Renovación del Cristianismo

RENOVACION/CRITERIOS CRMO/RENOVACION FE/CRISIS 
FE/REFORMA 
El criterio de la renovación 
Llegados a este punto, se hace necesario considerar la 
estructura interna de lo cristiano, pues ahora se ve claro que ella 
constituye el punto de referencia de la reforma. Qué haya de 
hacerse concretamente en la renovación cristiana, depende por 
consiguiente, de esta pregunta: ¿Qué es propiamente lo cristiano? 
Pero no de esta otra: ¿Qué piden los tiempos modernos? El 
cristianismo no es una casa comercial, que esté angustiosamente 
preocupado por ajustar su propaganda al gusto y ambiente del 
público, porque tiene que despachar una mercancía que los 
clientes no quieren ni necesitan de hecho; así se cultiva por 
desgracia, no raras veces. De ser así, habría que aceptar 
tranquilamente la bancarrota de la empresa. En realidad, la fe 
cristiana es más bien (dicho con una imagen que resulta incompleta 
y débil) la medicina divina, que no debe dirigirse por los deseos del 
cliente ni por lo que le sabe bien, si no quiere dañarle; debe exigir 
por su parte que los hombres se aparten de sus necesidades 
imaginarias, que son su verdadera enfermedad, y se confíen a la 
dirección de la fe. Partiendo de esta imagen, podemos ya distinguir 
ahora entre verdadera y falsa renovación, pues ahora podemos 
decir que la verdadera reforma es aquella que trabaja por lo 
verdaderamente cristiano, que está oculto, y por lo cristiano se 
hace dirigir y formar; la falsa reforma es aquella que corre tras el 
hombre, en lugar de guiarlo, y transforma así al cristianismo en una 
tienda de baratijas que marcha mal y grita para atraerse a la 
clientela. Con ello nada se dice contra lo que hoy se llama «cura de 
almas que va en su seguimiento»; al contrario, si Cristo vino tras los 
hombres desde la eternidad de Dios hasta el abandono del infierno, 
la Iglesia tendrá que ir, como Cristo, detrás de los hombres y 
buscarlos dondequiera que estuvieren. Sólo se habla contra el 
tratamiento de la fe como mercancía, que se transforma según el 
paladar de los hombres, en lugar de formar ese paladar por la fe 
llevándolo a lo verdaderamente humano, a lo que los antiguos 
llamaban sapientia, «gusto» por lo divino, sin la cual todo gusto 
humano se convierte en insipidez aburrida. 
Si, partiendo de esta conclusión, buscamos lo originariamente 
cristiano, veremos que lo nuevo y la renovación constituyen aquí 
una realidad muy peculiar. Pues, como ya notamos brevemente al 
principio, el propio cristianismo nació como una renovación y 
reforma: como renovación y reforma del Antiguo Testamento. El 
hecho pertenece hasta tal punto a su esencia y a su definición 
permanente, que ha entrado en su propio nombre: el cristianismo 
es el "Nuevo" Testamento; es, por esencia, renovación perpetua del 
hombre viejo para renovarle, de la antigua alianza para hacerla 
nueva. Siendo como es renovación esencial del hombre y de la 
alianza, existe en un plano en que no se da lo acabado de una vez 
para siempre ni lo existente inmutablemente asegurado; su ser 
consiste en la perenne novedad del paso constante de la antigua a 
la nueva alianza, del hombre como es ahora y ha sido siempre, al 
hombre como debe ser ahora y para siempre. ·Agustín-san lo 
formuló maravillosamente en su exposición del salmo 95 (/Sal/095) 
«Cantad al Señor un cántico-nuevo, cantad al Señor toda la 
tierra... El cántico viejo lo canta el amor de la carne; el nuevo, lo 
canta el amor de Dios. Todo lo que cantas inspirado por el amor 
propio, es cántico viejo, aun cuando exteriormente se oigan en él 
las palabras del nuevo... Mejor cántico es el silencio del hombre 
nuevo que el cantar del viejo... Amas y callas: el amor mismo tiene 
su armonía delante de Dios, y hasta el amor es un cántico en sí 
mismo». Ello quiere decir que la renovación propiamente dicha no 
está en las nuevas letras; el que se logre, depende del grado en 
que las nuevas formas se conviertan en medio para dar el paso 
esencial que consiste en la transición del hombre viejo al nuevo, del 
amor propio a la caridad. También la nueva liturgia será un cántico 
viejo, si no emprende una y otra vez el camino para ser medio del 
amor que nos une con Jesucristo. No basta sustituir viejas rúbricas 
por rúbricas nuevas, si no se pone en claro la insuficiencia de todo 
lo ritual y su mero carácter de servicio para lo que es más que 
rúbrica y rito.

JOSEPH RATZINGER
EL NUEVO PUEBLO DE DIOS
HERDER 101 BARCELONA 1972.Págs. 301s.