1. ALABANZA/CREACION 

En la mañana del mundo, cuando nace la luz,
tu palabra, oh Dios creador,
se expresa en una tierna canción.
Cuando lo desorganizado se organiza.
cuando son moldeados todos los seres y todas las cosas,
tú mismo te asombras de la obra de tus manos:
"¡Qué hermoso es!".
¡Bendito seas por nuestro hermano el sol,
tan cálido y tan luminoso!
¡Bendito seas por los árboles y las flores,
por los frutos de la tierra
y las aguas rebosantes de vida!
¡Bendito seas por los animales y las aves del cielo...!
Pero, sobre todo, ¡bendito seas por el hombre,
el hijo de la tierra, el hijo de tu amor!
Tú insuflaste en él tu aliento, tu Espíritu,
¡y él nació a tu imagen y semejanza!
¡Bendito seas por el amor que canta en su corazón
y el conocimiento que tiene de tu ternura,
por su voluntad de servirte
y su deseo de conocerte!
¡Bendito seas por el futuro que le prometes
y la alianza que estableces con él:
tú le creas como socio de tus proyectos
y destinatario de tu palabra!
¡Bendito seas por el nombre que le has dado!
Adán, el formado con tierra,
y por el nombre que le tienes destinado:
Jesús, hijo del hombre e Hijo de Dios!
¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?
Tú le das tu propia respiración
para que aspire a vivir cada vez más;
moldeado por tus propias manos,
le revistes con tu esplendor
y con una inusitada gloria.
¿Qué es el hombre, Dios y Padre nuestro,
para que le hagas pasar de la muerte a la vida
en tu Hijo Jesucristo, nuevo Adán,
oh Señor, ante quien doblan la rodilla los cielos y la tierra?
Te suplicamos que recrees hoy de nuevo
nuestro mundo, marcado por la muerte,
y renueves todas las cosas en su belleza originaria.
Transfigura a tu Iglesia
pueblo de pobres hombres,
para que dé testimonio de tus prodigios
y cante para ti el asombro de la creación entera:
"¡Qué hermoso es todo!".
Entonces, junto con todos los vivientes, nacidos de tu amor
y recreados por tu ternura y para siempre,
podremos bendecirte, Padre del cielo y de la tierra,
por el primer Viviente, tu Hijo, nuestro Salvador,
el Hombre de tu corazón.
(_DIOS-CADA-DIA/3.Pág. 83)
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2.Hay más de Dios que de agua en cada gota de agua. ·PASCAL-B
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CREER EL CREDO

3. La primera página de la Biblia nos dice que «en el principio, Dios creó el cielo y la tierra». El hecho de la creación suscita muchas cuestiones. ¿Por que habrá querido Dios crear a alguien distinto de si mismo, colocar a alguien fuera de sí, si El es plenamente autosuficiente y plenamente bienaventurado? De otra manera: ¿por qué quiere Dios crear el mundo? ¿Tiene necesidad o no tiene necesidad de él? Si Dios tiene necesidad del mundo, Dios ya no es Dios: depende del mundo. Pero si Dios no tiene necesidad del mundo, entonces nosotros no somos nada para Dios.

Probar la existencia de Dios como ser necesario y absoluto es difícil. Pero es más fácil admitir la existencia de Dios como un ser necesario y autosuficiente, que admitir la existencia de un mundo que no tiene en sí mismo su subsistencia autosuficiente. ¿Por qué existe la realidad mundana? ¿Qué origen y qué sentido último puede tener? ¿O es que solo existe por azar, porque desde siempre un inmenso remolino de partículas se mezclan y vuelven a mezclarse en millones de formas? Y si existe Dios, ¿que significa esta realidad mundana ante El y para El?

La Biblia ofrece ciertos caminos de respuesta a estas preguntas acuciantes. Dios es absoluto y autosuficiente en sí mismo, pero no un absoluto inerte y cerrado sobre sí mismo, como una existencia estática y estéril. Dios es un absoluto de vida, de relación, de comunicación, de amor. Por eso, después de una larga reflexión de siglos y después de que Jesús nos diera la suprema revelación de lo que es Dios, la tradición bíblica llega a concebir a Dios como Trinidad, como eterna relación y comunicación interpersonal en el interior del mismo Dios, en la que la realidad divina se comunica íntegra y totalmente del Padre al Hijo; y esta inefable comunión de los dos es el Espíritu de Dios.

