cantidad de pueblos que 
han dejado su huella. Forman parte de nuestra identidad. Las 
inmigraciones siempre enriquecen, no sólo porque permiten una 
intensa influencia mutua entre dos culturas sino porque quienes 
emigran son normalmente los más capacitados24. Sin embargo, es 
cierto que una inmigración excesiva podría exacerbar el rechazo de 
un sector de la población. Por ello, la inmigración debe permitirse en 
una tasa adecuada, y debería poder distribuirse por el país de una 
manera homogénea. No es positivo que se creen núcleos muy 
importantes de inmigración porque se convierten en cotos 
cerrados.
Un país se comporta de una manera similar a cualquier líquido: no 
puede disolver a cualquier cantidad de inmigrantes. Sin embargo, la 
tasa de disolución varía enormemente según la temperatura. En un 
país ésta es el grado de concienciación y de apertura. Trabajando 
el respeto por otras culturas –y el de una cierta generosidad– 
podemos hacer posible una mayor inmigración.
Debemos buscar siempre la máxima integración de los que vienen 
a nuestro país. Ahora bien, ¿dónde hay que integrarlos? Si todos 
los inmigrantes se instalan en los barrios más degradados podemos 
estar seguros que vivirán la problemática de violencia, drogadicción, 
etc, de estas zonas. No nos extrañemos, pues, si la proporción de 
magrebíes llega a ser muy alta dentro de la población reclusa. No 
es por venir de donde vienen sino por tener que vivir donde viven.

4. 2. LA ESPERANZA DEL DIÁLOGO

Nadie tiene un punto de vista absoluto

TOLERANCIA/RAZONES: Nadie puede abarcar toda la realidad 
de un solo vistazo. Si miramos un cubo, por ejemplo, podemos ver 
únicamente tres de sus lados a la vez. Cuando le damos la vuelta 
para ver los otros tres, nos damos cuenta que los primeros 
desaparecen de nuestra vista. Esto mismo sucede cuando 
debatimos sobre temas de actualidad: dos personas están viendo el 
mismo objeto pero no se ponen de acuerdo porque cada uno lo ve 
desde su punto de vista (que depende de la propia personalidad, la 
propia historia, el nivel económico, el lugar de vivienda, etc). En los 
dos discursos hay parte de verdad.
El diálogo es el instrumento que utilizamos para comunicar 
nuestro punto de vista. Pero dialogar no es fácil. Para ver la verdad 
que hay en el discurso de los demás es preciso que abandonemos 
por un instante nuestro punto de vista para ponernos en el lugar del 
otro. Hemos de movernos para poder ver el cubo desde otro 
ángulo. Es un sacrificio, un esfuerzo. El pánico se apodera de 
nosotros porque durante unos instantes, mientras pasamos al otro 
lado, perdemos nuestro punto de vista, nuestras convicciones, 
nuestras seguridades y, todavía, no hemos llegado a otras nuevas.
Nuestra democracia hunde sus cimientos sobre el diálogo. Si 
queremos conservarla hemos de educar sobre la importancia del 
diálogo. Pero el diálogo exige la igualdad de los participantes25. 
Cuando no buscamos la verdad, la comunicación persigue tan solo 
la dominación del otro, convercerle de mi punto de vista. Los medios 
de comunicación pueden jugar un gran papel en el fomento del 
diálogo y el respeto. Sin embargo, a menudo, los debates 
solamente presentan las posturas más enfrentadas para dar más 
espectacularidad. En la práctica fomentan la dicotomización de los 
problemas.
La primera razón para ser tolerantes es que nadie tiene el punto 
de vista absoluto. Necesitamos de los demás. Ellos nos enriquecen 
porque su historia, sus experiencias, etc, les sitúan en una posición 
única.

Pero, ¿cómo ser sabio y tolerante?

