ITINERARIOS DE FE PARA LA FORMACIÓN ESPIRITUAL DEL «MINISTRO DE LA PALABRA» 

SER CATEQUISTA HOY 10
por GAETANO GATTI 


IV

LOS LAICOS,
TESTIGOS DE LA PRESENCIA DE CRISTO
EN EL MUNDO DE HOY


«VOSOTROS SOIS LA SAL DE LA TIERRA... LA LUZ DEL 
MUNDO» (Mt 5,13-14) 
Tu condición de joven, de muchacha, de adulto..., es decir, de 
persona concretamente comprometida en las realidades de cada 
día: en el trabajo, en la clase, en las múltiples actividades que la 
sociedad reserva a cada cual... ¿tiene un sentido para tu servicio a 
la Palabra? 
Tu situación de obrero, de estudiante, de profesional, tiene una 
innegable importancia en el ministerio catequético, dado que la 
Palabra de Dios que transmites a los muchachos no se improvisa ni 
baja de lo alto, sino que es filtrada, sobre todo, por tu existencia 
cotidiana. 
Tiene el sabor de la fatiga de cada día; es el reverbero de las 
dificultades que encuentras para vivir, en la clase o en el mundo 
del trabajo, tu originalidad cristiana; lleva consigo y proclama una 
Palabra que trata de encarnarse en las diversas y múltiples 
situaciones de tu existencia. 
Jesucristo, hablando de sus discípulos, dice: ~Vosotros sois la 
sal de la tierra, pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se la 
salará?... Vosotros sois la luz del mundo... brille vuestra luz delante 
de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen 
a vuestro Padre que está en los cielos (Mt 5,13.14.16). 
En estas imágenes se halla expresada la idea de la presencia 
significativa y transformadora de los laicos en las realidades 
cotidianas con la palabra y con la vida. 
¿Hay también, pues, un modo laical de ejercitar el ministerio 
catequístico? ¿Cómo se presenta en la Iglesia el catequista laico? 



1. «EL SENTIDO DE LA FE 
Y LA GRACIA DE LA PALABRA» 
DE LOS LAICOS (LG 35) 
LAICO/MISION-I-MUNDO: No se puede hablar de originalidad 
del ministerio catequético de los seglares si éstos no son 
conscientes de su propia dignidad dentro de la Iglesia, en la que 
son llamados a desempeñar una función insustituible. 
Sólo de esta manera le es posible al catequista laico transmitir y 
hacer explícita a los muchachos «toda la riqueza del misterio de 
Cristo» (RdC 187). 
Tu condición de laico, por lo tanto, no es indiferente al servicio 
de la Palabra; al contrario, es necesaria para la Iglesia, a fin de 
que ésta pueda desempeñar su misión evangelizadora de una 
manera completa. 
La comunidad cristiana descubre efectivamente en ti un factor 
importante de su presencia en el mundo. Tiene, pues, necesidad 
de catequistas laicos. Debes ser consciente de tu originalidad, 
invocada hoy por una Iglesia que desea no estar simplemente al 
lado de los otros, sino que son juntamente solidarios y 
corresponsables. ¿Cuál es, pues, la identidad del catequista laico? 
¿Por qué es indispensable e insustituible hoy día en la comunidad 
cristiana?