D/COMUNICACION: Dios es amor. Dios es vida. Y ¿qué es el amor? San Ignacio de Loyola decía que el amor es «dar el amante al amado de lo que tiene y puede». El amor es comunicación, interdonación, y será más perfecto y total cuanto más perfecta sea esta comunicación y donación. Y ¿qué es la vida? Es también una capacidad de comunicación y de relación. Los seres no vivientes, las piedras o minerales, no tienen capacidad de comunicación y de relación. Las plantas tienen una cierta capacidad de comunicarse con la tierra y su ambiente. Los animales tienen mucha más; y todavía más los hombres, que llamamos seres espirituales precisamente porque su capacidad de relación es mucho más amplia y sutil, menos sujeta a condicionamientos materiales.

Dios no se ha de concebir, pues, como un absoluto incomunicable e inmutable, con la incomunicabilidad e inmutabilidad de la piedra. Dios, el gran viviente y la Vida misma, es un absoluto de comunicación y de relación que se puede comunicar y dar al máximo. La comunicación total, perfecta y eterna de Dios es la Trinidad eterna. Es la comunicación de Dios en el interior de sí mismo, dentro de sí mismo, que genera la comunión inefable entre Padre, Hijo y Espíritu Santo.

La Biblia nos da a entender también que, siendo Dios comunicación eterna y necesaria, puede además comunicarse libre y gratuitamente. Es la creación, comunicación libre de Dios a una realidad que existe en virtud de su voluntad de comunicarse y como objeto de esta comunicación libre y gratuita. Surge así el hombre, imagen de Dios, querido libremente por Dios para entrar en relación con él y hacerle participar de su vida. Y con el hombre y para el hombre crea Dios el mundo como ámbito y habitat donde pueda existir y desarrollarse.

La comunicación total y perfecta de Dios es su Hijo, su Imagen eterna. Nosotros somos una comunicación parcial y limitada. No somos el Hijo y la Imagen con mayúscula, pero somos «hijos» e «imagen» con minúscula; hijos por participación, por comunicación libre, por adopción. El mundo material no es más que el lugar y el conjunto de condiciones donde se puede realizar el hombre como imagen de Dios. La creación es como una redundancia, una expansión libre y temporal de la comunicación divina que se da necesaria y eternamente en la vida trinitaria.

Sólo un Dios trinitario puede crear. Los dioses del deísmo filosófico no pueden ser dioses creadores. El deísmo es un sistema que considera a Dios como absoluto, autosuficiente, que lo tiene todo. Fuera de este absoluto no podría existir propiamente nada más. Sólo aquel Dios que no es únicamente un absoluto de ser, una substancia cerrada sobre sí misma, sino que es el absoluto de comunicación, la substancia abierta, el absoluto del amor, como nos enseña la Biblia; solamente este Dios puede salir fuera de sí mismo y puede crear algo distinto de sí mismo, como imagen, para establecer una nueva comunicación de amor. Este es el sentido de la creación.

El texto fundamental de la creación no es sólo el relato de los primeros capítulos del Génesis. Es necesario leer también el libro de la Sabiduría, que, cronológicamente, es el último libro del Antiguo Testamento. Es un libro que se escribió poco antes de la época de Cristo. Fue escrito en griego por algún judío de habla griega. Este libro de la Sabiduría en el capítulo 11, a partir del versículo 23, dice: «Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, y disimulas los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces; pues, si algo odiases, no lo hubieras creado». He aquí el sentido de la creación: «Amas a todos los seres». Dios empieza por amar. Lo primero no es el acto creador, sino que antes de ser creados, antes de la constitución del mundo, dice San Pablo, hemos sido predestinados, Dios ya nos ha amado.

Y sigue el libro de la Sabiduría: «Más tú todo lo perdonas, porque todo es tuyo, Señor, que amas la vida". Nuestro Dios es un Dios capaz de amar. Capaz de amar dentro de sí mismo: El ama a su Hijo, y el amor del Padre y del Hijo es el Espíritu. Y capaz de amar fuera de sí mismo: nos ama a nosotros, los hombres, que somos imágenes del Hijo. Y nos ama tanto que no nos puede aborrecer, porque El ama la vida. Es lo único que Dios ama, porque la muerte no la puede amar. La creación es colocar la vida de Dios fuera de Dios. Nuestro Dios es el Dios de la vida, porque es el Dios del amor; y por eso Dios crea.

