IMPORTANCIA DE LO SEXUAL
PARA EL SER HUMANO Y LA IGLESIA


Dra. Amparo Mantilla de Ardila
Socióloga-Educadora sexual
Colombia


Introducción
En años anteriores, en América Latina, no se consideraba muy importante la Educación 
sexual en los colegios o escuelas, en la familia el tema se abordaba muy superficialmente y 
en momentos específicos de la vida de los individuos (antes del desarrollo y matrimonio 
fundamentalmente). Sólo como una excepción, algunos centros docentes tenían programas 
continuos en este sentido. Los demás sólo hacían referencia parcial al tema a través de las 
clases de biología en los cursos correspondientes. La influencia de los medios de 
comunicación no era mucha. Había una censura relativamente fuerte tanto en el cine como 
en el teatro, televisión, medios escritos que garantizaba una escasa influencia de estos 
medios en la información y formación de los niños y jóvenes. 
Una persona, por tanto, tenía una historia caracterizada por un silencio total en lo sexual 
durante su infancia (silencio sólo interrumpido por algunas actitudes culpabilizantes y 
sancionadoras de los adultos ante ciertas manifestaciones sexuales de los niños), una 
explicación somera de los procesos de la pubertad (más dirigida hacia su manifestación 
externa que hacia el sentido o significado de esta en el desarrollo total como ser humano 
sexual), otra explicación, previa al matrimonio, de la vida sexual adulta con énfasis 
reproductivo, derivada de los padres o de los cursos pre­matrimoniales y una vivencia 
posterior de la sexualidad caracterizada por muy poca comunicación entre los miembros de 
la pareja y una comprensión de lo sexual como algo "ajeno", aparte de la vida total.
Esta "práctica social", en torno a la educación sexual, produjo entre quienes así lo 
vivieron un conocimiento y actitud distorsionados hacia lo sexual con las siguientes 
características: 

a. El sexo se refiere al cuerpo de las personas (cuerpo de hombre o cuerpo de mujer) y 
más concretamente a sus genitales. 

b. El ser sexual surge en un momento determinado de la vida (pubertad o edad adulta) y 
hace referencia al desarrollo físico. 

c. La sexualidad es el conjunto de actividades que se ejecutan con los genitales.

d. La única función de la sexualidad en la vida de las personas es la reproducción

e. Lo sexual, sus etapas y procesos están fuera del control del individuo. No está bien 
hablar de estas cosas en público y tampoco con la pareja, pues se trata de un tema 
indelicado poco conveniente y hasta indecente. 

Esta interpretación del sexo y lo sexual en los adultos de hoy, se aprecia cuando se 
trabaja con ellos en talleres de educación sexual, donde en una inmensa mayoría de los 
casos (85­95%) hay una total identificación entre sexualidad y genitalidad.
En Colombia, a través de diversos ejercicios y actividades tendientes a una interpretación 
del ser sexual, se hallan resultados interesantes. En porcentajes bastante elevados estos 
interpretan tanto el sexo como el ser sexual en su perspectiva de genitalidad 
exclusivamente. Sexo se identifica con genitales y ser sexual con las actividades ejecutadas 
con los genitales. Es así como, entre las mujeres, se ubica el inicio del ser sexual en la 
edad adulta (ligado con relación sexual genital). Solamente un 15% de los hombres y un 
23% de las mujeres ubican su ser sexual en el nacimiento o antes. Respecto de sexualidad 
se encuentra, en general, entre los adultos un énfasis en su dimensión reproductiva 
exclusivamente. Para la mayoría de personas con edades superiores a los 30­35 años la 
sexualidad es esa actividad que permite el logro de la paternidad y la maternidad.
En el trabajo con los jóvenes la situación es bastante similar respecto de los conceptos 
de sexo y ser sexual, pero varia un poco en relación con sexualidad. El énfasis, en este 
caso, está en la dimensión placer de la sexualidad o en su identificación con prostitución, 
pornografía, violencia sexual.
Hoy en América Latina en general y con algunas diferencias entre países, han sucedido 
una serie de acontecimientos que impiden continuar con una actitud de este tipo hacia el 
sexo y la educación sexual:

a. Las ciencias (medicina, psicología, sexología) han hecho grandes avances en relación 
con el ser sexual y su comportamiento en las diversas etapas, lo cual ha permitido un 
conocimiento bastante sólido sobre aspectos antes totalmente ignorados. 

b. Los medios de comunicación tienen hoy una enorme influencia sobre los niños y 
jóvenes. La televisión, el betamax, el cine, las lecturas pseudo­científicas o científicas se 
han convertido en fuentes muy importantes de educación sexual para ellos. Ya nadie puede 
abstraerse de esta influencia.

c. Se ha logrado una más adecuada interpretación de lo sexual, que amplía el término a 
campos que superan la simple genitalidad. Ello ha traído como consecuencia la 
comprensión de la educación sexual como una educación para la vida, incluyendo lo 
psicológico, social y ético. 

d. A través de los medios de comunicación y de algunas corrientes ideológicas se plantea 
la sexualidad exclusivamente como placer, desligada de la reproducción, y con un carácter 
fundamentalmente recreativo. Esto ha influido notoriamente en la tendencia generalizada 
hacia erotización por todos los medios escritos y visuales.