El servicio a la interpretación de la Palabra 
Cuando se habla de corresponsabilidad profética de los laicos 
en la Iglesia, existe siempre el peligro de restringirla al momento 
del anuncio de la propuesta cristiana, es decir, a la fase de la 
transmisión catequética. 
CR/PROFETA: Es ésta una imagen limitada del papel del 
catequista laico respecto a la Palabra de Dios. Se seguiría de ella 
una forma de subordinación pasiva o el estado de simple 
«agregado» a la transmisión del mensaje cristiano. Es competencia 
del laico, ante todo, la función profética de liberar y expresar la 
significativa riqueza de la Palabra a partir del propio estado de 
vida, con su pluralidad de situaciones, conflictos y contradicciones. 
Es una participación directa en la misión profética de Cristo. 
«Cristo, el gran Profeta..., cumple su misión profética... también por 
medio de los laicos, a quienes constituye, por tanto, testigos y los 
instruye en el sentido de la fe y en la gracia de su Palabra [cf. 
Hech 2, 17-18; Ap 19,10], para que la fuerza del Evangelio brille en 
la vida cotidiana, familiar y social» (LG 35). 
En este sentido, los laicos reciben especiales ayudas. En efecto, 
«Cristo Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, queriendo continuar su 
testimonio y su servicio también por medio de los laicos, los vivifica 
con su Espíritu» (LG 34), porque «no puede el Evangelio penetrar 
profundamente en la mentalidad, en la vida y en el trabajo de un 
pueblo, sin la presencia activa de los laicos» (AG 21). 
«Por este motivo, han de trabajar vivamente los laicos para 
conocer más profundamente la verdad revelada, impetrando 
insistentemente de Dios el don de la sabiduría» (LG 35) en 
comunión con la Iglesia y en el respeto de todas y cada una de las 
competencias. 
CR/CATI-DE-JURE: Antes de ser catequista de un grupo de 
muchachos, eres catequista de toda la comunidad en virtud de tu 
condición de laico, de la que dimana una interpretación original y 
nueva de la Palabra (cf. RdC 196). 
Es verdad que no estás solo en este arduo y difícil menester, 
que requiere preparación, sino que actúas juntamente con los 
demás, en particular en el grupo de los catequistas, donde se 
elaboran las interpretaciones actuales de la Palabra de Dios. Es 
importante que en esta experiencia comunitaria, cada cual: 
­someta a la Palabra los problemas que vive cada día en el 
trabajo, en la escuela, en la convivencia social, etc.; 
­averigue el significado cristiano de la actividad humana, 
descubriendo sus valores y desvalores; 
­redescubra el proyecto de Dios acerca del hombre, de la 
historia y del mundo. 

Cuando te prepares para un encuentro de catequesis, no «te 
apresures» a hacer únicamente la lectura del texto, sino que 
interroga sobre todo a tu existencia, para descubrir en ella las 
interpretaciones de fe más cercanas a la vida de tus muchachos. 

Testigos del evangelio que ilumina y penetra las realidades 
humanas 
CR/ORDEN-TEMPORAL: La capacidad interpretativa de la 
Palabra de Dios, que los laicos ejercitan en comunión con la 
Iglesia, les permite captar un nuevo sistema de significados en el 
interior de las áreas vitales que, en un cierto sentido, les son 
propias y en las que tratan de actualizar el misterio cristiano.
Estos sectores de la existencia, que suelen designarse con las 
expresiones «orden temporal» o «realidades temporales», 
«realidades terrenas», «carácter secular» (cf. AA 7; LG 31), 
pertenecen a la competencia específica de los laicos. 
Son ellos, por lo tanto, los llamados a especificar «todas las 
posibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero ya 
presentes y operantes, en las realidades del mundo» (EN 70). De 
este modo, los laicos llevan a cabo su auténtico servicio a la 
Palabra, porque extienden su capacidad significativa a las múltiples 
situaciones en las que operan. 
En el contacto concreto con la vida se elabora un lenguaje 
catequético incisivo. 
Si falta este primer impacto con la existencia laical, tu palabra, 
aun cuando sea clara y sencilla, resulta extraña a la vida. 

Efectivamente, los laicos, «aun cuando se ocupan de las cosas 
temporales, pueden y deben realizar una acción preciosa en orden a la 
evangelización del mundo... Esta evangelización, es decir, el mensaje de 
Cristo pregonado con el testimonio de la vida y de la palabra, adquiere 
una nota especifica y una eficacia peculiar por el hecho de que se realiza 
dentro de las condiciones comunes de la vida secular» (LG 35). 

Cuando te encuentras en la catequesis, esta tu sensibilidad 
cristiana de laico, llamado a participar en la misión de salvación de 
la Iglesia, es capaz de transmitir a tu servicio de la Palabra: 
­concreción (adquirida a partir de la vida cotidiana, con sus 
dificultades, incertidumbres, tentativas, posibilidades, etc.); 
­inmediatez (que rehuye la fácil abstracción de una 
comunicación árida en virtudes cristianas, para redescubrir en 
ellas propuestas de.vida); 
­sentido de eclesialidad (que nace de la búsqueda común, 
dentro de la Iglesia, de los modos de interpretar y vivir en términos 
actuales la Palabra de Dios). 

