CATECISMO 08 CEC 571-630
J/PASION-MUERTE J/SEPULTURA
Artículo 4
"JESUCRISTO PADECIO BAJO
EL PODER DE PONCIO PILATO,
FUE CRUCIFICADO, MUERTO Y SEPULTADO"
571 El Misterio pascual de la Cruz y de la Resurrección de 1067
Cristo está en el centro de la Buena Nueva que los apóstoles, y la
Iglesia a continuación de ellos, deben anunciar al mundo. El designio
salvador de Dios se ha cumplido de "una vez por todas" (Hb 9, 26) por
la muerte redentora de su Hijo Jesucristo.
572 La Iglesia permanece fiel a "la interpretación de todas las
Escrituras" dada por Jesús mismo, tanto antes como después de su 599
Pascua: "¿No era necesario que Cristo padeciera eso y entrara así en
su gloria?" (Lc 24, 26-27.44-45). Los padecimientos de Jesús han
tomado una forma histórica concreta por el hecho de haber sido
"reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas" (Mc
8, 31), que lo "entregaron a los gentiles, para burlarse de él, azotarle y
crucificarle" (Mt 20, 19).
573 158 Por lo tanto, la fe puede escrutar las circunstancias de la
muerte de Jesús, que han sido transmitidas fielmente por los
Evangelios (cf DV 19) e iluminadas por otras fuentes históricas, a fin de
comprender mejor el sentido de la Redención.
Párrafo 1
JESUS E ISRAEL
574 530 Desde los comienzos del ministerio público de Jesús,
fariseos y partidarios de Herodes, junto con sacerdotes y escribas, se
pusieron de acuerdo para perderle (cf Mc 3, 6). Por algunas de sus
obras (expulsión de demonios, cf Mt 12, 24; perdón de los pecados, cf
Mc 2, 7; curaciones en sábado, cf Mc 3, 1-6; interpretación original de
los preceptos de pureza de la Ley, cf Mc 7, 14-23; familiaridad con los
publicanos y los pecadores públicos, cf Mc 2, 14-17), Jesús apareció a
algunos malintencionados sospechoso de posesión diabólica (cf Mc 3,
22; Jn 8, 48; 10, 20). 591 Se le acusa de blasfemo (cf Mc 2, 7; Jn 5, 18;
10, 33) y de falso profetismo (cf Jn 7, 12; 7, 52), crímenes religiosos
que la Ley castigaba con pena de muerte a pedradas (cf Jn 8, 59; 10,
31).
575 Muchas de las obras y de las palabras de Jesús han sido, pues, un
"signo de contradicción" (Lc 2, 34) para las autoridades religiosas de
Jerusalén, aquellas a las que el evangelio de S. Juan denomina con
frecuencia "los judíos" (cf Jn 1,19; 2, 18; 5, 10; 7,13; 9, 22; 18,12; 19,38; 20,
19), más incluso que a la generalidad del pueblo de Dios (cf Jn 7, 48-49).
Ciertamente, sus relaciones con los fariseos no fueron solamente polémicas.
Fueron unos fariseos los que le previnieron del peligro que corría (cf Lc 13,31).
Jesús alaba a alguno de ellos como al escriba de Mc 12, 34 y come varias
veces en casa de fariseos (cf Lc 7, 36; 14, 1). Jesús confirma doctrinas
sostenidas por esta elite religiosa del pueblo de Dios: la resurrección de los
muertos 993 (cf Mt 22, 23-34; Lc 20,39), las formas de piedad (limosna,
ayuno y oración, cf Mt 6, 18) y la costumbre de dirigirse a Dios como Padre,
carácter central del mandamiento del amor a Dios y al prójimo (cf Mc
12,28-34).
576 A los ojos de muchos en Israel, Jesús parece actuar contra las
instituciones esenciales del Pueblo elegido:
- Contra el sometimiento a la Ley en la integridad de sus preceptos
escritos, y, para los fariseos, su interpretación por la tradición oral.
- Contra el carácter central del Templo de Jerusalén como lugar
santo donde Dios habita de una manera privilegiada.
- Contra la fe en el Dios único, cuya gloria ningún hombre puede
compartir.
I JESUS Y LA LEY
577 J/LEY: Al comienzo del Sermón de la Montaña, Jesús hace una
1965 advertencia solemne presentando la Ley dada por Dios en el
Sinaí con ocasión de la Primera Alianza, a la luz de la gracia de la
Nueva Alianza:
"No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a
abolir sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: 1967 el cielo y la tierra
pasarán antes que pase una 'i' o un ápice de la Ley sin que todo se haya
cumplido. Por tanto, el que quebrante uno de estos mandamientos menores,
y así lo enseñe a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; en
cambio el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los
cielos" (/Mt/05/17-19).
578 Jesús, el Mesías de Israel, por lo tanto el más grande en el
Reino de los cielos, se debía sujetar a la Ley cumpliéndola en su 1953
totalidad hasta en sus menores preceptos, según sus propias palabras.
Incluso es el único en poderlo hacer perfectamente (cf Jn 8, 46). Los
judíos, según su propia confesión, jamás han podido cumplir la Ley en
su totalidad, sin violar el menor de sus preceptos (cf Jn 7, 19; Hch 13,
38-41; 15, 10). Por eso, en cada fiesta anual de la Expiación, los hijos
de Israel piden perdón a Dios por sus transgresiones de la Ley. En
efecto, la Ley constituye un todo y, como recuerda Santiago, "quien
observa toda la Ley, pero falta en en solo precepto, se hace reo de
todos" (St 2, 10; cf Ga 3, 10; 5, 3).