Lo esencial de la doctrina cristiana sobre la creación del hombre es: existe Dios omnipotente y eterno, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y existe el hombre distinto de Dios, totalmente dependiente de Dios, pero totalmente autónomo por don de Dios. Al ser imágenes de Dios, somos también libertad amorosa, libertad para amar. Nuestra vida es reconocer y realizar esta relación de amor con Dios, que nos viene de El, que El nos ofrece gratuitamente y a la que nosotros podemos corresponder amorosamente. Se da como un doble movimiento: nuestra vida viene totalmente de Dios, y devolviéndola a El se realiza con todo su sentido en un acto de amor libre.

En una óptica de vida cristiana, no se puede separar «esta vida» y «la otra». Solo hay una vida. Se podría comparar a las etapas de nuestra vida biológica: la del feto en el útero de la madre, la del niño que acaba de nacer, la del adolescente, la de la persona adulta: no son exactamente iguales, porque se realizan en formas diferentes: la del feto es una vida casi vegetativa; la del niño es casi puramente animal; después habrá vida racional, y más adelante será una vida amorosa y de relación humana y social. La vida se enriquece continuamente. De alguna manera, estas etapas son imágenes de la vida de Dios. El nos ha destinado a entrar en una comunicación gradual en su vida, que se va realizando en nuestra tarea y responsabilidad de ser hombres en este mundo creado, hasta que lleguemos a la plenitud, cuando Dios nos llame a participar de su gloria. San Ireneo dice: "Gloria Dei vivens homo". La gloria de Dios es la vida del hombre.

GLORIA-D/QUÉ-ES: Cierta religiosidad colocaba la gloria de Dios en el esplendor de los templos, de la liturgia o de los ornamentos de las iglesias, hechos de oro y pedrería. Pero la gloria de Dios es que los hombres vivan y que su vida tenga sentido. Que vivan bien, sobre todo, aquellos que no pueden vivir, aquellos que están en unas condiciones que no son vida; que éstos sean liberados de esas opresiones. Durante siglos hemos creído que la gloria de Dios consistía en construir espléndidas iglesias barrocas o ultramodernas. Pero no; la gloria de Dios es hacer que los hombres vivan una vida digna de hombres y digna de hijos de Dios. La vida digna es la vida de hijo: es decir, que el hombre destinado a ser imagen de Dios lo sea de verdad.

He aquí otro aspecto de la creación: precisamente porque somos imágenes de Dios y porque Dios es amor y donación de amor, nosotros también hemos de ser amor y donación de amor. Y porque el amor implica libertad, Dios nos ha hecho «creadores libres», personas capaces de autocrearse a sí mismas en la relación paterno-filial y fraternal, o sea, en la relación con Dios y en la relación con los otros, de manera semejante a como El se autocrea en la relación trinitaria.

LIBERTAD: Se podría intentar desde aquí resolver un problema que preocupa a muchas personas: si Dios es todopoderoso, tendría que haber hecho el mundo mejor. Pero es que Dios no ha hecho El solo el mundo; sino que nos lo ha dejado también a nosotros, a nuestra responsabilidad y libertad. El amor da posibilidades al otro. El poeta alemán Holderlin dice: «Dios crea a los hombres como los mares crean los continentes, retirándose». Dios crea al hombre haciendo un vacío para que el hombre exista, dejando que el hombre exista, dejando que el hombre tenga su responsabilidad. Dios, que es el absoluto, el que lo llena todo, hace como un vacío dentro de ese absoluto para que el hombre sea. Es la libertad humana. El amor es una ofrenda de libertad. Dios dice: «Yo no me interfiero, este es tu ámbito». El hombre es el continente que ha dejado libre el inmenso océano divino que se retira. Y no sólo el continente de nuestra realidad personal, sino también de nuestra realidad social y común a todos nosotros. Amar no es dominar al otro o aprovecharse de él: amar es dejar que el otro sea libremente él. Eso hace Dios con nosotros. Nos deja verdadera libertad, aunque ésta está inevitablemente situada y condicionada por la realidad de nuestro ser en el mundo. No es la libertad soberana e infinita de Dios mismo, pero sí una libertad y una responsabilidad a la medida de nuestro ser, para dar sentido a nuestra vida individual y social dentro del ámbito, ciertamente limitado, de este mundo.