Bien es verdad que la mejor preparación para los encuentros de 
catequesis consiste en redescubrir en tu vida los diversos modos 
en que has intentado y conseguido testimoniar la propuesta 
cristiana en tu existencia. 

Un ministerio laical ya instituido: el lector 
LECTOR/MIRIO-LAICAL: Con la institución de los lectores, la 
Iglesia confió oficialmente al laico el ministerio de «proclamar la 
Palabra de Dios en la asamblea litúrgica, esforzarse por educar en 
la fe a los niños y a los adultos, prepararlos a recibir dignamente 
los sacramentos y anunciar el mensaje de la salvación a aquellos 
hombres que aún lo ignoran...» (Del Rito para la colación del 
lectorado). 
Es una comunidad cristiana la que reconoce a algunos de sus 
miembros la gracia particular del Espíritu para desempeñar el 
ministerio de la Palabra, con referencia a la eucaristía como 
momento culminante hacia el que converge toda actividad 
catequética. 
El lector es un don para la comunidad, a cuyo servicio actúa 
sobre todo en el ámbito de las diversas formas de anuncio de la 
propuesta cristiana, para que la Palabra de Dios cobre «vigor y 
fuerza en el corazón de los hombres» (del «Rito»). El es, en efecto, 
el encargado de: 
­animar el grupo de los catequistas para un crecimiento común 
en la escucha de la Palabra y en la capacidad de comunicarla a los 
distintos destinatarios; 
­presidir la organización catequética de la comunidad y 
garantizar su eficacia; 
­proclamar la Palabra de Dios en la asamblea litúrgica como 
punto obligado de referencia de toda actividad catequética.

El ministerio del lector es un reconocimiento oficial de la función 
profética propia de todo laico; algunos, por un especial don del 
Espíritu, son llamados a desempeñar dicha función con un mayor 
compromiso en la Iglesia.


2. «HERALDOS EFICACES DE LA FE 
EN LAS REALIDADES QUE ESPERAMOS» (LG 35) 
En conformidad con su estado dentro de la Iglesia, el laico 
establece su relación con Cristo a través de los compromisos que 
es llamado a sumir cada día en la vida cotidiana. 
Las realidades de este mundo, la convivencia humana con todos 
sus problemas, constituye el lugar en el que realiza su ser 
cristiano, se santifica y da gloria a Dios. 
El, más que ningún otro, advierte en sí la incitación a vivir el hoy 
de la Palabra de Dios, dado que todo lo que encuentra en su 
existencia no puede ser dejado al margen del evangelio. 
En efecto, «el carácter secular es propio y peculiar de los laicos» 
(LG 31) Por lo tanto, el modo mismo de hacer madurar su fe será 
secular, es decir, en contacto directo con las realidades humanas, 
integrando con ellas las propuestas cristianas y asumiendo sus 
valores como momentos en los que la Palabra de Dios descubre 
nuevos significados. 
De este modo, los laicos se convierten en «heraldos eficaces de 
la fe en las realidades que esperan» (LG 35), frente a un mundo a 
veces incrédulo, cuando no abiertamente adverso. 
Es cierto que el evangelio resultará más cercano a tus mismos 
muchachos si tu servicio catequético asume toda la riqueza que 
supone el ser laico cristiano hoy. Parecerá más natural advertir 
que el mensaje de la salvación está dirigido, ante todo, al hombre, 
a fin de que, haciéndose más hombre, llegue a transformarse en 
cristiano (cf GS 41). 
Se desprende de todo ello que el ministerio catequético del laico 
acentúa determinados aspectos de la propuesta de fe que hoy son 
especialmente tenidas en cuenta. 

Jesucristo, Señor del mundo 
En el continuado esfuerzo por animar la existencia cotidiana, 
entretejida de relaciones, compromisos y preocupaciones 
tendentes a la construcción de un mundo nuevo en la fe, el laico 
toma decisiones que constituyen un auténtico anuncio catequético. 

