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Dios es Padre, y es amor, y es alegría.
Y nos desborda por todas partes.
Es también sorprendente.
Nosotros nos hacemos imágenes de Dios.
Unas son imágenes pictóricas, otras son mentales.
Es casi seguro que se parecen mucho a nosotros mismos.
Ofrecemos aquí recursos para explorar esas imágenes de Dios.
Sugerimos para ello cuatro actividades distintas.

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- Abbá es: "pequeño y débil"
- No es una fuerza impersonal, aunque buena, sino un Alguien con quien se puede dialogar y en quien el hombre puede descansar.
- Es totalmente parcial hacia los excluidos, pobres y pecadores.
- Para salvarnos envió a su hijo Jesús.
- Papá es: infinita ternura, perdón, amor, paciencia, acogida, corazón de madre...
- Es proclamación de la dignidad de los hombres sobre todo de los desclasados y sin dignidad.
- Es liberación de opresiones históricas en forma de denuncia y desenmascaramiento de la opresión, sobre todo de la que se realiza en nombre de Dios... Es el Dios denunciador y desenmascarador de cualquier falsificación que los hombres hacen de él a través de tradiciones humanas, sobre todo religiosas (Mc 7,8-13).
- Es creador, soberano, providente...
- Es alegría.
- Es condescendiente. No asusta por su majestad, sino que se ofrece e impone por su invencible cercanía a lo pequeño y "perdido" de este mundo.
- Su gloria es que el hombre viva (Ireneo).
- Es celoso (no admite nigún otro dios junto a sí) y pone al hombre en la alternativa de adorar al verdadero Dios o la idolatría ("no se pude servir a dos señores: a Dios y al dinero" Mt 6,24).
- Es Misterio.
- Usa de una lógica distinta a la humana... es tentación y enigma.
- Tiene nombre.

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INTRODUCCIÓN

Es más peligroso hacerse una idea masculinomórfica, (qué palabro) de Dios, es decir de ABBA (papi), que antropomórfica.
Tenemos que reconocer que nuestro corazón funciona a base de analogías. También, o más, en relación con Dios: cada uno creamos una imagen de Dios a la medida de los deseos y de los temores de nuestra infancia y educación (secular y religiosa). Parece claro que el Dios de Jesús es un "Dios diferente" (Ch. Duquoc). Por eso es bueno que a la idea de Dios que tenemos "montada" le demos de vez en cuando un revolcón para dejarnos sorprender y "reconvertirnos" de una situación religiosa "natural", la que surge de las necesidades más profundas y primitivas de nuestro mundo afectivo, a una situación cristiana que comparta plenamente la imagen de Dios Papá que nos ha presentado Jesús a través de sus palabras y sus acciones. Creemos que los dibujos de José Luis Cortés son un magnífico medio para comenzar esa "reconversión"...
La dinámica de la reunión de hoy es sencilla. Tras definir el Dios en el que creo y compartirlo en grupo pasamos a las viñetas intentando encontrar un pie y un texto para cada una de ellas.
Aviso. Es posible que alguno de los dibujos te sorprenda. No te preocupes. El Dios de Jesús es un "escandalazo". Ah! Para aquellos "más dogmáticos" recomendamos algunas citas de la Palabra de Dios que quieren ser un complemento de las ilustraciones: Ex 3,4-6; 3,7; 34,1-9 Is 51,2; Lc 15; Jn 13,12-15; Col 1,13-15; Mt 19,23; 1Jn 4,10; Rm 4,17; Heb 1,1.

TRABAJO en grupos

1. Comenzamos elaborando personalmente un credo: El Dios en el que creo. Tras un tiempo prudencial se comparte en grupo.
2. A continuación, por parejas, vemos las viñetas o dibujos sobre la imagen de Dios (nosotros hemos recogido algunos ejemplos. En el libro de J. L. Cortés «Abá & Cía» se pueden encontrar muchas de ellas). En la primera página hemos sugerido algunos pies para cada uno de los dibujos o viñetas y, si es posible, lo relacionamos con una cita bíblica

COMPARTIMOS EL TRABAJO

En el grupo ponemos en común el trabajo y dialogamos al respecto.

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Pensamos muchas veces en ello, pero, ¿nos hemos hecho esta pregunta alguna vez? ¿La hemos compartido en grupo, con nuestros amigos, con nuestra familia, con nuestra comunidad? Hemos hecho la pregunta a Felisa, una profesora de teología del Insituto de Pastoral de Madrid y nos ha respondido con unas líneas que llevan por título, «Sobre el modo de vivir», que bien podrían servirnos para iniciar desde ahí nuestra reflexión.
He crecido con el Padre nuestro aprendido antes de mis recuerdos. Y me resistía a repetir padrenuestros, como se hacía en algunos momentos y aconsejaban ciertos devocionarios. Si ya esa sola palabra es total...
Los años no han hecho sino añadir maravilla y descanso a esta manera de confiar, aunque se haya vuelto más mendiga la esperanza y más exigente y ancha la fraternidad. Ha sido también el tiempo y cierta familiaridad con las palabras de la fe lo que me ha hecho caer en la cuenta de ese rubor que parece acompañar a la recitación en alto: "nos atrevemos a decir", avisa la liturgia; "el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad", advierte Pablo.
Hubo momentos –como en otras adolescencias o juventudes seguramente– en que la figura de Jesús llenaba casi por completo el espacio del creer y el de la oración, que es donde la confesión casi no necesita voz. Pero el Padre ha seguido siendo el regazo del trasfondo. Y digo regazo a sabiendas, cada vez más a sabiendas, de que ahí se ofrece la misericordia con ternura y se funden los tonos paternos con los maternos.
"Si mi padre y mi madre me abandonan, / el Señor me recogerá", dice el salmo arriesgando una hipótesis improbable, porque necesitamos de la exageración para saber algo como esto. Y está el padre de la parábola, el del abrazo al regreso del pródigo, una escena que, con su meditación ante el cuadro de Rubens, ha redescubierto para muchos J.H. Nouwen. A esos lugares asocio la oración de Charles de Foucauld: "Padre, me pongo en tus manos...".
Me llama la atención que para hablar de lo que significa la palabra "Padre" he empezado por la oración. De los tratados en que la teología habla del Padre y de la Trinidad se aprende que hay una dificultad invencible en hablar de un Misterio que nos alcanza pero que sigue siendo fuente escondida.
Me ha ayudado una exégesis cada vez más atenta a lo entrañable de un Dios que parece asombrarse de sus propios sentimientos hacia el hijo pequeño, rebelde o perdido (pienso en lugares como Is 49,15; 66,13; Os 11,1-9). Una exégesis vivida, en la que han influido los gestos de personas a las que ha podido la bondad.
Y está, en tono mayor, el testimonio de Jesús que, en trance de morir con aquella muerte, se vuelve al Padre, a quien sabemos se dirigía llamándole Abbá, en una lengua perdida, con una confianza en la que encuentra apoyo la nuestra.

