LA PALABRA HECHA ANÉCDOTA,

LA ANÉCDOTA QUE SE HACE PALABRA

JOSÉ VILCHEZ

 Prof. de Sagrada Escritura
Fac. de Teología
Granada

Hablar de Dios es un atrevimiento, pues confesamos de él que es el Inefable, el Incomprensible, por lo que nunca podrá ser expresado adecuadamente con palabras humanas. Sin embargo, Jesús, la Palabra de Dios hecha carne visible y tangible, nos da ánimos para hablar de él con nuestras palabras y aun para atrevernos a decir: "Padre nuestro que estás en el cielo".

La palabra es el instrumento más importante que el hombre posee para comunicarse con sus semejantes. Dios, en su providencia, también ha querido servirse de este instrumento para manifestarse a los hombres, para comunicarse con nosotros. Vale la pena, pues, que hagamos algunas reflexiones sobre este hecho transcendental que tanto ha influido en la historia del hombre.

1. La vida humana se hace palabra y narración.

1.1. Acciones humanas ambiguas acciones significativas

El hombre vive las 24 horas del día, pero no se puede decir que todo lo que hace en esas 24 horas tenga un sentido marcadamente humano. Está lo inconsciente, lo automático, lo minúsculo e irrelevante. Nosotros mismos no sabemos a ciencia cierta cómo clasificar muchas de nuestras acciones, pues no nos conocemos a fondo, ni siempre somos "auténticos" con nosotros mismos. Con relación a los otros, la dificultad se agrava. Verdaderamente el hombre es un enigma: sus obras y palabras no revelan con toda nitidez el mundo interior. Las acciones humanas admiten muchas lecturas, porque lo normal y cotidiano en el hombre es ambiguo en cuanto a su significado. Pero no todo necesariamente es así. En la corriente tranquila de un río el agua parece que no corre ni se mueve. Sin embargo, se mueve. De vez en cuando, la corriente se precipita y se producen rápidos, cascadas, remolinos. Entonces se manifiesta lo que es la corriente, su fuerza, su poder. Lo mismo sucede en el hombre. Hay momentos en la vida en los que nos manifestamos como somos. Estos momentos especiales o situaciones de gran densidad humana -grandes alegrías o grandes sufrimientos, por ejemplo- se pueden llamar "anécdotas significativas, reveladoras" del más profundo sentido humano. Para un observador superficial, estos hechos no son especialmente significativos; un observador atento podrá descubrir aspectos inéditos de una persona en esos actos, en sus gestos y palabras especiales, que ya no son meros hechos empíricos, sino actos reveladores de la persona.1

1.2. Verbalización de las anécdotas significativas

La mayor parte de los acontecimientos humanos, individuales o colectivos, que alcanzan la categoría de "anécdotas significativas" no traspasan los límites del individuo o del grupo donde suceden; su importancia mayor o menor, su influjo, es sólo válido para la persona o personas que lo han vivido. Pero puede suceder que la "anécdota significativa" se exprese en palabras y que esas palabras se repitan y se conviertan en narración oral o escrita. De hecho, "experiencias históricas muy fundamentales sólo pueden expresarse a través de narraciones que apuntan a suscitar esas experiencias y a volver a ser narradas".2 Al poder revelador del hecho se une ahora el poder multiplicador de la palabra, que hace de la narración una enseñanza. La palabra no da contenido al hecho, pero lo hace cognoscible por otros y asimilable 3. La palabra es la voz prestada a los hechos, pues el hecho se dice en la palabra para explicitar su sentido; la palabra, por su parte, es un hecho humano con sentido, que se puede grabar, escribir, etc., y que en un momento posterior se puede analizar. La fijación por escrito de la palabra, de la narración, mira esencialmente al futuro, a las generaciones que han de venir.

2. Dios está presente en el ámbito humano.

Dios no es un accidente en la vida del hombre, sino que pertenece a lo más sustantivo de ella y, por lo tanto, a su medio y a la experiencia más auténtica que de él tenemos. A los creyentes no es necesario demostrarles que Dios está presente en nuestra vida, pues claramente nos lo dice la Escritura.

2.1. Dios está presente en la creación y en nosotros

D/OMNIPRESENCIA: La omnipresencia de Dios se nos impone; todo lo llena sin ser mensurable: "¿No lleno yo el cielo y la tierra?" (Jer 23,24). El Salmo 139 nos lo asegura con insólitas imágenes espaciales: «¿A dónde iré lejos de tu aliento, a dónde escaparé de tu mirada? Si escalo el cielo, allí estas tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro; si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, allí me agarrará tu derecha» (7-10).