Nosotros podemos hacer una vida en filiación y fraternidad o podemos hacerla en la autoafirmación de querer ser como dioses, de querer dominarnos unos a otros. La justicia interhumana es el lugar donde nos jugamos nuestra relación "justa" con Dios y con el mundo. Y es aquí donde entra la posibilidad del «pecado», de la resistencia o el rechazo a situarnos en el mundo según el plan de Dios y según lo que requiere nuestro propio ser y el ser del mundo.

Nuestra relación con Dios no se reduce a una relación cosmológica, a una explicación científica del universo, sino que es primordialmente una relación antropológica, una interpelación para dar sentido a nuestra vida. Esto es muy importante: la Biblia no nos quiere dar lecciones de ciencia -que ésta explique el origen del mundo como pueda-; la Biblia nos quiere enseñar cuál ha de ser el sentido de nuestra vida de hombres sobre la tierra. Para esto nos dice que somos imágenes de Dios, amados por Dios, y que Dios espera que realicemos, todos y cada uno, la plenitud de esta imagen.

Por eso los biblistas nos dicen que la revelación central y primaria de la Biblia no es precisamente la de Dios creador, aunque se encuentre el relato de la creación en su primera página. La imagen central de Dios en la Biblia es la de Dios liberador: la de Dios que libera a los hombres exigiendo que se respeten entre ellos según la libertad y la dignidad de imágenes y de hijos de Dios. Los relatos de la creación solo se pueden entender en toda su profundidad a la luz del Éxodo y de la predicación de los profetas. De hecho, la ciencia bíblica muestra que la concepción de Dios como liberador y como exigencia absoluta de libertad y de justicia entre los hombres, es anterior a la concepción de Dios como creador. Esta representa el ultimo periodo de la reflexión de Israel sobre su Dios. Al ir profundizando en el porqué de la exigencia absoluta de libertad y de justicia proclamadas en nombre de Dios, Israel descubre que esto radica en el hecho de que Dios es creador y señor absoluto de todo, que creo el mundo para todos los hombres, y que creo a los hombres a imagen suya para hacerlos participar de su vida y para que vivieran en la dignidad de hijos. El Señor de la vida quiere que todos vivamos con sentido, con dignidad y con gozo. Por eso el Dios de la vida es Dios liberador de los que no pueden vivir dignamente, porque otros han querido ser dioses y se han hecho «señores de la vida» de los otros. Es aquí donde surge el pecado, y Dios no puede consentirlo.

El segundo Isaías nos lo dice, de una manera patente, en la época del exilio, cuando el pueblo estaba tentado de perder la confianza en Yahve, porque parecía que la injusticia y rapacidad de los poderosos -los babilonios- habían podido más que las promesas de justicia y libertad de Dios. Era uno de aquellos momentos, tan frecuentes en la historia, en que parece que los malvados triunfan y que los débiles están definitivamente perdidos. En este momento escribe el profeta: "Así habla Yahve tu libertador, el que te ha formado en el seno de la madre; soy yo, Yahvé, el que lo ha hecho todo, Yo solo he hecho la bóveda del cielo, Yo, el liberador". Dios creador y Dios liberador son una sola cosa. Y diríamos que el argumento de creación es como para reforzar el argumento de liberación: soy liberador porque soy el que ha hecho todo (cf. Is 40,12 y 21- 22; 42,5; 43,1-7; 44,24-27, etc.) La doctrina de la creación lleva a una confianza ilimitada en la bondad del universo, porque es obra de Dios. El creer cristiano es fiarse, confiar, porque somos obra de Dios, porque estamos en las manos de Dios. No nos hubiera creado si todo tuviera que acabar mal. «Así dice Yahvé, plasmador de los cielos; él, que es Dios, plasmador de la tierra y su hacedor, el que la ha fundamentado y no la creó caótica, sino que para ser habitada la plasmo... No he dicho al linaje de Jacob: Buscadme en el caos. Yo soy Yahvé, que proclamo lo que es justo e interpelo a la rectitud» (Is 45,18-19). Esto no quiere decir que en nuestra andadura por el mundo no haya de haber ya dificultades; ni se debe entender lo dicho como una salida fácil a estas dificultades. Es cierto que en el mundo hay dificultades y que los hombres, hasta cierto punto, podemos frustrar la voluntad de Dios sobre la creación, precisamente porque Dios quiere respetar nuestra libertad aun cuando la empleemos mal. Podemos decir "no" a Dios cada uno de nosotros individualmente y como grupo social y hasta como grupo eclesial. Nos basta echar una mirada a la historia y ver como la misma Iglesia ha fallado a veces notablemente.