El reconocimiento de nuestra limitación nos obliga a la tolerancia, 
a no rechazar demasiado rápidamente las opiniones ajenas. En la 
época actual, la caída de las grandes ideologías y el relativismo en 
muchos campos del pensamiento, han favorecido la consideración 
de la tolerancia como un valor democrático fundamental.
Pero, este concepto de tolerancia como mera debilidad del 
pensamiento es todavía peligroso: Cuando yo crea con certeza una 
cosa ¿por qué he de ser tolerante? 
El reto que se nos presenta es el siguiente: ¿cómo ser sabio y 
tolerante? Respondiendo a esta pregunta daríamos razones para 
ser tolerantes no sólo a los sabios sino a los que creen serlo:
1) Algunos temas no merecen un enfrentamiento. El sabio no sólo 
es el que conoce sino el que sabe situar las cosas en su justo lugar. 
Dará a cada cosa la importancia que merece sin excederse. El sabio 
estará en desacuerdo en muchos temas pero reconocerá que sólo 
algunos muy esenciales merecen la dedicación del hombre entero. 
Tolerará los errores menores, porque una actitud combativa traería 
mayores males. El fundamentalista, en cambio, es capaz de dar la 
vida o "exigirla" por temas sin importancia. No sabe situar cada 
problema en su lugar.
2) La tolerancia y el respeto a la dignidad de las personas son 
bienes superiores a las "certezas" que cada grupo podría querer 
imponer por la fuerza a los conciudadanos. El sabio intentará 
defender sus ideas contra lo que considere errores de sus 
conciudadanos pero tendrá que hacerlo con los medios que le 
permite la legalidad democrática. El radical en vez de utilizar los 
canales democráticos usa métodos violentos para conseguir sus 
objetivos. El dictador piensa que el fin justifica los medios.
3) Es preciso "separar el pecado del pecador". El mandato 
cristiano del "amor los enemigos" solamente puede vivirse cuando 
distinguimos el sujeto de sus acciones. De esta manera es posible 
rechazar el mal, ser intolerante con él y, sin embargo, ser tolerante 
y comprensivo con el que lo comete. La realidad de hijos de Dios de 
todo ser humano hace que sea siempre digno de estimación. El otro 
es mi hermano y, por ello, lo acepto con todas sus debilidades.

4. 3. ¿TIENE LÍMITES LA TOLERANCIA?

De las tres razones para ser tolerantes podemos extraer algunas 
consecuencias. Primero: podemos tolerar errores que carecen de 
importancia. Segundo: hemos de tolerar y respetar siempre a la 
persona. Tercero: hemos de ser intolerantes con el Mal, no con "los 
malos".
Tolerancia no equivale a considerar válidas o permitir todas las 
posturas ni todos los actos. Sería un error pensar de esta manera. 
Pero, ¿dónde dice la tolerancia "basta"? ¿Cómo damos contenido al 
Mal? El fundamentalista llena de excesivo contenido el tema del Mal, 
es decir, excesivas cosas le parecen intolerables.
Hoy, podemos decir que el límite de la tolerancia está en el 
respeto de los derechos humanos. Los derechos humanos son esos 
derechos mínimos en los que los países se han puesto de acuerdo 
y que es preciso salvaguardar porque son la condición 
indispensable de posibilidad de una convivencia "humana", en que 
las personas sean respetadas en su dignidad. Básicamente existen 
dos grupos de derechos. Unos, que hacen referencia a las 
libertades individuales (de asociación, de participación política, de 
propiedad privada, de salir y entrar al propio país, derecho a la 
vida, etc) y otros que podríamos llamar derechos sociales (igualdad 
de oportunidades, derecho a la enseñanza, a la seguridad social, a 
un trabajo y sueldo dignos, a la satisfacción de los derechos 
económicos, sociales y culturales indispensables a su dignidad...).
La legitimidad de estos derechos estriba en que no son 
particulares de un solo país sino que han sido aprobados por el 
conjunto de las Naciones Unidas. Es verdad que la formulación es 
muy occidental. Pero, más allá de la formulación concreta, hay algo 
de universal que subyace a ellos. La razón es que podemos pensar 
que toda persona racional en condiciones de lucidez, libertad y 
voluntad de alcanzar el bien acabaría concluyendo que estos 
derechos (más allá de su formulación concreta) han de ser 
preservados.
Así pues, debemos luchar contra toda transgresión de los 
derechos fundamentales, y no debemos ser tolerantes con los 
intolerantes. Pero esto no quiere decir que la lucha contra la 
intolerancia pueda violar los derechos que pretende defender. 
Concluyendo: la tolerancia es inadmisible frente a la realidad del 
pobre, del oprimido y del esclavo. Si nos tomamos esto en serio nos 
daremos cuenta que tendríamos que dejar de tolerar tanta hambre 
en el mundo, tanta pobreza en el Cuarto Mundo y tanto paro en 
nuestras ciudades.