579 Este principio de integridad en la observancia de la Ley, no sólo en su
letra sino también en su espíritu, era apreciado por los fariseos. Al subrayarlo
para Israel, muchos judíos del tiempo de Jesús fueron conducidos a un celo
religioso extremo (cf Rm 10, 2), el cual, si no quería convertirse en una
casuística "hipócrita" (cf Mt 15, 3-7; Lc 11, 39-54) no podía más que preparar
al pueblo a esta intervención inaudita de Dios que será la ejecución perfecta
de la Ley por el único Justo en lugar de todos los pecadores (cf Is 53, 11; Hb
9, 15).
580 El cumplimiento perfecto de la Ley no podía ser sino obra 527
del divino Legislador que nació sometido a la Ley en la persona del Hijo
(cf Ga 4, 4). En Jesús la Ley ya no aparece grabada en tablas de
piedra sino "en el fondo del corazón" (Jr 31, 33) del Siervo, quien, por
"aportar fielmente el derecho" (Is 42, 3), se ha convertido en "la Alianza
del pueblo" (Is 42, 6). Jesús cumplió la Ley hasta tomar sobre sí mismo
"la maldición de la Ley" (Ga 3, 13) en la que habían incurrido los que
no "practican todos los preceptos de la Ley" (Ga 3, 10) porque, ha
intervenido su muerte para remisión de las transgresiones de la
Primera Alianza" (Hb 9, 15).
581 Jesús fue considerado por los judíos y sus jefes espirituales como un
"rabbi" (cf Jn 11, 28; 3, 2; Mt 22, 23-24.34-36). Con frecuencia argumentó en
el marco de la interpretación rabínica de la Ley (cf Mt 12, 5; 9, 12; Mc 2,
23-27; Lc 6, 6-9; Jn 7, 22-23). Pero al mismo tiempo, Jesús no podía menos
que chocar con los doctores de la Ley porque no se 2054 contentaba con
proponer su interpretación entre los suyos, sino que "enseñaba como quien
tiene autoridad y no como los escribas" (Mt 7, 28 29). La misma Palabra de
Dios, que resonó en el Sinaí para dar a Moisés la Ley escrita, es la que en El
se hace oír de nuevo en el Monte de las Bienaventuranzas (cf Mt 5, 1). Esa
palabra no revoca la Ley sino que la perfecciona aportando de modo divino su
interpretación definitiva: "Habéis oído también que se dijo a los antepasados...
pero yo os digo" (/Mt/05/33-34). Con esta misma autoridad divina, desaprueba
ciertas "tradiciones humanas" (Mc 7, 8) de los fariseos que "anulan la Palabra
de Dios" (Mc 7,13)
582 Yendo más lejos, Jesús da plenitud a la Ley sobre la pureza de los
alimentos, tan importante en la vida cotidiana judía, manifestando su sentido
"pedagógico" (cf Ga 3, 24) por medio de una interpretación divina: "Todo lo
que de fuera entra en el hombre no puede hacerle impuro... -así declaraba
puros todos los alimentos- ... Lo que sale del hombre, eso 368 es lo que hace
impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las
intenciones malas" (Mc 7, 18-21). Jesús, al dar con autoridad divina la
interpretación definitiva de la Ley, se vio enfrentado a algunos doctores de la
Ley que no recibían su interpretación a pesar de 548 estar garantizada por los
signos divinos con que la acompañaba (cf Jn 5, 36, 10, 25. 37-38; 12, 37).
Esto ocurre, en particular, respecto al problema 2173 del sábado: Jesús
recuerda, frecuentemente con argumentos rabínicos (cf Mt 2, 25-27; Jn 7,
22-24), que el descanso del sábado no se quebranta por el servicio de Dios (cf
Mt 12, 5; Nm 28, 9) o al prójimo (cf Lc 13, 15-16; 14,3-4) que realizan sus
curaciones.
Il JESUS Y EL TEMPLO
583 J/TEMPLO: Como los profetas anteriores a El, Jesús profesó el
más 529 profundo respeto al Templo de Jerusalén. Fue presentado en
él por José y María cuarenta días después de su nacimiento (cf Lc. 2,
22-39) 534. A la edad de doce años, decidió quedarse en el Templo
para recordar a sus padres que se debía a los asuntos de su Padre (cf
Lc 2, 46-49). Durante su vida oculta, subió allí todos los años al menos
con ocasión de la Pascua (cf Lc 2, 41); su ministerio público estuvo
jalonado por sus peregrinaciones a Jerusalén con motivo de las
grandes fiestas judías (cf Jn 2, 13-14; 5, 1.14; 7, 1.10.14; 8, 2; 10.
22-23).
584 Jesús subió al Templo como al lugar privilegiado para el
encuentro con Dios. El Templo era para El la casa de su Padre, una
2599 casa de oración, y se indigna porque el atrio exterior se haya
convertido en un mercado (cf Mt 21, 13). Si expulsa a los mercaderes
del Templo es por celo hacia las cosas de su Padre: "No hagáis de la
Casa de mi Padre una casa de mercado. Sus discípulos se acordaron
de que estaba escrito: 'El celo por tu Casa me devorará' (Sal 69, 10)"
(Jn 2, 16-17). Después de su Resurrección, los apóstoles mantuvieron
un respeto religioso hacia el Templo (cf Hch 2, 46; 3, 1; 5, 20.21).
