CREO EN UN DIOS CREADOR

 

I. La creación: Diálogo con la ciencia

El dogma de la Creación es un lugar de discusión entre la ciencia y la fe a causa de la cuestión del origen del mundo. "Es necesario que el mundo haya comenzado", se dice. O bien: "En el origen es necesario que haya habido alguien."

De hecho hay aquí una cuestión científica seria: "¿Comenzó el universo en un instante por una explosión original y evoluciona desde entonces de una manera continua o bien estamos en presencia de un universo en el que los ciclos de contracción y de expansión se alternan sin fin? Es evidente que la idea de una creación original es más conforme a la creencia religiosa tradicional, mientras que la ausencia de tal creación correspondería más a las ideas de un ateo" (de Closets).

Un joven decía: "El problema del comienzo del mundo es insoluble. Entonces, se ha admitido a Dios." Cosa que parece ratificar Leprince-Ringuet: "Los sabios no se plantean hoy la cuestión en términos de ciencia: ¿podemos decir que es Dios, pero no es esto apoyarse en una palabra?" En efecto, hay una cierta manera de afirmar a Dios Creador (una manera "lineal"): se remonta el hilo y se encuentra a Dios. Esta manera de hablar es una forma más o menos consciente de detener la pregunta, de encontrar un buen "clavo" para colgar toda la serie de fenómenos. Esta afirmación (Dios es Creador como origen de todo) puede ser el comienzo de la fe. Pero esta imagen de Dios-Primer principio está lejos todavía del Dios de la Fe: es un Dios fácil, comprensible. ¿Y si la ciencia llegara a probar que el universo es eterno? (Está lejos de ser éste el caso, pero supongámoslo.) Santo Tomás respondía ya a Aristóteles que lo pensaba: "Esto no impediría creer que ha sido creado." "La idea de Creación no debe confundirse con la idea de comienzo" (F. Varillon).

Estas dos ideas van unidas ya que la idea de comienzo es la expresión natural de la idea de creación. Pero no de manera indisoluble. Porque la idea esencial de Creación en la teología tradicional es "la dependencia en el ser" (esta palabra de dependencia deberá por otra parte ser criticada). Lo que yo soy, lo que el mundo es, se lo debe a otro, lo tiene de Otro. El mundo no tiene en sí mismo su propio origen. Y actualmente, en el mundo presente en cuanto a su principio, si es que hay un principio.

El mismo error llega a veces a los pensadores ateos. Por ejemplo Engels: "Tenemos la certeza de que en todas sus transformaciones, la materia permanece eternamente la misma, que ninguno de sus atributos puede perderse jamás y que, por consiguiente, si un día, por una necesidad del destino, tuviese que exterminar su floración suprema, el espíritu pensante, con la misma necesidad y a otra hora tendría forzosamente que reproducirla." Esta declaración no tiene nada de científica. Es una toma de posición atea, bastante dogmática, por otra parte, que se vincula al panteísmo: no hay Dios, el universo es el único Absoluto. Leprince-Ringuet es más modesto: "En sus reflexiones sobre nuestra condición, cada uno decide como hombre y no como científico."

Otras dos observaciones de sabios sobre el universo:

a) "¿Esta noción de comienzo absoluto procede de la realidad objetiva o de nuestro espíritu? Parece que la naturaleza ignora las categorías de nuestro espíritu. La existencia o no de una creación inicial no probaría nada, en definitiva, en cuanto a la existencia o no existencia de Dios. (Pero) ello no facilita la fe..." (de Closets).

b) Lo real no es un punto aparecido de golpe. Es algo que no cesa de inventarse gradualmente. El universo no cesa de crearse. Se presenta como autónomo y parece desenvolverse solo.

En resumen, el universo está aquí. ¿Me habla de Dios? Personalmente, tendría tendencia a pensar que el universo es mudo. Pero yo que salgo de él, me planteo cuestiones sobre él y sobre mí, ya que formo parte de este universo. Puedo tener repugnancia a contestarlas, o a responder por el panteísmo o por la creencia en Dios. Pero aquí me encuentro en un terreno filosófico-religioso, no ya sobre un terreno científico. Y debo tener el valor de aceptar la responsabilidad de mi respuesta, sea de ateo, sea de creyente.