4. 4. CONTRADICCIONES DEL FUNDAMENTALISMO

Sabemos que el fundamentalismo hace también referencia a una 
determinada manera de interpretar los textos religiosos. Pues bien, 
vamos ahora a mostrar cómo es errónea esta interpretación y cómo 
cae a menudo en ciertas contradicciones.

No existe la lectura "al pie de la letra"

La disciplina que estudia cómo deben interpretarse los textos 
sagrados, jurídicos, etc, recibe el nombre de hermenéutica. Hace 
años que los hermeneutas han criticado la interpretación al pie de la 
letra26. A primera vista puede parecer extraño. Popularmente se 
usa esta expresión cuando se insta a interpretar con objetividad y 
no según los propios intereses. Cuando no quiere decirse más que 
esto podemos aceptarlo.
Ahora bien, pronto nos encontramos con una primera 
contradicción: los fundamentalistas de distintas confesiones 
cristianas no se ponen de acuerdo. El fundamentalista es el que 
pretende leer los textos sagrados "al pie de la letra". Pero, ¿cómo 
es posible que dos personas que dicen interpretar un texto 
literalmente extraigan conclusiones tan dispares? ¿cómo es que 
viven tan diferentemente la religión un testigo de Jehová y un 
protestante o católico fundamentalistas? ¿Por qué un mismo texto 
se ha interpretado de manera diferente a lo largo de la historia? 
Todo leer es ya interpretar. Soy yo, hijo de una cultura concreta, 
que entro en relación con un escrito del pasado. Los 
fundamentalistas no son conscientes de esta realidad.
No defendemos aquí que toda interpretación sea válida. Lo que 
tenemos que preguntarnos al leer un texto sagrado no es tanto qué 
quería decir para los hombres antiguos –aunque puede ser de 
mucho interés– sino, en continuidad con eso, qué nos quiere decir 
hoy. En el siguiente punto aclararemos más este aspecto.

Somos seguidores más que imitadores de Jesús

A veces puede ser muy interesante saber qué quería 
exactamente decir Jesús a sus discípulos cuando predicaba. Sin 
embargo lo más importante es qué nos quiere decir hoy. Para 
realizar esta actualización del mensaje será preciso conocer con 
precisión el contexto histórico en que vivió Jesús.
De la manera de actuar de Jesús extraemos no tanto normas 
particulares y detalladas de conducta, sino principios inspiradores 
que puedan guiar nuestra acción. A partir de estos principios quizás 
elaboraremos algunas normas válidas para nuestro tiempo. El 
sacramento de la Eucaristía es celebrado hoy de manera diferente 
a como lo hacían los primeros cristianos y también a como se hacía 
cincuenta años atrás. Lo importante no es que sea igual o diferente, 
sino que el mensaje fundamental sea invariable. Lo que se quiere 
expresar adoptará los símbolos adecuados a cada época que 
apunten a un mismo referente.
El fundamentalista imita, y al imitar descontextualiza. El cristiano 
toma las actitudes de Jesús y las intenta poner en práctica. Pero es 
el Espíritu el que nos hace ver el mensaje de Jesús a la luz de los 
nuevos tiempos. Aunque no se trata propiamente de un problema 
de matemáticas, a menudo, resolvemos el problema utilizando una 
especie de "regla de tres". Si Jesús, en aquella época, actuaba así, 
¿cómo debemos actuar nosotros en nuestro tiempo? Gracias a las 
ciencias humanas (historia, sociología...) conocemos el contexto 
histórico de Jesús y el de la época actual y, conocemos cómo vivió 
Jesús a través del testimonio de los apóstoles. Un ejemplo: si Jesús 
se avanzó a su tiempo en la valoración de la mujer ¿cómo debemos 
valorarla hoy? El papel de la mujer en la sociedad ha cambiado. Por 
tanto, no puede limitarse su función a la que había tenido en aquel 
tiempo.

