ASÍ NOS ENGAÑA SATANÁS EN NUESTROS DÍAS
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Satanás no existe (se parte con frecuencia
del falso principio de que los ángeles no existen, y por lo tanto Satanás tampoco).
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A Dios no se le puede amar directamente en
modo alguno: sólo se le puede amar en el
hombre. Prácticamente: "Homo homini Deus" -el hombre el Dios del
hombre- (Feuerbach).
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Es más fácil amar a Dios que amar al hombre.
Como si amar a Dios verdaderamente no implicara amar lo que Dios ama: al hombre.
De aquí se deriva que ni se ama realmente a Dios ni se ama al hombre.
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No es cierto que hay que amar a Dios sobre
todo otro ser.
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Lo que importa sólo aquí en este mundo es el
amor en sentido horizontalista, prescindiendo así de la fe y de la esperanza,
que deben estar unidas al amor mientras vivimos en la tierra.
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No importa la fe, sino el amor, olvidándose
que si no hay fe, no hay amor sobrenatural y perfecto (se preconiza la
fraternidad al estilo masónico). Se interpreta así acomodaticiamente y muy mal
a S. Pablo, cuando coloca al amor como la reina de las virtudes (porque es la
que perdurará en la otra vida). Se quita así importancia al ateísmo, con tal
de que se dé el imposible utópico de que haya auténtico amor sin fe.
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Lo primero que hay que hacer con los pobres es
"llenarles la barriga". Pero ¿se les llena de verdad y se les habla
luego de Dios, tema este por cierto urgente?
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Hay que respetar las otras creencias y no
predicar a Cristo, lo cual sería una imposición. Pero ¿es faltar el respeto a
otros creyentes equivocados, exponerles la Verdad plena?
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No comprender que hemos de sufrir en la tierra
para santificarnos, a imitación de Jesucristo, envolviendo este radical rechazo
al dolor bajo frases tan bonitas como que la Resurrección es más importante
que la Pasión, sin caer en la cuenta que para que haya Resurrección hay que
pasar por la Pasión. ¡Hedonismo!
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Mantener una actitud hipercrítica ante todas
las apariciones marianas o de Jesús (y todos los hechos sobrenaturales en
general), negándolas prácticamente a priori, so capa de prudencia. Con ello se
niega en la práctica la Resurrección, porque de este modo se opone uno a la
convicción de que Jesús y María siguen vivos y, por tanto, pueden
manifestarse como seres libres y sabios que son, de acuerdo con las necesidades
que se presentan en la historia del hombre.
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La eficacia de la evangelización, del
apostolado, etc., dependen ante todo de nuestras programaciones humanas y de
nuestra actividad (en realidad activismo en muchos casos). Se prescinde así de
la vida interior, fuente de la exterior, con la que esta última se vuelve
ineficaz, estéril y complicada.
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El infierno no existe y, si existe, en él no
hay nadie (afirmación ésta equivalente en la práctica a la anterior). El
hombre se confía así y no teme al estado en que ciertamente puede caer por sus
pecados. Este aserto viene unido a
la consideración, parcialmente hecha, de que Dios es misericordia, olvidándose
así que en Él Misericordia y Justicia son la misma cosa, como ocurre con todos
los demás atributos.
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Pensar que todo lo nuevo, por el hecho de ser
nuevo, es siempre mejor. De este modo Satanás nos prepara para aceptar todos
los nuevos errores que él va sembrando. Con este fin ha potenciado el valor
supuestamente positivo de todo término y toda actitud que impliquen innovación,
así como el negativo de todo lo que implique volver a los valores que se han
dado en el pasado. Pero imponer o proponer, como dicotomía básica, lo moderno
frente a lo antiguo, es superficial, acrítico y fundamentalmente necio. Previo
a ello es distinguir lo verdadero de lo falso, lo justo de lo injusto, lo
conveniente de lo nocivo, etc.
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La tendencia "materializante" y el
franco materialismo como principio y fin de todo.
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El descuido de la oración, incluso entre las
almas consagradas, como ineficaz. Sustituida por activismo, lecturas perniciosas
(frecuentemente heréticas), la televisión y periódicos innecesarios, etc.
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Tendencia hacia lo exterior y periférico, sin
tener en cuenta el valor inmenso de la vida interior.
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Superficialidad en el hacer y en el pensar,
relegando la reflexión profunda como innecesaria.
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Relativismo total y desenfrenado. Cada cual
tendría "su" verdad, no existiría ninguna verdad universal y
absolutamente válida. ¡Buena preparación para combatir la verdad revelada!
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Con el pretexto de que el mundo evoluciona
constantemente (lo cual es discutible), se atacan principios fundamentales y a
la misma palabra de Dios y su Iglesia, por superados.
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Combatir todo a troche y a moche, secundando a
Satanás.
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Ecuación progreso = mayor libertad, "no
sólo para hacer el bien, sino también el mal" (Esto lo vio claramente
Pablo VI). Así se considera lícito y moral prácticamente todo. -Anarquía,
libertinaje, licencia....
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Arrinconar ciertas palabras, como la de
pecado, considerando que representan conceptos "anticuados".
Igualmente se hace con diversos puntos de vista verdaderamente sabios y hasta
con formas de devoción (rosario, Corazón de Jesús, etc.)
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Bajo el pretexto de un auténtico ecumenismo,
se alcanza a un sincretismo disolvente entre las diversas religiones, de manera
que apenas se llega a un vago deísmo o unas prácticas y teorías que no
comprometen a nada.
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Desplazar nuestra responsabilidad personal
hacia la social, a las estructuras sociopolíticas, que serían las últimas
responsables de todo.
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Cambiar el concepto de religión por el de
sociología, abierta o solapadamente.
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Un concepto de educación en el cual cada vez
se exige menos: permisivismo.
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Tildar toda autoridad firme, sea lícita o no
lícita, de autoritarismo, dictadura, etc.
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Pretender resolverlo todo democráticamente,
como si el número de votos fuera decisivo para inventar principios éticos,
religiosos, etc. o modificarlos. Ello se ha erigido hoye en muchos países en un
dogma inatacable ("vox populi, vox Dei").