CREACION/RELATOS: Reflexionemos ahora sobre los dos relatos de la creación: El primer capitulo del Génesis -el de los seis días- acaba con la creación del hombre y de la mujer como imágenes de Dios. El segundo capítulo es el relato que se llama "sacerdotal", porque se supone que fue compuesto por sacerdotes o en ambiente sacerdotal en la época del exilio. Es un relato relativamente tardío sobre tradiciones muy antiguas. Estos relatos quieren decirnos cuál es el sentido de la vida del hombre (ya dijimos que no se trata de una explicación «científica» del origen del mundo) en medio de la multiplicidad de cosas que hay en este mundo. Por eso el primer relato establece como una división u ordenación básica de los elementos del universo: el cielo, el firmamento, las aguas, las plantas, los animales, etc. Es como una lección elemental sobre el orden de los elementos de la naturaleza para que el hombre se supiera situar en ella. El mundo no es algo caótico, aunque lo pueda parecer. El mundo, por voluntad de Dios, está organizado. El hombre primitivo tenía necesidad de tomar conciencia de ello, porque los fenómenos aparecían inconexos y mezclados. Organizar la realidad es una manera de dominarla, una manera de sentirse en casa, de que no nos dé miedo. Este relato tiene, pues, una función de organización no necesariamente científica, sino sólo para mostrar cuál es el sentido de la vida del hombre en medio de la multiplicidad de las cosas del mundo. Lo importante es que, como coronación de todo, Dios hizo al hombre y dijo: «Creced y multiplicaos y dominad la tierra, e imponed el nombre a todas las cosas». Que es como decir: «sois los amos de todo». Se trata de infundir en el hombre confianza acerca del mundo: todo lo ha hecho Dios y Dios lo ha puesto todo a su disposición.

El segundo relato, que parece más antiguo, explica que Dios hizo al hombre del barro de la tierra. Más bien viene a explicar cuál es el sentido de la vida del hombre en medio de los males que experimenta. Tiene otra intención distinta de la del primer relato, que situaba al hombre frente a las cosas externas que le rodean. La de este segundo relato es explicar el sentido de la vida del hombre que experimenta su mal interior. Es una explicación hecha de una manera ciertamente mítica: dice míticamente que hay algo que Dios no ha querido desde el principio. Este carácter mítico, primitivo, y hasta ingenuo, del relato de la manzana y la serpiente no nos tiene que impedir ver su profundo sentido. Es un relato que tiene raíces muy antiguas y que nos viene a decir que el hombre no está en una relación adecuada ni con Dios ni con los otros, porque hay cosas que el hombre no tendría que haber hecho. El mal, simbolizado en el comer del fruto del árbol del bien y del mal, es querer ser como Dios. El hombre no se quiere sujetar a las leyes intrínsecas de la misma realidad creada, y así lo pervierte todo. Ahora dicen los ecologistas que este es el primer relato pro-ecologista.

Puede ser una interpretación válida hasta cierto punto. El mundo se ha de utilizar de manera razonable y adecuada, como corresponde al hombre. El mal del hombre es querer ser como Dios, es querer alcanzar la felicidad fácilmente por el hecho mágico de comer una cosa fascinante y atractiva y no por la vía que Dios había señalado de trabajar y dominar la tierra, es decir, por el camino de la responsabilidad sobre la creación. Quedan algunos puntos implícitos en todo lo dicho:

1.-De la doctrina de la creación se concluye que Dios es el trascendente; o, dicho de otra manera, Dios es diferente del mundo y está por encima de él. Esto excluye el panteísmo, que es la doctrina de la identificación o confusión entre Dios y el mundo. No solo esto, sino que no hay materia preexistente, es decir, que Dios con su sola palabra, con solo su voluntad, lo ha hecho todo. Dios -dicho con términos míticos- no tiene que luchar con otros dioses. No entra en una lucha entre la materia y el espíritu, la luz y las tinieblas, etc. El relato de la creación es claro: Dios sólo dice que se haga esto, que se haga aquello, y se hace. La doctrina bíblica es que Dios está por encima de todo, y todo lo que está fuera de Dios es pura voluntad de Dios. Esto excluye todo dualismo: No hay nada malo en la creación, excepto el mal uso de la libertad por parte del hombre. Por eso confesamos a Dios «Creador del cielo y de la tierra, de las cosas visibles e invisibles». Esto quiere decir que Dios no sólo ha creado los ángeles y los buenos espíritus, mientras que la materia corporal sería mala y obra de otro dios maligno. Las cosas visibles son también hechas por Dios y no vienen de otro principio. El platonismo que todos llevamos un poco dentro, el dualismo cósmico, del que aún muchos libros de piedad están llenos, no es cristiano. El cuerpo es bueno, y el espíritu es bueno, y la materia es buena y el sexo es bueno, y el comer es bueno... Y las corrientes puritanas, que surgen una y otra vez en la historia de la Iglesia, van contra la concepción de Dios creador de todo. Dios, cuando va creando los distintos elementos, dice de cada uno que «era bueno». Todo era bueno. La expresión "creador de las cosas visibles e invisibles" entró en el Credo precisamente para oponerse a las sectas puritanas y gnósticas, que despreciaban las cosas materiales y visibles como si no fueran obra de Dios.