Lenguaje simbólico de los textos religiosos

Estamos ante un aspecto que no podemos olvidar. La religión 
utiliza un lenguaje simbólico para decir algo de la trascendencia. El 
símbolo es aquella realidad que se toma para representar a otra de 
manera que aquel concepto abstracto se hace visible. La paloma 
simboliza, por ejemplo, la paz cuando lleva una rama de olivo. El 
símbolo tiene siempre alguna característica de aquello que 
pretende simbolizarse.
El fundamentalista cree que el lenguaje religioso es similar al 
científico. Por ello, no puede entender ciertos textos bíblicos. La 
creación de Adán y Eva del barro nunca ha pretendido ser un dato 
científico sino una manera de explicar que somos criaturas de Dios 
y que el Mal no lo causa Dios sino el hombre.
Los catequistas a veces utilizaban la imagen del abuelo con 
barbas blancas para representar la bondad de Dios. Es un símbolo. 
No tendría sentido que un niño se quejase un día a su catequista de 
que Dios no tiene barbas. El adolescente que no sabe reconocer 
que le han estado hablando de Dios por medio de símbolos puede 
reaccionar de dos maneras diferentes: rechazar la fe porque no 
cree en un Dios con barbas o, creer ciegamente que Dios tiene 
barbas porque es lo que le han enseñado siempre. Este último es el 
fundamentalista. Ni uno ni el otro ha comprendido que el hecho 
religioso utiliza símbolos para expresarse. Las dos posturas las 
vemos presentes respectivamente en el ateísmo y el 
fundamentalismo del siglo pasado. Pero el símbolo es como un 
dedo que apunta a un más allá. Como se ha dicho, "el necio es 
quien se queda mirando el dedo".
El concepto de Dios como Padre es también analógico. Lo 
utilizamos sobrentendiendo espontáneamente lo que queremos 
decir. El cristiano nunca se considera "hijo" de manera fisiológica. El 
error de interpretación que cometen los fundamentalistas es similar 
al de unos que defendiesen que Dios es padre de manera 
fisiológica porque Jesús enseña el "Padre Nuestro".

Contradicciones en el mismo texto

La Biblia está compuesta de un gran número de libros escritos 
por muchos autores diferentes. No es de extrañar que en una 
interpretación literal encontremos opiniones opuestas aquí y allí. La 
interpretación que pretende fundarse en la literalidad se encuentra 
con un conflicto serio. Por ejemplo, ¿cuál es la verdadera 
genealogía de Jesús, la que nos presenta Mateo (Mt 1.1ss) o la que 
propone Lucas (Lc 3,23ss) enormemente discordante? Los 
evangelistas tomados literalmente presentan numerosísimas 
contradicciones históricas. Pero, desde este punto de vista, el A.T. y 
el N.T. son también irreconciliables: a quién hacer caso, a las leyes 
dictadas por Moisés o a las nuevas directrices de Jesús. La mayoría 
de los cristianos son conscientes de la preeminencia del Nuevo 
Testamento sobre el Antiguo, ya que Jesús rompe con bastantes 
leyes tradicionales. Esto hace que el Antiguo Testamento no lo 
debamos leer al pie de la letra sino que es preciso que lo 
interpretemos a la luz del Nuevo Testamento y de la Resurrección. 
El pasaje de los discípulos de Emaús es modélico: caminando con el 
Jesús resucitado llegan a entender el sentido de Su vida y de todas 
las escrituras del Antiguo Testamento. Dejan de lado la 
interpretación literal para hacerlo a la luz del Espíritu.
Hace un tiempo, unos Testigos de Jehová amigos míos intentaban 
convencerme de la necesidad de cumplir íntegramente toda la 
Biblia, y además de manera literal. Al final, no se me ocurrió otro 
razonamiento para rebatirles que preguntarles por qué no cumplían 
el sábado y otras muchas leyes presentes en la Biblia e instarles a 
que se hiciesen judíos.
Para finalizar podemos decir que la presencia del Espíritu en la 
teología cristiana es de una ayuda indispensable en la lucha contra 
el fundamentalismo. Jesús, antes de morir, dice a sus discípulos que 
todo lo que estaba sucediendo lo entenderían más tarde, a la luz de 
la Resurrección y con la ayuda del Espíritu. Así pues, la vida de 
Jesús sólo recibe todo su sentido después de su Resurrección, y 
por tanto, siempre hay un "desde dónde" interpretar las cosas.
Además, gracias al Espíritu, el hombre, a lo largo de la historia, va 
entendiendo de manera nueva la Revelación hecha en Jesús. Por 
ello, los Evangelios no son texto muerto sino que el Espíritu nos 
permite entenderlos y aplicarlos a nuestro mundo concreto.

