La Iglesia particular responsable y promotora de la catequesis

 

¿Porqué hablar sobre este argumento? La relación entre Iglesia y catequesis es absolutamente parte de sus propias naturalezas. Si queremos aquí resaltar alguna novedad esta se encuentra en el tema de la particularidad o localidad de la Iglesia[1]. De hecho conocemos las vicisitudes que han llevado a la Iglesia del Vaticano II a recuperar esta dimensión importante de la identidad eclesial.

 

1. Iglesia y catequesis

La historia de la catequesis, que está estrechamente relacionada con la vida de la comunidad cristiana, esta también relacionada a los hechos que han llevado la Iglesia a subrayar en primer lugar la particularidad y luego la universalidad de su forma histórica.

 

En la Iglesia antigua la misión fue desarrollada por las Iglesias locales y la catequesis nos ha hecho llegar nombres y momentos de esta realidad. Ya entonces los evangelistas eran una expresión de comunidades particulares. En el tiempo del catecumenado antiguo la comunidad local era el lugar espontáneo de la iniciación y formación cristiana. Los itinerarios, las modalidades, los gestos litúrgicos y las catequesis doctrinales hacian referencia a la vida vivida de las distintas Iglesias particulares. Estas Iglesias se verificaban fácilmente Iglesia-comunidad que generan los creyentes[2]. Por eso la catequesis, especialmente aquella de iniciación, se configuraba justamente como una inserción en el misterio pascual de Cristo y en la misión de la Iglesia en la cual se recibe el bautismo.

Esta situación inicial fue disminuyendo progresivamente y prevaleció un modelo de misión y de catequesis más uniforme. La Iglesia, de hecho, tuvo que responder a nuevas exigencias. Tuvo que luchar para mantener la propia libertad en el período de las llamadas “luchas por las investiduras” que terminó con la reforma gregoriana. Ha vivido los tiempos de la contraposición-defensa como consecuencias de la reforma luterana (la Iglesia del Concilio de Trento). Ha luchado por defender el valor de la doctrina cristiana de las acusaciones formuladas por la modernidad, al tiempo del nacimiento de los estados modernos y del desarrollo de las ciencias en los siglos que siguieron el iluminismo (la Iglesia del Vaticano I).

En esta perspectiva el magisterio y la teología acentuaron sobretodo la proclamación de la verdad objetiva de la Iglesia a través de la exposición doctrinal. Además, la misión eclesial destacó la dimensión sacramental de la salvación. También esto ayudó a hacer prevalecer la universalidad de la misión sobre la particularidad de los destinatarios. Los frutos de la pasión de Cristo, de hecho, son el don de la Iglesia a todos los hombres.

La catequesis, al igual que la entera pastoral, ha continuado obviamente sobre este camino, comprendendola también como explicación doctrinal del don universal de la fe y de los sacramentos. Por esta razón no se advertía la necesidad de una atención del particular. Incluso cuando se acentúo aún más el tema de la uniformidad de la Iglesia, se mantuvo una cierta localización de la catequesis. De este modo, por ejemplo, ha sido justamente el Concilio de Trento a impulsar tanto el nacimiento del primer catecismo de la Iglesia universal como el nacimiento de los catecismos locales. Fue Trento, de hecho, quien reclamó con fuerza el derecho / deber de los obispos hacia la predicación[3] y esta indicación ha sido interpretada como compromiso en la organización del catecismo. Por esta razón las personas autorizadas eran solamente el obispo y el párroco[4].

 

Las perspectivas del Concilio Vaticano II. Ha sido justamente el cambio de perspectiva teológica generado por el Vaticano II sobre la autocomprensión de la Iglesia que ha modificado también la relación entre Iglesia universal e Iglesia local[5].