Pero sabemos también que no nos vamos a topar con él a la vuelta de la esquina, como se encuentra uno con un amigo o con un desconocido. El está escondido como un tesoro en el campo. Dice el canto de Isaías: «Es verdad: Tú eres un Dios escondido, el Dios de Israel, el Salvador» (45,15).

San Juan de la Cruz se lamenta de este escondimiento de Dios al comienzo de su Cántico espiritual: «¿Adonde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido?»

En realidad "no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos" (/Hch/17/27). Y él mismo habita en nosotros, ya que somos lo más exquisito de su creación: "Estabas dentro de mí y yo te buscaba fuera"4, pues tú eres "más íntimo a mí que yo mismo".5

2.2. Dios está presente en la historia

Lo que decimos de la creación visible y sensible con relación a Dios, vale también para la historia: Dios no hay más que uno, Señor de la creación y de la historia, y su acción es única y continua. Así pensaba el Deuteroisaías, que afirma la tesis con un caso concreto: «Así dice el Señor a su ungido, Ciro, a quien lleva de la mano: Doblegaré ante él las naciones, desceñiré las cinturas de los reyes, abriré ante él las puertas, los batientes no se le cerrarán. Yo iré delante de ti, allanándote los cerros: haré trizas las puertas de bronce, arrancaré los cerrojos de hierro, te daré los tesoros ocultos, los caudales escondidos. Así sabrás que yo soy el Señor, que te llamo por tu nombre, el Dios de Israel» (45,1-3).

El Antiguo Testamento atestigua que el Señor dirige la historia de todos los pueblos y que, de una manera especial, acompaña a su pueblo en todos sus avatares, desde que empieza a formarse, durante los tiempos de esplendor y en los momentos dolorosos de la prueba a través de tantos siglos. Un sabio inspirado reflexiona sobre esta conducta de Dios y la expresa en el Salmo 78: "Lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros padres nos contaron, no lo ocultaremos a sus hijos, le contaremos a la futura generación las alabanzas del Señor, su poder, las maravillas que realizó...» (vv. 3s).

La presencia activa de Dios en la historia ha continuado y continuará hasta el final de los siglos, como nos asegura el libro de la Sabiduría: "Porque en todo, Señor, enalteciste y glorificaste a tu pueblo, y nunca y en ningún lugar dejaste de mirar por él y socorrerlo" (19,22). De la misma manera lo repite Mateo: "Mirad que yo estoy con vosotros cada día, hasta el fin del mundo" (28,20).

3. La revelación de Dios al hombre se hace Palabra.

3.1. La experiencia personal de Dios es ya una revelación

La presencia activa de Dios en el mundo y en la historia no es muda. La creación entera habla de Dios a quien le pregunta por él. "Las criaturas son como un rastro del paso de Dios".6 Bien dice San Pablo: "Porque lo que puede conocerse de Dios lo tienen a la vista. Dios mismo se lo ha puesto delante. Desde que el mundo es mundo, lo invisible de Dios, es decir, su eterno poder y divinidad, resulta visible para el que reflexiona sobre sus obras, de modo que no tienen disculpa" (/Rm/01/19-20). El conocimiento de Dios es una forma de revelación, pero ésta jamás es clara por sí misma, mientras caminamos en fe. Podemos compararla a lo que le sucedió al ciego de Betsaida antes de recuperar la visión perfecta: Jesús "cogiéndolo de la mano, lo sacó de la aldea, le escupió en los ojos, le aplicó las manos y le preguntó: ¿Ves algo? Empezó a distinguir y dijo: Veo la gente; me parecen árboles que andan" (Mc 8,23s). Sin embargo, aunque Dios siga siendo "el Dios escondido", muchos lo han encontrado y lo sienten presente en su corazón. El hombre se mueve en tres coordenadas: las dos conocidas de espacio y tiempo, y la tercera de trascendencia, por la que nos ponemos en contacto con lo divino. Esta tercera es tan real como las otras dos primeras, pero perceptible sólo por la fe. En ella vivimos todos los hombres, pertenece a nuestro ser histórico. Muchas almas sencillas, simples, místicas o no místicas, descubren a Dios en todas las cosas y acontecimientos: en las florecillas, en el cielo estrellado, en las alegrías, en el dolor, en la muerte..., es decir, en lo pequeño y en lo grande, en todo.