4. 5. DIÁLOGO INTERRELIGIOSO

El cristiano tiene una razón fundamental para ser tolerante: el 
ejemplo de nuestro Dios. Dios ha tolerado el mal cuando ha hecho 
al hombre libre. Desde la narración del Diluvio, Dios se compromete 
a no destruir nunca a su pueblo aunque éste se vuelva contra Él. 
Pero, Dios en Jesús nos ha mostrado la forma que Él ha escogido 
de enfrentarse a la intolerancia: Jesús muere en la cruz27. Tolera lo 
que parece intolerable. Su propuesta, tan radical como 
incomprensible, es el amor a los enemigos. Jesús sintió la tentación 
de utilizar el poder, la fama y el dinero (las tres tentaciones) para 
luchar contra el mal e instaurar el Reino. Pero rechaza los métodos 
coercitivos y escoge el diálogo del amor.
Estas coordenadas definen el lugar ideal desde donde dialogar 
con otras religiones. Desgraciadamente el diálogo interreligioso 
entre cristianismo, islam y judaísmo, es, a menudo, inexistente. El 
fundamentalista dirá que el diálogo es para la religión que se cree 
débil, para los que no están convencidos de sus creencias, y no 
para ellos. Los puntos de vista son tan distantes que es muy difícil 
hacer el esfuerzo de ponerse en el lugar del otro.
Pero la gran esperanza no está en el diálogo de las palabras. La 
gran esperanza está en la dedicación a los pobres y en la mística.

El trabajo con los pobres

La dedicación a los más marginados de la sociedad es un 
lenguaje que todos podemos entender. Es algo que toda persona 
humana de cualquier cultura y que no busque su propio interés 
considerará como algo loable. Las religiones encuentran aquí un 
punto de unión. La mayoría de los religiosos y religiosas presentes 
en el Magreb atienden a los más necesitados. Son, por ello, 
profundamente queridos y apreciados por el pueblo. Son 
testimonios de una vivencia auténtica de la fe.
El judaísmo recuerda constantemente la atención a los más 
pobres, especialmente los huérfanos y las viudas. El islam exige a 
sus fieles el "zakat" o donativo obligatorio para los pobres. Este 
donativo corresponde a un tanto por ciento de los propios ingresos. 
El cristianismo posee el ejemplo de Jesús que hace vivo el concepto 
de caridad (agape). La caridad es el amor que se tiene hacia los 
que tienen menos que nosotros de tal manera que les damos de 
cuanto tenemos: renunciamos a tener algo que el otro no tiene. Es 
compartir en totalidad. Finalmente, también el no creyente aprecia 
siempre toda esta entrega y generosidad. La Revolución Francesa 
como paradigma le ha proporcionado los ideales de igualdad y 
fraternidad.
Así pues, en el trabajo por la justicia, por los pobres y 
marginados, no sólo pueden entenderse judíos, musulmanes, 
cristianos y no creyentes, sino que podrán incluso colaborar 
juntos.