En sus opciones, inspiradas en el sentido de la pobreza y del 
servicio, en el amor, la fraternidad y el desinterés material, que son 
dones del Espíritu, el laico no se limita a «preparar mejor el campo 
del mundo para la siembra de la divina Palabra» (LG 36), sino que 
con su testimonio proclama ya la presencia de una comunidad 
nueva en el Señor resucitado. 
Su compromiso de solidaridad y de participación social no le es 
sugerido por un simple deseo humanitario de cooperación, sino 
por la fe, que permite entrever, dentro de la urdimbre del vivir 
cotidiano, la trama de un proyecto que reconduce a Jesucristo 
Señor. 
El ser y el obrar del cristiano en el mundo recibe sus 
motivaciones a la luz de determinadas convicciones muy 
importantes: 
­Dios es el dueño del universo, hacia el cual deben converger 
todas las cosas y todas las actividades como a su verdadero fin, al 
objeto de darle gloria. 
­Jesucristo es el Señor del mundo, el centro de la historia 
humana, hacia el cual caminan los hombres para llegar al 
encuentro definitivo. 
­El Espíritu Santo, con su fuerza y con su luz, sostiene al 
cristiano en esta obra de renovación, a fin de re-crear el mundo 
nuevo. 

Para encontrar al Señor, el laico no debe alejarse de las 
realidades de este mundo, sino que debe establecer una relación 
personal con Cristo a través de los compromisos de la vida 
secular. 
Con este programa podrás ayudar mejor a tus muchachos a 
caminar hacia Dios a través de las realidades y las situaciones de 
la vida humana, descubriendo en ellas la presencia transformadora 
del Señor resucitado, que dispone a los hombres y las cosas para 
el advenimiento del cielo nuevo y la tierra nueva (Apoc 21,1-5). 

El misterio de la encarnación 
MUNDO/ENC-RS VALORES-HMS/ENC-RS: Cuando en la 
catequesis se habla de las realidades humanas como pueden ser 
la profesión, el deporte, el trabajo, el estudio, el progreso, etc., se 
puede correr el peligro de instrumentalizarlas con respecto a la 
Palabra de Dios, presentándolas como si no fueran más que un 
simple punto de enganche o un soporte para «introducir» el tema 
de la fe, y que se abandona en seguida por demasiado 
embarazoso. 
Tal vez por este motivo se habla poco de ellas. Todo lo cual 
constituye un modo de infravalorar el misterio de la encarnación, 
en virtud del cual todo valor humano ha sido salvado por Cristo y 
elevado a la categoría de signo del encuentro con el Padre. 
Es importante, por consiguiente, reconocer en las realidades 
humanas «un valor propio que les ha sido otorgado por Dios, ya 
sea que se las considere en sí mismas, ya sea que se las 
considere como partes de todo el orden temporal... Esta su natural 
bondad se ve enriquecida por una especial dignidad, en virtud de 
su relación con la persona humana, a cuyo servicio han sido 
creadas» (AA 7). 
De hecho, y en virtud del Espíritu, el mundo en que vivimos 
espera ser renovado y dejar traslucir la gloria de Dios. Como 
catequista laico, estás especialmente obligado a detectar en todos 
los valores humanos, a los que tus propios muchachos aspiran (la 
justicia, la paz, los derechos del hombre, etc.), una huella de Dios. 

De la atención que les prestes pueden resultar más evidentes 
algunas verdades de fe. 
­La encarnación es un misterio de salvación que implica a todo 
el hombre como persona humana, y no sólo como creyente, hasta 
el punto de conferir un nuevo significado al trabajo, al sufrimiento, 
a la alegría y a toda actividad. 
­La resurrección de Jesucristo renueva el mundo, devolviéndole 
la posibilidad de ayudar al hombre a auto-realizarse plenamente a 
la luz de Dios, porque también la creación ha sido salvada. 
­A través del don del Espíritu, comunicado de manera especial 
en los sacramentos, el cristiano, con su obrar, se compromete a 
preparar día tras día el mundo nuevo. 

Es ésta una serie de consideraciones que permitirán a tus 
muchachos comprender que el mensaje de la salvación se refiere 
al hombre integral, concreto, situado en el mundo, en la realidad 
de hoy, en profunda comunión con sus expectativas, sus 
esperanzas, sus alegrías y sus sufrimientos. 