H/SO-D: Las cosas y los acontecimientos son transparentes a los ojos de los puros y limpios de corazón; por eso Jesús los llama dichosos: "Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios" (/Mt/05/08). En concreto, en el hombre, que es cumbre de la creación de Dios, se puede vislumbrar a Dios mismo, pues el hombre está hecho a su imagen y semejanza. Clemente de Alejandría tiene una frase atrevida que dice: "Has visto a tu hermano, has visto a tu Dios".7

3.2. La experiencia de Dios de hombres escogidos

Por la historia general y por la particular de las religiones sabemos que muchos han tenido experiencias especiales con el mundo sobrenatural de lo divino. De hecho, la historia del judaísmo y del cristianismo nos presenta un ejército de hombres privilegiados: profetas, historiadores, poetas, sabios, apóstoles, evangelistas, etc., que han sido iluminados por el Señor para comunicar al pueblo, a la comunidad, el mensaje, la revelación de parte de Dios, captada en un momento singular elevado a la categoría de "anécdota significativa o reveladora".8 Estos hombres experimentan a Dios y lo descubren en la naturaleza: "Dios dice su palabra en el trueno y la escribe en el rayo. El rayo es espada (Dt 32,41), flecha (2 Sam 22,15; Sal 18,15), lanza (Hab 3,11) del guerrero divino, mas también trazo y rúbrica del pendolista todopoderoso... (Sir 43,13): 'Su poder caligrafía el rayo y fulmina centellas justicieras"'.9 También descubren a Dios en la vida personal, como Amós, Oseas o Jeremías en el A.T., o Pablo en el N.T., y más generalmente en la historia presente o pasada del pueblo.

3.3. La experiencia de Dios se transmite por la Palabra

Lo que decíamos de la experiencia humana en cuanto tal lo aplicamos ahora a esta experiencia cualificada que de Dios tienen los profetas y hombres de Dios. "Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano".10 La experiencia reveladora de Dios se verbaliza, se expresa por medio de la palabra hablada o escrita. Los autores inspirados por Dios narran, comunican sus propias experiencias de mil formas y maneras, como descubrimos en la sagrada Escritura.11 En este sentido, una "anécdota significativa" del profeta, del sabio, del poeta, del evangelista, etc., se convierte en anécdota narrada, cantada por la Palabra inspirada del profeta, del sabio, etc. Dicho de otra manera: el mensaje de Dios se encarna en la palabra humana y, así, esta palabra humana es al mismo tiempo Palabra de Dios, pues "la Palabra de Dios, expresada en lenguas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre, asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres".12

4. Dinamismo de la Palabra de Dios.

Si decimos que la palabra humana es por sí misma dinámica, porque participa del poder del hombre que ordena y domina por medio de ella, no podemos afirmar menos de la Palabra que procede de Dios y nos lo revela.

4.1. La Palabra de Dios es creadora

Al Señor lo alaban todos los fieles por su poder y misericordia; la creación entera es un himno a su creador: «Señor de los Ejércitos, ¿quién como Tú? El poder y la fidelidad te rodean... tuyo es el cielo, tuya es la tierra, tú cimentaste el orbe y cuanto contiene; tú has creado el norte y el sur, el Tabor y el Hermón aclaman tu nombre» (Sal 89,9.12s).

En el Apocalipsis de Juan resuenan las voces de todo el Antiguo Testamento: "Tú mereces, Señor y Dios nuestro, recibir la gloria, el honor y la fuerza por haber creado el universo: por designio tuyo fue creado y existe" (4,11). Pero lo primero que aprendemos de la sagrada Escritura es que Dios ha creado el mundo y cuanto contiene, incluido el hombre, con su Palabra: "Y dijo Dios: Que se haga..." (Gn 1).13 Existe en la Escritura una larga tradición sobre el poder de la Palabra divina, expresión natural de su voluntad eficaz y creadora.14 Isaías canta el poder de la Palabra de Dios: "Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo» (Is/55/10s).