2.-Dios actúa como un ser personal en relación con el hombre. No es un puro principio cosmológico: el absoluto, lo divino, es decir, una cosa neutra. Dios dice, Dios habla, Dios quiere, Dios ama. No es que, cuando decimos que Dios es un ser personal, hayamos de pensar a Dios como persona humana, con sus limitaciones. Pero tampoco lo hemos de pensar como una fuerza neutra, abstracta. Dios no crea por necesidad ontológica, sino por voluntad libre. La personalidad de Dios se manifiesta en su libertad, y por eso puede entrar en comunicación libre, amorosa e histórica con el mundo y, en un momento dado, se podrá encarnar en esta creación. Jesucristo será la manifestación personal de Dios para nosotros.

Si el mundo fuese consecuencia necesaria de la manera de ser de Dios, no habría ni historia ni libertad. La teoría hegeliana de la evolución necesaria del Espíritu Absoluto implica que no hay realmente nada fuera del Absoluto. Entonces todo se desarrolla de manera necesaria, ineludible, despersonalizada, sin lugar para la historia, la libertad y la responsabilidad humanas.

3.-Dios no se debe concebir nunca como un rival del hombre. El hombre se identifica como un sujeto de relación dialogal y amorosa. La función de Dios no es recortar las posibilidades del hombre, sino, al contrario, soportar, fundar las posibilidades reales del hombre. Por tanto, nada que sea auténticamente humanizante está prohibido o limitado por Dios. Y al contrario, todo lo que es deshumanizante, automáticamente ha de estar prohibido por Dios. Dios sólo prohíbe lo que hace daño al hombre, porque sólo quiere su bien. Cuando dos se quieren, el bien de uno es el del otro, y viceversa. Y puesto que Dios nos quiere, nuestro bien es el bien de Dios: «la gloria de Dios es el hombre viviente». No es verdad que, por ser Dios creador, el hombre ya no pueda ser libre, porque precisamente la creación es otorgar, dar la libertad al hombre.

4.CREACION/DEBILIDAD-D -Ultima consecuencia, quizá un poco extraña. Por la creación, Dios se hace débil delante del hombre. El Padre del hijo pródigo, porque lo ama, no le puede forzar. Al crearnos amorosamente, de alguna manera se ha puesto Dios en nuestras manos; y nosotros, si queremos, podemos frustrar a Dios. Un místico alemán, Ángel Silesius, decía: «Dios tiene tanta necesidad de mí como yo tengo necesidad de El». Dios podía no crearme; pero, si me ha creado, es que me ama. En este sentido se puede decir que me necesita. El que ama necesita a la persona amada. Nosotros podemos desengañar a Dios. Es lo que queremos decir cuando decimos que podemos «pecar». No solo no es verdad que si Dios existiese el hombre ya no sería libre, sino más bien al revés: si el hombre existe, Dios ya no es libre para dejar de amarlo. El hombre puede abandonar a Dios, pero Dios no abandona al hombre. Crear es amar la criatura por ella misma; porque Dios no crea para adueñarse de alguien, sino sólo para dar, para compartir y para esperar. Dios espera, nos espera. Dios tiene fe en nosotros, espera en nosotros, porque nos ama. En estos tiempos de desilusión y de crisis convendría que no lo olvidásemos. Dios tiene fe en el mundo, hablando a nuestra manera; y una fe que pasa por la cruz, que se deja torturar. Dios se dejará matar por nosotros porque ama al mundo que El ha creado.

JOSEP VIVES
CREER EL CREDO
EDIT. SAL TERRAE COL. ALCANCE 37
SANTANDER 1986, págs. 42-59