La formación pedagógica del catequista
La planeación en la catequesis

"La catequesis tiene la necesidad de renovarse continuamente en un cierto
alargamiento de su concepto mismo, en sus métodos, en la búsqueda de un lenguaje
adaptado en el empleo de nuevos medios de transmisión del mensaje".

(Catechesi tradendae, N° 17, Juan Pablo II)

Reflexionaremos acerca de la necesidad de programar y de planear nuestras
actividades catequéticas. Aprenderemos a planear nuestro trabajo mediante los siguientes puntos:

Análisis de la realidad: antes de programar
Necesidad de la programación

Es común ver, en todos los ámbitos, que cada vez se planea menos, cada vez se
hacen las cosas sin responsabilidad, al "ahí se va", por eso vemos las consecuencias: la catequesis no ha tenido los resultados esperados, nuestra gente no está evangelizada, los métodos no han sido los adecuados, en vez de que nos comprometamos como miembros de la Iglesia, algunos nos alejamos más, pero ¿qué hacer? Hoy, más que nunca, es fundamental que aprendamos a planear, al hacerlo, tomaremos más responsabilidad de nuestras acciones y seguramente todo lo haremos mejor, vale la pena ¿o no?

a) Antes de programar: análisis de la realidad.

Primero: debemos considerar el conocimiento de la Comunidad entre sí. Esto
permitirá abrir el camino de la relación personal y conocimiento mutuo.

Segundo: recoger de la Comunidad los objetivos que esperan alcanzar; es
fundamental partir de las necesidades e intereses comunitarios con los que
trabajamos; hay que concretar nuestras expectativas.

Cada comunidad es única y especial, esta es la razón de porqué hay que analizar
nuestra realidad para que sea más fácil seleccionar las actividades a realizar.

Programar es tan necesario como trabajar. Por que la falta de programación
provoca mucha pérdida de tiempo y de energía. Recordemos que programar es
preparar los pasos necesarios para llegar a una meta. Ningún viento es favorable
para el barco que no sabe a donde va.

El análisis del entorno permite elegir mejor los objetivos prioritarios y conocer mejor a los destinatarios. El catequista debe hacerlo con detalle, porque necesita actualizarse constantemente para comprender y adaptarse mejor a sus destinatarios.

Los puntos fundamentales para hacer bien un análisis del entorno son los siguientes:

1. Datos geográficos:
Extensión del área, cantidad de personas, distancias, transporte, condiciones
del terreno, etc.
2. Nivel cultural:
Instrucción de la gente, etnias con idiomas o costumbres especiales, etc.
3. Situación religiosa:
Porcentaje de bautizados, instrucción religiosa, religiosidad popular, sectas,
etc.
4. Situación familiar:
¿Son estables las familias o hay muchos divorcios o amancebados?
¿Abundan las madres solteras?
5. Situación social:
Economía, política, seguridad, abusos, etc.
6. Intereses de la gente
¿Cuáles diversiones, posibilidades de descanso, o gustos predominan?
¿Cuáles vicios son más comunes?
7. Valores y antivalores predominantes.
¿Qué es lo mejor que tiene la gente del rumbo?
¿Y qué es lo peor de esa gente?
8. Factores que facilitan la evangelización.
¿Qué ayuda presta el Obispo o el párroco a nuevos proyectos o a impulsar nuevos
esfuerzos?
¿Hay actividades de evangelización que son útiles pero que nadie promueve?
¿Cuáles?
9. Dificultades para evangelizar.
¿Hay algún grupo o algunas personas que pueden dificultar la tarea de
evangelización?
¿Cuál es el mayor obstáculo que puede encontrarse para llevar a cabo el
programa de evangelización? Y ¿tiene solución?

Hay que tomar en cuenta que no podemos programar todo. Trabajamos con seres
libres. Y no podemos profetizar cuántos asistirán a nuestros cursos o cuántos
aprovecharán bien nuestra catequesis. Estas situaciones tan comunes nos llevan a
exponer dos principios básicos:
a)El programa es para el hombre y no el hombre para el programa. Por lo tanto,
debemos hacer las modificaciones cuando se requieran.
b)En caso de duda, respetar lo programado. Podemos caer en el error contrario:
hacer demasiados cambios al programa. Y los excesivos cambios confunden a las
personas o entorpecen otras actividades.