II. La creación: Diálogo con el Antiguo Testamento

"Lo que se ve procede de lo que no es visible" (Heb). He aquí una buena expresión de la reacción de base del creyente judío ante la historia y el mundo.

Cuando pensamos en la Creación tal como aparece en la Biblia, se piensa inmediatamente en los primeros capítulos del Génesis. Pero estos relatos tienen un fin bastante concreto: no parece que sean una respuesta a una curiosidad natural sobre los orígenes. Son el prólogo de la historia de la salvación. Porque la idea de un Dios-Creador no es una idea de primer plano en la Biblia, aun cuando se encuentre ya en estos textos antiguos. Lo que es primitivo, es la idea de un Dios Salvador y Liberador que interviene, a su manera de Dios, en la historia para llevarla a su término.

Esto aparece particularmente claro a los judíos en el momento del Destierro y de la Vuelta del Destierro. De este acontecimiento en sí mismo bastante trivial, conjunción histórica completamente explicable, el pueblo judío, en la fe, recibe un sentido religioso: "Es Dios quien ha creado estos acontecimientos" (este término "crear" aplicado a la historia aparece con frecuencia en el segundo Isaías). Dios estaba presente en ellos o más bien estaba presente a los que los vivieron a fin de que los vivan en un sentido positivo, un sentido de esperanza. Para que vean en esta catástrofe nacional una purificación y un nuevo punto de partida.

De hecho, en la Biblia, la palabra creación es con frecuencia sinónimo de vocación. Dios hace surgir de alguien un ser nuevo (a quien da un nombre nuevo), y le libera de su pasado y le abre un futuro inesperado. Creación es menos sinónimo de estabilidad que de movimiento, de impulso hacia la novedad. Los judíos partieron, pues, ante todo de su historia y a partir de su historia, comprendieron que Dios es creador, fuente de sentido. Dios presente, el curso de las cosas se orientaba en la esperanza de un posible siempre mejor. Pero la reflexión se llevó también sobre el universo y ello originó los capítulos 1 y 2 del Génesis. Estos dos poemas sobre la Creación, en realidad, no hablan de la creación a partir de nada. Es la puesta en orden de un caos original (cap. l) o la instalación de un desierto original (cap. 2).

Estos dos poemas están claramente escritos contra los mitos paganos de Creación tal como los encontramos en los textos babilónicos. Emplean datos similares, palabras e imágenes parecidas pero situándolos en un contexto totalmente diferente, el de la fe hebraica. Dios o Yahvé obra solo (en los mitos paganos dioses y diosas se unían para hacer el mundo). Dios obra por su sola palabra (los dioses paganos tienen que luchar contra el abismo y otras fuerzas destructivas). Dios no crea para El sino para el hombre creado a su imagen (los dioses paganos creaban a los hombres para tener fieles que les proporcionasen sacrificios).

El mundo del Génesis es un mundo desacralizado: la luna, el sol, las estrellas no tienen nada de divino, están allí para medir el tiempo, un punto, eso es todo. La desacralización de la ciencia moderna encontrará un terreno ya preparado por la Biblia. El mundo pertenece al hombre y poner el pie en la luna no tiene nada de insultante para Dios. En el séptimo día, Dios '¡descansa', porque el hombre fue creado creador, a él le corresponde el hacerse cargo de las cosas. El mundo correrá siguiendo sus propias leyes: azar y necesidad. El hombre siguiendo las suyas: necesidad y libertad. Mucho más tarde, en la época griega, los judíos accederán a la idea de un mundo sacado de la nada. Para el espíritu griego, bastante inclinado al panteísmo "todo era Dios, excepto Dios mismo". Los judíos permanecen anclados a su convicción esencial: Dios no es el mundo y el mundo no es Dios. Es evidente que la doctrina de la creación a partir de la nada era la mejor manera de afirmar la absoluta diferencia entre Dios y el universo. Al "principio" existía Dios, después vino el mundo. Las ideas bíblicas eran (y son siempre) de una gran originalidad:

a) Al "principio" del mundo, hay una libertad. Se ha de entender: en el origen de todo, no existe el absurdo, el no-sentido sino una voluntad de amor y de vida. Y, por tanto, en el fondo de todo acontecimiento, hay ciertamente un medio de encontrar un sentido, una llamada, una "vocación". Pero esto no salta forzosamente a los ojos a primera vista.

b) El mundo y Dios, son dos seres distintos.

c) El hombre ha sido creado creador, por tanto, autónomo.

d) El hombre es un ser que Dios llama y la historia es el alumbramiento de una continua novedad. Mañana será otra. La primavera está ante nosotros.