El hombre: ser sexuado y sexual 
A pesar de las enormes diferencias existentes entre los seres humanos, podemos afirmar, 
que muy pocas de ellas derivan de factores estructurales. El pertenecer a una raza, un 
estrato, una edad, una situación socioeconómica, una zona, un nivel intelectual, etc. deriva 
de factores circunstanciales. Lo único esencial que diferencia a los seres humanos entre sí 
es su condición de hombres o mujeres.
El ser sexuado es, entonces, una característica esencial (no circunstancial) del ser 
humano. Si recordamos la creación del hombre, según las Escrituras, allí no se habla de 
diversas razas o características físicas. Solamente se hace mención al hombre y la mujer.
El sexo de una persona hace referencia, por tanto, a su ubicación dentro de una de las 
dos categorías sexuales y su ser sexual es una consecuencia de esta condición. 
Lo común, tanto para adultos como para jóvenes, está en la equivalencia generalizada de 
dos conceptos distintos: sexualidad = genitalidad,
Si entre las personas se tuviera una concepción integral de lo sexual no habría lugar a 
limitar el sexo a genitales o ubicar la aparición del ser sexual en momentos concretos de 
ciertas vivencias particulares. Cuando alguien comprende su ser sexual como su ser total, 
sabe que el sexo hace referencia a su masculinidad o feminidad, el ser sexual surge con la 
concepción y nunca termina, y en la sexualidad entran elementos físicos, psicológicos, 
sociales y éticos.

Dimensiones del ser sexual
La definición del ser sexual tiene como punto de partida lo físico: la unión del cromosoma 
sexual del óvulo con el del espermatozoide determina, desde el momento mismo de la 
concepción, la pertenencia a un género. La unión cromosomática XX define para el nuevo 
ser el sexo femenino y la unión XY el sexo masculino. A partir de este momento todos los 
procesos de constitución del ser humano se ceñirán a este punto de partida: la anatomía 
será, entonces, femenina en el primer caso y masculina en el segundo, al igual que la 
fisiología. En el cuerpo de la mujer los sistemas se constituirán de acuerdo a su ser y 
funciones, y lo mismo sucede con el hombre. Una de las razones para esta diferenciación 
anatómico­fisiológica es la reproducción, el papel masculino y femenino en este proceso es 
diferente y el cuerpo es el instrumento que lo permite. Sin embargo no es esta la única 
razón. La respuesta sexual también es diferente en lo corporal. La evidente respuesta 
masculina a la excitación, en contraposición a la no visible femenina, por ejemplo, hizo 
pensar durante siglos que era privativo del hombre el impulso sexual, más no de la mujer, y 
que el papel activo correspondía exclusivamente al varón. Se necesitaron siglos de 
investigación y adquisición de conocimientos científicos para revaluar este tipo de teorías.
Cuando se identifica lo sexual con lo genital se está limitando el ser humano a su 
dimensión física exclusivamente.
Pero el hombre es más que un cuerpo, y una de las dimensiones importantes en su ser 
sexual es la psicológica, que puede ser dividida en dos componentes principales: lo mental 
y la afectividad. Lo físico, que tiene algunos elementos en común con el reino animal, se 
encuentra mediatizado en el reino humano por el conocimiento, la voluntad, las 
capacidades y potencialidades que permiten al individuo ejercer el control sobre su cuerpo, 
y no ser solamente sujeto pasivo de su impulsividad. Sus impulsos tampoco son una fuerza 
irrefrenable. Funcionan muy ligados con su afectividad y capacidad de amar, exclusivas del 
ser humano. Esta dimensión hace posible para él la intimidad, como una experiencia única, 
y el placer dentro de la vivencia de su sexualidad. El proceso psico­sexual fundamental del 
ser humano es el de Identificación sexual. A través de él la persona, con sus condiciones 
mentales y afectivas, y como resultado de su historia personal, conoce su ser sexual, lo 
reconoce, aprende y aprehende, aceptándolo y sintiéndose conforme con él. En este 
proceso entran en juego varios factores:

- Rol del propio padre y madre en la familia.
- Receptividad o rechazo al sexo del hijo.
- Imagen paterna y materna.
- Respuesta a las manifestaciones de la sexualidad.
- Vivencias propias resultado de la identidad sexual, etc.