585 Jesús anunció, no obstante, en el umbral de su Pasión, la ruina
de ese espléndido edificio del cual no quedará piedra sobre piedra (cf
Mt 24, 1-2). Hay aquí un anuncio de una señal de los últimos tiempos
que se van a abrir con su propia Pascua (cf Mt 24, 3; Lc 13, 35). Pero
esta profecía pudo ser deformada por falsos testigos en su
interrogatorio en casa del sumo sacerdote (cf Mc 14, 57-58) y serle
reprochada como injuriosa cuando estaba clavado en la cruz (cf Mt 27,
39-40).
586 Lejos de haber sido hostil al Templo (cf Mt 8, 4; 23, 21; Lc 17,
14; Jn 4, 22) donde expuso lo esencial de su enseñanza (cf Jn 18, 20),
Jesús quiso pagar el impuesto del Templo asociándose con Pedro (cf
Mt 17, 24-27), a quien acababa de poner como fundamento de su
futura Iglesia (cf Mt 16, 18). Aún más, se identificó con el Templo
presentándose como la morada definitiva de Dios 797 entre los
hombres (cf Jn 2, 21; Mt 12, 6). Por eso su muerte corporal (cf Jn 2,
18-22) anuncia la destrucción del Templo que señalará la entrada en
una nueva edad de la historia de la salvación: "Llega la hora en que, ni
en este monte, ni en Jerusalén adoraréis 1179 al Padre" (Jn 4, 21; cf Jn
4, 23-24; Mt 27, 51; Hb 9, 11; Ap 21, 22).
lll JESUS Y LA FE DE ISRAEL EN EL DIOS UNICO Y SALVADOR
587 J/ESCANDALO: Si la Ley y el Templo pudieron ser ocasión de
"contradicción" (cf /Lc/02/34) entre Jesús y las autoridades religiosas
de Israel, la razón está en que Jesús, para la redención de los pecados
-obra divina por excelencia-, acepta ser verdadera piedra de escándalo
para aquellas autoridades (cf Lc 20, 17-18; Sal 118, 22).
588 Jesús escandalizó a los fariseos comiendo con los publicanos y
los pecadores (cf Lc 5, 30) tan familiarmente como con ellos mismos (cf
Lc 7, 36; 11, 37; 14, 1). Contra algunos de los "que se tenían por
justos y despreciaban a los demás" (Lc 18, 9; cf Jn 7, 49; 9, 34), Jesús
afirmó: "No he venido a llamar a conversión a 545 justos, sino a
pecadores" (Lc 5, 32). Fue más lejos todavía al proclamar frente a los
fariseos que, siendo el pecado una realidad universal (cf Jn 8, 33-36),
los que pretenden no tener necesidad de salvación se ciegan con
respecto a sí mismos (cf Jn 9, 40-41).
589 Jesús escandalizó sobre todo porque identificó su conducta
misericordiosa hacia los pecadores con la actitud de Dios mismo con
respecto a ellos (cf Mt 9, 13; Os 6, 6). Llegó incluso a dejar entender
que compartiendo la mesa con los pecadores (cf Lc 15, 1 2), los
admitía al banquete mesiánico (cf Lc 15, 22-32). Pero es
especialmente, al perdonar los pecados, cuando Jesús puso a las
autoridades de Israel ante un dilema. Porque como ellas dicen,
justamente 431 1441 asombradas, "¿Quién puede perdonar los
pecados sino sólo Dios?" (Mc 2, 7). Al perdonar los pecados, o bien
Jesús blasfema porque es un hombre que pretende hacerse igual a
Dios (cf Jn 5, 18; 10, 33) o bien dice verdad y su persona hace
presente y revela 432 el Nombre de Dios (cf Jn 17, 6.26).
590 Sólo la identidad divina de la persona de Jesús puede justificar
una exigencia tan absoluta como ésta: "El que no está conmigo está
contra mf' (Mt 12, 30); lo mismo cuando dice que él es "más que
Jonás... más que Salomón" (Mt 12, 41-42), "más que el Templo" (Mt 12,
6); cuando recuerda, refiriéndose a que David llama al Mesías su
Señor (cf Mt 12, 36-37), cuando afirma: "Antes 253 que naciese
Abraham, Yo soy" (Jn 8, 58); e incluso: "El Padre y yo somos una sola
cosa" (Jn 10, 30).
591 Jesús pidió a las autoridades religiosas de Jerusalén creer en El
en virtud de las obras de su Padre que el realizaba (Jn 10, 36-38).
Pero tal acto de fe debía pasar por una misteriosa muerte a 526 sí
mismo para un nuevo "nacimiento de lo alto" (Jn 3, 7) atraído por la
gracia divina (cf Jn 6, 44). Tal exigencia de conversión frente a un
cumplimiento tan sorprendente de las promesas (cf Is 53, 1) permite
comprender el trágico desprecio del Sanedrín al estimar 574 que Jesús
merecía la muerte como blasfemo (cf Mc 3, 6; Mt 26, 64-66). Sus
miembros obraban así tanto por "ignorancia" (cf Lc 23, 34; Hch 3,
17-18) como por el "endurecimiento" (Mc 3, 5; Rm 11, 25) de la
"incredulidad" (Rm 11, 20).