El Vaticano II, de hecho, ha puesto el acento sobre la misión trinitaria, sobre la imagen peregrinante de la Iglesia pueblo de Dios, sobre su servicio al Reino, sobre la visión sacramental y dialogica de la revelación, sobre la responsabilidad en común de los bautizados en la continuación de la misión de Jesús, sobre la nueva identidad de los obispos, sobre la necesidad de edificar una Iglesia encarnada en cada continente y cultura. Sobretodo ha vuelto a poner en contacto la Iglesia y sus bienes salvíficos con la situación concreta del mundo. El territorio y la cultura, de hecho, han sido interpretados cada vez más a partir de la ideología de la creación y de la encarnación. El post-Concilio, además, ha visto surgir el tema de la enculturación y de la contextualización como deber principal de la misión de la Iglesia.

Estos argumentos han sido evidenciados para poder comprender nuestro tema. La recuperación de la dimensión sacramental del episcopado, del ministerio y de la responsabilidad común de los bautizados hacia la Palabra y la misión de la Iglesia, el tema de la enculturación y adaptación de la vida eclesial, sobre todo para la preparación de  los catecismos locales, la consideración de la salvación como inserción de la fe en la historia, son las dimensiones teológicas y por lo tanto misionarias que exigen una Iglesia local más definida y una catequesis más localizada.

Justamente los documentos del magisterio y especialmente el Sínodo sobre la Catequesis (1977) en su Mensaje al Pueblo de Dios insisten específicamente sobre esta realidad: la catequesis se verifica en la Iglesia local[6].

 

Parece oportuno entones, en la perspectiva conciliar que hemos recién evocado,  volver a entender el tema de la catequesis en la Iglesia particular desarrollando una triple reflexión: la Iglesia particular sujeto de la catequesis, lugar y contenido, meta de las acciones catequísticas. En las tres reflexiones deseo indicar algunos puntos teológicos-pastorales que pueden ayudar el futuro de la catequesis.

 

2. La Iglesia particular surgente y sujeto de la catequesis.

1. Iglesia local sujeto activo. Esta expresión (Iglesia surgente y sujeto) pone en evidencia la reconsideración renovada que todos los bautizados son, cada uno en su rol, operadores de la catequesis. Los documentos eclesiales describen estos principios ya sea en la línea descendente (aquella que va desde la responsabilidad del Sumo Pontífice hasta llegar a cada fiel) ya sea en aquella ascendente (desde la común responsabilidad de la comunidad hasta el obispo).

Las motivaciones de esta perspectiva renovada se fundan sobre la identidad cristiana fruto de la iniciación cristiana y sobre la común participación a las Tria Munera Christi. Esto es tan cierto que el reciente CJC de 1983 llega a definir, desde este punto de vista, el obispo moderador de la catequesis (n. 756 §2).

Es necesario, entonces, valorar una catequesis que recupere la multiplicidad de los distintos sujetos eclesiales. Necesitamos recuperar una específica catequesis del obispo que debe garantizar sobretodo la interpretación del Evangelio en la situación eclesial e histórica de la propia diócesis en un cierto tiempo (es la catequesis inculturada que estamos buscando realizar). Una catequesis del párroco y del presbiterio de las comunidades parroquiales que ulteriormente contextualiza la catequesis del obispo y encarna con continuidad el kerigma apostólico. La responsabilidad misionera en la familia, de los padrinos, de los catequistas.

Será necesario un trabajo pastoral serio finalizado en individualizar y definir correctamente la responsabilidad de los distintos sujetos dentro de la común responsabilidad[7].

 

2. Iglesia local sujeto que interpreta. En segundo lugar la definición “Iglesia local surgente y sujeto” significa recuperar la relación entre doctrina y testimonio de vida. ¿De qué somos todos responsables? Una lectura atenta de LG 12 y DV 8 nos  hace descubrir la complejidad de la afirmación. Por un lado existe el deber de la transmisión inalterada de la doctrina cristiana (aquello que desde el autor de las cartas a Timoteo se llama el “depósito sagrado de la fe”) y por otro lado existe el derecho-deber de la interpretación y comprensión en la vida cotidiana del mismo. De la fidelidad a la doctrina es responsable el magisterio de la Iglesia. De la comprensión profunda y de la aplicación a la vida son responsables todos los bautizados. La catequesis pertenece a esta segunda categoría. Creo que se pueda afirmar que esto es el significado profundo de la expresión “misión profética” de la catequesis[8].