III. La creación: Relación del hombre con Dios. Diálogo con el ateísmo

Tenemos que citar algunos textos célebres:

BAKUNIN: "Dios existe; por tanto, el hombre es esclavo. El hombre es inteligente, justo, libre; por tanto, Dios no existe. Desafiamos a cualquiera a salir de este círculo y luego que elija."

CAMUS: "El atributo de la divinidad, es la independencia. Si Dios no existe, yo soy Dios. Llegar a ser Dios es solamente ser libre sobre la tierra, no servir a un ser inmortal. Si Dios existe todo depende de El, y nosotros no podemos nada contra su voluntad. Matar a Dios, es llegar a ser uno mismo Dios."

(El problema es saber si se debe llegar a ser Dios y de esta manera.)

JEANSON: "De todos modos, si Dios crea, no puede crear más que seres libres, por tanto, desaparece ante su propia Creación. Por tanto, la única manera de ser fiel a este Dios es olvidarle."

Pienso que la cuestión planteada por el ateísmo es una verdadera cuestión, sobre todo para los creyentes, a fin de que ellos mismos se interroguen sobre el tipo de relación que quieren mantener con Dios. Pero me niego a encerrarme cn "el círculo de Bakunin". Porque bajo el razonamiento aparentemente implacable hay una manera de imaginar la relación Hombre-Dios que es muy criticable, aun cuando se la encuentre con frecuencia en la misma Biblia. Esta manera que yo llamaría "la imaginación artesanal". Así Sartre: "Cuando concebimos a un Dios Creador, este Dios se compara la mayor parte de las veces a un artesano superior. Dios produce al hombre según unas técnicas y una concepción, exactamente como el artesano fabrica una plegadora según una definición y una técnica. De la misma manera, el concepto de hombre, en el espíritu de Dios, es asimilable al concepto de plegadora en el espíritu del industrial."

Nuestra concepción del Dios-Creador es, en realidad, con frecuencia de este tipo descrito por Sartre. Y la lectura del libro de Job y otros textos bíblicos no arregla nada: Dios nos conduce, dirige el mundo, de manera bastante inmediata. Pero no es el lenguaje el único posible para expresar nuestra fe en la Creación, para declarar nuestra relación con Dios. Tenemos en nuestra vida experiencias de "creación" que no son del tipo "fabricación" o "manipulación" o "teledirección".

Habría que observar ante todo que dependencia y libertad no se oponen tan netamente como Camus parece indicar. El artista depende de su material y no obstante se siente plenamente creador. Su libertad se expresa mejor en este ruso con las dificultades de lo real. Habla Strawinsky: "Experimento una especie de terror cuando en el momento de ponerme a trabajar y ante la infinidad de posibilidades ofrecidas, tengo la sensación de que todo me está permitido. Si todo me está permitido, lo mejor Y lo peor, si nada me ofrece resistencia, todo esfuerzo es inconcebible, no me puedo apoyar sobre nada y toda empresa, desde ese momento, es vana."

Reconocer su independencia, no es forzosamente alienar su libertad. "¿Qué sería de mí sin ti? Yo he nacido de tus labios." Esto es admitir que se es hombre y no Dios. Un hombre depende de muchas cosas y su libertad va vinculada a esta primera verdad. Se vuelve a encontrar con el hombre el problema que había encontrado con el universo material. El universo no es Dios, el hombre no es Dios. Se podrían tomar otras experiencias que demostraran que libertad y dependencia no se oponen, sino que se conjugan, en el sentido de "conyugal". Con el fin de contestar seriamente a este dilema ateo: o crees en Dios o no eres libre. O eres libre y no crees en Dios.