La mística

La mística es la otra gran esperanza. Pero, ¿quién es el místico? 
No es quien se queda en el Tabor o quien vive ajeno y apartado del 
mundo para concentrarse sólo en Dios. Es aquel que ve la realidad 
con "los ojos de Dios". Los místicos de todas las religiones, por más 
que a veces subrayen aspectos propios de su religión, se 
entienden, hablan un mismo lenguaje: el del amor de Dios. Como 
todos los místicos se levantan hacia Dios, y Dios es Uno, todos 
miran sobre el mundo de una manera similar. Dios, el alfa y la 
omega, el principio y el fin, unifica en Él toda la creación y a todos 
los que se acercan a Él. Un místico comprende a otro místico 
porque se sitúan en el mismo punto de vista: el de Dios. Por ello, los 
encuentros de oración entre miembros de diferentes religiones no 
son difíciles y sí muy provechosos. A la vez, no caen en el 
fundamentalismo porque reconocen amargamente la distancia que 
todavía les separa de Dios.
Los auténticos místicos son personas enormemente desprendidas 
porque desde Dios han comprendido qué es lo importante. Su 
deseo está puesto sólo en Dios28. Por ello viven pobremente y 
reparten todo lo que tienen con los que más lo necesitan.
Los místicos de todas las religiones se entienden porque todos 
relativizan las instituciones que vehiculan su religión. Esta actitud les 
cuesta a menudo ser considerados heréticos. Ven en la Institución 
no un fin sino un medio para llegar a Dios. No la desprecian sino 
que la valoran y mucho. Pero la valoran como un medio y en tanto 
que medio.
Podemos concluir, por tanto, que cuando seamos capaces de 
vivir la vida místicamente no necesitaremos hablar ya más sobre la 
tolerancia.
·Flaquer-Jaume _CRISTIANISME
........................
NOTAS
1. Sigo a Rogeli Armengol, "El fundamentalismo de las personas y de 
los grupos humanos" en: Enrique de la Lama, En defensa de la 
tolerancia: crítica de los Fundamentalismos, ed. Llar del Llibre, 
Barcelona 1994.
2. Rogeli Armengol, p. 13.
3. Sobre la historia del fundamentalismo protestante ver: Jean Paul 
Willaime, "El fona- mentalisme Protestant" en: El fonamentalisme, 
ed. Cruïlla, Barcelona 1994, p. 31-45.
4. Ver "Silabus o corrección de los errores modernos" en: E.Denzinger, 
El magisterio de la Iglesia, trad. D.Ruiz Bueno, ed. Herder, 
Barcelona 1963, núms. 1700ss.
5. Ver "Juramento contra los errores del modernismo" en: E.Denzinger 
nº 2145ss.
6. T.Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, trad. A.Contín, 
F.C.E. Madrid 1982, p. 224-246.
7. El término es de Eriksson, Infancia y sociedad, Hormé, Buenos Aires 
1973, citado en Hortal, a. Ética, 1. Los autores y sus circustancias, 
Universidad Pontificia de Comillas, Madrid 1994 p. 61.
8. M.Corbí, La religió que ve, Claret 1991, p. 16.
9. Cfr. M.Corbí, p. 28.
10. Cfr. Hegel, Fenomenología del Espíritu, vol.I cap.IV. SS 10,11,12.
11. El Corán, trad. J.Cortés, ed. Herder, Barcelona 1992.
11bis. Los intentos de desarrollo bajo el modelo capitalista han 
producido el desarraigo de grandes masas urbanas respecto a los 
valores de su cultura tradicional.
12. Mª Teresa de Borbón Parma, Magreb: Nuestro Poniente Próximo, 
ed. Libertarias, Madrid 1994, p. 33 ss.
13. Sobre la tolerancia del Islam lo mejor es dirigirse a la mística sufí. 