En la catequesis, de hecho, se efectúa el encuentro entre la verdad que pertenece a la Iglesia y una historia singular que exprime una subjetividad. Este encuentro tiene como finalidad el interiorizar la Palabra y como medio la inculturación de la misma mediante formulaciones acordes a las situaciones. Es sobretodo el catequista o el operador del anuncio que se hace mediador de estas dos realidades. Es en esta dimensión que se exalta la subjetividad de la Iglesia local y de sus ministerios. Todos comprendemos como esta operación tendrá necesidad cada vez más de un discernimiento atento realizado entre los operadores de la catequesis. Este discernimiento cuenta con el obispo como responsable y con la relación entre la fe transmitida de la Iglesia universal y las posibles enculturaciones de la misma fe como contenido[9].

Este es el sentido de la relación entre el Catecismo de la Iglesia Católica y los Catecismos Locales. Es a lo que nos ha enviado la constitución apostólica Fidei depositum de Juan Pablo II. Y es justamente aquello que sucede en las Iglesias continentales y locales.

 

3. Los laicos corresponsales del anuncio. Para traducir en elecciones concretas estas afirmaciones teológicas será necesario introducir en la catequesis, de manera sistemática y correcta, los principios de la misión a todo el pueblo de Dios. Se debe dar espacio al rol de los laicos en la transmisión de la verdad y en la formación de la vida cristiana. Debe ser reconocido el derecho de la “predicación de los laicos” en la modalidad del testimonio moral que ya la Iglesia medieval había reconocido. Debe ser recuperado el rol de las Confraternidades laicas en la formación cristiana que ya Trento había subrayado.

De manera particular se debe sostener aquella forma de catequesis que desarrolla el rol explícito de la familia como “sujeto” de misión. El lenguaje catequístico habla al respecto de catequesis familiar, para-catequesis, catequesis comunitaria y de integración[10]. Sobre esta línea se exprime también el DGC (cfr. Parte Quinta, c. 3). En síntesis: la catequesis del futuro tendrá una distribución correcta de los sujetos formativos.

 

3. La Iglesia lugar particular y contenido de la catequesis.

Los autores que han estudiado el valor teológico de la Iglesia local y de la parroquia han puesto en evidencia ya desde los años ‘50 que se “entra en la historia de la salvación en un lugar”, a través de la vida de una Iglesia concreta. Esto significa que la cultura de un territorio, adecuadamente purificada, tendrá que ofrecer nuevos modos de comprender y vivir la fe cristiana.

 

1. Catequesis en la vida de comunidad. El sentido de esta expresión se comprende recordando el modelo de catequesis que se había afirmado después del Vaticano I. Para ofrecer dignidad a la organización catequística, ya con la reforma de María Teresa de Austria (1774) se invitaba a la catequesis a asumir una “forma de verdadera escuela”. En este modo también la “confraternidad de la doctrina cristiana” había adoptado tal modelo[11]. Todo debía asumir el aspecto de una escuela: la serenidad, lo cíclico, los instrumentos didácticos, los tiempos, los objetivos. En este modo la escuela se transforma en el “lugar” fundamental de la catequesis. La comunidad cristiana quedaba en un segundo plano sin intervenir profundamente. Llevar la catequesis nuevamente en la comunidad local significará desarrollar un modelo en el cual se debe exaltar la relación vital entre la comunidad que transmite la fe y aquellos que piden de ser bautizados o formados en la vida cristiana. Es más. Significará que el lugar de la transmisión de la fe o bien - utilizando una expresión de la ciencia de la comunicación - el canal lingüístico será la vida de la comunidad. El modelo precedente que exaltaba el momento teórico de la fe y dejaba en sombra o dejaba al individuo la experimentación de la fe - las fórmulas catequísticas - se comprende en el marco de una experiencia de vida cristiana.