Tomemos la experiencia de la vida moral: no puedo ser yo mismo, de una manera profunda, más que aceptando los datos de lo real, las exigencias de la vida y de la dignidad humana, asumiendo las responsabilidades nacidas de mis actos o de las situaciones en que me encuentro. Yo no invento el terreno en que se situará mi moralidad, no invento los valores de dignidad, de verdad, de justicia. Yo no soy un comienzo absoluto, y a lo largo de mi existencia hay actos puestos por mí que no puedo excluir. Y, sin embargo, en todo esto, no a pesar sino a causa de todo esto, yo soy libre, puedo ser realmente libre. Mi libertad no es solamente en este terreno una protesta. Es una fuerza que deja su marca. Finalmente, hay en nuestra vida experiencias todavía más preciosas que permiten corregir todas estas imágenes de un Dios-artesano, de un Dios-manipulador, de un Dios que dirige las riendas del mundo. Son las experiencias de la paternidad y maternidad desde el nacimiento a la autonomía del joven. Un joven padre dice fácilmente: "Yo haré de mi hijo..." Más tarde se hace más modesto y dice: "A mi lado... se hará."

El amor debe llegar a este equilibrio de estar a la vez muy cerca y muy distante. Sobre todo, no hay que dimitir ni ausentarse: una libertad no nace en un desierto de amor. No hay que imponerse ni aplastar: porque lo que se desea es el nacimiento de un ser libre y no la venida de un ser bien vestido.

Tal experiencia hace tocar con el dedo una verdad: que sólo el amor es creador ya que es sólo creador de libertades. O bien que la Creación no puede ser más que el hecho del amor y no ciertamente de la voluntad de poder.

Tal experiencia nos hace comprender un poco que la existencia absoluta de Dios no entra en conflicto con nuestra libertad. Porque Dios es amor no crea en fin de cuentas más que seres libres (la autonomía relativa del mundo material es una especie de basamento y de preparación a la libertad personal del hombre). La presencia de Dios en cada uno de nosotros puede ser a la vez absolutamente íntima (es la fuente de nuestro ser) y absolutamente respetuosa (Dios nos habla como a sujetos que pueden responder). No nos puede manipular como marionetas, no somos prolongaciones, instrumentos. Somos interlocutores, cara a cara.

Dios es a la vez el que está en nosotros (el que nos hace vivir) y el que está enfrente de nosotros (el que nos llama). De esto, la aproximación más preciosa es la experiencia de la paternidad-maternidad.

IV. La relación del hombre con Dios: Diálogo con nosotros mismos

¿El universo es signo de Dios? Pienso que el universo es un signo ambiguo (pero todo signo lo es en alguna manera). Es maravilloso y es cruel. La rigidez de sus leyes nos sirve y nos destroza. El rail es duro, tanto mejor. Pero también los destrozos del Tupolev (accidente de Bourget en 1973)

"Esta ambigüedad de la Creación, la proyectamos bastante espontáneamente sobre el Creador que nos haría, según un misterioso destino, ora mal ora bien. Pero ¿qué imagen de Dios tenemos nosotros al pensar de esta suerte?" (J. Le Da). En realidad, una imagen de Dios muy dependiente de nuestro punto de vista de hombre. Y es la misma imagen a la que oramos o a la que injuriamos.

Esta imagen de Dios (suplicada o blasfemada) está muy dependiente de nuestra necesidad de encontrar un bienhechor o un culpable, alguien a quien agradecer o a quien acusar. ¿Y si no hubiese ni bienhechor ni culpable inmediato? Si las cosas fueran simplemente lo que son: "algo brutal, como esto". Nuestra manera de dar gracias o de blasfemar es una expresión natural de nuestro sentimiento religioso: Queremos encontrar un sentido a este mundo, pero, ¿qué sentido? Afirmamos que este mundo tiene un creador (y la acción de gracias y la rebelión se dirigen a este Creador. ¿De qué sirve rebelarse si no hay nadie?) Pero, ¿cuál es la unión entre este mundo y este Creador?

Es necesario incluso tomar conciencia del carácter muy aproximativo de nuestras imágenes de Dios-Creador. Nuestras imágenes son lo que son, surgen espontáneamente, pero no debemos dejarnos coger por estas imágenes. Sobre todo en nuestra época, los cristianos deben filtrar cierta ingenuidad. Lo que se dice de Dios es algo llamado a ser siempre superado. La fe es la búsqueda de Dios en la superación continua de las imágenes que nos hacemos de El. Es un poco como la natación: hay que sumergirse en el agua y empujar el agua para avanzar.