Cada programa tiene un perfil distinto. Pero hay unos pasos comunes que podemos
aplicar en todos los programas:

1. Análisis del entorno: para conocer mejor el trabajo
2. Fijar los objetivos vitales prioritarios para trabajar en lo importante y no en lo secundario
3. Fijar los temas prioritarios:para no perderse en temas sin importancia
4. Definir a cuántas y cuáles personas deseamos llegar:para conocer dónde está nuestra meta concreta
5. Fijar el horario y el lugar: para poder invitar con precisión
6. Decidir qué hacer para que asista mucha gente: promoción
7. Elegir los materiales: para tenerlos a tiempo
8. Elegir quiénes pueden ayudar: para saber cuáles fuerzas tenemos
9. Hacer el calendario de actividades: para no improvisar y preparar todo lo
necesario con tiempo
10. Evaluar el programa: para poderlo mejorar la siguiente vez

b) Necesidad de la Programación

La catequesis tiene unas actividades y objetivos que siempre serán fijos de un
modo o de otro. Por ejemplo, siempre debemos enseñar a orar, siempre debemos dar
cursos de educación básica, siempre debemos preparar a la recepción de los
Sacramentos, etc.

Sin embargo, también hay objetivos y actividades que van surgiendo con nuevas
necesidades y circunstancias. Por esto, lo primero que debemos hacer, después de
terminar el análisis del entorno, es decidir qué necesita nuestra comunidad. Es
decir, fijar los objetivos prioritarios de nuestro trabajo evangelizador. Sólo
así podremos hacer un programa que dé resultados adecuados a nuestra gente.
Un programa busca resolver una necesidades. Busca lograr unos objetivos. Pero no
podemos hacer un programa que resuelva todas las necesidades de una comunidad o
todos los problemas de una persona. Tenemos que hacer un programa que resuelva
sólo alguna cosas. ¿Cuáles? Las más importantes. Por eso, debemos seleccionar
qué necesidades debemos resolver primero. Así podremos fijar nuestros objetivos
prioritarios sobre cuantos tenemos delante.

A continuación un esquema de programación:
Objetivos: es la expresión del resultado que se pretende obtener dentro de un proceso educativo, es decir, expresar lo que queremos conseguir, para poder
realizar cualquier acción, es preciso tener claro lo que se desea hacer. Los
objetivos deben conducir a una acción transformadora.

Hay tres trayectorias posibles en un proyecto educativo:
a) El saber, que implica centrar la tarea educativa en la información y los
conocimientos que hay que adquirir acerca de situaciones o problemas;
b) El saber-vivir o saber-ser, que supone centrarse en las actitudes, en el
conocimiento de sí mismo y de los demás ante situaciones concretas;
c) Por fin, el saber-hacer, o centrarse en un proyecto que es preciso realizar
para transformar o mejorar una situación.

Estos objetivos deben:
Responder a las necesidades e intereses del grupo.
Ser factibles y evaluables.
Expresar una conducta observable.

Actividades: son conjuntos de tareas previstas y realizadas por nosotros y por
otros miembros de grupos, asociaciones, que en conjunto, nos ayudan a lograr la
acción transformadora propuesta. Es necesario describir con el máximo detalle
posible cada actividad, desarrollándolas con pasos lógicos, progresivos y
coherentes, atendiendo a todas las características de las personas y del grupo
al que van dirigidas.

Por ejemplo, en la planeación de un curso de catequesis para quienes ya han
hecho su Primera Comunión, se debe tomar en cuenta la duración, quiénes van a
asistir, el horario, los temas a ver, etc. para un éxito y apoyo al programa de
catequesis integral en las parroquias.

Una acción (de grupo, se entiende) es un proceso a largo plazo con unas metas
prefijadas, que trata de llevar a una transformación del entorno en un ambiente
social concreto.

Una actividad, por el contrario, es un pequeño paso dentro de ese proceso, con
una ejecución inmediata, que nos ayudará a realizar el conjunto de la acción
prevista.

En segundo lugar, un objetivo debe especificar de forma clara la actividad de
conducta final que se espera alcanzar, pero nunca los medios concretos con los
que vamos a intentarlo. Esto queda reservado a la actividad, pues de lo
contrario, las posibles alternativas quedan eliminadas, obligándonos así a
limitarnos en nuestros planes de enseñanza.