 

2. La vida de la comunidad contenido de la catequesis. En segundo lugar esta afirmación significa que se amplían los contenidos de la catequesis. La vida concreta de una comunidad entra como fuente y contenido en el itinerario catequístico junto a la transmisión de la doctrina de la fe. La vida cristiana de hecho es siempre local. La ejemplaridad de la santidad local (también aquella desconocida), las elecciones concretas de misiones de una comunidad diocesana. El modo de pedir y de hacer caridad; en una palabra: la vida histórica de una Iglesia local se transforma en “material  de construcción” de la acción catequística. La iniciación y la formación cristiana se ponen en contacto entre sí y comunican una espiritualidad concreta.

 

3. Los lugares vitales de la catequesis. Distintas experiencias concretas intentan encarnar esta modalidad de la catequesis post-conciliar. Todos los documentos hacen referencia a las distintas formas de comunidad eclesial de base y a los nuevos movimientos y grupos eclesiales. Lo pide el recuperado modelo catecúmena de la iniciación. Pero también todas las formas de catequesis en las cuales se explicita el concepto de lieu catéchètique,[12] es decir la idea que la catequesis se realiza dentro de un grupo vital concreto y no en un aula de escuela catequística abstracta.

Será importante recuperar la catequesis diocesana, es decir, los momentos en los cuales el obispo recrea la “asamblea del pueblo de Dios” en la que “resuena” la palabra eterna de Dios para que se transforme en vida de la comunidad. Sobretodo es importante superar la praxis del “curso catequístico”. Quien pide el bautismo o quien es formado en la catequesis post-bautismal debe encontrar una comunidad concreta. El “lugar” de la iniciación y de la formación es la vida de un grupo que concretamente ya vive la fe y la comparte con los otros[13]. Esto da inicio al debate entre catequesis y modelos de comunidad y sobre el valor de la parroquia que queda como el “lugar originario” de la catequesis[14].

 

4. La Iglesia particular meta de la catequesis

El modelo catecúmena, válido también para toda la acción católica, pone bien en evidencia que el objetivo de la iniciación cristiana es también la inserción en la Iglesia y en el compartir su misión. Es sobretodo el sacramento de la confirmación que exalta este aspecto: el Espíritu nos ha sido dado para confirmar la fe bautismal y para descubrir la vocación eclesial específica. La inserción en la Iglesia es de hecho una inserción en la comunidad diocesana y en la Iglesia local. Es participación en la misión de testimoniar y es la caridad de aquella Iglesia particular.

Sobretodo en el contexto occidental es necesario hacer atención al esfuerzo de muchos bautizados en el desarrollar un sentido de plena pertenencia de la comunidad cristiana[15]. Dejando de lado el análisis de las motivaciones culturales y pastorales que han producido este fenómeno, es necesario pensar nuevamente la catequesis de modo tal que sea capaz de dar nuevas motivaciones a este dato fundamental de la fe. Sin un sentido de pertenencia fuerte en la comunidad disminuye el nivel de salvación presente en un territorio.

Es entonces positiva aquella pastoral que tiene como objetivo fundamental el desarrollo de la pertenencia a la comunidad incorporando la catequesis también dentro de grandes momentos de agregación juvenil. La catequesis se relaciona de este modo estrecho con la comunicación de masa y con la dinámica de los grupos.

Parece sobretodo importante que los catequismos locales den mucho espacio a las presentaciones del tema teológico de la Iglesia en referencia justamente de las Iglesias locales. Una buena experiencia nos llega del catecismo carismático italiano[16].

 

 

 

Luciano Meddi

Universidad Urbaniana

Presidente AICa - Asociación Italiana de Catequistas.

 


 


[1] Existe discusión sobre los términos. Aquí utilizamos el término “local” y “particular” como han sido propuestos por el DGC en la Quinta Parte, c. I, n. 1. Además en cuanto se refiere a la práctica catequista los términos son iguales.

[2] DELAHAYE K., Per un rinnovamento della pastorale. La comunità, madre dei credenti negli scritti dei Padri della Chiesa primitiva, Cassano (Bari), Ecumenica Editrice, 1974 [1958].