"La palabra que sale de la boca de Dios es un mensajero que dice y un encargado que realiza. La palabra del Señor habla y hace, es reveladora y dinámica".15 Los comentarios que se hacen de la Escritura en la Sinagoga insisten también en el poder creador, revelador y salvador de la Memrá: Verbo o Palabra de Dios.16 El poder de la Palabra de Dios se intercambia con el poder del Espíritu de Dios. Palabra y Espíritu de Dios se corresponden en la Escritura, y siempre en contextos donde se manifiesta el poder y la fuerza que vienen de Dios.17 El Espíritu de Dios, o Dios mismo en cuanto espíritu, se identifica con el Poder o la Dynamis por excelencia, presente en la naturaleza y en la historia por sus actuaciones. Entre los rabinos palestinenses era frecuente el uso del nombre Geburá -la Potencia- como sustitutivo del nombre divino.18 Así mismo lo era Memrá -Verbo o Palabra.19

4.2. La Palabra de Dios da vida y crea al pueblo de Israel

La Palabra, pronunciada primero por los profetas y hombres de Dios, era escuchada por un pueblo obediente unas veces, rebelde otras. Resonó antiguamente en el desierto, y por su virtud surgió un pueblo -Israel- que había de ser en adelante el portador de las promesas de Dios para bien de la humanidad. Esta Palabra fue la que dio unidad a un pueblo dividido política y administrativamente.20

La Palabra de Dios, la Escritura, durante muchos siglos y hasta hoy, ha conseguido mantener unido en la misma fe a un pueblo disperso por el ancho mundo, perseguido y amenazado de extinción por las fuerzas históricas más poderosas. Un pueblo que, al leer o escuchar la Escritura, actualizaba los hechos narrados. Otros profetas y sabios ponían por escrito las nuevas vivencias que habrían de ser reinterpretadas y asimiladas en generaciones posteriores. De esta manera, por ejemplo, la liberación de Egipto, o Éxodo, primero sirve de modelo y matriz para el segundo Éxodo o liberación del pueblo en Babilonia. Este mismo proceso se ha de repetir con ocasión de experiencias históricas semejantes después de la muerte de Salomón 21 y en los postreros tiempos del Antiguo Testamento.22

La vida del pueblo se manifiesta y se alimenta en las celebraciones litúrgicas, que reviven y hacen presentes las gestas narradas en los libros sagrados, por ejemplo, la Pascua siempre actualizada.

4.3. La Palabra de Dios constituye también a la Iglesia

El mismo proceso del pueblo de Israel se repite en el nuevo Israel de Dios (Gal 6,16) o Iglesia de Jesús. La Iglesia primitiva tiene conciencia de ello; por eso leemos en Hebr 1,1-2: "En múltiples ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo". La buena nueva que nos trae y nos anuncia Jesús y que transmiten de palabra y por escrito "los que fueron testigos oculares desde el principio y luego se hicieron predicadores del mensaje" (Le 1,2), el evangelio de Jesucristo, es la única carta magna o constitución de la Iglesia (cf. Gal 1,8-9).

A través del tiempo, los cristianos no han cesado de volver a la fuente siempre manante de la Escritura y, tanto en privado como, sobre todo, en comunidad, han revivido lo que una vez fue históricamente, pero se hace presente en la conmemoración litúrgica y, muy particularmente, por medio de la sagrada Escritura. Pablo nos dice, hablando de la celebración eucarística: "De hecho, cada vez que coméis de ese pan y bebéis de esa copa, proclamáis la muerte del Señor, hasta que él vuelva" (1 Cor 11,26). Cristo es el centro de la revelación, causa de la unidad entre Dios y los hombres y de los hombres entre sí.23 Este mismo "Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica... Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la sagrada Escritura, es El quien habla", cumpliéndose así, en parte, la finalidad de su muerte: "reunir a los hijos de Dios dispersos" (Jn 11,52).

4.4. La Palabra de Dios se hace de nuevo vida

Oída o leída la Palabra de Dios con el mismo espíritu con que fue escrita, tiene poder para penetrar en la vida de la comunidad y de cada uno de sus miembros: "La palabra de Dios es viva y enérgica, más tajante que una espada de dos filos, penetra hasta la unión de alma y espíritu, de órganos y médula, juzga sentimientos y pensamientos" (Hebr 4,12). Esta palabra resuena de nuevo en la comunidad de creyentes, suscitando profetas, evangelistas, sabios, etc., testificando su fuerza, que es fuerza de Dios 25. En circunstancias semejantes a las que vivió el pueblo de Dios del Antiguo o del Nuevo Testamento, el nuevo pueblo, la comunidad o el individuo que lee la Escritura recibe el mismo mensaje de parte de Dios, pues, como decía Pablo a los cristianos de Roma: "Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que, entre nuestra constancia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza" (Rm. 15,4). La Palabra de Dios es semilla que siembra el sembrador (Lc 8,11); si es acogida en nuestro corazón como en tierra buena, su efecto será centuplicado por la fuerza de la misma semilla. "Es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual".26

5. Conclusión

De esta manera se cierra el círculo de la revelación, que empezó en la realidad de la vida de un pueblo entero o de unos pocos elegidos y termina en la misma vida real de los creyentes. La revelación o manifestación de Dios es de Dios y nace en Dios, pero se acomoda al hombre histórico, encarnándose en la historia, en la anécdota que es narrada, contada y escrita: la Palabra de Dios. La Palabra acompaña al hombre en su historia y, al mismo tiempo que es una fuerza transformante, ella es a su vez transformada, reactualizada y siempre vivida, porque es vida y fuente de vida, como Dios, de quien procede y a quien revela.