RESUMEN
592 Jesús no abolió la Ley del Sinaí, sino que la perfeccionó (cf Mt
5, 17-19) de tal modo (cf Jn 8, 46) que reveló su hondo sentido (cf Mt
5, 33) y satisfizo por las transgresiones contra ella (cf Hb 9, 15).
593 Jesús veneró el Templo subiendo a él en peregrinación en las
fiestas judías y amó con gran celo esa morada de Dios entre los
hombres. El Templo prefigura su Misterio. Anunciando la destrucción
del Templo anuncia su propia muerte y la entrada en una nueva edad
de la historia de la sal vación, donde su cuerpo será el Templo
definitivo.
594 Jesús realizó obras como el perdón de los pecados que lo
revelaron como Dios Salvador (cf Jn 5, 16-18). Algunos judíos que no
le reconocían como Dios hecho hombre (cf Jn 1, 14) veían en él a "un
hombre que se hace Dios" (Jn 10, 33), y lo juzgaron como un
blasfemo.
Párrafo 2
JESUS MURIO CRUCIFICADO
I EL PROCESO DE JESUS
Divisiones de las autoridades judías respecto a Jesús
595 Entre las autoridades religiosas de Jerusalén, no solamente el fariseo
Nicodemo (cf Jn 7,50) o el notable José de Arimatea eran en secreto
discípulos de Jesús (cf Jn l9, 38-39), sino que durante mucho tiempo hubo
disensiones a propósito de El (cf Jn 9, 16-17; 10, 19-21) hasta el punto de que
en la misma víspera de su pasión, S. Juan pudo decir de ellos que "un buen
número creyó en él", aunque de una manera muy imperfecta (Jn 12, 42). Eso
no tiene nada de extraño si se considera que al día siguiente de Pentecostés
"multitud de sacerdotes iban aceptando la fe" (Hch 6, 7) y que "algunos de la
secta de los fariseos... habían abrazado la fe" (Hch 15,5) hasta el punto de
que Santiago puede decir a S. Pablo que "miles y miles de judíos han
abrazado la fe, y todos son celosos partidarios de la Ley" (Hch 21, 20).
596 Las autoridades religiosas de Jerusalén no fueron unánimes en la
conducta a seguir respecto de Jesús (cf Jn 9, 16; 10, 19). Los fariseos
amenazaron de excomunión a los que le siguieran (cf Jn 9, 22). A los que
temían que "todos creerían en él; y vendrían los romanos y destruirían nuestro
Lugar Santo y nuestra nación" (Jn 11, 48), el sumo sacerdote Caifás 1753 les
propuso profetizando: "Es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que
perezca toda la nación" (Jn 11, 49-50). El Sanedrín declaró a Jesús "reo de
muerte" (Mt 26, 66) como blasfemo, pero, habiendo perdido el derecho a
condenar a muerte a nadie (cf Jn 18, 31), entregó a Jesús a los romanos
acusándole de revuelta política (cf Lc 23, 2), lo que le pondrá en paralelo con
Barrabás acusado de "sedición" (Lc 23,19). Son también las amenazas
políticas las que los sumos sacerdotes ejercen sobre Pilato para que éste
condene a muerte a Jesús (cf Jn 19,12.15.21).
Los judíos no son responsables colectivamente de la muerte de
Jesús
597 JUDIOS/RBA-MU-J: Teniendo en cuenta la complejidad
histórica manifestada en las narraciones evangélicas sobre el proceso
de Jesús y sea cual sea el pecado personal de los protagonistas del
proceso (Judas, el Sanedrín, Pilato), lo cual solo Dios conoce, no se
puede atribuir la responsabilidad del proceso al conjunto de los judíos
de Jerusalén, a pesar de los gritos de una muchedumbre manipulada
(cf Mc 15, 11) y de las acusaciones colectivas contenidas en las
exhortaciones a la conversión después de Pentecostés (cf Hch 2, 23.
36; 3, 13-14; 4 10, 5, 30; 7, 52; 10, 39; 13, 27-28; 1 Ts 2, 14-15). El
mismo Jesüs perdonando en la Cruz (cf Lc 23, 34) y Pedro siguiendo
su 1735 ejemplo apelan a "la ignorancia" (Hch 3, 17) de los judíos de
Jerusalén e incluso de sus jefes. Y aún menos, apoyándose en el grito
del pueblo: "¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!" (Mt 27,
25), que significa una fórmula de ratificación (cf Hch 5, 28; 18, 6), se
podría ampliar esta responsabilidad a los restantes judíos en el
espacio y en el tiempo:
Tanto es así que la Iglesia ha declarado en el Concilio Vaticano II: "Lo que
se perpetró en su pasión no puede ser imputado indistintamente a todos los
judíos que vivían entonces ni a los judíos de hoy... 839 No se ha de señalar a
los judíos como reprobados por Dios y malditos como si tal cosa se dedujera
de la Sagrada Escritura" (NA 4).