Una buena introducción es el artículo de Emilio Galindo, "El sufismo, 
corazón del Islam", p. 41-60, ed. Popular, Madrid 1992.
14. Para un exhaustivo análisis del pensamiento islámico a lo largo de la 
historia así como abundante bibliografía ver: M.Cruz-Hernández, 
Historia del pensamiento islámico, vol. I,II,III, ed. Alianza, Madrid 
1996.
15. Para conocer la relación entre los conceptos de Ijtihad (esfuerzo 
para la interpretación) y jihad (mal traducido como "guerra Santa") 
ver: Emilio Galindo, El Islam al final del siglo XX, ed. SM, Madrid 
1996, pp. 34-37
16. Ver M.Corbí, La religió que ve, ed. Claret, Barcelona 1991, p. 
190ss.
17. Para conocer cuáles son estos noventa y nueve nombres ver: 
Jacques Jomier, Para conocer el Islam, trad. Alfonso Ortiz García, 
ed. Verbo Divino, Estella 1989, p. 41. Recomendamos esta obra 
para todo aquel que desee una buena, clara y pedagógica 
introducción al Islam
18. Cristóbal Cuevas, El pensamiento del Islam, ed. Istmo, Madrid 1972, 
p. 105. Sobre el número cien: Robert Caspar, Para una visión 
cristiana del Islam, Sal Terrae, Santander 1995. Trad. R. Sanchís 
Cueto p. 103: "En cuanto al número cien de esa lista, sería el 
secreto nombre de Dios".
19. Sobre la visión de Jesús y María en el Islam: Robert Caspar, Para 
una visión cristiana del Islam, Sal Terrae, Santander 1995. Trad. 
Ricardo Sanchís Cueto. Si prefiere este mismo tema desde la 
apologética musulmana con una recopilación completa de los textos 
coránicos ver: Dr. Maneh Hammad Al Johani, Jesús en el Islam, ed. 
Centro Islámico en España, Madrid 1991. Trad. A. Maher Safi.
20. Bula Unam Sanctam en: E.Denzinger, El magisterio de la Iglesia, ed. 
Herder, Barcelona 1963, nº 468.
21. Ver: J.Jomier, Para conocer el Islam, ed. Verbo Divino, Estella 1989, 
p. 85ss.
22. Sobre las causas psicológicas del fundamentalismo ver: Víctor 
Hernandez, Funda- mentalismo, narcisismo y psicosis, en E. de la 
Lama "En defensa de la tolerancia".
23. Para un sugerente estudio comparativo y de agradable lectura del 
judaísmo, cris- tianismo e Islam, desde el punto de vista de la 
evolución del pensamiento de cada uno de ellos ver: Karen 
Armstrong, Una historia de Dios, ed. Paidós, Barcelona 1995, trad. 
R.Alfonso Díez Aragón.
24. A este respecto, se realizó un estudio sorprendente que mostraba 
que la mortalidad de los marroquies emigrados a Francia es más 
baja que la de los mismos franceses. Ver: Youssef Courbage, "La 
mortalité et les causes de dècès des Marocains en France 
1979-1991" en: Population, Revue bimetrielle de l'Institut national 
d'Études démographiques, 50e année, Janvier-Février 1995, 
numéro 1.
25. Teoría muy presente en Habermas. Por ejemplo en, Teoría de la 
acción comuni- cativa, ed. Cátedra, Madrid 1994, p. 153ss, trad. 
Manuel Jiménez Redondo.
26. En mi concepción sobre la interpretación sigo a H.G.Gadamer, 
Verdad y Método, ed. Sígueme, Salamanca 1991, trad. A.Agud 
Aparicio.
27. Sobre Jesús y la tolerancia ver: Màxim Muñoz, "Tolerancia y 
experiencia cristiana de Dios", en La Tolerancia, Revista Sal Terrae 
Junio 1995, tomo 83/6 (n.980), Santander.
28. Es muy sugerente el artículo sobre la mística sufí de C.Vega, "La 
cara oculta del Islam: los místicos sufíes" en: Conocer el Islam, 
Revista Sal Terrae Mayo 1996, tomo 84/5 (n.990) Santander.