(·VILCHEZ-JOSE. _SAL-TERRAE/87/01. Págs. 17-27) ....................

1. Cf. L. ALONSO SCHÖKEL. Comentarios a la Constitución "Dei Verbum" sobre la divina revelación, BAC (n. 284), Madrid 1969, pp. 154-155.

2. R. AGUIRRE, "Los Evangelios Sinópticos, proclamación de la Resurrección desde la Cruz": Sal Terrae 72 (1984), p. 370.

3. Cf. L. ALONSO SCHÖKEL, op. cit., pp. 157-160.

4. SAN AGUSTÍN Confesiones X, 27

5. Idem. III, 6.

6. SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico Espiritual: "Declaración de Canción V, 2".

7. Strom. I, 19 (PG 8,811).

8. Cf. C. TRESMONTANT, El problema de la revelación, Herder, Barcelona 1973, pp. 80-81.

9. E. ZURRO, "La voz y la palabra", en El misterio de la Palabra (Homenaje a L. Alonso Schökel), Ed. Cris- tiandad, Madrid 1983, p. 39.

10. Dei Verbum, 12.

11. Cf. L. ALONSO SCHÖKEL, La palabra inspirada, Herder, Barcelona 1966, p. 213, Comentarios a la Constitución 'Dei Verbum" (cit.), p. 159; J. TREBOLLE, "La liberación de Egipto narrada y creída desde la opresión de Salomón" Cuadernos Bíblicos 6 (1981), pp. 1-19; R. AGUIRRE, art. cit., p. 370; G. RUIZ, "La hermenéutica bíblica en la Teología de la Liberación": Sal Terrae 73 (1985), p. 114.

12. Dei Verbum, 13. "La Biblia, pues. repetimos, trata de acciones humanas y de hechos históricos; pero los presenta como 'palabras' o actos de Yahvé, Dios de Israel" (A. SHÖRTER, La revelación y su interpretación, Ed. Paulinas, Madrid 1986, p. 57).

13, Somos conscientes de que, al hablar de Palabra de Dios y de dicción hacemos uso de un antropomorfismo; pero es que de Dios no podemos hablar de otra manera.

14. Cf. Gn 1.3ss; Sal 33,6; 107,20; 147,15.18; Is 11.4; Os 6.5; Sab 9,1; 16, 12.26; 18.14; etc. Véase el estudio. casi exhaustivo, de D. MUÑOZ LEÓN, Palabra y Gloria. Excursus en la Biblia y en la Literatura intertestamentaria, Madrid 1983, pp. 35-139.

15. L. ALONSO SCHÖKEL, Profetas I, Ed. Cristiandad, Madrid 1980, p. 340.

16. Cf. D. MUÑOZ LEÓN, Dios-Palabra. "Memrá" en los Targumim del Pentateuco, Granada 1974, espec. pp. 605-630.

17. Cf. Sal 33,6; 147,15.18; Is 11,4; Sab 7,23 y 9,1.

18. Cf. J. BONSIRVEN, Le judaïsme palestinien I, pp. 131s; Mc 14,62,

19. Cf. D. MUÑOZ LEÓN. Dios-Palabra (cit.). espec. pp. 631.639.

20. Cf. J. TRESMONTANT, op. cit., pp. 169-182; G. RUIZ, art. cit., p. 113.

21. Cf. J. TREBOLLE, op. cit.

22. Cf. reinterpretación del Éxodo en Sab 11-19; L. ALONSO SCHÖKEL, Comentarios a la Constitución "Dei Verbum" (cit.), p. 161.

23. Cf. Rom 5,9-11; 2 Cor 5,18-21; Ef 2,16-18; Col 1,14-22.

24. Sacrosanctum Concilium (Const. del Vaticano II sobre la Sagrada Liturgia), 7; cf. también el n. 33.

25. Dei Verbum, 21; cf. C. TRESMONTANT, op. cit., pp. 165-167.

26. Cf. L. ALONSO SCHÖKEL, Comentarios a la Constitución "Dei Verbum" (cit.), pp. 127 y 502.