Todos los pecadores fueron los autores de la Pasión de Cristo
598 P/CAUSA-MU-J J/MU-CAUSA: La Iglesia, en el magisterio de
su fe y en el testimonio de sus santos no ha olvidado jamás que "los
pecadores mismos fueron los autores y como los instrumentos de todas
las penas que soportó el divino Redentor" (Catech. R. I, 5, 11; cf Hb 12,
3). Teniendo en cuenta que nuestros pecados alcanzan a Cristo mismo
(cf Mt 25, 45, Hch 9, 4-5), la Iglesia no duda en imputar a los cristianos
la responsabilidad más grave en el suplicio de Jesús, responsabilidad
con la que ellos, con demasiada frecuencia, han abrumado únicamente
a los judíos:
1851 Debemos considerar como culpables de esta horrible falta a los que
continúan recayendo en sus pecados. Ya que son nuestras malas acciones
las que han hecho sufrir a Nuestro Señor Jesucosto el suplicio de la cruz, sin
ninguna duda los que se sumergen en los desórdenes y en el mal "crucifican
por su parte de nuevo al Hijo de Dios y le exponen a pública infamia" (Hb 6,
6). Y es necesario reconocer que nuestro crimen en este caso es mayor que
el de los judíos. Porque según el testimonio del apóstol, "de haberlo conocido
ellos no habrían crucificado jamás al Señor de la Gloria" (1 Co 2, 8). Nosotros,
en cambio, hacemos profesión de conocerle. Y cuando renegamos de El con
nuestras acciones, ponemos de algún modo sobre El nuestras manos
criminales (Catech. R.1, 5,11).
Y los demonios no son los que le han crucificado; eres tú quien con ellos
lo has crucificado y lo sigues crucificando todavía, deleitándote en los vicios y
en los pecados (S. Francisco de Asís, admon.5,3).
II LA MUERTE REDENTORA DE CRISTO
EN EL DESIGNIO DIVINO DE SALVACION
"Jesús entregado según el preciso designio de Dios"
599 La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una
desgraciada constelación de circunstancias. Pertenece al misterio del
designio de Dios, como lo explica S. Pedro a los 517 judíos de
Jerusalén ya en su primer discurso de Pentecostés: "Fue entregado
según el determinado designio y previo conocimiento de Dios" (Hch 2,
23). Este lenguaje bíblico no significa que los que han "entregado a
Jesús" (Hch 3, 13) fuesen solamente ejecutores pasivos de un drama
escrito de antemano por Dios.
600 Para Dios todos los momentos del tiempo están presentes en
su actualidad. Por tanto establece su designio eterno de
"predestinación" incluyendo en él la respuesta libre de cada hombre a
su gracia: "Sí, verdaderamente, se han reunido en esta ciudad contra
tu santo siervo Jesús, que tú has ungido, Herodes y Poncio Pilato con
las naciones gentiles y los pueblos de Israel (cf Sal 2, 1-2), de tal
suerte que ellos han cumplido todo lo que, en tu poder y tu sabiduría,
habías predestinado" (Hch 4, 27-28). Dios ha permitido 312 los actos
nacidos de su ceguera (cf Mt 26, 54; Jn 18, 36; 19, 11) para realizar su
designio de salvación (cf Hch 3, 17- 18).
"Muerto por nuestros pecados según las Escrituras"
601 Este designio divino de salvación a través de la muerte del
"Siervo, el Justo" (Is 53, ll; cf Hch 3, 14) había sido anunciado antes en
la Escritura como un misterio de redención universal, es decir, de
rescate que libera a los hombres de la esclavitud del pecado (cf Is 53,
11-12; Jn 8, 34-36). S. Pablo profesa en una confesión de fe que dice
haber "recibido" (1 Co 15, 3) que "Cristo ha muerto 652 por nuestros
pecados según las Escrituras" (ibíd.; cf también Hch 3, 18; 7, 52; 13,
29; 26, 22-23). La muerte redentora de Jesús cumple 713, en
particular, la profecía del Siervo doliente (cf Is 53, 7-8 y Hch 8, 32-35).
Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del
Siervo doliente (cf Mt 20, 28). Después de su Resurrección dio esta
interpretación de las Escrituras a los discípulos de Emaús (cf Lc 24,
25-27), luego a los propios apóstoles (cf Lc 24, 44-45).
"Dios le hizo pecado por nosotros"
602 En consecuencia, S. Pedro pudo formular así la fe apostólica en
el designio divino de salvación: "Habéis sido rescatados de la conducta
necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata,
sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin
mancilla, Cristo, predestinado antes de la creación del mundo y
manifestado en los últimos tiempos a causa de vosotros" (1 P 1,
18-20). Los pecados de los hombres, consecuencia del 400 pecado
original, están sancionados con la muerte (cf Rm 5, 12; 1 Co 15, 56). Al
enviar a su propio Hijo en la condición de esclavo (cf Flp 2, 7), la de
una humanidad caída y destinada a la muerte a causa del pecado (cf
Rm 8, 3), "a quien no conoció pecado, Dios le hizo 519 pecado por
nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él"
(/2Co/05/21).
603 Jesús no conoció la reprobación como si él mismo hubiese
pecado (cf Jn 8, 46). Pero, en el amor redentor que le unía siempre al
Padre (cf Jn 8, 29), nos asumió desde el alejamiento con relación a
Dios por nuestro pecado hasta el punto de poder decir en nuestro
nombre en la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?" (Mc 15, 34; Sal 22, 2). Al haberle hecho así solidario
2572 con nosotros, pecadores, "Dios no perdonó ni a su propio Hijo,
antes bien le entregó por todos nosotros" (Rm 8, 32) para que
fuéramos "reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo" (Rm 5, 10).
Dios tiene la iniciativa del amor redentor universal
604 211 Al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios manifiesta
que su designio sobre nosotros es un designio de amor benevolente
2009 que precede a todo mérito por nuestra parte: "En esto consiste el
amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos
amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros 1825
pecados" (1 Jn 4, 10; cf 4, 19). "La prueba de que Dios nos ama es
que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros"
(Rm 5, 8).