Medios: nos ofrecen una ayuda imprescindible para lograr los objetivos
propuestos. Pueden ser materiales o personales. Los primeros están claros: desde
los lapiceros hasta la máquina de escribir. Los personales requieren mayor
atención: hemos de pensar no sólo en nosotros, sino también en las personas a
quienes vamos a implicar. Todos los medios deben ser concretos y deben estar a
nuestro alcance a todos los niveles: técnicos, económicos, temporales, etc.
Se trata, en definitiva, de hacer una relación exhaustiva de todos los medios
que precisamos para desarrollar correctamente las actividades que hemos
propuesto de acuerdo con los objetivos trazados. Es una medida eficaz para
evitar sorpresas desagradables en el momento de poner en práctica la
programación, dado que de esta manera podemos preparar de antemano lo necesario,
comprobar el funcionamiento de aparatos, etc.

Tiempo y Seguimiento: siempre conviene prever el tiempo que estimamos durará la acción o actividad. Debe ser real y podemos optar entre varias posibilidades a
corto, medio y largo plazo. Estos conceptos son muy relativos y dependen en gran
medida de la persona o grupo que lo programa, pero de forma general podemos
considerar a la programación corta como la diaria o semanal, la media como
mensual o trimestral y larga a la que abarca todo un curso.

El Seguimiento es la revisión continua que vamos realizando a diario con todos
los Implicadas. Se trata de ir tomando el pulso a diario para ser fieles a la
exigencia de flexibilidad y adaptación, así como para seguir de cerca el proceso
personal de la comunidad.

Revisión o Evaluación: es la referencia que nos va a indicar el grado de
consecución de los objetivos propuestos, el proceso educativo desde su nacimiento, esto es, desde la misma programación.

Esta revisión debe ser diaria y global, o sea, al completarse el proceso o parte
del mismo. Puede realizarse en grupo o individualmente, de forma oral o escrita.

Esta evaluación se concreta en estos tres aspectos: sistemática, por cuanto no
se basa en improvisaciones ni en observaciones no controladas o casuales.
Integral, porque tiene en cuenta todos los factores y aspectos que intervienen
en el proceso catequístico. Continua, dado que su acción está unida al proceso
de enseñanza y aprendizaje. Podríamos preguntarnos: ¿qué cumplimos y en qué
porcentaje; qué nos faltó hacer, porqué; usamos los métodos correctos en nuestro
trabajo catequístico; trabajamos como equipo de catequesis en nuestras reuniones
y actividades?, etc.

La experiencia muestra cómo dan bien la catequesis quienes la preparan y cómo la
imparten mediocremente quienes no la preparan. Es comprensible que muchos
catequistas tienen miedo a dedicar demasiado tiempo en preparar su clase. Y
temen encontrar un trabajo excesivo. La preparación de una buena sesión de
catequesis no es, sin embargo, una tarea difícil ni exige mucha duración. Todo
depende de una buen sistema para hacerlo. Por esto mismo, es fundamental planear
oportuna y adecuadamente los cursos, talleres, pláticas, retiros en nuestras
comunidades. Cada vez aumenta más la necesidad de catequistas que confirmen en
la fe a sus hermanos, que enseñen a otros a dar razón de su Esperanza, que se
entreguen a la Evangelización y motiven a otros a unirse cada vez más a
Jesucristo el único Salvador y Redentor, vale la pena ¿verdad?.

En reunión con otros catequistas, elaboren una guía de cómo dar una clase de
catequesis, desde la planeación hasta el desarrollo de la misma, apoyándose en
nuestras sugerencias.

Debemos considerar el conocimiento de la Comunidad entre sí. Además de recoger
de la Comunidad los objetivos que esperan alcanzar.

El programa es para el hombre y no el hombre para el programa. Por lo tanto,
debemos hacer las modificaciones cuando se requieran.
En caso de duda, respetar lo programado. Podemos caer en el error contrario:
hacer demasiados cambios al programa. Y los excesivos cambios confunden a las
personas o entorpecen otras actividades.

Los objetivos en la planeación deben:
1. Responder a las necesidades e intereses del grupo.
2. Ser factibles y evaluables.
3. Expresar una conducta observable.

Me esforzaré por planear y programar mis actividades catequéticas, buscando
presentar el mensaje cristiano cada vez mejor.

Tomaré en cuenta para realizar actividades a las personas de mi comunidad, haré
aquello que beneficie un proceso de crecimiento constante.