Felisa Elizondo

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"Ponette" es el título de una deliciosa película del director francés Jaques Doillon, de una duración de 1h 37 min., que trata de adentrarse en el universo de los niños que gira en torno a cuestiones como la muerte, la resurrección y el mismo Dios.
El mes pasado ya la anunciábamos. Ahora os proponemos verla como dinámica de una reunión de grupo. La puedes encontrar en tu Video-Club.

PEQUEÑO COMENTARIO

«Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros,
no pretendo grandezas que superan mi capacidad,
sino que acallo y modero mis deseos
como un niño en brazos de su madre» (Sal. 130)

La película que vamos a ver está rodada por niños pero no es una película de niños. Las cuestiones que los pequeños plantean pueden ser las cuestiones más trascendentales. ¿Quién no se ha sentido desbordado por esa ristra de porqués que los niños plantean, como si tal cosa, saltando de cuestión en cuestión?
El tema que aborda es la resurrección y la vida. A los oídos de un niño, nuestras teorías sobre Dios, han de ser probadas por la experiencia. No es convincente la palabra aprendida.
La protagonista de nuestra historia manifiesta una testarudez singular: nada ni nadie le puede convencer sobre la ausencia que es una presencia viva. Quien ha amado no se da por vencido ante la fuerza de los hechos. Ponette, la niña, insiste en una evidencia que sólo a sus ojos es real.
Los diálogos entre los niños ponen al descubierto la incredulidad de los mayores y parecen reflejar el silencio de un Dios teórico y distante. ¿Quién puede dar respuesta con la vida a quien pregunta con su propia existencia, aunque sea de cuatro años?
La película propone la conciencia del desarrollo del principio de realidad. Un espacio que también se crea con el nacimiento de las creencias religiosas. Dios es real, pero utiliza un lenguaje que sólo es audible para los que creen en él. Ponette propone un reto a la fe: hacer plausible la experiencia de Dios para los más pequeños, que es el principio del encuentro adulto y de la experiencia palpable de toda una vida.
Esta película sólo se puede ver desde la lógica de los niños. Su actuación natural produce un discurso muy diferente al que estamos habituados. Hagamos nuestro corazón vulnerable a esa lógica. Tal vez encontremos que no estamos muy distantes de la revelación a los pequeños.

Pedro M. Sarmiento.

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A Dios no lo ha visto nadie. Sólo lo conocemos a través de su Hijo Jesús. Él en su vida y su palabra nos ha revelado al Padre. Te pedimos Abbá que sepamos conocerte, amarte y servirte cada día más. Hacemos la oración todos juntos.

 A nuestro Dios le encantan los disfraces.
Se disfraza de aliento, de soplo, de brisa suave o viento huracanado.
De zarza ardiendo o nube opaca
o luminosa.
De pan, de vino.
De humano.

¡Dios es todo un furtivo!
Lo suyo es sorprender.
No hacer nada como si estuviera previsto,
venir cuando no se le espera,
aparecer donde aparentemente nada tiene que hacer,
utilizar unas ropas que no le conocíamos,
deslizarse entre las páginas de una agenda apretada en la que parece
que no hay sitio para nadie,
dejarse oír en esa llamada de teléfono enervante,
sonreír al trasluz de esos ojos tan tristes,
pedir ayuda...

¡Ya lo creo que a Dios le gusta sorprender!
Al fin, el amor no es sino la capacidad cotidiana de dar sorpresas:
Cuando no hay sorpresas,
el amor corre grave peligro de apagarse.

Al Señor le encanta sorprendernos.
No para cazarnos,
sino para reavivar nuestra fe vacilante,
para despertar nuestra esperanza,
para disfrutar de nuestro asombro.
No lo olvides:
a Dios le encanta sorprender.
Si te pones a su alcance.
Si te dejas sorprender.
Si, de hecho, ya andas sorprendido por las mil y una sorpresas
que te asaltan en tu vivir cotidiano...
Seguro: ¡Dios está cerca!

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Amor, tu nombre me sabe a Dios

Rompe la palabra y échale piedras encima,
volverá a nacer como una flor.
Asesínala vilmente y lánzala al río,
resucitará en forma de pez.

Ríete de Ella, traiciona y quema sus sílabas,
volverá limpia como un amanecer.

Amor, tu nombre me sabe a Dios.

Mirándote a los ojos
Un día me dijiste:
Hijo, ¿qué quieres de mí?
Y yo, mirándote a los ojos,
te respondí:
Papá, ¿qué puedo hacer sin Ti?

José Fernández del Cacho