605 Jesús ha recordado al final de la parábola de la oveja perdida
que este amor es sin excepción: "De la misma manera, no es voluntad
de vuestro Padre celestial que se pierda uno de estos pequeños" (Mt
18, 14). Afirma "dar su vida en rescate por muchos" (Mt 20, 28); este
último término no es restrictivo: opone el conjunto 402 de la humanidad
a la única persona del Redentor que se entrega para salvarla (cf Rm 5,
18-19). La Iglesia, siguiendo a los Apósto les (cf 2 Co 5, 15; 1 Jn 2, 2),
enseña que Cristo ha muerto por todos los hombres sin excepción: "no
hay, ni hubo ni habrá hombre 634 2793 alguno por quien no haya
padecido Cristo" (Cc. Quiercy en el año 853: DS 624).
III CRISTO SE OFRECIO A SU PADRE POR NUESTROS PECADOS
Toda la vida de Cristo es ofrenda al Padre
606 El Hijo de Dios "bajado del cielo no para hacer su voluntad 517
sino la del Padre que le ha enviado" (Jn 6, 38), "al entrar en este
mundo, dice: ... He aquí que vengo... para hacer, oh Dios, tu voluntad...
En virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de
una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo" (Hb 10, 5-10). Desde el
primer instante de su Encarnación el Hijo acepta el designio divino de
salvación en su misión redentora: "Mi alimento es hacer la voluntad del
que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (Jn 4, 34). El sacrificio de
Jesús "por los pecados del 536 mundo entero" (1 Jn 2, 2), es la
expresión de su comunión de amor con el Padre: "El Padre me ama
porque doy mi vida" (Jn 10, 17). "El mundo ha de saber que amo al
Padre y que obro según el Padre me ha ordenado" (Jn 14, 31).
607 Este deseo de aceptar el designio de amor redentor de su
Padre anima toda la vida de Jesús (cf Lc 12, 50; 22, 15; Mt 16, 21-23)
porque su Pasión redentora es la razón de ser de su 457 Encarnación:
"¡Padre líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para
esto!" (Jn 12, 27). "El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo voy a
beber?" (Jn 18, 11 ). Y todavía en la cruz, antes de que "todo esté
cumplido" (Jn 19, 30), dice: "Tengo sed" (Jn l9, 28).
"El cordero que quita el pecado del mundo"
608 523 Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en
compañía de los pecadores (cf Lc 3, 21; Mt 3, 14-15), vio y señaló a
Jesús como el "Cordero de Dios que quita los pecados del mundo"
(/Jn/01/29; cf /Jn/01/36). Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo
doliente que se deja llevar en silencio al matadero (Is 53, 7; cf Jr 11,
19) y carga con el pecado de las multitudes (cf Is 53, 12) y el cordero
pascual símbolo de la redención de Israel cuando celebró la primera
Pascua (Ex 12, 3-14; cf Jn 19, 36; 1 Co 5, 7). Toda 517 la vida de
Cristo expresa su misión: "Servir y dar su vida en rescate por muchos"
(Mc 10, 45).
Jesús acepta libremente el amor redentor del Padre
609 478 Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padre
hacia los hombres, "los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1) porque "nadie
tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos" (Jn 15, 13).
Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su humanidad 515 se hizo el
instrumento libre y perfecto de su amor divino que quiere la salvación
de los hombres (cf Hb 2, 10.17-18; 4, 15; 5, 7-9). 272 539 En efecto,
aceptó libremente su pasión y su muerte por amor a su Padre y a los
hombres que el Padre quiere salvar: "Nadie me quita la vida; yo la doy
voluntariamente" (Jn 10, 18). De aquí la soberana libertad del Hijo de
Dios cuando El mismo se encamina hacia la muerte (cf Jn 18, 4-6; Mt
26, 53).
Jesús anticipó en la cena la ofrenda libre de su vida
610 EU/MEMORIAL-SC: Jesús expresó de forma suprema la
ofrenda libre de sí mismo 766 en la cena tomada con los Doce
Apóstoles (cf Mt 26, 20), en "la noche en que fue entregado" (1 Co 11,
23). En la víspera de su 1337 Pasión, estando todavía libre, Jesús hizo
de esta última Cena con sus apóstoles el memorial de su ofrenda
voluntaria al Padre (cf 1 Co 5, 7), por la salvación de los hombres:
"Este es mi Cuerpo que va a ser entregado por vosotros" (Lc 22, 19).
"Esta es mi sangre de la Alianza que va a ser derramada por muchos
para remisión de los pecados" (Mt 26, 28).
611 1364 La Eucaristía que instituyó en este momento será el
"memorial" (1 Co 11, 25) de su sacrificio. Jesús incluye a los apóstoles
en su propia ofrenda y les manda perpetuarla (cf Lc 22, 19). Así 1341
1566 Jesús instituye a sus apóstoles sacerdotes de la Nueva Alianza:
"Por ellos me consagro a mí mismo para que ellos sean también
consagrados en la verdad" (Jn 17, 19; cf Cc. Trento: DS 1752, 1764).