 

 

[3] Concilio di Trento, Sessione V, Secondo decreto: Sulla lettura della Sacra Scrittura e la predicazione, n. 9. Cf. anche  BENEDETTO XIV, Etsi Minime, 2.

[4] Ver la reconstrucción en PALAZZINI P., L’opera svolta dalla S. Congregazione per il Clero nel campo catechistico, en SACRA CONGREGATIO PRO CLERICIS, Actos del II Congreso Catequístico Internacional de Roma, 20-25 septiembre 1971, Roma, Studium, 1972, 147-212.

[5] PHILIPS, L'Église et son mystère au IIe Concile du Vatican. Histoire, texte et commentaire de la Constitution Lumen Gentium,  Paris, Desclée, 1966 ; TESSAROLO A. (a cura di), La chiesa locale,  Bologna, Edb, 1970 ; LEGRAND H., La realizzazione della Chiesa in un luogo, in LAURET B.-REFOULÉ F., Iniziazione alla pratica della teologia. Vol 3: Dogmatica II, Brescia [Paris], Queriniana, 1986 [1983], 147-355.

[6] RICA 41, EN 14, MPD 12-13; CT 16; CIC 774,1; RM, Parte VI; CEP,  Guida per i Catechisti, 34; DGC 217-232. Sobre la insistencia de Juan Pablo II para que las parroquias se transformen en un lugar de anuncio cf. STENICO T., La parrocchia focolare di catechesi e il ministero catechistico del parroco, Libreria Editrice Vaticana, 2001.

[7] MEDDI L., Catechesi. Proposta e formazione della vita cristiana,  Padova, EMP, 2004, c. VI.

[8] MEDDI L., L'esercizio della profezia. La catechesi nelle comunità adulte nella fede, in ID. (a cura di), Diventare cristiani. La catechesi come percorso formativo, Napoli, Luciano Editore, 2002, 196-211.

[9] Me parece que sea esta la conclusión del Congreso Catequístico Internacional en el X aniversario de la edición del Catecismo de la Iglesia Católica y en el V aniversario de la edición renovada del Directorio General para la Catequesis: cf. el Messaggio Finale. [texto fotocopiado].

[10] Para una visión sintética: DERROITTE H. (ed.), Théologie, mission et catéchèse,  Bruxelles, Novalis-Lumen Vitae, 2002.

[11] BANDAS R. G., Contents and Methods of Catechization,  Saint Paul, Minnesota (USA), North Central Publishing Company, 1957; GERMAIN E., Langage de la foi a travers l'histoire,  Paris, Fayard-Mame, 1972; BRAIDO P., Lineamenti di storia della catechesi e dei catechismi. Dal "tempo delle riforme" all'età degli imperialismi (1450-1870),  Torino, LDC, 1991.

[12] Conferenza Episcopale Francese, Direttive per l'iniziazione cristiana dei fanciulli. Dagli 8 ai 12 anni, Torino, LDC, 1981, n. 3.1.1.1.; ver la presentación de la CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA. COMISION DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, La catequesis de la comunidad. Orientaciones pastorales para la catequesis en España, hoy,  Madrid,1983.

[13] GROOME T.H., Sharing Faith. A Comprehensive Approach to Religious Education and Pastoral Ministry. The ways of shared praxis, San Francisco, Herper, 1991; ID., Educazione catechetica integrale,  in Concilium, 2002, 38, 4, 114-126.

[14] DULLES A., Models of the Church. A critical assessment of the Church in all its aspects,      Dublin, Gill and Macmillan, 1987;  FLORISTAN C., Modelli di Chiesa soggiacenti all'azione pastorale,    in Concilium, 1984, 6, 127-138.

[15] PAJER F., Les Églises européennes et la crise de la catéchèse paroissiale,  in Lumen Vitae, 2000, 55,3, 291-304.

[16] Conferenza Episcopale Italiana, Sarete miei testimoni,  Roma, Fondazione di Religione Santi Francesco e Caterina da Siena, 1991, cc. 4-5.