ASÍ NOS ENGAÑA SATANÁS EN NUESTROS DÍAS

 

·        Satanás no existe (se parte con frecuencia del falso principio de que los ángeles no existen, y por lo tanto Satanás tampoco).

 

·        A Dios no se le puede amar directamente en modo alguno: sólo se le puede amar en el hombre. Prácticamente: "Homo homini Deus" -el hombre el Dios del hombre- (Feuerbach).

 

·        Es más fácil amar a Dios que amar al hombre. Como si amar a Dios verdaderamente no implicara amar lo que Dios ama: al hombre. De aquí se deriva que ni se ama realmente a Dios ni se ama al hombre.

 

·        No es cierto que hay que amar a Dios sobre todo otro ser.

 

·        Lo que importa sólo aquí en este mundo es el amor en sentido horizontalista, prescindiendo así de la fe y de la esperanza, que deben estar unidas al amor mientras vivimos en la tierra.

 

·        No importa la fe, sino el amor, olvidándose que si no hay fe, no hay amor sobrenatural y perfecto (se preconiza la fraternidad al estilo masónico). Se interpreta así acomodaticiamente y muy mal a S. Pablo, cuando coloca al amor como la reina de las virtudes (porque es la que perdurará en la otra vida). Se quita así importancia al ateísmo, con tal de que se dé el imposible utópico de que haya auténtico amor sin fe.

 

·        Lo primero que hay que hacer con los pobres es "llenarles la barriga". Pero ¿se les llena de verdad y se les habla luego de Dios, tema este por cierto urgente?

 

·        Hay que respetar las otras creencias y no predicar a Cristo, lo cual sería una imposición. Pero ¿es faltar el respeto a otros creyentes equivocados, exponerles la Verdad plena?

 

·        No comprender que hemos de sufrir en la tierra para santificarnos, a imitación de Jesucristo, envolviendo este radical rechazo al dolor bajo frases tan bonitas como que la Resurrección es más importante que la Pasión, sin caer en la cuenta que para que haya Resurrección hay que pasar por la Pasión. ¡Hedonismo!

 

·        Mantener una actitud hipercrítica ante todas las apariciones marianas o de Jesús (y todos los hechos sobrenaturales en general), negándolas prácticamente a priori, so capa de prudencia. Con ello se niega en la práctica la Resurrección, porque de este modo se opone uno a la convicción de que Jesús y María siguen vivos y, por tanto, pueden manifestarse como seres libres y sabios que son, de acuerdo con las necesidades que se presentan en la historia del hombre.

 

·        La eficacia de la evangelización, del apostolado, etc., dependen ante todo de nuestras programaciones humanas y de nuestra actividad (en realidad activismo en muchos casos). Se prescinde así de la vida interior, fuente de la exterior, con la que esta última se vuelve ineficaz, estéril y complicada.

 

·        El infierno no existe y, si existe, en él no hay nadie (afirmación ésta equivalente en la práctica a la anterior). El hombre se confía así y no teme al estado en que ciertamente puede caer por sus pecados.  Este aserto viene unido a la consideración, parcialmente hecha, de que Dios es misericordia, olvidándose así que en Él Misericordia y Justicia son la misma cosa, como ocurre con todos los demás atributos.

 

·        Pensar que todo lo nuevo, por el hecho de ser nuevo, es siempre mejor. De este modo Satanás nos prepara para aceptar todos los nuevos errores que él va sembrando. Con este fin ha potenciado el valor supuestamente positivo de todo término y toda actitud que impliquen innovación, así como el negativo de todo lo que implique volver a los valores que se han dado en el pasado. Pero imponer o proponer, como dicotomía básica, lo moderno frente a lo antiguo, es superficial, acrítico y fundamentalmente necio. Previo a ello es distinguir lo verdadero de lo falso, lo justo de lo injusto, lo conveniente de lo nocivo, etc.

 

·        La tendencia "materializante" y el franco materialismo como principio y fin de todo.

 

·        El descuido de la oración, incluso entre las almas consagradas, como ineficaz. Sustituida por activismo, lecturas perniciosas (frecuentemente heréticas), la televisión y periódicos innecesarios, etc.

 

·        Tendencia hacia lo exterior y periférico, sin tener en cuenta el valor inmenso de la vida interior.

 

·        Superficialidad en el hacer y en el pensar, relegando la reflexión profunda como innecesaria.

 

·        Relativismo total y desenfrenado. Cada cual tendría "su" verdad, no existiría ninguna verdad universal y absolutamente válida. ¡Buena preparación para combatir la verdad revelada!

 

·        Con el pretexto de que el mundo evoluciona constantemente (lo cual es discutible), se atacan principios fundamentales y a la misma palabra de Dios y su Iglesia, por superados.

 

·        Combatir todo a troche y a moche, secundando a Satanás.

 

·        Ecuación progreso = mayor libertad, "no sólo para hacer el bien, sino también el mal" (Esto lo vio claramente Pablo VI). Así se considera lícito y moral prácticamente todo. -Anarquía, libertinaje, licencia....

 

·        Arrinconar ciertas palabras, como la de pecado, considerando que representan conceptos "anticuados". Igualmente se hace con diversos puntos de vista verdaderamente sabios y hasta con formas de devoción (rosario, Corazón de Jesús, etc.)

 

·        Bajo el pretexto de un auténtico ecumenismo, se alcanza a un sincretismo disolvente entre las diversas religiones, de manera que apenas se llega a un vago deísmo o unas prácticas y teorías que no comprometen a nada.

 

·        Desplazar nuestra responsabilidad personal hacia la social, a las estructuras sociopolíticas, que serían las últimas responsables de todo.

 

·        Cambiar el concepto de religión por el de sociología, abierta o solapadamente.

 

·        Un concepto de educación en el cual cada vez se exige menos: permisivismo.

 

·        Tildar toda autoridad firme, sea lícita o no lícita, de autoritarismo, dictadura, etc.

 

·        Pretender resolverlo todo democráticamente, como si el número de votos fuera decisivo para inventar principios éticos, religiosos, etc. o modificarlos. Ello se ha erigido hoye en muchos países en un dogma inatacable ("vox populi, vox Dei").