La fe en Dios Creador 
FE/DEBER-DE-ESTADO DEBETO/MUNDO-NUEVO: La 
realización del mundo nuevo se inicia con la obra de 
transformación de lo creado, según diversas competencias y 
vocaciones en relación a las igualmente diversas opciones 
profesionales, incluidas las aparentemente más humildes 
Puedes ser obrero, empleado, estudiante, profesional, etc Lo 
importante es que seas competente en tu puesto, y no por una 
simple exigencia de honradez, sino en virtud de la fe. En realidad, 
sólo de este modo contribuirás a realizar el proyecto de Dios 
acerca del mundo, es decir, a reconciliar todas las cosas en Cristo 
Jesús (cf Col 1,18). 
LAICO/RECREACION TRABAJO/RECREACION: Con su trabajo, 
el laico es el que más de cerca participa en la nueva creación. Por 
eso todos los laicos «tengan en gran estima la competencia 
profesional .. y aquellas virtudes que se refieren a las relaciones 
sociales» (AA 4).
De hecho, la preparación técnica y la cualificación profesional 
son auténticos valores, cuya búsqueda es expresión de la fe en el 
Dios Creador, el cual concede gran importancia a la técnica y a la 
actividad laboral del hombre para re-crear continuamente el 
mundo. 
EP-LAICAL: Aunque sea en medio de múltiples dificultades, 
existe una esperanza laical que cree en el trabajo humano y 
trasciende el aspecto remunerativo, detectando en dicho trabajo 
un anticipo del mundo nuevo que el Señor vendrá a inaugurar al 
final de los tiempos 
Bien es verdad que tú no serás competente a la hora de 
encontrar las soluciones a todos los problemas humanos de tus 
muchachos. Sin embargo, como catequista, te incumbe la tarea de 
poner bajo el signo de la Palabra de Dios todo cuanto realiza el 
hombre, a fin de que cada cual sepa animarlo con su propia fe en 
el Señor resucitado. 


3. LA ORIGINALIDAD DEL 
SERVICIO CATEQUÉTICO DE LOS LAICOS 
La experiencia de fe propia del laico hace madurar en él una 
cierta mentalidad catequética, es decir, un conjunto de actitudes, 
de maneras típicas de situarse ante la Palabra de Dios y 
comunicarla. 
Es un conjunto de actitudes interiores, detalles y matices de la 
propuesta cristiana que resultan espontáneos y connaturales al 
catequista laico. 
Sin embargo, la novedad de este servicio no consiste en la 
selección de los contenidos, que siempre resulta arriesgada, sino 
más bien en la facilidad para establecer lazos con la existencia, 
para captar las consecuencias concretas del mensaje cristiano, 
para determinar las posibles conexiones con las realidades 
humanas. 
Es precisamente acentuando estos aspectos como el catequista 
laico ofrece su aportación original e insustituible a la interpretación 
de la Palabra de Dios 
Tus muchachos han de ser capaces de advertir la diferencia en 
el modo de dar la catequesis por parte de un sacerdote, un 
religioso o un laico, porque dentro de esta diversidad se les 
propone el mensaje cristiano de un modo más completo, supuesto 
que les llega filtrado por la experiencia de toda la comunidad 
eclesial. 

«Discernir los signos de los tiempos» (PO 9; GS 4)
SITEM/DISCERNIRLOS: El laico goza de una mayor facilidad 
para poner de manifiesto el proceso de inserción de la Palabra en 
la vida, mediante la atención a la correlación que se establece de 
un modo recíproco. 
Se trata de una sensibilidad que es don del Espíritu, el cual 
ayuda a comprender esta dimensión esencial del anuncio cristiano 
Deberías pedirla, por lo tanto, en la oración, pero, sobre todo, 
deberías experimentarla en tu vida. 
Es una característica del ministerio catequético de los laicos la 
de saber descubrir los signos de los tiempos, es decir, los 
'momentos' de Dios en la propia vida y en la de los muchachos, 
para captar en ellos la necesidad de la salvación. Como catequista 
laico, debería ser en ti algo habitual la relación entre la existencia 
humana y la Palabra de Dios, en virtud de lo cual no te fuera 
prácticamente posible hablar de las realidades cotidianas sin 
referirlas a Dios. Es verdad que el vinculo religioso no debe 
aparecer como una simple etiqueta, como un apéndice, sino como 
un modo de vivir, de orientar las actividades humanas en unión con 
Jesucristo, a fin de realizar el proyecto que el Padre tiene para el 
mundo. 
Más que con palabras, esto se expresa con el convencimiento 
profundo y con la experiencia vital, que se manifiestan hasta en el 
tono de la voz, haciendo auténtico, y no arbitrario o artificial, el 
reclamo de la fe 
Esto supone en el catequista laico: 
­capacidad de atención a las realidades humanas, tanto en sus 
valores como en sus desvalores, superando cualquier forma de 
superficialidad en el modo de considerar la vida de los muchachos; 