La agonía de Getsemaní
612 J/GETSEMANI: El cáliz de la Nueva
Alianza que Jesús anticipó en la Cena al ofrecerse a sí mismo (cf Lc 22,
20), lo acepta a continuación de manos del Padre en su agonía de
Getsemaní (cf Mt 26, 42) haciéndose "obediente hasta la muerte" (Flp
2, 8; cf Hb 5, 7-8). Jesús 532 ora: "Padre mío, si es posible, que pase
de mí este cáliz..." (Mt 26, 39) 2600. Expresa así el horror que
representa la muerte para su naturaleza humana. Esta, en efecto,
como la nuestra, está destinada a la vida eterna; además, a diferencia
de la nuestra, está perfectamente exenta de pecado (cf Hb 4, 15) que
es la causa de la muerte (cf Rm 5, 12); pero sobre todo está asumida
por la persona divina del "Príncipe de la Vida" (Hch 3, 15), de "el que
vive" (Ap 1, 18; cf Jn 1, 4; 5, 26). Al aceptar en su voluntad humana
que se haga la voluntad del Padre (cf Mt 26, 42), acepta su muerte
como redentora 1009 para "llevar nuestras faltas en su cuerpo sobre el
madero" (1 P 2, 24).
La muerte de Cristo es el sacrificio único y definitivo
613 La muerte de Cristo es a la vez el sacrificio pascual que 1366
lleva a cabo la redención definitiva de los hombres (cf 1 Co 5, 7; Jn 8,
34-36) por medio del "cordero que quita el pecado del mundo" (Jn 1,
29; cf 1 P 1, 19) y el sacrificio de la Nueva Alianza (cf 1 Co 11, 25) que
devuelve al hombre a la comunión con Dios 2009 (cf Ex 24, 8)
reconciliándole con El por "la sangre derramada por muchos para
remisión de los pecados" (Mt 26, 28; cf Lv 16, 15-16).
614 Este sacrificio de Cristo es único, da plenitud y sobrepasa 529
1330 a todos los sacrificios (cf Hb 10, 10). Ante todo es un don del
mismo Dios Padre: es el Padre quien entrega al Hijo para
reconciliarnos con El (cf Jn 4, 10). Al mismo tiempo es ofrenda del Hijo
de 2100 Dios hecho hombre que, libremente y por amor (cf Jn 15, 13),
ofrece su vida (cf Jn 10, 17-18) a su Padre por medio del Espíritu
Santo (cf Hb 9, 14), para reparar nuestra desobediencia.
Jesús reemplaza nuestra desobediencia por su obediencia
615 "Como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron
constituidos pecadores, así también por la obediencia de 1850 uno solo
todos serán constituidos justos" (Rm 5, 19). Por su obediencia hasta la
muerte, Jesús llevó a cabo la sustitución del Siervo doliente que "se dio
a sí mismo en expiación", "cuando llevó el 433 pecado de muchos", a
quienes "justificará y cuyas culpas soportará" (Is 53, 10-12) 411. Jesús
repara por nuestras faltas y satisface al Padre por nuestros pecados
(cf Cc. de Trento: DS 1529).
En la cruz, Jesús consuma su sacrificio
616 El "amor hasta el extremo" (Jn 13, 1) es el que confiere su valor
de redención y de reparación, de expiación y de satisfacción al
sacrificio de Cristo. 478 Nos ha conocido y amado a todos en la ofrenda
de su vida (cf Ga 2, 20; Ef 5, 2.25). "El amor de Cristo nos apremia al
pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron" (2 Co 5,
14). Ningún hombre aunque fuese el más santo estaba en condiciones
de tomar sobre sí los pecados de todos los hombres y ofrecerse en
sacrificio por todos. La existencia en Cristo 468 de la persona divina del
Hijo, que al mismo tiempo sobrepasa y abraza a todas las personas
humanas, y que le constituye Cabeza 519 de toda la humanidad, hace
posible su sacrificio redentor por todos.
617 1992 "Sua sanctissima passione in ligno crucis nobis
justificationem meruit" ("Por su sacratísima pasión en el madero de la
cruz nos mereció la justificación") enseña el Concilio de Trento (DS
1529) subrayando el carácter único del sacrificio de Cristo como 1235
"causa de salvación eterna" (Hb 5, 9). Y la Iglesia venera la Cruz
cantando: "O crux, ave, spes unica" ("Salve, oh cruz, única esperanza",
himno "Vexilla Regis").
Nuestra participación en el sacrificio de Cristo
618 CZ/PARTICIPARLA: La Cruz es el único sacrificio de Cristo
"único mediador entre Dios y los hombres" (1 Tm 2, 5). Pero, porque
en su Persona divina encarnada, "se ha unido en cierto modo con todo
hombre" (GS 22, 2), El "ofrece a todos la posibilidad de que, en la
forma de Dios sólo conocida, se asocien a este misterio pascual" (GS
22, 5). 1368 1460 El llama a sus discípulos a "tomar su cruz y a seguirle"
(Mt 16, 24) porque El "sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para
que sigamos 307 2100 sus huellas" (1 P 2, 21). El quiere en efecto
asociar a su sacrificio redentor a aquellos mismos que son sus
primeros beneficiarios (cf Mc 10, 39; Jn 21, 18-19; Col 1, 24). Eso lo
realiza en forma 964 excelsa en su Madre, asociada más íntimamente
que nadie al misterio de su sufrimiento redentor (cf Lc 2, 35):
Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo (Sta. Rosa de
Lima, vida).
RESUMEN
619 "Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras" (l Co
15, 3).