Este aspecto del ser sexual es, por tanto, tan importante como el físico.
De la misma manera la dimensión social del ser sexual lleva al individuo a vivir su 
condición sexual de una cierta manera. La cultura tiene normas, pautas, usos, valores que 
necesariamente la persona interioriza. Parte de su ser deriva de esta influencia social y las 
pautas culturales encuentran nido en su interior. También los roles sexuales difieren en 
cada cultura. No puede compararse la vivencia de la masculinidad o feminidad en Estados 
Unidos, Japón o Colombia. La cultura condiciona las cualidades, características y funciones 
que corresponde a cada sexo, y el ser humano concreto dentro de una sociedad, los 
asimila a través de la socialización. Cuando el hombre asume su sexualidad está 
asumiendo, en parte, los patrones culturales vigentes en su medio. En el caso de la 
América Latina aún subsisten patrones machistas del rol sexual, con estrictas 
delimitaciones en lo masculino y lo femenino. Es frecuente que al ser femenino se asignen 
actividades como: madre, esposa, chofer, cocinera, enfermera, y cualidades como: 
pasividad, sumisión, delicadeza, fragilidad, ternura, paciencia. Y al ser masculino 
actividades como: proveedor, trabajador, jefe, poder, y cualidades del tipo de: mando, 
fortaleza, responsabilidad, frialdad, seguridad, violencia, agresividad.
Los profundos cambios sociales de los últimos años y la gran variación en el papel y 
actitud general de la mujer, hacen que se presuma para el próximo futuro un cambio en 
estos roles estereotipados, los cuales van perdiendo poco a poco su vigencia. Las diversas 
etapas de su desarrollo sexual también van a estar condicionadas por lo social. La 
adolescencia se vive en forma diferente en cada sociedad, en cada estrato social y en cada 
época. El ser sexual, por tanto, no es ajeno, sino por el contrario, es reflejo de las 
concepciones, interpretaciones y vivencias sociales.
Tenemos también la dimensión ética del ser sexual. El hombre es un valor en si mismo. 
La constitución genética de su ser, es única, y aunque todos los científicos del mundo se 
unieran durante muchos años para "repetir" a uno sólo de los seres humanos, solamente en 
su cuerpo y características físicas, nunca lo lograrían, a pesar de los enormes avances de 
la ciencia. ¿Por qué? Sencillamente porque cada uno de los seres que se encuentra sobre 
el globo terrestre es irrepetible. Y es de ahí, justamente, que deriva su valor. Este valor se 
hace máximo por su creación a imagen y semejanza de Dios, quien además le dotó de 
inteligencia, voluntad, libertad, características solo posibles en el ser humano.
Pero la persona no es solamente en si misma un valor sino que, además es una 
portadora de valores. A lo largo de su historia personal y por el influjo familiar, escolar, de 
amistad y medios de comunicación, va adquiriendo valores. A medida que crece y madura 
establece una jerarquización ética, y con base en ella es y actúa. También le sirve de base 
para juzgar sus propias actuaciones, constituyendo el contexto valorativo que le permite 
optar y comprometerse con sus opciones. A través de sus actitudes, sentimientos y 
comportamientos es posible, igualmente, conocer la jerarquía ética de la persona. Dentro 
del contexto socio­cultural actual, puede detectarse una inversión de valores general, 
según la cual, predomina el tener sobre el ser. Y esto ha tenido fuerte influencia sobre la 
misma vivencia de la sexualidad; el hombre y la mujer se han convertido, el uno para el 
otro, en objetos de manipulación, explotación y consumo, lo cual ha traído como 
consecuencia, una deshumanización total.
Finalmente tenemos la dimensión trascendente del ser sexual, que consiste en una 
tendencia del yo a ponerse en relación con un tú trascendente, a través de los recursos 
vivos que posee: inteligencia, voluntad, afectividad. Es como un diálogo entre creador y 
creado.
Esta trascendencia se convierte, para algunas personas, en el factor integrador, solución 
general de los problemas existenciales. No es, indudablemente, el elemento unificador para 
convertirse en mecanismo para eludir responsabilidades. Cuando el Creador se percibe 
como quien perdona las ofensas, pero también las "castiga", esto genera en la persona 
pesadumbre, angustia, sentimiento de irreversibilidad por lo hecho y lo convierte en 
"culpable". La culpa, entonces, puede expresarse en actitudes exageradas, de espíritu 
religioso, moralidad persecutoria, inhibiciones.
Este camino no es raro. El sentimiento trascendente y religioso maduro, alimenta una 
postura moral consecuente, consolida el carácter y unifica la voluntad.
Una concepción integral del ser sexual incluye necesariamente estas cinco dimensiones. 
En esta exposición se han fraccionado, para fines analíticos, pero en el ser humano se dan 
en forma unitaria. El hombre es unitario y no puede fraccionar su ser. Esto se evidencia en 
la interrelación entre las dimensiones; lo físico es el elemento que permite lo psicológico. 
Sólo en la medida en que existen las neuronas, los sentidos, el sistema nervioso, se hace 
una realidad, la racionalidad humana y su capacidad de amar. Igualmente estas dos 
características están muy condicionadas por lo social: aunque la afectividad o la 
racionalidad tienen una estructura básica, su manifestación está íntimamente ligada con la 
experiencia social, y lo que es válido o no, para una cultura determinada. Los valores no 
podrían conformar parte del ser humano, si no existiera la base física que permite 
conocerlos y asimilarlos; la base psicológica que permite una actitud critica frente a ellos, y 
la base social de donde surgen en primera instancia. Los mismos roles sexuales 
estereotipados, derivando de la vivencia social (pues es a través de la forma como los 
propios padres, maestros y medios de comunicación los viven y transmiten, como el ser 
humano los internaliza), entran a formar parte del ser psicológico de la persona, y se 
reflejan en su físico (el uso de maquillaje en las mujeres y no en los hombres, el largo del 
cabello, la respuesta del cuerpo a cánones estéticos establecidos). Detrás de ellos, 
obviamente, está una determinada valoración del hombre y la mujer, que puede ser de tipo 
igualitario, cuando no se establecen diferencias tan radicales o de tipo desigualitario, 
cuando se establecen diferencias estructurales entre los sexos que justificarían diferencias 
en la vida cotidiana.
Cuando se establece este tipo de concepción integral del sexo y la sexualidad, la 
educación sexual deja de ser una información sobre el cuerpo, sus funciones y tipos de 
actividades a desarrollar con él; para convertirse en una formación sexual integral para ser 
persona humana, la cual incluye:

- Conocimientos, comprensión e incorporación del cuerpo total en su estructura, 
funciones, riqueza y potencialidad. 
- Desarrollo de las potencialidades mentales y afectivas al servicio de la realización 
personal y social.
- Colaboración en la búsqueda de una adecuada identificación sexual.
- Vivencia equilibrada de intimidad y participación.
- Conocimiento, comprensión y asimilación de lo social, como base de equilibrio y 
estabilidad colectivos, con una actitud crítica frente a las normas, pautas, valores y roles 
sexuales estereotipados.
- Capacitación para asumir libremente un rol sexual y manejar adecuadamente la relación 
intersexual.
- Colaboración en la estructuración y jerarquización de la propia escala de valores, lo 
cual requiere apertura a los valores reales vigentes, y constituirse para el joven en punto de 
confrontación con el mundo adulto.


Sexualidad
Pasando ya al establecimiento de lo que conforma la sexualidad del ser humano, también 
se encuentran distorsiones al respecto. Como se mencionó en otra parte de esta ponencia, 
cuando se confunde el ser sexual, con un momento de la vida en que se da en el ser 
humano una manifestación de su aspecto genital, también se confunde la sexualidad con 
genitalidad. Así quedaría definida la sexualidad como el conjunto de actividades que se 
llevan a cabo con los genitales.
Algunos autores amplían el término incluyendo el elemento erotismo­sensualidad. De 
esta manera ya no se habla solamente de las actividades desarrolladas con los genitales 
sino también, de aquellas desarrolladas a través de los sentidos y las terminales 
nerviosas.
No hay duda que en esta concepción también se da una prelación a lo físico pues el 
erotismo no abarca totalmente la sexualidad sino que constituye parte de ella.
Si hay un acuerdo generalizado (y de hecho lo hay en la mayoría de expertos) sobre las 
dimensiones del ser sexual (física, psicológica, social, ética, trascendente) no hay sentido 
en olvidar este hecho al definir la sexualidad.
Una definición integral de sexualidad debe involucrar, necesariamente, estas mismas 
dimensiones, conjunto de manifestaciones del ser sexual, dentro de las cuales vale 
destacar: su corporeidad, sus sentimientos, afectividad, modo específico de relación con los 
del propio sexo y el sexo contrario, su capacidad de intimidad, capacidad y objetividad, su 
manera específica de vivir su propia masculinidad y feminidad en un contexto, 
determinando su aporte a la sociedad.

Funciones de la sexualidad en el ser humano
La sexualidad desempeña funciones en la vida de la persona. Por mucho tiempo se limitó 
a una sola: la reproducción. Siglos y siglos de tradición han hecho que, aún hoy, se 
reduzca la sexualidad, especialmente dentro del contexto conyugal o de pareja, a esta 
función.
Como dentro de esta concepción, se acepta el impulso sexual masculino y no el 
femenino, surge la dicotomía típica de la sociedad dualista que "justifica" la existencia de 
amantes. Una es la esposa, madre de los hijos, sin impulso sexual y otra, muy distinta, la 
compañera, con la cual no se tienen hijos, pero de quien se obtiene el placer no brindado 
por la esposa.
En los últimos tiempos se ha pasado al otro extremo: la única función de la sexualidad es 
el placer. Esta concepción está permitida por varios fenómenos fuertes de los últimos 
tiempos. En primer lugar, la anticoncepción rompió completamente la relación causa-efecto 
que antes existía entre coito y embarazo. Hoy es posible tener relaciones genitales sin 
riesgo de embarazo e, igualmente, quedar en embarazo sin haber tenido relaciones 
sexuales.
Y esto es toda una revolución. Revolución que afecta principalmente a los jóvenes, 
quienes han crecido con esta mentalidad. Para ellos la sexualidad se refiere al disfrute de 
las sensaciones y posibilidades del placer erótico­genital. 
Otro factor que ha influido en esta nueva concepción de lo sexual deriva de los 
descubrimientos de la medicina, psicología y sexología en torno a la sexualidad femenina. 
Ya se sabe que la mujer no es un ente pasivo, insensible, no­erótico, sino un ser semejante 
al varón en cuanto a respuesta sexual y genital se refiere. Si antes el hombre disfrutaba de 
la sexualidad mientras la mujer la sufría, hoy para ambos es un terreno de muchas 
posibilidades y amplitud.
En el caso de la mujer, aún se encuentran algunas dificultades derivadas de su propia 
vivencia. Su historia continúa teniendo rezagos de los mitos anteriores y no ha sido para 
ella fácil enfrentar su sexualidad de una manera abierta y espontánea. Por otro lado intuye 
el privilegio que constituye para el varón su "liberación" y la posibilidad de que él, esté 
buscando apenas una manera adicional de manipularla, para posteriormente exigir en su 
compañera de vida la misma "pureza" que exigieron sus padres a sus cónyuges. 
Cuando se habla de funciones de la sexualidad usualmente se hace referencia solamente 
a estas dos (reproducción o placer) y exclusivamente en el plano físico. Cuando se habla 
de reproducción se hace referencia a gestación, embarazo y parto y cuando se habla de 
placer se hace referencia exclusivamente a orgasmo.
En ambos casos sólo se está destacando lo relativo a genitalidad o aspecto físico de la 
sexualidad. 
Si se entendiera la sexualidad en sentido realmente integral, podría hablarse de las 
siguientes funciones de ella en la vida del individuo:

Reproducción
Desde el punto de vista físico la sexualidad permite y hace posible la reproducción en el 
ser humano.
Es un hecho que no se puede negar. Si bien, mediante la anticoncepción, se pueden 
evitar los hijos y, mediante la inseminación artificial, producirlos sin necesidad de relación 
genital, la mayoría de los seres humanos se reproducen naturalmente a través de la 
relación sexual genital. Justamente, el surgimiento de la anticoncepción, es una 
comprobación de esa característica esencial del ser humano. Si ello no fuera así, no 
existiría la anticoncepción. 
Pero no se trata solamente de engendrar y parir hijos. Si esta fuera la idea, se estaría 
reduciendo excesivamente esta función de la sexualidad.
Desde el punto de vista psicológico, la reproducción implica brindar a los nuevos 
componentes de la familia, un ambiente propicio para el desarrollo de sus capacidades y 
potencialidades, y un ambiente afectivo que les permita vivenciar la dimensión afectiva de 
su ser sexual.
Desde el punto de vista social, la reproducción va hacia la socialización del ser humano, 
y su preparación para desempeñar un papel activo y dinámico en la vida social. Se está 
reproduciendo la persona, cuando está transmitiendo lo que es valioso para la cultura, los 
roles sexuales y creando en el muchacho la posibilidad de una actitud critica frente a los 
condicionamientos socio-culturales.
En la dimensión ética, se encuentra justamente la concepción personal sobre 
reproducción y la forma como se vive esta dimensión en la vida cotidiana de pareja y 
familia. La decisión por un número determinado de hijos y su distanciamiento de acuerdo 
con una paternidad responsable es una decisión ética de la persona y la pareja. La 
introducción de un mayor o menor número de variables en esta decisión es también una 
cuestión ética. Podría pensarse solamente en el dinero que se tiene para satisfacer las 
necesidades de subsistencia de los nuevos hijos o en las condiciones generales de vida y 
desarrollo integral, que se le van a permitir o no a esa persona.
Hay casos en los cuales las parejas no pueden tener hijos. ¿Podría afirmarse en este 
caso que no hay reproducción en ellos? No necesariamente, pues podrían tener hijos a 
través de la adopción o ser fecundos el uno para el otro en la relación, cuya realidad los 
hace crecer mutuamente.
Hay otros casos en los cuales se da un número grande de hijos, pero se trata de 
muchachos abandonados, sin atención, cariño ni cuidado por parte de sus padres, en cuyo 
caso no podría hablarse de fecundidad realmente.
El componente trascendente de la reproducción, se puede entender en varios sentidos: 
por un lado, el aporte a la sociedad en cuanto a continuidad histórica del ser humano, por 
otra, la posibilidad de trascender la propia vida a través de la vida del hijo, finalmente, la 
participación en la obra de la creación, iniciada por Dios.
Un punto importante se refiere a la opción por el celibato. Dado el carácter esencial del 
ser sexual en sus cinco dimensiones y la interpretación integral de la sexualidad, ¿cómo se 
desarrolla en un célibe la función reproducción de su sexualidad? Un célibe no se 
reproduce físicamente, pero es fecundo en la medida en que coadyuva al crecimiento y 
realización de los seres con los cuales tiene contacto (dimensión psicológica), permite y 
facilita la incorporación de lo social en el ser humano, y su incorporación a la vida social a 
través del proceso formativo educativo (dimensión social), encuentra significado a su 
renuncia a la paternidad/maternidad por un valor mayor para él (dimensión ética) y colabora 
en el proceso individual, grupal, comunitario y social de creación de un hombre y mundo 
nuevos, En transcendencia hacia mejores estados y hacia Dios. Su fecundidad no se limita 
a un ámbito reducido (conyugal, familiar) sino que, se amplía a niveles mayores. 