­actitud de escucha, tratando de comprender el sentido profundo 
de los acontecimientos, para interpretarlos a la luz de Dios. 

Demuestra, pues, que tomas en serio los problemas de la vida 
de tus muchachos, sus dificultades, sus incertidumbres. Siente la 
necesidad de salvación que hay en ellos, si quieres ser fiel a la 
novedad de tu servicio a la Palabra 

Una Palabra para la vida 
El catequista laico da credibilidad a la Palabra de Dios, en el 
sentido de que expresa su fuerza transformadora.

«Por su vida cristiana en el mundo, los catequistas laicos son testigos 
del evangelio que ilumina y penetra las realidades humanas. De este 
modo ayudan a los catequizandos a comprender cómo deben vivir su fe 
en todas las situaciones de la existencia. (Directorio de pastoral 
catequética de las diócesis de Francia, 1964, nº 157). 

De esta manera se evidencia en la propuesta de fe su valor para 
la vida. Como catequista laico, estás invitado a subrayar algunos 
aspectos propios del anuncio cristiano a los muchachos:
­La Palabra de Dios es siempre una respuesta para la vida; más 
aún, es la única respuesta válida que Jesucristo propone. 
­La Palabra de Dios es un valor para el hombre, porque en ella 
descubre los significados más importantes para su existencia 

Teniendo habitualmente en cuenta estas observaciones, 
superarás la fácil escisión entre la Palabra de Dios y la vida, y 
promoverás un proceso de integración significativa. Tus 
muchachos se sentirán ayudados en esto si ven en ti, catequista 
laico, a una persona menos «oficializada», alguien que vive en 
contacto diario con las preocupaciones humanas y, aunque no 
permite ser apartado de ellas, encuentra en el mundo un camino 
original para ir al encuentro del Señor.

PARA LA ORACIÓN ORAS/FRAN-ASIS FRAN-ASIS/ORAS 
Hazme, Señor, instrumento de tu paz. 
Que donde haya odio, ponga yo Amor; 
donde haya ofensa, Perdón; 
donde haya discordia, Unión; 
donde haya duda, la Fe; 
donde haya error, la Verdad; 
donde haya desesperación, la Esperanza; 
donde haya tristeza, Alegría; 
donde haya tinieblas, la Luz. 
Haz, Maestro, que no busque tanto 
ser consolado, cuanto consolar; 
ser comprendido, cuanto comprender; 
ser amado, cuanto amar. 
Porque es dando como se recibe; 
perdonando, como se es perdonado; 
muriendo, como se resucita a la vida eterna. Amén. 
(S. Francisco de Asís) 

¡Oh Cristo, que apareciste en medio de los tiempos 
para traer a los hombres la luz, 
revelarles su naturaleza 
y triunfar en tu cuerpo sobre su pecado! 
¡Oh Cristo, maestro de verdad, 
de la verdad que libera; 
mira cómo el mundo tiene 
más necesidad de ti que nunca, 
mira cómo todos los esfuerzos del hombre 
se contradicen y desembocan en inquietud; 
mira cómo los hombres quieren ser 
más solidarios siendo más libres! 
Sólo tú, Hombre-Dios, 
puedes responder a su llamada, 
colmar su vacío, 
sin detener su impulso, 
sin rechazar la vida.
Sólo tú puedes purificarlos en su interior, 
superar en ellos la contradicción, 
moverlos eficaz e intensamente hacia lo mejor, 
hacerles caminar hacia su madurez.
hasta llegar a Dios. Amén.
(J. Lebret)

GAETANO GATTI
SER CATEQUISTA HOY
Itinerario de fe para la formación espiritual
del "Ministro de la Palabra"
SAL-TERRAE Santander-1981. Págs. 199-228