620 Nuestra salvación procede de la iniciativa del amor de Dios
hacia nosotros porque "El nos amó y nos envió a su Hijo como
propiciación por nuestros pecados" (I Jn 4, 10). "En Cristo estaba Dios
reconciliando al mundo consigo " (2 Co 5, 19).
621 Jesús se ofrecía libremente por nuestra salvación. Este don lo
significa y lo realiza por anticipado durante la última cena: "Este es mi
cuerpo que va a ser entregado por vosotros" (Lc 22, 19).
622 La redención de Cristo consiste en que El "ha venido a dar su
vida como rescate por muchos " (Mt 20, 28), es decir, "a amar a los
suyos hasta el extremo" (Jn 13, 1) para que ellos fuesen "rescatados
de la conducta necia heredada de sus padres" (1 P 1, 18).
623 Por su obediencia amorosa a su Padre, "hasta la muerte de
cruz" (Flp 2, 8), Jesús cumplió la misión expiatoria (cf Is 53, 10) del
Siervo doliente que "justifica a muchos cargando con las culpas de
ellos" (Is 53, 11; cf Rm 5, 19).
Parrafo 3
JESUCRISTO FUE SEPULTADO
624 "Por la gracia de Dios, gustó la muerte para bien de todos" (Hb
2, 9). En su designio de salvación, Dios dispuso que su Hijo no
solamente "muriese por nuestros pecados" (1 Co 15, 3) sino también
que "gustase la muerte", es decir, que conociera el estado de muerte,
el estado de separación entre su alma y su cuerpo, 1005 362 durante el
tiempo comprendido entre el momento en que El expiró en la Cruz y el
momento en que resucitó. Este estado de Cristo muerto es el misterio
del sepulcro y del descenso a los infiernos.. Es el misterio del Sábado
Santo en el que Cristo depositado en la tumba (cf Jn 19, 42) manifiesta
el gran reposo sabático de Dios (cf Hb 4, 4-9) 349 después de realizar
(cf Jn 19, 30) la salvación de los hombres, que establece en la paz al
universo entero (cf Col 1, 18-20).
El cuerpo de Cristo en el sepulcro
625 La permanencia de Cristo en el sepulcro constituye el vínculo
real entre el estado pasible de Cristo antes de Pascua y su actual
estado glorioso de resucitado. Es la misma persona de "El que vive"
que puede decir: "estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos
de los siglos" (Ap 1, 18):
Dios [el Hijo] no impidió a la muerte separar el alma del cuerpo, según el
orden necesario de la naturaleza, pero los reunió de nuevo, uno con otro, por
medio de la Resurrección, a fin de ser El mismo en persona el punto de
encuentro de la muerte y de la vida deteniendo en El la descomposición de la
naturaleza que produce la muerte y resultando El mismo el principio de
reunión de las partes separadas (S. Gregorio Niceno, or. catech. 16).
626 Ya que el "Príncipe de la vida que fue llevado a la muerte" (Hch
3, 15) es al mismo tiempo "el Viviente que ha resucitado" (Lc 24, 5-ó),
era necesario que la persona divina del Hijo de Dios 470 650 haya
continuado asumiendo su alma y su cuerpo separados entre sí por la
muerte:
Por el hecho de que en la muerte de Cristo el alma haya sido separada de
la carne, la persona única no se encontró dividida en dos personas; porque el
cuerpo y el alma de Cristo existieron por la misma razón desde el principio en
la persona del Verbo; y en la muerte, aunque separados el uno de la otra,
permanecieron cada cual con la misma y única persona del Verbo (S. Juan
Damasceno, f. o. 3, 27).
"No dejarás que tu santo vea la corrupción"
627 1009 La muerte de Cristo fue una verdadera muerte en cuanto
que puso fin a su existencia humana terrena. Pero a causa de la unión
que la Persona del Hijo conservó con su cuerpo, éste no fue un 1683
despojo mortal como los demás porque "no era posible que la muerte
lo dominase" (Hch 2, 24) y por eso de Cristo se puede decir a la vez:
"Fue arrancado de la tierra de los vivos" (Is 53, 8); y: "mi carne
reposará en la esperanza de que no abandonarás mi alma en el
Infierno ni permitirás que tu santo experimente la corrupción" (Hch 2,
26-27; cf Sal 16, 9-10). La Resurrección de Jesús "al tercer día" (1 Co
15, 4; Lc 24, 46; cf Mt 12, 40; Ion 2, 1; Os 6, 2) era el signo de ello,
también porque se suponía que la corrupción se manifestaba a partir
del cuarto día (cf Jn 11,39).
"Sepultados con Cristo... "
628 537 BAU/MUERTE: El Bautismo, cuyo signo original y pleno es
la inmersión, significa eficazmente la bajada del cristiano al sepulcro
muriendo al pecado con Cristo para una nueva vida: "Fuimos, pues,
con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual
que 1215 Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la
gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva"
(/Rm/06/04; cf Col 2, 12; Ef 5, 26).
RESUMEN
629 Jesús gustó la muerte para bien de todos (cf Hb 2, 9). Es
verdaderamente el Hijo de Dios hecho hombre que murió y fue
sepultado.
630 Durante el tiempo que Cristo permaneció en el sepulcro su
Persona divina conti- nuó asumiendo tanto su alma como su cuerpo,
separados sin embargo entre sí por causa de la muerte. Por eso el
cuerpo muerto de Cristo "no conoció la corrupción" (Hch 13, 37).