Placer
Desde el punto de vista físico el placer se interpreta como orgasmo exclusivamente. En 
una relación de pareja, entonces, el éxito en esta función estaría determinado por el 
número de relaciones orgásmicas. Esta concepción es bastante restringida. Valdría la pena 
preguntar: ¿La existencia de orgasmo en la pareja es suficiente para sostener una relación 
que en los demás aspectos no tiene nada de placentera?
También entra dentro de este contexto físico el erotismo o capacidad sensual del ser 
humano.
Si se entiende el placer también en una dimensión integral, entra en él, elementos de tipo 
psicológico (placer de vida, de relación, de compañía, de intimidad en sentido amplio) y 
solamente se puede entender dentro de un contexto socio-cultural determinado. Hay 
culturas para las cuales el placer tiene una gran importancia y se cultiva como un elemento 
fundamental para el equilibrio mental. En estas culturas la buena mesa, el deporte, el ocio, 
la buena conversación, son de gran trascendencia y podría hablarse de un culto a este tipo 
de actividades.
En otras, por el contrario, la utilidad, ejecución, éxito, etc. Tienen prioridad y no se 
estimula ni desarrolla en sus componentes, una actitud de disfrute de las cosas sencillas y 
placenteras de la vida. Este enfoque utilitarista de la vida, necesariamente repercute en la 
vida general y sexual de los individuos.
También dentro del placer entra lo erótico. Según su estructura de valores la persona 
enfrenta y vivencia la dimensión placer en su vida concreta. Hay una serie de usos, 
costumbres, limitaciones, etc. Que tienen que ver con lo ético y su importancia o no para 
cada persona.
En relación con las dimensiones trascendentes de la función placer de la sexualidad, 
puede interpretarse como un anticipo, desde nuestro ser humano corpóreo, al placer final 
del encuentro amoroso con El creador, donde el logro de la plenitud constituirá el mayor 
placer posible.
En la opción por el celibato habría, igualmente, una renuncia a la dimensión física del 
placer pero no a la psicológica, dado que el placer relacional, de comunicación, de 
intimidad, se da en todo ser humano, a menos que su estructura sea afectada por neurosis 
o desequilibrios emocionales.
La participación en el placer en el sentido social, tampoco tiene nada que ver con el 
celibato. La asistencia a actividades culturales, la buena mesa, el deporte, son placeres 
generales en los cuales se participa desde la propia sexualidad.
Respecto de lo ético y trascendente, es en estos factores donde se encuentra el sentido 
y significado de la renuncia a la dimensión física del placer . En lo trascendente, la unión 
con Dios en la oración y en la éxtasis místico, es una experiencia única, que se vive desde 
la propia sexualidad y es permitida por el propio cuerpo como medio de expresión y 
comunicación.

Relación
H/RELACION: Esta función de la sexualidad se omite, generalmente, en la definición que 
se hace de ella por parte de los psicólogos, sexólogos y expertos del comportamiento.
Y se trata justamente de la función­base de la sexualidad. El ser humano no existe ni 
para la reproducción, ni para el placer. Existe para que a través de su auto­conocimiento, 
auto­conciencia, auto­aceptación y auto­estima realizar su proyecto de vida en relación con 
las demás personas de su contexto existencial y con una concreta en particular.
Lo que da sentido y significación a su existencia, es la relación intima que establece con 
otra persona, con la cual avanza por la vida superando dificultades, soportando dolores, 
compartiendo alegrías, corrigiendo la dirección de su ser y su actuar en el mundo, 
brindando bienestar, estabilidad y afecto a ese otro, y esos otros que constituyen su familia. 
Solamente esta dimensión de relación­comunicación, se convierte en el terreno adecuado 
para el manejo responsable de la reproducción y el logro del placer como elemento básico 
resultante del amor. En sexualidad se puede hablar de reproducción sin placer y de placer 
sin reproducción, pero una sexualidad sana y feliz se construye sobre la base de una 
relación estable hombre­mujer, con todas las implicaciones positivas y negativas que 
surgen de ella". (Ardila, Amparo Mantilla de P. 109).
Las implicaciones de la función relación en la sexualidad, son de varios tipos: desde el 
punto de vista físico, esta vivencia de una relación sólida y realizante tiene como síntesis la 
relación sexual genital, reflejo de la entrega total del uno al otro en la vida cotidiana. 
Desde el punto de vista psicológico, la relación tiene sentido, en la medida en que 
constituye una decisión personal, y permite la manifestación de afecto e intimidad en 
sentido integral. No se trata simplemente de la intimidad sexual genital sino de la intimidad 
en el sentido de compartir con el otro lo que cada uno es en el fondo de su ser, y hace en la 
vida cotidiana. 
Desde el punto de vista social la relación puede ser simplemente un formalismo de 
legitimación de la vida en común (sea por el rito que sea, o simplemente a nivel civil, ante 
una Notaría), o realmente un compromiso mutuo en que ambas partes se sienten realmente 
una pareja, y saben su misión como seres humanos, pareja y padres de familia. 
En la opción por una determinada forma de relación. la persona está reflejando sus 
valores con su fortaleza y autenticidad. Una persona puede llegar al matrimonio católico, 
como un requisito social establecido por su ambiente. En este caso no hay compromiso ni 
con la pareja ni con la Iglesia. Por el contrario, una opción por el matrimonio católico implica 
la asunción de una filosofía de vida, el ejercicio de un compromiso y el testimonio de una 
fe.
El vínculo puede interpretarse como una "camisa de fuerza" cuando se ha llevado a cabo 
sin madurez; o como un camino y una lucha para lograr su plenitud a lo largo de la vida, 
cuando es el resultado de una opción. También entra dentro de este concepto relacional la 
forma específica como la pareja vive su masculinidad, feminidad e interpelación. En cada 
caso concreto hay una serie de expectativas, explícitas, o no, que van a producir un 
crecimiento o una destrucción del núcleo familiar. Si la relación se basa en un plano de 
verdadera igualdad entre los cónyuges, habrá necesariamente un apartamiento de los 
patrones culturales, y una más justa distribución de roles y funciones. Si no es así, pueden 
suceder varias cosas:

- Que las relaciones de poder y afectivas sean complementarias, en cuyo caso la pareja 
vive su patología sin problemas. 
- Que estas relaciones sean competitivas y terminen con el desmoronamiento del núcleo, 
por incapacidad de establecer acuerdos y contratos adecuados para el buen 
funcionamiento familiar. 

La dimensión trascendente de la función relación, hace referencia al dinamismo o fuerza 
que ella adquiere, para vivirse como proceso desde el ser espiritual del ser humano, el cual 
da justamente esa fuerza y dinamismo necesarios.
Dentro del celibato, la dimensión relación de la sexualidad, es una realidad total: su 
cuerpo es instrumento de relación con los demás; la intimidad del compartir el ser y el hacer 
de la vida cotidiana, se vivencia muy claramente, en la consejería y confesión, tanto cuando 
se lleva el papel activo de consejero como el pasivo de aconsejado.
La dimensión social de la relación, en el celibato, tiene el mismo sentido planteado en la 
reproducción; se trata de una renuncia a una sola relación (que es exclusiva y única) para 
poder tener un campo de amplitud mayor (no exclusivista), la cual permita el desarrollo de 
una labor más comunitaria, que parte de una valoración ética diferente (mayor valoración al 
servicio, entrega, etc.) y justifica la relación permanente consagrada a una causa (la de 
Dios). 
Reproducción, placer y relación serían, entonces, las tres funciones básicas de la 
sexualidad en la vida del ser humano. Pero no quedándose en una interpretación genitalista 
de estos conceptos, sino en una interpretación verdaderamente integral, que involucre al 
ser como la totalidad unitaria que es, solamente el amor como punto de partida de la 
relación, garantiza que estos tres componentes de la sexualidad, encuentren su plenitud en 
una realidad concreta. 
Hasta ahora ha habido una dicotomía bastante generalizada en estas funciones, la cual 
puede resumirse en unos cuantos puntos: 

- Enfasis reproductivo en la sexualidad.
- Aceptación del impulso sexual en el hombre y negación del mismo en la mujer. 
- Separación de reproducción y placer, funciones que no se pueden" dar en la misma 
relación. 
- Olvido de las implicaciones psicológicas y sociales de la sexualidad.
- Mayor importancia a la relación formal, que al vinculo. 
- Contradicción entre los descubrimientos de la ciencia, y algunas posiciones radicales 
que culpabilizan a las personas. 
- Enfasis genitalista en la sexualidad. Solamente la confusión en este sentido justifica la 
ausencia de educación sexual, y su negación, el énfasis prohibitivo, la negación de la 
realidad, etc.

Implicaciones a nivel individual, social y religioso
Una concepción integral del ser sexual y la sexualidad, trae como consecuencia una serie 
de implicaciones a nivel individual, social y religioso.
Podrían resumirse estas implicaciones en los siguientes puntos fundamentalmente:

A nivel individual
La consideración del ser sexual, como un fenómeno esencial desde el mismo momento 
de la concepción, único que diferencia a los seres humanos entre sí, obliga un cambio en 
nuestras actitudes y comportamientos ante lo sexual y sus manifestaciones. Este cambio se 
refiere a puntos muy concretos como:

- Aceptación de que el ser sexuado es condición esencial del ser humano, y ser sexual 
una resultante de ella.
- Aceptación de que el ser sexual se inicia con la concepción, y termina solamente con la 
muerte del individuo.
- Reconocimiento de características, situaciones y etapas en el desarrollo psico­sexual 
de la persona.
- Necesidad de lograr en la persona, un adecuado conocimiento y vivencia sexuales, que 
le permita desarrollarse y crecer en madurez física, psicológica, social y ética. 
- Reconocimiento de la sexualidad genital, sensualidad y erotismo, como parte 
constitutiva de la respuesta sexual integral del hombre. 
- Desnormativización de las manifestaciones sexuales naturales, en las diversas etapas 
de la vida. Esto con la finalidad de desculpabilizar al ser humano por fenómenos derivados 
de su propio desarrollo sexual.
- Enfasis en la comprensión del ser sexual integral, que supere Concepciones 
estrictamente genitalistas, que deshumanizan al hombre.
- Aceptación de la existencia de una respuesta sexual femenina equivalente a la del 
varón, y poco manifiesta hasta el momento, como consecuencia de la mayor represión a la 
sexualidad femenina.
- Aceptación de la triple función de la sexualidad: reproducción, placer y relación como 
resultado del amor, y con una conceptualización y comprensión no genitalista sino integral.
- Reconocimiento de la diferencia socialmente establecida entre hombre y mujer, en la 
cual la mujer ha estado en un plano de interioridad, que ha impedido que se haga una 
realidad la pretendida igualdad entre los sexos.
- Comprensión de la conducta sexual, como un reflejo o resultado de los valores 
individuales. Aceptación de que estos valores derivan de la historia personal, y deben ser 
punto fundamental de trabajo e impacto para una humanización de la persona y sus 
relaciones.
- Libertad, autonomía y responsabilidad, como condiciones necesarias del ser persona.

Nivel social
Los principales cambios en lo social frente a una concepción integral del sexo y la 
sexualidad, pueden ser resumidas como sigue: 

- Conocimiento y comprensión del ser sexual, su desarrollo y etapas con el fin de 
propiciar en los miembros de la familia, el colegio, la comunidad y sociedad, un adecuado y 
sano desarrollo psico-sexual.
- Investigación sobre diversos aspectos de la vivencia sexual en la propia cultura, con el 
fin de tener como punto de partida de la formación, la realidad social.
- Apertura hacia los jóvenes, quienes están viviendo una situación concreta, 
esclarecedora para el adulto, de los usos, normas, costumbres y valores vigentes entre la 
juventud. 
- Actitud crítica frente a los medios de comunicación, y a los mensajes explícitos e 
implícitos de las propagandas, cine, T.V., etc.
- Promoción de la Educación Sexual integral, a todos los niveles: familiar, escolar, 
comunitario, universitario, con el fin de transmitir un enfoque humanizante y personalizante 
del sexo y la sexualidad.
- Trabajo en pro de la promoción de la mujer, tendiente a la consecución de una situación 
de verdadera igualdad con el hombre, que promueva en ella una relación igualitaria, y no 
de dependencia del varón.
- Ruptura de los conceptos tradicionales sobre masculinidad y feminidad, que sólo han 
producido una situación de inferioridad de la mujer y su interpretación como objeto. 
- Recuperación de los valores del ser humano, como base del establecimiento de 
relaciones de pareja y familia, más dinámicas, realizantes y personalizadoras.
- Promoción de actividades a nivel familiar, y metodologías a nivel escolar y comunitario, 
tendientes hacia la vivencia permanente y creciente de la libertad, autonomía y 
responsabilidad en las personas, desde su infancia.
- Desarrollo de una conciencia formada y autónoma que permita a las personas ser 
conscientes y responsables de sus actos.
- Formación personalizante, que establezca las pautas de relaciones entre sujetos, 
superando algunas tendencias generalizadas de relación sujeto­objeto.

A nivel religioso

•Aceptación de los puntos destacados en los apartes anteriores 
- Actitud de apertura hacia la realidad social, como punto de partida de su acción 
pastoral.
- Actitud de tolerancia hacia otras concepciones, las cuales simplemente, manifiestan 
otras antropologías y cosmovisiones.
- Continuar con el proceso de esclarecimiento sobre lo sexual su impacto sobre la vida en 
general de la sociedad y la vida particular de sus componentes.
­ Reflexión "en las fuentes" sobre los mensajes y enseñanzas que respecto del tema se 
encuentra en el Nuevo Testamento.
- Conciencia sobre el desarrollo, el cambio y los procesos sociales iniciados en los 
últimos tiempos, los cuales tendrán un fuerte impacto sobre la sexualidad y su vivencia en 
las personas. 
- Tomar una actitud dinámica, abierta y clara, en torno a la educación sexual de sus 
fieles. Este trabajo debe iniciarse con los mismos religiosos y dirigirse también a padres de 
familia, maestros, niños, jóvenes y adultos en general.
- Utilizar los medios modernos de comunicación para desarrollar su misión formadora con 
la juventud.
- Tener como punto de partida básico de la formación, la libertad, atonomía y 
responsabilidad de los involucrados en el proceso.
- Promover acciones tendientes a la, formación de conciencias autónomas y maduras, 
que tengan como guía el mensaje evangélico y las enseñanzas de la Iglesia.
- Actitud de diálogo, no de rechazo o condenación, en el proceso formativo.
- Comprensión de los comportamientos y actitudes sexuales como reflejo de los valores 
personales, los cuales no pueden ser "modificados" externamente, sino sometidos a un 
proceso individual de análisis, reflexión y reestructuración. Y esto debe ser un punto de 
esfuerzo para la Iglesia pero siempre dentro de un marco de aceptación de la realidad y 
actitud dialógica de tolerancia frente a otras concepciones.
- Luchar para crear condiciones de posibilidad para aquellos casos especiales, no 
contemplados en muchas ocasiones. 

Mantilla de Ardila