La fe, sobre todo, actualmente, encuentra casi fatalmente el silencio de Dios, y experimenta con frecuencia que el cielo aparece vacío. No hay que tratar de llenarlo demasiado a prisa, a golpe de buenas palabras o de razonamientos apresurados. Esta ausencia sentida de Dios puede tener un sentido muy positivo. Pasar por el desierto es una etapa casi obligada de la fe.

D/AUSENCIA/QUE-ES: "La ausencia de Dios no es lo contrario de su presencia sino el espacio dejado por Dios al hombre para ser hombre" (J. Le Du) y al mundo para ser mundo. Un Dios de quien el hombre tiene necesidad de una manera demasiado inmediata sigue siendo un ídolo (aunque este Dios sea una etapa hacia una fe más pura o menos impura). Es necesario que el hombre sea visto de otra manera distinta a un objeto, a un juguete en manos de la Providencia, del Dueño del mundo. Para ser verdaderamente libre, hay que aceptar la distancia entre el origen de nuestra libertad y nosotros mismos. Y, contrariamente a lo que piensa Jeanson, la distancia no es forzosamente el olvido. Todo amor debe crear la distancia para evitar la confusión y proporcionar la base de un verdadero diálogo. Y esto es lo contrario del olvido. (Cf. el bello texto de Rilke citado más adelante.) Tendería a pensar que actualmente el punto de partida de la fe es con muchísima frecuencia el ateísmo. Y como contrapartida al ateísmo, cada vez más masivo, quizá la oportunidad de una fe renovada.

"El ateísmo está en el principio de mi fe. El mundo para mí, creyente, no es distinto que para él, ateo. Ante el mundo descubro la misma ciega indiferencia, la misma búsqueda implacable de una armonía discordante resultado del sacrificio de los débiles, la misma marcha hacia un destino desconocido. Dondequiera que me vuelva, me espera la decepción. ¿El cosmos? Un campo de dificultades y de azar. ¿La tierra de los hombres? El reino del más fuerte. ¿Mi propio corazón? Un lugar de soledad, de impotencia, de absurdidad. Podría refugiarme aquí, tendría razón. Es verdad.

"Pero puedo alcanzar otra verdad, intentar otra razón... No difiero del ateo en las premisas sino en los fines. El se para, yo sigo adelante. Y sigo adelante hablando de lo que contradice la apariencia. Descifrando los signos de la libertad y del amor en medio de la necesidad y del azar."

La autora de esta magnífica página, France Quéré, teóloga protestante, expresa bien que la fe es una audacia, una marcha hacia adelante, la certeza del Nuevo Mundo más allá del océano sin límites. La fe proclama: hay algo antes de todo esto, ya una Palabra distinta, hay un Futuro realmente nuevo, hay incluso un Yo totalmente desconocido. Y de esta manera se encuentra la nota principal de la Biblia sobre la Creación, a saber la novedad. En suma, creer es no detenerse jamás.


"Compartirlo todo entre dos seres es imposible
y cada vez que se pudiera creer
que tal participación se ha realizado,
se trata de un acuerdo que frustra
a una de las partes,
o incluso a los dos ante la posibilidad
de desarrollarse plenamente.
Pero cuando se tiene conciencia
de la distancia infinita que habrá siempre
entre dos seres humanos,
cualquiera que sean,
se hace posible una vida maravillosa "juntos":
Entonces, tendrán los dos que hacerse capaces
de amar esta distancia que les separa,
y gracias a la cual, cada uno de los dos
percibe al otro entero, recortado sobre el cielo."
RILKE-RM

PAUL GUERIN
YO CREO EN DIOS. Las palabras de la fe, hoy
Edic. MAROVA. MADRID 1978, págs. 119-130

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LIBROS UTILIZADOS PARA ESTE CAPITULO

Pierre GANNE, "La Création", Cahiers Culture et Foi, números 21~22.

Vocabulario de Teología Bíblica. Artículo: "Creación".

Le Journal de la Vie: Aujourd'hui la Bible, núms. 64 y 134.

La cita de Rainer Maria RiLKE está tomada de los Cahiers de Malte Laure Brigge, ed.

Emile Paul.